lunes, 17 de diciembre de 2018

10 Críticas Más Leídas En 2018.


                               


2018 ha sido un año intenso teatralmente hablando. He asistido a muchos espectáculos de toda índole, y se vieron reflejados en mi blog en casi su totalidad, salvo algunos musicales que he visto en el extranjero, y algunos espectáculos de los que no suelo hacer crítica, dado que no se encuentran dentro de aquello que considero mi "especialidad". Basicamente todos los géneros se han visto reflejados en Desde La Platea, y como es habitual por estas fechas, me gusta hacer un ránking con las críticas que más visitas han tenido durante el año. Espero que os guste!!

En el puesto número 10, una obra que revolucionó el off madrileño. "Amor fati, o como llegué a operarme de glaucoma" .

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/04/amor-fati-o-como-llegue-operarme-de.html


                                               



En el puesto número 9, una ópera que se repuso en el Real después de 20 años de su estreno. "Aida" con dirección de Hugo de Ana.

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/03/aida-la-opera-segun-cecil-b-demille.html


                                


En el puesto número 8, una desopilante comedia que se llevó a cabo en el Nuevo Alcalá, ¨Las chicas del Zapping".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/05/las-chicas-del-zapping-las-que-tienen.html


                                  



En el puesto número 7, la entrevista que tuve el honor de hacerle a nuestra estupenda mezzosoprano Cristina Faus.

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/02/hablando-con-cristina-faus.html


                                            



En el puesto número 6, un fenómeno teatral que sigue en el Marquina cosechando un muy merecido éxito. " El curioso incidente del perro a medianoche".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/09/el-curioso-incidente-del-perro.html


                                              


En el puesto número 5, un gran logro artístico para el Teatro de La Zarzuela, "Katiuska", con Ainhoa Arteta a la cabeza.

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/10/katiuska-noche-hermosa.html


                                             


En el puesto número 4, una discutida propuesta, no exenta de polémica, y con un gran nivel musical, "Maruxa".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/01/maruxa-telurica-revision-de-la-opera-de.htm

                                              



En el puesto número 3, un clásico de nuestro repertorio lírico, del que solo se pudieron ver unas pocas funciones debido a las huelga acontecida en el Teatro de La Zarzuela, "La tabernera del puerto".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/05/la-tabernera-del-puerto-pura-zarzuela.html


                               
                                             


En el puesto número 2 una celebrada revista del Maestro Alonso, que fue la primera producción del Teatro de La Zarzuela emitida vía Facebook, "24 horas mintiendo".

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/06/24-horas-mintiendo-ahora-que-vamos.html


                                            

Y en el puesto número 1... un musical que está en el Nuevo Apolo maravillando al respetable, "El Médico, el musical" en este caso en su versión sinfónica.

http://yovoyalteatro.blogspot.com/2018/05/el-medico-el-musical-lo-que-esta-por.html


                             


Aquí finaliza el ránking, Espero que sea de vuestro agrado. Aprovecho para desearos unas felicísimas fiestas, y un 2019 plagado de teatrito del bueno. No se nos debe olvidar que lo mejor siempre está por venir.
Muchísimas gracias a todos por leerme, por comentar, y por vuestros ánimos y calurosas felicitaciones por el blog. Nunca pensé que llegara a tener la repercusión que está teniendo, y sin ninguna duda, vosotros sois los principales culpables de ello!!!.
                           

martes, 11 de diciembre de 2018

Turandot, Robert Wilson Congela La Ópera De Puccini.

Por fin llegó Turandot al Real, después de 20 años esperando a que se viera en Madrid una de las óperas mas queridas de todo el repertorio, y uno de los títulos mas importantes de toda la historia de la lírica. Reconozco que me moría  por ver el título de Puccini, aunque bien es cierto que las primeras imágenes que vi del montaje de Robert Wilson no me entusiasmaron.
Adoro Turandot, puede parecer un tópico, pero en mi caso es una pura verdad. Considero esta obra la cima de todo aquello por lo que amo la ópera, y mas allá de su discutido final compuesto por Alfano, y que si es cierto que no pega ni con cola con el resto de la historia, cuando escucho Turandot suelo tener una experiencia sensitiva que va más allá de lo musical. La disfruto, la paladeo, me emociono y siempre descubro cosas nuevas que hacen que cada vez la ame con más fuerza.
Por todo esto que planteo, el pasado domingo, asistí emocionado al Real para deleitarme con Turandot, en una velada que brilló más en lo musical que en lo escénico, y en la que disfruté mucho en no pocos momentos.



Turandot se estrenó el 25 de abril de 1926 en La Scala de Milán, con música de Giacomo Puccini, que al no poder finalizar la partitura, se vio concluida por Franco Alfano. El libreto de la ópera corrió a cargo de Giuseppe Adami.
Puccini ya alejado del verismo, plasmó una leyenda persa en una de sus partituras más afamadas, y posiblemente más populares. Nuestro autor escribió una ópera oscura, de inquietante música en no pocos momentos, en la que Puccini parece desprenderse de todo aquello que le caracterizó, para solo dejar constancia de su impronta verista en el personaje de Liù, sin duda el más lírico de la partitura y cuya sensibilidad conmueve al más pintado.
El osado Calaf dispuesto a perder la cabeza por la hierática y tiránica Turandot es el encargado de desencadenar el drama, para que se nos cuente aquello que Puccini quiso, es decir, plantearnos una historia en la que la arbitrariedad del poder y los diferentes tipos de amor existentes que son los que al final hacen que el mundo marche se encuentran muy patentes, y donde cada personaje desprende en su carácter la simbología pertinente.
Puccini llevó a cabo una composición imponente, de tremebunda orquestación, incluso ciertamente grandilocuente por momentos, en la que el coro funciona casi como narrador de lo ocurrido en escena, de forma realmente inusitada en el de Lucca, parco en coros habitualmente en sus óperas. Del verismo mas puro evolucionó hacia un simbolismo muy marcado, y una estructura musical muy diferente al de sus otras partituras. La partitura se caracteriza por unas atmósferas extremadamente conseguidas, y un lirismo realmente superlativo que hacen que sea una de las composiciones favoritas del gran público, y una de las óperas más representadas desde su estreno.



Vayamos con el elenco, segundo en este caso, y bastante atinado en líneas generales.

Destacables comprimarios, Especialmente el Mandarín de Gerardo Bullón y el Emperador Altoum de Raúl Gimenez, ambos adecuadísimos para dos papeles muy expuestos y de indudable dificultad. Giorgi Kirof me pareció un competente Timur aunque quizás un tanto rutinario.

Juan Martín Royo, Vicenç Esteve y Juan Antonio Sanabria, como Ping, Pang y Pong respectivamente. Correctos aunque con algunos problemas con el volumen en algunos pasajes. Las voces bien conjuntadas y parejas brillan en no pocos momentos resultando interesantísimo el trabajo de conjunto que sin duda debe ser resaltado. El trabajo actoral es uno de los más inspirados del espectáculo, en una función que se caracteriza por la nula dirección de los cantantes, y la escasa interacción entre los personajes.

Miren Urbieta-Vega, soprano, como Liù.
Urbieta- Vega planteó su Liù desde un lirismo muy marcado, y una sensibilidad extrema cantando, con un estimable uso del regulador, y un volumen considerable durante toda la función. La cantante donostiarra posee un bello timbre, una expresividad notable, y un buen uso del fraseo, siendo la única de la terna protagonista que insufló de verdadero sentimiento a su personaje, empresa realmente difícil dada la concepción del espectáculo.

Roberto Aronica, tenor, como Calaf.
Irregular, y reservón, Aronica sirvió una función en la que pareció estar mas preocupado por dar todos los agudos de la partitura, que si es cierto que tiene, que por mantener una línea adecuada y dar alguna dosis de emotividad a una interpretación un tanto anodina, y con problemas en el volumen. Desde mi situación en el teatro, la segunda parte del aria principal fue completamente inaudible, y en los números de conjunto la voz se perdió entre la masa coral siendo la tónica de su trabajo el prepararse para los momentos más comprometidos y no sacar partido a aquellos pasajes mas líricos. Aronica apuesta por un Calaf heroico y poco dado a sensiblerías, frío y poco involucrado.

Oksana Dyka, soprano, como Turandot.
Magnífica, en una Turandot amplia en volumen, de exquisita dicción, y que se ve perfectamente reflejada en la escena de los enigmas, ya que la voz de Dyka corta como un cuchillo el aire, y de impactante factura en su resolución. Me sorprendió muy gratamente la soprano ucraniana, que resulta adecuadísima para el papel, que solo se ve empañado ligeramente en la zona aguda, un tanto estridente y de color metálico, pero que no molesta en exceso dadas las características del personaje. Actoralmente fuciona mejor en la parte inicial del personaje, ya que el hielo pareció no romperse en ningún momento, algo que no me quedó muy claro si forma parte de la dirección de Wilson o de nuestra cantante. El giro actoral que debe dar Turandot no se encontró presente ni musical ni actoralmente, pero para ser sinceros no me importó ni lo más mínimo, ya que en líneas generales el trabajo en Turandot es de gran solvencia.



Coro Intermezzo, con Andrés Máspero a la cabeza, a un nivel estratosférico y ascendente en cuanto a calidad. Los coros de Turandot son difíciles, excesivos, y de vital importancia para el buen desarrollo de la función, siendo en este caso uno de los activos mas importantes del espctáculo. Atronadores especialmente al final de la ópera, muy empastados y matizados en grado sumo.

Nicola Luisotti al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real ofreció un trabajo de altura, en el que primó la espectacularidad del sonido, quizás un poco superficial, y mas verista que lo que Turandot pide, pero que resulta adecuada para el funcionamiento del espectáculo. Es decir, lo que perdemos por un lado lo ganamos por otro. Quizás nos encontremos ante un planteamiento musical un tanto excesivo, pero que personalmente agradecí mucho ante tanta frialdad escénica, y que me dejó un muy buen sabor de boca durante toda la función. Luisotti conciso y pulcro, llevó al paroxismo la partitura de Puccini, y me dejó anonadado en no pocos momentos, siendo el efectismo una de sus bazas más importantes, y aquello que definió la obra, todo ello dentro de un gran sentido de la teatralidad.




Vayamos con la dirección escénica.
Robert Wilson lleva a cabo las labores de regista, y hace uso y abuso de todo aquello que se supone que son sus señas de identidad, siendo el resultado un espectáculo que cansa, vacío de contenido, y en el que se le da mil vueltas a todo aquello que ya se ha expuesto en anteriores espectáculos del director estadounidense. 
La Turandot que Wilson plantea pasa por un exasperante estatismo cercano al oratorio, de ridículos movimientos por parte de solistas y coro, y nula composición de los personajes. A Wilson parece no interesarle los vínculos entre los diferentes componentes de la ópera, y cada uno parece salir a cantar su parte sin emoción ni organicidad ninguna, como si de robots se tratara, y con poco margen a la expresividad. Varias inconsistencias son muy evidentes entre el texto y las escasas acciones escénicas, y encima no se nos explican bien algunas cosas. El personaje de Timur no se plantea como ciego, o al menos no se clarifica, por tanto queda raro que no sepa que Liù está muerta. La escena de la muerte de Liù está francamente mal resuelta, y esa obsesión por evitar que los personajes se toquen que parece atenazar a Wilson va a la contra de lo que ocurre sobre el escenario. El final de la obra se encuentra farragoso y mal explicado, solo quedándome claro cierta simbología sexual en el rayo que parte la escena al final del espectáculo. 
La sensación que tengo es que esta Turandot se queda en una fría, más bien gélida,  exposición de aires posmodernos, esteticamente bella gracias a las luces del propio Wilson, pero vacía, y un tanto apolillada ya que parece salida de una película de ciencia ficción de los años 80. Nada sorprende,  nada emociona, y sobre todo esa frialdad se da de bruces con una ópera, que por muy excesiva que nos pueda parecer, en ese exceso se encuentra gran parte de su encanto. Uno no pide una Turandot acartonada y en la línea que se suele asociar a esta ópera, pero si que pide un espectáculo vivo, y que al menos, solo al menos, nos cuente algo más allá del despliegue de efectos de luces que se pueden ver en esta Turandot, que se pasa al otro extremo y que paradogicamente se encuentra igual de vacía de contenido que las mastodónticas producciones a las que estamos acostumbrados, y que un servidor no aprecia especialmente.





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lunes, 3 de diciembre de 2018

María Del Pilar, Recuperación De Un Gran Título De Gerónimo Giménez.

Una de las labores fundamentales del Teatro de La Zarzuela, estriba en la recuperación de títulos perdidos, algo que se me antoja casi siempre interesante, y muy importante si de ampliar repertorio se trata. Partiendo de esa base, no sé si el hecho de programar una obra en versión concierto solamente dos días se queda en lo anecdótico y si realmente se consigue afianzar dicho título en el repertorio. La iniciativa, siendo indudablemente buena, se queda un poco corta, y sería interesante que quedara testimonio de dicha partitura mediante grabación de alguna clase, ya que uno piensa que posiblemente por muy exitosa que haya sido, merecidamente, "María del Pilar" no va a ir mas allá de el recuerdo ya mitificado, de aquellos que tuvimos la suerte de escucharla, ya que la obra da para mucho como luego explicaré. Entiendo las dificultades que muchas zarzuelas a todos los nivelen entrañan, del mismo modo soy capaz de dilucidar los motivos por los que la obra de Giménez estrenada el pasado día 30, no se ha hecho en versión escénica, y no se ha programado con asiduidad en nuestros teatros, pero teniendo en cuenta la magnífica ocasión que se ha tenido para dejar testimonio de la misma, me da pena que una obra de semejante envergadura, se quede otra vez en el baúl de los recuerdos, hasta que en un momento dado se vuelva a desempolvar la partitura para revisarla de nuevo.
Dicho esto, felicitémonos ante un descubrimiento de altura, y ante un ejemplo claro de la cantidad ingente de títulos que se encuentran en nuestro patrimonio musical, y que sin duda merecen ser revisados con la calidad que se planteó en el momento de su composición. "María del Pilar" ha entrado por la puerta grande, ha triunfado, y sobre todo ha dejado muy claro que el público de zarzuela disfruta con estas recuperaciones, así que bienvenida sea, y es deseable que disfrutemos de muchas mas obras como esta, nuestro género lírico se lo merece y los espectadores también.
El pasado viernes me acerqué a la Calle Jovellanos expectante e ilusionado, el reparto prometía, la partitura se había promocionado como excelsa, y la noche no defraudó. Se notaba cierta emoción en el ambiente, y en los corrillos en el descanso los comentarios eran muy efusivos. Al finalizar la representación los parabienes fueron unánimes, y más de uno estaba emocionado por lo que había presenciado. Así que no se puede pedir más. El público de zarzuela ama al género de una forma muy vehemente, y el viernes quedó muy patente el amor hacia la zarzuela, y sobre todo hacia la calidad, ya que la obra en cuestión merece un estudio profundo por sus múltiples valores.



"María del Pilar" denominada como Zarzuela en 3 Actos, con partitura a cargo de Gerónimo Giménez, y libreto de Francisco Flores García y Gabriel Briones, tuvo su estreno en el Teatro Circo de Price el 17 de diciembre de 1902.
Englobada dentro de la zarzuela rural, de la que tantos ejemplos hay en nuestro género lírico, encuentra su lugar en la zarzuela grande al mas puro estilo de Chapí, con sus tres actos correspondientes, de grandes exigencias musicales y escénicas, y marcado carácter operístico. La obra está concebida para gran orquesta y coro, dos sopranos, bajo, barítono, tenor y tres cómicos de inusitada dificultad en lo musical para lo que es habitual en la zarzuela. La partitura consta de la nada desdeñable cantidad de 15 números musicales, todos ellos de gran dificultad, enorme lirismo en algunos pasajes, y densísima orquestación. La sombra de Wagner se encuentra muy presente, especialmente en el último acto de la obra, así como diversos números de inspiración verdiana, especialmente dos dúos, y también la sombra de Bizet se encuentra planeando sobre la partitura, no siendo esto que planteo obstáculo para que la inimitable impronta de Giménez se encuentre muy marcada, siendo un título personalísimo, influencias aparte, y sorprendentemente moderno para los parámetros de la época, en la que el Género chico ya estaba en franca decadencia, y nuevas vías eran exploradas por nuestros compositores.
Varios números son destacables; desde la bellísima romanza de bajo, hasta los intensísimos dúos, toda la partitura se mueve en un nivel musical elevadísimo, rematando Giménez su obra con unos números de conjunto realmente superlativos, especialmente el tremendo concertante con el que finaliza el primer acto, de impactante resolución y dificultad extrema.
No estoy muy seguro de si el libreto estará a la altura de la partitura, y en el concierto se nos planteó el drama de forma narrada por Mario Gas, en versión de María Velasco, quedándose en un eficiente esbozo, convenientemente actualizado, y en el que nos queda claro, que el melodrama con los celos entre dos hermanos por una mujer como nudo central de la obra en un pueblo de la provincia de Salamanca, no tiene mucha más enjundia que lo meramente anecdótico. 




Vayamos con el elenco:
Mario Gas, actor, como Almendrita.
Gas nos cuenta un cuento, bueno nos lo lee, con sabiduría, ciertas dotes de socarronería y gran poder evocador, rememorando unos hechos ocurridos en el pasado y extrapolables a cualquier época. Nuestro actor aporta oficio y solidez a un trabajo en el que la claridad en la exposición fueron la marca de la casa, y en el que su cometido, que no era otro que ponernos en antecedentes de lo ocurrido entre cantable y cantable en un tono entre didáctico, tierno, y  alejado de cualquier afectación, siendo su trabajo solvente y efectivo en igual medida. 

Marina Rodríguez Cusí, Jorge Rodríguez Norton y David Sánchez, como Señá Nieves, Almendrita y Tío Licurgo respectivamente.
Correctos los tres, en los cómicos de la función, con varios números ciertamente comprometidos, y que fueron resueltos de forma más que adecuada y cargada de intención, a este respecto es destacable el cuarteto del acto tercero que comparten con María del Pilar, magnificamente expuesto, tanto musicalmente como en expresividad.

Damián del Castillo, barítono, como Marcelino.
Del Castillo sirvió una estupenda creación, en la que la expresividad fue su fuerte, así como un bello timbre y una perfecta proyección que resultaron cruciales en su composición. Es destacable el intenso terceto, practicamente un dúo cantado con María del Pilar, al mas puro estilo de cantante clásico de zarzuela, elegante y de lírica composición. También se debe tener en cuenta el dúo con el bajo, netamente verdiano, y resuelto de forma impactante y de alto voltaje musical.

Ruben Amoretti, bajo, como Valentín.
De lo mejorcito de la noche, donde el volumen y la expresividad fueron su fuerte. Nuestro bajo, sirvió una composición cargada de sensibilidad, que llegó al paroxismo en una bellísima romanza, sencilla en la melodía pero de difícil ejecución, en la que el fraseo brilló mucho, y que resultó francamente conmovedora. Amoretti de bello timbre y noble canto sacó todo el partido posible a un papel que se ajusta a sus características vocales como un guante. No pasando en absoluto desapercibido en unos de los papeles mas agradecidos de la partitura. 

Andeka Gorrotxategi, tenor, como Rafael.
Rafael muerde, es un papel ciertamente difícil, y si bien es cierto nuestro tenor cumple, lo afrontó con algunos problemas, que no arruinaron su interpretación, pero si que la empañaron ligeramente.
A su favor se encuentra un bello timbre, y mucha sensibilidad cantando, pero cierto sonido estrangulado, y algunos problemas para atacar el agudo no acabaron de redondear su trabajo. Encontré un poco inseguro a Gorrotxategi en un papel que se las trae, y que en la romanza principal tuvo su principal caballo de batalla, donde algunos problemas con el apoyo hicieron peligrar la pieza, aunque finalmente no fue así, aunque es cierto que me hizo sufrir un par de veces, para ser sinceros. 

Iwona Sobotka, soprano, como Esperanza.
Aunque parezca paradójico, a nivel musical, podemos considerar a Esperanza como la protagonista de la obra, aunque el título lleve el nombre de María del Pilar. 
Sobotka comenzó ciertamente fría en su romanza de salida, francamente difícil, resultando un tanto destemplada y con algunos problemas en la línea de canto, yendo de menos a más a medida que avanzaba el concierto, logrando un nivel realmente alto en no pocas ocasiones. La voz grande y bien timbrada, sirvió unos agudos en punta realmente estimables, así como algunas frases de gran expresividad y marcado lirismo en un personaje de aire verista, y que en general se vio muy matizado en nuestra cantante. Fueron destacables los agudos en los concertantes que destacaron sobre el resto del conjunto de forma impactante y enormes en cuanto al volumen. 

Carmen Solís, soprano, como María del Pilar. 
Solís tuvo por delante un toro bravo, en un papel difícil y desagradecido, que se vio ejecutado de forma impecable. Solís cantante de hechuras clásicas, lució empaque de soprano de rompe y rasga al mas puro estilo de nuestra zarzuela. Nuestra cantante posee un robusto instrumento, que no pesa en la zona aguda, y que en el centro suena potente y bello, con un interesantísimo uso del regulador, y que ofrece un canto cargado de sensibilidad y que nos transmite mucho en sus intervenciones. Solís nos obsequió al respetable con unos cuantos pepinazos muy bien dosificados, y que resonaron en la sala de forma más que respetable, siendo el resultado de alto voltaje dramático y musical. Si algo caracterizó el trabajo de la cantante fue la solidez y la musicalidad, en una composición sin fisuras y muy templada de principio a fin.


Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, con Antonio Fauró a la cabeza matizadísimo, y muy empastado, sirvió una función realmente brillante, luciéndose en todos sus números y resultando tremendamente placentero el sonido que se extrae de su trabajo. Es destacable la ejecución de la jota con la que empezó el segundo acto, así como un concertante de espectacular factura y ajustadísimo con el resto del conjunto. 

Oliver Díaz al frente de la dirección musical saca todo el jugo posible a la OCM, dotando a toda la partitura de una profundidad en el sonido realmente superlativa, y donde primó un excelente trabajo de concertación, y en el que el cuidado de los cantantes fue la tónica. Se nota que Díaz ha trabajado la partitura a conciencia, y el resultado es francamente interesante. La lectura de Díaz es netamente operística, buscando un sonido ampuloso y matizado, de gran eficacia teatral y en absoluto superficial. Sirva como ejemplo definitorio el insuperable preludio al acto tercero, solo comparable en calidad al preludio de "Las Golondrinas" que Díaz dirigió en su momento con igual acierto. Oliver Díaz lleva siempre a la OCM a los mejores niveles posibles, y  "Maria del Pilar" es un claro ejemplo de ello.



En resumen, el pasado viernes salimos del Teatro de La Zarzuela con la sensación de haber vivido una noche histórica. La gran partitura de Giménez tuvo muchísimo que ver en ello, así como el equilibradísimo elenco que sin duda estuvo a la altura de las dificultades de la obra, a lo que se unió la inspirada dirección musical de Oliver Díaz, dándose la conjunción perfecta para que nuestra lírica brillara mucho y bien, en una noche que ya forma parte de mi bagaje como espectador y que recordaré por mucho tiempo. Ojalá "María del Pilar" haya venido para quedarse, sin duda es de justicia que así sea. 




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martes, 27 de noviembre de 2018

La Sombra Del Monstruo, Sucedió Una Fría Noche De Verano.

Durante el verano de 1816 ocurrió un hecho que resultó muy importante en la historia de la literatura fantástica, y que además se encuentra envuelto en un halo de misterio, ya que lo acontecido en aquel lejano mes de junio en Villa Diodati entre Percy y Mary Shelley, Lord Byron, el Doctor Polidori y Claire Clairmont, jamás se supo, aunque si se conocen las consecuencias de aquella legendaria reunión de escritores.
El verano de 1816 no existió, y 1816 es conocido como "el año sin verano" ya que la erupción de un volcán en Indonesia provocó dicho curioso fenómeno meteorológico. Este hecho, aparentemente trivial, propició la reunión de los escritores más arriba citados en un villa situada en Suiza, en la que permanecieron recluidos por las inclemencias climáticas, durante tres días. Durante este tiempo inventaron varias historias para entretenerse, saliendo de allí la semilla de dos de los textos más influyentes de la literatura gótica, "Frankenstein, o el moderno Prometeo" de Mary Shelley y "El vampiro" de John William Polidori.
Mucho se habló sobre lo ocurrido durante aquellos días, pero la realidad es que los protagonistas de la historia jamás hablaron de ello, y el misterio sobre lo que allí pasó sigue fascinando en la actualidad a todos los aficionados a la literatura fantástica, y se encuentra presente en la cultura popular de forma fecunda y muy recordada. Desde "La novia de Frankenstein" hasta "Remando al viento" no han sido pocas las ficciones cinematográficas en las que se menciona la reunión de Villa Diodati, así como la infinidad de libros que hablan sobre el tema.
Teatro del Sótano, con Francisco de Los Ríos a la cabeza, siempre buceando por los lados oscuros de la naturaleza humana, se adentra en la sala  La Usina en una de las veladas de aquellos tres días y busca una explicación a la gestación de las composiciones literarias y a lo ocurrido en Villa Diodati en "La sombra del monstruo", texto que esta crítica ocupa.



"La sombra del monstruo" de Francisco J. De Los Ríos, es una pieza de duración media, que consta de un prólogo, un epílogo y el eje central de la obra, en la que se disecciona las diferentes personalidades de los escritores reunidos en Villa Diodati, y los diferentes vínculos existentes entre ellos. Obviamente estamos hablando de ficción y lo que se narra en "La sombra del monstruo" es una suposición con ciertos toques fantásticos de lo allí ocurrido, y que sobre todo plantea dos cosas muy interesantes; toda la simbología soterrada en "El vampiro" y de donde le vino la inspiración a Mary Shelley para su Frankenstein.
Para contarnos esta fascinante historia, De Los Ríos, plantea un trabajo tremendamente documentado y que refleja a la perfección lo que suponemos o conocemos de cada uno de los integrantes de la reunión de Villa Diodati. La obra no exenta de un marcado lirismo, resulta profundamente inquietante por momentos, y que más allá de los toques sobrenaturales ofrece una visión muy creíble de todos los personajes, centrándose más en las figuras de Polidori, Mary Shelley y Byron.
De Los Ríos sirve un texto tenso, que empieza como comedia de salón, para ir adentrándonos poco a poco en el horror, siempre psicológico, en el que el abuso de poder, el maltrato emocional que deriva en violencia física, y las relaciones humanas enquistadas de forma insana se encuentran muy patentes, y son sin duda parte fundamental de lo que nuestro dramaturgo nos quiere contar.
"La sombra del monstruo" posee unos personajes muy bien perfilados, y espléndidamente desarrollados en la mayoría de los casos, y que tienen un sitio muy definido en la velada que se nos cuenta. Claire Clairmont un tanto desdibujada, tal y como siempre nos parece en el grupo , Shelley, ausente por momentos, visceral, desequilibrado y profundamente sensible. Polidori cargado de recovecos, introspectivo y con muchas más cosas que decir que las que se le presuponen en un principio. Lord Byron tiránico, carismático e inquietante, y Mary Shelley analítica, comprensiva y empática que observa y sobrevuela los hechos para ejercer de cronista y empaparse de todo lo allí vivido en aras de su posterior novela.
La obra bien tramada y entretenidísima, no está reñida con lo profundo, y ofrece una perspectiva basada en una fabulación ingeniosa sobre los hechos ocurridos perfectamente verosímil.



Los cinco actores que dan vida a los personajes de la función están muy bien elegidos, y cumplen con las características físicas de cada uno, especialmente un Alejandro Dorado mimetizadísimo con la figura de Byron, ambiguo, y fisicamente frágil, pero cruel y duro en su interior. Dorado extremadamente inquietante en su composición es una de las grandes bazas del espectáculo, construyendo un Lord Byron de una pieza, corporalmente muy ajustado, y muy matizado en sus estados de ánimo. Esther González como Claire Clairmont, resulta adecuada en una difícil composición y con motivaciones diferentes a la del resto de los protagonistas. González parece estar de paso, y más preocupada en su relación con Byron que con las cosas que ocurren en escena, siendo un acierto de visión del personaje, sin duda la mas frívola del grupo, y cuya sensualidad se encuentra muy latente. Claire es el personaje que quizás se encuentre menos desarrollado en el texto, pero ciertamente González no pasa desapercibida aportando cierto aire desvalido que va en total consonancia con lo que se nos quiere contar de ella. Germán García, habitual en Teatro del Sótano, da vida a Percy Shelley de forma muy convincente, y con un mundo interior muy rico. Voy viendo la evolución de este actor y la encuentro muy gratificante, la escucha ha mejorado, el recorrido hacia la emoción se encuentra notablemente trabajado, y los estupendos recursos con los que cuenta, se ven reforzados. Su poderosa voz resulta muy efectiva en ciertos momentos, uno en particular que nos deja secos por su fuerza y lo inesperado del mismo. Otra cosa a tener en cuenta es su vínculo con Mary Shelley, continuamente la busca, la mira, y deja muy claro el vínculo amoroso que los une con ternura y naturalidad. Mattis de la Fuente, como Polidori, fue uno de los actores que más me convenció en un difícil papel, el mas difícil del texto diría yo, y que de la Fuente carga de mucha verdad, y pasmosa profundidad. El leve tartamudeo nada impostado, la continua sensación de estar por debajo del resto, el trabajo de observador de lo que allí ocurre, y por supuesto la durísima escena que le ha tocado en suerte, se encuentran perfectamente definidos en nuestro actor. Resulta asimismo muy importante la relación que tiene con Byron que pasa por el amor más perruno al terror mas profundo con fluidez y sin que nos resulte forzado en absoluto. Mattis de la Fuente lleva a cabo una personalísima creación de gran calidad, y de cerebral composición. Por último Jennifer Baldoria, como Mary Shelley, en un código netamente de primera actriz, sirve una construcción sólida, emotiva y muy implicada emocionalmente, como suele ser habitual en ella. Su gran escena con Polidori resulta de las mejores de la obra y muy definitoria en cuanto al personaje se refiere, así como el epílogo, brillantemente expuesto en forma de monólogo con adecuada progresión dramática. El uso de la voz es magnífico, así como la dicción, y absolutamente todo el texto está dicho con gran sensibilidad, es decir aquello que define el trabajo de nuestra actriz siempre que la veo, solidez, implicación y pulcritud extrema.




Francisco J, de los Ríos, en las labores de dirección, nos lleva exactamente al lugar al que quiere, empezando la obra de forma ligera, para ir cargando las tintas a medida que se desarrolla la trama. Varias cosas son a tener en cuenta, la primera la visión de cada personaje, muy cuidada y bien expuesta, así como la dosificación en cuanto a los momentos mas duros, sin dejar de mantener cierta tensión necesaria que nos deja entender que se está cociendo algo a fuego lento, aunque no sepamos muy bien lo que está por venir, y que una vez que llega nos deja clavados en la butaca, por inesperado y violento. Hay algo enfermizo que pulula por toda la velada, y que nos hace estar alerta durante todo el espectáculo y que sin ser una obra de terror como tal, si que podemos plantearla como de suspense, psicológico, y con unas enrarecidas atmósferas. De los Ríos se sirve de unas poderosas imágenes en momentos puntuales, la sombra del monstruo tan bien planteada y que nos deja bien claro a quien se refería Mary Shelley cuando escribió Frankenstein, la dura escena de Polidori con Lord Byron, y un inspiradísimo epílogo cargado de magia teatral, que concluye la función de forma acertadísima, y con un regusto romántico en perfecta consonancia con la época en la que se desarrolla la acción. Esa forma de acabar el espectáculo y de contarnos el trágico destino de sus protagonistas es uno de los mayores hallazgos de la obra y que nos deja un delicioso sabor de boca al finalizar la función. "La sombra del monstruo" resulta una atractiva propuesta, que aporta una visión diferente de unos hechos muchas veces planteados, pero nunca desde este prisma, en el que el análisis psicológico, el sometimiento de los fuertes hacia los mas débiles, y la gestación de las obras de arte, se encuentran reflejados de forma impecable, y con situaciones de no poca enjundia teatral. 





lunes, 26 de noviembre de 2018

Acreedores, Escalofriante Pieza De Cámara De Strindberg

Algunas veces no somos conscientes de las consecuencias de nuestras acciones, y sobre todo como las perciben los demás, siendo el resultado en muchos casos el daño involuntario en las personas implicadas. Normalmente el agraviado actúa según su percepción del agravio y no según la verdadera intención de quien realiza la acción.
Las consecuencias de situaciones como esta son realmente impredecibles. Normalmente el agraviado lame las heridas en soledad, pero dependiendo de la personalidad de cada uno, algunos de estos "acreedores" se cobran su deuda en forma de venganza, fría y muchas veces desmedida, con respecto a la afrenta personal, siendo el resultado de consecuencias graves y sobre todo inesperadas. 
Esto que planteo viene a colación de "Acreedores" que es como Strindberg calificó a las personas que se ven afectadas de forma colateral por nuestras decisiones, y que se está representando estos días en Nueve Norte, en la que se plantea una situación similar a la arriba narrada llevada hasta sus últimas consecuencias y con diversos matices realmente interesantes.
Calibán Teatro me dio una gratísima sorpresa hace unos meses con una estupenda versión de "La extraña pareja" de Neil Simon, que ha pasado del circuito "off" al "main" con éxito continuo en los dos teatros que ha estado, primero en el Lara y ahora en el Infanta Isabel. Ahora dicha compañía, con Andrés Rus a la cabeza ha llevado a escena la obra que esta crítica ocupa, y en cuanto me surgió la oportunidad asistí a verla, ya que me interesaba mucho el texto, y viendo lo resultados en la comedia de Simon, esperaba una función cuidada y una apuesta de calidad. No me equivoqué y el pasado viernes tuve la suerte de asistir a una velada de teatro sólido,  y de indudable interés como iréis viendo.


"Acreedores" escrita en 1888 es un crudo drama naturalista en la línea de la primera etapa del autor sueco, de modélica estructura dramática, y espeluznante exposición de los mas oscuros rincones del alma humana. Tres personajes, dispares y psicológicamente muy ricos, se ven unidos en un drama de alto voltaje teatral en el que la palabra es el principal arma que desencadena el conflicto y que da desarrollo a las tres intensísimas, y largas,  escenas de las que consta el texto.
Adolf, pueril y joven artista, casado con Tekla, una experimentada y liberal mujer, se ve tremendamente influido en su matrimonio por un misterioso personaje llamado Gustaf. La premisa aparentemente sencilla, esconde todo un tratado sobre las cuentas pendientes en nuestra vida, las mentes manipulables, y sobre todo la violencia psicológica, puntal de la obra, y de trágicas consecuencias. 
La versión corre a cargo de Elda García-Posada, siendo muy fiel al material original, respetando el espacio de la misma, aunque si es cierto que convenientemente llevada a los tiempos actuales, pero escrupulosamente respetuosa con la obra de Strindberg. La obra planteada como pieza de cámara, resulta muy efectiva en cuanto a la dosificación de la trama, con una estructura férrea, conflictos realmente potentes, y unos vínculos y objetivos marcadísimos en los tres personajes. Strindberg-García Posadas, en comunión perfecta, sirven un texto bronco, directo, incómodo en la mayor parte del tiempo, desnudo de artificio, en el que el descarnado naturalismo, alejado de prejuicios y un tanto distanciador, sirve como catártico por su dureza e impecable progresión dramática. Nos encontramos ante un caso paradigmático de "presentación-nudo-desenlace" como estructura argumental, de gran efectividad y en el que las escenas fluctúan de forma impoluta, y un tanto engañosa, ya que cuando que parece que el conflicto se alivia, vuelve a aparecer más crudo todavía que cuando se nos había dado un (pequeño) respiro. Estos "Acreedores" a nivel literario funcionan a las mil maravillas, y nos dejan helados por momentos, y sobre todo nos hacen reflexionar sobre una serie de conductas que siguen estando de actualidad, y que posiblemente lo seguirán estando mientras la humanidad dure. Sorprende lo moderno de un texto que aguanta el tipo de forma asombrosa, con unos personajes magnificamente perfilados, y tremendamente creíbles.


La obra protagonizada por Elda García, Chema Coloma y José Emilio Vera no se puede plantear de otra manera que desde la perspectiva del trabajo en conjunto, con tres estilos de interpretación muy marcados, y que entrelazados entre si funcionan a la perfección. 

Chema Coloma, como Adolf en un código más introspectivo que sus compañeros dadas las características del rol, se encuentra correcto en su creación, aunque en algunos momentos todavía no acaba de encontrar el sitio del personaje, resultando su trabajo mas hacia afuera de lo que se vislumbra que se ha pedido por parte de la dirección, si se interiorizase un poco más el resultado sería más adecuado, y sobre todo más equilibrado con respecto a sus compañeros. Esto que comento no es obstáculo para que sus monólogos, dificilísimos por cierto, así como la compleja psicología del personaje no se encuentren perfectamente perfilados en su trabajo, que a estos niveles resultan cristalinos en su planteamiento y muy definitorios con respecto a lo que Adolf representa. 

Elda García, como Tekla, me pareció deslumbrante, en un trabajo alejadísimo de su composición en "La extraña pareja" y en el que su ductilidad como actriz me pareció mas que notable. García sirve una Tekla sensual, ya de vuelta en la vida, con gran personalidad, y que sabe mandar en sus escenas tal y como el texto pide. Encontré el trabajo de nuestra actriz valiente y arriesgado, algo que yo valoro mucho, y sobre todo muy bien pensado. Elda García juega y gana, no hay discusión. Encontré interesantísimo su trabajo con la voz, donde el tono grave resulta crucial como carta de presentación de una mujer con aires de femme fatale, dueña de sus actos, rabiosamente libre y que dicta sentencia cuando habla. El trabajo con el texto es magnífico, y sabe perfectamente donde poner el acento exacto en cada frase, incluso en aquellas en la que el lirismo se vislumbra brevemente, y que resulta bellamente expuesto y sin florituras. Los vínculos con sus antagonistas están marcadísimos y muy bien expuestos, algo que para ser sinceros, es la tónica en todos los integrantes del elenco. García impacta en un trabajo cargado de carisma, contención, más que efectivos resultados y espléndida presencia escénica. Resulta curiosa y muy interesante la dicotomía resultante, dado el físico aparentemente frágil de nuestra actriz, y la dureza que se desprende de su personaje. 

José Emilio Vera como Gustaf, en un código mas arquetípico resulta más que satisfactorio. Templadísimo e impoluto de tono, inteligente, frío y muy manipulador. Vera para ello no abusa del histrionismo, sino mas bien todo lo contrario, y envuelve en socarronería su maldad, que por motivos obvios, se torna explosiva cuando el conflicto lo demanda. Gustaf nos resulta temible y despiadado, y sobre todo escalofriantemente creíble, especialmente en el momento en el que Tekla descubre sus verdaderas intenciones, siguiendo nuestro actor en su huida hacia adelante hasta sus últimas consecuencias. José Emilio Vera nos llega de forma muy directa con su trabajo y nos impacta en no pocos momentos, dotando a su personaje de muchos matices, y donde sus tácticas de manipulación se ven perfectamente reflejadas dependiendo del momento.


Andrés Rus, al frente del espectáculo, acierta de forma muy clara. Rus nos plantea la obra en un espacio aséptico, y en el que la tecnología actual solventa algunas de las situaciones escénicas de la obra original de forma ingeniosa e inteligente. Nuestro director va a la esencia de la composición de Strindberg de forma directa y sin enjuiciar a ninguno de los personajes, simplemente expone, ya que evidentemente el texto nos da el resto, poniendo mucho énfasis en los vínculos, objetivos, y la escucha, importantísima en una función de estas características. Realiza un gran trabajo en cuanto al ritmo se refiere, donde todo se desarrolla sin prisa pero sin pausa, y con efectiva progresión, tensando la cuerda y aflojándola a placer y de forma que todo adquiera el sentido que pide la función. Cada frase se encuentra justificada, y sobre todo cada exabrupto perfectamente medido, es decir, no nos encontramos en una función en la que los actores gritan sin ton ni son perdiéndose el efecto que se le supone a una escena violenta, sino que el momento llega cuando tiene que llegar de forma rotunda y explosiva, y consigue mantener nuestra atención en todo momento basando su trabajo en una intriga bien medida y de creciente interés. 
Nos encontramos ante una sólida propuesta, de inteligente acabado, bien planteada, bien resuelta, y lo que es más importante, perfectamente explicada, donde el mensaje de Strindberg se encuentra perfectamente plasmado de forma respetuosa, y de gran interés teatral, con unas cotas de intensidad considerables y de gran dureza en su planteamiento. "Acreedores" no defrauda, exprime todo el jugo al difícil texto de August Strindberg y resulta de gran capacidad catártica en no pocos momentos. No os voy a engañar, la función no es un paseo por el campo una tarde de primavera, sino una sucesión de emociones fuertes bien dosificadas y una dura muestra de las miserias más profundas del ser humano. Sin duda nos encontramos ante una propuesta más que recomendable y altamente satisfactoria, en la que el teatro brilla por los cuatro costados, y en la que el texto se engrandece y refuerza de forma muy notable. 



lunes, 12 de noviembre de 2018

La Casa De Bernarda Alba, Versión Operística Del Drama Lorquiano.

Cuando hace unos meses se presentó la temporada actual de el Teatro de la Zarzuela, un título me llamó poderosamente la atención, "La casa de Bernarda Alba" que se estrenaba como ópera de cámara, ya que su versión sinfónica ya había tenido su estreno en Rumanía en 2007, y cuya partitura corría a cargo del maestro Miquel Ortega. Nunca había oído nada de la ópera en cuestión, y me pareció interesantísimo que se convirtiera en un drama lírico la tremenda tragedia de Lorca. Varias dudas me surgieron a raíz de saber que se estrenaba dicha ópera; la primera la adaptación, no me parecía fácil mantener el espíritu del autor, y sobre todo respetar el texto original, auténtica obra maestra de la literatura universal, y uno de nuestros títulos mas reconocidos en todo el mundo. A medida que se acercaba el estreno y fue apareciendo material gráfico sobre el espectáculo, mi interés fue en aumento, ya que ciertamente la cosa pintaba bien, y eso si, me negué a escuchar ni una sola nota de la partitura hasta el día en que viese la función, quería ir completamente virgen, sorprenderme y dejarme llevar, para ver hacia donde me transportaba esta Bernarda, que prometía mucho, y que me tenía expectante.
El pasado sábado se estrenó "La casa de Bernarda Alba" en el Teatro de la Zarzuela, sin duda fue una noche notable a todos los niveles como iré narrando, y sobre todo, me parece que se puede abrir una vía en cuanto a la producción de lírica en nuestro país, realmente interesante y que puede funcionar para revitalizar un género que se encuentra, tristemente, inmerso en una crisis agónica y que parece eternizarse en el tiempo. 


¨La casa de Bernarda Alba" de Federico García Lorca, fue la última obra de teatro escrita por el escritor granadino, y que no pudo ver la luz hasta 1945 en Argentina gracias al empeño de la ilustre actriz Margarita Xirgu, no llegando a nuestro país hasta 1950. 
 Lorca, sirviéndose del Realismo Poético, escribió un crudísimo fresco de la España profunda, fanatizada, y obsesionada con las apariencias que tan presente estaba en su época, y que todavía colea en algunos sectores de nuestra sociedad. Para ello el autor exagera una realidad como era la del luto riguroso, llevándolo a su extremo, con el que Bernarda Alba condena a sus hijas a 8 años de reclusión ante la muerte del padre. El microcosmos de la casa, su opresiva atmósfera, la sexualidad soterrada, la envidia, la búsqueda de libertad, y sobre todo el poder dictatorial y arbitrario, es lo que Lorca denuncia y expone de forma magistral y bellamente planteado dentro de la dureza de un texto resuelto con escuetas frases y duros alfilerazos que nos deja secos en la butaca, y que sin ninguna duda nos lleva a la reflexión sobre la verdadera naturaleza del ser humano, y sus comportamientos mas primarios, así como sobre nuestra sociedad y sus aspectos mas negativos. Mucho se ha hablado sobre la simbología de la obra de Lorca, no seré yo quien lo invente, pero es necesario plantear la importancia de las simbologías en "La casa de Bernarda Alba" así como la belleza poética que todo el texto destila, incluso en sus momentos mas duros. 


La ópera que esta crítica ocupa, con música de Miquel Ortega y libreto de Julio Ramos, está planteada en tres actos y para orquesta de cámara. 
La versión de Ramos, resulta altamente satisfactoria, viéndose perfectamente reflejada la obra original en un libreto, que conserva pasajes enteros del texto de Lorca, y que respeta de forma milimétrica la esencia de "La casa de Bernarda Alba"tanto en su estética como en su mensaje. Nada que objetar por tanto en un trabajo meticuloso, concienzudo, fiel, y de no pocas dificultades. 
La partitura de Miquel Ortega, siempre al servicio del texto y de la acción dramática, resulta acertadísima en su poder descriptivo, así como en su efectividad dramática, resaltando la atmósfera de opresión de la obra original, así como lo punzante de sus diálogos, con una música que nos incomoda en no pocos momentos, y que resulta igual de desasosegante que el texto original. Ortega coquetea con la atonalidad, aunque se decanta por lo tonal, y se percibe cierta inspiración en Britten en no pocos momentos. Personalmente reconozco que la partitura me sorprendió muy gratamente, por su coherencia, así como el uso de ciertos recursos para apoyar las acciones dramáticas que me parecieron altamente satisfactorios. Sirva como ejemplo los cascos del caballo de Pepe "El Romano" así como la extraña habanera que se vislumbra en el foso cuando se habla de Cuba en un momento dado en el escenario. Según el carácter del texto original, la obra se sustenta en unos abundantes recitativos, bien manejados y expresivos, y el tratamiento netamente coral de la obra no permite el que haya arias, algo que realmente no echamos en falta, ya que las escenas están desarrolladas de forma poderosa, y cada personaje tiene su momento de lucimiento de forma proporcionada, teniendo por motivos obvios más protagonismo Bernarda, Poncia y Adela.


Vayamos con elenco, brillante y equilibradísimo de principio a fin.

Julieta Serrano, actriz, como María Josefa.
Serrano lleva a cabo el único papel completamente hablado de la función, resultando magistral en su trabajo. Sus dos salidas se encuentran cargadas de gran entidad actoral, y su interpretación resulta de gran calado psicológico y tremenda carga poética. Serrano sale a escena, corta el bacalao, manda en el escenario, e imprime su estela en unos mutis que dejan al respetable con ganas de aplauso y emoción contenida. La grandeza del trabajo de nuestra actriz se encuentra en que hace tremendamente fácil lo difícil, y que la magia surja en un personaje de no pocas dificultades, y que Serrano colma de matices, no quedándose en una enajenada continua, sino en la que los visos de lucidez y sobre todo de clarividencia sobre lo que la rodea se ven perfectamente reflejados en toda su complicada extensión, y en el que lirismo aflora con naturalidad y adecuadísima organicidad. 

Milagros Martín, Belén Elvira y Marifé Nogales, como criada, Magdalena y Amelia, cumplen a la perfección en su cometido de comprimarias, Martín en un código actoral más ligero que sus compañeras dada la naturaleza del personaje. Hay que decir que todo el elenco se encuentra a un nivel musical muy elevado, y en el caso de las tres cantantes van sobradas de facultades para afrontar sus roles. 

Berna Perles como Angustias y Carol García como Martirio, dotan de gran entidad musical a sus dos personajes, donde ambas brillaron mucho en una partitura complicada y en la que los agudos estuvieron muy bien servidos en ambos casos. 

Luis Cansino, barítono, como La Poncia. 
Cansino resulta uno de los triunfadores de la ópera y varias son las causas. El instrumento de nuestro barítono se ve ensanchado y posee más entidad, si cabe, que la mostrada hasta ahora, en el que  se aprecia una madurez vocal muy notoria, resultando poderoso en el volumen, realmente imponente, y con unos agudos espectacularmente resueltos, y unos graves de impresión. La partitura se mueve dentro de una extensión vocal amplia, que parece irle de perlas a nuestro barítono, y que aprovecha de principio a fin con sabiduría musical y teatral. A este nivel resulta insuperable su gran escena con Adela, en la que más brillo vocal y escénico tuvo, y donde demostró el calado de un trabajo muy medido y que resulta gratísimo al oído. El fraseo a su vez resulta igual de acertado, siendo primordial en una ópera como esta en la que lo que se dice es tan importante. Dadas las características de Luis Cansino el papel se adapta como un guante a su vocalidad y sus aptitudes actorales. Nos creemos su Poncia, y su sentadísima creación no nos deja indiferente en ningún momento, siendo extremadamente creíble como mujer, ya que no nos encontramos ante una interpretación superficial o basada en la caricatura. Cansino no imita, hace, y no nos chirría en ningún momento dentro de un ejercicio de naturalismo alejado de cualquier afectación, y que merece ser reconocido como una auténtica creación, de gran solvencia a todos los niveles, y de tremenda implicación actoral. 

Carmen Romeu, soprano, como Adela.
Nos encontramos ante otro caso de acierto de casting total, ya que sus características como cantante se me antojan perfectas para el papel. Romeu entregadísima en lo actoral, como es habitual en ella, resulta especialmente satisfactoria en las notas mas extremas, que son dadas con aparente facilidad y gran expresividad, aunque si es cierto que ligeramente destempladas, pero que no molesta dado el carácter del personaje. En líneas generales Romeu sirvió una función en la que la calidad fue la tónica, y en la que se vislumbra un cuidado trabajo vocal, cargado de matices, y en el que las complicaciones de un papel con no pocos saltos y sobresaltos se ven resueltas de forma impactante y de dramática efectividad.

Nancy Fabiola Herrera, mezzo-soprano, como Bernarda Alba.
Herrera es sin duda uno de nuestros mejores exponentes del momento, y así lo demostró en una Bernarda que transita por los vericuetos de la partitura desde los recitativos en su mayor parte , y en la que la expresividad resultó crucial y determinante en un trabajo sin fisuras y de enorme calidad. Nancy Fabiola Herrera, con una dicción perfecta, humaniza a Bernarda sin caer en el maniqueísmo que a veces plantea el personaje, y en el que el trabajo musical redondea de forma brillantísima la interpretación actoral. Es destacable mencionar que la función del sábado fue especialmente dura para nuestra mezzo debido al fallecimiento de su hermana la noche anterior, algo que no afectó en absoluto su trabajo, dejando bien claro que Herrera es una de las grandes de nuestra lírica por motivos más que sobrados, y que bien se pueden justificar en su Bernarda Alba, de hechuras clásicas, veristas, y sobre todo tremendamente humana.

Debo hacer una mención especial al reducido para la ocasión Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, que estuvo en su estupenda línea habitual, y en la que se deben destacar los esplendidamente servidos partiquinos que se encuentran en el primer cuadro de la función. 




Miquel Ortega al mando de la OCM bucea en las profundidades de su partitura de forma acertadísima, dotando al sonido de una entidad considerable, y con un volumen mas que satisfactorio, teniendo en cuenta lo reducido de la orquesta para la ocasión. La lectura de Ortega pasa por un marcadísimo sentido de la teatralidad, que apoya a la perfección lo que ocurre en escena, y una asombrosa labor de concertación que hace que el insuperable elenco brille todavía más dentro de un trabajo netamente coral y de grandes dificultades. Ortega cuida a sus cantantes hasta lo indecible, y focaliza su lectura musical en el enriquecimiento del drama, y potenciar el matizadísimo trabajo vocal en todo el elenco. Siendo el resultado de altísimo voltaje musical y dramático. 



Vayamos con la dirección escénica.
Bárbara Lluch al frente del espectáculo apuesta por un Bernarda ortodoxa, alejada del localismo de la original, sin duda un acierto, que potencia el carácter universal de la historia, huyendo de una versión afectada, y afianzando la idea del naturalismo como potenciador del drama. Todos los componentes de elenco se encuentran en el código que el papel pide, y los vínculos se encuentran muy bien definidos, siendo el resultado una función de claro planteamiento y cuya declaración de intenciones está muy marcada, es decir, el respeto absoluto hacia la obra de Lorca y su esencia. Las simbologías que Lorca quiso plasmar se encuentran durante todo el espectáculo de forma muy palpable y enriquecedora, incluido el oscurecimiento de las paredes de la casa de Bernarda, tal y como Lorca dejó acotado en su inmortal obra. La economía de movimientos y la contención actoral son la marca del espectáculo, sin que esto sea obstáculo para que Lluch nos obsequie con unas poderosas imágenes de gran fuerza catártica, y gran poder evocador. Solo hay un pero, las transiciones entre acto y acto resultan excesivamente largas, y el telón negro, tal y como está plateado nos saca un poco de situación, quizás los cambios a vista ayudaran en la continuidad del drama, o en caso de que la bajada del tapón se utilizara como recurso escénico, tal y cómo parece ser que es, que la vuelta a la acción sea mas rápida. Mención especial a la apabullante, y no tengo otra palabra, escenografía de Ezio Frigerio, aplaudida por el respetable en la primera apertura de telón. También son destacables las atmosféricas luces de Vinicio Cheli que son arte y parte de las múltiples virtudes estéticas de la función. 
La función que Bárbara Lluch ofrece es francamente disfrutable, se pasa en un suspiro, y resulta absorbente por momentos, con acertada progresión dramática, e impactante final.



En resumen, una "Bernarda Alba" para el recuerdo, de inspiradísima música, inteligente puesta en escena, y con un elenco de primer nivel, que merece recorrido, no solo en el Teatro de la Zarzuela, sino en nuestro país e incluso a nivel internacional. Creo que después de varios intentos, al fin el Teatro de la Zarzuela ha dado en el clavo en las bases que puedan cimentar el futuro de la lírica española. Felicitémonos por ello, y esperemos que no sea una especie de oasis en el erial que se encuentra nuestra producción musical. Me gustaría comentar algo que ocurrió al final de la representación y que define el sentimiento del espectador a la perfección. Una vez echado el telón, el público se tomó unos segundos, digirió lo visto, y arrancó a aplaudir de forma rotunda y emocionada. Así funciona la catarsis, y así me ha ocurrido siempre en aquellos espectáculos que dejan tocado al respetable, esos segundos de recuperación son definitorios, y resultan realmente esclarecedores sobre lo que esta Bernarda ofrece, y que no es precisamente poco. 




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