miércoles, 21 de octubre de 2015

El Cabaret De Los Hombres Perdidos, Auge y Caída de Dicky Tetera

Me surgió la oportunidad de asistir al estreno de El Cabaret De Los Hombres Perdidos, en la Sala Verde de Los Teatros Del Canal que ultimamente parece mi segunda casa, y la verdad es que ni me lo planteé. No sabía practicamente nada de la producción, salvo que había recibido varios premios en Argentina, que se trataba de un cabaret y que prometía ser un espectáculo fuerte y arriesgado.
Así que en el que ya es mi segundo estreno de la temporada me acerqué al teatro, curioso y completamente virgen en cuanto a la estética, argumento y música de la producción que iba a ver. Normalmente nunca me ocurre, y siempre llevo los deberes hechos, pero en este caso no. Hacía mucho que no asistía a una representación sin saber muy bien que iba a presenciar, y la verdad es que el factor sorpresa está bien, pero yo disfruto mucho de los días antes de ver un espectáculo, documentándome sobre el, y viendo material del mismo.
De esta producción no hay casi nada, y mucho menos del montaje español, así que os puedo decir que sé muy poco de la función, de como se gestó, y de la fama que arrastra.


Antes de empezar la crítica quiero decir algo que ayer se me ocurrió al finalizar la función, y que viene como anillo al dedo para este espectáculo:

Que difícil es el oficio de actor, y que difícil es defender según que  cosas. Si hay algo digno de admiración, son aquellos actores que consiguen sacar algo de donde no hay, y eso solo se consigue con dos cosas, talento y trabajo.



El Cabaret De Los Hombres Perdidos es un texto tramposo, y lo de tramposo no lo digo solo porque no es un cabaret, ya que se trata de una obra de teatro musical que tiene varios problemas muy notorios. El texto viene firmado por Cristian Simeón, y voy a explicar el porque de mi decepción. Si hay algo que no me gusta es la petulancia, y en el teatro, si me leéis, sabéis que una de las cosas que mas valoro es la honestidad, y en este texto, se vende una cosa, se cuenta otra, se disfraza de algo que no es, para finalmente quedar todo en un ejercicio de vacuidad, que me hizo recordar una frase que se dice en una zarzuela, "era muy poco el muerto, para tanto luto"
Este Cabaret nos vende humo, envuelto en un artificioso y vacío papel de celofán que a mi no me la dio, por mucho que enrevesemos las situaciones, por mucho que las vistamos de simbologías un tanto pedestres y en algunos casos poco justificadas, al final nos queda la verdad desnuda, y esa verdad está en que no hay practicamente nada que contar.
No tengo nada en contra del teatro de evasión, me encanta, la alegre frivolidad me vuelve loco, y soy de la opinión de que al teatro no hay porque ir a pensar, sino también a divertirse.
Disfrazar algo tan visto y tan simple como es el vive el momento, en un juego en algunos momentos cultureta, presuntamente escandaloso, y profundamente pretencioso, me carga un poquito. Y si ya para rematar la cuestión, en el último número de la función le cantamos al público el mensaje de la misma, porque en su ceguera no son capaces de entender lo que han visto, entonces apaga y vámonos.
La historia que nos cuenta es una fábula ciertamente inspirada en el Cuento De Navidad de Dickens, en el que un personaje que está pasando por grandes dificultades personales, se encuentra con su destino, para que le cuente como va a ser su futuro, aunque al final se nos deja claro que el destino nos lo marcamos nosotros mismos.
Musicalmente la obra es mas interesante, ya que se homenajea y parodia al género musical y sus autores con gran tino, en una partitura inspirada, de ciertas dificultades, y con momentos realmente brillantes. La música viene firmada por Patrick Laviosa.


Vayamos con el elenco, un elenco que luchan como jabatos para sacar adelante lo que tienen entre manos, y que sin duda es la baza de la función.

Cayetano Fernández, como Dicky
Mas que correcto en un difícil personaje, que es el hilo conductor de la historia. Este torturado Dicky, Fernández lo lleva a cabo de forma muy atinada, dando exactamente lo que el personaje requiere. De efébica apariencia, y mas que solventes aptitudes artísticas, Fernández sirve una valiente interpretación cargada de matices, y con momentos de gran emotividad que me resultaron la mar de estimulantes. Vocalmente está perfecto con una bonita voz, bastante grande y afinadísima, que transmite mucho cuando la utiliza.
Reconozco que me gusta mucho este actor, que no me pasó desapercibido en Pluto, y que pienso que tiene mucho que contar en el mundo de los musicales. Tiempo al tiempo.

Ferrán González, como Lullaby.
González es un gran artista, al que ya he visto trabajar en varias producciones musicales, y que siempre cumple, su ductilidad como actor, y sus dotes como cantante netamente del género, son sus dos grandes bazas. Lullaby es un personaje de gran complicación, se trata de un transexual que González, trata con gran mimo y respeto, de suave y efectista comicidad, y una expresividad corporal, mas que notoria.
De gran presencia, sirvió momentos muy brillantes con mucho empaque, siendo el cenit, el momento en el que Lullaby interpreta una canción ante un micrófono de pie, que se ve perfectamente arropada por luces y escenografía. González saca todo el jugo a uno de los bombones de la obra, y es un auténtico robaescenas, que no pasa desapercibido en ningún momento.

Armando Pita, como Tatuador.
Le ha tocado a Pita el personaje mas desagradecido de la función, pero siendo como es un artista muy curtido, sabe encaminar a buen puerto gracias a su poderosa voz, y su versatilidad como actor. Su canción principal fue sin duda uno de los momentos de la función, y todos y cada uno de los pequeños personajes que lleva a cabo dentro del espectáculo están interpretados de forma impoluta, sin que nada nos chirríe.

Ignasi Vidal, como Dédé.
Fantástico, en un bombón envenenado, ya que el Destino de Dicky, es un personaje de gran dificultad, y que requiere de un actor sólido como Vidal, y con el suficiente descaro, para que funcione como en este caso ocurre. Vidal sale a matar y lo consigue, merendándose al respetable, por su fuerza y sentido del humor. Luce poderío vocal desde el minuto uno, algo a lo que nos tiene acostumbrados a los aficionados, y consigue momentos de gran altura interpretativa. Si me quedo con algo, es su magnífica composición de una diva venida a menos, en una mezcla del Sunset Boulevard de Webber, Liza Minelli y Mary Santpere, que me supo a gloria.
Vidal está de lujo y es uno de los sustentos de la función, ya que dota de gran fuerza a todas sus intervenciones, importantísimas para el avance del espectáculo.


Vayamos ahora con la dirección escénica.
Victor Conde, firma la producción. Conde patina por varios motivos, siendo el mas importante y el mas preocupante, lo deslavazado que está el espectáculo, en una sucesión de escenas, no redondeadas del todo, y que funcionan de forma muy distinta dependiendo del momento, y que no acaban de cuajar como conjunto. Otro problema es el desangeladísimo principio del espectáculo, que no permite que el espectador se meta en la función, costando el arranque de la misma. Si a esto le añadimos, que las primeras escenas, están un poco confusas, y en general poco aseadas, pues todavía le cuesta mas el despegue. Un buen principio y un buen final de obra, hacen que lo que ocurre en el medio de la función, en caso de no gustarnos, parezca menos malo. El poco afortunado inicio lastra mucho la representación y el trabajo de los actores.
He de decir que por otra parte, hay momentos de gran fuerza visual, que si estuvieran bien integrados en el conjunto redondearía la función de forma mas que correcta, pero que dado las carencias que arriba narro, no acaban de salvar al espectáculo.
El tratamiento del texto es igual de irregular ,con unos gags que no acaban de funcionar, y unas simbologías no del todo justificadas, que para ser justos, desconozco si vienen de serie con la producción o son fruto del equipo creativo español.


En resumen, un propuesta fallida, que se salva por el titánico empeño de sus actores, que saben muy bien donde están metidos, y que con otro elenco sería completamente indefendible. Reconozco la valentía de la producción, y entiendo que como musical alternativo, puede tener su interés. A mi personalmente no me llegó en ningún momento, aunque ya se sabe que esto es una cuestión de gustos, y que posiblemente el equivocado sea yo. Si vais a verlo, os agradecería mucho vuestra opinión.


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domingo, 18 de octubre de 2015

La Celia, La Revista Vuelve a Madrid

Celia Gámez, ha sido sin duda la vedette mas famosa de este país. Su figura me resulta muy interesante, mas allá de lo artístico, ya que fue una mujer de gran carácter, con un instinto de supervivencia brutal, muy poderosa en su momento, y la artista que mas ríos de tinta hizo correr en nuestra Posguerra. La Gámez ha pasado a la historia por muchos motivos: la dignificación del género revisteril, el conseguir que las señoras fueran al teatro a ver revista, y la introducción en nuestro país de una serie de espectáculos mas cercanos a la comedia musical estadounidense, que a nuestra revista patria... Celia era la mas en todo, la mas vedette, la mas polémica, la mas famosa, la mas artista, y la que mas dinero se gastaba en sus producciones, y por ende una de las figuras mas destacadas de la escena teatral española, en cuanto a teatro musical se refiere, durante los casi sesenta años que estuvo en activo.
Artísticamente, Celia era un torbellino, que si bien es cierto, de limitadas facultades vocales, transcendía mas allá de lo meramente musical, gracias a su fuerza escénica, que encandilaba al mas valiente, y a su arte completamente inimitable. Es decir un fenómeno artístico de los que se dan cada mucho tiempo, y que hoy en día nos cuesta entender en su justa medida, tanto en el contexto histórico como artístico.



La figura de la Gámez se va diluyendo con el paso del tiempo, de forma muy injusta, y las nuevas generaciones, no saben quien fue esta mujer de magnetismo arrollador, y cierto misterio en su vida personal. Mi generación es de las últimas, que pilló a Celia viva y que todavía recuerda que era un auténtico mito nacional, que causaba gran expectación allá donde iba, y para que engañaros, me da un poquito de pena que estas figuras vayan cayendo en el olvido, y no se reivindiquen de la forma en que se merecen, tanto Celia como el género que representa. Se necesita una revisión acercándolo a aquellos, que no saben ni han visto, lo que es y lo que conlleva la revista, como género teatral, con tantas posibilidades, tan desaprovechadas y tan mal tratadas. Sobre todo en los últimos años de esplendor del género, en el que el recién llegado Destape, dio la puntilla a la revista, que se embarró en el mal gusto, y en los cada vez mas paupérrimos presupuestos, llevando al desastre a la revista y la comedia musical española.

Hace un tiempo, leí una reseña sobre el musical en el que se narraba la vida de Celia Gámez, y que había cosechado un enorme éxito en Argentina, y había sido muy laureado por la crítica, en ese momento pensé que sería muy interesante poder ver esa producción en España pero me mostré escéptico al respecto, ya que nunca pensé que llegaría a nuestras carteleras, y como es habitual en mi me equivoqué, al poco tiempo me enteré de que vendría a España a los Teatros del Canal, así que os podéis imaginar que corrí raudo y veloz a sacarme la entrada en cuanto se pusieron a la venta.



La Celia, es un musical en el que la vida de Celia Gámez es el nexo de unión para que se lleven a escena las creaciones mas famosas de la artista.
El texto escrito por el desparecido Santiago Castelo, que por cierto supervisó la producción antes de su fallecimiento, está bastante bien, aunque deja la figura de La Celia un tanto plana, ya que el tono excesivamente laudatorio del mismo, pasa muy por encima por los puntos mas oscuros de la vida de la artista. Sus coqueteos con el fascismo, su gusto por acercarse a las esferas de poder, sus problemas con el juego y su ambigua vida sexual, están ciertamente en segundo plano, algo que enriquecería mucho el personaje, ya que el ser humano es contradictorio por naturaleza, y lo que convierte un personaje en grande son los claroscuros. Si entendemos la función como lo que es, netamente un homenaje, no es criticable lo que planteo, y es lógico que se saquen a relucir las por otra parte múltiples virtudes de la Gámez.
La obra está muy bien tramada, y los números musicales suceden a las escenas habladas de forma perfectamente coherente y muy atinada, de prosa fácil, accesible y muy entendible. Estamos sin duda ante un material de base de calidad, de gran coherencia dramática y momentos muy sabrosos para los aficionados al género y mitómanos de su protagonista.



Vayamos con el elenco.
Ivanna Rossi como Celia Gámez,
Fantástica, me gustaría puntualizar algo. Rossi, hace de Celia Gámez, pero no la imita, algo que la engrandece. Si una artista inimitable, fuese copiada sobre un escenario, por una artista que no fuese ella, se quedaría en un pálido reflejo de la realidad, lo que Rossi hace es llevar a su terreno las canciones de la artista, con un trabajo a nivel musical y corporal muy cuidado. Varias cosas son a tener en cuenta, la primera, el trabajo vocal. La función va pasando por todos los estilos del género según va avanzando en el tiempo, y esto incluye la forma de cantar, en esto la protagonista del espectáculo está mayúscula, donde la forma de interpretar en los principios de su carrera, poco tienen que ver con los del final. Celia se fue adaptando a los tiempos y los vibratos característicos y colocaciones de la voz, que tan extrañas nos parecen hoy en día, fueron derivando hacia una forma de cantar mas parecida a la actual. Ese trabajo Rossi lo lleva a cabo a la perfección, logrando la ilusión de estar viendo a una intérprete de la época, en un ejercicio de nostalgia muy atinado, y ciertamente emocionante.
A nivel corporal Rossi, consigue que el "desplante" de la Gámez quede reflejado de forma correcta, sin ser Celia, si consigue la fuerza que la artista poseía, muy especialmente en el que para mi fue el mejor momento de la función, la impoluta y cargada de empaque interpretación de " Me Voy o No Voy" que tantas connotaciones tiene dentro de la función. En un espectáculo como este donde se va al detalle y al minimalismo, ese hombro que Rossi deja entrever en alguno momentos, debajo del soberbio guardapolvo de plumas de avestruz que luce, deja entrever a la perfección lo que el espectáculo busca. Se va al detalle y no a los fuegos de artificio, y sin duda Ivanna Rossi, hila muy fino, y deja mas que claro el cuidado trabajo que lleva a cabo desde el mas profundo de los respetos, y desde una honestidad artística encomiable, que a mi me dejó pegado al asiento, y que me quitó de la cabeza cualquier atisbo de comparación con la Gámez.
Ivanna Rossi, posee mucha fuerza, pisa el escenario con gran seguridad, y que demuestra lo que un gran trabajo de acercamiento de un icono en base a sus aptitudes como artista puede dar de si.

Acompañando a Rossi hay cuatro vicetiples en completo estado de gracia, que como es tónica en la función sirven un exquisito trabajo musical, ya que me consta que todas son cantantes antes que otra cosa, y que deja muy clara la apuesta por la calidad de la producción. Todas tienen su momento de lucimiento y todas cumplen en su cometido, siendo uno de los sustentos de la producción a varios niveles, ya que los cambios son realizados por las chicas del conjunto con gran acierto,

En la función también encontramos una orquestina compuesta por piano, violín y contrabajo, que dan mucho ambiente al espectáculo, y que suenan perfectos en unos acertados arreglos de Jordi López, encargado de la estupenda y mas que estudiada, como mas arriba cuento dirección musical.



Vayamos con la propuesta escénica.
Emilio Sagi firma la producción, siendo la elegancia tan exquisita con la que la lleva a cabo, la seña de identidad del espectáculo. Dirigiendo a su estrella de forma muy atinada, consigue llevar a Ivanna Rossi, exactamente al lugar que la función pide que es el retrato amable y con gran fuerza de la Gámez, un tanto idealizado pero de gran empaque.
Sagi, con gran respeto por el material literario, lleva al mejor puerto la función, gracias a unos acertados ritmos, una suave comicidad, y unas imágenes cargadas de lirismo, que subliman sutilmente algunos momentos del espectáculo. Encontré muy acertado y cargado de sensibilidad el juego escénico en el que Rossi-Gámez, va apagando las luces del espejo de su camerino como poética simbología de su muerte, otro detalle que define la sutileza de la producción, que huye de la zafia artillería, que fue una de las causas que llevó al género al desastre, para hacer un espectáculo de music-hall, muy bien enfocado y que busca acercar el género a nuevas generaciones, limpiando de caspa a la tan maltratada revista.
Sagi sabe muy bien lo que hace y la línea a seguir, siendo el acabado final redondo, y honestísimo y, sobre todo, aprovechando al máximo lo que tiene, tanto en material de base como en infraestructura.
Mención aparte merecen las, como siempre, gloriosas luces de Juan José Llorens, que dan un asombroso empaque a la producción en un ejercicio de elegante sutileza que dotan de mucha entidad al espectáculo, y que arropan a la perfección a la funcional y estéticamente acertada escenografía de Daniel Bianco.
Los figurines de Renata Schusseheim, son muy bellos, y prácticos teniendo en cuenta que hay mas de dieciséis cambios de vestuario todos cara al público. Cada vestido define perfectamente el momento y el número musical que visten.
Las coreografías de Sibila, son un prodigio de contención, muy en línea con Bob Fosse y que en "Las Taquimecas", llegan al paroxismo de elegancia y conocimiento del género musical. Que nadie se espere una revista de castañuelas y mantones, se trata de una acertada estilización del género, muy en consonancia con el público actual, y que gracias a estas inspiradas, y trabajadísimas coreografías, dignifican, y limpian de polvo y paja un género que necesita de su contemporización, si deseamos que el género vuelva a nuestras carteleras, y se creen nuevos espectadores.




Esta producción es un paso adelante para que la revista vuelva a nuestras carteleras, algo que no debe pasar desapercibido, y que realmente es digno de alabanza. Hacer las cosas a este nivel es sin duda muy de agradecer, y sobre todo es importante entender que todo género evoluciona, para que cuente con el respaldo del público. Esta Celia, sin duda es un mas que digno ejemplo de ello.





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jueves, 15 de octubre de 2015

Galanteos En Venecia, Lírica Postal Veneciana

Este año se presenta realmente pobre en cuanto a zarzuela se refiere en la cartelera madrileña. La escueta y poco afortunada programación del Teatro De La Zarzuela, no me satisface en absoluto, y el escaso número de funciones por cada título, hace que uno tenga que hacer un ejercicio de álgebra, para cuadrar fechas y horarios, teniendo en cuenta que tampoco esto tiene ninguna lógica, ya que se hacen funciones en días raros, y otros en los que no se deberían hacer se hacen.
La Era Pinamonti, que parece que llega a su fin, ha sido breve y poco productiva, y la culminación está en esta poco equilibrada, y pobretona temporada que acaba de empezar.


Cuando se publicó la nueva temporada, reconozco que solo dos producciones me resultaron apetecibles y en este orden, primero el Juan José de Sorozábal, obra mítica y nunca puesta en pie, y La Del Soto Del Parral, porque aunque de una reposición se trate, encuentro interesantes a algunos de sus cantantes, y es uno de mis títulos favoritos.
El título que abre temporada, Galanteos en Venecia, de evocador título, me era completamente desconocido, aunque tratándose de un Barbieri, ciertas garantías había y según se fue aproximando la fecha del estreno, y se fueron destapando los secretos de la producción reconozco que una sana curiosidad me fue empezando a picar, ya que la cosa prometía bastante, tanto en lo musical como en lo escénico.
El pasado día catorce, me acerqué al Coliseo de la Calle Jovellanos, me encaramé en mi querido gallinero, y me senté en mi ajada butaquita, dispuesto a disfrutar de mi primera zarzuela de esta temporada, la cosa resultó la mar de gratificante, y Galanteos en Venecia, ha sido un descubrimiento que me ha sorprendido mucho, y para bien.


Galanteos en Venecia, denominada como Zarzuela en Tres Actos, con música de Francisco Asenjo Barbieri y texto de Luis Olona, es una obra infinitamente mas interesante en lo musical que en lo lietrario, ya que el libro adolece de varios problemas, el primero lo enrevesado del mismo, que se va volviendo mas y mas farragoso a medida que la trama ligeramente cómica, se va acercando a los parámetros del melodrama decimonónico de forma un tanto forzada, y torpemente resuelta, que no tiene mas remedio que ser explicada al respetable al final de la función para que se entere de que es lo que ha ocurrido.
La partitura, es harina de otro costal. Barbieri padre de la zarzuela moderna, compuso una obra deliciosa de italianizante inspiración, mezclada con gran tino con lo español, que nos lleva a una Venecia de opereta, ciertamente idealizada, y mas que brillante en su conjunto. La obra como es habitual en Barbieri, tiene una ambiciosa orquestación, efectistas concertantes y bellas romanzas, que no defraudan al aficionado.
La obra conlleva gran cantidad de solistas, necesita un bajo-barítono,dos barítonos, soprano, mezzo y dos tenores, amén de múltiples papeles hablados, esto explica el motivo por el cual a pesar de su excelente calidad musical no ha pasado al repertorio, su amplio elenco, y sus complicaciones escénicas, la convierten en dificilmente abarcable en el ámbito privado, ya que sin duda, se trata de una obra que requiere unos gastos importantes para ser puesta en pie.


Vayamos con el elenco, que al ser tan extenso, intentaré ser conciso, que me conozco.

Jacbo Muñoz, Adolfo Pastor y Santiago Nogués, dan vida a los secundarios hablados sin el mas mínimo problema, Muñoz y Pastor, llevan a cabo varios papeles, fusionados en uno mismo con solvencia, y perfecto tono. Nogués como Genaro, con algo mas de entidad en cuanto a texto, cumple perfectamente. Los secundarios en zarzuela a veces no se cuidan en exceso, y son parte fundamental, para que la función en su conjunto, llegue a buen puerto. Tres actores de esta solvencia son un lujo, para esta clase de papel, que cuando se hacen mal, cantan por soleares.

Maribel Lara y Pepín Tre, como los regidores:
Magníficos sin duda, en un estupendo juego con el público que no tiene desperdicio. Brilla especialmente Tre, que derrocha comicidad, en un tanto obtuso señor que es muy bien mandado, aunque un poco metepatas.

Fernando Latorre, bajo-barítono como Marco.
Estupendo, en una escueta pero interesante intervención vocal, muy apoyada en lo actoral. Latorre interpreta a un anciano de forma mas que convincente, con muy interesantes inflexiones en la voz, tanto hablando como cantado. Sirvió un momento musical muy sentido que se ajusta a la perfección a su personaje.

Antonio Torres, barítono, como Andrés.
Torres sirvió una espléndida función, en un personaje que le va como anillo al dedo, tanto por sus características físicas como vocales. En el concertante, momento en el que se puede lucir vocalmente, demostró que esto para el es un paseo, haciendo gala de un bonito fraseo, amplio agudo, y transmitiendo mucho cantando. Actoralmente está de dulce, muy galán y muy sentado, en un papel que pasaría mas desapercibido, si otro artista de menos entidad los llevase a cabo.

Carlos Cosías, tenor, como el Conde Grimani.
Claramente insuficiente, por varios motivos. Problemas, vacilante en la afinación, especialmente notorio en la bella barcarola con la que irrumpe en escena, y que fue una tónica durante la función, ya que parece en algunos momentos ir buscando la nota según está cantando, también hay problemas en la colocación, excesivamente nasal, lo que le afea el sonido, en una voz a mi entender potencialmente bella, pero que no acaba de salir con el brillo necesario, y finalmente problemas de volumen en el centro, especialmente en el terceto con Cristina Faus y José Antonio López, donde estos dos brillan especialmente. Lamento ser tan duro, pero debo remitirme a lo que escuché, y así fue como me llegó. Actoralmente está magnífico, con bastante gracia en algunos momentos, y una divertido juego actoral con el tenor cómico de la función. Lástima que la desafortunada interpretación vocal, empañase la por otra parte brillante interpretación actoral.

Juan Manuel Padrón, tenor, como Pablo.
Correctísimo en el rol de tenor cómico y sobrado de recursos tanto actorales como vocales. Padrón posee una bonita voz, con suficiente cuerpo como para llevar a buen puerto, los habitualmente maltratados tenores cómicos. Perfecta emisión y gran musicalidad en todos sus números, brilló especialmente en el número que canta borracho. Actoralmente está graciosísimo, llevando el papel a su terreno, con mucho gracejo canario en su acento isleño. Contenido y agradablemente cómico, brilló mucho, en uno de los bombones de la obra.

Cristina Faus, mezzosoprano, como la Condesa Grimani.
Correctísima en un papel que la permite lucirse menos que en Los Diamante de La Corona donde estaba soberbia, pero que lleva a cabo con igual solvencia. Faus posee una imponente voz, que brilla mucho en el agudo, de gran volumen y nada pesada. Destaco el sonido tan sano que emite y reitero el bello agudo que posee, dando fiel muestra de ello en el final del soberbio terceto que se cantó.
Actoralmente todo un prodigio, luciendo empaque y gran presencia, que siempre viene bien para estos personajes de carácter. Mucho ojito con esta cantante, porque va a dar mucho que hablar, si no lo está dando ya.

Sonia de Munck, soprano, como Laura.
Reconozco cierta debilidad hacia esta soprano, de dulce voz que nunca defrauda en sus intervenciones. De Munck, sirvió una sensible creación musical, que fue de menos a mas, su cristalino timbre y bonito agudo son sus bazas fuertes, cantando una romanza final de grabación, que estuvo dentro de lo mejorcito de la noche musicalmente hablando. Quizás por ser un poco rebuscado, le falla algo la dicción, algo que en las sopranos de tesitura aguda es habitual, y que no molesta en exceso, ya que el nivel que ofrece es elevadísimo. Actoralmente está mas que correcta en un papel que no está muy matizado en el libreto pero que ella lleva a buen puerto sin problemas, destaco los momentos en los que se sale del papel en las pausas del rodaje en el que se desarrolla la función, en los que está realmente soberbia.

José Antonio López, barítono, como Don Juan.
MA-RA-VI-LLO-SO. López me dejó pasmado desde el primer momento que sale a escena, luciendo poderío vocal por los cuatro costados. Amplísimo de volumen, matizadísimo cantando y con un soberbio fraseo, ofreció momentos de quitar el hipo, estamos ante un cantante con mayúsculas, al que no conocía y que me agradó muchísimo, con un bello y carnoso color vocal, hizo las delicias del respetable en una interpretación completamente arrebatadora. Voces como la suya engrandecen nuestro género lírico, y son indispensables para la perdurabilidad del mismo. Espero verlo mas veces en el Teatro De La Zarzuela, ya que sin duda fue la estrella de la noche. Actoralmente también sirvió una estupenda creación de un estereotipado Don Juan que sirve de pretexto para darle color patrio a una obra que transcurre por tierra italianas.


Coro Del Teatro de La Zarzuela, en completo estado de gracia. Barbieri cuidaba mucho sus coros, dotando de gran entidad sus intervenciones, no podía ser menos en Galanteos en Venecia, donde tienen múltiple momentos de gran luciminto. Me quedo con el estupendo brindis de apertura de telón con el que empieza el segundo acto, y que en esta zarzuela se ha bautizado pomposamente como "Escena Báquica" y muy especialmente el número en el que acompañan al tenor cómico en su borrachera, y que en un inspiradísimo ejercicio musical y escénico el coro hace de orquesta acompañando al cantante. Gran empaste y ajustadísimos con la orquesta ofrecieron una velada de altura. En lo escénico están aprovechadísimos, disfrutando mucho con su trabajo, y de la propuesta de Paco Mir, que es fabulosa.

Muy inspirado estuvo también el ballet con coreografía de Fuensanta Morales, que brilló por su homogeneidad y por el empaque que dio a los números de conjunto.


Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Paco Mir, de sobra conocido por el público de La Zarzuela, pone en pie con magistral mano de regista esta complicada producción de mas de treinta cambios escénicos, barco incluido que fue muy aplaudido en su presentación.
Mir experto en este tipo de montajes, como bien demostró en la icónica producción de Los Sobrinos Del Capitán Grant, varias veces repuesta en este mismo teatro, se sirve de un astuto e interesante juego teatral, convirtiendo el escenario en un gran plató cinematográfico, para de esta manera y muy elegantemente ofrecer practicamente la totalidad de los cambios escénicos de cara al público sin que molesten en absoluto.
Paco Mir, sirve un espectáculo extremadamente atinado, dotando de mucho ritmo el por otra parte poco inspirado material literario que le ha tocado en suerte, y ahí estriba la gran baza de la producción, la naturalidad y la agilidad con la que está llevado el texto, que no aburre y que su tono intencionadamente coloquial, acerca al espectador contemporáneo. Toda la función esta plagada de pequeños y delicioso gags "marca Mir" que enriquecen mucho lo que acontece en escena.
Quisiera destacar la soberbia versión de Esther Borrego del texto, que respetando escrupulosamente la esencia de la obra, ayuda a la comprensión del mismo.
Acertadísimas luces de Nicolás Fischtel, que dotan de mucha magia a algunos momentos, creando atmósferas muy conseguidas. Mención especial merecen los figurines de Anna Güell, que visten soberbiamente la función. Y muchísima atención a otra de las estrellas de la noche, la mas que inspirada escenografía de Juan Sanz y Miguel Coso, que son un prodigio de imaginación, funcionalidad y belleza plástica,y que resulta realmente espectacular en algunos momentos.


En resumen, una propuesta de altura y un brillante inicio de temporada que no defrauda ni al aficionado a la zarzuela, ni al aficionada al teatro, ya que sin duda estamos ante una producción llevada a cabo con gran criterio, conocimiento del género, y absoluto respeto por el mismo. Si a esto añadimos el atractivo de descubrir una interesante obra con momentos de gran altura en lo musical, no se puede pedir mas, Así que señores... ya saben hay que ir a la zarzuela, que la pobrecita está un poco pachucha y la tenemos que cuidar.



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viernes, 9 de octubre de 2015

Cabaret, El Final De Los Días De Vino y Rosas

Si hay un musical icónico, conocido y laureado, ese es Cabaret. Pocas personas no se lanzan a tararear el " Money, Money" en cuanto escuchan sus primeros compases, ya que a veces algunas canciones se incrustan en nuestra memoria colectiva, formando parte de nuestra vida para siempre.
El año pasado me enteré de que una nueva producción de Cabaret iba a llegar a nuestras carteleras, y por supuesto, me alegré infinito.
Varias dudas me asaltaban, la primera, quien sería Sally Bowles uno de los personajes mas difíciles del repertorio de comedia musical, y la segunda que tipo de producción se llevaría a cabo ¿ Sería franquicia o producción propia? poco a poco las dudas se fueron disipando, y el reparto se fue dando a conocer, plagado de caras conocidas, y la producción despuntaba como netamente española en todos los ámbitos necesarios para ponerla en pie.



Llegados a este punto me gustaría decir una cosita, las franquicias están muy bien, para que negarlo, pero el género en España ya goza de la suficiente solidez como para plantearse que se deben hacer las cosas aquí, y con nuestros medios, que por cierto son estupendos. Por tanto aplaudo esta iniciativa por valiente, y porque a fin de cuentas, el teatro es un ejercicio creativo, que cuando depende de producciones ajenas, se ve completamente cercenado, es decir, a veces, la atadura que conlleva la franquicia, quita espontaneidad al espectáculo, y pierde alma. Así que bienvenido sea este Cabaret de gran producción, y espero que cunda el ejemplo, y sigamos viendo grandes títulos del repertorio llevado a cabo con equipo creativo netamente patrio, los espectadores y nuestro teatro se lo merecen.
El jueves asistí al estreno de la temporada, una velada cargada de glamour, y espíritu teatral que disfruté muchísimo. La Gran Vía lució como nunca para este evento, y para seros sincero, me sentí un privilegiado pudiendo formar parte de esa noche, que ya forma parte de mi mitología particular como espectador.



Cabaret, musical de Kander y Ebb con libreto de Joe Masteroff, es una inspiradísima función que en su momento rompió moldes por varios y mas que justificados motivos.
Estamos ante un musical mayúsculo, fuertemente influenciado por Kurt Weill y Bertolt Brecht en su estructura. No en vano la mítica Lotte Lenya, musa y esposa de Weill, formó parte del elenco con el que se estrenó en 1966, y sin duda Lenya conocía muy bien lo que Cabaret contaba y como lo contaba, justamente las dos grandes bazas de esta composición, que sigue sin haber perdido ni un ápice de interés casi cincuenta años después de su estreno.
Ambientada en el Berlín del auge del Nazismo, Cabaret narra la vida de unos personajes que niegan conscientemente la negra realidad que les rodea, para finalmente verse devorados por los acontecimientos históricos y personales que les ha tocado vivir, en tan crítico momento, desde una visión cínica y descarnada de la realidad, y con una conseguídisima partitura que plasma a la perfección la época en la que se desarrolla la acción estilizando la canción berlinesa de entreguerras. El trío creativo del musical, concibieron una auténtica obra maestra, y crearon al que posiblemente sea el personaje mas grande de toda la historia del teatro musical, Emcee, bufón de corte sin corte, maestro de ceremonias sin nada que celebrar, y narrador caustico e inquietante de todo lo que ocurre a su alrededor.
Cabaret se supone que está basado en hechos reales, aunque la auténtica Sally Bowles siempre renegó del musical, y afirmó por activa y por pasiva que todo era pura invención, sacada de la novela Goodbye To Berlin, que posteriormente inspiró a la pieza teatral titulada I Am Camera , a la que en esta producción, de forma muy sutil se homenajea
La versión de Cabaret que esta crítica ocupa, va al origen de la misma, e incluye los añadidos musicales para la película, a excepción de Mein Herr, que parece ser que por motivos de derechos no se ha incluido.
Cabaret es historia del teatro musical, y sin duda un maravilloso vehículo para que no se nos olvide de donde venimos y hasta donde puede llegar el ser humano. Olvidar la historia es una condena a repetirla, y lo que Cabaret cuenta, con toda su dureza, y maravilloso equilibrio entre lo dramático y lo cómico, jamás se debe volver a repetir.



Vayamos con el elenco, maravilloso en líneas generales.

Pepa Lucas, como Fräulein Kost.
Uno de los sorpresones de la noche. Decir que Lucas está soberbia es poco, cierto es que el personaje es muy lucido, pero hay que hacerlo, y hay que hacerlo con las dosis de verdad que esta actriz aporta.
Su interpretación me fascinó de principio a fin, y su estupenda creación corporal que es una de las grandes bazas de esta ruin mujer, junto con un acertado ejercicio de anagnórisis final, que Pepa Lucas borda, para finalmente redimir este personaje, y acabar de rematar una interpretación de campanillas.

Víctor Díaz, como Ernst Ludwig.
Díaz es un clásico de nuestros musicales, aporta oficio y sobria presencia a un personaje que en otro intérprete de menos personalidad pasaría totalmente inadvertido.
Tiene momentos mas que interesantes, especialmente a partir del giro que su personaje da, cuando  se descubre  su verdadera naturaleza. Su interpretación en algunos momentos aterra, por su frialdad y convencimiento, y sobre todo por su serenidad. Díaz sirve un trabajo cargado de matices, y que en el espeluznante final del primer acto, le permite lucirse vocalmente, tal y como el sabe hacer, yéndose a un efectista agudo, que pone los pelos de punta.

Enrique R. Del Portal, como Herr Schultz.
Enternecedor, y más  que atinado en sus intervenciones. Del Portal da vida a uno de mis personajes favoritos de la función, un gentil y sensible frutero judío, que por motivos obvios, se encuentra en el lugar y en el momento equivocados.
Varias cosas hay que tener en cuenta de la mayúscula interpretación de Enrique, la primera, la tremenda humanidad que transmite, la segunda, la sensación de desamparo que nos deja ver en uno de sus mejores momentos de la función, cuando se descubre rodeado de nazis, y con patética dignidad solo puede aferrarse a una botella, y recular despavorido. Y por último sus soberbios mutis, que tan bien definen a su personaje.
Vocalmente está perfecto, en un papel de ciertas dificultades vocales, que Del Portal, tenor de agudo fácil solventa sin ningún problema. La química en todos los pasajes musicales que tiene con Marta Ribera, son oro puro y un claro ejemplo de lo que conlleva conmover, sin caer en lo melifluo, y aportar grandes dosis de verdad, en un personaje tremendamente creíble.

Marta Ribera, como Fräulein Schneider.
Otra grande del género, que nunca defrauda. Ribera da vida a una mujer de mediana edad, que se ve abocada a renunciar a muchas cosa, por un instinto de supervivencia fuertemente agudizado. Ribera cuenta con su poderosa voz, imponente presencia, y mucha fuerza actoral, para dotar de un empaque mas que notable a este importante papel, que precisa exactamente de alguien con la solidez y oficio que esta estupenda artista posee. Su estilo netamente Broadway, me parece fascinante, y su escuela ferreamente musicalera, es todo un prodigio de experiencia y conocimiento del género y sus códigos.

Daniel Muriel, como Clifford.
Otra de las sorpresas de la noche. Muriel mas que solvente actor, consigue dotar de tanta entidad a un personaje a priori desagradecido, que engrandece a este Clifford hasta lo estratosférico. Férreo como una roca, de gran presencia, y con momentos de gran brillo, ofreció un trabajo impecable de principio a fin, su gran escena final con Sally fue de órdago, y lo mejor, el momento que mas me emocionó de su trabajo, y aquello que define tan bien a su personaje, es la última escena en el vagón del tren cuando empieza a escribir su libro. Muriel dice, Capitulo Primero, había una vez... y enumera las tres primeras cosas mas importantes de la historia, en ese preciso momento, su tono evocador, la melancolía y profunda tristeza que transmite, y sin duda su grandeza como artista, nos deja clarísimo que Cabaret, es un bello recuerdo envuelto en un halo de nostalgia que nos habla sobre el final de una época plagada de vino y rosas, y que jamás volvió para ninguno de aquellos que la vivieron.
Vocalmente está mas que correcto, ya que posee una bonita y afinadísima voz de tenor, que me resultó muy grata, pero os aseguro que aunque no cantase absolutamente nada, me daría igual. Muriel es una de las estrellas de la función, con gran justicia.

Eduardo Soto, como Emcee.
Magnífico, como esperaba, en un código payasesco muy acertado. Soto lleva a su Emcee, al único lugar posible hasta que el recorrido del personaje lo permite, el descaro mas puro y duro, la ligereza bien entendida, y la ácida comicidad que el personaje destila. Su evolución es interesantísima, llegando a resultar ciertamente inquietante según se le va borrando el maquillaje, y su cara se va acercando cada vez mas a una grotesca máscara.
Soto hace SU Emcee, el que solo el podría hacer, y no el que otros han hecho o han dirigido, y ese es el acierto de la apuesta, honesta de principio a fin, acertada, y muy efectista, se basa en partir de las características de base del actor, para luego incorporarlo al personaje, con aparente, solo aparente facilidad, ya que las complicaciones psicológicas del personaje se las traen, y tiene momentos de gran dificultad técnica, que Soto solventa sin problema. La tremenda canción que interpreta borracho en una de las escaleras que visten la producción, es uno de los grandes momentos de la función.

Cristina Castaño, como Sally Bowles.
Le ha tocado a Castaño un toro bravo, que hay que ser muy valiente para atreverse con el, por varios motivos. Las comparaciones son odiosas, y la tendencia a comparar muy habitual en el mundo del espectáculo, no es justa, ya que se debe medir el trabajo de un artista, en base a lo que ese artista puede dar, no al que otros dan o han dado.
Castaño  sirve una elegante, burbujeante y encantadoramente frívola Sally, que oculta su sensibilidad en un aura de gran diva, pero que deja entrever su auténtica naturaleza, cuando habla de su "supuesta amiga Elsie" en la famosísima canción que da título al musical, y en la que realmente de quien habla es de ella misma. Con momentos de gran empaque actoral, especialmente a partir del segundo acto, donde la interpretación en un principio mas enfocada hacia la alta comedia, deriva hacia lo netamente trágico, con un enfoque muy logrado y muy ajustado con lo musical.
Vocalmente va de menos a mas, siendo el culmen de su interpretación musical, la canción que mas arriba comento, de gran efectismo a todos los níveles, siendo el resultado global bastante redondo y ofreciendo un trabajo de indiscutible calidad.
Castaño da lo mejor de si misma, en una esforzada interpretación, que se ve muy arropada por su compañero en escena Daniel Muriel, con un resultado final bastante notable, y en la que el trabajo tan exhaustivo que ha llevado a cabo se ve reflejado en todas sus intervenciones. Por cierto... que bien baila esta chica oigan.



Conjunto acertadísimo, y muy completo, con integrantes que se desenvuelven perfectamente en todas las disciplinas, de forma mas que solvente, que en algunos momentos apabulla ante la calidad que ofrecen, tanto musical como de baile. Que no se nos olvide que en de Cabaret, cada integrante del coro tiene un papel, y su momento de lucimiento, en mayor o menor media. Aquí no desentona ni uno solo de los componentes del conjunto. Algo que encuentro realmente difícil de conseguir, y un acierto de elección de casting muy de agradecer.

La banda que acompaña a los integrantes del reparto dirigida por Rafael Patiño, suena francamente bien, con un sonido grande, y de tintes muy espectaculares, que apoya perfectamente lo que ocurre en escena dependiendo del momento.



Vayamos ahora con la dirección escénica.
Jaime Azpilicueta, lleva a cabo un espectáculo de relumbrón, sorprendente por su grandeza visual, y su belleza plástica, en algunos momentos. El universo de Cabaret se encuentra dividido en dos mundo muy diferenciados visualmente, el Kit Kat Club, donde todo es brillo y oropel, y el mundo gris de la realidad del Berlín de aquella época de tan infausto recuerdo, algo que la inspirada y gigantesca escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda define  perfectamente. Ese Kit Kat Club, funciona como una burbuja atemporal,  y ciertamente onírica, que sirve como nexo de unión entre las escenas de forma muy efectiva, y efectista, y que asombra en todos y cada uno de los números que en el se desarrolla.
Azpilicueta aprovecha al máximo a sus actores, sacando lo mejor de cada uno, que no es poco, y sobre todo dejándoles hacer, dentro de los parámetros que la obra permite, llevando la función a la dirección correcta, con un desarrollo muy bien justificado y de muy interesante crescendo dramático, que finaliza en un epatante final, que nos hiela la sangre, por su crudeza e impacto visual..
Todo lo que cuento, está sustentado por una grandiosa producción de ambicioso acabado, que no deja absolutamente indiferente a nadie, y que es un clarísimo exponente de musical de gran formato, llevado hasta sus últimas consecuencias.
Pero si hay algo por lo que esta producción pasará a la historia y donde estriba su mayor virtud, es el absoluto rompimiento con lo anteriormente hecho en este país en cuanto a este musical se refiere, teniendo en cuenta que ya van unas cuantas producciones, y que a los dos minutos de encenderse las luces, cualquier referente anterior ha desaparecido nuestra cabeza para sumergirnos de lleno en este cuento tan amargo, mágico  y cruel, que es Cabaret.



No quisiera cerrar la crónica sin tres menciones especiales, la primera a los soberbios figurines de Antonio Belart, que literalmente quitan el hipo, la segunda las magníficas coreografías de Federico Barrios. Y muy especialmente a las luces de Juanjo Llorens, que sin lugar a dudas, son de lo mejorcito que he visto en tiempos.

Cabaret es una propuesta completamente imprescindible de esta temporada teatral que acaba de empezar, y que se está mostrando con muy buenos mimbres para que sea una de las mas interesantes en mucho tiempo.

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jueves, 8 de octubre de 2015

Roberto Devereux, El Favorito De La Reina

El pasado día siete, finalmente, después de una larga espera, di por inaugurada mi temporada lírica 2015-2016. El primer título que me tocaba por abono era Roberto Devereux, un título que encuentro bastante atractivo, y que no resulta fácil de ver.
Estaba espectante, y con muchas ganas de algo de lírica, ya que desde Porgy & Bess, no había visto ninguna ópera completa, y mi único espectáculo lírico en estos meses ha sido la Gala Endesa, que tuvo algún momento glorioso como el dúo Kunde-Álvarez de Otello, que me fascinó, pero que siendo a piano y versión concierto, pues no deja de ser un pálido reflejo de lo que la ópera como género escénico ofrece.
Por abono me tocó segundo reparto (algo que en mi caso, viene siendo una tónica) y reconozco que me fastidió un poco, basicamente por Mariella Devia, una de las Elisabettas mas reconocidas de los últimos años, y que por motivos obvios y que a pesar de que a sus 67 años sigue estando en espléndidas facultades, veo difícil que me sea posible disfrutarla en este papel.
Había leído barbaridades sobre mi elenco, y la verdad es que empiezo a estar cansado del aficionado que nunca disfruta de lo que ve, poner a caldo todo lo que vemos, no nos hace mas entendidos, nos hace pedantes, y las referencias están muy bien, pero son eso referencias, y  esperar e intentar que las viejas glorias de la lírica revivan y se hagan carne en los cantantes del momento, además de absurdo siempre será frustrante para el que lo lleva a cabo. Los mitos y las referencias, tienen su momento, buscarlos en otros artistas no tiene razón de ser.
Voy a romper una lanza por mi elenco, que si bien es cierto tiene sus mas y sus menos, ofreció como iré narrando a continuación, un excelente jornada de belcantismo, y una mas que digna representación, que ya hubiésemos querido en otras producciones.



Roberto Devereux,  denominada comoTragedia Lírica en Tres Actos, se encuentra dentro de la "Trilogía Tudor" de Donizetti, se estrenó en 1837, y tiene varios motivos para que no deba pasar inadvertida.
El Devereux, posee una bella partitura, de dificilisima ejecución, que requiere un cuarteto protagonista solvente, y cuya música fluctúa entre lo lírico y lo heroico, en un cuidado equilibrio, muy sugestivo, su final auténtico tour de force para la soprano protagonista es sin duda una de las páginas insignes del Belcantismo, y uno de los momentos de mayor intensidad dentro de las composiciones del bueno de Don Gaetano.
Otra cosa a tener en cuenta, es el inspirado libreto, que aunque sea un desatino histórico, dramaticamente funciona a las mil maravillas, con un crescendo muy conseguido, una trepidante acción dramática, y un clímax estratosférico que lleva al espectador exactamente al lugar que quiere, y que a partir del segundo acto, va rodando hacia la tragedia final, con fino y astuto engranaje.
Estamos ante ópera en estado puro, en toda la extensión del género, y uno de los mejores ejemplos de unión de texto y música del periodo al que esta obra pertenece.



Vayamos con el elenco:
Comprimarios perfectos, Juan Antonio Sanabria, ofreció un correcto Cecil de bonito timbre y aires conspiradores, y mención especial para Andrea Mastroni, como Sir Gualterio Raleigh con opulenta voz de bajo, gran volumen y perfecta emisión.

Ángel Ódena, barítono, como El duque de Nottingham.
Ódena mas que correcto en un papel que a priori, no es el mas idóneo para su voz y que no forma parte de su repertorio mas habitual. La función que nos sirvió destacó por la nobleza de su canto, honestísimo en fondo y forma, el imponente volumen, marca de la casa, ya que Ódena para variar parece que se ha tragado un altavoz, y el bello sonido que ofrece. Problemas, la voz denota cierto cansancio, y no hay tantos matices como habitualmente ofrece. Me quedo con la impactante primer aria que sirvió y la larguísima, atronadora y perfectamente colocada nota con la finalizó el cuadro. Sin duda salva los trastos, llevando a cabo una poderosa creación, en la que las virtudes son muy superiores a los defectos.

Verónica Simeoni, mezzo, como Sara duquesa  de Nottingham.
Me habían llegado muy malas referencias de esta mezzo, y realmente no creo que sean justas. Cierto es que el agudo tiene cierto color metálico que no acaba de redondear su interpretación, y que la voz en algunos momento se encuentra un tanto atrás, pero la encontré en líneas generales muy aseada, cumplidora, y con una voz muy bonita. Brilla especialmente en su dúo con Roberto, y en el dúo con su marido. El aria con el que comienza la obra, ciertamente estuvo un tanto destemplada, pero en absoluto catastrófica, y se escuchó con agrado, aunque un poco rutinaria.
Una cosa a tener en cuenta es lo bien apoyada que está la interpretación musical en la actoral, Simeoni tiene momentos muy conseguidos actoralmente, especialmente en el tremendo dúo con el barítono, dirigido en esta producción en claves, casi veristas, mas que belcantistas.

Ismael Jordi, tenor, como Roberto Devereux, conde de Essex.
Sublime, soy muy fan de Jordi, lo reconozco, y no me defraudó en una interpretación muy en la línea que la función pide. La bellísima voz que posee, y que va ensanchando cada vez mas de forma muy gozosa, es la mas adecuada para este papel, de grandes dificultades vocales.
Jordi, ofrece un canto de calidad, exquisito en su fraseo, de gran emisión a pesar de que la voz no es muy grande, impoluta técnica, y de mas que sana colocación, que conmueve en los momentos mas líricos, y llega en los mas heroicos sin problema. Dos momentos fueron especialmente hermosos, y pienso que sin duda fueron los de mas calidad musical de la velada. El exquisito dúo con Verónica Simeoni, donde, Jordi ofreció momentos de gran lirismo, y el mejor fraseo de toda la función. Y por supuesto su aria final, de creciente y rotunda emotividad, y redondo acabado, que fue justamente ovacionada por el respetable.
Encontré a Jordi en un momento vocal estupendo, muy maduro vocalmente, segurísimo en sus intervenciones, y sobre todo transmitiendo mucho, que es lo que yo mas valoro en un cantante.
Un diez para Ismael Jordi, que encuentro un cantante mas que interesante, y que está cantando por derecho propio en el Teatro Real.

Maria Pia Piscitelli, soprano, como Isabel I de Inglaterra.
De menos a mas, de forma muy notoria, empezó la función realmente floja, vacilante, escasísima de volumen y un tanto insegura, pero amiguitos a partir del segundo acto, se fue entonando y nos llevó a al paroxismo a medida que iba subiendo la temperatura de la función. La voz no es excesivamente grande, pero tiene momentos de gran brillo, recitativos y Aria de La Locura fueron su fuerte, aria en la que por cierto no se fue al sobreagudo final, de forma muy inteligente, y que no me molestó en absoluto, soy de la opinión de que un nota no hace una ópera, y que las obras hay que cantarlas completas para valorar un trabajo.
Piscitelli es una cantante mas que correcta, que apoyada en sus grandes dotes de actriz, sabe enfocar su trabajo dentro de sus posibilidades de forma muy acertada, logrando un acabado mas que decente, de gran efectismo y nada afectado.
Fue largamente ovacionada, por un público muy entregado, y ya sabemos como se las gastan en Madrid, je je je.



Coro correctísimo, en una función en la que la masa coral no tiene mucho protagonismo, el número con el que se abre el segundo acto fue cantado con gran empaste, y modulación perfecta. Soy muy fan del coro del Teatro Real, lo reconozco, pero es que realmente, trabaja muy bien, y con gran profesionalidad.

La dirección musical corrió a cargo de Andriy  Yurkevych. Bastante atinada en general, aunque un poco farragosa en la Obertura, uno de mis momentos favoritos de la ópera, que a medida que avanzó el número se fue corrigiendo sin problemas.
Tiempos muy acertados, ágiles y cuidando mucho a los cantantes, quizás en algunos momentos puntuales, un poquito menos de volumen se hubiese agradecido, pero sirvió una lectura inteligente y muy matizada de la partitura.



La producción escénica que corre a cargo de Alessandro Talevi, sigue exactamente la estructura dramática de la obra, yendo de menos a mas según avanza el drama. reconozco que en un principio la encontré ciertamente anodina, excesivamente oscurantista y un tanto simple, pero a medida que fui entrando en la función y especialmente a partir del segundo acto, la cosa se encaminó por otros derroteros.
El acierto de la producción, sin duda se encuentra, en el arácnido trono de la soberana, que tan bien refleja el carácter de esta reina, que sin darse cuenta se va envolviendo en su propia tela, para caer presa de su despotismo, y en consecuencia arrastrándola hacia el abismo.
Se trata de una efectista producción, sencilla y funcional, con momentos muy logrados y de gran fuerza visual, que encontré la mar de estimulante. Todo el salvajismo de la corte de Los Tudor, y la dureza de aquellas gentes, se encuentra perfectamente reflejada en la tétrica y enlutada atmósfera, que todo lo envuelve.
La dirección actoral de los cantantes merece mención aparte, ya que es acertadísima, y da gran prioridad al estupendo perfil psicológico de los personajes, siendo en algunos momentos, realmente conmovedora, y cargada de poderosas interpretaciones.



En resumen una propuesta altamente recomendable, ya que sin lugar a dudas, nos encontramos ante ópera realizada con criterio, y muy buen nivel musical, que al aficionado al género no va a defraudar en absoluto, y que refleja a la perfección, porque la ópera es lo que es, transmite lo que transmite, y a fin de cuentas tanto fascina a los amantes de la voz humana.
Decir como nota aclaratoria, que las fotos no se corresponden en su totalidad al elenco que yo vi.


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