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lunes, 3 de junio de 2019

Tres Sombreros De Copa, Que Tragedia Más Cómica, ¡Oigan!

Si hay una comedia que me gusta del repertorio español, esa es "Tres sombreros de copa", le tengo infinito cariño, y durante un tiempo andaba tan obsesionado con este título, que los compañeros de una función que estaba haciendo por aquellos días, me regalaron un ejemplar de la obra de Mihura, firmado por todos ellos, ya que estaba todo el día hablando del texto en cuestión, y lo que haría con él si le pudiera hincar el diente.
Me sé muchos chistes de memoria, la he visto al menos cuatro veces, y leído otras tantas, y no me canso de ella. Hay una cuestión interesante en este texto, y es que cuando se pasa un tiempo sin verlo o leerlo, al reencontrarse de nuevo con él, reaparece en todo su esplendor, y como si fuera casi un desconocido, ya que se descubren y redescubren cosas nuevas en cada revisión.
El problema de "Tres sombreros de copa" es que ha sido muy maltratada, muy mal entendida, y muy mal interpretada, y por desgracias siempre nos acordamos de las veces que se ha hecho mal, en vez de las que se ha hecho bien. Es un título que se asocia a la caspa, a cierto teatro para señoras trasnochado, o a una comedieta amable sin muchas aspiraciones más que las de entretener y servir de material para las compañías amateur y finales de curso varios.
Mihura, como Jardiel, Paso, o Muñoz Seca, deben ser reivindicados, y sobre todo debemos hacerles un tratamiento intensivo de curación ante tanto maltrato, para que se puedan disfrutar en todo su esplendor, con el genio por el que fueron aclamados, y reconociendo la valía de unos autores que nunca fallaban en sus dramaturgias, siempre sólidas, siempre bien tramadas, y con un uso del lenguaje magistral, cargado de ingenio y de sorprendente vigencia en algunos casos. el gran pecado de estos autores fue el ser comerciales, el escribir para el gran público, y el pensar que esto del teatro también puede servir para ganarse la vida, algo muy lícito por otra parte. Y como además tuvieron éxito, ya fue el remate, en un país como el nuestro, eso jamás se perdona. El pasar de los años los ha arrinconado, con un estigma de caspa y antigualla, y pocos se atreven a hincarles el diente por una sencilla razón, son muy difíciles de hacer bien, y sobre todo de hacer en serio, o lo que es lo mismo, tomárselos en serio.



Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, se escribió en 1932, durante una convalecencia del autor, y justo después de un revés amoroso. La obra resultó tan adelantada a su tiempo que no se pudo estrenar hasta 1952, con Juanjo Menéndez como Dionisio, y Gustavo Pérez Puig en la dirección. El texto de Mihura, desopilante y amargo a partes iguales, es todo un tratado sobre las vanguardias que comenzaron en esa época, y casi podemos decir que se trata de uno de los primeros ejemplos de "Teatro Del Absurdo" del que se tiene constancia. Teniendo en cuenta el panorama teatral español de la época, bastante conservador y alejado de las nuevas corrientes, podemos considerar a Mihura un pionero en nuestro teatro, y un genio a todas luces, que si bien es cierto luego tomó otros derroteros más convencionales en sus obras, siempre dejó un poso de genialidad en todo lo que escribió, de personalísima creación e inimitable sentido de la teatralidad. 
Detrás de Tres sombreros de copa, se esconde agazapada una tragedia, por no decir muchas, ya que la mayoría de los personajes que se presentan en la obra, tienen un porvenir y un presente bastante negro, y que buscan vías de escape de múltiples formas, pero con nulos resultados. Un hombre gris pasa la noche antes de su boda con una señorita bien, en un hotelito de segunda, y esa noche transcurren por su habitación una recua de personajes a cada cual más extravagante, alejadísimos en su forma de vida de la de nuestro protagonista, sirviendo esta noche de encuentros y extrañas aventuras, como catalizador de una feroz crítica a la sociedad de la época, las convenciones sociales, y sobre todo un tratado sobre los sueños rotos, y el autoengaño. Mihura plantea la obra de forma ambigua, ya que si bien todo está envuelto en cierto tono onírico, no nos queda claro si lo que vive es un sueño, o una realidad deformada por los ojos de Dionisio, que se encuentra obnubilado ante otra forma de entender la vida, con muchos más oscuros que claros, como es la de los bohemios. Los diferentes planos existenciales y las diferentes realidades están muy marcadas en la función, así como lo engañoso de la felicidad en no pocos casos, de resultados amargos y cierto poso de falsedad, en la que realmente solo dos personajes se vislumbran como auténticos, y despojados de todo artificio. Paula y Dionisio, protagonistas absolutos de la función, arropados por unos secundarios deliciosos, y en los que no hace falta rascar mucho para ver lo que representan. Mihura utiliza las simbologías a placer, de forma acertadísima, cargado de retranca, y por que no decirlo, con cierta mala leche nada soterrada. El texto de una solidez brutal y arrolladora comicidad, se sirve de unos chistes absolutamente magistrales, y unas frases que nos dejan helados por su brutalidad, en un ejercicio de humor negrísimo por momentos, y de un lirismo absolutamente arrebatador en la mayoría de las veces. Se dice que Tres sombreros de copa es nuestra mejor comedia de todo el S.XX, y creo que estoy de acuerdo en esta afirmación, ya que su calidad literaria, su arriesgada factura, y la enormidad que se esconde detrás de una aparentemente, solo aparentemente, comicidad absurda, entraña enormes dificultades a nivel actoral, y a nivel dirección, que no pocas veces han jugado a la contra de la función, ya que visiones excesivamente ramplonas y buscando el chiste fácil, se cargaban la esencia de lo que realmente es, un texto complejo, de gran calado, y altísima calidad.



Vayamos con el elenco.
Debo hacer mención a todos los secundarios, ya que se encuentran impecables, dentro de cada pinceladita con la que Mihura aderezó el texto. Sería difícil decantarme por uno en particular, ya que todos se encuentran en su punto de sazón perfecto, dando exactamente lo que cada personaje pide. Quizás por extensión del personaje, y por lo acertado de su trabajo, me quedo con la Madame Olga de Rocío Marín Álvarez, de interesante trabajo con la voz, y competente composición del personaje de mujer barbuda, extravagante, altanera, y tremendamente surrealista en su planteamiento.

Magnífico Roger Álvarez, como Don Rosario, pulcro y contenido en grado sumo, cargado de ternura, en un papel breve pero muy comprometido, y que se encuentra llevado a las más altas cotas en manos de nuestro actor, que rezuma amor por el personaje por los cuatro costados, y cuyo trabajo con el texto es realmente magnífico.

Muy destacable, El Odioso Señor, de Mariano Llorente, que resulta francamente desagradable, como mandan los cánones, en un personaje que nos hace reír, pero que maldita la gracia que tiene. Llorente plantea un rol muy pagado de si mismo, rijoso, y despreciable a partes iguales, dejándonos clarísimo lo que se nos quiso contar con él, y en el que la solidez interpretativa fue la marca de la casa.

Arturo Querejeta como Don Sacramento, es otro de los grandes activos de la obra, enorme, en su creación, que entra en escena embistiendo, y a por todas. Muy enérgico e impoluto en tono y cuerpo, apabulla con su trabajo, carismático, y de hechuras clásicas en su planteamiento. 

Malcoml T. Sitté como Buby, correcto, pero quizás un poco más plano que sus compañeros, y en un código más apagado en cuanto a la concepción del personaje. Me faltó cierto toque canalla y un poco más de comicidad en su trabajo, pero esto quizás sea una cuestión mía, y sobre mi visión de los personajes, en una obra que conozco bastante, y tengo bien metida en mi cabeza. 

Pablo Gómez-Pando como Dionisio, dota de una profunda humanidad a uno de los dos protagonistas de la función. Esforzadísimo en su creación, plantea su papel desde la ingenuidad en un principio, para rematarlo con un recorrido muy interesante hacia la desesperación, donde el arco del personaje se ve perfectamente definido. Comiquísimo en su acabado, y con cierto aire desvalido muy convincente, consigue movernos muchas cosas por dentro. Todo lo que le ocurre lo vive como una tragedia, cada vez más marcada, cada vez más desenfrenada, y sobre todo cada vez más desesperada. Gómez-Pando sirve un trabajo de altura, bien medido, y con acertada progresión, ver su camino hacia la boda como cordero al matadero, resulta impagable, tristísimo y cómico a la vez, llevándome a interpretaciones hoy recordadas y referenciales. Pablo Gómez-Pando en su sensible creación llega a unas cotas interpretativas insuperables, sin una pizca de afectamiento, y de personal enfoque, con una visión enriquecida del personaje, quizás con un punto pueril diferente al habitual, pero que no me chocó en absoluto dentro del acabado de su trabajo.

Laia Manzanares como Paula, mayúscula, no hay otra palabra para definirla, en un trabajo de gran calado, y donde se nos cuenta absolutamente todo lo que se nos puede contar con el personaje. La lectura de Manzanares es enorme, su Paula tiene más capas que una cebolla, y todas aparecen y desaparecen a placer de nuestra actriz, en el momento preciso y con la intención exacta. La Paula que vemos es tierna, sensual, sensible, frívola y soñadora, pero detrás de todo esto atisbamos un enorme poso de amargura que nos parte el corazón. Laia Manzanares revolotea por el escenario como una bella, bellísima, mariposa, con las alas rotas, y toda la poesía que se desprende de su tragedia se encuentra perfectamente plasmada en una escena final brutal, en la que la cara sonríe pero el alma llora. Todo en ella es verdad, todo está dicho por algo, y sobre todas las cosas brilla el fondo de una actriz portentosa, de enorme sabiduría a pesar de su juventud, y un mimo exquisito hacia un personaje complejo, y enorme en su concepción. 



Natalia Menéndez dirige el espectáculo, acertando de plano en su concepto, y del que varias cosas son destacables. Lo primero el tono visual, falsamente suntuoso. Todo en escena es oropel, belleza de guardarropía, e incluso cierto aire sensual un tanto vulgar, remozado en perlas de bisutería, medias de falso encaje y ligueros, de un blanco marfileño, que esconden todo lo que hay detrás, es decir velada prostitución (no tan velada), intereses crematísticos, y una compañía de variedades de tercera, de la que se podría escribir todo un tratado. Este toque deslumbrante se da de bruces de forma acertada con el sórdido trasfondo que se vislumbra, y que me pareció que corresponde a la visión  de la "vida bohemia" que tiene Dionisio, alejada de la realidad y un tanto cegado por el brillo del envoltorio de aquello que acaba de descubrir. 
Menéndez dota a la función de un marcadísimo lirismo, donde todas las simbologías de Mihura se ven perfectamente expuestas, y donde el aire onírico del texto original es primordial para entrar en la función, siendo por momentos apabullantemente bello lo expuesto en escena, tornándose en mareante por momentos con cierto aire de pesadilla caótica y febril. Posiblemente esta sea la versión de la obra en la que me han contado lo que yo buscaba en la función de forma más certera y fiel al espíritu de Mihura, en una versión ligeramente diferente en algunos aspectos, especialmente en lo visual, pero muy certera en lo actoral. La dirección de actores se encuentra muy inspirada, huyendo del frenesí en los parlamentos, otro de los fallos habituales en cuanto a la concepción del texto, permitiendo nuestra directora que los actores se recreen en le texto, dotando a todo lo que se dice de mucho sentido, y de múltiples lecturas en su acabado.
Se me antoja el trabajo de Natalia Menéndez exhaustivo a todos los niveles, y con un marcadísimo amor hacia el material original, que se ve ciertamente engrandecido, en un espectáculo soberbio, medídisimo y de impoluto acabado. 




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sábado, 24 de diciembre de 2016

Jardiel, Un Escritor De Ida Y Vuelta, La Ortodoxia Bien Entendida

Ortodoxia:
Conformidad con los principios de una doctrina o con las normas o prácticas tradicionales, aceptadas por la mayoría como las más adecuadas en un determinado ámbito. (Diccionario de la Real Academia Española)
Se le tiene mucho miedo en el ámbito teatral de nuestro país a las producciones tradicionales, o que no se salen de lo estrictamente planteado por su autor, y se suele asociar a la caspa y a producciones acartonadas con olor a naftalina y que no aportan nada. Yo creo que es interesante (si se quiere conocer bien un clásico) verlo en su vertiente mas tradicional, al menos una vez, ya que esto nos va a servir para entender mejor el material original, y para posteriormente entender y disfrutar mejor, producciones mas vanguardistas, que a fin de cuentas son las que hacen que el arte de la escena avance.
No soy ningún purista, pero entiendo que las propuestas tradicionales son necesarias y no me molesta en absoluto verlas. Solo pido calidad, nada mas.
Todo esto viene a cuento de la estupenda (y ortodoxa) puesta de Un marido de ida y vuelta que se está llevando a cabo en el María Guerrero dentro de la programación del CDN, que es una prueba de que cuando las cosas funcionan da igual el tipo de propuesta escénica por la que se haya apostado, ya que toda propuesta es válida siempre que se haga bien. Lo que si que no funcionan nunca son los prejuicios del que se cierra a cualquier expresión artística, tanto los que van de ultra-modernos, como los ultra-puristas, de posiciones encontradísimas, y que me dan la misma pereza unos que otros, ya que el fondo de todo esto es que ambos se creen con la razón absoluta, sin tener en cuenta ninguno de los dos que  para que el teatro esté vivo se necesitan producciones tanto de uno como otro estilo.



Jardiel un escritor de ida y vuelta es Un marido de ida y vuelta tal cual lo escribió Jardiel, con algún añadido en los cambios de acto que sirven como acercamiento a la figura del maltratado Enrique Jardiel Poncela. Dichos añadidos se integran perfectamente en la obra y sirven a la perfección para conocer un poco mas sobre la figua de Jardiel. En general encontré muy atinadas las escenas, con excepción de aquella en la que Jardiel se explica politicamente, algo que creo que no es necesario, ya que consigue el efecto contrario, y que nos parezca que dichas explicaciones son un tanto forzadas. Jardiel se debe afrontar sin complejos, y  todo se hubiese resumido de forma mucho mas simple con la frase que el propio Jardiel le dijo a su hija, y que fue que en política se había equivocado. El momento de la función en el que Jardiel nos explica porqué tomó el camino que tomó es farragoso y no está resuelto de forma satisfactoria, el resto un hallazgo mas que justificado y muy necesario, dado lo desconocida que es la figura y la obra de Jardiel hoy en día para cierta parte del público.



Un marido de ida y vuelta se estrenó en 1939, y cuenta una historia muy surrealista sobre maridos espectrales, mujeres que se ponen años en vez de quitarse, y un servicio rendido a los pies del "espectro del señor".
Le salió a Jardiel una obra maestra, de estructura sólida como una roca, unos personajes inolvidables, y un refinado sentido del humor, en la que la palabra tiene mucho que decir, y en la que el uso del lenguaje es un portento que asombra al mas pintado. Me gusta muchísimo Jardiel, me parece uno de los mejores autores de su época, un completo incomprendido y sin duda un precursor del posterior Teatro Del Absurdo.
Este texto tiene una jugosa anécdota de plagio, ya que Noël Coward estrenó en el 41 Un espiritu burlón, de historia casi igual. Lo del plagio tiene su miga, ya que Coward y Jardiel eran amigos, enviándole el autor español un manuscrito al autor inglés de Un marido de ida y vuelta. Coward nunca reconoció haberlo recibido y dos años depués... !bingo¡ comedia con el espectro de la señora como protagonista principal. Un espiritu burlón posiblemente sea el título mas famoso de Coward, y es reconocido a nivel mundial. De Un marido de ida y vuelta, solo nos acordamos cuatro. Cosas de este país y del reconocimiento hacia nuestras artes escénicas, que me parecen una vergüenza nacional.



Vayamos con el elenco: 
La caterva de sirvientes de la mansión en la que se desarrolla la acción está perfectamente ejecutada por unos actores en estado de gracia, entre los que brilla especialmente una frescachona Raquel Cordero, que encontré graciosísima y disfrutona a mas no poder y un Felipe Andrés de breve pero fresca intervención. Paco Déniz como mayordomo esta superior, ofreciendo laconismo y comicidad a partes iguales. Déniz destaca desde el gesto pequeño y contenido y no pasa en absoluto desapercibido. 
Dentro de la peculiar familia que protagoniza esta obra, Carmen Gutiérrez ofrece una deliciosa comicidad dando vida a la amiga de toda la vida que no pierde la ocasión ni de soltar la pulla en el momento preciso ni de pescar marido cuando el destino se lo sirve en bandeja, Gutiérrez las deja caer así como si nada, y el resultado es rotundamente divertido, y de gran empaque teatral. Juan Carlos Talavera da vida a uno de los personajes que mas me gusta del texto, un pobre cenizo de gran sensibilidad que cada vez que una desgracia cae sobre nuestros protagonistas se lo echa a las espaldas para llenar su mochila de tristezas. Macarena Sanz y Luis Flor, en un código mas extremado, dan el contrapunto perfecto al resto de las interpretaciones, siendo deliciosa la primera escena de Flor con Lucía Quintana, y la ingenuidad de Sanz en un papel un tanto estereotipado pero no falto de efectividad. Estos dos personajes son profundamente jardielanos, y el tratamiento de los mismos también lo es, especialmente en el caso de Flor, incongruente en su psicología, y tan absurdo como el propio humor de Jardiel lo era. Flor parece una cosa, aunque luego sea otra ¿o no lo es? ja, ja, ja,  juzgad vosotros mismos. Una de las estrellas de la función es la superlativa Paloma Paso Jardiel, como la tía que reparte bofetadas y frases lapidarias a diestro y siniestro con una sabiduría teatral realmente admirable, y un control prodigioso de todo lo que conlleva estar sobre el escenario, Paso está de premio en un papel, netamente, de lo que se llamaba característica en los tiempos de Jardiel, y que en este caso sube hasta lo estratosférico gracias al saber hacer de esta actriz que por motivos mas que conocidos entiende a Jardiel hasta la raiz, tal y como se demuestra en su trabajo.
En cuanto al trío principal, decir que en líneas generales está mas que atinado. Paco Ochoa cumple sin problemas en un papel desagradecido pero muy necesario para el desarrollo de la trama. Sin parecerse nada fisicamente, me recordó, especialmente al principio, a Fernando Fernán Gómez, que tanto quería a Jardiel, no se si es intencionado o sugestión mía, algo que en cualquiera de los dos casos dice mucho del acierto de la propuesta. Lucía Quintana cumple como la heroína de la función, resultando mas efectiva en los momentos de ligera comedia, que en los mas melancólicos, ya que en algún momento parece salirse un poco del personaje, nada que a base de funciones no acabe de corregirse. Encuentro a Quintana una actriz de gran magnetismo que me gana por su presencia y lo que transmite desde el escenario. Para finalizar Jacobo Dicenta como Pepe-Jardiel, siendo su trabajo el mas complicado actoralmente dado lo que conlleva salir de Pepe para entrar en Jardiel en cuestión de segundos, y que Dicenta consigue a la perfección logrando que ambos papeles lleguen a fundirse en uno, sin que al espectador le choque en ningún momento. Dicenta dota de gran sensibilidad a Jardiel, algo que estoy absolutmente convencido que así era en su vida real.



Ernesto Caballero firma la versión y la producción, siendo un acierto a todos los niveles.
Caballero lleva la obra en el mas puro código de alta comedia, glamourosa y artificiosa, tan cercana al teatro inglés, siendo el tono y el ritmo de la misma perfecto. Nuestro director mima hasta el infinito a sus actores procurando que cada uno tenga su momento de brillo, algo muy difícil en una obra de estas características, y no deja pasar por alto a ninguno de los personajes que pululan por el escenario, aunque de una sola frase se trate. Los secuandarios son siempre muy importantes, en Jardiel son vitales, ya que son los encargados de dar atmósfera a sus textos, y conseguir el peculiar universo jardielano plagado de raros personajes de indudable comicidad.
Ernesto Caballero apuesta por el metateatro como recurso siendo el resultado de gran elegancia y muy sabroso. La primera y última escena de eco pirandelliano, y el juego en el que la escenografía de Paco Azorín casi funciona como un falso espejo en el que se reflejan las plateas del María Guerrero, me resultaron deliciosos y ayudan a cargar de magia al montaje, que me da a mi la sensación que a Jardiel le hubiese encantado, y en el que se ha cuidado al milímetro lo que el autor soñaba (y nunca pudo ver) en cuanto a movimientos escenográficos.
Caballero sirve un espectáculo cargado de elegancia visual (en el que las cálidas luces de Ion Anibal tienen mucho que decir), un poético final y sobre todo en el que se desprende el respeto y amor sobre Enrique Jardiel Poncela, siendo el resultado irresistible y divertido en igual medida, y un ejemplo clarísimo de que la ortodoxia bien entendida, funciona y funcionará. Que nadie espere encontrar caspa o acartonamiento en esta función, porque no los hay. Lo que hay es un cuidado tratamiento del texto, una refinada propuesta estética, y diversión, mucha diversión. Exactamente todo aquello por lo que Enrique Jardiel Poncela destaca.



En resumen, una propuesta altamente recomendable, que no debe pasar desapercibida para ningún amante del teatro. Ver a Jardiel en estas cotas de excelencia no es fácil, ya que muchas veces no ha sido muy bien tratado escénicamente. Jardiel se merecía una reivindicación a esta altura, y el público también. No debemos perder este repertorio, ni debemos perder a  los autores que como Jardiel, Paso, Mihura y tantos otros, durante mucho tiempo fueron reyes de nuestros escenarios. Son necesarios, divertidos y exquisitamente cómicos, que no se nos olvide.





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miércoles, 18 de mayo de 2016

La Rosa Tatuada, Tennesse Williams Enamorado

La Rosa Tatuada que se está llevando a cabo en el María Guerrero, era uno de los títulos de la presente temporada del CDN que mas me interesaba. Conozco bastante bien el material original de mi idolatrado Tennesse Williams, y tiene mi estimación por varios motivos. La vi en el 98 con Concha Velasco a la cabeza en una producción firmada por Plaza, que obtuvo mucho éxito en su momento, y que tenía el gancho de ver a la Velasco pasada de kilos para el papel, y haciendo de matrona, algo que fue muy alabado en su momento. Vi la producción dos veces, una en el Teatro Jovellanos de Gijón y otra en el Alcázar de Madrid, y reconozco que me enamoré de la obra. Antes de plantear la crítica me gustaría decir alguna cosita. La Rosa Tatuada debe ser revisada en base al texto teatral, no a la película homónima, ya que la cosa cambia bastante, y en los textos de Williams todavía mas, que siempre fueron convenientemente "afeitados" para que pasaran la censura de la época, por tanto el material que nos interesa es la obra original. La película está muy bien, las interpretaciones son de órdago, pero evidentemente, no se debe comparar con la obra de teatro y el interés de la comparación a nivel teatral es nulo, son lenguajes diferentes, son versiones diferentes, y obviamente son propuestas diferentes, es decir, ver un calco de la película sobre las tablas a nivel creativo poco podría ofrecer, y plantear la crítica desde ese prisma es un error de base que no tendría fundamento a la hora de realizar una crítica teatral.
La función que esta crítica ocupa, tenía una gran baza al menos para mi, en su pareja protagonista. Aitana Sánchez-Gijón, recientemente galardonada con un Max por su soberbia Medea ya comentada en este blog, y Roberto Enríquez, otro peso pesado de nuestras tablas y habitual del CDN.
Con estos mimbres la producción prometía mucho, y no me lo pensé dos veces a la hora de sacarme las entradas para disfrutar de lo que aparentemente iba a ser una velada de gran altura teatral.
La cosa funciona, aunque con peros como iré contando.



La Rosa Tatuada, escrita por Tennesse Williams en 1951 para Anna Magnani, finalmente fue estrenada por la insigne Maureen Stapletton, ya que la Magnani no se atrevió a estrenarla dado sus problemas con el inglés.
Considerada (injustamente) una obra menor dentro de la producción de Williams, nos encontramos ante un texto que su propio autor definió como una comedia amable, un canto a la vida y a las libertades individuales. El hecho de que el bueno de Tennesse estuviera felizmente enamorado en el momento de su creación influyó mucho en el tono menos lúgubre que el que suelen marcar sus textos, y el pretendidamente aire naive de la historia. Estas características de la obra, hicieron que la crítica no la apreciara en su justo valor, cuando la señas de identidad del autor están muy presentes en toda la función y su poético lenguaje brilla, y mucho, a lo largo de todo el texto. La Rosa Tatuada es una de las obras mas lorquianas del autor estadounidense, y si bien es cierto que su desarrollo no es del todo satisfactorio dado que al principio parece una cosa, para luego derivar en otra, no deja de tener bastante interés, grandes dosis de intensidad, y mucha magia teatral.
En ella se nos cuenta la historia de Serafina Delle Rose, mujer devastada por la muerte en accidente de su marido, que después de pasar un viacrucis personal descubre el amor, y rompe con todo lo establecido, idea bastante audaz para la época, y que algunos mojigatos no le perdonaron a su autor.



Vayamos con la crítica.
Secundarios correctos, en especial la Estelle Hohengarten de Gabriela Flores, y muy especialmente Paloma Tabasco insuperable como vecina un tanto cargante, y que es una auténtica robaescenas. Me chirrió un poco el tono excesivo de David Fernández "Fabu" ciertamente pasado de vueltas, supongo que de forma pretendida cuando hace de Bessie, en un ejercicio un tanto gratuito, y escénicamente burdo, algo que se debe achacar a la dirección ya que resulta chocante en la producción que un hombre haga de mujer no por ninguna clase de prejuicio, sino porque nos rompe los esquemas al espectador, y no acaba de encontrar justificación a nivel escénico. Encontré en general que los secundarios pasan desapercibidos, dado el carácter de la obra en la que priman las interpretaciones del cuarteto protagonista.

Ignacio Jiménez, como Jack Hunter.
Correcto tirando a estupendo. Jiménez sirve una sensible interpretación apoyada en un físico perfecto para lo que el papel pide, no en vano el Jack original fue el también efébico Dan Murray, y que resulta perfecto para el galán ingenuo que el texto pide. Sirvió momentos de gran altura en la escena en la que Serafina le obliga a jurar ante la Virgen que respetará a su hija, una de las mejores escenas de la función y que Williams plasmó con deliciosa socarronería y cierta burla hacia lo que precisamente critica en la obra, y que así llega al espectador. Dos generaciones diferentes chocan de plano en ese momento, y el desconcierto de Jiménez está llevado a cabo por el actor con gran tino, del mismo modo, que las pretendidamente almibaradas escenas con Rosa, resultan convincentes e ingenuamente deliciosas.

Alba Flores como Rosa.
Flores posee una estupenda presencia escénica, pero resulta un poco verde todavía para un papel de esta envergadura. Rosa es una chica muy decidida, de mucho carácter, muy madura y que le planta cara a su madre para anteponer su felicidad. Alba no llega porque sus recursos todavía no son los deseados, si bien es cierto que tiene momentos conseguidos, falta cierta profundidad en el personaje y algunas emociones están resueltas mas hacia afuera que hacia la verdad, esto lastra la interpretación, pero no la desguarnece estrepitosamente. Alba Flores necesita madurar, pero se vislumbra lo que puede dar, dentro de un tiempo y con unos cuantos montajes mas, seguro que se irá solventando. Le falla la escucha y el recorrido hacia la emoción, ahí estriban sus dos grandes problemas.



Roberto Enríquez como Álvaro Mangiacavallo.
Inspiradísimo en una interpretación mas hacia afuera de lo habitual en el, pero que funciona a todas luces. Esforzadísimo y entregadísimo, sirve un trabajo cargado de energía, y pequeños matices que enriquecen hasta lo estratosférico este un tanto estereotipado macho-alfa que Enríquez ennoblece con su sabiduría escénica. Tarda en salir, pero cuando sale lo hace a por todas, siendo su creación interesantísima desde todo prisma, y muy sorprendente para el espectador. El dúo escénico con Aitana Sánchez Gijón es de altura y la química entre los dos es muy notable. 

Aitana Sánchez -Gijón como Serafina Delle Rose.
Estupenda y muy alejada de la imagen habitual del personaje, en esta producción el torbellino es su partenaire, la Serafina de Aitana es mas cerebral de lo que a priori nos pueda parecer en el texto y menos impulsiva, viviendo su historia desde dentro, la energía está solapada, y no sale hasta que finalmente sale corriendo detrás de su vida por el patio de butacas. Hubo diversidad de opiniones sobre la visión execesivamente refinada del personaje, pero es que Aitana es tan bella que duele, y eso no lo puede evitar. A mi me gustó mucho, precisamente por lo contenido de su trabajo, algo muy difícil de llevar a cabo y que Sánchez-Gijón lleva honestamente hasta sus últimas consecuencias. Se trata de otra visión del personaje, perfectamente justificada, y en mi humilde entender igual de válida que cualquier otra. Sirvió momentos de gran altura como era de esperar, y me dejó completamente satisfecho. Aitana es una grande de nuestros escenarios, y sin duda toda una primera actriz que se deja la piel sobre el escenario cargada de oficio y profesionalidad.



Vayamos ahora con la propuesta escénica. 
La producción viene firmada por Carme Portacelli, responsable a su vez de la adaptación junto con Gabriela Flores. 
Encontré sensiblemente recortado el texto, no sé si es una apreciación mía, pero algunos personajes están excesivamente esquematizados, y lastra un poco el desarrollo de la obra quedando excesivamente aligerada.
La propuesta estética no me acabó de convencer por varios motivos. Visualmente la encontré francamente descafeínada y alejada del apasionado amor que se debe vivir en escena, siendo el tono excesivamente frío, que las luces de Pedro Yagüe todavía acentúan todavía mas, a eso hay que añadir la indigesta escenografía que estorba mas que aporta, ya que la fachada de la casa, si bien es cierto que viene en el texto original, resulta mastodóntica y excesivamente torpe en sus mutaciones. El tono gris de todo lo que rodea a Serafina podría estar justificado, pero eso debería cambiar en algún momento, y hasta la poética lluvia de pétalos de rosas final, no acaba de despegar hacia el recorrido del personaje principal.
A esto añadiría unas innecesarias transiciones musicales que no aportan nada, el texto es lo suficientemente lírico como para no necesitar adornos, y de hecho los cambios realizados sin ningún personaje cantando resultan mas satisfactorios que los anteriormente citados.
A nivel actoral Portacelli dirige a sus actores en líneas generales en un tono excesivo ( a excepción de Serafina), mas o menos afortunado dependiendo del personaje, y algunas concesiones no acaban de funcionar por el tratamiento excesivamente burdo, como mas arriba cuento en referencia al personaje de Bessie, y si bien es cierto que la escenas de Aitana, Roberto, Alba e Ignacio están brillantemente resueltas y dirigidas, el resto se queda en un diluido segundo plano que no me acabó de convencer.



En resumen, una propuesta estimable en sus interpretaciones principales, pero irregular en su acabado general, que no queda del todo redonda por los motivos mas arriba expuestos. El texto es una delicia por mucho que algunos lo denosten, y siempre apetece ver una obra de Tennesse Williams. Por tanto si tenéis en cuenta lo que en esta crítica os cuento saldréis satisfechos, yo me lo pasé muy bien, pero un poquito por debajo de las expectativas que llevaba para ser sincero.



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viernes, 16 de mayo de 2014

Los Mácbez, Macbeth A Feira

De todas las tragedias de Shakespeare, mi favorita es Macbeth, creo que ya ha salido a colación mi adoración ante este soberbio texto de El Bardo, que me fascina por su oscurantismo, crudeza, y absoluto conocimiento de la naturaleza del ser humano. De todas las obras del repertorio de Shakespeare, es la mas extremada, la mas violenta y en mi opinión la mas catártica para el espectador. Macbeth no deja indiferente a nadie. Su texto es duro, muy duro, su acción muy agresiva, y la fusión de lo sobrenatural con lo cotidiano, apabullan. Lady Macbeth es uno de los mas grandes papeles femeninos jamás escritos, y la belleza dentro de la brutalidad de sus versos me impresionan profundamente.
Ante esto os podéis imaginar que se me hacía la boca agua ante la adaptación que se está representando en estos momentos en el María Guerrero, un reparto de campanillas, con mi adorada Carmen Machi, y el siempre solvente Javier Gutiérrez, y la supuesta garantía que ofrecen los Teatros Nacionales en cuanto a producción se refiere, me hacían esta propuesta muy atractiva, no iba yo muy convencido con el asunto de la adaptación, este Macbeth ambientado en Galicia, donde la lucha de poder se basa en la Presidencia de La Xunta, me chirriaba un poco, pero como uno es espectador desprejuiciado, fuí con buen ánimo, dispuesto a disfrutar de emociones fuertes e interpretaciones poderosas. La cosa funciona a medias como luego explicare, todo por culpa de la nefasta adaptación, innecesaria y desafortunadísima, que solo se salva por la solvencia de sus intérpretes.


El elenco es bastante amplio y en lineas generales muy correcto.
Chema Adeva da vida a Duarte ( Duncan de la versión original) también hace de chófer de Macbeth, personaje que no fui capaz de ubicar en el original, Sixto y una de las brujas, que en este caso son meigas, como mandan los cánones gallegos. Su interpretación de Duarte es mayúscula, con ciertos ecos de Manuel Fraga Iribarne, Adeva carga de matices este anciano cacique, que practica el nepotismo a diestro y siniestro y que da un poquito de grima. Destaco también su monólogo como chófer en el que estuvo realmente brillante. Jesús Barranco, crea un convincente Banquo, de gran naturalidad, con aspecto de gris burócrata, de principios inquebrantables y gran dignidad hasta las últimas consecuencias. Realmente ofrece un trabajo muy cuidado, cargado de pequeñas pinceladitas que aumentan la credibilidad del personaje, parece que está de paso, y efectivamente así es, su destino es pasar por la vida de su némesis, el tan aficionado a los cuchillos Macbeth. También hace de mayordomo de Macbeth, que sigue el destino de su amo hasta el final. Brilla especialmente en este papel, dando unas escenas finales prodigiosas. Laura Galán es la Presentadora-Narradora de este Macbeth tan conceptual, que necesita de aclarar al público donde se están desarrollando las diferentes acciones, canta una canción muy inquietante que gira ante la belleza de lo feo y la fealdad de la belleza, que es una especie de declaración de principios sobre la propuesta escénica. Además de este rol representa cuatro papeles mas, incluyendo a Florencio (hijo de Banquo) y a una estupenda Señora Vázquez, invitada a la esperpéntica fiesta que dan Los Mácbez para celebrar la investidura del personaje que da título a la obra. Este papel breve pero muy bien perfilado le va como anillo al dedo, es una mezcla entre maruja y prócer del partido del que todos los componentes de la función son afiliados ( y que yo con ojo avizor, vislumbré como el PP, je, je, je  ) está soberbia en su intervención, muy graciosa y muy natural. Galán se lo curra de lo lindo con su variedad de papeles, y en todos está correcta. Rulo Pardo da vida a Méndez ( Macduff en el original ) lo encontré francamente desafortunado, intentando dotar de un acento gallego a su papel y quedándose mas cerca del catalán que de lo que pretende, está sombrón, monocorde y muy aburrido en todas sus intervenciones, llegando a resultar irritante en algunos momentos, quizás precisamente eso es lo que se pretendía desde la dirección de actores, pero el resultado no funciona, y lastra un poco el desarrollo de la función, resulta muy poco convincente en dos momentos muy comprometidos, el descubrimiento del cadaver de Duarte-Duncan, y cuando recibe la noticia del asesinato de todos los miembros de su familia, falta intensidad y sobre todo falta verdad. Rebeca Montero da vida a Marcelina ( Malcolm en el original) está absolutamente soberbia en su papel, sobria, intimidante y muy enérgica. Da vida también a Rosa, la maltratada doncella de la Sra. Mácbez, una de las Meigas y la Sra  Méndez. Su transición de Sra. Méndez a Marcelina después de su asesinato es mayúscula, realiza un trabajo estupendo con un cambio de rol cara al público, resuelto de una forma muy acertada. Encontré muy interesante en general el trabajo de Montero, transmitiendo frialdad y pulcritud a partes iguales.Carmen Machi como Sra. Mácbez ( Lady Macbeth en el original) absolutamente increible, sin lugar a dudas la mejor del reparto, ofrece momentos de gran intensidad dramática y su primer monólogo, uno de mis favoritos de Shakespeare, da miedo mucho miedo. Crea una Lady Mácbeth completamente despiadada, vulgar matrona, de gustos muy primarios y con una insana relación con su igualmente adorable esposo. La transición a la locura y la famosa escena de la mancha de sangre, es soberbia, roza el patetismo y consigue que casi nos de pena el precio tan caro que paga por su desmedida ambición. Ver a Machi es un festival de audacia, esfuerzo y una interpretación que parece que le sale de las tripas. No hay ni un pero, su forma de decir los versos hipnotizan, y espanta ante las brutalidades que dice de la forma mas natural. Sobresaliente para Machi y uno de los grandes sustentos de la función. Javier Gutiérrez da vida al Sr. Mácbez ( Macbeth en el original) Gutiérrez ha optado por un Macbeth menos pueril de lo que habitualmente se suele representar, es muy agresivo y aunque duda en su primer crimen, enseguida le pilla el gusto a esto de la sangre. Su creación es la de un convincente trepa, político profesional, que tiene mucho mundo interior, y que el refleja muy bien en el gesto. Es un gran trabajo, de gran calado y profundo estudio psicológico del personaje, el final de la función es un recital de buen hacer sobre el escenario, dando momentos muy intensos, y que deja al espectador helado en su butaca. Otro sobresaliente para Gutiérrez, actor que ya he visto en varias ocasiones, y que se caracteriza por lo introspectivo de sus interpretaciones. Me gusta mucho, lo reconozco y sin lugar a dudas se deja la piel sobre el escenario.


Vayamos con la propuesta escénica. Andrés Lima ha optado por una acertada visión de impactantes imágenes, violencia muy gráfica y estética feísta-decadente. Todo se desarrolla en un agobiante cubo de color blanco en el que solo hay tres asépticas sillas de plástico, las luces son fundamentales, dotando de unas atmósferas muy conseguidas a cada momento. El principio de la función desconcierta por su crudeza, y recreación en la belleza de lo feo, las tres Meigas, de libidinoso carácter producen mucha inquietud y sus dos apariciones son muy poderosas. El espectáculo tiene una linea muy clara, válida y coherente, ambientado en la actualidad, sin que resulte chirriante en ningún momento. Lima consigue incomodar al espectador con lo que presencia, incluso lo provoca y como revulsivo funciona a la perfección. La dirección actoral es muy efectiva, dotando de mucho empaque a la mayoría de las interpretaciones, y con unos juegos escénicos muy bien resueltos. Sin duda su labor es extraordinaria, y su visión de Macbeth es fabulosa y muy acorde con las tendencias actuales en cuanto al teatro de vanguardia se refiere.


Vayamos ahora con el gran fallo de la producción, y que hace que no sea un espectáculo redondo. La desafortunadísima adaptación de Juan Cavestany. No hay por donde pillarla, chirría continuamente, rozando la parodia, no se si es intencionado o no, pero en caso de serlo no funciona, porque la obra no tiene ninguna gracia. Ver a Mácbez ofreciendo percebes y Ribeiro a diestro y siniestro, y diciendo perlas como " la Plaza Del Obradoiro ha sido tomada" es un espectáculo que solo se salva por el enorme trabajo de los actores. Para mas inri de las tres profecías de las Meigas solo se cumplen dos, ya que una vez derrocado Mácbez, la que asciende al deseado puesto de Presidente de La Xunta, es Marcelina, por tanto el hijo de Banquo no llega a ser lo que las brujas profetizaron. Plantear el conflicto en base a un cargo político y no a un cargo dinástico es un error de dramaturgia muy grande, ya que todo se convierte en un sinsentido, y la fuerza que posee el original, se desvanece, hablando en plata diría que es muy poco el muerto para tanto luto. No es lo mismo matar por un trono que por un cargo político, la carga épica se desvanece y va naufragando hasta hundirse del todo según avanza la acción. Repito, labor de altura la de los actores que consiguen llevar a buen puerto tamaño despropósito. La producción tal y como se presenta, con el texto original sería una genialidad, la adaptación parece que va llenando de parches una rueda que no tiene ni un solo pinchazo, es decir algo completamente innecesario.


En resumen, una propuesta recomendable por su elevada calidad artística, profundamente lastrada por un texto que no tiene salvación ninguna. Puristas recalcitrantes abstenerse, y espectadores desprejuicidados sed muy conscientes de lo que vais a ver, interpretaciones mayúsculas, un impactante montaje, y una extraña versión de Macbeth, que hace aguas por todos lados.

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domingo, 20 de octubre de 2013

Doña Percfecta, La Imperfección De Los Perfectos

He leído mucho a Galdós. El novelón decimonónico me encanta, por varias razones. Su tono algunas veces descaradamente operístico, a pesar del Naturalismo imperante, las descripciones minuciosas del paisaje y el paisanaje de una época muy convulsa, y sus sufridas heroínas, en un mundo mayoritariamente masculino.Forman parte de mi iconografía personal. Soy mucho de grandes personajes, grandes historias, y dramones " mas grandes que la vida". Llevaba 15 días sin ir al teatro, tenía mucho mono y no sabía muy bien que ver. Despues de visualizar el teaser, me animé por esta Doña Perfecta en el María Guerrero, que me resultaba atractiva por el asunto, pero que me daba un poco de miedo, ya que no estaba muy seguro ni de la adaptación ni de el tratamiento que se le iba a dar a tan difícil texto. Así que paraguas en ristre, nos dirigimos mi Santo y yo a uno de los teatros mas bonitos de Madrid, sin tener muy claro si lo que íbamos a ver, sería una velada de teatro con mayúsculas, o un fiasco tan grande como el número de páginas de Fortunata y Jacinta. La verdad es que con el CDN, nunca se sabe, yo he visto de todo. Desde producciones absolutamente sublimes, hasta bodrios dignos de mejor causa, que me han producido grandes dosis de indignación, como espectador y como contribuyente. Con este ánimo nos sentamos en nuestras butacas, situadas en la fila dos, como a mi me gusta, para no perder ripio de las interpretaciones.




Se levantó el telón, porque hay telon, je je je. Algo que parece que ya no existe en el teatro y que a mi me encanta. Y empezó una de las mejores producciones que he disfrutado en mucho tiempo.El montaje es sencillo en escenografía pero muy efectivo en lo visual. Todo el escenario, hasta corbata y proscenio están forrados con unos ajados azulejos que tuvieron cierto lustre en un pasado, pero que se encuentran en franca decadencia. Como metáfora funciona a la perfección. Un pequeño tren anticipa la llegada de alguien, al gran protagonista de la obra, Orbajosa, ese monstruoso pueblo provinciano enquistado en la hipocresía, conservadurismo extremo y farisáica santurronería. La obra empieza con un tono de tensa comedia ligera, cambiando las tornas según va avanzando la acción, hasta finalizar como una auténtica tragedia griega o Lorquiana, no lo tengo yo muy claro, aunque creo que estos dos términos, se pueden complementar sin ningún problema. Acertadísima es la idea de ir hacia atrás en el tiempo a medida, que los caducos valores de Doña Perfecta lo van emponzoñando todo, con las trágicas consecuencias, que aquel que vea la función descubrirá. El triunfo de Doña Perfecta es una involución total, desde la España actual, pasando por la Posguerra, según se va afianzando su malvado plan, hasta mediados del S XIX, cuando la oscuridad de la España Negra, lo cubre todo.




No se por donde empezar con  un reparto de semejante envergadura, y solidez.Empezaré por Las Tres Troyas, que a modo de coro de teatro griego nos va contando al público lo que ocurre en escena. Diana Bernedo,Julia Moyano y Vanessa Vega, construyen un personaje dividido en tres, inquietante, preclaro, y con momentos de gran belleza, en la parte cantada. Nos llevan de la mano ante los hechos que se van precipitando delante de nuestros ojos.Gran error la elección de Karina Garantivá, como Rosario, cierto es que el personaje no está muy bien desarrollado, en la novela también ocurre, pero ante un reparto de este nivel, una actriz todavía tan verde, desluce mucho. En otra producción pasarían mas desapercibidas sus carencias, en este caso queda muy, muy floja, no dando ni el mas mínimo atisbo de entidad a un desagradecido personaje, que se queda cada vez mas desvaído a medida que avanza el espectáculo.Alberto Jiménez crea un Don Inocencio, netamente galdosiano, cura contradictorio, hipocritón y anclado en el pasado, que con falsa modestia trata de forma condescendiente a todo aquel que no opina como el. Es absolutamente asombroso el tratamiento de este personaje, muy real, gracioso y temible a partes iguales, con un gran calado, tanto en lo que dice como en lo que hace. Roberto Enríquez como Pepe Rey, está soberbio. Sobrio, elegante y muy pero que muy seguro en lo que hace, consigue dotar de mucha humanidad este maravilloso personaje, que simboliza el futuro, el progreso, la sinceridad y todo aquello que Doña Perfecta aborrece. El personaje lo tiene perfectamente pillado, encariñándose el respetable con el, desde el minuto uno. Sin duda un interpretación de campanillas, donde nada es gratuito, nada es artificio, todo está medido y muy bien medido.Para finalizar la Doña Perfecta de Lola Casamayor, absolutamente espectacular. El personaje tiene una evolución alucinante, siendo el trabajo de la actriz en este sentido  impecable, la que empieza siendo una gran señora de la alta sociedad provinciana, termina siendo una gorgona digna de mejor causa. El proceso de este cambio es pasmoso, llegando muy dentro del espectador.El personaje tiene grandes dificultades, tanto por su complicada psicología, como por lo extremado del mismo. Me costará olvidar esta Doña Perfecta que forma parta de aquellos que nunca disparan un tiro sino que ordenan dispararlo. Sin duda un gran retrato de la Doña Perfecta que Galdós quiso plasmar. El resto del elenco está muy bien, es bastante extenso, por tanto no me puedo parar uno por uno, solo decir que todos cumplen con creces, con la excepción antes expuesta.







En resumen, una propuesta sólida en su planteamiento y en su composición actoral, que nos da momentos de gran intensidad dramática, siendo la guinda del pastel la estupenda gran escena del segundo acto entre Doña Perfecta y Pepe Rey. Mientras la estaba disfrutando la sensación de estar viendo Teatro con mayúsculas, flotaba por la sala, que placer tan grande se siente cuando esa magia se produce.El texto entraña grandes dificultades, por lo profundo de algunos pasajes, y el lenguaje que se utiliza. El trabajo del mismo esta muy conseguido, el espectador no pierde ripio, de una historia donde los grandes dilemas del ser humano se debaten y se plantean a calzón quitado. Ernesto Caballero logra una producción superlativa, muy bien dirigida, con una idea muy clara de lo que quiere y un planteamiento muy galdosiano en cuanto a la presentación de los personajes. La adaptación de la novela también corre de su cuenta, siendo magnífica. La esencia de Galdós, su calado social, casticismo contenido y sobre todo, su  profundidad de ideas y conocimiento de la naturaleza humana están mas que plasmados.





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