viernes, 29 de mayo de 2015

Cuéntame La Marchenera

Me resultaba muy interesante el pequeño ciclo de conciertos dramatizados con los que se cerraba la temporada lírica del presente año en el Teatro De La Zarzuela, dicho ciclo está compuesto por La Dogaresa de Rafael Millán, y La Marchenera de Federico Moreno Torroba. Como solo se llevaron a cabo dos conciertos de Dogaresa, por motivos profesionales, me resultó imposible asistir, con gran pena por cierto ya que es una obra que me gusta mucho. Me propuse no perderme La Marchenera bajo ningún concepto, y gracias a un improvisado y feliz ofrecimiento, ayer me vi en el estreno de la bellísima obra de Torroba. Sin duda uno de los atractivos de este concierto, está en Carlos Álvarez, que después de muchos años vuelve a nuestro repertorio lírico, creando la expectación lógica que un cantante de su nivel crea entre los aficionados.
La idea de "explicar" la obra mientras esta se lleva a cabo en versión concierto me parece muy acertada, su ejecución no tanto como luego explicaré, y es una inteligente manera de llevar a cabo títulos que en estos tiempos de crisis, parece ser que no son abarcables, en nuestro panorama cultural público. Teniendo en cuenta que cada año la temporada se va adelgazando mas y mas, esperemos que esto solo sea una solución momentánea, mas que digna sin duda, pero de emergencia, ya que las obras para disfrutarlas en su esplendor y mantenerlas vivas, se deben poner en pie como originalmente fueron concebidas, es decir como música escénica.
Con la total certeza de que ayer si iba a haber una estrella era la música de Torroba, y bastante tranquilo por la parte musical ya que había garantías de buen nivel, me propuse sobre todo disfrutar y despedirme de esta temporada que ha dado para mucho en todos los sentidos, y que he tenido la suerte de disfrutar practicamente en su totalidad.



La Marchenera denominada como, Zarzuela En Tres Actos, con letra de Ricardo González Del Toro y Fernando Luque, y música de Federico Moreno Torroba, es una obra de gran vuelo lírico, elegante partitura, y soberbia orquestación. Se trata de un noble ejemplo de Zarzuela Grande bien entendida, impecable música y muy ambiciosa en el ámbito musical. De las virtudes o carencias del libro de la misma no puedo opinar, porque la verdad es que no nos enteramos mucho de que iba la cosa, por culpa de la farragosa dramaturgia que no consigue que se entienda muy bien de que va el drama en cuestión. Conocía la obra, pero solo en su parte musical, ya que nunca la he visto escenificada y teniendo en cuenta que hace mas de cincuenta años que no se representaba en La Zarzuela, y que la obra, dado su extensísimo elenco y dificultades escénicas, hace inabarcable su reposición en el ámbito privado, pues es una gran desconocida, de gran prestigio entre los aficionados, pero practicamente ignota a nivel escénico.



Voy con la crítica:
Ante el enorme número de solistas y partiquinos que la partitura ofrece, por razones obvias iré a los principales, ya que sería muy tedioso detenerme en todos los personajes.

Todos los comprimarios perfectos, en un complicado número de conjunto que abre la obra y que está muy limpio a nivel musical en líneas generales, y que dada la dificultad del mismo es de agradecer. Añadir que tener como comprimarios a Enrique R. Del Portal, Hévila Cardeña, Emilio Sánchez, Didier Otaola, Teresa Castal, Francisco Sánchez y todo el resto del elenco incluida la estupenda cantaora Sara Salado, es un lujo, y un acierto a tener muy en cuenta.

Javier Muñoz y Fernando Sansegundo, como Serafín Bravo y Blas Cantero, personajes hablados.
Muñoz y Sansegundo dan vida a los dos supuestos libretistas que unen sus talentos para poner en pie La Marchenera. Con esta premisa somos testigos del trabajo literario y es la excusa para que se nos cuente el argumento de la obra. La cosa no funciona por varios motivos, Desaciertos de dirección actoral muy notables y una texto en lineas generales muy plano y soporífero, que hace que el espectador desconecte a los cinco minutos perdiendo totalmente el hilo de lo que La Marchenera es. Sansegundo excesivamente gritón, intenta imprimir carácter con recursos equivocados a este Blas Cantero, claro representante de la vieja guardia "zarzuelera" de modos autoritarios e inmovilista en sus posiciones. Muñoz está mas acertado, pero su personaje tiene poca chicha, que aprovecha pero no del todo. Es muy notorio hablando de la dramaturgia, que lo que me interesó mas del texto fue el conflicto entre estos dos autores que representan el pasado y el futuro del teatro en un momento convulso en nuestra escena, y lamentándolo mucho he de decir que La Marchenera no va de eso. Ahí está el problema, si me interesa mas el que debería ser el conflicto secundario que el cometido principal que es contar La Marchenera, estamos ante una propuesta fallida a todas luces. Y dirigida con cierta torpeza a nivel actoral.

Gabriel Blanco, tenor cómico como Orentino y Amelia Font, soprano como Taravilla.
Ambos correctos, especialmente Font, dotando de mucho oficio sus dos dúos, siendo la Pavana, (aunque a mi me sonó a chotíviris, ja ja ja) que acontece durante el Tercer Acto deliciosa desde todo prisma. Blanco tiene una voz muy abaritonada de gran solvencia y que se mueve sin problema en la zona central, tan apropiada para su papel.

Rocío Ignacio, soprano como Valentina.
A Ignacio le ha tocado en suerte una difícil entrada en escena, con la bella, complicada y celebérrima Petenera, que es posiblemente la pieza por la que esta Marchenera ha pasado a la historia. Rocío Ignacio empezó fría, gélida, muy centrada en la técnica y ofreció una impoluta interpretación de su romanza a la que le falto tripa, pero le sobraron recursos con brillantes y templados agudos. Según fue avanzando la función la cosa se fue animando dando momentos de gran lirismo en su dúo con el tenor, y en el cuarteto con el que finaliza la obra. Ofreció su bello timbre, voz grande y sin duda fue una mas que digna Valentina que estuvo a la altura del resto del elenco.

Carlos Álvarez, barítono, como el Conde de Hinojares.
Inconmensurable. Álvarez es uno de los grandes, no hay discusión y todas y cada una de sus intervenciones fueron soberbias. Su efectista primera romanza fue de grabación, amplio en el volumen, perfecta dicción, fraseo delicioso, y un gusto cantando que apabulla al mas valiente, su dúo con Amparo Navarro fue otro de los momentos de la noche, siendo exactamente lo que nuestro género lírico pide, tanto en estilo, como vocalmente. Escénicamente elegantísimo, Álvarez manda sin proponérselo, con eso se nace, y sin duda así se refleja sobre las tablas. Ayer Carlos Álvarez nos dio una de las noches de la temporada, siendo posiblemente el mejor cantante que he visto este año en el Teatro De La Zarzuela, espero que se anime mas veces y nos deleite al público madrileño. Su presencia engrandece y ennoblece nuestra zarzuela, situándola en el nivel que se merece.

Alejandro Roy, tenor, como Don Félix Samaniego.
Estupendo con peros, peros que no son culpa suya. El problema estriba en que el papel no le va, y en la zona media abre en exceso desguarneciendo un poco la voz, pero amiguitos, cuando llegan los momentos de bravura y los agudos, nos lleva al cielo. ¡Que voz! bellísma de timbre y transmitiendo mucho cantando. En el dúo con Valentina en el Segundo Acto es donde mas se acusa lo poco apropiado que es el papel para un tenor de sus características. Perfecto en la emisión, gran volumen y ajustadísimo con la orquesta sirvió momentos estratosféricos cuando la partitura se lo permitió.

Amparo Navarro, soprano, como Paloma La Marchenera.
Navarro ofreció una sentida interpretación vocal, de un papel complicado en lo musical, y que lleva a cabo con gran solvencia. Cierto es que la voz está oscurecida de forma un tanto artificial, y que tiene algún problema con la dicción, pero su lectura fue tan sensible y dotada de una musicalidad tan notable, que se nos olvidan los pequeños matices que arriba relato. La voz es grande, resolutiva en el  agudo y lo que es mas importante, llega con gran emotividad. Sus apartes en el concertante con el que finaliza el Segundo Acto, fueron oro puro, y fue sin duda una Marchenera mas que interesante que reconozco que me gustó mucho.

El Coro Del Teatro De La Zarzuela, perfecto como es habitual, muy empastado y ajustado con la orquesta, en una obra bastante difícil en algunos momentos.



Vayamos con la dirección musical. Aquí debo comentar que si bien al Maestro Miguel Ángel Gómez Martínez, le di un palito en La Del Manojo De Rosas, es de justicia reconocer cuando un trabajo está bien hecho. Gómez Martínez, estuvo acertadísimo tanto en los tiempos como en el sonido, sacó lo mejor de la Orquesta De La Comunidad De La Comunidad de Madrid, con una concisa lectura, de crescendos realmente electrizantes, y momentos de un intimismo conmovedor. la ejecución del famoso intermedio que transcurre entre el segundo y el tercer acto, fueron otro momento de la noche, con unas cuerdas (otra vez) en absoluto estado de gracia. Perfectos es poco y sin lugar a dudas, el foso fue una de las estrellas de la noche.



Escénicamente, la cosa fue por otros derroteros, falta continuidad durante todo el espectáculo. A nivel técnico, especialmente en el segundo acto, un desastre sin paliativos, sobre todo con las luces, en el que el  tremendo desajuste que presenciamos, empañó la función a unos límites totalmente inadmisibles en el Teatro De La Zarzuela. El bello concertante que da fin  al acto, se cantó totalmente a oscuras, y si bien es cierto que desde el principio de la función se barruntaba la tragedia, la cosa llegó al paroxismo en el momento que narro. Todo el concierto tiene cierto aire de improvisación a nivel técnico que no pudo menos que pasmarme ante los medios con los que La Zarzuela cuenta y que parece ser que no han resultado como se esperaba. Cierto que era un estreno, pero hay unos mínimos que se deben mantener, y la falta de ensayos ha sido muy notoria. A eso añadiría poca falta de reacción en los momentos mas problemáticos. Lamento ser muy duro pero la sensación de estar viendo un "bolo" no dejó de rondarme durante el transcurso de la función. Supongo que en las funciones que quedan la cosa se arregle, y que se llegue al nivel deseable, en una producción de estas características, y con el altísimo nivel que ofrece.



En resumen, una propuesta imprescindible, que cualquier aficionado a la zarzuela no se debería perder. Estamos ante una propuesta de altos vuelos en lo musical, que satisface al espectador mas exigente, y que a pesar de los fallos a nivel escénico que he comentado, no deja de dar prioridad absoluta y mas que justificada a la música, auténtica protagonista de la noche



*Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible

viernes, 15 de mayo de 2015

El Sí De La Clementina

El Neoclásico, reconozco que no es uno de mis períodos favoritos, soy mas de tripa, tanta corrección me resulta soporífera, y la armonía en las formas y fondos, está muy bien, pero para un ratito. Soy persona que en lo artístico le gusta lo desmesurado, me encanta el Romanticismo, el Verismo,  y todos los "ismos" que funcionen mas con el corazón que con el cerebro. Soy mediterráneo amiguitos, que le voy a hacer.
Esto no significa que desprecie las obras que se hayan llevado a cabo durante esta época, simplemente significa que me conmueven menos, cada uno es como es, y se identifica con aquello que mas le llega, soy visceral por naturaleza, y se nota en mis gustos, je, je, je.
A pesar de lo arriba narrado, me llamaba la atención Clementina, la única zarzuela compuesta por Luigi Boccherini, y que sin duda es una "rara avis" dentro de nuestro legado cultural, me apetecía escuchar como sonaba esta obra, de ecos afrancesados en su mensaje, y poco española en su concepción y estructura musical. Este repertorio se debe rescatar, ya que no solo de Soutullo y Vert vive el hombre, y no por poco habitual, se debe menospreciar. El legado musical español es muy extenso, bastante desconocido y poco valorado en líneas generales, esta vez toca dar la enhorabuena al Teatro de La Zarzuela, por la recuperación de este titulo practicamente ignoto. Esto si que es zarzuela, señores, y uno de los cometidos es recuperar obras y repertorios, otra cosa es sacar del baúl una opereta francesa, de poquito interés, como ya comenté en su momento.
Con ánimo curiosón, dispuesto a disfrutar de una velada tranquila, sosegada como el Neoclásico es, y achicharrado por el calor que estamos teniendo estos días, me acerqué al Teatro De La Zarzuela, deseando fervientemente que esta vez, si hubiera aire acondicionado. Lo hubo, je , je, je, y la tarde resulto la mar de refrescante en el mas amplio sentido de la palabra.



Clementina, denominada como Zarzuela en Dos Actos, de Luigi Boccherini, con letra de Ramón De La Cruz, es una mas que interesante propuesta, tanto en lo musical, como en lo literario, digna hija de su época. Dentro de un contexto netamente burgués se nos presenta una comedia de costumbres, al mas puro estilo de Moratín y su Sí De Las Niñas, que está pululando durante toda la obra, con un enredo ligeramente Mozartiano, y algo bucólico en su planteamiento. La obra es deliciosa, me enamoró el uso del lenguaje de Don Ramón De La Cruz, y la música de Boccherini, aparentemente sencilla, que nos va atrapando según avanza la función, para que finalmente nos subyugue , y nos deje impresionados, por las enormes dificultades que entraña, sobre todo vocales.
El asunto, es leve, un lío amoroso al estilo de la época, politicamente correcto según los cánones burgueses del momento, con final agridulce para los parámetros sociales que hoy en día nos rigen, pero que a pesar de lo leve de su historia, de lo ligeramente aleccionadora que es, y de lo complaciente con las clases acomodadas de la época, nos llega sin problema al espectador de hoy en día, por su altísima calidad. Escuchar su música y su texto es un placer para los sentidos, y el crescendo del enredo está muy bien tramado, siendo el resultado brillante e interesante a partes iguales.
Clementina es zarzuela de salón, ya que se compuso con ese propósito, mediante un encargo de la Condesa-Duquesa de Benavente, para que se representara en su palacio, pero esta denominación, no debe mermar las cualidades de una obra, que me ha sorprendido y agradado muchísimo.



Vayamos con el elenco, muy homogéneo, atinadísimo y de gran vuelo en lo musical.

Manuel Galiana, actor, como Don Clemente (papel hablado)
Galiana es un grande de nuestros escenarios y así lo demuestra, dotando de mucho oficio y profesionalidad, a un papel a priori desagradecido, pero que solventa con bastante empaque, soltura, y cierto aire de burgués mas bien molesto por los acontecimientos que vienen a interrumpir su cómoda vida, que encontré la mar de acertado. Da perfectamente el papel, y sirve un Clemente, que a los ojos de hoy en día nos parece muy poco clemente, valga la redundancia, pero que cae simpático, y al que entendemos perfectamente como un hombre de su tiempo, que simplemente se rige por los parámetros que marcaba la sociedad en su época.

Xavier Capdet, actor, como Marqués De La Ballesta (papel hablado)
Capdet, es una de las estrellas de la función, consiguiendo una creación mayúscula, de este poco refinado marqués, solterón, engreído, y borrachín, que hizo las delicias del respetable. De prodigiosa técnica actoral, imponente tono vocal y corporal, Capdet brilla mucho y con gran justicia en uno de los bombones de la función, que requiere de un actor de su envergadura para que sea llevado a buen puerto, Me fascinó su trabajo, lo reconozco, sólido como una roca, muy bien pensado, y muy bien movido. Este tipo de actor que juega, se la juega, y gana me resulta muy interesante, el secreto está en lo mucho que disfruta sobre el escenario, consiguiendo que disfrutemos con el los espectadores.

Toni Marsol, barítono, como Don Lázaro.
Marsol en el mas claro código de basso buffo, a la italiana, cumple en la parte musical de una forma mas que digna, con un bello timbre, gran intencionalidad cantando, y nos obsequió con una primera aria deliciosa. El personaje le pilla un poco fuera de tesitura y tiene algunos problemas de volumen, no muy notorios, la verdad, en las partes mas graves del papel. No importa lo mas mínimo, ya que en lineas generales, ofrece un trabajo con tanta calidad, tan bien enfocado en lo actoral, y tan bien entendido en lo escénico que el hecho de que se pierdan algunas notas, queda en algo meramente anecdótico. Disfruté mucho con sus intervenciones.

Juan Antonio Sanabria, tenor, como Don Urbano.
Soberbio, Sanabria tiene entre manos el papel mas endiablado de la función a nivel musical, especialmente su última aria, de dificilísima ejecución, tanto por tesitura como por su coloratura. Sanabria está perfecto, con una voz de hermoso timbre, pequeña y delicada, aunque corre sin problemas, como el papel requiere. Sirvió un sensible trabajo, donde prima el fraseo, la perfección técnica, cuidadísima lectura, y belleza del sonido. Actoralmente está un poco verde todavía, el papel dramaticamente hablando no tiene mucho lucimiento, pero un poquito mas de seguridad se hubiese agradecido, cuestión sin duda de tiempo, y rodaje. Lo que ofrece a nivel vocal es tan magnífico que aunque hubiese cantado sentado en un sofá durante toda la función, nos hubiese dado igual. Su aria final, reconozco que me fascinó.

Beatriz Díaz, soprano, como Cristeta.
Mas que correcta, de ella hay varias cosas que me gustaría resaltar sobre la voz. Tiene squillo, el paso de la voz precioso, y no le cambia el color en el agudo, características que me resultan muy atractivas, en líneas generales cantó con gran brillantez, perfecta en la suave coloratura de su personaje, y deliciosa en lo actoral, sirvió una estupenda función, interesantísima a nivel vocal, y mas que divertida  en cuanto a la composición del personaje. Los papeles de criada siempre son muy lucidos, Díaz lleva al terreno de la frescachonería, naturalidad e inteligencia, un agradecido papel, que le va como anillo al dedo.

Carol García, mezzosoprano, como Doña Damiana.
García, sirvió una estupenda interpretación vocal, con una voz nada pesada, de perfecta emisión, grande y muy matizada en lo vocal. Actoralmente me gustó mucho, logrando que parezca realmente una señora mas mayor de lo que ella es, sin aspavientos, ni excentricidades. Simple presencia escénica, actitud y un bonito acento andaluz, que funciona como pequeña seña de identidad, de un personaje que no acaba de estar perfilado del todo en el texto.

Vanessa Goikoetxea, soprano, como Doña Narcisa.
Goikoetxea, ofreció momentos de gran altura especialmente en sus dos arias, siendo la primera la de mas difícil ejecución y que canta sin el mas mínimo problema, con gran gusto y un fraseo exquisito. Actoralmente está estupenda, especialmente en el Segundo Acto, donde su personaje tiene mas chicha y sale a la luz su verdadera naturaleza. Precisamente es ahí, en su segunda aria, donde Goikoetxea brilla mas en la parte actoral, perfectamente apoyada en lo musical, y nos da uno de los mejores momentos de la función.

Carmen Romeu, soprano, como Doña Clementina. 
Romeu, que ya me fascinó en el Manojo que vimos el año pasado, no se anda a la zaga en esta Clementina de la que es protagonista. Con la voz grande y muy hecha, nos deleitó con su estupendo legato, magníficos filados, que ya recuerdo que me impresionaron en su Ascensión, y su gran efectismo cantando. Clementina es el papel mas dramático de la partitura, y Romeu lo sabe, dotando de mucho lirismo a su interpretación vocal. Brilló como una gran cantante, luciendo poderío en el agudo, y vendiendo todo el pescado, en una interpretación  muy sólida. Actoralmente está muy correcta, elegante y sobria, dando perfectamente lo que esta Clementina, tan juiciosa, y responsable pide.




La dirección musical, corrió a cargo de Andrea Marconi, siendo ésta acertadísima bajo todo prisma. Marconi ofreció una lectura fresca y divertida de la partitura, aligerándola de una forma magistral, consiguiendo un divertimento perfecto, una lectura profunda, muy matizada en la parte vocal, y un control absoluto de la Orquesta De La Comunidad de Madrid, que desde que empezó la función, ya nos deleitó con la Sinfonía que abre la partitura. Sonido conciso, con las cuerdas en estado de gracia, esas cuerdas tan importantes en esta función, y que aquí brillan con gran justicia. Quizás y por rizar el rizo, un poquito menos de volumen en algunos momentos hubiese estado bien, pero no molesta y en general Marconi cuida mucho a sus cantantes. Me acordé mucho de Palumbo y de su "personalísima" Traviata en el Real, ya se sabe que comparaciones son odiosas, y en este caso, comparando Marconi gana por goleada.





Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Mario Gas, se ha lucido, si señor. Para llevar a cabo esta zarzuela, ha optado por una sencilla pero muy bien pensada ilusión, ver Clementina de la manera en que fue concebida, teatro de salón. De esta forma asistimos, como si fuéramos un selecto grupo de invitados de la Condesa-Duquesa de Benavente, a una representación de Clementina en su palacio, Para ello tenemos un sencillo pero elegante espacio escénico, muy bien aprovechado, que bien podría ser una estancia palaciega acondicionada para el evento, que con un simple cambio recrea dos ambientes distintos, bellos en su sencillez, y perfectamente funcionales. 
Gas mueve a sus actores por la escena de forma magistral, huye del envaramiento, dota a la función de suave comicidad, y la va entonando a medida que avanza la función, con un sentido de la teatralidad, absolutamente magistral. Visualmente hay varios momentos de gran brillo, especialmente el Brindis con el que comienza el Segundo Acto y el Allegro-Concertante con el que finaliza el primero,
Mención aparte merece el estupendo trabajo que ha hecho con la figuración, perfectamente integrada en el espectáculo, y que Gas, hombre de teatro hasta el tuétano, mima con gran tino, ya que sabe que la figuración, remata muy bien o muy mal un espectáculo, dependiendo del uso que se haga de ella.

Luces de Paco Ariza, claras, elegantes y que dotan de cierto ambiente veraniego a la función, la mar de adecuado, dado lo ligero del enredo.

Tambien los bellísimos figurines de Antonio Belart deben ser tenidos en cuenta, detalladísimos, y muy en la linea del refinado espectáculo que se nos sirvió.

Decir como nota aclaratoria, que las fotos no se corresponden en su totalidad al elenco que yo vi.


En resumen, una muy grata sorpresa, de indudable interés artístico, que todo aficionado debería ver, ya que plantea una concepción distinta de nuestro género lírico desde un punto de vista musical, y un refinado espectáculo a todos los niveles, que estoy seguro que hará las delicias de los aficionados no solo a la zarzuela, sino a la lírica y a la música en general.

*Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible











lunes, 11 de mayo de 2015

Inconmesurable y Eterna Medea

La primera tragedia griega que vi en directo, fue Medea, la terrible, vengativa y doliente Medea. Aquella producción, bastante modesta a nivel artístico, me dio mucho que pensar, lo primero por la pobre lectura de tan tremebundo texto que vi, y la asombrosa psicología de un personaje tan complicado como es Medea. 
La estupenda propuesta Teatro De La Ciudad, nos trae a Madrid, tres grandes tragedias clásicas, con reparto de campanillas, Medea, Antígona y Edipo Rey. Antígona me voy a quedar sin verla, ya que las entradas han volado, Edipo espero verla en breve y Medea, la pude disfrutar en directo hace unos días con gran entusiasmo.
Me gusta Aitana Sánchez-Gijón, desde que la vi hace mucho tiempo en una Gata Sobre El Tejado De Zinc Caliente, en la que se merendaba sin piedad a un Tony Cantó no muy afortunado. Me pareció un animal escénico, y no la había vuelto a ver sobre las tablas, así que esta propuesta de Andrés Lima, se me hacía la mar de apetitosa. Conozco el trabajo de Lima, nada complaciente, casi siempre sorprendente, y muy pensado, así que me saqué las entradas raudo y veloz, dispuesto a pasar una velada de emociones fuertes en el Teatro de La Abadía.
La cosa funcionó como esperaba, saliendo profundamente impresionado, de una de las mas grandes tragedias jamás escritas. Sin duda Medea, es un texto que nunca está de mas revisar, por todo aquello que plantea y como lo plantea. 




Si hay un mito femenino por antonomasia es Medea, todas las frustraciones que la sociedad machista promueve. Todos los conflictos que las mujeres no pueden, por las normas sociales, afrontar como hombres, y en definitiva, todo aquello que durante siglos, y aún a día de hoy, pesan sobre el sexo femenino como un yugo, ya estaban presentes en la época de Séneca. 

Medea de Eurípides dice en cierto momento, lo siguiente:

"De todo lo que tiene la vida y pensamiento, nosotras las mujeres, somos el ser más desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y éste es el peor de los males. Y la prueba decisiva reside en tomar a uno malo o a uno bueno. A las mujeres no les da buena fama la separación del marido y tampoco les es posible repudiarlo".

Nadie le pregunta a Medea sobre su destino, nadie piensa, y a nadie le importa, que su ultraje, puede tener consecuencias tremendas para la propia Medea, y nadie calibra, el poder de las mujeres, aunque tengan que utilizarlo con subterfugios, para que finalmente, aquellos que piensan por ella, de forma irremediable, se vean abocados al desastre, incluida la propia Medea, que ante la imposibilidad de tomar las riendas de su propia vida, se toma dolorosa venganza, cebándose en aquello que mas le duele a Jasón, su esposo, y a ella misma. Sus propios hijos, que se convierten en mártires de los sucios juegos de los adultos, para horror de todos los testigos de semejante drama, y desolación de la propia Medea, cuando se da cuenta de la salvajada que ha cometido.




La versión que esta crítica ocupa, es del propio Andrés Lima, que aúna distintos autores que utilizaron el mito de Medea en sus propios textos. Lima de forma muy inteligente coge lo mejor de cada uno, lo hilvana a la perfección y crea un espectáculo muy redondo en cuanto a la dramaturgia se refiere, que explica perfectamente lo que el mito es, y simboliza.



Vayamos con el elenco.

Juana Gomilla, como Corifea.
Gomilla, está perfecta en sus intervenciones, casi en su totalidad cantadas, logrando con su voz crear unas atmósferas tremendamente inquietantes, que refuerzan maravillosamente la acción dramática, de privilegiada voz, tanto en la zona aguda como en la zona grave, ofrece interpretaciones de gran dificultad vocal, que no dejan indiferente a nadie, se ayuda de un contrabajo un tanto desvencijado, de peculiar sonoridad, que incrementa todavía mas el dramatismo de lo que acontece en escena. Todo un acierto la elección de Juana Gomilla, para tan simbólico papel, etéreo en algunos momentos, y atroz en otros.

Laura Galán, como Nodriza.
Estupenda, en su rotundidad, maternal, y cruel a partes iguales, doliente como Medea, en la mas pura linea de madre nutricia y arropadora. Ver a Galán moverse por el escenario con medida agitación, de espasmódicos  movimientos, siempre atenta, siempre escuchando y siempre sirviendo a Medea-Aitana, es un lujo. Galán sirve una interpretación muy bien ajustada en lo físico, perfectamente apoyada en la voz, de gran fuerza escénica, y mucha inteligencia en la composición  del personaje, visceral y tremebunda a partes iguales, ofreció momentos de gran altura dramática.

Andrés Lima, como Corifeo, Creonte y Jasón.
Flojo, la verdad. Intuyo que se buscaba, como en una especie de ensayo, que el director diese la réplica a su actriz, pero el recurso no acaba de funcionar del todo, ya que si bien es cierto que Lima sirve perfectamente las frases a Aitana Sánchez -Gijón, su discreto distanciamiento de lo que ocurre en escena, le resta un poco de fuerza a la acción dramática. Entiendo que se planteaba el efecto de neutralidad, para que resaltase mas la interpretación principal, pero no acaba de ser del todo efectivo, y no pude dejar de ver a Andrés Lima soltando texto, y no a ninguno de los personajes que lleva a cabo, para que la pobre Medea, en un trabajo muy destacable buscara la emoción, mas en ella misma que en lo que Lima ofrece.

Aitana Sánchez-Gijón, como Medea.
Inconmensurable. Sánchez-Gijón se deja la piel en el escenario, en una esforzadísima interpretación de gran calado, tanto psicológico, como dramático. Desde que la vemos aparecer en escena, sabemos que su personajes está completamente sobrepasado por el dolor y la impotencia, ante los acontecimientos, que la convierten en marioneta del destino.
Su uso de la voz es fascinante, como maneja el texto a su antojo, y como consigue que cada vez que nombra a Jasón, un cuchillo nos atraviese de parte a parte. Su interpretación impacta, con momentos ciertamente apabullantes, como puede ser el ritual de hechicería, primitivo y oscuro, en el que literalmente se sumerge en un hipnótico trance que a mi personalmente me puso los pelos de punta. La Medea que Sánchez-Gijón ha creado, es vengativa, dulce, terrorífica, frágil, estable e inestable emocionalmente dependiendo del momento, en un festival de emociones, en las que el espectador se sumerge como si de una montaña rusa se tratara. Nos sentimos identificados con ella, comprendemos lo que hace y por que lo hace, nos horrorizamos cuando lo hace, y nos conmovemos con ella, cuando es consciente del parricidio, que sirve como catártico ante el espectador, y ante la propia enajenación de Medea, que cegada por sus instintos, no calibra lo que ha hecho, y como se ha cebado en dos pobres inocentes de la forma mas cruel que podamos imaginar.
Sin lugar a dudas, Aitana Sánchez-Gijón ha puesto toda la carne en el asador, y triunfa rotundamente, en una salvaje interpretación, que no deja indiferente a nadie. Valiente, arriesgada y jugando con la función de principio a fin, merece ser reconocida como una Medea de altura, revulsiva, dramática, visceral y acertadísima desde todos los ángulos.



Vayamos con la propuesta escénica.
Andrés Lima, sirve una portentosa producción de gran empaque, minimalista y conceptual, con un sentido de la estética muy operístico, que ofrece unas inquietantes y enrarecidas atmósferas, marca Lima, muy acertadas. El luto domina la escena, elegante y desasosegador, llegando al paroxismo en la evocadora de escena del asesinato, de simple y desgarradora eficacia. El uso de las músicas es imponente, llegando a incomodar al espectador en los momentos culminantes, siendo el ritual de hechicería su punto álgido, plasticamente hablando de la producción. Resulta imposible quedarse indiferente ante las impactantes imágenes que se nos ofrecen, tanto por su lirismo como por su particular y atroz belleza. La función es elegantísima, de principio a fin, todo se desarrolla en un espacio indefinido, negro como el alma de los personajes, hostil, incómodo y macabro.
La dirección actoral es prodigiosa, con un control absoluto de los tiempos, en los que el ritmo sube y baja de forma impecable, en un tira y afloja dramático de gran efectividad, que hace que el espectador se deje llevar desde el minuto uno, por este torrente emocional que es Medea.



En resumen, una propuesta de altura, imprescindible, y necesaria, que ningún aficionado al teatro se debería perder. Honestamente pienso que estamos ante un acontecimiento teatral, que no debe pasar desapercibido, tanto por su altísimo nivel artístico, como por la interesantísima propuesta escénica que Lima ofrece. Me puedo aventurar a decir, que es uno de los mejores espectáculos que he visto esta temporada que está a punto de finalizar. Yo no me la perdería, estamos hablando de TEATRO con mayúsculas, catártico, y de gran intensidad.


*Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible


jueves, 7 de mayo de 2015

La Traviata Redentora

Hablar de La Traviata, se me antoja difícil, es como hablar de El Quijote. La Traviata, posiblemente sea la ópera mas famosa de todas, aunque esté en competencia con Carmen en este asunto, y creo que es algo que depende mas de los gustos de aquel que le da la victoria a una ante la otra, que sobre una base fundamentada.
Por mucho que algunos se echen las manos a la cabeza, y digan que montar una Traviata en el Real no tiene interés, la verdad, es que no solo lo tiene, sino que es necesario abarcar este repertorio, exactamente igual que se abarcan otros. Hacía diez años que no se representaba en el Coliseo Madrileño, y la verdad es que no es fácil verla en producción de primer nivel en mi ciudad.
Como ya he dicho muchas veces, soy espectador desprejuiciado, y poco snob, es decir me gusta La Traviata, no me avergüenza decirlo, y no solo me gusta, sino que la disfruto mucho. No es mi Verdi favorito, lo reconozco, pero La Traviata es como una vieja amiga, que siempre está ahí, reconocible, querible y emocionante como la que mas. Por tanto me alegré de la programación de este título, y no veía la hora de ir a disfrutarla al teatro. Decir que nos gusta La Traviata, no nos convierte en aficionados de baratillo, la magna obra de Verdi, posee gran cantidad de cualidades, que la convierten en piedra angular, y que da al aficionado, de la mejor manera posible, todo lo que se le pide a la ópera como género. Emotividad, belleza musical, un drama bien tramado, dificultad vocal, y que encima a poder ser, se salga del teatro tarareando una melodía. Traviata solo tiene un tremendo pecado sobre sus espaldas, para los mas snobs de los snobs, que es popular, ohhhhh tremendo y nefando pecado. Cuando la ópera se convierte en mayoritaria, según el criterio de algunos, se debe repudiar, queda muy bien decir que no gusta, y despreciarla para no juntarse con los mortales que lloran a mares con las desgracias de la pobre Violetta, disfrutan de la música y se dejan llevar por lo que realmente importa, y no aquello que envuelve al mundo de la ópera, y que tanto me repatea el higadillo.



Con las hormonas un tanto revueltas, por esta locuela primavera que nos está tocando en suerte, me acerqué al Real, con ganas de disfrutar, pasármelo bien y tener una velada sin complicaciones. Pues no solo fue así, sino que vivimos una noche de altura lírica, mas que estimable como iré narrando.



Por abono me tocó el segundo reparto, y bastante que me alegré, ya que para mi era el mejor, y una vez estrenada la función, leído lo leído y escuchado lo escuchado sobre el primero, no me equivoqué.
Espinoso tema el de los repartos, y su numeración, ¿ que criterios se siguen para decir quienes son los segundones,  o en este caso, hasta tercerones ? Supongo que prima el nombre, antes que las posibilidades canoras, pero para ser justos, visto lo visto, mi elenco merecía ser primer elenco, sin lugar a dudas. Como yo soy pobretón, y solo me he sacado abono popular, pues me alegro de que por una vez, nos haya tocado el gordo de navidad, aunque no fuese intencionadamente.



Voy con el elenco:
Comprimarios perfectos, en especial la refinada Flora de Marifé Nogales, y la muy realista Annina de Marta Ubieta, alejada de cualquier atisbo de superficialidad, que ofreció gran calidad en todas sus intervenciones.

Ángel Ódena, barítono, como Giorgio Germont.
Estupendo, atronador en el volumen, gran gusto cantando, con una fraseo impresionante, bello timbre, y muy sentido en sus intervenciones. Sus dos últimas frases, cargadas de arrepentimiento me llegaron al alma. Ódena, sirvió un templadísimo Germont, autoritario, de gran carácter, dominando la partitura desde el minuto uno, y dando el aire exacto a un personaje, que entraña grandes dificultades, tanto vocales como actorales. El célebre "Di Provenza" que suelo encontrar soporífero, fue resuelto con mucha emotividad, e impoluto crescendo, en una lectura acertada que reconozco que me sorprendió muy gratamente. Lo mejor de la noche, el Dúo con Violetta en el Segundo Acto, donde la terrenal voz de Ódena fue el contrapunto perfecto a una etérea Irina Lungu, en uno de los momentos que mas disfruto de esta ópera.
Actoralmente está mas que correcto, de gran presencia física, creando un elegante caballero, con mucha clase, y haciendo lo que tiene que hacer, mandar en sus escenas. Germont está para cortar el bacalao en sus tres grandes momentos, Ódena lo sabe, y lo hace.

Antonio Gandía, tenor, como Alfredo Germont.
Atinadísimo, Gandía ofreció una interpretación de gran belleza en lo musical, de mas que bonita voz, y estupenda colocación, nos dio un sonido de mucha calidad. La difícil y desagradecida  Cabaletta, con la que da inicio el Segundo Acto, fue sin duda magnífica, con la voz ligera, nada pesada, y sin irse al agudo tradicional aunque no escrito por Verdi, algo que a mi no me molesta en absoluto, pero que creo que al tenor de lo escuchado durante la función, lo hubiese dado sin ningún problema. Uno de los mejores momentos de Gandía estuvo en el Dúo que transcurre en el Último Acto, muy emotivo, y también se lució mucho en la parte mas dramática del Concertante, donde dio la intensidad justa para que llegara al respetable, tal y como fue concebido. El " Un Dì, Felice" del Primer acto, se vio ligeramente empañado, por la batuta, como luego explicaré, pero empezó a dejar vislumbrar lo que Gandía iba a ofrecer.
En la parte actoral, está un poco menos implicado emocionalmente que sus compañeros, pero no molesta, lo encontré bastante natural, y si bien es cierto que no es un Alfredo de gran intensidad dramática, lo suple con la por otra parte magnífica interpretación vocal.

Irina Lungu, soprano, como Violetta Valery.
MA-RA-VI-LLO-SA. Lungu es una magnífica cantante, de enorme expresividad en su voz, que transmite perfectamente todos los difíciles estados de ánimo por los que pasa nuestra heroína.
Empezó fría, algo que no se yo, si es culpa suya o de la dirección escénica, pero amiguitos, una vez que se puso a volar me dejó anonadado. La  Cabaletta, cortó el hipo, perfecta coloratura, y se fue a un espléndido sobreagudo, pleno, potente y electrizante, que a mas de uno le debió de despeinar en su augusta butaca de patio, dejando el listón muy alto en el primer descanso. Escuchando su color de voz, supuse que nos daría un soberbio Segundo y Tercer Acto, donde seguramente se sentiría mas cómoda. Efectivamente, así fue. Bellísimo Dúo con Germont, de casi irreal delicadeza, muy emotivos apartes, y gran sentido del dramatismo, atronador Amami Alfredo, largo y muy efectista, delicadísimo Concertante, que me puso muy tiernecito emocionalmente, especialmente en su solo, con una inteligente lectura dramática de lo que está cantando, que todavía ennoblece mas el personaje de Violetta, ya que no suplica, sino que consuela y redime a su ultrajador con mimo y delicadeza sorprendente. La repanocha vino en el Tercer Acto, donde nos dejó con el corazón en un puño, tanto en la intensísima lectura de carta, como en un sobrecogedor " Addio Del Passato" de perfecta integración de lo dramático con lo musical.
Lungu es una mas que solvente Violetta, que cumple perfectamente durante toda la función, con momentos de un dramatismo estratosférico, y férrea vocalmente. Hacía mucho que no veía una Violetta tan intensa, tan bien cantada y tan inteligentemente interpretada. Solo con cantar ya tiene hecho el noventa por ciento del trabajo, cuando un cantante tiene la facultad de llegar al público de esa manera, el resto va rodado, con Lungu ocurre exactamente eso. Espero verla y escucharla mas veces en el Teatro Real.
Fue ovacionadísima con gran justicia, por parte de un entregadísimo público, algo que teniendo en cuenta como se las gasta la afición madrileña, no es poco.



Coro correcto, mejor los chicos que las chicas, los toreros se meriendan a las gitanas sin discusión. Los mejores momentos estuvieron en el "Si Ridesta In Ciel L´aurora" con un soberbio final, muy conseguido, y en el Concertante, de gran belleza, y ajustadísimo en volumen y tiempos. Sus primeros números, Brindis incluido, estuvieron deslucidos por culpa de la batuta de Palumbo, pero según avanzó la función y se fue ajustando la dirección musical, la cosa estuvo a la altura.

Muy desafortunado el ballet, no por ellos, que los pobrecitos bailan muy bien, sino por lo ramplón de la coreografía que les ha tocado en suerte, ligeramente vulgar, en su tímida y poco adecuada obscenidad dado el lugar donde se desarrolla. Fue uno de los momentos menos inspirados de la producción. El momento ballet, en Traviata, pocas veces se trata bien, o se le da la justa importancia. Siempre he encontrado un poco pegote esta escena, pero viene bien para aligerar el drama, y si no funciona se acusa mucho. En este caso, no pega ni con cola, lo que se baila, ni como se baila.

La dirección musical de Renato Palumbo, irregular, con tiempos raros, y un primer acto muy mal enfocado, a toda mecha, que desangela todavía mas la ya de por si gélida propuesta escénica. Según fue avanzando la representación la cosa mejoró, y uno se queda con la sensación de que ha escuchado una versión, muy poco ortodoxa, por decirlo suavemente, pero con bastante efectismo en algunos momentos. Palumbo se olvida de una cosa, y es muy notorio, la estrella de la función se llama Giuseppe Verdi, no Renato Palumbo, y ahí radica el problema de esta Traviata, de personalísima lectura, mas que discutible y realmente desafortunada en algunos momentos. Me gustaría a mi saber, si con los otros elencos, tenía el mismo volumen en la orquesta, y que se oía sobre el escenario. Por suerte este elenco va sobrado, pero ayuda por parte de la batuta, muy poquita.



Voy ahora con la propuesta escénica.
¡Ay! los registas y sus ideas... La producción se puede considerar netamente clásica, aunque esté ligeramente transportada en el tiempo, con momentos ciertamente apolillados, especialmente en los números de conjunto, con un coro que hace de coro y nada mas, y que no ha sido nada cuidado en lo escénico. La producción tiene un acierto muy notable, y es que todo se desarrolle sobre la tumba de Violetta, el resto, pues bueno, pobretona, con un uso nefasto del espacio escénico, reducido a la mínima expresión. A ver si se van dando cuenta los directores, que para conseguir atmósferas asfixiantes no es necesario reducir el tamaño del escenario, menos mal que mi entrada es centradita,  si llega a ser en la temporada próxima, donde he sacrificado situación a cambio de ver mas títulos, me hubiese hartado a ver cortinas y decapitados. Todo se desarrolla en un espacio escénico que hubiese hecho las delicias de Morticia Addams desde el principio al final, y la producción es excesivamente sencilla para los parámetros que deben ser de recibo en el Real. Ese Último Acto, en el que solo hay una cama, queda paupérrimo, y un tanto improvisado, no llegando a los niveles necesarios, sobre todo teniendo en cuenta los precios cada día mas prohibitivos que el Real oferta . La producción viene firmada por David McVicar, pero en el programa aparece Marie Lambert como directora de reposición, deduzco yo que McVicar no vino a Madrid, ni a saludar, en fin como diría uno que yo me se... son cosas de estos tiempos. En líneas generales, esta Traviata a nivel escénico no aporta nada, y resta algunas cosas, ya que su excesiva frialdad, tétrica estética y pobre acabado, no acaba de convencer, y no despunta en la línea correcta.



En resumen, una propuesta de gran nivel musical, y decepcionante en lo escénico, que a pesar de sus desaciertos, no deja de tener su interés, y que refleja de una forma mas que digna la grandeza de la música de Verdi, y de una de las mas gloriosas óperas jamás escrita. Quedan algunas funciones, otra cosa es que queden entradas, ya que las dieciséis funciones, están teniendo un tremendo éxito de público. Como aclaración decir que las fotos, no se corresponden en su totalidad al elenco que yo vi.




*Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible