sábado, 28 de noviembre de 2015

La Del Soto Del Parral, El Gran Repertorio Vuelve a Madrid

La Del Soto Del Parral era una de las producciones que mas me apetecía de la presente temporada del Teatro De La Zarzuela, que amén de escasa, no es muy afortunada que digamos, ya que entre la poca zarzuela que se va a ver, y el escasísimo número de funciones por título, me aventuro a decir que o cambia la cosa en temporadas venideras, o la manifiesta crisis que el género está sufriendo se convertirá en agonía lenta y progresiva con fatal desenlace.
Este Soto es uno de los mas claros exponentes de lo que el público quiere, y de lo que se debe programar para llenar teatros y crear afición. No digo que solo se programen grandes títulos del gran repertorio, ojo, tiene que haber cabida para todo, pero si digo que se debe mantener, ya que es el mejor instrumento para acercar el género a los neófitos, y para que el aficionado acuda y deje sus dineros en taquilla, que nunca viene mal, por mucho que de teatro público estemos hablando.
El éxito que está teniendo (está practicamente todo vendido) esta producción es sintomático y muy notorio, en base a que lo que el Soto es y representa, practicamente ha desaparecido del Teatro De La Zarzuela, y eso señores no se puede consentir, la esencia de la zarzuela como género se encuentra en el repertorio mas habitual, es un género popular, y si se cercena esa condición prescindiendo de forma drástica de las obras mas conocidas, pues nos acabamos cargando el género. Creo que desde la temporada en la que se programaron Manojo y Verbena, no se había visto ninguno de los grandes títulos que son conocidos por lo que son, algo que el Señor Pinamonti ha llevado a gala durante su era, con nefastos resultados, y unos mínimos en cuanto a taquillaje realmente deprimentes tanto para el aficionado como para el profesional de nuestra lírica patria.
Ayer me acerqué al coliseo de la Calle Jovellanos, ávido de Zarzuela, así con mayúsculas, y no me equivoqué. Con un teatro hasta la bandera, varios niños presenciando la función, mas gente joven de lo habitual y un entregadísimo público que se moría por disfrutar con la zarzuela, tan poco querida ultimamente por las altas esferas.



La Del Soto Del Parral, denominada como Zarzuela en Dos Actos y Tres Cuadros de Luis Fernández De Sevilla y Anselmo C. Carreño y música de Reveriano Soutullo y Juan Vert, es con gran justicia uno de los títulos mas afamados y mas queridos de todos los que se han compuesto en nuestro país.
Estamos ante una obra redonda desde todo prisma, claro exponente de la zarzuela regionalista que tanta aceptación tuvo en los años 20 del siglo pasado, y una de las mejores composiciones de las que se hicieron durante el canto del cisne que supuso el segundo auge de la Zarzuela Grande.
Musicalmente es una de las cimas de nuestro repertorio, de fuertes inspiraciones veristas, especialmente en el Dúo Soprano- Tenor y en el Concertante, uno de los mas difíciles, efectistas y completos, de todos los que se han compuesto nunca para una zarzuela. Con una complicada partitura, que precisa de unos solistas y conjunto mas que solventes, una gloriosa orquestación de gran intensidad dramática y una partitura que en líneas generales recrea las atmósferas de lo ocurrido en escena con sorprendente solvencia. Nos encontramos sin duda ante un material de base de primerísimo nivel que merece ser representado en todo su esplendor y con los mejores medios posibles, para que se pueda disfrutar en toda su extensión.
El libro también es muy inspirado, con un interesante drama rural tan en boga en aquellos tiempos, y que combina muy sagazmente lo netamente cómico con el drama mas descarnado, siendo el resultado final muy redondo, y que por mucho que algunos digan lo contrario, sigue aguantando el tipo ante el paso del tiempo, mucho mejor que otras obras que también se encuentran dentro del repertorio habitual. 
Como nota aclaratoria, me gustaría decir que el Soto, no tiene absolutamente nada que ver con La Malquerida de Benavente a no ser el nombre de la hacienda en la que se desarrolla el drama, es un error de bulto habitual que se debe aclarar ya que ni el asunto ni el tono, tienen nada que ver en ninguno de los dos títulos.



Vayamos con el elenco, en líneas generales mas que correcto, y muy disfrutable.

Juanma Cifuentes, actor-cantante, como el Tío Prudencio.
MA-RA-VI-LLO-SO, Cifuentes conoce el género hasta el tuétano y se nota, sabiendo perfectamente lo que el Tío Prudencio pide y como lo pide. Cifuentes consigue una mayúscula creación alejada de los clichés habituales y permite que nos caiga simpático el culpable del embrollo que casi deriva en tragedia. Impecable de tono, con su impagable presencia física, y su absoluto control del material que tiene entre manos, Juanma Cifuentes sirvió algunos de los mejores momentos a nivel actoral de la velada, con unos mutis de órdago y unas inflexiones con la voz interesantísimas. La organicidad de todo lo que dice y de todo lo que hace son su mayor baza.

Luis Álvarez, barítono, como el Tío Sabino.
Correctísimo, en una sentada y sobria interpretación que le va de perlas al sensato Tío Sabino. Álvarez viejo conocido para los aficionados aporta mucho oficio y también conocimiento del género en un personaje muy difícil y que no siempre luce como es debido. Sus escenas con Juanma Cifuentes están muy bien llevadas y es el contrapunto perfecto a la comicidad del imprudente Prudencio.
Vocalmente cumple mas que de sobra en el número de la consulta, resuelto sin el mas mínimo problema vocal, cantado con gran intención y con la justa comicidad, sin caer en lo chabacano, algo que por desgracia a veces ocurre con este pasaje.

Didier Otaola, tenor cómico y Aurora Frías, soprano, como Damián y Catalina.
Geniales, ambos, en un código naturalista que limpia de forma muy acertada la caspa con la que a veces los cómicos son tratados en nuestra zarzuela. Tienen momentos de gran lucimiento tanto actoral como musical. El dúo cómico está maravillosamente resuelto escenicamente y ambos intérpretes lo aprovechan al máximo, así como la escena con la que comienza el segundo acto, que es una de las mas bonitas de la función y que está ejecutada de forma ejemplar, con gran pulso tanto en el ritmo como en la intención. Frías como es habitual en ella brilla mucho en los momentos que tiene que bailar, es sabido que fue cocinera antes que fraile y se agradece infinito y está encantadora en lo actoral. Otaola luce pachorra y disfrute escénico desde que sale a escena siendo su interpretación muy agradecida y la mar de convincente.

Alejandro Roy, tenor, como Miguel.
Uno de los triunfadores de la noche, y mas que merecido sin duda. Roy sirvió una soberbia función de altos vuelos musicales, donde primó la belleza de la voz, la bravura en los momentos mas dramáticos, y la delicadeza en los mas líricos. Amplio de volumen, de brillante agudo, y perfecta dicción, Roy ofreció un trabajo de gran calidad, de exquisita belleza y férrea robustez vocal. La romanza que se añade en el Teatro de La Zarzuela, para darle mas entidad al tenor de la función, y que consiste en el famoso Bella Enamorada de El Último Romántico con la letra cambiada, fue uno de los mejores momentos de la noche y sin duda el mas ovacionado. Tenores como Roy engrandecen nuestro género, y ofrecen exactamente lo que la zarzuela pide. Actoralmente está correctísimo cumpliendo sin problema, pero aunque no fuera así, me daría igual, su interpretación musical justifica totalmente su inclusión en este Soto.

Javier Franco, barítono, como Germán.
Irregular, y de menos a mas. Ya en El Caserío que vi el año pasado en los Teatros Del Canal advertí de lo poco adecuado que era el papel para su voz, y aquí ocurre exactamente lo mismo, y con los mismos problemas. Sirvió una destemplada romanza inicial, que no estuvo a la altura de lo que una de las mas insignes páginas de nuestra zarzuela pide. Cierto que atacar en frío "Ya Mis Horas Felices" es un toro bravo, pero mas allá de estas disquisiciones, el problema estriba en que un barítono netamente lírico, cuando abarca un repertorio tan pesado como este se encuentra con serios problemas difíciles de solventar. Franco oscurece la voz de forma artificial y no acaba de encontrar la colocación idónea, siendo el resultado final poco satisfactorio, el vibrato empieza a asomar preocupantemente, el agudo se encuentra estrangulado y la zona grave se ve continuamente eclipsada por la tremenda orquestación de la obra. Si bien es cierto que a medida que fue avanzando la función se fue entonando, y que su dúo con la soprano fue notable, no acabó de rematar la función por lo que arriba describo. Elegir el repertorio de forma adecuada es primordial para un cantante, equivocaciones de este tipo a larga se pagan estoy completamente convencido. Actoralmente está estupendo, Franco es un gran artista, que no se si está mal aconsejado o está buscando su repertorio definitivo, algo que siempre es un momento delicado en la carrera de un cantante.


Saioa Hernández, soprano, como Aurora.
Hernández está magnífica, en uno de los mas difíciles papeles para soprano de nuestro repertorio y que le va como anillo al dedo. Hernández sirvió un sensible interpretación musical de imponente volumen, impactantes agudos, especialmente el que finalizó el concertante, y una inteligente lectura musical de impoluta técnica que no falla en ningún momento. La voz es grande, nada pesada y tiene "squillo" algo que vale su peso en oro. Destaco especialmente sus apartes en el dúo con el barítono en el que unas notas flotantes de gran impacto me atravesaron de punta a punta, notas cantadas con extrema sensibilidad y que definen muy bien el estudiado trabajo vocal que lleva a cabo. Otro momento de gran brillo, esta vez de bravura fue el dúo con el tenor donde se nos llevo al séptimo cielo en lo dramático, dado el nivel que Roy y Hernández nos dieron. Un diez por tanto para esta soprano que ya está dando mucho que hablar, y con gran justicia. Actoralmente está estupenda, dando a la perfección el adusto pero sensible carácter de esta doliente Aurora, cabal y real como la vida misma.



El Coro del Teatro De La Zarzuela, dirigido por Antonio Fauró, magnífico como viene siendo habitual. Sirvieron una función muy cuidada en lo musical, y de gran empaste en todos los números, el comprometido concertante estuvo ajustadísimo en su caballo de batalla, que son los tiempos, y el ampuloso crescendo en el sonido dio el justo toque de grandiosidad que dicho momento requiere. Estupendo trabajo para variar el de el coro titular, y en total consonancia con la línea de trabajo en esta masa coral.

Ballet con coreografía de Amelia Ochandiano y Luis Romero muy atinado, y dotando de gran brillo a los números de conjunto, especialmente el cuadro de la boda, tan bellamente resuelto.

Martín Baeza-Rubio, dirige la OCM, con gran eficacia, dotando de mucho dramatismo al espectáculo, y de una belleza muy lírica a los dos intermedios que acontecen durante la función. Baeza-Rubio cuida mucho a los cantantes, no se pasa con los volúmenes, y sabe perfectamente con los cantantes que cuenta aunando sin ningún problema foso y escena en una inspiradísima lectura, quizás con tiempos un tanto apresurados en algún momento pero que no molesta en exceso, dado el trabajo global tan redondo que ofrece.



Vayamos ahora con la dirección escénica.
Amelia Ochandiano acierta con su visión del Soto, que no es del todo ortodoxa pero si respetuosa y atinada. Huyendo del folclore barato, Ochandiano lleva este Soto hacia el bucolismo, con una estética casi de cuento, preciosista y colorista que funciona en la mayoría de sus propuestas. Solo dos momentos no acaban de cuajar, la un tanto extremada ejecución de la Ronda De Enamorados ,con hoces sinuosamente castradoras incluidas, que lastra un poco la sensualidad del número, y el otro momento que no se entiende bien es la apertura de telón del segundo cuadro del segundo acto, donde las piernas de los bailarines recrea a unos otoñales árboles, la idea es magnífica, pero la primera imagen que se lleva el público no es la que pretende. El resto de la producción se ve con mucho agrado, haciéndose el espectáculo cortísimo, ya que el código de los actores, el ritmo conseguido y el tono de la función es perfecto, alejado de tipismos, y convencionalismos zarzueleros que no hacen mas que  alejar al público del género.
Especialmente atinado toda la escena de la boda resuelta con gran belleza escénica y un empaque muy de agradecer.
Ochandiano sirve un espectáculo fiel al Soto, respetuoso y de brillante resolución escénica, estamos ante una visión sublimada y alejada del habitual tono duro que se le da al Soto, para conseguir un espectáculo amable, de gran dramatismo cuando la obra lo requiere y muy equilibrado en la parte actoral, algo que siempre es de agradecer, y que no defrauda al espectador habitual del género, que identifica perfectamente lo que ve.




En resumen una mas que recomendable propuesta de altos vuelos tanto en lo musical como en lo escénico, que es una muestra de como se pueden hacer las cosas de forma correcta, sin caer en lo manido, pero con respeto. Estamos ante zarzuela realizada con criterio, cariño, y sobre todo ejecutada con unos niveles de calidad mas que aceptables. que nos deja un sabroso regusto en el que se nos dice que no todo está perdido en nuestro género lírico.Ojalá veamos muchas mas producciones como este Soto, será bueno para la zarzuela, y será magnífico para el espectador y lo que es mas importante, es un montaje que puede crear afición en las futuras generaciones, que a fin de cuentas es lo que en este momento mas urge para que la zarzuela se mantenga en el lugar que merece estar por derecho propio. Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.




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jueves, 26 de noviembre de 2015

La Ira De Polifemo, Iracundo Teatro, Necesario Teatro

La ira, ese sentimiento tan primario que sale de dentro como un volcán en erupción, que va subiendo por el estómago y que estalla en nuestra boca, puños o piernas, sin control y pavorosamente fuerte y que tan presente está en nuestra sociedad. Vivimos tiempos iracundos, la gente siente ira, una mas justificada que otra, y otra que en forma de grito nos muestra lo afortunados que somos unos ante otros. Tiempos convulsos nos tocan en suerte, y nuestro teatro, espejo de la realidad, bien que se dedica a plasmarlo. Desde la ironía, la comedia o el drama. Desde un tiempo hacia acá el teatro de denuncia, está en auge, teatro político o teatro social, que tanto influye en en pensamiento y que tan buen reflejo de la sociedad es.
Hace un tiempo empecé a recibir informaciones sobre una obra de enigmático título, La Ira De Polifemo, y reconozco que me llamó la atención, como no solo de teatros nacionales vive el hombre, y como hay que ver de todo, no me lo planteé mucho a la hora de sacarme la entrada para esta Ira De Polifemo que ofrecía emociones fuertes, reflexiones duras, un texto incómodo, y una arriesgada propuesta de teatro alternativo, que ultimamente por razones que no vienen al caso está tomando mucha presencia en mi entorno.
 Con frío en el ambiente, estado pre-resfriado y ávido de emociones fuertes, me acerqué a La Usina para ver que tal se nos daba la noche. La cosa estuvo a la altura como iré narrando, y salí gratamente sorprendido ante lo visto.



La Ira De Polifemo, dura obra firmada por Francisco J. De Los Ríos, se trata de un texto episódico que consta si no he contado mal, de tres historias diferentes y un prólogo. Cada episodio se desarrolla en un lugar y momento diferente, cuyo nexo de unión es la ira, en sus distintas vertientes y en tres formas diferentes de expresarse, la ira progresiva, la ira mas fría y controlada aunque de desastrosas consecuencias, y la ira mas explosiva y menos reflexiva.
Francisco De Los Ríos asocia la ira a Polifemo, cuya furia resulta terrorífica cuando Ulises lo deja ciego como bien se cuenta en La Odisea, siendo (y esto es suposición mía) la sociedad actual dicho gigante, ciega, y sin tener muy claro el motivo, llena de ira.
De Los Ríos, aborda varios problemas de nuestra sociedad contemporánea, desde el drama de los inmigrantes, hasta la discriminación homosexual, pasando por la represión política. Para ello utiliza un lenguaje variado, poético con interesante lirismo en algunos momentos y duro y directo en otros, en un acertado equilibrio que remata con la inclusión del algunos textos de mi obra favorita de Shakespeare, Macbeth. Siendo el resultado final impactante y muy reconocible para cualquier espectador implicado en la realidad con un mínimo sentido de conciencia social.



Vayamos con el elenco, muy atinado en líneas generales, (cada actor da vida a varios papeles y en el programa no vienen especificados)

Fernando Bodega, si bien es cierto que todavía no está completamente desarrollado como actor hay suficientes mimbres como para ver los árboles entre el bosque. A favor su estupenda presencia física, la inocencia que emana, y su entrega. En contra, la falta de escucha,  y la todavía poco desarrollada reacción ante lo que ocurre en escena. Su creación de joven aspirante actor, que se equivoca de parte a parte en las formas y en el fondo, a pesar de no estar del todo redondeada funciona, ya que su personaje emana violencia, ternura y patetismo en igual medida. Un poquito de control en los tiempos, y una progresión mas sentada en las emociones harían perfecto un trabajo sin terminar de pulir, pero que apunta maneras.

Jennifer Baldoria, magnífica en todos los registros que toca en la función. Su primer monólogo me llegó muy dentro por varios motivos, la verdad que rezuma, la cotidianidad del drama que plantea, y su mirada, esa mirada que nos clava de forma inclemente, mientras nos pide una ayuda, y nos cuenta que no está aquí por gusto. Dota de gran empaque a todas sus intervenciones, con una implicación emocional mas que considerable, especialmente durante la durísima historia que abre la función. Imponente de tono y muy concentrada, sirvió una estupenda y difícil función, donde su versatilidad como actriz quedó mas que patente. Baldoria ofrece un trabajo honesto, entusiasta y muy atinado en líneas generales, que me impactó en algunos momentos por su altura dramática.

Javier Lago, absolutamente incomensurable en sus intervenciones, especialmente en la soberbia creación de un actor homosexual venido a menos, con mas capas que una cebolla. Lago sirve momentos antológicos cuando recita Macbeth con ferrea sabiduría escénica, y sorprende cuando lanza pullas despiadadas en una valiente interpretación alejada de cualquier prejuicio y que Lago lleva hasta sus últimas consecuencias sin el menor atisbo de afectación. Su estupenda voz y magnífica dicción son otra baza importante que rematan un intachable trabajo que me dejó bastante impresionado por su solidez y absoluto dominio del difícil material de base con el que se mueve.



La producción está firmada por el propio autor del texto, Francisco J. De Los Ríos, siendo la dirección actoral bastante acertada, dotando de mucho empaque a las interpretaciones, y dando un ritmo muy adecuado a la función, algo que en los espectáculos episódicos es realmente difícil. Cada historia tiene el tono perfecto, subiéndonos De Los Ríos en una especie de carrusel emocional, donde de forma muy medida se nos van desnudando los sentimientos de los personajes hasta el clímax que da fin a cada historia. Dirigida en un código naturalista, aunque si me voy al lenguaje operístico, diría que casi verista ante el tremendo y descarnado drama que presenciamos en algunos momentos. De Los Ríos dota de mucho juego teatral a esta producción, que se pasa en un suspiro, y que sin duda está muy pensada en su ejecución. Nada es gratuito, todo está justificado, y eso amiguitos es muy de agradecer, y como ejercicio teatral siempre funciona, todo aquello que se justifica se entiende, y en este espectáculo, su mensaje y su ejecución son de una claridad y una limpieza meridiana.




En resumen, una estimable y necesaria propuesta, que se hace todavía mas necesaria en estos tiempos que corren, ya que el teatro debe reflejar y denunciar la realidad con toda su crudeza para que reaccionemos ante lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. La obra es dura, pero real, y en eso estriba su mayor virtud, a veces un bofetón de realidad nos hace poner los pies en el suelo para seguir viviendo siendo un poquito mas justos con nosotros mismo y con los demás.

sábado, 21 de noviembre de 2015

El Alcalde De Zalamea, Un Acontecimiento Teatral

Me cuesta mucho ir a ver teatro clásico español, no porque desprecie el Siglo De Oro, sino por todo lo contrario, lo amo tanto que cuando no está a la altura me cabreo mucho, y además no hay nada mas aburrido que un Lope de Vega o un Calderón mal ejecutado, y como uno ya está curtido en malas experiencias, pues casi siempre le da pereza.
Reencontrarse con los clásicos, cuando se hacen bien siempre es gratificante, y el repertorio español es uno de los mas afamados de toda la literatura universal con gran justicia.
Los grandes títulos del Siglo De Oro, son como un viejo amigo  que no vemos a menudo, pero que cuando nos tropezamos de nuevo, nos hace reflexionar sobre lo pronto que se olvidan las cosas buenas.
Me surgió la oportunidad de asistir al montaje estrella de esta temporada de la Compañía Nacional De Teatro Clásico, El Alcalde de Zalamea con Carmelo Gómez a la cabeza, y no me lo pensé dos veces. Gómez llevaba bastante tiempo sin subirse a nuestros escenarios, y su vuelta me producía gran curiosidad, entre otras cosas porque le admiro mucho, y verle haciendo de Don Pedro Crespo me llamaba mucho la atención
Don Pedro es uno de los personajes mas importantes escritos en lengua castellana, y sin duda se trata de un desafío que requiere de un actor mas que solvente para que sea llevado a buen puerto. Gómez según mi entender estaba a la altura, así que muy animado me presenté en el Teatro De La Comedia, dispuesto a disfrutar de una noche de teatro inolvidable. La cosa estuvo por encima de lo esperado, y me atrevo a aventurar que esta producción es un auténtico acontecimiento teatral, y un hito que nadie debería perderse.



El Alcalde De Zalamea es una de las denominadas " Comedias Serias" de Calderón de La Barca, posiblemente escrita en 1636, y es una de las cimas del repertorio del escritor madrileño, y una de las piedras angulares del teatro universal.
Todos los valores inherentes al ser humano se encuentran en ella, el honor (tan importante en el Siglo de Oro) el amor, la justicia y sobre todo, la psicología humana en todas sus vertientes.
Se trata de un texto mayúsculo que combina a la perfección la comicidad con el drama mas crudo, el costumbrismo con el lirismo mas puro, y que a día de hoy sigue manteniendo pegado al espectador en su butaca, por lo vertiginoso de su acción, lo interesante que resulta el drama, y el magnífico equilibrio que ofrece.
El Alcalde de Zalamea, solo es abarcable con un elenco solvente que lo pueda llevar a cabo. Estamos hablando de un texto de referencia, y difícil de llevar a buen puerto si no se tienen los medios artísticos necesarios para ponerla en pie, algo que en esta producción como iré narrando está mas que demostrado.
Todos deberíamos tener la oportunidad de ver textos como este al menos una vez en la vida. Disfrutar de un Calderón a este nivel es una experiencia inolvidable, catártica y profundamente enriquecedora.



Vayamos con el elenco, extensísimo, así que iré a los principales roles para no hacer esto eterno.

David Lorente y Clara Sanchís, como Rebolledo y La Chispa respectivamente.
Correctos los dos, si bien es cierto que Lorente está un paso por encima ante Sanchís. Lorente sirve una creíble interpretación de un rufián que denota pocos principios, brutalidad y comicidad a partes iguales, estupendo de tono y físico, me resultó muy creíble. Sanchís si bien es cierto que cumple, está un poquito impostada en algunos momentos, siendo el resultado final, menos redondo que el de su compañero, ya que le resta credibilidad a un lucido personaje que tiene momentos de gran brillo pero que no acaba de estar rematado.

Francesco Carril y Alvaro De Juan, como Don Mendo y Don Nuño respectivamente.
Fantásticos ambos, especialmente De Juan, en una sensible, divertídisima y cargada de humanidad creación de un sirviente de un señorito del pan pringao, que pasa mucha hambre y que al final acaba recibiendo los golpes sin comerlo ni beberlo. Ver a De Juan en escena es una gustazo, tan concentrado, tan orgánico y sobre todo tan disfrutón. Carril, sirve una extremada y desopilante interpretación en un claro código de caricatura del noble venido a menos de la época. Las escenas que tienen en conjunto son estupendas, y el contrapunto perfecto para el drama principal de la obra.

Rafa Castejón como Don Juan
Le ha tocado a Castejón un personaje poco lucido, que esta vez no aprovecha del todo, el tono sosegado (excesivamente sosegado) que se la ha dado, no se si por parte de la dirección escénica para ser sinceros, lastra un poco su interpretación. Ante el brillo que tiene el resto del elenco parece un poco apagado. Cumple que duda cabe, pero si ya de por si, el personaje no está muy bien desarrollado en la trama, y no se le imprime el carácter necesario para darle mas relevancia, se va desdibujando a medida que avanza la función, para finalmente pasar mas desapercibido que a lo que nos tiene acostumbrado Castejón, habitualmente muy atinado en sus interpretaciones.

Jesús Noguero, como Don Alvaro De Ataide.
Tiene Noguero uno de los bombones de la obra, el malvado. Los malos siempre tienen mucha miga, y sin duda el actor  lo sabe. Si bien es cierto que ofrece una interpretación excesivamente convencional, con algunos recursos un tanto manidos, resulta muy eficaz, logrando una intensa creación que llega al respetable sin problemas, y que provoca  exactamente aquello que debe provocar. 

Nuria Gallardo, como Isabel.
Maravillosa, especialmente a medida que va subiendo el tono dramático de la función, tal y como su papel lo pide. Gallardo sabe estar en donde le toca y como le toca de una forma absolutamente pasmosa, desde sus discretas primeras escenas, hasta su explosivo monólogo después de la violación, que resulta ciertamente conmovedor.
El vínculo con su padre Carmelo Gómez es estupendo, y la durísima escena que tienen juntos, fue uno de los momentos mas emocionantes de la función.
Gallardo destila sensibilidad y buen hacer, en una interpretación que invita a la compasión y que es completamente redonda se mire por donde se mire.

Joaquín Notario, como Don Lope De Figueroa.
Notario está inspiradísimo en un papel que parece que el bueno de Calderón escribiese para este maravillos actor hace 500 años.
Notario es uno de nuestros mas destacables actores de teatro clásico, y se encuentra con gran justicia dentro de los habituales de CNTC.
Verle en escena es un gusto por varios motivos, su sabiduría escénica, la profundidad de su trabajo donde los recovecos de su personaje están a flor de piel, la impresionante presencia que ofrece y la absolutamente apabullante química con Carmelo Gómez, son lo que convierten su trabajo en mayúsculo. El duelo escénico durante toda la función entre Don Lope y Don Pedro, me atrevo a aventurar que es uno de los ejercicios teatrales de mas altura que he visto en mucho tiempo. No hay palabras para describir los sublimes momentos ofrecidos y el estratosférico juego actoral que Notario ofrece.

Carmelo Gómez, como Don Pedro Crespo.
A ver como explico yo esto, hay interpretaciones que trascienden mas allá de lo netamente escénico, del mismo modo que hay personajes que son "mas grandes que la propia vida" eso Gómez lo lleva hasta sus últimas consecuencias. Su forma de decir el verso, roto de forma impecable, y lo que es mas importante tan desbordantemente descriptiva ofrece algo que pocas veces he visto. Lo que Carmelo dice, el público lo recibe y lo saborea, consiguiendo que literalmente veamos y sintamos lo que describe. Gómez consigue que algo tan difícil como es abarcar a Don Pedro Crespo, parezca fácil, fácil sobre todo de digerir para el respetable que entiende perfectamente todo lo que dice y el motivo por el que lo dice y que empatiza desde el minuto uno con su sentado, preclaro y magistral trabajo.
Cuando el trabajo del actor fluye a este nivel la magia surge y nos arrastra en un torrente emocional que a mi personalmente me llevó casi al delirio. Gómez es sin duda uno de los  mas grandes actores de este momento, no me cabe ni la mas mínima duda.




Vayamos con la propuesta escénica.
Helena Pimenta, a la que sigo mucho, creo que se ha lucido, con la que me parece su mejor producción de todas las que he visto.
Pimenta ofrece un espectáculo de gran fuerza visual, desde que empieza hasta que acaba, apoyada en una sencilla pero eficiente escenografía de Max Glaenzel. La primera escena de los dos jugadores de frontón a cámara lenta, es de una belleza exquisita y engañosa, ya que es un remanso de paz ante la frenética acción en la que nos vemos envueltos desde que se dice la primera palabra sobre el escenario.
Una dirección escénica en completo estado de gracia lleva el espectáculo por unos exquisitos derroteros a todos los niveles siendo el resultado final una poderosa producción, asequible para el espectador, de efectista, efectiva y mas que pensada ejecución que no tiene ni un pero. Conocedora hasta el tuétano de nuestro Siglo De Oro, Pimenta con mano de hierro dirige a sus actores hacia donde ella quiere, lleva al público también hacia donde ella quiere y lo que es mas importante hace suyo el texto para dotarlo de la entidad, el ritmo y el empaque que una obra como esta se merece. Las soberbias luces de Juan Gómez Cornejo, son otro punto a tener muy en cuenta, ya que dotan a la producción de una belleza y una calidez ciertamente notable, reflejando perfectamente el lugar y el momento en el que acontece el drama, así como las diferentes atmósferas necesarias para que el trabajo de los actores llegué, mas si cabe, al espectador.



Además de lo anteriormente expuesto merecen mención aparte las estupendas y sorprendentes músicas elegidas para el espectáculo y las brillantes intervenciones musicales de la cantante Rita Barber, que en algunos momentos resultan muy impactantes. Otro punto a tener en cuenta son los bellos y funcionales figurines de Pedro Moreno que definen muy bien cada personaje.



En resumen, una imprescindible propuesta, que es una de las mejores producciones que este humilde servidor ha disfrutado ultimamente, y que ya forma parte de mi mitología personal como espectador. Salí del espectáculo con la adrenalina por las nubes, y con la sensación de haber asistido a un montaje histórico.
Lamentablemente, o gozosamente según se mire, está absolutamente todo vendido hasta que finalicen la temporada, si no fuera así yo repetiría seguro, me tendré que conformar con el recuerdo de lo vivido, y con las emociones a flor de piel que esta producción ofrece y que ya están incrustadas en mi memoria para siempre


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martes, 17 de noviembre de 2015

Go Zazo, Monologueando Que Es Gerundio

De todos los géneros teatrales, uno de los mas difíciles es el monólogo. Un buen monólogo es aquel que permite a un actor o actriz mostrar todos sus registros en un mismo espectáculo y que el actor además salga indemne de tan puñeterito trabajo.
He visto muchos monólogos, desde el mas sublime, personificado en un Shirley Valentine con Verónica Forqué, hasta alguno de muy dudosa calidad y que no nombraré por motivo obvios. Siempre me animo con los monólogos, no los televisivos, ojo, sino el teatral y mas completo, ya que que son un ejercicio interpretativo mayúsculo que me resulta muy interesante, y que me parece que puede dar mucho de si.
Para el actor se trata de un trabajo duro, desnudo de ornamento y donde prima el oficio y las capacidades del mismo. Es decir un mal actor en un papel dentro de una obra puede colar, en un monólogo rotundamente no, esto se explica de una forma muy simple: lo mas difícil para llevar a cabo un papel es la evolución del personaje, esto no se consigue mas que llevando las emociones hacia donde el texto nos indica. Para hacerlo correctamente hay muchas formas, algunas veces esto se puede hacer cuando no se está en escena, haciendo un trabajo previo que ayude a meterse en situación. Este trabajo es el mas arduo, el que mas implicación precisa, y en el que se encuentra la verdad de una interpretación. Esto en un monólogo se hace a cara descubierta y ante el público.
Pocos se atreven, pocos salen victoriosos, pero amiguitos, cuando lo hacen surge la magia, y se dirime la realidad del oficio del actor en su vertiente mas pura, todo el trabajo actoral está ahí para gozo del público.
Me surgió acercarme a una sala que desconocía en Lavapiés, se llama El Umbral De La Primavera, para ver un monólogo que me llamaba mucho la atención, Go Zazo que así se titula la obra y que no sabía muy bien de que iba pero que apuntaba maneras.
La cosa funcionó perfectamente como iré narrando.



Go Zazo, es un psicológico texto firmado por Tino Antelo, donde se refleja la esencia femenina y por que no, la esencia del ser humano en su vertiente mas íntima. Go Zazo parece que no cuenta grandes cosas, pero no es cierto, lo que cuenta es inherente al ser humano, y ahí estriba su mayor interés. Todos nos sentimos identificados con lo que Zazo dice, aunque en público lo neguemos en "artículo mortis" y las miserias y virtudes mas íntimas se ven sin ningún prejuicio y sin el menor pudor. A veces me doy asco, a veces me encanto, a veces me odio a veces me adoro, esa dicotomía diaria y esa contradicción tan humana es lo que plantea este estupendo texto de forma muy descriptiva y en algunos momentos muy lírica, con gran fuerza y atinado crescendo lietrario. Destaco el momento en el que nuestra (a partir de ahora) adorable Zazo, describe con un monólogo interno muy acertado, su peculiar visita a un banco, no cuento mas para no destripar de que va la cosa, pero absolutamente todo lo que pasa por su cabeza está perfectamente plasmado con gozosa comicidad.
Antelo escribe con el alma, y lleva a cabo un trabajo muy personal, ya que se trata de aquello que la actriz quiso plasmar en base a sus reflexiones, para que nos enteremos de lo maravilloso que es vivir y hacer lo que amas y asumir lo que odias, para a fin de cuentas tirar para adelante lo mejor que podemos.
Estamos ante un texto perfectamente tramado y de gran fuerza teatral que no tiene desperdicio. Por tanto un diez para Antelo por su trabajo.



Victoria Zazo, la intérprete, acierta de plano por varios motivos. El primero su valentía al abordar una apuesta tan personal, como es esta, la segunda por su entrega en una esforzadísima interpretación que es pura tripa en una electrizante creación que sorprende por su honestidad y férrea calidad dramática. Zazo se explaya en todos los registros desde el netamente cómico al dramático, con interludios poéticos muy sensiblemente llevados a cabo, Zazo ríe, Zazo llora, Zazo canta ( y que bien por cierto) pero sobre todo Zazo se divierte, para que nosotros no divirtamos con ella. Se abre en canal, y con un control absoluto del texto, define perfectamente cada estado de ánimo siendo el resultado final un trabajo sin fisuras que sorprende desde su glorioso y osado principio hasta el explosivo final donde en un tremendo texto vitalista y sentido, nos cuenta al respetable el mensaje de la función en un ejercicio un tanto Brechtiano y en el que la cuarta pared, tan fina durante todo el espectáculo, se rompe en mil pedazos para que nos contagiemos de su energía y su buen rollo.
Con un imponente tono corporal y vocal, Zazo llena con su presencia un escenario practicamente vacío al mas puro estilo Grotowski, donde una vez mas se nos recuerda que para que haya teatro solo hacen falta dos cosas, una buena actriz y público.




Tino Antelo firma la producción, en una dirección escénica en un tono marcadamente naturalista, a pesar de lo lírico de algunos pasajes, siendo el resultado mas que correcto. Se parte de las características de base de la actriz, se aprovechan y se incorporan con pasmosa facilidad, una de las dudas que me asaltó es donde termina la actriz y empieza el personaje, para que os hagáis una idea del grado de implicación que hay en el texto.
Antelo trata con gran mimo a su actriz, la deja hacer, pero se nota que le ha marcado unas directrices muy claras sobre lo que dice y como lo dice, todo está milimetrado, y se agradece mucho.
El ritmo está muy conseguido, algo por otra parte muy difícil en un texto de estas características, ya que los diferentes estilos que el texto ofrece es todo un reto.
Antelo como autor del material de base, se me antoja perfecto para darle la intención y el tono adecuado al texto, algo que en este montaje es muy evidente.



En resumen, una interesante propuesta de teatro de laboratorio, que no debe pasar desapercibida por múltiples motivos, y que ofrece teatro en su vertiente mas pura, honestidad y una declaración de principios sobre esta profesión absolutamente encomiable. No hay nada mas gratificante que ver a dos artistas en este caso Antelo y Zazo queriendo contarnos cosas, y hacerlo de una forma tan acertada. A fin de cuentas este Go Zazo entre muchas cosas habla de cumplir sueños, y creo que el sueño de todo artista es expresarse y conseguirlo, sin duda Go Zazo lo consigue.




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miércoles, 11 de noviembre de 2015

Un Espíritu Burlón, Espectral Comedia Británica

La obra de Noël Coward, en España no es tan reconocida y apreciada como en otros países. Coward el rey del ingenio y de las frases lapidarias, no se prodiga en nuestras carteleras con la misma asiduidad que en el mundo anglosajón, supongo que debido a que sus comedias traducidas a nuestro idioma pierden algo de frescura, y que su humor, basado en la palabra y en la sutil elegancia, abunda en nuestros autores patrios, especialmente en aquellos que escribían en su época.
A mi me gustan mucho sus comedias, quizá un poco ingenuas para el público de hoy en día, pero deliciosas en su planteamiento, y que con una buena revisión y actualización, se pueden llevar a cabo sin problemas, para adaptarlas a los gustos de hoy en día.
Me enteré de la producción de un Espíritu Burlón que se está llevando a cabo en el Fernán Gómez hace tiempo, me llegaron informaciones de esta producción con otro elenco y otra dirección, para finalmente tomar cuerpo en el espectáculo que se está llevando a cabo en estos momentos, y la verdad es que no me lo pensé mucho a la hora de sacarme las entradas, Un Espíritu Burlón forma parte de mi infancia, con la estupenda adaptación cinematográfica llevada a cabo con gran tino por David Lean, con Rex Harrison, Margaret Rutherford y Constance Cummings en sus personajes principales. Este filme, es con gran justicia uno de los clásicos mas famosos del cine británico, y que recuerdo que me divirtió muchísimo cuando la vi de pequeñito.
Además del componente nostálgico, está el interés teatral, que reconozco que es mucho, ya que se trata de esos textos que hay que ver, y que no se llevan a cabo habitualmente en nuestras carteleras. Por tanto el pasado domingo, que parecía un sábado gracias al puente de La Almudena, me acerqué al Fernán Gómez dispuesto a pasar una agradable tarde de teatro sin complicaciones.
La cosa no fue del todo satisfactoria como iré contando.


Un Espíritu Burlón, estrenada en 1941 es uno de los mayores éxitos de Coward, y quizás su obra mas conocida. 
El texto nos cuenta los avatares que produce que se aparezca el espíritu de la anterior esposa de un escritor de éxito,  tras una estrafalaria sesión de espiritismo, para hacerle la vida imposible a su actual mujer. El asunto es un pretexto para poner en evidencia de forma amable la lucha de sexos, y las virtudes y defectos del matrimonio, con sus problemas y sus situaciones cotidianas reconocidas por todos.
El tono en el mas puro estilo de alta comedia, es delicioso, con un notable uso del lenguaje, como es habitual en Coward, y si bien es cierto que no es una obra de carcajada, si lo es de sonrisa continua, y mas que entretenida. Recuerda en algunos momentos al mejor Jardiel, por sus componentes surrealistas, y la estructura de la obra. Siendo esta función uno de los mas claros exponentes del teatro comercial inglés de su época, y una título imprescindible del repertorio británico.


Vayamos con la crítica:

Esperanza Candela, como Adela.
Correcta en el típico papel de criadita, que si bien es cierto no tiene mucha presencia, si ayuda en el desarrollo de la obra. Candela aporta bastante gracejo corporal y un buen tono vocal, siendo todas sus intervenciones muy agradables, y llevadas a buen puerto en líneas generales.

Lola Escribano y Antonio Albella como Violeta y Doctor Bermúdez respectivamente.
Ambos perfectos, especialmente Escribano que brilla mucho en su pequeño papel, imponente de tono y físico, no pasa desapercibida. ¡Como escucha esta señora y que bien se encuentra en escena!, me gustó mucho y es un claro exponente de aquella máxima que dice que no hay papeles pequeños, sino actores pequeños.
Albella pasa un poquito mas desapercibido, pero cumple, y ciertamente su personaje no está muy desarrollado en el texto, las da todas, con sentido y tino, no se puede pedir mas en personajes de estas características, que mal llevados, siempre cantan mucho.

Carla Hidalgo, como Elvira
Floja, la verdad. Elvira es uno de los bombones de la obra, se trata de la primera esposa del escritor, plagada de frases lapidarias, mucha retranca y un poquito de mala leche.
Hidalgo no está a la altura por varios motivos, el primero la falta de entidad actoral, no fui capaz de ver trabajo en este sentido, me pareció que Hidalgo, sin conocerla yo personalmente hacía de ella misma, quedando el personaje planísimo. No hay el suficiente peso como para dar vida a este difícil papel que necesita a una actriz de mas carácter que imprima los mimbres necesarios para que el personaje funcione. Si a esto le añadimos cierta impostación que encontré un tanto artifciosa en algunos momentos, pues acabamos de rematar. No me la creí, lo siento, esa fue mi apreciación, y creo que el problema estriba en que trabajar en un código televisivo, en teatro no funciona, siendo el resultado que  las interpretaciones parecen con poco fuelle, algo que aquí es muy notorio. Eso si, está bellísima como mandan los cánones y glamourosísima, verla es un deleite, lástima que la parte actoral esté tan floja, ya que fisicamente es perfecta para el papel.

Eva Torres, como Ruth
Estupenda, si bien es cierto que su papel tiene menos chicha de que el de Hidalgo, ya que ser la esposa terrenal del escritor es menos pintoresco, Torres cumple sin problema. Muy metida en el código de la función, da vida a una elegante esposa de clase media alta, un poco sobrepasada por los acontecimientos, y que sabe sacar las uñas cunado corresponde. Sus mejores momentos los da en las discusiones con su marido con Elvira por medio, que ella no ve, para acabar perdiendo los estribos de forma muy convincente.

Quim Capdevila, como Carlos.
Magnífico, en un difícil papel que se bate el cobre a base de bien durante toda la función. Este Carlos lleva el sustento de todo el texto desde que empieza hasta que acaba, y necesita de un actor lo suficientemente sólido como para que no se nos caiga el espectáculo. Capdevila sirve un espléndida función apoyada en una pasmosa naturalidad, un dominio absoluto del texto, y un dominio absoluto de sus escenas. Su personaje posee un atinado equilibrio entre lo cómico y lo serio, muy en el código de la función y del personaje. Capdevila ofrece un gran trabajo que me pareció mas que correcto, repleto de oficio y sabiduría.

Berta Ojea, como Madame Arcati.
Soberbia. Ojea es una gran actriz que siempre me gusta cuando la veo, y en este caso no fue menos. Su creación de esta peculiar medium, contenida dentro de los parámetros que rige el personaje, funciona desde todo prisma, gran sentido del ritmo, peculiar humor, justa extravagancia, y maravillosos juegos con la voz. Su interpretación llega gracias a que no cae en lo chabacano, a que sabe muy bien lo que tiene entre manos, y a su estupenda presencia sobre el escenario. Madame Arcati es el bombón de la obra, y Ojea lo sabe muy bien, entregándose sin fisuras a su composición, siendo la que se lleva la función de calle desde que sale a escena. Un diez para Berta Ojea.


Vayamos con la propuesta escénica:
Cesar Oliva firma la producción, con varios problemas. El primero el ritmo, cuesta entrar en la función, siendo las primeras escenas un tanto indigestas, algo imperdonable, ya que en este tipo de comedias como no se le de vida al texto estamos perdidos. Otro problema es la falta de frescura, todo es correctísimo, todo está perfectamente milimetrado, pero... el espectáculo no está gracioso, le falta vida, y en general la función adolece de cierto tono apagado, si a esto le sumamos un planteamiento un tanto rutinario, pues se queda en un espectáculo un tanto descafeinado, y que nos transmite la sensación de ya haber visto antes. Si bien es cierto que la producción visualmente es muy bonita, peca de cierto acartonamiento y es excesivamente convencional, algo que lastra el acabado final de la producción.
Se ve con agrado, pero del mismo modo que se ve se olvida, y nada destaca fuera de su innegable corrección, y un regusto a "teatro para señoras" que encontré un tanto apolillado, y que no acaba de resultar redondo.


En resumen, una propuesta excesivamente convencional, que para pasar una ligera tarde de teatro está bien, pero que no acaba de elevar un texto con tantas posibilidades al lugar que se merece. Espectáculo correcto, pero con poca chicha a nivel teatral, que a lo mejor no cumple con todas las espectativas, dentro claro está de unos niveles de calidad aceptables.


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