viernes, 27 de mayo de 2016

¡Como Está Madriz!, Y Se Armó La Marimorena

El mismo día que se publicaba la próxima (y jugosa) temporada del Teatro de La Zarzuela, me acerqué al coliseo de la Calle Jovellanos a disfrutar de la producción que se está llevando a cabo en estos momentos y que lleva por título ¡Como está Madriz!
Reconozco que tenía mucha curiosidad por ver como se las había ingeniado Miguel Del Arco para aunar dos obras maestras de Género Chico, como son La Gran Vía y El Año Pasado Por Agua. Confieso que no he sido ajeno a la escandalera que se ha formado ante dicha producción, que ha causado hondos debates de diversa índole, tanto en la renovación o no renovación de la zarzuela como género, así como en la fuerte carga política del montaje.
No pude aguantar la curiosidad, y como no me gusta hablar de lo que desconozco, en un arrebato mañanero decidí no postergar mas la asistencia a este ¡Como Está Madriz!, ya que una  buena polémica puede ser sana, servir para sacar conclusiones, y llegar a ser enriquecedora.
Así que ayer jueves, función de abono, y por ende de las de público mas tradicional, me acerqué  con muchas y variadas opiniones que me habían llegado, a ver este espectáculo, que pienso que cada uno debe juzgar desde su propio prisma.
No está en mi ánimo ni provocar ni polemizar, como crítico debo ser lo mas imparcial posible ante lo que vi, y que para ser justos, fuera de disquisiciones políticas y morales, de las que luego hablaré, encontré un espectáculo de gran nivel artístico y escénico.



¡Como está Madriz! versión libre de La Gran Vía y el Año Pasado Por Agua, es lo que en los tiempos del estreno de las dos obras en las que se basa el espectáculo se denominaba como "revista de actualidad" estas obras se caracterizaban por su coyunturalidad, crítica política y social, y un fresco del momento exacto en el que se desarrollaban las mismas. Esto hoy en día es un problema, ya que los textos no tienen razón de ser para el público contemporáneo y la mayoría de las cosas que en ellas se cuentan nos son completamente ajenas, de hecho, los propios autores estrenaban diferentes versiones de las mismas dependiendo del momento en el que se representaban. Ambos títulos son de Chueca y Valverde, y lo que sin duda ha pasado a la historia es la brillante y vibrante música que se encuentra en sus partituras, fuertemente enraizadas en la cultura popular, y son un claro exponente de la música que privaba en la época, con grandes influencias de la opereta vienesa en su concepción, con los consabidos valses, tan en boga en su momento, mazurcas, marchas y polkas, sin olvidar el acento español en sus inspirados pasacalles y pasodobles, y demás piezas de inspiración netamente patria.
Realmente la revisión del texto en dichas obras es necesaria, y ese sin duda es el elemento mas peliagudo a la hora de ponerlas en pie en el S. XXI, Hacerlo con tino es harina de otro costal y ciertamente difícil, pero en mi humilde opinión necesario para acercarlas al público de hoy en día.



¡Como Está Madrid! tiene grandes aciertos, pero también grandes desaciertos, y de ahí viene la polémica tan furibunda que se ha desatado en parte de los aficionados. Empezaré por los aciertos. Lo mejor y lo mas conseguido es lo bien integradas que están las dos obras, con un hilo conductor inteligente, bien tramado y que teatralmente da mucho juego como está demostrado a lo largo de la representación, la adaptación funciona y tiene inspiradísimos momentos que definen muy bien la situación por la que nuestro país está pasando. Los desaciertos están no en el mensaje que se da, sino en el como se da. La retranca funciona, y cuando en la representación se ve, la cota de excelencia es estratosférica, pero si subrayamos lo que estamos viendo con dos escenas en las que se entra directamente en el árido discurso político, la sutil ironía necesaria y gozosa, desaparece, y el texto se vuelve en contra del espectáculo por obvio y ligeramente panfletario, si a ello añadimos ciertos toques en los que algunas sensibilidades se pueden ver heridas, pues entonces nos encontramos con algunos problemas difíciles de solventar. Me explico, por mi forma de ser, no me sentí molesto ni ofendido por absolutamente nada de lo que vi en escena, pero entiendo que haya personas que si, y ahí se entra en el terreno de la confrontación, en mi humilde opinión innecesaria, ya que lo que se debe pretender es aunar y enriquecer. Plasmar un ideal en una obra de teatro es licito y loable, pero hacer proselitismo no es el camino ya que parece que estamos matando moscas a cañonazos, máxime cuando de un teatro público se trata. Una genialidad como es esta función se ve empañada precisamente por eso, y lo que es una estupenda muestra del sarcasmo nacional, no acaba de estar redondeado por dos escenas que son innecesarias dado el planteamiento tan claro de todo el espectáculo. Me refiero a la primera escena del Pablo Iglesias original y a la de los escritores. Esta última resuelta de una forma no del todo satisfactoria dado el tono de la misma.
Comparto lo que se cuenta en ¡Como Está Madrid! pero no comparto que se crispe la sociedad sin necesidad de hacerlo, Ayer vi la clara brecha en la que nos hallamos inmersos, con un patio de butacas desierto y unos pisos altos (en los que me encontraba) en pie y aplaudiendo a todo rabiar. Yo simplemente lo dejo caer, pero a lo mejor se ha perdido una ocasión de aunar en vez de distanciar, ya que la mayoría de las cosas que se cuentan en la función a todos nos molestan o debería molestarnos como son la corrupción, los abusos de poder, las clases política acomodaticias, y demás asuntos que todo aquel que haya visto la función sin duda ha dilucidado por si mismo.
Una vez dicho esto, y como no quiero que esta crítica gire hacia lo político, ya que esa no es mi labor, diré que la idea de aunar las dos obras, la forma en la que se hace y la dramaturgia de la misma son impecables, siendo el resultado muy gratificante y refrescante en sus planteamientos.
La obra se representa con varios cortes musicales, especialmente en El Año Pasado Por Agua. Uno de ellos inexplicable dado lo popular que es, la famosa Mazurca de los paraguas, que realmente no debería ser cortada, y otro muy notorio la Mazurca de los marineritos, número que realmente, y esto es apreciación personal, agradezco que se corte, ya que suelo encontrar plúmbeo.



Vayamos con el elenco, y que ante la extensión del mismo intentaré abreviar.

Todo el elenco actoral es superior, y cada una de las pinceladitas que hay en forma de breves personajes durante la función están perfectamente concebidas y ejecutadas, siendo el conjunto atinadísimo y muy gratificante.

Angel Ruiz, Carlos Crooke y Pedro Qirolte como los Tres Ratas.
Magníficos tanto en la disciplina actoral como en la musical. Uno de los números estrella de La Gran Vía es ejecutado por los tres cantantes con una gracia arrolladora, perfecta dicción y matizadísima interpretación musical. Que nadie se espere al habitiual terceto de Malvados Apandadores, la cosa va mucho mas allá siendo el resultado muy satisfactorio. Mención especial a Carlos Crooke como Jordi, perdón, como Rata Segundo, por lo lucido de su papel, y el estupendo enfoque del mismo.

Isabella Gaudí, soprano, como La Cupletista.
Gaudí canta el Vals de La Bujía de la obra de los mismos autores que lleva por título Luces y Sombras, y que se ha incluido en la producción. Gaudí brilla mucho como lírico-ligera, con un rotundo y prolongado agudo y un cristalino timbre que me agradó mucho. El número, si bien es cierto que es excesivamente insustancial, hay que cantarlo, y Gaudí va sobrada de capacidades para ello.

Angel Ruiz, tenor, como Neptuno.
Correcto, en un tono mas enfocado hacia la comedia musical, algo que no molesta en este número que tradicionalmente es interpretado por actores-cantantes, mas que por cantantes netamente líricos. De escuela mas bien musicalera, Ruiz posee una bonita voz que va de perlas para lo que el Vals de Neptuno pide, lleno de intención y muy bien proyectada, algo que en las técnicas mixtas de canto a veces suele ser un caballo de batalla.

Amelia Font, soprano cómica, como Doña Virtudes.
Espléndida, en uno de los personajes mejor enfocados de la función, apoyada en una gloriosa entrada en escena, Font lleva a lo estratosférico a esta ama, tan conocida por todos los madrileños (y hasta aquí puedo leer) dotando de grandes dosis de comicidad, lapidaria rotundidad, y una mas que estimable interpretación vocal, con momentos muy estudiados en la lectura de la partitura, sacrificando con gran tino notas, a favor de interpretación y comicidad. No se nos olvide que la interpretación es parte fundamental en la lectura de la partitura y las indicaciones que se han dado a la cantante, supongo que por parte de la dirección musical, no pueden ser mas acertadas para enriquecer y hacer mas creíble a esta Doña Virtudes, que realmente virtudes, lo que se dice virtudes, tiene mas bien pocas.

Amparo Navarro, soprano, como El Elíseo Madrileño.
Luciendo un empaque vocal y escénico soberbio, Navarro cierra la función de forma impecable, resultando muy acertada su elección para llevar a cabo el mas célebre número de La Gran Vía. Con una lectura musical igual de cuidada que en el resto de la función. Encontré a Navarro mucho mas cómoda que en La Marchenera, y disfrutando de cada nota que canta. La voz suena grande, bien templada, y con matices menos oscuros que en otras ocasiones.

Luis Cansino, barítono, como el Caballero de Gracia y La Seguridad.
Soberbio, con un ensanchamiento en la voz sorprendente y muy a tener en cuenta, sirve una función de gran calidad en sus dos números. En un código Falstaffiano muy atinado, y una interpretación vocal de altura, me supo a gloria en sus dos intervenciones, especialmente como Caballero De Gracia, papel que vocalmente le va  a la perfección. El dominio del texto y sobre todo el conocimiento del género son marca de la casa en el caso de Cansino, que aporta mucha sabiduría teatral y mucho oficio, siendo muy notorio que en la zarzuela se mueve como pez en el agua.

María Rey-Joli, soprano como Menegilda y Merche.
Acertadísima a todos los niveles, muy segura tanto a nivel actoral como musical, sirvió sus dos números de forma impecable, especialmente el Tango de El Año Pasado por Agua, donde las cotas de sensualidad que desprende y la estupenda visión del personaje son muy a tener en cuenta. Alejada de cualquier amaneramiento y en un código naturalista y nada "zarzuelero" fue una de las que mas me gustó de todo el elenco si miro su trabajo en conjunto. La voz suena sana, con un agudo fácil cuando le corresponde, y con un centro de buena sonoridad que resuelve muy bien sus dos intervenciones.

Paco León, actor, como Paco.
INMENSO. El talentoso Paco León lleva practicamente el peso de la función, está en escena desde que empieza hasta que acaba, y da exactamente lo que se le pide. León en su código habitual, consigue una creación cargada de naturalidad, comicidad, ternura y presencia escénica, que realmente quita el hipo. Paco mide perfectamente los tiempos en escena, y su química con todo el reparto es magnífica, hace fácil lo difícil y aligera las partes habladas hasta lo indecible, siendo uno de los principales culpables, de que este ¡Como Está Madriz! se nos pase en un suspiro.
Enorme trabajo de Paco León, que entra por la puerta grande en la lírica, y que aunque parece ser que no conocía mucho el género, es evidente que se lo ha estudiado, con sus guiños al casticismo mas clásico, y a los aires típicos de la zarzuela en su concepción mas ortodoxa cuando la acción lo requiere, en un ejercicio de homenaje muy bonito, y que consigue su objetivo a la perfección.



Coro Del Teatro De La Zarzuela dirigido por Antonio Fauró.
Excelente como es habitual, disfrutones a mas no poder, de arrollador volumen y energía imponente. El Pasacalle del Año Pasado Por Agua literalmente quita el hipo, y la intencionalidad en lo cantado prima con gran tino sobre lo que la obra pide. Sin duda el coro titular es arte y parte del espectáculo y uno de los sustentos del mismo, con un trabajo excelente desde todo ángulo.

José María Moreno al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, sirvió una función inspiradísima, de rotunda alegría, y marcados y atinados tiempos en todos los números, apoyando a la perfección el trabajo actoral de los intérpretes. Consiguió un sonido muy compacto y que realmente llena de vida la producción , consiguiendo sacar lo mejor de la OCM y que cada número sea una auténtica delicia, donde la chispa de las partituras de Chueca y Valverde está mas que presente. La función de ayer, sin duda ha sido una de las mejores dirigidas para mi gusto esta temporada, así que un diez para José María Moreno.



Vayamos ahora con la propuesta escénica:
Miguel Del Arco dirige una propuesta de relumbrón con una interesante estética en la que las proyecciones son utilizadas con total acierto y justificación, logrando efectos asombrosos, como es el impresionante y cargado de empaque final de acto, que literalmente corta la respiración, por lo dinámico del mismo y el conseguidísimo efecto visual que impacta por su fuerza y grandiosidad.
La dirección actoral es igual de acertada así como la visión dada a cada personaje, del mismo modo que el uso de la ironía está muy conseguido especialmente en la Jota de Los Ratas, el Tango de Doña Virtudes y el Tango de el Año Pasado Por Agua, otra escena resuelta de forma sorprendente es el  Coro de Dependientes de Bazar, un genialidad muy bien justificada a nivel texto, excesos mas arriba detallados aparte. La obra tiene una agilidad pasmosa y un tono festivo que la hace deliciosa y francamente divertida, siendo una fiesta continua que contagia al espectador de forma irremediable. El único problema es que a Miguel Del Arco se le ha ido la mano en la carga ideológica, y eso hace que los árboles no dejen ver el bosque, ya que gran parte del público se queda en el mensaje y no en la calidad escénica y musical del espectáculo, y lamentablemente cuando el escándalo eclipsa tan estupendo trabajo algo no acaba de cuajar, y si bien es cierto que la propuesta no es en absoluto fallida si que se queda deslucida por la polémica suscitada.
Mención aparte para los soberbios figurines de Pedro Moreno, todo un derroche de imaginación, en cada uno de los múltiples personajes del espectáculo, y también para las soberbias luces de Juanjo Llorens.



En resumen una propuesta no apta para todos los estómagos, de un acabado formal y artístico excelente, pero que puede herir sensibilidades. Yo me lo pasé pipa, me reí, me sorprendí y disfruté mucho, pero reconozco que viendo la reacción de parte del público me sentí un poco desconcertado, ya que lo festivo del asunto, según mi entender, para otros de festivo no tenía nada.
Advertidos estáis, si vais a ver ¡Como Está Madriz! ya sabéis lo que váis a ver, una versión libre de dos obras maestras de Género Chico, para mayores de dieciséis años, y con grandes aciertos, pero también con grandes desaciertos, que están mas allá de lo netamente musical.



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miércoles, 18 de mayo de 2016

La Rosa Tatuada, Tennesse Williams Enamorado

La Rosa Tatuada que se está llevando a cabo en el María Guerrero, era uno de los títulos de la presente temporada del CDN que mas me interesaba. Conozco bastante bien el material original de mi idolatrado Tennesse Williams, y tiene mi estimación por varios motivos. La vi en el 98 con Concha Velasco a la cabeza en una producción firmada por Plaza, que obtuvo mucho éxito en su momento, y que tenía el gancho de ver a la Velasco pasada de kilos para el papel, y haciendo de matrona, algo que fue muy alabado en su momento. Vi la producción dos veces, una en el Teatro Jovellanos de Gijón y otra en el Alcázar de Madrid, y reconozco que me enamoré de la obra. Antes de plantear la crítica me gustaría decir alguna cosita. La Rosa Tatuada debe ser revisada en base al texto teatral, no a la película homónima, ya que la cosa cambia bastante, y en los textos de Williams todavía mas, que siempre fueron convenientemente "afeitados" para que pasaran la censura de la época, por tanto el material que nos interesa es la obra original. La película está muy bien, las interpretaciones son de órdago, pero evidentemente, no se debe comparar con la obra de teatro y el interés de la comparación a nivel teatral es nulo, son lenguajes diferentes, son versiones diferentes, y obviamente son propuestas diferentes, es decir, ver un calco de la película sobre las tablas a nivel creativo poco podría ofrecer, y plantear la crítica desde ese prisma es un error de base que no tendría fundamento a la hora de realizar una crítica teatral.
La función que esta crítica ocupa, tenía una gran baza al menos para mi, en su pareja protagonista. Aitana Sánchez-Gijón, recientemente galardonada con un Max por su soberbia Medea ya comentada en este blog, y Roberto Enríquez, otro peso pesado de nuestras tablas y habitual del CDN.
Con estos mimbres la producción prometía mucho, y no me lo pensé dos veces a la hora de sacarme las entradas para disfrutar de lo que aparentemente iba a ser una velada de gran altura teatral.
La cosa funciona, aunque con peros como iré contando.



La Rosa Tatuada, escrita por Tennesse Williams en 1951 para Anna Magnani, finalmente fue estrenada por la insigne Maureen Stapletton, ya que la Magnani no se atrevió a estrenarla dado sus problemas con el inglés.
Considerada (injustamente) una obra menor dentro de la producción de Williams, nos encontramos ante un texto que su propio autor definió como una comedia amable, un canto a la vida y a las libertades individuales. El hecho de que el bueno de Tennesse estuviera felizmente enamorado en el momento de su creación influyó mucho en el tono menos lúgubre que el que suelen marcar sus textos, y el pretendidamente aire naive de la historia. Estas características de la obra, hicieron que la crítica no la apreciara en su justo valor, cuando la señas de identidad del autor están muy presentes en toda la función y su poético lenguaje brilla, y mucho, a lo largo de todo el texto. La Rosa Tatuada es una de las obras mas lorquianas del autor estadounidense, y si bien es cierto que su desarrollo no es del todo satisfactorio dado que al principio parece una cosa, para luego derivar en otra, no deja de tener bastante interés, grandes dosis de intensidad, y mucha magia teatral.
En ella se nos cuenta la historia de Serafina Delle Rose, mujer devastada por la muerte en accidente de su marido, que después de pasar un viacrucis personal descubre el amor, y rompe con todo lo establecido, idea bastante audaz para la época, y que algunos mojigatos no le perdonaron a su autor.



Vayamos con la crítica.
Secundarios correctos, en especial la Estelle Hohengarten de Gabriela Flores, y muy especialmente Paloma Tabasco insuperable como vecina un tanto cargante, y que es una auténtica robaescenas. Me chirrió un poco el tono excesivo de David Fernández "Fabu" ciertamente pasado de vueltas, supongo que de forma pretendida cuando hace de Bessie, en un ejercicio un tanto gratuito, y escénicamente burdo, algo que se debe achacar a la dirección ya que resulta chocante en la producción que un hombre haga de mujer no por ninguna clase de prejuicio, sino porque nos rompe los esquemas al espectador, y no acaba de encontrar justificación a nivel escénico. Encontré en general que los secundarios pasan desapercibidos, dado el carácter de la obra en la que priman las interpretaciones del cuarteto protagonista.

Ignacio Jiménez, como Jack Hunter.
Correcto tirando a estupendo. Jiménez sirve una sensible interpretación apoyada en un físico perfecto para lo que el papel pide, no en vano el Jack original fue el también efébico Dan Murray, y que resulta perfecto para el galán ingenuo que el texto pide. Sirvió momentos de gran altura en la escena en la que Serafina le obliga a jurar ante la Virgen que respetará a su hija, una de las mejores escenas de la función y que Williams plasmó con deliciosa socarronería y cierta burla hacia lo que precisamente critica en la obra, y que así llega al espectador. Dos generaciones diferentes chocan de plano en ese momento, y el desconcierto de Jiménez está llevado a cabo por el actor con gran tino, del mismo modo, que las pretendidamente almibaradas escenas con Rosa, resultan convincentes e ingenuamente deliciosas.

Alba Flores como Rosa.
Flores posee una estupenda presencia escénica, pero resulta un poco verde todavía para un papel de esta envergadura. Rosa es una chica muy decidida, de mucho carácter, muy madura y que le planta cara a su madre para anteponer su felicidad. Alba no llega porque sus recursos todavía no son los deseados, si bien es cierto que tiene momentos conseguidos, falta cierta profundidad en el personaje y algunas emociones están resueltas mas hacia afuera que hacia la verdad, esto lastra la interpretación, pero no la desguarnece estrepitosamente. Alba Flores necesita madurar, pero se vislumbra lo que puede dar, dentro de un tiempo y con unos cuantos montajes mas, seguro que se irá solventando. Le falla la escucha y el recorrido hacia la emoción, ahí estriban sus dos grandes problemas.



Roberto Enríquez como Álvaro Mangiacavallo.
Inspiradísimo en una interpretación mas hacia afuera de lo habitual en el, pero que funciona a todas luces. Esforzadísimo y entregadísimo, sirve un trabajo cargado de energía, y pequeños matices que enriquecen hasta lo estratosférico este un tanto estereotipado macho-alfa que Enríquez ennoblece con su sabiduría escénica. Tarda en salir, pero cuando sale lo hace a por todas, siendo su creación interesantísima desde todo prisma, y muy sorprendente para el espectador. El dúo escénico con Aitana Sánchez Gijón es de altura y la química entre los dos es muy notable. 

Aitana Sánchez -Gijón como Serafina Delle Rose.
Estupenda y muy alejada de la imagen habitual del personaje, en esta producción el torbellino es su partenaire, la Serafina de Aitana es mas cerebral de lo que a priori nos pueda parecer en el texto y menos impulsiva, viviendo su historia desde dentro, la energía está solapada, y no sale hasta que finalmente sale corriendo detrás de su vida por el patio de butacas. Hubo diversidad de opiniones sobre la visión execesivamente refinada del personaje, pero es que Aitana es tan bella que duele, y eso no lo puede evitar. A mi me gustó mucho, precisamente por lo contenido de su trabajo, algo muy difícil de llevar a cabo y que Sánchez-Gijón lleva honestamente hasta sus últimas consecuencias. Se trata de otra visión del personaje, perfectamente justificada, y en mi humilde entender igual de válida que cualquier otra. Sirvió momentos de gran altura como era de esperar, y me dejó completamente satisfecho. Aitana es una grande de nuestros escenarios, y sin duda toda una primera actriz que se deja la piel sobre el escenario cargada de oficio y profesionalidad.



Vayamos ahora con la propuesta escénica. 
La producción viene firmada por Carme Portacelli, responsable a su vez de la adaptación junto con Gabriela Flores. 
Encontré sensiblemente recortado el texto, no sé si es una apreciación mía, pero algunos personajes están excesivamente esquematizados, y lastra un poco el desarrollo de la obra quedando excesivamente aligerada.
La propuesta estética no me acabó de convencer por varios motivos. Visualmente la encontré francamente descafeínada y alejada del apasionado amor que se debe vivir en escena, siendo el tono excesivamente frío, que las luces de Pedro Yagüe todavía acentúan todavía mas, a eso hay que añadir la indigesta escenografía que estorba mas que aporta, ya que la fachada de la casa, si bien es cierto que viene en el texto original, resulta mastodóntica y excesivamente torpe en sus mutaciones. El tono gris de todo lo que rodea a Serafina podría estar justificado, pero eso debería cambiar en algún momento, y hasta la poética lluvia de pétalos de rosas final, no acaba de despegar hacia el recorrido del personaje principal.
A esto añadiría unas innecesarias transiciones musicales que no aportan nada, el texto es lo suficientemente lírico como para no necesitar adornos, y de hecho los cambios realizados sin ningún personaje cantando resultan mas satisfactorios que los anteriormente citados.
A nivel actoral Portacelli dirige a sus actores en líneas generales en un tono excesivo ( a excepción de Serafina), mas o menos afortunado dependiendo del personaje, y algunas concesiones no acaban de funcionar por el tratamiento excesivamente burdo, como mas arriba cuento en referencia al personaje de Bessie, y si bien es cierto que la escenas de Aitana, Roberto, Alba e Ignacio están brillantemente resueltas y dirigidas, el resto se queda en un diluido segundo plano que no me acabó de convencer.



En resumen, una propuesta estimable en sus interpretaciones principales, pero irregular en su acabado general, que no queda del todo redonda por los motivos mas arriba expuestos. El texto es una delicia por mucho que algunos lo denosten, y siempre apetece ver una obra de Tennesse Williams. Por tanto si tenéis en cuenta lo que en esta crítica os cuento saldréis satisfechos, yo me lo pasé muy bien, pero un poquito por debajo de las expectativas que llevaba para ser sincero.



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lunes, 9 de mayo de 2016

Cinco Horas Con Mario, Un Regalo De La Vida

Tenía yo la espinita clavada de no haber podido disfrutar de Lola Herrera en el mítico y trascendental montaje de Cinco Horas Con Mario, que removió hasta los cimientos el panorama teatral de 1979, y elevo a lo estratosférico la carrera de la actriz, convirtiéndola en historia viva de nuestro teatro. El motivo por el cual no lo pude ver fue obviamente mi edad, daba por sentado que no se me lograría disfrutar de esta producción, y me conformaba con las escenas de la obra que se vislumbran en la tremenda película Función De Noche, en las que podía intuir por donde iban los tiros, pero siempre con la pena de no haber sido testigo de la obra que todo español de la época parece ser que vio.
La vida a veces nos hace regalos inesperados, y con motivo del cincuenta aniversario de la publicación de la novela homónima de Miguel Delibes en la que está basado el monólogo, Lola se ha vuelto a poner en la piel de Carmen Sotillo, solo durante seis semanas en el Teatro Reina Victoria. Cuando saltó la noticia entré en shock, ¡no me lo podía creer! uno de mis sueños como espectador se vería cumplido, y vería una de las interpretaciones mas recordadas del S.XX de nuestro teatro. Mi generación también tenía derecho a ver esta obra con Lola Herrera, y evidentemente, estábamos ávidos de verla, ya que en la función de ayer, mucho público de mi quinta asistía extasiado ante la monumental propuesta que creo yo que va mas allá de lo meramente teatral, para entrar en lo sociológico, y que curiosamente, sigue sorprendiendo y emocionando exactamente igual que lo hizo en su momento.
Evidentemente no me podía perder este acontecimiento teatral, así que en cuanto me fue posible saqué las entradas, fila tres para no perder ripio. Muy emocionado, y bastante nerviosillo, ayer ocho de mayo asistí a una velada que ha pasado a mi historia como espectador de teatro, y para la de muchos de los que nos encontrábamos presentes.



Cinco Horas Con Mario, publicada en 1966, se encuentra, y con justicia, incluida en la lista de las cien mejores novelas en español del S.XX.
La soberbia obra de Miguel Delibes es una disección quirurgica de la sociedad y de la mujer de la época en la que el Franquismo se encontraba mas asentado en España, no por casualidad 1966 fue el de los "25 Años De Paz" y sus fastos.
Delibes nos cuenta a cara de perro, de forma despiadada, y con hiriente ironía,  la psicología ultraconservadora heredera de la burguesía del S. XIX que se vio comodamente perpetuada por La Dictadura hasta la mitad de los años 70, para ello nada mejor que una viuda reciente  de la buena sociedad de una ciudad de provincias de la época (Valladolid) que durante la noche en la que se vela a su marido, se dedica a recriminarle  todas las frustraciones que su matrimonio le han traído y los motivos de las mismas. Carmen Sotillo, nuestra protagonista, profundamente reaccionaria, muy resentida con su esposo Mario, y tremendamente frustada, es el fiel reflejo de aquellas mujeres, hijas de su época, que nunca hablaron por si mismas, sino por boca de otros, con pensamientos inculcados de forma irreflexiva, y que hipocritamente hicieron un arte del disimulo. Carmen Sotillo nos puede llegar a resultar odiosa, pero es tan infeliz, que nos transmite sentimientos de piedad a medida que va avanzando el texto, ya que si hay una máxima que vaya como anillo al dedo a esta obra , es que en el pecado lleva la penitencia.



Hay una historia curiosa sobre la publicación de la obra, y como pasó la censura sin problemas. La solución fue matar a Mario y convertir a su mujer en la protagonista del texto. Mario, católico post conciliar, izquierdista e intelectual, no podía ser plasmado en una novela, pero su esposa si, ya que los cegatos censores la vieron como un tratado del ideario franquista, en vez de la atroz sátira que Delibes plantea y que consigue de forma magistral enfrentar a las dos Españas, cuando lo que el Régimen pretendía, nunca mejor dicho, era enterrar a una de las dos.
Cinco Horas Con Mario, es un texto a revisar que nunca sobra cuando se repone, sea Lola Herrera u otra actriz su protagonista, y debería ser de obligado visionado o lectura en los institutos, ya que lo que cuenta y como lo cuenta es una parte de nuestra historia, que no se nos debe olvidar en toda su crudeza. Afortunadamente nuestra sociedad ha evolucionado mucho, pero no tanto como nos creemos, todavía hay alguna Carmen Sotillo a nuestro alrededor, y lo que representa en ciertos aspectos, hoy en día desgraciadamente se encuentra en vigor, ya que ciertas actitudes están pavorosamente asomando la patita por debajo de la puerta.




Vayamos con la crítica:
No resulta fácil hablar de la interpretación de Lola Herrera, parece que todo está dicho y analizado ya hasta la saciedad, y uno siente que no le alcanza el vocabulario para transmitir el carrusel emocional en el que Herrera nos sube con pericia, sabiduría escénica, férrea presencia, y sobre todo una honestidad asombrosa.
La interpretación se sustenta en la propia Lola como artista, sin artificios, desde lo mas hondo de su ser, para ir transmutando emociones como un volcán en lenta, inexorable y ascendente erupción. Herrera cuece a Carmen Sotillo  a fuego lento en sus propios jugos de rencor, rabia, y lo que es mas importante culpabilidad, para que el espectador se sumerja en la complicada psicología de esta mujer, y que literalmente no nos deje ni pestañear ante la intensidad de lo que se plantea, la verdad que desprende, y el telúrico trabajo que se nos ofrece. 
Lola domina el texto a la perfección, estirándolo y acortándolo a su antojo en un juego verbal de conseguidísimo efecto que logra que la atención no se disperse ni un momento durante la hora y algo que dura la función, manteniendo un asombroso ritmo que no decae nunca. El dominio del material literario se ve apoyado en el uso de la voz que Lola lleva a cabo, que empieza como un susurro monocorde de doliente viuda, hasta la explosión final que nos deja secos en la butaca por su dureza y que nos recuerda a la España Negra tantas veces retratada en fotografías en blanco y negro. El grito desgarrador de Carmen Sotillo abrazada al féretro de su marido, es mucho mas que un grito de dolor, es un grito de remordimientos, de impotencia, de rabia y de frustración, para ello Herrera con una implicación emocional encomiable y durísima, se va entonando con una sabiduría apabullante para conseguir llegar al climax deseado y que el público sienta la catarsis de forma casi dolorosa y muy impactante.
Lola Herrera se abre en canal sin clemencia, nos ofrece generosa todo su arte, y nos deja acongojados en una interpretación medidísima, sobria y creíble de principio a fin, de inteligente lectura, apabullante profundidad, y merecidamente alabada.
Lo que Lola Herrera lleva a cabo va mas allá de lo escénico, siendo un monumento vivo (muy vivo) al arte de la interpretación, el mas efímero, el mas ingrato, y el mas intenso de todos los que existen. !Larga vida a nuestra Lola Herrera¡, quizás la actriz mas importante que he visto en mis casi cuarenta años de existencia.




Josefina Molina firma la producción, dejando hacer a Lola, pero guiándola en los vericuetos psicológicos de la protagonista de la obra, sabiendo enfatizar perfectamente donde debe hacerlo, sin cargar las tintas en el drama cuando no es necesario y aligerando con socarronería en aquellos momentos en los que el texto resulta mas mordaz y atrozmente irónico. Molina mima a su actriz, muy sabiamente, hasta lo indecible, arropándola en unas conseguídisimas atmósferas que parecen arrullar a nuestra Carmen-Lola, mientras que entre sapo y sapo soltado por la protagonista, se nos va descubriendo la verdadera naturaleza del personaje, que en sus propias palabras refiriéndose a otra persona, "tiene mas capas que un galápago". Molina no juzga a Carmen, simplemente la expone, y la redime, ya que en el fondo no es culpable de ser quien es, es fruto de su entorno y de su época, presentándola como víctima y verdugo de su propia vida, y ahí creo que es donde estriba la mayor virtud de la función. Se describe lo que Carmen Sotillo es, lo que representa y el porqué de su existencia, para que el espectador saque sus propias conclusiones, que no son pocas. Decir que el trabajo de Josefina Molina es para enmarcar evidentemente no es descubrir la pólvora, pero es de justicia reconocerlo.
Que nadie se piense que Cinco Horas Con Mario es un dramón desaforado, esa lectura sería errónea y superficial, Cinco Horas Con Mario es una tragedia con toques de irónica comedia, que nos hiela la sangre por su dureza y que en algunos momentos desencadena la carcajada del espectador, gracias a la maestria de su actriz protagonista y a la pericia de Josefina Molina en la dirección.



En resumen, todos deberíamos ver esta producción. Mi generación por tener la oportunidad de disfrutarla en directo, las generaciones posteriores para que vean lo que era nuestro país no hace tanto tiempo, y las anteriores para que recuerden lo que vivieron en un momento histórico tan importante como fue el del estreno de Cinco Horas Con Mario. Pero sobre todo, no nos la debemos perder por el tremebundo trabajo de Lola Herrera, un fenómeno de la naturaleza de los que se dan cada muchos años, y que tenemos la suerte de poder seguir disfrutando en todo su glorioso esplendor.


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