viernes, 26 de enero de 2018

Maruxa, Telúrica Revisión De La Ópera De Vives.

Cuando se publicó la programación de la actual temporada del Teatro de La Zarzuela recibí con mucha alegría la inclusión de Maruxa, que nunca había visto representada, y por la que siento verdadera admiración desde que empecé a tener en la sangre el veneno de la zarzuela. No en vano, Vives fue uno de los compositores que mas sorpresas y satisfacciones me dio en aquellos años de descubrimiento de tantos títulos, compositores y estilos diferentes de zarzuela, que todavía me siguen gustando con la misma pasión que cuando hace 24 años vi mi primera zarzuela.
Ante las fotos de la función publicadas en redes no me atreví a hacer ningún juicio de valor hasta ver el espectáculo, ya que no tenía ni la mas remota idea de como saldría la revisión que Paco Azorín proponía en el montaje que esta crítica ocupa. No me gusta hablar sin conocimiento de causa, y reconozco que mi interés ayer era mayúsculo, por un lado dado lo mucho que me gusta Maruxa, y por otro, para que negarlo por la discutida (antes del estreno) producción, y que ha resultado una sorpresa mayúscula, agradabilísima y mas que inspirada en su enfoque como mas adelante explicaré.

Hacía 47 años que Maruxa no se representaba en La Zarzuela, demasiado tiempo para tan magna obra, y sin duda este montaje se trata de una ocasión única de disfrutar de una obra que como me comentaba ayer un aficionado, si se cumple la regla de los 47 años entre montaje y montaje, la mayoría de los presentes ayer en el teatro no tendremos ocasión de volver a verla sobre las tablas. Esperemos que no sea así, y un servidor la disfrutará al menos otra vez, ya que pienso ver el segundo reparto la próxima semana.




Maruxa, denominada como Égloga Lírica en Dos Actos con música de Amadeu Vives y libreto de Luis Pascual Frutos, se estrenó  en el Teatro de La Zarzuela de Madrid en 1914 y en eñ Teatro Real en 1915.  Si nos ceñimos a lo musical se la puede considerar sin ninguna duda una ópera dada la ausencia de diálogos, aunque si que es cierto que tiene paralelismos con la zarzuela grande regionalista, especialmente en la concepción del libreto.
Vives compuso una de sus obras mas inspirada, por no decir la mas, de bellísima música, arrebatador lirismo,  acento gallego en su música, aunque no primordial en el conjunto de la obra pero de inovidable impronta, dándonos la sensación que lo folclórico se encuentra mas presente de lo que realmente se encuentra. Se trata de uno de los títulos mas importantes del repertorio tanto por su calidad musical como por la dificultad para los cantantes, aunque bien es cierto que no es habitual verla representada, supongo por las dificultades para implantar la ópera española en nuestros escenarios, y las enormes exigencia de la partitura, que requiere de un elenco de altísimo nivel para que la obra se interprete tal y como Vives la planteó.

Obra de un fuerte lirismo, que posee una música de gran fuerza descriptiva, acompañada de una espectacular orquestación que le da un sabor muy particular a la partitura, siendo realmente un caso único en nuestro repertorio lírico dada la enorme calidad del material compuesto por Vives. La partitura de muy ecléctica factura, tiene una gran inspiración wagneriana y verista, sin dejar de lado el acento español, siendo el resultado una obra de belleza insuperable, y una de las favoritas de los aficionados, que sigue incrustrada en la memoria popular a pesar de no representarse de forma habitual.

La obra tiene un serio problema de libreto, que resulta excesivamente insulso e incluso ñoño para el espectador actual, siendo los avatares de Maruxa con su ovejita un tanto risibles si los vemos con ojos actuales. La historia es simple, se trata de una trama sentimental entre dos pastores y unos taimados señoritos que salen escaldados de un intento de engaño de nuestros inocentes protagonistas. No, no hay mas, así que os podéis imaginar que la cosa no da para mucho. Nos encontramos ante una obra, que como Marina y muchas tantas óperas, se debe disfrutar en lo musical dejando a un lado la trama argumental. Ya que la música está infinitamente por encima del texto planteado por Luis Pascual Frutos.



Vayamos con el elenco:
Carlos Fidalgo, tenor, como Antonio:
De mas a menos, empezó la función bien entonado, pero a medida que iban pasando sus escenas se empezó a acusar cierto descontrol del instrumento, especialmente en la lectura de la carta, un agudo excesivamente abierto, y problemas de afinación en algunos pasajes, que ensombrecieron su interpretación. La voz es bonita y sin problemas en el volumen para ser justos, pero Fidalgo no acaba de redondear su trabajo en un desagradecido personaje de no pocas dificultades.

Svetla Krasteva, soprano, como Rosa.
Le ha tocado a Krasteva uno de los personajes mas difíciles de la obra, y que si bien es cierto que no es el mas adecuado para su tesitura, especialmente en la zona grave, no importa, dada la calidad de lo ofrecido por nuestra cantante, entregadísima tanto en lo actoral como en lo musical, brilla mucho en las alturas donde la voz suena plena y brillante, con agudos de infarto, impecablemente resueltos, y de espléndida factura. Los filados fueron de gran interés y belleza. Muy segura y de espectacular presencia escénica, Krasteva realiza un personaje cargado de matices, perfectamente perfilado, y con el que nos da a entender perfectamente la visión del personaje que Paco Azorín pretende.

Simón Orfila, bajo, como Rufo.
Gran triunfador de la noche desde todos los ángulos, donde la calidad musical fue la tónica. De atronador volumen, canto nobilísimo, bellísimo timbre de bajo puro, tecnicamente férreo, y una expresividad realmente apabullante, Orfila saca todo el partido posible a un papel que parece escrito para él. Resulta igualmente admirable la perfecta línea de canto, así como el fraseo, exquisito y cuidadísimo. Es enormemente placentero ver como la sala se ve inundada por los armónicos de nuestro bajo, en una voz de indudable calidad, cuyo color no cambia en ningún momento siendo el resultado homogéneo y robusto en grado sumo. Aporta un aire de deliciosa socarronería a su personaje que va en completa consonancia con el carácter de Rufo, dando la nota mas amable al espectáculo.

Rodrigo Esteves, barítono, como Pablo.
Esteves sirvió una función irregular, en la que estuvo mas atinado en las partes mas heroicas de la partitura que en las mas líricas. Encontré cierto cansancio en la voz, y el sonido suena forzado en algún momento, dando la sensación de no controlar los volúmenes de la forma adecuada, y con menos matices de los deseados. Esto no conlleva nada grave, ya que disfruté mucho de su interpretación, pero eché en falta su poderoso trabajo en Las Golondrinas, imponiéndose en Maruxa un sonido excesivamente tosco por momentos, que no remata su trabajo de la forma mas idónea, ya que le resta lirismo a un personaje que se caracteriza por su sensibilidad, y el amor que siente por Maruxa. Actoralmentese encuentra adecuadísimo, especialmente en su escena con Rosa, donde su incomodidad y desconcierto ante el acoso de la señora queda muy patente de forma muy clara y directa. 

Maite Alberola, soprano, como Maruxa.
Correctísima en un papel de no pocas dificultades, en el que la voz suena grande, redonda y homogénea en todas las zonas, pasa la orquesta sin problemas, siendo el primer dúo con Pablo (uno de mis favoritos) quizas el momento en el que mas brilla. Cumple perfectamente en el comprometidísimo final del primer acto, donde Alberola las da todas con aparente facilidad, soltura y hermosos resultado. Actoralmente sirve el ingenuo papel de Maruxa de forma muy convencente, no cayendo en la candidez, tan poco creíble hoy en día, de un personaje que con otra visión nos sería imposible de entender en 2018.



Coro Titular del Teatro de La Zarzuela con Antonio Fauró a la cabeza absolutamente maravilloso. La interpretación de la Muñeira anterior a la escena de la tormenta, fue sin duda uno de los momentos de la noche, de gran emotividad y atronador sonido, empastado y afinado dentro de los niveles habituales de excelencia de la masa coral de la Zarzuela. Escenicamente emocionan e impactan y saben ejecutar a la perfección la interesante visión de ese momento que se plantea en el espectáculo.

Orquesta de la Comunidad de Madrid, dirigida por José Miguel Pérez Sierra, muy atinada, con una profundidad en el sonido francamente disfrutable, unos tiempos mas que acertados, y una lectura de la partitura muy trabajada y alejada de afectación. Si bien es cierto que en algunos momentos de conjunto, el ensamblaje foso-escenario no está todavía del todo conseguido, y algunos volúmenes todavía deben ser ajustados a los cantantes, no encontré nada que me indicara que no se tratase mas que los inconvenientes habituales en un estreno que se irán solventando a medida que se vayan desarrollando las funciones. La dirección de Pérez Sierra dota de gran dramatismo a la función, y mucho sentido de la teatralidad, y resultó de gran espectacularidad el celebre Preludio del Segundo Acto, donde las cuerdas se encuentran acertadísimas, y que sirve de acompañamiento perfecto al drama que transcurre en escena en ese momento.


Vayamos ahora con la propuesta escénica:
Paco Azorín está al mando del espectáculo, y lleva a cabo una labor absolutamente maravillosa. No es fácil salvar el texto de Maruxa desde un prisma exclusivamente pastoril o regionalista ante los ojos del espectador actual. Por tanto Azorín de forma inteligentísima envuelve Maruxa en un entorno histórico, duro y muy representativo de lo que Galicia es, y como los gallegos se comportan en situaciones de crisis. El naufragio del Urquiola, la tragedia ecológica mas grave ocurrida en Galicia y que aconteció durante los años 70. A todo esto se le añade unos matices psicológicos muy interesantes a la pareja de señoritos, especialmente en el caso de Rosa, y nos encontramos con una Maruxa en la que el abuso de poder, el acoso sexual, y las pasiones humanas mas bajas, y también las mas altas, se encuentran a flor de piel. Azorín plantea unas simbologías muy efectivas y de gran fuerza, que se pueden focalizar perfectamente en el personaje interpretado por la bailarina María Cabeza de Vaca como Galicia, diosa telúrica y que engloba todos los valores de las tierras gallegas y que en la escena de la tormenta resulta catártica y con gran empaque escénico, siendo uno de los momentos mas logrados del espectáculo junto con la intervención del coro en el mismo cuadro.
Visualmente la función posee múltiples aciertos, y la estética inconfudible de Paco Azorín, que también es el encargado de la escenografía, se encuentra muy presente. Nuestro director plantea dos universos en dos planos escénicos diferentes, el de los poderosos y el de el pueblo llano, no renunciando en ningún momento a la esencia de la obra en la que el bucolismo del encuentro entre Maruxa y Pablo y lo idealizado de su amor son parte importantísima del espectáculo. Lo que Azorín hace es convertir en adultos a unos personajes que en su concepción original resultan anodinos y excesivamente simples, y que aquí toman un peso que sin duda es creación de nuestro director.
Todo esto que planteo se ve perfectamente apoyado en las mágicas luces de Pedro Yagüe, y los adecuadísimos figurines de Anna Güell, que definen perfectamente cada personaje y su carácter. Siendo el resultado final de la función elegantísimo, muy pensado y nada gratuito.


Azorín plantea una monumental oda a Galicia, hecha con un amor hacia dicha región y sus habitantes muy patentes, de sensible factura, dureza cuando la obra lo requiere, inspirada propuesta estética, y sobre todo respetando la esencia de la obra.
 Esta Maruxa se sale del tópico ¿y que? los tópicos son precisamente arte y parte de la crisis en la que se encuentra sumida la zarzuela actualmente, a lo mejor rompiéndolos sacamos algo en claro. Producciones así se me antojan necesarias, no digo que vayan a cambiar la historia del teatro lírico español, pero si que abren puertas de forma acertada hacia una posible modernización de la zarzuela, y lo que es mas importante, abren mentes en un mundo tan purista como es el de nuestra lírica.




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Quisiera agradecer al maestro Miquel Ortega, encargado de la revisión de la partitura de Maruxa, unas aclaraciones sobre la obra, que muy gentilmente me ofreció, y que me sirvieron de gran ayuda en mis labores de documentación, y de comprensión de la enormidad de una partitura como la que escribió mi admirado Amadeu Vives.