lunes, 21 de marzo de 2022

El Tiempo Entre Costuras, Un Traje Muy Bien Confeccionado.


Si hay algo que caracteriza al musical como género sin duda son dos cosas. La primera a tener en cuenta es la nueva creación, algo que entronca directamente con la segunda, su continua renovación formal y estética. Estas dos características que forman parte intrínseca del género desde su creación son sin duda dos piedras angulares sobre las que se basa el musical, para su pervivencia, vigencia, y éxito. Esto que planteo, sin duda, no está reñido con el reestreno de los grandes clásicos del repertorio, que son perfectos para disfrutarlos, y sobre todo para entender el género de una forma más completa. No se nos deben olvidar los títulos que fueron germen del género tal y como se conoce en la actualidad, ya que es la mejor manera de apreciar las virtudes y defectos de un género, que visto en retrospectiva, sin duda se me antoja como uno de los más completos y eclécticos que existen dentro de la profesión del teatro. Hace dos semanas se estrenó en el Espacio Ibercaja Delicias "El tiempo entre costuras" en su versión musical, y reconozco que me picaba la curiosidad. Hablar de la buena salud de los musicales en nuestro país sería una obviedad, las cifras y las carteleras cantan, con un ramillete de producciones que están dando mucho que hablar, y que en algunos casos se pueden definir como pasos de gigante en cuanto a la producción patria de musicales. Que haya nueva creación, como es este Tiempo entre costuras, es un hecho muy significativo, y que debe valorarse en su medida. Es decir, se arriesga con obras desconocidas en su partitura, y se apuesta por la producción netamente propia, alejándose de los a veces acartonados espectáculos importados, más preocupados de mantener el foco en el mismo lugar que estaba en Broadway, que del contenido y el continente. En este caso se puede hablar de feliz apuesta, y esperemos que de exitosa andadura, ya que la obra lo merece como posteriormente comentaré. Lo primero que he de decir es que visto el elenco de la función, me atrevo a afirmar que la madurez del género en cuanto a sus artistas ya es un hecho, y que a medida que se van haciendo producciones, muy especialmente en los últimos años el salto cualitativo en los artistas del género es muy notorio. Una vez dicho esto vayamos con la crítica. 



El tiempo entre costuras, con música de Iván Macías y libreto de Félix Amador, está basado en la novela homónima de María Dueñas, de gran éxito y de sobra conocida por todos. Se me antojaba muy difícil comprimir una novela tan extensa y de argumento enrevesado en la duración standard de un musical, ya que la historia, sin duda da para varios musicales. En este caso, creo poder afirmar que nos encontramos ante el trabajo más redondo de Macías y Amador, en el que la música y el texto se conjugan perfectamente, de manera equilibrada, sin que sobre ni falte nada, así como una adaptación literaria perfectamente medida, que condensa muy bien el material original, sin dejarse aparentemente nada en el tintero. Leí la novela en su momento, y la verdad es que no eché nada en falta. Todo se encuentra perfectamente resumido, clarificado, y con la coherencia teatral necesaria, para que el resultado a nivel texto no pueda llegar a mejor puerto, que el que se nos plantea. En cuanto a la partitura, Iván Macías quizás proponga su apuesta más personal, algo de agradecer, ya que sus anteriores trabajos adolecían de cierta falta de personalidad, y que en este caso ya no es así. El compositor, parece haber dado rienda a su talento sin corsés ni lastres de otros autores, para plantearnos una partitura difícil, inspirada, y de completa lógica teatral. Hay que destacar varias cosas, la primera el equilibrio, en este caso muy marcado, donde se fluctúa por diversas atmósferas, y en la que todo está muy bien dosificado. Anteriormente me quejaba precisamente de la falta de este equilibrio, en algunos espectáculos de Macías y Amador, ya que un espectáculo debe llevar al espectador por diferentes estados de ánimo para no caer en lo rutinario, de esta manera los momentos más brillantes brillan más, y los mas sentimentales nos llegan mejor. Nada que objetar a este respecto, ya que la partitura funciona a las mil maravillas, y resulta muy definitoria de cada uno de los caracteres que se plasman sobre el papel. Hay que destacar también la apuesta por el intimismo, que en este caso es la marca de la obra, alejada de conceptos más operísticos, como "El médico" de los mismos autores, en los que cierta grandilocuencia resentía el resultado final. Aquí se nos cuenta una historia muy personal, con una música muy personal, y con la que el melodrama con sus gotas de espionaje que María Dueñas nos contó se ve muy bien reflejado en el material de Macías. Podemos hablar de partitura coherente, con continuidad, y en la que el "leit motiv" de Sira Quiroga funciona como hilo conductor de la composición. Varios temas y personajes son a destacar, la estupenda y cruda canción de Noemí Mazoy, el momento aflamencado de María Gago, donde se remarca el espíritu netamente español del musical, así como el tema de Ricardo Soler, con cierto ecos de las mejores composiciones sonoras de los filmes de James Bond. A todo esto hay que añadir la riqueza a nivel musical del personaje de Laura Enrech, dueña y señora del musical, de gran lucimiento e indudable dificultad. Los coros, perfectamente ensamblados en la partitura, cumplen su cometido de reforzar la acción dramática con eficacia, así como la de dar el empaque necesario a los momentos más espectaculares. A esto hay que añadir una orquestación cargada de sensibilidad y muy definitoria en cuanto a las psicologías, para de esta manera redondear una partitura brillante, bien ensamblada , y lo más importante que sirve de catalizador del drama, como debe ser en el género. La música en los musicales debe servir para que la acción avance, para que los personajes nos cuenten sus emociones, y debe fluir perfectamente después de la palabra hablada. En este caso esto que planteo es un hecho, feliz y a tener en cuenta, siendo el acabado formal del musical impecable a todas luces. 




Vayamos con el elenco, numeroso y muy acertado en líneas generales. 

Todos los miembros del conjunto realizan varios papeles, dada la cantidad de pequeños personajes que pululan por el escenario. Muy a destacar la labor de Amparo Saizar, solidísima en todas las creaciones que lleva a cabo, creíble, con gran sentido del texto, y que demuestra su gran trayectoria en el mundo de los musicales pisando con fuerza las tablas. Fernando Samper, otro conocido para los amantes del género, cumple con su cometido a la perfección como padre de Sira, entrañable y muy bien entonado en lo musical. Muy gratificante también en sus intervenciones el tenor Julio Morales, sobrado de aptitudes para el material musical, timbradísimo y de atenuado pero notable carácter lírico, que le va muy bien a su personaje. También merece mención un gracioso Nil Carbonell, como Félix, en un personaje en clave "queer", delicioso desde todo ángulo bien pensado y bien servido. 


Silvia Álvarez y Noemí Mazoy como Rosalinda y Dolores respectivamente, correctísimas en lo actoral y en lo musical. Álvarez aporta la dosis de sofisticación necesaria que el personaje requiere, templada en lo musical, y demostrando sus dotes de bailarina sin problemas en su número principal, se me antoja perfecta para el papel, que no nos rechina en ningún momento, algo que dado el carácter británico del mismo podría ocurrir, ya que en estos casos recurrir a la caricatura es un peligro que en este caso no se plantea en ningún momento. Noemí Mazoy, en su línea de calidad vocal habitual, sirve sin duda uno de los momentos de la noche en su difícil tema principal, que casi se me antoja un traje a medida para nuestra cantante. Expresiva, muy desgarrada en lo musical, y contenida en lo actoral, ofrece el peso necesario que el personaje pide a todos los niveles, y que no es poco precisamente. 

Muy muy destacables María Gago como Candelaria y Ricardo Soler como Da Silva. María Gago un torbellino en escena se mueve como pez en el agua en un personaje con ecos de Estrellita Castro en su forma de hacer y en su estética, pizpireta, cargada de energía y verdad,  magnífica en lo musical, luciendo poderío, dando una nota andaluza y cargada de chispa en otro de los momentos destacables de la función. Ricardo Soler, malvado de la función, sin caer en el cliché, y con un personaje bien planteado en lo actoral, lleva a buen puerto su tema principal con elegancia, buena presencia escénica que apoya su trabajo sensual y seductor en lo musical, con un estupendo manejo del instrumento. 

Joselu López como Marcus, conocido por un servidor por sus trabajos en la Zarzuela, da perfectamente el personaje de héroe romántico, al que le viene de perlas el bello timbre abaritonado de nuestro artista, que suple perfectamente los pasajes más comprometidos de la partitura, especialmente en los dúos y concertantes. La voz redonda y resolutiva se complementa a la perfección con la de Laura Enrech, con la que por cierto tiene gran química escénica. Correctísimo en lo actoral, elegante y apasionado, cumple de manera intachable como enamorado de nuestra protagonista, sabiendo estar siempre en el lugar que le corresponde dentro de cada escena, con solvencia y efectividad. 

Laura Enrech como Sira, la estrella de la función, que ofrece sin duda un trabajo de enorme calidad a todos los niveles. La interpretación de Enrech se puede considerar superlativa, con un cuidadísimo tratamiento vocal, refinadísima en todas las zonas, agudos resueltos de manera espectacular, finales de frase magníficamente servidos, en un personaje que vocalmente funciona a la perfección sin que nada nos resulte forzado o estridente. Los cambios de registro se me antojan perfectamente naturales, todo está cantado con un gusto exquisito, y con una voz que suena sana, bellísima y lo que es más importante con personalidad. Muy expresiva en los momentos más dramáticos y deliciosamente ligera cuando la partitura lo requiere, el trabajo de Laura Enrech pasa por la excelencia en lo musical sin concesiones. Igualmente acertada en lo actoral, en un personaje francamente difícil que pasa por múltiples avatares y estados ánimo, ofreciendo una gama interpretativa interesante y variada durante toda la función, cargada de frescura y en ningún momento pasada de vueltas, algo francamente difícil en una historia de tintes melodramáticos en no pocos momentos. 

Conjunto acertado, artistas multidisciplinares que se mueven a la perfección dentro del espectáculo, muy afinados en lo musical, entonados y conjuntados en las coreografías, y todos perfectamente implicados con los pequeños papeles que les ha tocado en suerte. Mención especial para la Jamila de Sheila Paz, breve en sus intervenciones, pero de gran presencia durante el periplo africano de la función, y que no pasa en absoluto desapercibida. 

La orquesta con Lawrence Aliganga al frente, estuvo a la altura de las circunstancias, en una lectura de gran sabor teatral, y en buena consonancia con los cantantes, dotando a la función del suficiente peso que la partitura requiere, con momentos de gran inspiración, y dramática resolución.



 


Vayamos con la propuesta escénica:

Federico Barrios al frente del musical acierta en la dirección de actores, dotando a todo el espectáculo de indudable frescura actoral, en la que ningún personaje nos parece envarado, o en un código diferente del resto de sus compañeros. Bien llevado en los ritmos, la función no decae en ningún momento, y las escenas se encuentran en el punto justo de sazón para que se puedan disfrutar sin el menor problema. Nos encontramos ante un espectáculo ágil, de continuos cambios, y que en líneas generales se nos pasa rápidamente y de manera fluida. Acierto pues para Barrios que ha sabido sacar lo mejor del material que tiene entre manos con resultados de altura, y alguna interpretaciones de alto voltaje, léase Laura Enrech y María Gago. La propuesta estética me pareció un poco más irregular por dos motivos, el primero, la no del todo, afortunada escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, que no acaba de funcionar en algunos momentos. Resulta aparatosa a ratos, y los cambios deberían poder ser más ágiles para que fluyera todo mejor, así como las escaleras cuyo dinamismo se ve entorpecido al tener que ser movidas por miembros del elenco, algo que le resta magia al resultado final. El otro motivo es el espacio en el que se está representando el musical... la obra está pidiendo a gritos un teatro de piedra, estoy completamente seguro que luciría mucho más que un escenario como el del Espacio Delicias que limita bastante toda la función. No hay un peine en condiciones que permita alojar de forma satisfactoria parte de la escenografía, y el entorno es demasiado frío para que nos metamos del todo en el espectáculo. Esto que planteo sin duda alguno no es responsabilidad ni del elenco, ni del musical. Lo veremos en otro tipo de recinto, y estoy absolutamente convencido de que la obra será más disfrutable si cabe. Mención especial para el espléndido vestuario de Lorenzo Caprile, que define a la perfección el glamour de la alta costura de los años 40 del siglo pasado, algo completamente crucial en una función de estas características, así como para María José Santos como directora vocal, puesto algunas veces olvidado en nuestros musicales, y que sin duda se agradece su labor, dado lo cuidado del planteamiento vocal del espectáculo.



En resumen, este Tiempo entre costuras ha sido una agradabilísima sorpresa, inesperada y feliz, que me parece hasta ahora el producto más redondo de Iván Macías y Félix Amador, que se disfruta como el estupendo entretenimiento que es, y que nos da pistas sobre por dónde puede ir nuestro musical en cuanto a nueva creación se refiere en su faceta más comercial, y no por ello carente de interés.