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viernes, 9 de octubre de 2015

Cabaret, El Final De Los Días De Vino y Rosas

Si hay un musical icónico, conocido y laureado, ese es Cabaret. Pocas personas no se lanzan a tararear el " Money, Money" en cuanto escuchan sus primeros compases, ya que a veces algunas canciones se incrustan en nuestra memoria colectiva, formando parte de nuestra vida para siempre.
El año pasado me enteré de que una nueva producción de Cabaret iba a llegar a nuestras carteleras, y por supuesto, me alegré infinito.
Varias dudas me asaltaban, la primera, quien sería Sally Bowles uno de los personajes mas difíciles del repertorio de comedia musical, y la segunda que tipo de producción se llevaría a cabo ¿ Sería franquicia o producción propia? poco a poco las dudas se fueron disipando, y el reparto se fue dando a conocer, plagado de caras conocidas, y la producción despuntaba como netamente española en todos los ámbitos necesarios para ponerla en pie.



Llegados a este punto me gustaría decir una cosita, las franquicias están muy bien, para que negarlo, pero el género en España ya goza de la suficiente solidez como para plantearse que se deben hacer las cosas aquí, y con nuestros medios, que por cierto son estupendos. Por tanto aplaudo esta iniciativa por valiente, y porque a fin de cuentas, el teatro es un ejercicio creativo, que cuando depende de producciones ajenas, se ve completamente cercenado, es decir, a veces, la atadura que conlleva la franquicia, quita espontaneidad al espectáculo, y pierde alma. Así que bienvenido sea este Cabaret de gran producción, y espero que cunda el ejemplo, y sigamos viendo grandes títulos del repertorio llevado a cabo con equipo creativo netamente patrio, los espectadores y nuestro teatro se lo merecen.
El jueves asistí al estreno de la temporada, una velada cargada de glamour, y espíritu teatral que disfruté muchísimo. La Gran Vía lució como nunca para este evento, y para seros sincero, me sentí un privilegiado pudiendo formar parte de esa noche, que ya forma parte de mi mitología particular como espectador.



Cabaret, musical de Kander y Ebb con libreto de Joe Masteroff, es una inspiradísima función que en su momento rompió moldes por varios y mas que justificados motivos.
Estamos ante un musical mayúsculo, fuertemente influenciado por Kurt Weill y Bertolt Brecht en su estructura. No en vano la mítica Lotte Lenya, musa y esposa de Weill, formó parte del elenco con el que se estrenó en 1966, y sin duda Lenya conocía muy bien lo que Cabaret contaba y como lo contaba, justamente las dos grandes bazas de esta composición, que sigue sin haber perdido ni un ápice de interés casi cincuenta años después de su estreno.
Ambientada en el Berlín del auge del Nazismo, Cabaret narra la vida de unos personajes que niegan conscientemente la negra realidad que les rodea, para finalmente verse devorados por los acontecimientos históricos y personales que les ha tocado vivir, en tan crítico momento, desde una visión cínica y descarnada de la realidad, y con una conseguídisima partitura que plasma a la perfección la época en la que se desarrolla la acción estilizando la canción berlinesa de entreguerras. El trío creativo del musical, concibieron una auténtica obra maestra, y crearon al que posiblemente sea el personaje mas grande de toda la historia del teatro musical, Emcee, bufón de corte sin corte, maestro de ceremonias sin nada que celebrar, y narrador caustico e inquietante de todo lo que ocurre a su alrededor.
Cabaret se supone que está basado en hechos reales, aunque la auténtica Sally Bowles siempre renegó del musical, y afirmó por activa y por pasiva que todo era pura invención, sacada de la novela Goodbye To Berlin, que posteriormente inspiró a la pieza teatral titulada I Am Camera , a la que en esta producción, de forma muy sutil se homenajea
La versión de Cabaret que esta crítica ocupa, va al origen de la misma, e incluye los añadidos musicales para la película, a excepción de Mein Herr, que parece ser que por motivos de derechos no se ha incluido.
Cabaret es historia del teatro musical, y sin duda un maravilloso vehículo para que no se nos olvide de donde venimos y hasta donde puede llegar el ser humano. Olvidar la historia es una condena a repetirla, y lo que Cabaret cuenta, con toda su dureza, y maravilloso equilibrio entre lo dramático y lo cómico, jamás se debe volver a repetir.



Vayamos con el elenco, maravilloso en líneas generales.

Pepa Lucas, como Fräulein Kost.
Uno de los sorpresones de la noche. Decir que Lucas está soberbia es poco, cierto es que el personaje es muy lucido, pero hay que hacerlo, y hay que hacerlo con las dosis de verdad que esta actriz aporta.
Su interpretación me fascinó de principio a fin, y su estupenda creación corporal que es una de las grandes bazas de esta ruin mujer, junto con un acertado ejercicio de anagnórisis final, que Pepa Lucas borda, para finalmente redimir este personaje, y acabar de rematar una interpretación de campanillas.

Víctor Díaz, como Ernst Ludwig.
Díaz es un clásico de nuestros musicales, aporta oficio y sobria presencia a un personaje que en otro intérprete de menos personalidad pasaría totalmente inadvertido.
Tiene momentos mas que interesantes, especialmente a partir del giro que su personaje da, cuando  se descubre  su verdadera naturaleza. Su interpretación en algunos momentos aterra, por su frialdad y convencimiento, y sobre todo por su serenidad. Díaz sirve un trabajo cargado de matices, y que en el espeluznante final del primer acto, le permite lucirse vocalmente, tal y como el sabe hacer, yéndose a un efectista agudo, que pone los pelos de punta.

Enrique R. Del Portal, como Herr Schultz.
Enternecedor, y más  que atinado en sus intervenciones. Del Portal da vida a uno de mis personajes favoritos de la función, un gentil y sensible frutero judío, que por motivos obvios, se encuentra en el lugar y en el momento equivocados.
Varias cosas hay que tener en cuenta de la mayúscula interpretación de Enrique, la primera, la tremenda humanidad que transmite, la segunda, la sensación de desamparo que nos deja ver en uno de sus mejores momentos de la función, cuando se descubre rodeado de nazis, y con patética dignidad solo puede aferrarse a una botella, y recular despavorido. Y por último sus soberbios mutis, que tan bien definen a su personaje.
Vocalmente está perfecto, en un papel de ciertas dificultades vocales, que Del Portal, tenor de agudo fácil solventa sin ningún problema. La química en todos los pasajes musicales que tiene con Marta Ribera, son oro puro y un claro ejemplo de lo que conlleva conmover, sin caer en lo melifluo, y aportar grandes dosis de verdad, en un personaje tremendamente creíble.

Marta Ribera, como Fräulein Schneider.
Otra grande del género, que nunca defrauda. Ribera da vida a una mujer de mediana edad, que se ve abocada a renunciar a muchas cosa, por un instinto de supervivencia fuertemente agudizado. Ribera cuenta con su poderosa voz, imponente presencia, y mucha fuerza actoral, para dotar de un empaque mas que notable a este importante papel, que precisa exactamente de alguien con la solidez y oficio que esta estupenda artista posee. Su estilo netamente Broadway, me parece fascinante, y su escuela ferreamente musicalera, es todo un prodigio de experiencia y conocimiento del género y sus códigos.

Daniel Muriel, como Clifford.
Otra de las sorpresas de la noche. Muriel mas que solvente actor, consigue dotar de tanta entidad a un personaje a priori desagradecido, que engrandece a este Clifford hasta lo estratosférico. Férreo como una roca, de gran presencia, y con momentos de gran brillo, ofreció un trabajo impecable de principio a fin, su gran escena final con Sally fue de órdago, y lo mejor, el momento que mas me emocionó de su trabajo, y aquello que define tan bien a su personaje, es la última escena en el vagón del tren cuando empieza a escribir su libro. Muriel dice, Capitulo Primero, había una vez... y enumera las tres primeras cosas mas importantes de la historia, en ese preciso momento, su tono evocador, la melancolía y profunda tristeza que transmite, y sin duda su grandeza como artista, nos deja clarísimo que Cabaret, es un bello recuerdo envuelto en un halo de nostalgia que nos habla sobre el final de una época plagada de vino y rosas, y que jamás volvió para ninguno de aquellos que la vivieron.
Vocalmente está mas que correcto, ya que posee una bonita y afinadísima voz de tenor, que me resultó muy grata, pero os aseguro que aunque no cantase absolutamente nada, me daría igual. Muriel es una de las estrellas de la función, con gran justicia.

Eduardo Soto, como Emcee.
Magnífico, como esperaba, en un código payasesco muy acertado. Soto lleva a su Emcee, al único lugar posible hasta que el recorrido del personaje lo permite, el descaro mas puro y duro, la ligereza bien entendida, y la ácida comicidad que el personaje destila. Su evolución es interesantísima, llegando a resultar ciertamente inquietante según se le va borrando el maquillaje, y su cara se va acercando cada vez mas a una grotesca máscara.
Soto hace SU Emcee, el que solo el podría hacer, y no el que otros han hecho o han dirigido, y ese es el acierto de la apuesta, honesta de principio a fin, acertada, y muy efectista, se basa en partir de las características de base del actor, para luego incorporarlo al personaje, con aparente, solo aparente facilidad, ya que las complicaciones psicológicas del personaje se las traen, y tiene momentos de gran dificultad técnica, que Soto solventa sin problema. La tremenda canción que interpreta borracho en una de las escaleras que visten la producción, es uno de los grandes momentos de la función.

Cristina Castaño, como Sally Bowles.
Le ha tocado a Castaño un toro bravo, que hay que ser muy valiente para atreverse con el, por varios motivos. Las comparaciones son odiosas, y la tendencia a comparar muy habitual en el mundo del espectáculo, no es justa, ya que se debe medir el trabajo de un artista, en base a lo que ese artista puede dar, no al que otros dan o han dado.
Castaño  sirve una elegante, burbujeante y encantadoramente frívola Sally, que oculta su sensibilidad en un aura de gran diva, pero que deja entrever su auténtica naturaleza, cuando habla de su "supuesta amiga Elsie" en la famosísima canción que da título al musical, y en la que realmente de quien habla es de ella misma. Con momentos de gran empaque actoral, especialmente a partir del segundo acto, donde la interpretación en un principio mas enfocada hacia la alta comedia, deriva hacia lo netamente trágico, con un enfoque muy logrado y muy ajustado con lo musical.
Vocalmente va de menos a mas, siendo el culmen de su interpretación musical, la canción que mas arriba comento, de gran efectismo a todos los níveles, siendo el resultado global bastante redondo y ofreciendo un trabajo de indiscutible calidad.
Castaño da lo mejor de si misma, en una esforzada interpretación, que se ve muy arropada por su compañero en escena Daniel Muriel, con un resultado final bastante notable, y en la que el trabajo tan exhaustivo que ha llevado a cabo se ve reflejado en todas sus intervenciones. Por cierto... que bien baila esta chica oigan.



Conjunto acertadísimo, y muy completo, con integrantes que se desenvuelven perfectamente en todas las disciplinas, de forma mas que solvente, que en algunos momentos apabulla ante la calidad que ofrecen, tanto musical como de baile. Que no se nos olvide que en de Cabaret, cada integrante del coro tiene un papel, y su momento de lucimiento, en mayor o menor media. Aquí no desentona ni uno solo de los componentes del conjunto. Algo que encuentro realmente difícil de conseguir, y un acierto de elección de casting muy de agradecer.

La banda que acompaña a los integrantes del reparto dirigida por Rafael Patiño, suena francamente bien, con un sonido grande, y de tintes muy espectaculares, que apoya perfectamente lo que ocurre en escena dependiendo del momento.



Vayamos ahora con la dirección escénica.
Jaime Azpilicueta, lleva a cabo un espectáculo de relumbrón, sorprendente por su grandeza visual, y su belleza plástica, en algunos momentos. El universo de Cabaret se encuentra dividido en dos mundo muy diferenciados visualmente, el Kit Kat Club, donde todo es brillo y oropel, y el mundo gris de la realidad del Berlín de aquella época de tan infausto recuerdo, algo que la inspirada y gigantesca escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda define  perfectamente. Ese Kit Kat Club, funciona como una burbuja atemporal,  y ciertamente onírica, que sirve como nexo de unión entre las escenas de forma muy efectiva, y efectista, y que asombra en todos y cada uno de los números que en el se desarrolla.
Azpilicueta aprovecha al máximo a sus actores, sacando lo mejor de cada uno, que no es poco, y sobre todo dejándoles hacer, dentro de los parámetros que la obra permite, llevando la función a la dirección correcta, con un desarrollo muy bien justificado y de muy interesante crescendo dramático, que finaliza en un epatante final, que nos hiela la sangre, por su crudeza e impacto visual..
Todo lo que cuento, está sustentado por una grandiosa producción de ambicioso acabado, que no deja absolutamente indiferente a nadie, y que es un clarísimo exponente de musical de gran formato, llevado hasta sus últimas consecuencias.
Pero si hay algo por lo que esta producción pasará a la historia y donde estriba su mayor virtud, es el absoluto rompimiento con lo anteriormente hecho en este país en cuanto a este musical se refiere, teniendo en cuenta que ya van unas cuantas producciones, y que a los dos minutos de encenderse las luces, cualquier referente anterior ha desaparecido nuestra cabeza para sumergirnos de lleno en este cuento tan amargo, mágico  y cruel, que es Cabaret.



No quisiera cerrar la crónica sin tres menciones especiales, la primera a los soberbios figurines de Antonio Belart, que literalmente quitan el hipo, la segunda las magníficas coreografías de Federico Barrios. Y muy especialmente a las luces de Juanjo Llorens, que sin lugar a dudas, son de lo mejorcito que he visto en tiempos.

Cabaret es una propuesta completamente imprescindible de esta temporada teatral que acaba de empezar, y que se está mostrando con muy buenos mimbres para que sea una de las mas interesantes en mucho tiempo.

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lunes, 16 de marzo de 2015

Cabaret Chihuahua, Reír En Tiempos Revueltos


     

El genero cabaretero me gusta mucho, en sus múltiples vertientes, desde los espectáculos de transformistas ( hoy drag queens ) hasta las variedades, el espectro en el que se mueve el cabaret como género es muy amplio. Mi cabaret favorito es el que sirviéndose de la estética, modos y formas cabareteras, ofrece básicamente teatro, en un complejo, difícil, y no siempre efectivo, trabajo de comunión de todas las disciplinas escénicas. Si... todo es teatro, pero una cosa es cuando el argumento es un leve pretexto para introducir los números musicales, y otra cuando los números musicales sirven para que la acción dramática avance y reforzar la historia que se quiere contar.
Me surgió la oportunidad de asistir a Cabaret Chihuahua, que se está representando en la sala pequeña del  Nuevo Teatro Alcalá, y la verdad es que no me lo pensé ni lo mas mínimo. La fama que precedía a esta producción ante el clamoroso éxito que supuso en las cartelera bilbaína , me la hacía tremendamente interesante, había visto abundante material gráfico de la función, pero no tenía ni la mas remota idea sobre su argumento, un motivo mas para acercarme y dar un vistazo.
Soy curioso por naturaleza, así que el sábado tras una larga y agotadora semanita, levantando el país que me ha tocado en suerte, me acerqué entre intrigado y divertido, a lo que para mi ya empieza a ser una sesión golfa, las diez y media, acostumbrado a los horarios zarzueleros, es el colmo de lo disoluto, porque uno ya va estando en lo mejor de su avanzada edad, que diría uno que yo me sé.
Convenientemente ataviado (el que vea la función sabrá por qué digo esto) me arrellané en mi butaca y empezó el show....




Cabaret Chihuahua, es un inteligente espectáculo, en el que se nos presenta un fresco de la realidad social de la España actual, para ello se sirve de una premisa sencilla, pero muy efectiva. Un chico se muere y cuando llega al mas allá, los muertos fiel reflejo de lo que ocurre en el mas acá, sufren las mismas miserias y disfrutan las mismas gozosas alegrías que nosotros, todo desde un prisma descarnadísimo, que no deja indiferente a nadie. Felipe Loza autor del texto y director del espectáculo, se luce mucho en una función que nos lleva por unos derroteros netamente políticos y que no deja títere con cabeza, en el mas puro estilo de sátira política y social, en los términos mas Brechtianos que uno se pueda imaginar, en cuanto al lenguaje teatral se refiere, y con unas deliciosas pinceladas de Teatro Del Absurdo, donde Ionesco, Beckett y Arrabal también pululan sin ningún complejo. Cabaret Chihuahua, tiene mucho interés en lo que cuenta y en como lo cuenta, esta fue la primera sorpresa de la noche, ya que esperaba ver un espectáculo mas frívolo, y quizás con menos enjundia, que es lo que a priori se puede esperar de un cabaret, si a esto le añadimos un elenco en completo estado de gracia, se puede afirmar que estamos ante una auténtica revelación, en cuanto a propuestas de estas características se refiere. 



Vayamos con el elenco.

Mitxel Santamarina, como Montse ,alter ego de Montserrat Caballé en el Otro Barrio, y Broder 2 ( con "d") componente de Lehman Brothers
Santamarina, ofrece una Montse, rotunda, muy graciosa, impoluta en lo corporal, y con ciertos ecos de la Edna de Hairspray, que hizo las delicias del espectador. Sirvió toda un creación en la mas pura línea de caricato, tremendamente graciosa, muy desprejuiciada, y que realmente funciona en todas sus intervenciones. Su final a ritmo de Celia Cruz, fue absolutamente impagable. Como Broder, está estupendo también, dotando a su personaje de cierto tono inquietante que resulta muy conseguido. Santamarina no pasa desapercibido, sobre todo en una interpretación tan extremada como es la de Caballé.

Ugaitz Alegría, como Sabino Arana y Broder 1. Alegría es el que pasa un poco mas desapercibido, no por su mal hacer, sino porque sus personajes están menos desarrollados que el resto, en los dos cumple, y sirve una estupenda canción en euskera, que me llegó a emocionar. Queda muy claro lo que representa, algo harto difícil en un personaje que fuera del entorno vasco quizás nos pille un poco lejano, pero esa visión del nacionalismo tan desfasada me quedó mas que clara en el planteamiento de Alegría, que sabe muy bien lo que se hace.

Diego Pérez, como Winehouse y Cantinflas. De lo mejorcito del espectáculo sin lugar a dudas. Pérez sirve dos interpretaciones soberbias, la una alejadísima de la otra y que no chirrían en absoluto. Cuando interpreta a Cantinflas, no vemos una imitación, vemos a Cantinflas ni mas ni menos, algo extremadamente difícil de llevar a cabo, cuando de un artista tan personal como Mario Moreno era se trata, derrocha encanto y ternura en sus intervenciones. Su Amy Winehouse es un festival. Graciosísimo, de frases lapidarias e imponente físico, me dejó absolutamente pasmado por su ductilidad, vis cómica e impresionante cambio de registro. Nombre a tener en cuenta el de Diego Pérez, si señor, actor que intuyo que dará que hablar, Pérez tiene ese "algo" que muchos buscan y pocos encuentran.

Irene Bau, como Monroe, alter ego de Marilyn. Bau me gustó muchísimo, en un composición muy bien apoyada en lo corporal y la voz. Su papel no está muy desarrollado pero no pasa desapercibido, sabe estar y sabe escuchar, y sin duda, ofrece gran calidad en su trabajo. Su monólogo al teléfono me pareció una genialidad, que requiere de una gran actriz para que funcione tal y como a Bau le funciona. En un código muy surrealista, ofreció una difícil creación que a pesar de sus complicaciones, ella hace que parezca un paseo. Un diez para Bau sin duda

Enriqueta Vega, como Frida, alter ego de Frida Kahlo. Inmensa, su portentosa voz, imponente presencia física y arrolladora personalidad, me dejaron con la sensación de estar viendo una auténtica bestia parda, un animal escénico de poderosísima energía que crea una Frida, muy temperamental, ferozmente vital, un tanto agresiva y que descoloca al mas pintado. Poner en pie un personaje tan grande es un riesgo, ponerlo en pie con esta solvencia es sin duda un trabajo encomiable. Vega es pura tripa, sale a por todas y lo consigue.

Quique Gago, como Fiambre, el hilo detonante de toda la historia. Gago sirve un trabajo en clave mas naturalista que el resto de sus compañeros, al menos en la primera parte del espectáculo, muy bien apoyado en lo gestual, da perfectamente el papel de chico muy normal, un poco sobrepasado por los acontecimientos, cuando le llega el desmelene, que no desvelaré, cumple a la perfección en un trabajo que igual que ocurre con Diego Pérez, no se limita a imitar, Pérez no hace, es, no hay mas vuelta de hoja.

Itxaso Quintana, como Minelli, alter ego de Liza Minelli, absolutamente soberbia, en el mas claro código de maestro de ceremonias. Quintana, ofrece un trabajo muy corporal, donde la plasticidad de sus movimientos es mas que notable, creando una Liza Minelli perfecta, se bate el cobre a base de bien sobre el escenario, y le toca abrir el espectáculo con su primer número, algo que hace sin ningún problema, para empezar a poner al público en situación. Su personaje es un torbellino, con muchos estados de ánimo diferentes, algo que esta presente en todos los personajes, pero que quizás en Minelli sea mas palpable. Me quedo con su monólogo remedo de el  de Rutger Hauer en Blade Runner, todo un prodigio tanto de texto como de interpretación.

Iñaki Maruri como Pianoman. Maruri es el pianista de la función que acompaña a los actores, pero no solo es eso, es el apoyo de todos los que están es escena, y un actor como la copa de un pino, da vida a un enamorado de Elton John, que dice verdades como puños, denota gran sensibilidad, y no para ni un momento. Está toda la función en el escenario, entregándose sin descanso, y tocando el piano de maravilla. Sin duda uno de los sustentos de la función, que consigue dar el tono exacto a cada número para que la música fluya perfectamente.



Vayamos ahora con la producción y dirección escénica. 
Felipe Loza destaca mucho y muy bien, en un espectáculo muy pensado, muy trabajado y soberbiamente movido. La gran baza es el frenético ritmo que da a la función y la estupenda dirección de actores, ya que saca lo mejor de cada uno, sabiendo muy bien las características de cada artista y como aplicarlas a sus personajes. Loza sirve un producción sencilla, pero impoluta, de gran fuerza visual, con una continua ruptura de la cuarta pared, acento tremendamente Brechtiano como ya dije mas arriba, y un final que entronca muy mucho con Auge y Caída de la Ciudad de Mahagonny de Kurt Weill y el propio Bertolt Brecht. Todo el espectáculo tiene un aire decadente muy al estilo del Berlín de Entreguerras, que de forma atroz, divertídisma y despiadada, refleja los convulsos tiempos que tenemos entre manos.
Se trata de una propuesta arriesgada, muy valiente y de extrema vigencia, que me recordó, sin haber visto yo aquel espectáculo, pero si material del mismo, la mítica Castañuela 70 del no menos mítico grupo Tábano. Teatro social, necesario en estos tiempos que corren, y que como revulsivo ante lo que estamos viviendo, funciona a las mil maravillas, todo desde un prisma muy lúdico, gamberro y desprejuiciado. La esencia final es que la vida es un carnaval, hay que vivirla aquí y ahora, y que rabien los demás.
Mención aparte merecen las increíbles luces de Iñaki García, que dotan a la función de unas muy conseguidas y enrarecidas atmósferas en completa consonancia con el género que el espectáculo abarca.



En resumen, un propuesta muy recomendable, que no dejará indiferente a nadie, tanto por su arriesgado planteamiento, novedoso formato, absoluto descaro, y enjundia teatral, mas allá de la frivolidad bien entendida del cabaret. Estamos ante una propuesta lúdica, pero que deja un poso reivindicativo la mar de estimulante. Yo no me la perdería!!!




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