sábado, 24 de diciembre de 2016

Jardiel, Un Escritor De Ida Y Vuelta, La Ortodoxia Bien Entendida

Ortodoxia:
Conformidad con los principios de una doctrina o con las normas o prácticas tradicionales, aceptadas por la mayoría como las más adecuadas en un determinado ámbito. (Diccionario de la Real Academia Española)
Se le tiene mucho miedo en el ámbito teatral de nuestro país a las producciones tradicionales, o que no se salen de lo estrictamente planteado por su autor, y se suele asociar a la caspa y a producciones acartonadas con olor a naftalina y que no aportan nada. Yo creo que es interesante (si se quiere conocer bien un clásico) verlo en su vertiente mas tradicional, al menos una vez, ya que esto nos va a servir para entender mejor el material original, y para posteriormente entender y disfrutar mejor, producciones mas vanguardistas, que a fin de cuentas son las que hacen que el arte de la escena avance.
No soy ningún purista, pero entiendo que las propuestas tradicionales son necesarias y no me molesta en absoluto verlas. Solo pido calidad, nada mas.
Todo esto viene a cuento de la estupenda (y ortodoxa) puesta de Un marido de ida y vuelta que se está llevando a cabo en el María Guerrero dentro de la programación del CDN, que es una prueba de que cuando las cosas funcionan da igual el tipo de propuesta escénica por la que se haya apostado, ya que toda propuesta es válida siempre que se haga bien. Lo que si que no funcionan nunca son los prejuicios del que se cierra a cualquier expresión artística, tanto los que van de ultra-modernos, como los ultra-puristas, de posiciones encontradísimas, y que me dan la misma pereza unos que otros, ya que el fondo de todo esto es que ambos se creen con la razón absoluta, sin tener en cuenta ninguno de los dos que  para que el teatro esté vivo se necesitan producciones tanto de uno como otro estilo.



Jardiel un escritor de ida y vuelta es Un marido de ida y vuelta tal cual lo escribió Jardiel, con algún añadido en los cambios de acto que sirven como acercamiento a la figura del maltratado Enrique Jardiel Poncela. Dichos añadidos se integran perfectamente en la obra y sirven a la perfección para conocer un poco mas sobre la figua de Jardiel. En general encontré muy atinadas las escenas, con excepción de aquella en la que Jardiel se explica politicamente, algo que creo que no es necesario, ya que consigue el efecto contrario, y que nos parezca que dichas explicaciones son un tanto forzadas. Jardiel se debe afrontar sin complejos, y  todo se hubiese resumido de forma mucho mas simple con la frase que el propio Jardiel le dijo a su hija, y que fue que en política se había equivocado. El momento de la función en el que Jardiel nos explica porqué tomó el camino que tomó es farragoso y no está resuelto de forma satisfactoria, el resto un hallazgo mas que justificado y muy necesario, dado lo desconocida que es la figura y la obra de Jardiel hoy en día para cierta parte del público.



Un marido de ida y vuelta se estrenó en 1939, y cuenta una historia muy surrealista sobre maridos espectrales, mujeres que se ponen años en vez de quitarse, y un servicio rendido a los pies del "espectro del señor".
Le salió a Jardiel una obra maestra, de estructura sólida como una roca, unos personajes inolvidables, y un refinado sentido del humor, en la que la palabra tiene mucho que decir, y en la que el uso del lenguaje es un portento que asombra al mas pintado. Me gusta muchísimo Jardiel, me parece uno de los mejores autores de su época, un completo incomprendido y sin duda un precursor del posterior Teatro Del Absurdo.
Este texto tiene una jugosa anécdota de plagio, ya que Noël Coward estrenó en el 41 Un espiritu burlón, de historia casi igual. Lo del plagio tiene su miga, ya que Coward y Jardiel eran amigos, enviándole el autor español un manuscrito al autor inglés de Un marido de ida y vuelta. Coward nunca reconoció haberlo recibido y dos años depués... !bingo¡ comedia con el espectro de la señora como protagonista principal. Un espiritu burlón posiblemente sea el título mas famoso de Coward, y es reconocido a nivel mundial. De Un marido de ida y vuelta, solo nos acordamos cuatro. Cosas de este país y del reconocimiento hacia nuestras artes escénicas, que me parecen una vergüenza nacional.



Vayamos con el elenco: 
La caterva de sirvientes de la mansión en la que se desarrolla la acción está perfectamente ejecutada por unos actores en estado de gracia, entre los que brilla especialmente una frescachona Raquel Cordero, que encontré graciosísima y disfrutona a mas no poder y un Felipe Andrés de breve pero fresca intervención. Paco Déniz como mayordomo esta superior, ofreciendo laconismo y comicidad a partes iguales. Déniz destaca desde el gesto pequeño y contenido y no pasa en absoluto desapercibido. 
Dentro de la peculiar familia que protagoniza esta obra, Carmen Gutiérrez ofrece una deliciosa comicidad dando vida a la amiga de toda la vida que no pierde la ocasión ni de soltar la pulla en el momento preciso ni de pescar marido cuando el destino se lo sirve en bandeja, Gutiérrez las deja caer así como si nada, y el resultado es rotundamente divertido, y de gran empaque teatral. Juan Carlos Talavera da vida a uno de los personajes que mas me gusta del texto, un pobre cenizo de gran sensibilidad que cada vez que una desgracia cae sobre nuestros protagonistas se lo echa a las espaldas para llenar su mochila de tristezas. Macarena Sanz y Luis Flor, en un código mas extremado, dan el contrapunto perfecto al resto de las interpretaciones, siendo deliciosa la primera escena de Flor con Lucía Quintana, y la ingenuidad de Sanz en un papel un tanto estereotipado pero no falto de efectividad. Estos dos personajes son profundamente jardielanos, y el tratamiento de los mismos también lo es, especialmente en el caso de Flor, incongruente en su psicología, y tan absurdo como el propio humor de Jardiel lo era. Flor parece una cosa, aunque luego sea otra ¿o no lo es? ja, ja, ja,  juzgad vosotros mismos. Una de las estrellas de la función es la superlativa Paloma Paso Jardiel, como la tía que reparte bofetadas y frases lapidarias a diestro y siniestro con una sabiduría teatral realmente admirable, y un control prodigioso de todo lo que conlleva estar sobre el escenario, Paso está de premio en un papel, netamente, de lo que se llamaba característica en los tiempos de Jardiel, y que en este caso sube hasta lo estratosférico gracias al saber hacer de esta actriz que por motivos mas que conocidos entiende a Jardiel hasta la raiz, tal y como se demuestra en su trabajo.
En cuanto al trío principal, decir que en líneas generales está mas que atinado. Paco Ochoa cumple sin problemas en un papel desagradecido pero muy necesario para el desarrollo de la trama. Sin parecerse nada fisicamente, me recordó, especialmente al principio, a Fernando Fernán Gómez, que tanto quería a Jardiel, no se si es intencionado o sugestión mía, algo que en cualquiera de los dos casos dice mucho del acierto de la propuesta. Lucía Quintana cumple como la heroína de la función, resultando mas efectiva en los momentos de ligera comedia, que en los mas melancólicos, ya que en algún momento parece salirse un poco del personaje, nada que a base de funciones no acabe de corregirse. Encuentro a Quintana una actriz de gran magnetismo que me gana por su presencia y lo que transmite desde el escenario. Para finalizar Jacobo Dicenta como Pepe-Jardiel, siendo su trabajo el mas complicado actoralmente dado lo que conlleva salir de Pepe para entrar en Jardiel en cuestión de segundos, y que Dicenta consigue a la perfección logrando que ambos papeles lleguen a fundirse en uno, sin que al espectador le choque en ningún momento. Dicenta dota de gran sensibilidad a Jardiel, algo que estoy absolutmente convencido que así era en su vida real.



Ernesto Caballero firma la versión y la producción, siendo un acierto a todos los niveles.
Caballero lleva la obra en el mas puro código de alta comedia, glamourosa y artificiosa, tan cercana al teatro inglés, siendo el tono y el ritmo de la misma perfecto. Nuestro director mima hasta el infinito a sus actores procurando que cada uno tenga su momento de brillo, algo muy difícil en una obra de estas características, y no deja pasar por alto a ninguno de los personajes que pululan por el escenario, aunque de una sola frase se trate. Los secuandarios son siempre muy importantes, en Jardiel son vitales, ya que son los encargados de dar atmósfera a sus textos, y conseguir el peculiar universo jardielano plagado de raros personajes de indudable comicidad.
Ernesto Caballero apuesta por el metateatro como recurso siendo el resultado de gran elegancia y muy sabroso. La primera y última escena de eco pirandelliano, y el juego en el que la escenografía de Paco Azorín casi funciona como un falso espejo en el que se reflejan las plateas del María Guerrero, me resultaron deliciosos y ayudan a cargar de magia al montaje, que me da a mi la sensación que a Jardiel le hubiese encantado, y en el que se ha cuidado al milímetro lo que el autor soñaba (y nunca pudo ver) en cuanto a movimientos escenográficos.
Caballero sirve un espectáculo cargado de elegancia visual (en el que las cálidas luces de Ion Anibal tienen mucho que decir), un poético final y sobre todo en el que se desprende el respeto y amor sobre Enrique Jardiel Poncela, siendo el resultado irresistible y divertido en igual medida, y un ejemplo clarísimo de que la ortodoxia bien entendida, funciona y funcionará. Que nadie espere encontrar caspa o acartonamiento en esta función, porque no los hay. Lo que hay es un cuidado tratamiento del texto, una refinada propuesta estética, y diversión, mucha diversión. Exactamente todo aquello por lo que Enrique Jardiel Poncela destaca.



En resumen, una propuesta altamente recomendable, que no debe pasar desapercibida para ningún amante del teatro. Ver a Jardiel en estas cotas de excelencia no es fácil, ya que muchas veces no ha sido muy bien tratado escénicamente. Jardiel se merecía una reivindicación a esta altura, y el público también. No debemos perder este repertorio, ni debemos perder a  los autores que como Jardiel, Paso, Mihura y tantos otros, durante mucho tiempo fueron reyes de nuestros escenarios. Son necesarios, divertidos y exquisitamente cómicos, que no se nos olvide.





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lunes, 19 de diciembre de 2016

Dirty Dancing, Verano Del 63

Los 80 tuvieron varios musicales icónicos en el ámbito cinematográfico, Fama, Footloose y  Dirty Dancing quizás sean los mas queridos, siendo el último posiblemente el que mas legiones de fans mueve a lo largo del planeta. Dirty Dancing no es un musical propiamente dicho, sino una historia en la que el plato fuerte es el baile, y en la que la música no hace avanzar la acción, como ocurre en el género musical, sino que simplemente está al servicio de las coreografías. Este género se prodigó bastante en los 80 siendo Flashdance quizás el ejemplo mas ilustrativo de lo que planteo. A mi personalmente, al hilo de este sub-genero, hay otra película que me parece infinitamente superior, pero que forma parte del ámbito del cine de culto (por tanto mas minoritaria). Se trata de una de las primeras obras de Baz Luhrmann, el reconocido director de Moulin Rouge. La joyita a la que me refiero es El amor está en el aire, una oda al kitsch, con unas gloriosas coreografías donde la única estrella es el baile de salón, que tanta pasión acarrea en el mundo anglosajón.
Se estrenó el pasado jueves en el Nuevo  Alcalá, el espectáculo (que no el musical) basado en Dirty Dancing y tuve la oportunidad de asistir, con mucha curiosidad, ya que no me es ajeno el arrollador éxito de la producción, que está siendo la comidilla en en el mundillo teatral madrileño, y en la que las mas 50.000 entradas vendidas, cuando llevan hechas poco mas de 20 representaciones, tienen mucha culpa del revuelo que esta producción está levantando. Un éxito así, quizás un tanto inesperado, no pasa desapercibido, y debe ser mencionado por varios motivos. El primero resaltar lo necesario que es que se produzcan fenómenos teatrales de este tipo, ya que el teatro es una industria, aunque algunos lo olviden, y que esto ocurra es muy bueno para la profesión. El segundo es que el hecho de que una obra apunte a lo comercial no debe ser considerado algo negativo, ni peyorativo, debe haber espectáculos para todo tipo de público, y la apuesta de este Dirty es completamente lícita e irreprochable en ese aspecto. Y lo tercero, que si queréis ver la función ya podéis sacar las entradas porque están volando a pasos agigantados.
Dicho esto, os imaginaréis que acudía con ánimo disfrutón, mucha curiosidad y expectante al estreno del bombazo de las navidades a un abarrotado Nuevo Alcalá, en el que el público se rindió a los pies de un espectáculo un tanto irregular, pero que funciona como un reloj de cara a los fans de la película, y que a fin de cuentas es a quien tiene que contentar.





Dirty Dancing cuando se estrenó en 1987, no era un producto ambicioso, mas bien una producción de tamaño medio, en la que la química existente entre sus dos protagonistas resultó ser explosiva, y que lanzó al estrellato a un casi desconocido Patrick Swayze, digo casi porque ya había hecho muchas cosas, pero ninguna con la repercusión de esta película, siendo el filme un fenómeno de masas sin precedentes, y que aun a día de hoy perdura, especialmente en mi generación, que la recuerda como una de las películas de su adolescencia.
La historia no deja de ser un cuento de hadas, pasado por un tamiz un tanto calenturiento, en la que una inocente jovencita pasa el verano de su vida en un resort un tanto hortera, durante 1963, en el que descubre el amor, el sexo, lo dura que puede llegar a ser la vida, y que encima se puede aprender a bailar en quince días, todo ello de la mano de un macizo que no solo es guapo y baila como los ángeles, sino que además tiene un corazón de oro. Vale... no es el Rey Lear, estamos de acuerdo, pero el mecanismo de enganche de la historia es perfecto, y además es entretenida a mas no poder, así que no se le puede pedir mas como producto de evasión, tan necesaria para salir del gris diario, y hacernos creer que los sueños se cumplen y las historias siempre tienen un final feliz.
El espectáculo que esta crítica ocupa es un calco de la película, tanto estéticamente como en los diálogos, es decir, el espectador va a ver sobre las tablas lo que ha visto en el cine o en la televisión. Esta experiencia tiene el interés que da el directo, y el ver en carne y hueso a los carácteres de esta fábula, con la intensidad que se le presupone al directo.



Vayamos con el elenco:

Brigitte Emaga, como Elizabeth.
Emaga está correctísima en un papel que solo tiene interpretaciones cantadas. Todos los temas estuvieron impecablemente servidos, gracias a la bonita voz de esta artista, con matices oscuros y aterciopelados, que cumplió a la perfección en cada intervención. 

Adrián Salzedo, como Billy Kostecki.
Estupendo, en el único papel que tiene ciertos ecos de musical puro y duro. Salzedo viene de una saga musicalera muy conocida y se nota, tanto en las partes habladas como en las cantadas. Llevándose una de las ovaciones de la noche en uno de sus temas. Salzedo es carne de musical, no hay otra, y así lo deja claro su trabajo perfecto en todos los códigos que el género requiere.

Antonio MM y Jorge Galaz, como Max y Neil Kellerman respectivamente.
MM sólido como una roca, sirvió una estupenda función, dotando de gran entidad al dueño del hotel donde veranea la protagonista de la obra. Comodísimo y tocando todos los palos sin problemas, consigue que un papel a priori desagradecido no nos pase desapercibido, siendo el resultado estimable desde todo ángulo y mas que correcto.
Jorge Galaz no acaba de redondear su interpretación por varios problemas, entre ellos los de dirección, algo que es una tónica en la función. Encontré a Galaz un poco perdido en escena, sin terminar de encontrar el camino para que su personaje resulte todo lo gracioso que debe resultar. Bien es cierto que cumple pero se queda corto, supongo que es una cuestión de rodaje, y poco a poco imprimirá el ritmo y aire necesario a su personaje.

Antonio Reyes y Julia Möller, como Jack y Marjorie Houseman.
Möller, impecable en un personaje que no da para mucho, pero que nuestra actriz aprovecha a base de presencia y solidez. 
Antonio Reyes resulta insuficiente en el papel de padre de Baby, al que le falta carácter y un poco mas de desarrollo en el texto. La sensación que tengo es que en esta producción se ha dejado a los actores que hicieran, y se les ha dirigido muy poco, siendo en líneas generales, el resultado falto de fuerza y un tanto deslavazado. Reyes ni está, ni se le espera, y pasa muy desapercibido, faltando peso escénico a un papel que debe mandar en escena cada vez que sale. El vínculo con sus hijas no está nada trabajado, y una vez mas volvemos a los problemas de base que tiene la producción, en cuanto a la dirección de actores.

Lilian Cavale, como Lisa Houseman.
Genial en una creación que demuestra que si se tienen las cosas claras, los personajes de Dirty Dancing funcionan. Cavale consigue que nos quedemos con su trabajo, gracias a que consigue que nos caiga simpático su personaje, funcionando éste sin problemas en la parte cómica, resultando impagable en su único número de imposible interpretación vocal y comicidad muy conseguida. Cavale fue una de las intérpretes que mas me gustó de todo el elenco.

Fanny Corral, como Penny Johnson.
Magnífica como bailarina, y con los mismos problemas en la parte interpretativa que el resto del elenco. Corral cumple, pero se queda corta, y no llega a la emoción de forma correcta, siendo un problema dadas las características ciertamente melodramáticas de su personaje. No se le ha dado mucha importancia a su texto, y se nota. Estamos ante un caso idéntico al de Jorge Galaz. Terriblemente desaprovechada y con sobradas facultades, pero que debido a la pobre dirección actoral no acaba de despuntar. Bailando literalmente quita el hipo, y resulta muy magnética. Reconozco que me ganó por este lado siendo el resultado completamente espectacular, lástima que el responsable de la dirección de actores no haya profundizado mas.

Christian Sánchez, como Johnny Castle.
Reconozco de desconocía a Sánchez, que parece ser muy mediático gracias a la televisión. Me gustó su trabajo en conjunto, brillando muchísimo en las coreografías a lo que ayuda su estupenda presencia escénica. Lo encontré un poco bajo de energía en lo actoral, y resulta bastante carismático, algo que es crucial para su personaje. Sánchez hizo las delicias del público desde que salió a escena, siendo muy braveado en sus intervenciones.

Amanda Digón, como Frances "Baby" Houseman.
Correcta, con un enfoque del personaje quizás menos maduro que el de la película, pero bastante acertado en general. Digón también parece un tanto vendida en el escenario, pero lo solventa con mas pericia que sus compañeros, y consiguer dotar de cierta entidad un personaje que no carece de dificultades actorales. Nos encontramos ante otro caso de talento desaprovechado, que honestamente creo que puede dar mucho mas de lo que da si se trabajase mas con ella en todos los aspectos del texto.



Conjunto estupendo, formado en su totalidad por bailarines, que dan vida a las lucidas coreografías del espectáculo, y que son una de las estrellas de la función. La producción viene acompañada por cuatro músicos que inexplicablemente no tocan ya que la música va pregrabada, no siendo así con las voces. Los músicos hacen figuración exactamente igual que en la producción original de Londres, ya que no nos debemos olvidar que estamos hablando de franquicia, y se siguen las directrices de la producción original. Al menos es de agradecer que de músicos de verdad se trate.



Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Federico Bellone firma la producción, y la dirección de actores viene resuelta por Esteve Ferrer y Miguel Foronda.
Empezaré por la dirección de actores, que es uno de los motivos por los que mas cojea el espectáculo. No hay entidad en la mayoría de los personajes, no se han trabajado los textos en profundidad, y muchos parlamentos parecen dichos sin importancia, resultando la labor de Ferrer y Foronda muy insuficiente. Entiendo que no estamos hablando de un texto de grandes complicaciones, pero la identidad de los personajes, que aunque no sean profundos si son carismáticos en el material original, no se ve por ningún lado. Eché de menos un verdadero trabajo de texto y no a actores hablando sin saber muy bien lo que están diciendo, culpa sin duda de Esteve Ferrer y Miguel Foronda, que parecen haber olvidado que el trabajo de texto con los actores de musicales debe ser mas arduo que con los actores de texto, ya que son disciplinas diferentes y donde el "fuerte" del artista es otro.
Federico Bellone no remata la producción a nivel técnico, con un problema en las transiciones entre escena y escena que lastra el espectáculo costándole seguir una línea, y que nos saca de situación en algunos momentos dado lo deslabazado que se encuentra el mismo a nivel escénico. Solo se trata de cuidar un poquito mas el resultado para que no nos chirríe, y que tenga un poco de magia teatral. Chocan mucho algunos detalles, como puede ser  el que un solista esté cantando a oscuras mientras se está desarrollando una mutación en el escenario, o que nos cueste dilucidar quien es quien en ese lío de presentación de personajes con el que comienza la obra, ya que el trabajo no está nada limpio.
La sensación que tengo, es que todo se ha hecho de forma apresurada, y que no se ha rematado el trabajo final. Me imagino que después del estreno y a medida que se vayan haciendo funciones, irá mejorando, especialmente en cuanto al ritmo, a las transiciones (dramáticas y escénicas) y el trabajo actoral.



En resumen, un espectáculo que no defrauda a los fans de la película, realizado ex profeso para ellos, y que a este nivel funciona sin lugar a dudas, ya que da exactamente lo que ofrece, es decir un calco sobre el escenario de la película. No es un musical, y el espectador de musicales no creo que vaya a verlo, de hecho no se vende como un musical y por tanto si alguno va pensando que va a disfrutar de Los Miserables ambientados en los años 60 se sentirá defraudado. Si se toma como lo que es, y se le añade que se trata de un divertimento sin mas aspiraciones que las de entretener y sobre todo siendo conscientes de que vais a ver una producción sencilla en su planteamiento  saldréis satisfechos. Como nota aclaratoria decir que las fotos no se corresponden en su mayoría al elenco que esta crítica ocupa.




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viernes, 16 de diciembre de 2016

Hablando Con... Olga María Ramos

Para continuar con la sección de entrevistas que hace poco he comenzado,  nadie mejor que una artista que representa un género muy teatral, y que hoy en día poca gente conoce, pero que una vez descubierto enamora como pocos... El Cuplé.
Olga María Ramos cupletista y cupletóloga ( luego veremos que significa esto) hija de los insignes artistas Olga Ramos y Enrique Ramírez de Gamboa " El Cipri", recogió el testigo de sus padres, y lo mantiene de forma exquisita, siendo la voz del cuplé mas importante actualmente y sin duda la persona que mas sabe sobre este difícil género, casi me aventuro a decir que en todo el Mundo.
Me recibió Olga María en su casa una fría tarde de sábado, resultando la velada deliciosa, acogedora y cercana como la propia Olga lo es. Rodeados de sus amados animales, y en un caldeado salón gracias a la chimenea, departimos sobre varios temas que sin duda en voz de Olga María adquieren trascendencia e interés. Es Olga una mujer de gran sensibilidad, tiene el hablar pausado,  elegancia natural, y sobre todo  una amplitud de miras digna de admiración, especialmente en estos tiempos en los que la intransigencia es moneda de cambio habitual para nuestra desgracia.
Sentados en dos cómodas butacas, mientras los empañados ventanales nos hacían ver que el frío detrás de los cristales es un gran compañero a la hora de crear atmósferas, nos zambullimos en mas de una hora de apasionada conversación que me mantuvo absorto. Olga tiene mucho que decir, y además disfruta mucho haciéndolo como podréis leer en esta entrevista.






D.P. -¿Cómo fue tu infancia?
O.R.- Mi infancia fue muy musical. Desde recién nacida, me llevaban en un cuco y dormía al lado de la batería de la orquesta que era mi tía Beatriz y luego, cuando ya era un poquito más mayor, me dejaban en el camerino del Café Universal y allí hacía los deberes. Yo recuerdo haber estado siempre rodeada de música y muy orgullosa de mis padres pero, eso sí, los veía poco o, al menos, no lo que yo hubiera querido. Recuerdo lo que me decían mis compañeros del Liceo Francés: “¡Qué suerte tener unos padres artistas…” Y yo me decía a mí misma que no era tanta suerte porque no los veo tanto, aunque mis padres por su tipo de contrato en el Universal era como si fueran a una oficina, pero claro eran tres pases diarios y los domingos cuatro, así que los veía, prácticamente, los fines de semana. Mi madre, aunque era una gran artista, era también  ama de casa y lo conciliaba muy bien; nunca llegue a no sentirme querida, pero no tan acompañada como yo quería. Los veranos los pasábamos en Vigo, mis padres tenían un contrato en el Hotel Universal, que no tenía nada que ver con el café de Madrid, pero compartían nombre. Yo veía a mi madre tan guapa y tan artista tocando su violín… nunca me cansaba de escucharlos. ¡Me sentía tan orgullosa de ellos!



D.P.- ¿Cómo recuerdas el Madrid de tu infancia?

O.R.- Pues muy tranquilo, piensa que en la Puerta del Sol se podía jugar. Me decía mi madre... ha sido tu jardín de infancia. Yo jugaba con la hija del vigilante de Caja Madrid que entonces se llamaba Monte De Piedad y nos abría el banco de noche para que jugásemos las dos, fíjate hoy en día eso sería impensable. Sol era un sitio muy tranquilo, claro todo ha cambiado. Te hablo de los años 50.

D.P.- Momento en el que decidiste seguir los pasos de tu madre como cupletista.
O.R.- Eso fue muchísimo después, mis padres no querían que yo fuese artista, Soy una artista tardía, me separé de mi marido y fue tan duro que mi madre cuando me vio tan deprimida y tan ausente, me dijo: ¿por qué no estudias canto? Nunca pensé ser cupletista,  la veía tan buena que, aunque yo les ayudaba en Las Noches Del Cuplé, me parecía imposible igualarla. Lo que sí es cierto es que la música fue mi terapia y, además, me enamoré del género. Yo hacía tiempo que había aparcado la decisión de ser artista y ya ves....
Lo cierto, es que tuve la suerte de tener la mejor maestra, viendo a mi madre noche tras noche.

D.P.- Dificultades a la hora de interpretar el cuplé.
O.R.- Para mí no las tiene ¿por qué? porque cuando  me tengo que aprender uno, lo pongo en una mesa como si le fuese a hacer una disección, abro el cuplé entero hasta la última fibra, analizando punto por punto lo que el autor quiso decir en cada momento. Por eso para mí no entraña dificultades ya que siempre me empeño en conocer profundamente cada pieza. En el cuplé no solamente hay que cantar, es imprescindible interpretarlo, sentirlo- Si no es así,  el público ni lo va a sentir ni lo va a entender. Esto creo que vale para toda interpretación, no solo para el cuplé. Decía mi madre... “Yo canto el chotis como el que lava”. Pues yo,  ídem de lienzo con el cuplé.

D.P.- ¿Que aportó tu madre al cuplé como renovadora del género?
O.R.- ¡Se lo reinventó! Aportó sus grandes conocimientos musicales que le sirvieron para rescatar del olvido cuplés que nunca habían vuelto a cantarse, que se los había oído cantar a mi abuela, que no pudo ser artista por los tabúes de la época.
Mi madre sacó a la palestra el Sátiro del ABC, el Peluquero de señoras, El pulverizador… y tantos otros que, gracias a sus profundos conocimientos musicales, identificaba en aquellas antiguas partituras de principios del siglo XX. Sin ella,  seguramente, no se hubiesen recuperado jamás.



D.P.- Continuación del legado de tu madre.
O.R.- La responsabilidad de mantener vivo este género, sobre todo porque lo adoro, sigo dando conferencias cantadas, sigo investigando, no me canso de averiguar anécdotas y de descubrir cosas sobre la historia del cuplé. Básicamente, el legado es conseguir que perdure el cuplé, pero eso sí, siempre con calidad.

D.P.- Como definirías tu marca de la casa como cupletista.
O.R.- Yo creo que lo que soy es auténtica, y sobre todo soy respetuosa con el cuplé. Lo amo, lo quiero, lo cuido y lo mimo, y lo enriquezco si creo que lo puedo hacer… y me llevan los demonios cuando veo que lo destrozan, que de él hacen mofa.
Olga se calla porque dice que no quiere señalar....

D.P.- Una cupletista que admires además de tu madre.
O.R.- Me tengo que remontar a la época de las cupletistas porque a Sara Montiel la veo más como actriz y no le resto mérito, sin ella “El último cuplé” y las películas que más tarde protagonizó sobre el género, no hubieran tenido el impacto que ella logró.  

En cuanto a lo que me preguntas, y aunque nunca las vi, opino que la mejor fue Raquel Meller y déjame que incluya también a La Fornarina por la que siento una ternura especial.  

D.P.- ¿Qué tipo de cuplé es el que más te gusta interpretar?
O.R.- Me gustan todos, disfruto descubriendo el género al público, y diciendo bueno.. ahora me habéis visto cantando una delicadeza como es Doña Mariquita del maestro Guerrero, y ahora me vais a ver haciendo una cosa muy picaresca como es La Llave de JoséJuan Cadenas. Me gusta mucho cambiar de registro.



D.P.- Háblame de Las Noches Del Cuplé.
O.R.- Era un rincón absolutamente único, un referente de Madrid, donde la gente descubría “Madrid por dentro” y ahora le llaman a eso el metro, me refería al alma de Madrid, claro. La embajadora de Colombia me decía: “Cuando viene un visitante antes de conocer Madrid, lo traigo a ver a tu madre, porque luego ve Madrid con otros ojos”. Lo explico en un vídeo que tengo en YouTube que se llama "Una madrileña de pro" en la que planteo que para conocer una ciudad a fondo, no solo hay que verla, o saborearla, también hay que escucharla. La música es muy importante como seña de identidad de una ciudad. Decía mi madre... “Las Noches del Cuplé”, el único rincón donde la ciudad se identifica.

D.P.- ¿Te ha servido de algo ser hija de Olga Ramos?
O.R.- Me ha servido para aprender, y me ha servido... para nada más (ríe). Ser hija de Olga Ramos no me ha abierto puertas, ni he tenido promoción artística por ese motivo, pero es impagable lo que me ha supuesto como aprendizaje. Eso me compensa de lo demás.

D.P.- Situación del cuplé actualmente.
O.R.- El cuplé para asegurar su permanencia, decía Santiago Castelo que hay que respetarlo, y para hacerlo bien, se debe mostrar en todas sus facetas. Hasta La Pulga hay que cantarla en serio, no se debe llevar a lo chabacano. En mi opinión, cupletistas a la altura del género ya no hay.

D.P.- ¿Por qué el periodismo o los medios de comunicación ya no apoyan a los artistas como hacían antes?
O.R.- Porque ha surgido un mercadeo de personajes que, sin otro mérito que el escándalo, han invadido unos programas nefastos de televisión consiguiendo que un público aborregado crea  que es divertido ver como se pelean otras personas. Una lástima,  con tantísimo buenos artistas que hay hoy en día y que se merecerían el espacio que hoy ocupan esos intrusos.  ¿Por qué se han perdido los programas de entrevistas y que, estoy convencida, a la gente le gustaría? Todo estriba en que el personaje suscite interés y que el entrevistador se lo curre, hay gente que todavía lo hace, tengo uno delante (ríe).

D.P.- ¿Como ves el panorama cultural en la actualidad?
O.R.- Muy mal, quizás porque nunca ponen en Cultura a la gente apropiada, me da la sensación de que es como si fuese un asunto de segunda clase. La cultura hace que un país sea grande y apoyar a los buenos artistas hace que ese país crezca y se enriquezca. Pero cada vez se hace menos y con la crisis ya tienen la coartada perfecta para recortar en cultura. Somos la única profesión en la que nos piden que vayamos gratis a los sitios. Esto se debería tomar más en serio y, sobre todo, en los colegios se debe incentivar el amor por las artes, que los niños vaya a ver conciertos, que se les lleve al teatro. En una palabra: crear afición.



D.P.-Cupletista y cupletóloga, explícame lo de cupletóloga.
O.R.-Pues investigadora del cuplé, así de fácil. Mi madre me llamaba la arqueóloga del cuplé; una cupletóloga, palabra inventada por mí es, además de intérprete,  estudiosa del cuplé.

D.P.-Cuéntame una anécdota graciosa que te haya ocurrido sobre el escenario.
O.R.- Imagínate una tarde de merienda en Las Noches del cuplé.  Un grupo de señoras abarrotaba el local y un solo caballero que había acudido con su esposa. En el Sátiro del ABC (1914) yo saco a un señor al escenario que hace de sátiro. El pobre señor era el único candidato. Le subo para el cuplé y el pobre temblaba como una hoja, y le digo...
-Vamos a ensayar. Cuando yo le diga: “Me quiere usted decir  si por acaso usted, el sátiro es..." usted me responde SÍ, pero SEXY, no me vaya usted a decir un escueto sí ¿Lo ha entendido?
Y asiente en el colmo del nerviosismo.
-Tiene que ser un SÍ, SEXY, insisto.
Y empiezo a cantar: “Me quiere usted decir  si por acaso usted, el sátiro es..."
Y me contesta...
- ¡SEXY!
Fue la explosión. Todas aquellas señoras muertas de risa y él como un tomate… (se ríe Olga en este momento).

D.P.- ¿Cuál es tu género favorito además del cuplé?
O.R.- La zarzuela, pero con diferencia, también me gusta la ópera, pero la zarzuela me llega mucho, realmente me fascina.

D.P.- ¿Qué es lo que más valoras en un artista?
O.R.- Que sea auténtico, que sea honesto, que luche por lo que le gusta. Y lo que más odio es que se aprovechen de un nombre y de un género para desvirtuarlo. Le decía un día a la Roy (que es maravillosa): “¡Cómo se desvirtúa la palabra Artista! se le adjudica a cualquiera. Artista es el que hace arte”.  
Si te pones a pensar eso, ya está, no tienes que hacer más, artistas son los que hacen arte.

 D.P.- Eres muy activa en las redes sociales. ¿Qué opinas de ellas y que papel crees que tienen en el mundo del arte?
O.R.- Son muy importantes, cuando veo que una persona de mi edad, dice eso de que no es para mí y se asusta,  siempre digo que hay que abrirse a las nuevas tecnologías. Lo que hay que hacer es domesticarlas y que te sirvan para promoción y para muchas cosa. A mí me parece magnífico. Si mi padre hubiera conocido Internet hubiera sido una fiera, habría editado sus libros, habría hecho maravillas. Las redes sociales me divierten, no me dominan y me sirven también para expresarme.

D.P.- Algo que te apetezca decir.
O.R.- Yo le rogaría al público que fuese sibarita, que se cuidara a sí mismo, que se quisiera y que la cultura buena la disfrute y la comparta. Sobre todo que sea exigente, que no deje que le den gato por liebre. También quisiera pedirle a los teatros que son de todos, que tuvieran criterio a la hora de programar. Hoy en día se puede alquilar un teatro municipal o nacional porque puedas pagarlo y ese teatro no dice: “Mire, nosotros a usted no se lo alquilamos” ¿Qué criterio existe en esos casos? Me imagino que el del dinero...

D.P.- Para finalizar y como despedida, dedícale uno de tus famosos "Ven y Ven" a Desde La Platea, sería fantástico como colofón cupletero de tan cupletera entrevista.
O.R.-
La crítica más objetiva,
la que el público desea,
la brinda Jony Fernández
aquí: “Desde la platea” 




Mi agradecimiento a la "Almógrafa" oficial del Olga María Ramos, Patricia A. Llaneza, por ceder tan amablemente sus estupendas fotos con las que se ilustra esta entrevista.


lunes, 12 de diciembre de 2016

La Cocina, Pura Orfebrería Teatral

La Cocina texto de Arnold Wesker, que se está representando en el Valle Inclán, con enorme éxito por cierto, es una de las grandes apuestas del CDN de esta temporada, por no decir la mas grande. Los motivos son muchos, el primero el ingente número de actores que se necesita para abordar este texto, nada menos que 27, con las complicaciones que esto conlleva. Hay que añadir el atractivo visual de la propuesta, y obviamente lo ambicioso del montaje en todos sus aspectos. Cualquiera que se precie de aficionado al teatro no puede perderse esta propuesta que es sin duda muy difícil de ver, e imposible de abarcar desde el ámbito privado dadas las dificultades de presupuesto que esta obra plantea. Con un mes de anticipación saqué mis entradas, ya con ciertas dificultades para encontrar asientos decentes, y a medida que se iba acercando el día de mi representación, mis ganas iban en aumento, ya que los comentarios suscitados sobre el espectáculo eran tan buenos, que todo me hacía indicar que la cosa estaría a la altura.
Nunca había leído el texto de la obra, y a su autor no lo conozco en profundidad, así que iba bastante virgen a la función, ya que solo había visto el vídeo promocional, y me informé muy someramente del argumento. Tampoco quería saber mas, a veces mejor no ir "contaminado" y así de esta forma tener una opinión menos condicionada a la hora de visionar un espectáculo que sin duda está dando mucho que hablar, y que será recordado durante mucho tiempo en nuestro mundillo teatral.
Algún día diremos que vimos La Cocina del CDN, no tengo la mas mínima duda, máxime cuando ya están agotadas todas las entradas hasta el final de las representaciones, así que muchos han sido los llamados y pocos lo elegidos que hemos tenido la suerte de conseguir localidades. Estimado Ernesto Caballero, es casi obligado decirle que debe reponer este titulo, del mismo modo que no se debe pasar por alto la inversión realizada para tan pocas funciones. Es una verdadera pena que esta propuesta se quede aquí y no solo por motivos crematísticos ya que el nivel artístico de la misma, y el tremendo trabajo a todos los niveles que este montaje posee, merecen un largo recorrido tanto en Madrid como en el resto de nuestra geografía.




La Cocina escrita por Arnold Wesker en 1957, es un monumental fresco de la sociedad europea durante los años mas inmediatos a la Segunda Guerra Mundial. Para ello Wesker se sirve de la gigantesca cocina de un restaurante inglés, aunque mas bien parece la de un hotel, en la que a modo de Torre de Babel (como se dice en el texto) se juntan diferentes empleados con diferentes cargos, de las mas variopintas nacionalidades y etnias, todos ellos involucrados de una forma u otra en el conflicto bélico. La acción transcurre exactamente el día de 1953 en el que se firmó el Acuerdo de Londres por el cual se condonaba parte de la deuda de Alemania contraída después del Tratado de Versalles. Wesker escribió una obra netamente coral, de espíritu fuertemente naturalista, donde de forma descarnada se cuenta el día a día de unas existencias aparentemente anodinas, pero que como ocurre en la vida real, tienen sus recovecos y sus sueños ocultos por las convenciones sociales, o por el propio aislamiento del ser humano en esta jungla en la que vivimos.



Encontré el texto bastante irregular con altibajos de interés, y momentos que se han quedado muy desfasados, ya que la temática que plantea está muy manida y ya ha sido analizada desde muy variopintos puntos de vista, el tema de los prejuicios hacia los alemanes, los rencores entre naciones posteriores a la IIGM y las actitudes antisemitas son algunos de los problemas que se nos cuentan en La Cocina. A ello hay que añadir que se trata de un momento histórico muy específico, convirtiendo la obra en excesivamente coyuntural para nuestros ojos, y que el conflicto se alarga en exceso llegando a lo premioso. No quiero que parezca que no me ha gustado, porque no es cierto. La Cocina posee recursos mas que sobrados para justificar su visionado, un empaque apabullante, una estructura dramática impoluta, unos vínculos interesantísimos y unos personajes, que por motivos obvios, en algunos casos no son mas que meras pinceladas que realmente se nos antojan muy carismáticos en la mayoría de los casos. A todo esto hay que añadir el crescendo final tan bien tramado, y la continua sensación de tensión entre los personajes que realmente nos da a entender que la cocina del Tívoli es una autentica olla a presión a punto de estallar.
A veces las adaptaciones son muy necesarias, y esta obra convenientemente recortada y pulida tendría mas interés a nivel texto del que ahora posee, que se ve sobrepasado con creces ante el envoltorio, las interpretaciones y la dirección escénica, siendo una pena que tanto esfuerzo tenga un fin que se me antoja un tanto vacuo.



Vayamos con el elenco:
27 personajes de mayor o menor extensión pueblan esta cocina desarrollados de forma irregular por razones obvias, pero todos moviéndose en unos parámetros de excelencia interpretativa asombrosa. Desde la apabullante Bertha de Paloma Porcel, rotunda y real como la vida misma, hasta un esforzadísimo Ricardo Gómez como chico para todo que no pasa en absoluto desapercibido por su frescura y entrega, el número de talentos que en esta producción se vislumbra es descomunal. Muy a destacar el Peter de Xabier Murua, que defiende un difícil papel desde una contención y una introspección perfectamente calculada. Impoluta la Monique de Silvia Abascal bella y enigmática, y que me alegra profundamente verla trabajando. Luis Zahera en un código mas extremado da un toque diferente como un personaje que no entiende a sus trabajadores y que somete a su tiranía con un victimismo realmente repulsivo. Aitor Beltrán como Dimitris sirve un personaje tierno y muy carismático. Javivi con una solidez actoral en un complicado monólgo con el que toca el cielo aporta veteranía. Roberto Álvarez mas templado dadas las características de su papel dota de entidad del primer actor que es al chef de esta cocina del infierno, donde tantas cosas pasan y a la vez tan pocas, ya que al final todo se resume a una cosa tan simple como son las relaciones humanas completamente enquistadas en un entorno duro y hostil. El resto del elenco cumple a la perfección, me resulta imposible enumerar a todos, pero nadie desentona, y la tónica es un profundo conocimiento de lo que se desarrolla en escena y como se desarrolla, con un trabajo de equipo que posiblemente sea de los mas complicados, y mejor resueltos que he visto nunca.




Pero si hay una estrella indiscutible en La Cocina, ese es Sergio Peris-Mencheta que firma la producción, y que después de esto lo considero completamente consagrado como director de escena. Peris-Mencheta consigue realizar un trabajo de orfebrería teatral perfecto, donde absolutamente todo encaja al milímetro en un complicado puzzle que ha llevado nada menos que cinco meses poner en pie. Nuestro director apuesta por una exposición clarísima de los personajes en un brillante primer acto donde poco a poco se van conociendo los personajes y que está llevada a cabo con un control de los tiempos absolutamente magistral. A nivel estético estamos ante una de las propuestas mas interesantes de los últimos tiempos, donde la hiperrealista e impactante escenografía de Curt Allen Wilmer funciona como un personaje mas de la función. Peris-Mencheta trufa el espectáculo de pinceladas de genialidad como son la ralentización de los movimientos en los momentos que el quiere resaltar y que deslumbran dentro del maremágnum completamente medido que transcurre en el espacio escénico. Todos estos recursos consiguen un espectáculo cargado de magia teatral y unos valores visuales pocas veces vistos en nuestra escena. Si me quedo con un momento de la función es con la impresionante coreografía de casi 15 frenéticos minutos en las que se nos cuenta lo que es el momento del servicio en una cocina de esa envergadura. El espectador asiste entre angustiado y divertido a un recital de compenetración y sabiduría teatral que asombra al mas pintado, dejando al respetable clavado en su butaca. La acción durante todo el espectáculo va en aumento con algunos momentos de respiro para finalizar de forma explosiva en un conseguido clímax final, hacia el que Peris-Mencheta nos lleva sin problemas, para finalizar una historia que realmente no tiene final, ya que como en la vida ocurre, los problemas no se solucionan en dos horas y media... simplemente la vida sigue. Lo que Sergio Peris-Mencheta hace en esta producción es literalmente de premio, en un trabajo donde prima la claridad en la exposición y la limpieza, en una función de unas complicaciones mayúsculas, y perfectamente solventadas. Mención especialísima para el encargado del movimiento Chevy Muraday que lleva al paroxismo el concepto de pulcritud en un caos perfectamente organizado, para que precisamente nos parezca un caos, cuando realmente se trata de un calco milimétrico y estudiadísimo de una realidad muy conocida para los que alguna vez hemos trabajado en la hostelería. La función se sustenta en unas magníficas luces de Valentín Álvarez y un inspiradísimo vestuario de Elda Noriega que define a la perfección a cada personaje y su personalidad. 



En resumen, una propuesta imprescindible, que es uno de los acontecimientos teatrales de esta temporada, y que no deja indiferente a nadie. Sus múltiples virtudes están muy por encima del texto que aun con los problemas que mas arriba comento, no arruina una función impecable, de gran impacto, y con resultados realmente espectaculares.





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