jueves, 8 de diciembre de 2022

Antífona A Santa Rita Del Colon Irascible, Comedia Surrealista-Cómico-Costumbrista Piadosamente Divertida


La comedia, la difícil, denostada, y a veces tan maltratada comedia, es un género tan ecléctico que posiblemente sea el que más libertad creativa le proporcione al autor, siendo imposible enumerar todos los tipos de comedia que existen. Las hay dramáticas, físicas, cómicas, altas, bajas, finas, burdas, sociales, realistas, y aunque nos parezca imposible también las hay tristes, e incluso algunas sin pizca de gracia. Precisamente en esto que planteo se encuentra su grandeza y su dificultad. La grandeza porque tras una pátina de humor se nos pueden decir cosas muy crudas sin que nos estemos dando cuenta de ello, y porque como método de expresión teatral es sin duda uno de los géneros más ricos que existe, y la dificultad porque de todas las dificultades que entraña el oficio teatral la más intrincada, sin duda es hacer reír. 

Adoro la comedia, mal vista por los críticos más sesudos, ya que la suelen tildar de superflua, o quizás de entretenimiento banal, cuando si bien es cierto, algunas comedias de manera muy lícita no tienen más aspiración que la de hacer reír, pero como toda generalización es un error además de ser injusto.

Esta disertación viene a cuento de una estupenda comedia que se está representando en el  Off de La Latina y que he tenido oportunidad de ver estos días, y que reconozco que ha sido una gratísima sorpresa dentro del circuito alternativo, como os iré desgranando en esta crónica.



 

Antífona a Santa Rita del Colon Irascible es una pieza de cámara de Juan García Larrondo de planteamiento interesantísimo y excelente ejecución en el que se conjugan diferentes códigos de la comedia de manera muy acertada y sorprendente. La premisa es la siguiente, una peculiar señora de la limpieza con una vida tan peculiar como ella misma, Clemencia, nos desgrana sus desventuras de rockera un tanto cheli, harta de su vida y lo que le ha tocado en suerte, mientras realiza las labores de limpieza del templo, ante la aparentemente inerte mirada de la Santa. Hasta ahí todo normal, hasta que Santa Rita cobra vida y le plantea sus penas, personales laborales e intestinales, a Clemencia, que en trescientos años de ejercicio de santidad son muchas. Santa Rita quiere jubilarse, Clemencia necesita un cambio de rumbo, y ambas vidas  confluyen en este extraño e hilarante encuentro, que sin duda resultará crucial para las dos protagonistas del texto.

García Larrondo con esta divertida premisa nos habla de dos personajes muy opuestos en su psicología, pero no tan diferentes en el fondo de sus circunstancias, en un texto con una estructura semejante a la de dos monólogos que se unen en un momento dado para dar conclusión a ambas historias. El uso del lenguaje resulta modélico, diferenciando muy bien a los personajes, y exponiendo su manera de ser de manera precisa e inspirada. Clemencia, tierna, llana, directa y coloquial, mientras que Santa Rita se nos muestra como más cultivada, lógicamente elevada, un tanto redicha, y por qué no decirlo, ligeramente manipuladora. El resultado amén de divertido, resulta fresco e hilarante a partes iguales, con sus momentos de ternura, y de indudable interés teatral. A esto debemos añadir que el lucimiento de las dos actrices del espectáculo es mucho, siempre en un todo desenfadado, pero eso si, no exento de crítica y mucha retranca.



Vayamos con el elenco:

María José Varo y Natividad Gómez dan vida a la Santa y a Clemencia respectivamente, con dos códigos interpretativos muy marcados y diferenciados, que enriquecen mucho a los personajes, dando gran equilibrio al espectáculo. 

Gómez pura bonhomía, en un personaje de tintes claramente costumbristas y ligeramente arquetípico que nuestra actriz dota de una enorme humanidad y ternura, resultando muy reconocible para el espectador, que sin duda ve en Clemencia actitudes muy de verdad y que en algún momento se ha encontrado en alguien, siendo el resultado el de un personaje de carne y hueso y muy realista que nos llega al corazón desde que empieza a hablar. María José Varo, elegante y sólida, ofrece una visión de Santa Rita igual de creíble que la de su compañera, partiendo de la base de lo difícil que es que un planteamiento tan surrealista como es el que una santa cobre vida no nos choque, dotando a su creación de gran empaque, y con momentos de gran inspiración y enorme comicidad. Su primera intervención resulta impagable, y ese aire de funcionaria vocacional ya desencantada después de tantos años de servicio es sin duda todo un acierto. Muy a tener en cuenta también el manejo del texto, impecablemente servido, y dicho con gran sentido en las dos intérpretes. Ambas actrices se encuentran en un acertadísimo planteamiento corporal que resulta muy definitorio de los personajes, y que nos ayuda todavía más a entender la función. Otra cosa a tener en cuenta es la química existente entre Varo y Gómez, que resulta muy gratificante y siempre a favor del espectáculo, pero sobre todo lo que hay que resaltar es el sentido de la comicidad que destilan las interpretaciones y la implicación de nuestras actrices, que sin ninguna duda disfrutan enormemente de su trabajo, con oficio y muchas ganas. En líneas generales nos encontramos ante dos trabajos bien medidos, sin estridencias, siempre sumando al texto, y en el punto justo de sazón que la obra pide para que todo funcione como debe funcionar, siendo el resultado a nivel actoral gratificante y de calidad.



 

Natividad Gómez también se encarga de la dirección escénica y sin duda acierta con el enfoque planteado. Resulta interesante el equilibrio actoral de la función, el ritmo conseguido y muy especialmente lo bien que se remarca el trasfondo amargo que destila la comedia, que no es poco. Gómez parte de unos personajes, como ya he comentado más arriba arquetípicos, para cargarlos de carismática personalidad, y sabiendo explicar muy bien los conflictos que se nos plantea en el material original. Para ello sin duda se ha sabido dejar muy claros los vínculos entre ambas protagonistas, y los objetivos de cada una, siendo el resultado clarificador del texto original, que a priori nos podría chocar dado su planteamiento inicial, y que en manos de nuestra directora aparece planteado de manera fluida y convincente, algo que sin duda no es fácil en absoluto. Natividad Gómez conoce muy bien el material que tiene entre manos y sobre todo lo que nos quiere contar con él, y como nos lo quiere contar, siendo la puesta directa, pulcra, muy bien pensada y tremendamente sorprendente. Desde que entramos en la sala ya sabemos que vamos a ver algo diferente, como efectivamente ocurre. Nuestra directora, sabe que se encuentra ante una pieza de corte intimista, buscando continuamente la complicidad con el público de manera muy atinada, llevando a cabo una función cercana, de sensible acabado, divertida y de indudable calidad, cuyas aspiraciones netamente alternativas son claras y honestas. Teatro con mensaje, arriesgado y necesario. Varios momentos sin duda resultan indudablemente inspirados a nivel escénico, la visión de la Santa cuando nos sentamos impone e impacta, y las luces de Jesús Almendro son otro de los aciertos del espectáculo, que aunque sea de modesta factura se encuentra impecablemente servido a nivel técnico y escenográfico, resultando muy sorprendente el acabado formal de la función, muy cuidado y de indudable sugestión visual. 

Antífona a Santa Rita del Colon Irritable es teatro del bueno, mimado, hecho con mucho amor, y enorme en su modesto acabado, que sorprende y divierte por su atrevida y refrescante apuesta, sin dejar atrás su pizca de reflexión que luego nos llevamos a casa para rumiarla tranquilamente. 

 

jueves, 17 de noviembre de 2022

Magnolia, Agridulce Comedia En Torno Al Amor.

 


La comedia romántica no es un género muy cultivado en nuestro país, aunque si goza de mucha popularidad en el mundo anglosajón, y algunos productos han sido exportados con indudable éxito. En mi mente está "Descalzos por el parque" de Neil Simon, como uno de los más claros exponentes de comedia romántica en cuanto a teatro se refiere, aunque hay bastantes ejemplos que han cuajado entre nosotros de manera muy notoria, en el cine quizás es donde más se ha prodigado el género por estos lares, con éxitos masivos y muy incrustados en la cultura popular. Si algo caracteriza este tipo de comedia es el tono intimista, sensible, y en muchas ocasiones de agridulce final, ya que no todas las historias de amor acaban bien, y a nivel dramático tienen sin duda más jugo las que se plantean con sus aristas. De vez en cuando surgen historias de este tipo que son toda una sorpresa, y que más allá del tono almibarado que a veces se utiliza en el género, nos plantean una serie de cuestiones muy interesantes sobre los conflictos de pareja. Esta disertación viene a colación por una estupenda pieza de cámara que he tenido ocasión de ver hace unos días en los Teatros Luchana y que sin duda ha sido una agradabilísima sorpresa, de esas que nos encontramos así sin darnos cuenta, y que te alegran el ojo cuando las descubres. La obra en cuestión es Magnolia, texto muy recomendable, y que sin duda merece un largo recorrido. 

  


Magnolia de Steven Dietz, es un sólido texto en el que dos personajes se encuentran de manera fortuita en un aeropuerto durante una tormenta que ha retrasado sus vuelos. No son dos desconocidos, si no una pareja rota hace muchos años y cuyas vidas has transcurrido de maneras muy diferentes. El encuentro sirve para plantearnos una serie de cuestiones muy interesantes sobre las relaciones de pareja, la incomunicación, las motivaciones de las mismas, y algo muy importante las concesiones que se hacen y que luego se van cargando en una mochila muy difícil de transportar. En un tono agridulce Dietz nos va desgranando esta íntima historia que nos llega de manera muy directa y muy sencilla, con su pizca de lirismo, y su gran verdad en la composición de los personajes, por cierto espléndidamente escritos. Los dos protagonistas de la obra tiene sus momentos de lucimiento, diferentes estados emocionales, y un amplio recorrido desde que empieza la función hasta que acaba. En Magnolia nos encontramos ante un viaje emocional hacia el interior de una pareja que fue, y que nunca se olvidó, con muchas cuentas pendientes, muchas cosas que decirse... y un final inconcluso. A esto que planteo hay que añadir un equilibrado sentido del humor, muy bien dosificado, que nos va dando respiro ante los momentos más dramáticos. Los giros se encuentran bien expuestos, y las dos psicologías perfectamente definidas, en un juego actoral de alto voltaje para los dos intérpretes de la función.



 

La obra está protagonizada por Marina Muñoz y David Villanueva, en un trabajo que solo puede ser medido en conjunto, ya que el nivel de comunicación, química e implicación entre nuestros dos actores es mayúsculo. Si algo caracteriza a la composición actoral de la obra, es la verdad. Si, esa verdad tan buscada en el teatro y tan poco encontrada. Villanueva en un principio un poco más arquetípico que su compañera, dadas las características, del personaje ofrece una interpretación pulcra, interiorizada, y de gran desarrollo durante la función, siendo muy interesante ver la evolución de un personaje que empieza mostrándose en su exterior para acabar desnudando su alma a medida que se van desarrollando los conflictos. Con buena capacidad para llegar a la emoción, muy entregado y un gran sentido de la escucha, algo en lo que se apoya a la perfección Marina Muñoz, más explosiva, dado que su personaje también lo es. Muñoz, un prodigio de naturalidad, las da todas en sus momentos más comprometidos, nos enternece y nos hace sonreír en un papel de esos que nos apetece llevarnos para casa. Muñoz posee un gran capacidad para el drama, y brilla mucho en un par de escenas muy comprometidas que son solventadas de manera admirable consiguiendo emocionarnos en sus intervenciones, en lo que parece un tratado sobre la bondad y el alma del ser humano. Ambas interpretaciones, mesuradísimas, casi cinematográficas en el estilo, y muy bien medidas, bucean en los vericuetos del intimismo, siendo las miradas importantísimas, y las cosas que se dicen de cerca y de verdad, consiguiendo el maravilloso e ilusorio efecto de que lo que estamos viendo en escena es absolutamente real. Nos encontramos ante un duelo actoral de altura, y lo que es más importante, de enorme sensibilidad. Sobresaliente pues para nuestros dos actores, que se ajustan como un guante a lo que el texto pide, consiguiendo dos interpretaciones carismáticas y ajustadísimas al texto.



Vayamos con la dirección escénica, que corre a cargo de Antonio Cantos, y que conoce muy bien el material que tiene entre manos. Cantos juega con el espectador de manera muy astuta planteándonos el espectáculo en su inicio como una comedia al estilo de Cuando Harry encontró a Sally, de manera inteligentemente engañosa, con premeditación y alevosía, ya que cuando nos pensamos que vamos a ver un comedieta romántica al uso, nos deja con un palmo de narices, apostando por el dramatismo, la intensidad, y un intimismo muy marcado, que se ve enriquecido por las características de la sala, algo que refuerza a la propuesta hasta lo estratosférico.

La dirección pulcra, con unas líneas clarísimas en cuanto a los objetivos y a las acciones, se caracteriza por dos cosas, lo bien que se entiende todo lo que se nos plantea en el espectáculo, y que nada ocurre de manera gratuita. Me encanta cuando los actores tienen cosas que hacer mientras sueltan texto, y sobre todo cuando estas acciones además de lógicas apoyan lo que se dice, en Magnolia, eso es precisamente lo que más subyace, amén de un brillante sentido del ritmo, y de la intriga, ya que se nos van dejando miguitas a lo largo de la función que recogemos al momento, para saborearlas según se nos van desgranando conflictos. En este tipo de texto, lo más importante y lo que a fin de cuentas se nos quiere contar es el vínculo entre los personajes, estando igual de bien perfilado que las acciones, algo que sin duda convierten a la función en un juguetito pequeño, entrañable, sentido, y sobre todo emotivo, nunca cayendo en el romanticismo facilón, la cosa va por otros derroteros, y siempre apostando por los sentimientos de verdad y a flor de piel, y donde el amor se nos plantea con sus virtudes y sus defectos.

Magnolia es una propuesta sólida, sensible, ejecutada con un amor infinito y que nos deja huella cuando la vemos, por su sencillez y honestidad, desde el punto justo que se debe abordar un texto así, es decir, la cercanía y la verdad. 

sábado, 15 de octubre de 2022

Pan Y Toros, Entre Barbieri y Goya Anda La Cosa.


Por fin dio inicio la temporada de la Zarzuela, en cuanto a obras representadas se refiere, ya que La Celestina en versión concierto fue la obra que dio el pistoletazo de salida. El primer título que se presenta, la verdad que es un plato fuerte por dos motivos especialmente, el primero que Pan y Toros no se representaba en Jovellanos 4 desde hace 21 años, con dirección de escena de Joan Lluis Bozzo, y ya iba siendo hora de retomar uno de los puntales de Barbieri, así como por el morbo que suscita que Juan Echanove se atreva por primera vez a hincarle el diente a la lírica en las labores de dirección. La producción del 2001 que vi en su momento, me pareció que brillaba más en lo musical que en lo escénico, quedándome la espinita por no poder apreciar la obra en su total magnitud, ya que salí del teatro con la sensación de que era un plomazo de mucho cuidado, y que además no se entendía absolutamente nada de lo que ocurría en escena, ya que el enredo político no quedaba en absoluto claro, y no llegué a engancharme a un título que siempre me ha gustado mucho en lo musical. 

He de decir, que por fin he conseguido entender la obra, y sin lugar a dudas entenderla mucho mejor que en aquel momento, entiendo que además de mi madurez como espectador la labor de Echanove ha tenido mucho que ver en ello.

Ayer, me acerqué a disfrutar del primer reparto, y con ánimo curioso, ya que no tenía muy claro lo que se nos iba a contar, y la información que me llegó era de todo tipo. Para estas cosas lo mejor es juzgar uno mismo, y así hablar con fundamento de lo visto, y la verdad es que la velada fue muy gratificante, reconciliándome con el libreto de la zarzuela.



Pan y Toros de Francisco Asenjo Barbieri, con libro de José Picón, se estrenó en el Teatro de La Zarzuela el 22 de diciembre de 1864, denominándose como "Zarzuela en 3 Actos", siendo el éxito clamoroso. 

La obra es todo un tratado sobre Barbieri, y especialmente sobre la influencia que tuvo el compositor madrileño en el género, ya que podemos decir que gran parte de lo que vino después ya se vislumbra en Pan y Toros, de manera muy clara, y sorprendentemente moderna. Resulta curioso que cuando uno escucha atentamente la obra, más allá de las obvias referencias italianizantes, tan presentes en Barbieri, hay otra obra del Maestro que a mi entender se encuentra muy patente, especialmente en el foso, Los diamantes de la Corona, cuyo estreno acontecido diez años antes, parece que dejó marcada impronta en su autor, y que quizás intentando emular el éxito de dicha obra, se "recreó" ligeramente en algunos pasajes de su anterior partitura. El espíritu de el Coro de Monederos, y el aria de salida del tenor me pareció que andaban pululando por la cabeza de Barbieri cuando compuso, según dicen en un mes, Pan y toros. La entidad de la composición de Barbieri es indudable, y en Pan y Toros, la música refinadísima, y de gran belleza, pasa netamente por lo español, siendo quizás lo más reconocible de la obra a este nivel la Marcha de la Manolería y las Seguidillas, las páginas más famosas de la zarzuela. No se debe dejar atrás un refinado lirismo en dúos y romanzas, así como algunos pasajes puramente orquestales de insuperable factura. En líneas generales nos encontramos ante una partitura homogénea, de gran lucimiento en los solistas, unos coros realmente notables, y concertantes "marca Barbieri", absolutamente deliciosos. Pan y Toros es Barbieri en estado puro, con su marcadísimo equilibro entre lo popular y lo culto, sin hacer nunca concesiones a lo populachero. ¿Música con raíces folclóricas en algunos casos?, sin duda, pero siempre de una calidad enorme, y armada de manera magistral. Pan y Toros además de muy querida por el público, es una obra importantísima dentro de nuestro patrimonio lírico, y sin duda canónica en cuanto a lo que entendemos como zarzuela grande.



 

El libreto de José Picón, muerde, ya que un momento histórico como es cuando Godoy campaba a sus anchas por nuestro país con el beneplácito de la familia real, sirve de telón de fondo de una trama netamente política, y muy coyuntural, que nos puede resultar complicada de asimilar en el año 2022. La razón por la que la obra tuvo tantísimo éxito, más allá de su espléndida partitura, se encuentra en el reflejo clarísimo del sentir de las clases populares, en los tiempos de su estreno, ya que el trasfondo histórico no es más que un pretexto, para realizar una crítica política bastante cruda, que ambientada casi 70 años antes de su estreno, parecía más inofensiva. Liberales contra una clase corrupta hasta la médula, manipuladora de las masas, y empeñada en mantener su hegemonía a toda costa es la base de lo que se nos cuenta, algo que bien podría extrapolarse al reinado de Isabel II a nada que se mirase la obra un poco de refilón. 

La obra fue practicamente un acontecimiento sociológico, y hay que decir, que fue prohibida por Isabel II, que supongo yo que algo se debió de oler sobre por donde iban los tiros. 

Además de la trama política, como no podía ser de otra manera, hay subtrama amorosa, y por supuesto sus momentos cómicos, que no son pocos, ya que en la obra hay grandes dosis de retranca, y mucha crítica social, la primera escena a este nivel me parece absolutamente magistral, y sorprendentemente osada, dado el momento político que se vivía en España en el momento de su estreno. Cierto que los personajes están muy estereotipados, que el argumento es un tanto confuso, algo solventado muy bien en esta producción, y que en el último acto la acción cae notablemente, pero hay que reconocer que ciertos "vicios" de nuestras clases poderosas, siguen vigentes y retratados con toda su crudeza, y que uno sale con la sensación de que en algunas cosas seguimos igual que en los tiempos de Carlos IV. Me imagino que los espectadores del estreno vieron un pintura milimétrica de lo que estaban viviendo. Pan y circo, en este caso y toros, para que los que cortaban el bacalao se siguieran llevando la mejor tajada. De ahí el impacto que causó la obra, y lo poco que gustó a nivel gubernamental. 



El elenco numerosísimo, consta de 18 solistas de diferente extensión, y exigencia, amén de un gran coro, múltiples partiquinos y rondalla. He ahí uno de los motivos por los que la obra no se representa tanto como debiera, dificultades de libro aparte. 

Entre las pequeñas partes destaca Carlos Daza como Pepe-Hillo, cuto Relato fue absolutamente espectacular, fraseo estupendo, buen volumen, y mucha elegancia cantando. También estimable la intervención Alberto Frías, bien timbrado, afinadísimo, y con la habitual energía en lo actoral. Milagros Martín como La Tirana, en un papel de esos de rompe y rasga que tan bien se le dan, templadísima en lo actoral, con su insuperable desplante escénico. María Rodríguez en un papel casi testimonial, muy correcta en su escena, también luciendo poderío y buen desplante. Muy destacable Gerardo Bullón como Goya, con atronador volumen, canto noble, en un papel desagradecido en lo musical, del que saca el máximo provecho. 

Pedro Mari Sánchez, actor, como Corregidor Quiñones realmente notable en los parlamentos hablados, verso dicho con gran sentido e indudable entidad actoral. Su primera escena, tan definitoria sobre el personaje y la esencia de la obra se encuentra resuelta de manera impecable. Sánchez lleva a cabo un malvado de manual, sin caer en el exceso, indudable naturalidad, y gran regusto teatral. Cantando la cosa cambia, ya que claramente se ve que no es cantante, desluciendo su trabajo en algunos momentos, especialmente concertantes, en los que un instrumento más sólido y mejor afinado hubiese sido el ideal. 

Enrique Viana, tenor, como Abate Ciruela insuficiente en la parte vocal, ya que la voz acusa un desgaste notable, escaso volumen y excesivo uso del portamento. Cierto es que el papel no le va, ni en lo vocal ni en lo actoral, pareciendo encontrarse un tanto encorsetado ante la partitura y el texto. Viana, artista singular en su manera de hacer, brilla mucho más cuando se le da vía libre que cuando se ve limitado a una partitura y un verso tan rígido como el de la función. 

Borja Quiza, barítono, como Capitán Peñaranda sentadísimo en lo musical, seguro, con bella voz y buena proyección. Dio lo mejor de si en el dúo con Pepita, uno de los pasajes más difíciles de la zarzuela, ensamblándose a la perfección su voz con la de Yolanda Auyanet, muy expresivo en sus intervenciones y gran musicalidad. En lo actoral seguro y cumplidor, resulta realmente convincente como galán de la función. Buen manejo del verso, especialmente en su monólogo principal, enfático y nada afectado. El trabajo de Quiza, como es habitual en él, se caracteriza por el control de diversas disciplinas y el estar alejado del acartonamiento que a veces nos encontramos en los cantantes líricos, algo que se refleja tanto en la parte actoral como en la musical. 

Carol García, Mezzosoprano, como La Princesa de Luzán ofreció una función muy bien servida en lo musical, destacable el uso de las agilidades en el dúo con Pepita, voz fresca y nada pesante, atractivo timbre y gran sensibilidad cantando, que dotó de gran lirismo a su intervención durante el concertante del tercer acto, cargada de sentimiento y buen gusto cantando. Envarada en lo actoral, no acaba de redondear el carácter de su personaje, que nos resulta poco creíble en algunas intervenciones habladas, aunque hay que reconocer el esfuerzo con el verso, y la entrega de la artista.

Yolanda Auyanet, soprano, como Pepita, correcta especialmente en las partes más líricas de la función, así como en aquellas en las que el carácter de esta pérfida dama sale a relucir. Buen fraseo y uso del filado, buena coloratura, y sobreagudo un tanto abierto agriándose el sonido en las notas más extremas, que no acaban de estar resueltas de manera satisfactoria. En líneas generales Yolanda Auyanet me parece una cantante de gran nivel, carnosidad en el timbre, y cuya voz sobresale gratamente en los concertantes. Instrumento grande, brillante en no pocos momentos, y de atractivo timbre. Auyanet es sin duda uno de los mejores exponentes vocales de nuestro país, creo que en eso no hay discusión. En lo actoral correcta, y con momentos realmente inspirados, consiguiendo que dentro de su maldad, nos caiga simpático un personaje bien perfilado y matizado.



 

Hay que destacar enormemente la labor del coro titular, que además cumple a la perfección con los múltiples partiquinos que hay en la obra. Brillantes y chispeantes en las Seguidillas y Marcha de La Manolería, lograron momentos de altos vuelos en lo musical en los concertantes, sirviendo una velada de enorme calidad musical, y además enormemente disfrutones en lo escénico, y eso que en la función no los dejan moverse mucho, como parece ser habitual ultimamente en el Teatro de La Zarzuela. 

Mención especial para la Rondalla Lírica Manuel Gil, en sus estándares de calidad habituales. Y es de justicia hacer otra mención al espléndido trabajo del ballet-figuración, notabilísimos en sus intervenciones, de gran expresividad, y capacidad catártica.



 

Guillermo García Calvo al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, errático e irregular, y entonándose a medida que fue avanzando la función. La lectura de García Calvo me pareció plana en líneas generales, carente de chispa, y poco inspirada en cuanto a dramatismo. Me faltó el garbo de Barbieri en la mayor parte de la función, y sin gracejo en las partes más populares. Pocos matices me parecieron, para una obra de la que se podía haber sacado mucho más brillo desde el foso. 


Juan Echanove al frente del espectáculo, debuta a lo grande en el mundo de la lírica en una función muy bien pensada y muy trabajada. Echanove ha hecho los deberes, y ha dotado de gran sentido a la obra, inspirándose en las Pinturas Negras de Goya, que se adecúan a la perfección al tono y la época de la zarzuela. Hay que destacar el cuidadísimo tratamiento del verso, y parte actoral en general, algo que muchas veces se olvida en nuestra zarzuela primando la parte musical. Por otra parte es necesario comentar la importante labor clarificadora del texto, enrevesado de base, y de verso complicado. Pan y Toros tiene fama de difícil, y la tiene ganada a pulso, y Echanove sortea todas las dificultades sin problema partiendo de una base claramente historicista, muy bien documentada, y con poderosas imágenes que nos ayudan a entender lo que se nos quiso contar con la obra. Espectáculo prodigioso en lo visual, oscurantista y elegante, con cuidadas transiciones, y una indudable belleza estética, que si bien se puede considerar rompedor, mantiene de manera intrínseca los valores del género y de la obra. Por tanto podemos decir que nos encontramos ante una visión enriquecedoramente moderna de Pan y Toros, profundamente respetuosa, y de indudable calidad. Hay que decir que todo esto que planteo se ve perfectamente apoyado en la magnífica escenografía de Ana Garay, funcional y evocadora, que viste magnificamente a la obra de Barbieri, así como los figurines de la propia Garay, de gran belleza y de impactante resultado en algunos momentos, especialmente cuando se juega con el negro y el rojo. Buena coreografía de Ana Barrero, moderna e igual de evocadora que el aparato escénico, aunque su labor en los movimientos, falla ligeramente en el coro, demasiado estático a ratos, y no muy inspirados en los mutis. Luces espectaculares de Juan Gómez Cornejo, tremendamente atmosféricas que recrean muy bien la pintura de Goya, que se ve muy bien reflejada en las proyecciones de Álvaro de Luna, que siempre ayudan y nunca sobran.



 

Este Pan y Toros es un estupendo inicio de temporada, de cuidada factura tanto escénica como musical, altamente disfrutable y de más fácil digestión de lo que en principio podría parecer. Hay que destacar que la obra no ha sufrido la habitual poda de libro a la que nos tienen acostumbrados en Jovellanos 4, sin que se abrieran los cielos por ello, ni que nadie se durmiera en alguna butaca. Se agradece el detalle, y sería deseable que se continuara la costumbre, al menos con aquellas obras cuyos libretos se pueden sostener. Ojalá el resto de la temporada siga por estos derroteros.



 


lunes, 10 de octubre de 2022

Mamma Mía! Fresca Y Novedosa Propuesta De La Madre Del Jukebox.


Mamma Mía! ha vuelto, y la verdad es que uno ya pensaba que este musical ya estaba agotado en nuestra cartelera, se ha hecho mucho, y con diferentes estándares de calidad, no siempre siendo los deseados. Cuando me enteré de su retorno no me pareció un acierto, ya que creía que poco más se podía hacer con esta obra, y como suele ser habitual en mí... me equivoqué. 

La semana pasada tuvo lugar el pase de prensa de la nueva producción, que se está representando en el Rialto, y he de reconocer que salí con muy buenas impresiones como iré contando, y una cosa me quedó clara, apelando al refranero popular solo puedo decir aquello de "hasta el rabo todo es toro". Mamma Mía! goza de muy buena salud, y se puede reinventar, y no solo eso, se debe hacer, para que se enriquezca el material original, y se actualice el montaje canónico, que además de estar muy visto ya se ha quedado un poco antiguo, dados los avances escénicos que se han producido en los últimos años, y que el montaje original tiene ya la friolera de 23 años.




 

Mamma Mía!, se estrenó en Londres en 1999, con libreto de Catherine Johnson, y música del icónico grupo sueco, que reinó en los top ten musicales de los años 70 y principios de los 80 del siglo pasado. La fórmula del musical es la del jukebox, aquel que se sirve de canciones populares, habitualmente de una formación musical o cantante en particular, para funcionar como hilo conductor a una historia. Hablemos de Jukebox, subgénero dentro de los musicales con grandes detractores dentro del mismo, y que a veces peca de oportunista, y poco inspirado en lo literario, de ahí su mala fama. Mamma Mía! no fue el primero, pero si posiblemente el de más alcance a nivel mundial, y el que dio el pistoletazo de salida a la moda, que parece no tener fin ya que sigue campando a sus anchas por los escenarios de todo el mundo. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, y ciertamente Mamma Mía! es un jukebox por encima de la media, quizás porque cuando se creó el género no era una mera explotación como casi puedo afirmar que es ahora, y por aquello de que el que da el primero da dos veces. 

Es interesante entender que gran parte del éxito de la función sin duda recae en las canciones de Abba, suficiente reclamo como para llenar un teatro, pero no durante 23 años. Me explico, el encanto de la función es indudable, y la magnífica película de Phyllida Lloyd estrenada en 2008 con Meryl Streep a la cabeza, no han hecho más que acrecentar la popularidad de la obra, algo que ha a ayudado a su permanencia en vigor a lo largo de todo este tiempo. A esto hay que añadir un libreto francamente delicioso, basado ligeramente en la película de 1968 Buona Sera Sra. Campbell protagonizada por Gina Lollobrigida, uno de los grandes éxitos de "La Lollo" al otro lado del charco, y recordada comedia clásica. 

La función, ambientada en Grecia, nos cuenta una historia bucólica y entretenida, en la que una muchacha el día antes de su boda, decide invitar a sus tres posibles padres para de esta manera saber quien es su progenitor y que sea el que la lleve al altar. No entraré en más detalles ya que el musical es lo sificientemente conocido por todos como para que cuando veáis la función, al menos os suene de algo lo que en ella se cuenta. La cuestión no es lo que se cuenta, si no como se cuenta, y ese es otro de los motivos por los que la obra triunfó y sigue triunfando. Un ambiente vitalista inunda toda la función, así como cierta "sensualidad" mediterránea, que en la nueva producción se encuentra gozosamente potenciada, así como unos personajes carismáticos y simpáticos en grado sumo, son el cóctel con el que se hizo el pastiche, y que tan grato nos resulta ver. A esto hay que añadir lo bien integradas que están las canciones en el libreto, recurso no exento de retranca en algunos números, y que en ningún momento parecen forzadas o gratuitas. El resultado es una comedia ligera, optimista, con su punto de ternura, que sin duda como entretenimiento funciona a las mil maravillas, siempre desde un punto de vista amable, y con indudable posibilidades escénicas. La cuestión está en hacerlo bien, dándole su justa enjundia en los textos, manteniendo el ritmo, y sobre todo con la energía suficiente que precisa la función para que salgamos con ese chute de buen rollo que debe ser el musical, y por supuesto con las canciones puestas, que a fin de cuentas de eso se trata.



 

Vayamos con el elenco. 

Intentaré abreviar que el elenco es muy numeroso... a ver si lo consigo. 

Todos los pequeños papeles se encuentran muy bien servidos en la función, tanto las dos amigas de Sophie, interpretadas por Jennifer Lima y Elena Díez como el Eddie de Pep Guillem y muy especialmente el Pepper de Fran Moreno que se encuentran en el código exacto que el espectáculo pide. Por extensión logicamente el que más brilla es Moreno, en un papel que se encuentra muy bien definido en la disciplina de danza, y al que aporta las dosis justas de descaro que precisa. Brillante en su número con Mariola Peña. Moreno es una apuesta segura que nunca falla, como ya ha demostrado en varias producciones, muy especialmente en la magnífica "A Chorus Line" reseñada en su momento. 

Los supuestos padres son interpretados por Jaime Zatarain, Carlos de Austria y Lluis Canet, representando a Sam, Harry y Bill respectivamente. Es muy notorio el gran trabajo actoral que se ha realizado con ellos tres, funcionan sus escenas de maravilla, quizás en este momento sean las que mejor ejecutadas estén dentro del espectáculo, gracias a su indudable talento y buenas aptitudes para el canto. Zatarain espléndido, gran presencia, impecable cantando, y con un aire de galán clásico muy conseguido. Carlos de Austria me pareció el mejor de los tres en las partes habladas, con una comicidad natural muy conseguida e hilando muy fino en los chistes. Cómico elegante, actor sólido, y que dota de gran personalidad a su papel, siendo su trabajo pulcro, medido y lleno de matices. Por último Canet, el más payasesco de los tres, en un personaje un tanto estereotipado, muy bien defendido por nuestro artista, cargado de humanidad y verdad. Bill es la personificación de la bonhomía, sabiéndolo nuestro actor, y apostando de manera clara por ello. 

Gina Gonfaus y Jan Buxaderas, como Sophie y Sky, son lo que en una producción de teatro clásico podríamos denominar como "dama y galán joven". Ambos papeles no tienen mucha chicha, pero estos dos jóvenes artistas consiguen no pasar desapercibidos, ya que la calidad de su trabajo es indudable. Gonfaus, reconozco que una completa desconocida para mí, ha sido sin duda la gran revelación del espectáculo. Me pareció literalmente magnífica. Con una voz bellísima, cristalina, y sorprendentemente madura para lo joven que es, saca literalmente oro puro de sus intervenciones musicales, cantando con muchísimo gusto, gran sensibilidad y lo más importante mucho sentido. Gonfaus transmite mucho cuando canta, llegando en algún momento a emocionarnos, su primera intervención ya deja claro por donde van los tiros siendo su trabajo a nivel musical impecable. A nivel actoral deliciosa, muy segura, y con mucha entidad, algo que en un papel de estas características se me antoja una hazaña, pero es que amiguitos, Gina Gonfaus tiene "algo" que uno no sabe muy bien describir, pero que se ve a kilómetros, no me cabe la menor duda. Jan Buxaderas que ya demostró su valía en Grease, se reafirma aquí con un personaje quizás menos comprometido, al que dota de gran personalidad. Adecuadísimo en el físico, acertadísimo en lo coreográfico, y bien servido en lo musical, el trabajo de Buxaderas no pasa en absoluto desapercibido, siendo un caso claro de lo que la nueva cantera de artistas de musical pueden ofrecer en nuestros escenarios, en los que el concepto de "artista total", ya es un hecho y no una excepcionalidad. Gina Gonfaus y Jan Buxaderas vienen pisando fuerte, no hay discusión. 

Mariola Peña e Inés León como Tanya y Rosie respectivamente. Ambas correctas, hay que decir que brilla más Peña, pero creo que es una cuestión de rodaje. Inés León todavía no ha encontrado el sitio en el espectáculo, y su comicidad, que debe ser explosiva, todavía se queda un poco corta. Rosie es de rompe y rasga, y ese poso es el que le falta al papel para que funcione el cien por cien de sus posibilidades. En lo musical absolutamente espectacular, en un personaje bastante grave en cuanto a tesitura, y que defiende de maravilla, incluso en sus momentos más comprometidos. Hay que reconocer que en su número principal si que se vislumbran las posibilidades del papel y que esa es la vía que debe tomar. Mariola Peña acertadísima, dota del glamour necesario al personaje, moviéndose con gran soltura en escena, atinadísima en las coreografías, y ácida en sus comentarios, así como un elevado nivel musical, con una voz que se adecúa a la perfección al personaje. Es necesario decir, que este Mamma Mía! posiblemente sea el mejor cantado en nuestro país, ya que el nivel musical de la función es francamente alto en todos los artistas, siendo el tratamiento de la obra a este nivel cuidado en grado sumo. 

Verónica Ronda como Donna. Hay que reconocer la valentía de Ronda abordando un papel que parece estar ligado de manera indisoluble a Nina. Nuestra actriz cumple con creces ante el desafío, haciendo el papel suyo en todas las disciplinas, brillando mucho tanto en la parte actoral como en la musical. Su instrumento sólido, perfecto tecnicamente hablando, de timbre muy personal, y manejado perfectamente, consigue deslumbrarnos en cada uno de los temas. Obviamente es en "Va todo al ganador" con letra cambiada, como casi todos los temas del espectáculo, donde más se luce. Ronda sabe plasmar perfectamente cada estado de ánimo en sus intervenciones musicales, cantando con gran inteligencia y sensibilidad o carácter cuando la partitura lo pide. Sin dudas su trabajo a nivel musical es de enorme calidad, y nos encontramos ante una gran cantante. En lo actoral no se queda a la zaga, aunque si es cierto que el papel funciona mejor a partir del segundo acto, dotándolo de indudable empaque y carga dramática en las partes más sensibles del musical. Muy matizada, con cierto aire de "mujer al borde de un ataque de nervios" muy acertado, y que enriquece mucho al personaje. Se puede considerar un gran acierto de cast, ya que el papel de indudable responsabilidad está espléndidamente servido.



 

El conjunto, muy completo y acertado, dónde más brilla es en las espectaculares coreografías de Iker Karrera, de las que luego hablaré. Todo el elenco se encuentra en un nivel muy alto, energéticos en grado sumo, y lo que es más importante, todos a una en los bailes, precisos y con gran capacidad para revolucionar al respetable en el patio de butacas. Vocalmente también cumplen sin problema en una función en la que los coros son abundantes y muy importantes en el desarrollo del espectáculo.

Joan Miquel Pérez, al frente de la orquesta, consigue una función muy dinámica, con una lectura particular y acertada de la partitura, que acompaña perfectamente lo que ocurre en escena, con gran sentido de la espectacularidad, medido en los tiempos, y de indudable regusto teatral.



 


El espectáculo lo firma Juan Carlos Fisher, y ante todo hay que destacar la estupenda dirección de actores que nos encontramos en él. Fisher parece conocer muy bien el material de base, lo que le permite matizar el texto a su antojo, consiguiendo superar todo lo hecho hasta ahora en nuestro país con la obra. Me sorprendió muy gratamente la solidez del espectáculo, con unas escenas muy bien ensambladas entre los actores, de gran ritmo, ágil y muy tierna en su acabado. Todos los personajes se ven enriquecidos, aunque todavía hace falta un poco de rodaje en la comicidad durante el primer acto, pienso repetir, y me interesa mucho ver como van evolucionando los personajes, especialmente Tanya y Rosie. Esto que planteo no es obstáculo para que la versión que se nos ofrece, no pueda verse más que como una notable mejora con respecto a otras producciones, siendo el resultado muy fresco y con un tratamiento novedoso dentro de que nos encontramos ante un título muy conocido. En lo visual, una vez más como ha sido en los musicales que llevo vistos lo que va de temporada, nos encontramos ante una función de relumbrón, espléndidamente servida, con una espectacular escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, acorde con los tiempos que corren, que ofrece gran dinamismo al musical y de impactante acabado. Hay que hablar de coreografías, ya que es uno de los platos fuertes del espectáculo y posiblemente aquello que más me llamaba la atención. La propuesta a nivel coreográfico es completamente renovada y sin duda uno de los mayores aciertos del musical, Iker Karrera acierta de pleno en su visión del espectáculo, en un trabajo en el que la influencia de las danzas griegas es muy notoria, así como una visión arrebatadoramente moderna, que aúna espectacularidad y sensualidad nada soterrada, dotando de gran frescura y sugestiva plasticidad al espectáculo. 



Este Mamma Mía! me ha parecido una de las grandes sorpresas de la temporada, reconozco que no iba predispuesto a encontrarme un espectáculo que me contara algo nuevo, y que si bien es cierto a medida que se nos iba dando información sobre lo que se iba a ver en el Rialto mi interés fue aumentando, pensaba que la obra no daba más de si. La realidad es que se ha obrado el milagro, siendo la propuesta más que recomendable, y disfrutable a tope. Mamma Mía! ofrece creo que más de lo que el material de base tiene, ya que el empeño por mejorar y enriquecerlo es notable, y sin duda afortunado. 

jueves, 6 de octubre de 2022

Equus, Revisando El Mito Teatral Español Por Excelencia.

Cuando faltaba un mes para la muerte de Franco, la convulsa España de la época vivió un completo acontecimiento teatral y sociológico que marcó el fin de una época y el principio de La Transición. El estreno de Equus en nuestro país es uno de los fenómenos teatrales más recordados y comentados , incluso casi 50 años después de aquel estreno. Aquella mítica producción con José Luis López Vázquez y Juan Ribó a la cabeza fue un hito en nuestros escenarios por motivos quizás un tanto alejados de la obra en sí, pero que dejaba bien claro que el público español quería sentirse adulto y ver obras adultas sin complejos y sin ningún tipo de censura que tutelara moralmente a la nación. El desnudo integral de Juan Ribó y María José Goyanes causó estragos, y no solo eso, la función arrastró mucha polémica, amenazas de bomba, insultos a los actores y demás hechos bochornosos que solo aumentaron el éxito de la obra, y el aire mítico que el espectáculo mantiene en la España del 2021, que por suerte tanto ha cambiado en algunos aspectos como para que ya nadie se escandalice con obras como Equus. Tal fue el éxito de la función que durante unas cuantas temporadas hasta cinco elencos diferentes hacían Equus a lo largo y ancho del país, siempre con el mismo resultado, plateas llenar a rebosar, y una especie de catarsis colectiva en la que las opiniones favorables del respetable eran unánimes.



 

Después de aquel tremendo exitazo, pocos se han atrevido a volver a montar la función, obviamente las comparaciones son odiosas y nadie pareció atreverse meterse en el charco, hasta hace unas temporadas que se hizo una estupenda versión, que reseñé en su momento, y la que esta crítica ocupa, y que se acaba de estrenar en el Infanta Isabel.




Equus, escrita por Peter Shaffer, se estrenó en Londres en 1973 y su éxito fue instantáneo, estrenándose la obra en multitud de países, siempre aclamada por crítica y público. El secreto de Equus está en su astuta concepción del teatro, aunando perfectamente el interés del gran público con la calidad literaria, en una historia absorbente, dura y de tremenda fuerza escénica. Podemos  considerar la obra como un thriller, con un hecho traumático anunciado en la primera escena y que no se aclara hasta prácticamente el final. Alan, un adolescente problemático ingresa en una institución mental tras arrancarle los ojos a seis caballos con un punzón. Sus conversaciones con con el psiquiatra que lo trata nos sirven de catalizador para contarnos el motivo de tan atroz acción y desmenuzar la complicada situación familiar del joven así como el momento vital del psiquiatra, que se encuentra en plena crisis existencial. Basándose en un hecho real, Shaffer se sirvió del asunto para mostrarnos una crítica brutal de ciertos sectores de nuestra sociedad, lo viciado de algunos vínculos familiares y la repercusión que estos pueden tener en los hijos. El texto, de gran enjundia, plantea muchas dudas al espectador de manera bastante imparcial para que cada uno saque sus propias conclusiones. Función de una brillantez absoluta, enorme carga dramática, y de poderosos acabado, es un sólido ejemplo de carpintería teatral, con sus giros, sus imágenes de gran potencia, y una belleza en cuanto a lo literario se refiere realmente notable. La capacidad de impactar al espectador de Equus se mantiene intacta con el paso del tiempo siendo en mi humilde opinión una obra maestra del repertorio universal, que siempre viene bien revisar por sus indudables valores, la dificultad actoral que entraña, y por supuesto por el interés que suscita el afrontar textos de este calibre.




Vayamos con el elenco:

Jorge Mayor como Frank Strang, dota de indudable fuerza a un personaje duro y antipático como es el padre de Alan. Realmente convincente en sus intervenciones se nos antoja odioso por momentos, y nos llena de impotencia por su intransigencia e hipocresía. Perfecto de tono, alejado de cualquier afectación, muy adecuado a todos los niveles para el personaje, Mayor realiza un trabajo de altura y con grandes dosis de verdad.


Claudia Galán como Jill Mason, muy natural y también en un código muy de verdad. Su personaje es un tanto ingrato, y si no se realiza con la suficiente entidad destaca mucho y para mal. En el caso de Galán, su corrección actoral, y la claridad con la que presenta sus objetivos, marca a la perfección el carácter de Jill, y la figura antagónica a todo lo que representa Alan. Comedida, sin estridencias y siempre en su justo lugar en cada escena consigue no pasar desapercibida en ningún momento, en un trabajo bien pensado y el punto exacto que pide el papel.

 

Manuela Paso como Dora Strang, absolutamente magnífica, todo dicho con gran sentido, dejándonos vislumbrar a la perfección la complicada psicología de la madre de Alan, en un personaje francamente difícil, que se ve resuelto de manera espectacular. Su gran escena con Martin es una de las más brillantes de todo el espectáculo, cargada de tensión y tremenda implicación emocional. Paso nos deja cristalino todo lo que pasa por la cabeza de esa mujer, con un enorme cargo de conciencia que de manera un tanto hipócrita intenta culpar a su hijo de sus remordimientos. Concisa en el gesto, sobria y con un trabajo muy interiorizado, se me antoja una de las mejores intérpretes de este Equus, demostrando su solidez actoral en cada una de sus escenas.



 

Alex Villazán como Alan Strang espectacular, no hay discusión. El papel se las trae, y Villazán como ya demostró en El Curioso Incidente del perro a medianoche, se muestra como un actor enorme, intuitivo, de gran fuerza en el escenario, y que parece que se está especializando en papeles de indudables complicaciones psicológicas. Nuestro actor lleva al personaje al límite en varios momentos, límite emocional y físico, con gran arrojo y arriesgando cuando el texto así lo pide. Muy centrado en la corporalidad de Alan y en la escucha, acertadísimo con los textos y con una energía tremenda, nos deja clavados en la butaca en el cuarto final de la función, donde directamente se abre en canal, desnudo por dentro y por fuera, con enorme valentía en indudable carga emocional.

 

Roberto Álvarez como Martin Dysart. Álvarez me pareció el más flojo del reparto con un personaje que debe ser enfocado más hacia dentro que hacia afuera, haciendo nuestro actor precisamente lo contrario durante la mayor parte del espectáculo. Es cierto que se entona hacia el final de la función, y en algún momento se vislumbra lo que debe ser Martin en su monólogo final. No me resultó convincente, un tanto plano y sin dejar entrever todo lo que le está pasando por dentro al papel, limitándose más bien a ser un cínico observador, que no parece estar muy implicado en lo que está ocurriendo. No hace falta una interpretación forzada o impostada, simplemente es una cuestión de profundidad y carácter. Se queda corto en carisma, y presencia escénica, pasando más desapercibido de lo que el papel se merece. Varios tropezones con el texto tampoco ayudaron mucho a su trabajo, que se me antoja todavía poco maduro. Sería interesante ver su evolución a medida que vayan desarrollándose las funciones, ya que parece estar buscando el sitio, sin acabar de encontrarlo todavía.



 

 La obra viene firmada por Carolina África, acertando en su labor de dirección. Hay que entender que nos encontramos ante una propuesta ortodoxa de la función, clarificadora en cuanto al texto, y bien servida en lo visual. África consigue un espectáculo equilibrado, con los tiempos muy bien medidos, ágil en el ritmo y bien dosificado en la intriga. Los actores mayormente dirigidos en un código naturalista, alejados de la afectación, y con buenas directrices en cuanto a acciones y vínculos. Nuestra directora consciente de los momentos de más fuerza del texto consigue potenciar la carga dramática del espectáculo con una serie de imágenes poderosas y en algunos casos de gran belleza, el final del primer acto posiblemente sea la escena de más potencia de todo el espectáculo a nivel visual, para retomar ese tono poderoso al final de la función, rematando muy bien el espectáculo, que a mi personalmente me revolvió bastante por dentro, tal y como el texto pide.

Hay que hacer mención a la versión de Natalio Grueso, que aligera inteligentemente un texto ligeramente redundante en el original, aunque hay que decir que algunos vínculos se resienten, especialmente en cuanto a la evolución de los mismos, el desarrollo de la  relación entre Alan y Martin es la que más se resiente de la poda.

 

En contra del espectáculo va la escasez de actores, ya que algunos personajes importantes doblan papel, algo que resta verosimilitud al espectáculo, no molesta en exceso, pero si que se acusa en el acabado de la función. Es comprensible que en los tiempos que corren se tenga que limitar el número de personas en escena por cuestiones de presupuesto, pero especialmente en el caso de Manuela Paso, resulta extremadamente chocante que haga de Dora y Hesther, pidiendo a gritos el espectáculo otra actriz que de vida a Hesther.

 

Correcta y funcional escenografía de Bengoa Torres, evocadora e inteligente a la hora de plantear los diferentes lugares en los que se desarrolla la acción.



 

En resumen, este Equus, quizás no posea el halo mítico que tuvo la primera producción en nuestro país, pero su más que correcto elenco, y su buen acabado formal, se me antoja como una ocasión estupenda para revisar el clásico, y que las nuevas generaciones lo descubran. Quizás no levante la misma polvareda, y sin duda eso es lo correcto, los ojos con los que la vemos, por suerte no son los mismos que se vieron hace 47 años, y eso precisamente nos permite realizar un visionado más sosegado de la obra en su globalidad.



 

jueves, 29 de septiembre de 2022

Cantando Bajo La Lluvia, Ese Es El Camino A Seguir.

 


Cantando bajo la lluvia... ¿Quien no ha tarareado la mítica canción alguna vez en su vida, en un momento de alegría, y debajo de un aguacero imprevisto?. Hay títulos que trascienden más allá de lo meramente artístico para convertirse en verdaderos iconos populares, tan incrustados en nuestra sociedad que no necesitan carta de presentación, ya que practicamente todo el mundo los conoce, por diferentes motivos, formando parte de nuestra memoria colectiva de manera muy viva. 

Cantando bajo la lluvia es uno de esos casos, ya que su popularidad y prestigio es tal que está considerada como la mejor película musical de la historia, y una de los mejores filmes jamás rodado. Varias veces se ha intentado llevar al escenario, casi siempre con desigual fortuna, teniendo fama de ser uno de esos títulos que no funcionan en el teatro, aseveración con la que estoy de acuerdo a medias, ya que si hay un musical cinematográfico sin duda es Cantando bajo la lluvia, pero que cuando se hace bien, funciona en cualquier lugar. Los mimbres del cesto son indudablemente buenos, lo único que hay que hacer es saber lo que se tiene entre manos, y ponerle ganas. 

Ayer se estrenó en Madrid la celebrada producción del musical, que triunfó la temporada pasada en Barcelona, y sin duda todo es un acierto en el espectáculo como iré desgranando, dejando claro que el sambenito de obra no adecuada para llevar a escena en este caso no está justificada en absoluto. Fue una noche memorable, y sin duda el espectáculo es absolutamente imprescindible para los amantes del género.


 

Cantando bajo la lluvia, se estrenó en cines hace exactamente 70 años, bueno los hizo en abril, ya que su estreno fue en abril de 1952, la dirección corrió a cargo de uno de los grandes directores de musicales de La Metro, Stanley Donen con ayuda del propio Gene Kelly, a la sazón protagonista de la película. Hay alguna curiosidad sobre la película que es interesante recordar antes de entrar en harina sobre la función de teatro. La idea del musical surgió como homenaje a las canciones compuestas en los albores del cine sonoro, siendo la película una especie de jukebox (cuando el término no se había inventado todavía), en la que una historia que nos habla del cine dentro del cine sirve como excusa para recordar, o en ese momento re-descubrir una serie de temas que ya habían sido utilizados en varias películas con diferente éxito, siendo interesante reseñar que el tema principal de la película ya era bastante conocido, aunque no con los niveles de popularidad posteriores al film. 

Para unir las canciones en la película se contó con uno de los grandes dúos de libretistas del género Betty Comden y Adolph Green, que crearon una inteligente farsa sobre el salto del cine mudo al sonoro, de marcada retranca e indudable chispa que hizo las delicias en su momento, y que aguanta el tipo admirablemente bien, dejando para la posteridad dos personajes realmente inolvidables, la "insufrible y malvada" Lina Lamont, y el sin par Cosmo Brown. El resultado fue una vitalista y chispeante película, toda una oda al buen rollo, y una auténtica obra maestra a nivel técnico, con planos y escenas absolutamente inolvidables, que son lo suficientemente conocidos como para reseñar aquí. La mayoría de los temas del film fueron compuestos por Arthur Freed y Nacio Herb Brown, añadiéndose algunos temas de nueva creación, como el célebre "Haz reír". Todas y cada una de las canciones de la película se pueden considerar míticas, y clásicos indiscutibles del género, pasando a la historia de manera practicamente instantánea. 

El musical que se está representando en el Nuevo Apolo, bebe directamente del filme en su estética y en la parte literaria, siendo muy parecido al material original, teniendo en cuenta que el cine y el teatro, son obviamente lenguajes diferentes.

   


Vayamos con el elenco: 

Todo los artistas se mueven en un nivel muy alto, y las pequeñas partes, tan importantes en todo espectáculo, aquí brillan mucho, hay que destacar a Clara Altarriba como Miss Dinsmore, la profesora de dicción de Lina Lamont, en una de las mejores escenas del espectáculo, así como a Diego Molero, solidísimo en sus intervenciones, habitual del género, siempre cumplidor y efectivo. Inconmensurable Bittor Fernández como profesor de dicción de Cosmo y Don, en una composición interesantísima en lo corporal, cargada de humor, y resulta de manera muy brillante, en una escena de indudables complicaciones. 

Los cuatro protagonista del espectáculo se me antojan absolutamente insuperables en su cometido, pudiendo considerarse el elenco principal el perfecto para la función.

Ricky Mata como Cosmo Brown, tiene sin lugar a dudas una responsabilidad enorme, ya que las comparaciones con la referencial interpretación de Donald O´Connor para algunos puede ser inevitable. Hay que decir, que Mata hace suyo el papel sin el menor problema, realizando una personalísima creación de tan electrizante personaje, de manera fresca, divertida y con un dominio escénico realmente encomiable. El papel es de una dificultad enorme, ya que requiere de un alto nivel en todas las disciplinas, nivel superando con creces por nuestro artista, incluso en ese desafío para cualquier actor-cantante-bailarín que se precie que es "Haz reir". Mata lo clava, no hay discusión, y el nivel de energía, la calidad del baile, y también de la acrobacia es absolutamente notable. Controla el tap sin problemas, el uso del cuerpo es ejemplar, y los resortes de la voz, juegos escénicos, y gags visuales con los que adereza al personaje se entienden como adecuadísimos y acertadísimos a partes iguales. Actor con gran técnica gestual, impecable dominio en lo musical, estupendo bailarín y excelente en lo textual, Mata, se me antoja como uno de los grandes del género. Ya lo demostró en La jaula de las locas, siendo  Cantando bajo la lluvia una constatación más de su consagración definitiva y rotunda dentro de los musicales. Tenemos Ricky Mata para largo, y yo que me alegro. 

Mireia Portas como Lina Lamont acertadísima, en un personaje inconmensurable que literalmente borda en su trabajo. Portas muy conocida en Cataluña por su trabajo en Polònia, es una cómica de primera, que desgrana la psicología de su personaje de manera milimétrica, pulcra y lo que es más importante, mesurada y con una carga cómica realmente notable. Impagable resulta su manera de hablar y su manera de cantar, que sin quedarse en la mera caricatura pasa por la verdad, en un personaje extremado por motivos obvios, pero que se nos antoja pasmosamente natural. Se lleva la función de calle junto con Ricky Mata, y sus intervenciones hacen sin duda las delicias del público, llevándonos a la carcajada cada dos por tres, sin utilizar el recurso fácil o el mal gusto en ningún momento. Nuestra artista se mueve en unos parámetros actorales elevadísimos, haciendo con el público literalmente lo que le da la gana, al que tiene comiendo de su mano desde que sale a escena. Actriz inteligente, pulcrísima, y de indudable vis cómica, consigue que su Lina Lamont sea absolutamente deliciosa de principio a fin, cayéndonos simpática, a pesar de su mezquindad, de manera irremediable. 

Diana Roig como Kathy Selden, sólida y segura a partes iguales, consigue darle el punto justo que precisa el personaje, sin pasarse en dulzura o cursilería, dando imagen de mujer fuerte, y perfecta como heroína romántica. Es cierto que tanto Kathy como Don, siendo los dos personajes "mas serios" del cuarteto principal son menos lucidos, algo que no quiere decir que sean más fáciles. Roig tiene una estupenda voz que maneja a la perfección, resolviendo muy bien las frases, y con un timbre muy bonito que se adecúa perfectamente a las canciones, siendo una auténtica delicia su número principal "Mi estrella de la suerte" uno de los numerazos a nivel musical del espectáculo. Muy expresiva cantando y de gran sensibilidad en sus temas, Roig da exactamente todo lo que el papel necesita. 

Miguel Ángel Belotto como Don Lockwood, muy entregado y disfrutón desde que comienza el espectáculo. Belotto bailarín de gran nivel, afronta los desafíos de la obra desde una técnica impoluta, indispensable en este caso, ya que la mayoría de los números son de gran dificultad musical y coreográfica, siendo su trabajo preciso y de enorme calidad. Consigue emocionarnos en el número principal, ya que nos llega a nuestro corazoncito de manera muy directa por motivos obvios, en el que Belotto consigue pasar la batería de largo, hasta hacernos vibrar en la butaca, empaque escénico del número aparte. De gran presencia escénica, muy en el papel de galán sin dejar atrás la acidez que destila en no pocos momentos, consigue matizar sin problemas su personaje, resultándonos creíble y disfrutable a partes iguales.


 

Conjunto impecable, todos con su pequeño momento de gloria en la función, energéticos y entusiastas de principio a fin, y con grandes aptitudes para el canto y el baile, brillando obviamente más en los momentos en los que el claqué toma protagonismo. Siempre digo que el conjunto es un personaje más dentro de la función, siendo aquí un caso paradigmático de lo que planteo, apoyando de manera eficiente las acciones principales, y tomando el relevo de los principales cuando es necesario. 

La orquesta aparece en el programa con dos directores al frente, Andreu Gallén y Borja Arias, desconozco a cual de los dos le correspondió dirigir ayer, ya que no se especificó. La lectura musical de la obra pasa por la espectacularidad. La orquesta bien servida en cuanto a número de músicos, tiene gran protagonismo en la función, y sin duda envuelve de gran empaque al espectáculo resultando unos de los grandes activos de la función. 




Àngel Llàcer firma la función, y como ya hiciera con la superlativa La jaula de las locas, lleva el género a unas cotas de calidad realmente notables, y poco usuales en nuestro país. Ver este Cantando bajo la lluvia es transportarnos a Broadway o a Londres, demostrando nuestro director su profundo conocimiento del género, dándonos absolutamente todo lo que el espectáculo puede ofrecer. Hay que diferenciar muy claramente la parte actoral de la técnica dada la complejidad del montaje, y en ambos casos Llàcer se luce. Magistralmente dirigida en cuanto al texto, todos los actores se encuentran el código ideal de cada personaje, todos los vínculos se encuentran perfectamente perfilados, así como el ritmo tan bien medido, en constante ascenso. Es cierto que la obra en su introducción es excesivamente larga, pero desde la dirección se ha sabido solventar con una serie de pinceladitas que enriquecen el texto hasta que ya sin apenas darnos cuenta nos vemos inmersos en la historia de manera ascendente y equilibrada. La comicidad va subiendo de intensidad a medida que avanza la acción, y pasamos de la inicial calma a un medido frenetismo que hace que se nos pase el espectáculo volando. Visualmente la obra es un delirio, he leído que hay 75 cambios durante las dos horas y media que dura el espectáculo, siendo cada transición un ejercicio de magia escénica, modélica en su ejecución, que pasan casi desapercibidas para el espectador, por la plasticidad de las mismas, y fluidez conseguida. El resultado es el de un espectáculo tremendamente ágil, fresco y de impactante acabado con cuadros de gran belleza y poder evocador en no pocos momentos. Destaca a este respecto la escena que se desarrolla en un plató de cine desnudo, y por supuesto el número principal de la obra, en el que un abundante aguacero riega a los artistas mientras nos deleitan con una coreografía inspiradísima, de original acabado y gran fuerza escénica. Myriam Benedited encargada del trabajo coreográfico se ha lucido, en todos y cada uno de los números, no remitiéndose unicamente a replicar lo que se puede ver en la película, en un derroche de imaginación y belleza. Mención especial a la escenografía de Enric Planas, funcional y de impactante resultado.

Cantando bajo la lluvia posiblemente sea la producción de la temporada, por su impecable acabado, impresionante plantel artístico e inspiradísima dirección. Solo queda decir que es un espectáculo para gozarlo de principio a fin, una función hermosa por los cuatro costados, y de esas con las que uno sale pensando que el mundo es un lugar un poquito mejor... aunque sea por un ratito. IM-PRES-CIN-DI-BLE.