martes, 8 de mayo de 2018

Las Chicas Del Zapping, Las Que Tienen Que Servir.

Fonomímica. (De fono- y mímica). 1. f. El Salv. Arte que consiste en fingir que se habla o se canta, mientras suena un sonido previamente grabado.
Esta es la definición del DRAE de la palabra fonomímica  que creo que no es muy conocida aunque si que hayamos disfrutado de este curioso arte en múltiples ocasiones. La fonomímica es lo que conocemos como playback, anglicismo un tanto añejo, que solemos asociar a la interpretación de números musicales pero que también se puede aplicar a escenas habladas, y que en algunas ocasiones da lugar a espectáculos enteros basados en esta difícil técnica que precisa de gran número de ensayos, pulcritud extrema en el trabajo y poco margen a la improvisación.
Los Quintana son expertos en fonomímica, y quizás sean la compañía mas famosa dedicada a ella, mezclando transformismo con sincronía de labios en sus espectáculos siempre desde un punto de vista cómico, y con cierto aire cabaretero muy particular, lo que hace que sus shows tengan una impronta muy personal y reconocible para el espectador. De reconocido éxito en Madrid, han vuelto con "Las chicas del zapping" al Nuevo Alcalá, y no me quería perder su nueva función, ya que reconozco que soy muy fan de su trabajo con el que me suelo reír a mandíbula batiente a la vez que no dejo de admirar profundamente lo que acontece en escena.





"Las chicas del zapping" es un show al mas puro estilo de Los Quintana, en el que el hecho de que cuatro criadas se quedan solas viendo la televisión, es el pretexto para que transcurran en escena momentos televisivos y musicales muy reconocibles para el espectador, siendo reproducidos por los cuatro actores que forman el elenco. No hay que buscar mas, tampoco es necesario. Se entra sin el mas mínimo problema en la premisa de humor surrealista del espectáculo, que no tiene mas intención que hacernos reír al respetable, todo ello con un punto canalla, vodevilesco, cargado de dinamismo y una comicidad fresca y desopilante por momentos que resulta mas que satisfactoria para el espectador.



La función se sustenta con cuatro actores que realizan múltiples papeles dado el formato del espectáculo, y que nos dejan realmente impresionados por la ductilidad que ofrecen, la asombrosa coordinación existente entre ellos, y el enorme trabajo de ensayos que se vislumbra en el espectáculo, en el que no solo hablamos de sincronizar los audios con la boca, que ya es bastante complicado en si mismo, sino que eso se debe incorporar a cada personaje y reflejar lo que se desea con el cuerpo y el gesto. No es fácil decantarse por una interpretación ya que el elenco se encuentra muy equilibrado y muy ajustado a todos los niveles. Brilla y mucho un entregadísimo Ricardo Mata en sus intervenciones, cargadas de energía y con una plasticidad de movimientos mas que estimable, destacando como un estupendo bailarín, y de arrolladora comicidad. José Cobrana resulta impagable como la mas matronil de las sirvientas graciosísimo y con momentos de gran lucimiento. Cobrana parece tremendamente convincente en su personalísima creación, llevando a cabo un trabajo en el que muchas de sus reacciones nos resultan muy familiares y reconocibles, todo ello en un código de "tía solterona" que encontré francamente delicioso. Un lacónico Joan Salas lleva a cabo una completa interpretación en la que se funden a la perfección el trabajo actoral con el de bailarín, y en el que una imponente presencia escénica dotan de gran personalidad a todas sus interpretaciones siendo el resultado cómico en grado sumo y muy sólido. Y por último Carlos Chacón igual de solvente que sus compañeros, llevando a sus espaldas la mayoría de los personajes masculinos del espectáculo, especialmente atinado en la graciosísima y agotadora escena final donde hace sufrir de lo lindo a Ricardo Mata para regocijo del respetable.





David Quintana firma el espectáculo y acierta de plano, logrando un espectáculo muy bien medido, limpísimo en su ejecución y de no pocas dificultades técnicas, que se ve perfectamente reforzado en un exhaustivo trabajo con sus actores que parecen moverse como pez en el agua dentro del código que Quintana ofrece. La obra deliciosamente queer y con cierto punto canallesco es un festival de buen hacer y conocimiento de la técnica de la fonomímica y sus resortes, sabiendo nuestro director tocar las teclas exactas para que nos pasemos toda la función entre carcajada y carcajada. Máximas como la de la repetición, el volver a gags aparentemente ya dejados atrás para buscar la complicidad del público, y un toque de mala leche, son la marca de la casa en un espectáculo pensado para evadirse y pasar un rato sin complicaciones. A todo esto debemos añadir algún momento en el que se rompe la cuarta pared de forma adecuada y perfectamente integrada en el espectáculo algo que consigue atraer, mas si cabe, la atención del respetable que desde que empieza la función se ve fascinado por la cantidad de cosas que pasan en escena. No se deben pasar por alto las estupendas coreografías que dotan de empaque a una producción de modesta factura, pero de mas que elegante acabado, cuya estética pretendidamente kitsch se encuentra mas que justificada dentro del tono de una función servida con un ritmo frenético, que no decae en ningún momento, y de una dureza considerable para sus intérpretes.
Nos encontramos ante un espectáculo absolutamente recomendable desde todo ángulo, solidamente construido, y que funciona de principio a fin con la precisión del mecanismo de un reloj, de resultados altamente satisfactorios, y lo que es mas importante terriblemente divertido.




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