viernes, 4 de mayo de 2018

Jesus Christ Superstar, El Ocaso de Los Dioses.

Hace un par de meses saltó la bomba, Ted Neeley, el mítico Ted Neeley, venía a Madrid a cantar Jesucristo Superstar a los 74 años nada menos. El espectáculo se está llevando a cabo en el Teatro de la Luz Philips, aunque para mi es el Teatro Gran Vía de toda la vida. Un servidor es mucho de leyendas y mitos, reconozco que me gusta ver a los grandes aunque ya se encuentren en sus horas mas bajas, y siempre miro con admiración y respeto a las viejas glorias. No podía dejar pasar la ocasión y el mismo día que salieron a la venta las entradas me apresuré a sacarlas antes de que las mejores volaran, logrando una suculenta fila dos que me iba permitir ver a uno de mis mitos personales sin perder ripio.
Neeley forma parte de mi vida desde que descubrí JCS en mi temprana adolescencia, y fue mi primer Jesucristo, ya que mi referente no pasaba en ese momento por Camilo Sesto. Sin duda la película en la que Ted vio inmortalizado su papel fetiche forma parte de la cultura popular, y es reconocible por varias generaciones que seguimos con la versión de Norman Jewison en la retina como si acabásemos de verla ayer mismo.
Esto de los mitos es algo que va mas allá de los valores intrínsecamente artísticos de lo que vamos a ver, ya que es muy difícil ser objetivo cuando se junta los componentes admiración, nostalgia, e historia personal, por tanto ayer asistí al Gran Vía dispuesto a ver una leyenda, disfrutar con ella, emocionarme, y tener una experiencia de esas que se contarán a los sobrinos cuando uno sea un anciano. Por ese lado todo estuvo dentro de lo esperado, y ya puedo decir que he visto a Ted Neeley cantando Getsemaní en directo, con eso me doy por mas que satisfecho. Prometo ser lo mas imparcial posible, palabra de honor, ya que aquello de "palabrita del Niño Jesús" teniendo en cuenta la edad de nuestro divo creo que no viene muy al pelo.
 

      

Jesus Christ Supestar, ópera rock con música de Andrew Lloyd Webber y texto de Tim Rice, es una de las composiciones mas populares de todo el repertorio musical, y un auténtico fenómeno sociológico en el momento de su estreno. Compuesta a finales de los años 60, vio la luz primero como álbum conceptual en 1970, para posteriormente estrenarse, ya en versión escénica, en Broadway en 1971, siguiendo este estreno el de Londres, para finalmente llegar a representarse en practicamente en todo el mundo. En nuestro país vino de manos de Camilo Sesto, en 1975, en un montaje icónico, mito de la Transición, y al que el propio Webber calificó como el mejor Jesucristo de todos los vistos hasta ese momento.
La obra no estuvo exenta de polémica dada la visión de los últimos días de la vida de Jesús, según los Evangelios, que se nos da en el libreto. Con una fuerte carga política, y un Judas de crítica actitud hacia su maestro, humaniza a los personajes del drama, y da un punto de vista enriquecedor de la historia, en la que Judas se no presenta como mero instrumento de Dios para llevar a cabo sus planes, siendo mas víctima que verdugo. Jesús duda sobre la validez de su sacrificio, y por momentos se muestra sorprendentemente humano. Todo esto se encuentra en la actualidad completamente superado, y asumido dentro del contexto de la historia, y la propia Iglesia da por válida la función, algo que en su época no era así, ya que había dos posiciones dentro del estamento claramente diferenciadas.
Polémicas aparte, nos encontramos con una historia que funciona a todas luces, cuyo crescendo dramático está perfectamente calculado, y en el que el concepto "operístico" se encuentra mas que justificado dado el tono de la función, efectista y efectivo a partes iguales.


     

Webber compuso una obra equilibradísima, de extraña belleza, con una música agria a ratos, dura al oído por momentos, y abrumadoramente lírica en otros pasajes, donde priman la brillante orquestación de la partitura, y las voces de los intérpretes principales, que se ven sometidos a un auténtico tour de force vocal de altas exigencias canoras y dramáticas. Jesus Christ Superstar posee una ferrea estructura musical, y una riqueza melódica abrumadora, y la música siempre al servicio del drama, logra reflejar a la perfección lo que ocurre en el escenario desde una perspectiva inquietante por momentos, atmosférica, y de gran altura dramática y teatral.
Nos encontramos ante una obra indispensable del género musical, monumental en su concepción, y practicamente una pionera en su género, ya que si bien es cierto no fue la primera ópera rock de la historia, si es la mas carismática, la mas querida y la mas recordada. Jesus Christ Superstar es historia del teatro, de mensaje universal, está mas allá de los pantalones de campana y de las patillas con los que fue puesto en pie en sus inicios, y seguirá funcionando con la misma intensidad durante muchos años, no me cabe ni la mas mínima duda. 


 

Vayamos con el elenco, en gran medida italiano, dado que ese es el país de procedencia del espectáculo:

Dentro de los comprimarios destaca de forma muy relevante el Simón de Giorgio Adamo, uno de los mejores intérpretes de la noche, brilló mucho en su pequeño pero impactante número, con gran caudal vocal, magnífica presencia escénica, y mucho gusto cantando. Por otra parte el Pedro de Mattia Braghero resulto discreto, pasando bastante desapercibido incluso en el bello dúo con María Magdalena, ya que no transmite mucho con la voz, y no se destacó por los agudos, que debería ser así en el caso del apóstol.Salvador Axel Torrisi, muy excesivo en lo actoral como Herodes, me pareció mas acertado como bailarín que cómo cantante, funcionando mejor en los pasajes mas melódicos pero no acabando de rematar las frases de forma satisfactoria en aquellos momentos en los que toca romper la voz. No me llegó su trabajo por encontrarse un tanto descontrolado, excesivamente exteriorizado, y moverse dentro de un estereotipo poco inspirado y un tanto rutinario.

Francesco Mastroianni y Mattia Braghero como Caifás y Anás, respectivamente. Correctos especialmente Braghero, muy afinado y con el papel muy medido en lo musical y en lo actoral. La voz da la justa estridencia requerida por Webber en la partitura, siendo el resultado de gran altura. Mastroianni empezó bastante destemplado teniendo algunos problemas de afinación especialmente en los principios de frase, y algún desajuste en la línea de canto que a medida que fue avanzando la función se fue corrigiendo, se mueve como pez en el agua en la zona grave, sirviendo algunas notas de gran impacto y efecto dramático.

Andrea Di Persio insuficiente como Pilatos. En la famosa escena del sueño, una de las mas bonitas de la ópera, no llega al respetable por culpa con una interpretación anodina y carente de fuerza, poco matizada en lo musical y de discreta factura , algo que en buena medida fue enmendado en la escena del juicio donde se mostró mas implicado, y con ciertos visos actorales, pero sin acabar de despegar en ningún momento. Di Persio desaprovecha su personaje de forma inclemente, restándole importancia a un secundario que resulta indispensable en el desarrollo de a función y no carente de interés musical.

Simona Di Stefano como María Magdalena. Di Stefano es muy correcta, pero también muy fría. La voz carece de la calidez que la de Magdala necesita, y en general cuesta creérsela en el papel, ya que no se encuentra muy implicada y no hay ninguna química escénica con Jesús. La voz es bonita, se encuentra bien colocada y resuelve sin problemas, pero... no transmite, resultando su trabajo poco carismático en líneas generales y no muy destacable.

Nick Maia, como Judas, si que dio todo sobre el escenario, en una interpretación muy dinámica, entregada y de altura en la parte vocal. De largo y bien colocado agudo, resultó correctísimo en todas sus intervenciones aunque es cierto que si estuvo un poco reservón al principio de la función . Maia enfoca Judas desde el único lugar posible, la bravura y la valentía, resultando satisfactorio en todas sus intervenciones y con momentos de gran espectacularidad, especialmente en el tema central de la ópera, quizás aquel en el que se encuentra mas inspirado. Nuestro cantante estuvo a la altura de las exigencias del papel con aparente facilidad y la inteligencia y una muy medida interpretación fuera la tónica de su trabajo.

Ted Neeley, como Jesús de Nazareth. Negar el desgaste del instrumento de Neeley es una necedad y realmente en algunos momentos le cuesta afrontar el papel, especialmente en la zona de paso, que se resiente enormemente. Realmente recurre al "parlato" en no pocos momentos para de esta manera paliar los problemas con los que se encuentra a la hora de afrontar la partitura, y lleva la obra a su terreno con gran inteligencia sabiendo lo que se hace, y reservándose para el segundo acto, aquel de mas exigencias a todos los niveles. algo que para ser honesto es habitual en los intérpretes del papel. Neeley sabe perfectamente donde están los momentos de mas importancia de la función, y consigue que el deseado Getsemaní sea absolutamente mágico. Ayer se abrieron los cielos en un entregado Teatro Gran Vía en ese momento, y todos los presentes vislumbramos por qué Ted Neeley es Ted Neeley, y entendimos que nadie le ha regalado nada. Las carencias de la voz pasan a segundo plano, el evidente deterioro físico no nos importa, y nos rendimos a la maestría de un "has been" que sabe que ese su momento, que está completamente arropado por los suyos y sabiendo que el falsete sigue impoluto, afilado e igual de largo que hace casi 50 años. A partir de ahí la obra creció de forma espectacular, y el teatro entero se rindió a los pies del mito. Hay una cosa muy destacable y es la magnética presencia escénica de nuestro artista, en el que una actitud casi levitante y completamente mística, en la que se vislumbra un mundo interior rico, y en la que un continuo diálogo con Dios ante los hechos que ocurren nos produce una extraña fascinación que no nos permite apartar los ojos de él. Neeley fluctúa entre el iluminado con carisma y el Jesús mas asceta sin el mas mínimo problema, resultando hipnótico por momentos, y dotando al personaje de su personalísima visión de un Jesús con olor a santidad desde su primera intervención.



Conjunto acertado y nutrido, quizás mas adecuados para la disciplina de danza que para la de canto, pero muy cumplidores de todos modos. Empastados y energéticos dotando de gran dinamismo a algunos números del espectáculo y dejando muy patente que son parte muy importante del espectáculo. Otro asunto es lo adecuado de las evoluciones, algo de lo que ellos no son culpables, como posteriormente comentaré.

El espectáculo está acompañado por una banda con 14 músicos estando al mando Emanuele Frielo, bastante desajustada en algunos momentos, de sonido poco homogéneo, y con un viento-metal  que no se caracterizó precisamente por la sutileza de sus intervenciones. Dado el poco cuidado diseño de sonido del espectáculo, no se encuentra muy compensada la orquesta con respecto a las voces resultando estridente en no pocos momentos, y no por culpa de la partitura de Webber precisamente. Eché en falta un trabajo orquestal mas cuidado, y sobre todo mas concertado ya que el sonido no suena compacto ni especialmente matizado.


   

Vayamos con la propuesta escénica:
Massimo Romeo Piparo firma el espectáculo, y lo hace con poca chispa, sirviendo una función excesivamente  convencional que bebe directamente de la película, llevando esta premisa al extremo, ya que hasta algunos cantantes se parecen muchísimo a los intérpretes del film. Nos encontramos con un producto de factura modesta (excesivamente modesta) y algunos números se resienten de ello, las imposibles pelucas de la escena de Herodes, las sobadísimas, como recurso, máscaras de baratillo, y una ropa de guardarropía que canta por soleares acrecentan la sensación de estar viendo un espectáculo pensado para hacer caja mas que para otra cosa, y que teniendo en cuenta el precio de las entradas, un poco mas de esmero no estaría nada mal.
Piparo no dota de emoción ninguna a las escenas, y se preocupa mas por un supuesto dinamismo basado en un giratorio torpe y bastante ruidoso, y unas luces cegadoras que si que es cierto que son de lo mas afortunado del espectáculo a nivel visual. A ello hay que añadir unas pantallas de bajísima resolución completamente prescindibles, que se han quedado absolutamente obsoletas y que no aportan nada en el desarrollo de la trama. Nuestro director plantea algunas escenas independientes unas de otras sin transición aparente o torpes en su resolución, sirva como ejemplo la arrevistada (para mal) escena de Herodes, vulgar y excesiva desde todo ángulo. "Menos es mas" es una máxima que siempre me gusta aplicar al teatro, y esta producción es un claro ejemplo de eso, ya que podemos decir en este caso que "mas es menos" porque todo tiene un exceso de brillo barato y cierto aire de tienda de chino que chirría mucho y que deja muy claro que se ha apostado por un show ramplón, poco trabajado y con una falta de inventiva por parte de su director muy patente.


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4 comentarios:

  1. Pues no puedo estar más de acuerdo en todo! Cierto es que el primer acto lo viví con cierta tensión por la voz de Ted, que parecía que sufría él y sufría yo con él. Una vez que pega el grito en el templo parece que ya la tengo cosa fluía mejor. Pilatos me dejó indiferente y disfruté enormemente con Caifás y Hannas. Mi sensación al salir es que evidentemente los años no perdonan pero quienes vamos a ver la obra, en mi caso porque es Ted Neeley, lo disfrutamos por todo lo emocional y la nostalgia que conlleva.
    Y no puedo evitar imaginarme a Ted bendiciendo a quien se encuentre por la Gran Vía!totalmente metido en su papel!
    Gracias por la crítica!

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  2. Otra crítica con la que coincido casi al completo. Una producción muy pobre, se salva por todo lo emocional que conlleva tener a Ted Neeley como protagonista.el elenco correcto sin destacar y el montaje muy obsoleto.

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    1. Muchísimas gracias por leerme! Me alegro que coincidamos en opiniones! Un abrazo Estrella!

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