Cuando uno se encuentra solo, que es bastante a menudo, le da por filosofar. La soledad es algo tan variopinto que tiene difícil explicación, y puede ser la mas placentera de las opciones, o el sufrimiento mas duro que uno puede vivir, todo depende de si es impuesta o deseada. Soy un tipo solitario, que disfruta de la compañía, siempre y cuando sea en el momento justo. Pero amiguitos, esas personas solitarias que la vida no les ha permitido mas compañía que un teclado de ordenador y sus penas (que en solitario son muchas), realmente se pueden tornar en auténticas ollas a presión que en cualquier momento y de la forma mas inesperada dan un reventón y destrozan todo lo que está a su paso.
Hoy en día, la era del postureo, la soledad se puede disfrazar de muchas maneras, pero el trasfondo siempre acaba saliendo a relucir, ya que al final somos seres humanos (perfiles de redes sociales aparte) y nunca como en estos tiempos, el hombre se encontró mas solo, a pesar de estar continuamente acompañado en esa gran mentira que es internet. Se habla solo, se discute solo, se hace el amor solo, y se llora solo, eso si, con miles de amigos en facebook que ni tan siquiera saben a que te dedicas, si te va bien en el curro o si se te ha muerto el gato, porque queridos míos, contamos lo que queremos, como queremos y cuando queremos, algo que creo que mas tarde o mas temprano nos pasará factura. Cuantas veces hemos escuchado aquello de... "parecía una persona normal, nunca nos pareció que fuera una persona violenta", tantas veces visto en los telediario, y que dentro de poco se transformará en... "pero si acababa de colgar una foto en las Bahamas (mentira) y se le veía encantado con su vida".
Este fenómeno tan de hoy en día, creo que no ha sido lo suficientemente analizado a nivel teatral, y realmente creo que puede dar mucho juego, así que cuando me surgió la oportunidad de asistir a MaRC en la Sala Trovador, y sabiendo mas o menos de que iba la historia, me pareció muy interesante ver por donde respiraba este espectáculo de pequeño formato, pero muy grande en su mensaje. La experiencia resultó la mar de satisfactoria, y altamente interesante como iré contando a continuación.
MaRC, es un monólogo de mediana duración escrito por Isabel Díaz, que nos plantea varias cosas de las que arriba expongo, en la que un pobre hombre, un tipo corriente como tantos de los que hoy en día pululan por nuestro mundo, internado en un onírico psiquiátrico, aunque yo creo que mas bien en su propio infierno psicólogico, se desnuda ante si mismo para dejar poco a poco entrever sus miserias que tan bien supo ocultar hasta que un día hizo crack. Díaz se sirve para ello de un lenguaje ecléctico, muy directo a veces, y muy metafórico en la mayoría de las escenas, con el que va desgranando la complicada psicología de este buen hombre que es ante todo muy humano y muy real, y un digno hijo de estos tiempos. La función está brillantemente escrita, no dando nada por hecho al espectador que necesita rumiar lo que está viendo a posteriori, y que cuando sale del teatro va desgranando el mensaje de la función, que como ejercicio de denuncia social y autocrítica del momento que estamos viviendo sin duda funciona a las mil maravillas. Estamos ante una muestra de teatro muy bien pensado y escrito para pensar, necesario y tan antiguo como el propio teatro lo es.
Mariano García Espada protagoniza el espectáculo, y para ello se sirve de varios recursos la mar de interesantes, siendo el resultado de su trabajo correctisimo desde todo prisma.
García Espada crea un personaje tan lleno de matices que no deja de sorprendernos por su versatilidad y por su implicación emocional mas que evidente a medida que va avanzando el texto. A ello hay que añadir el magnífico uso de la voz de nuestro actor, muy matizado en este aspecto, y que consigue dotar a cada escena del tono perfecto para que la cosa funcione a las mil maravillas. García Espada con su peculiar forma de hacer consigue engancharnos en una creación no exenta de ternura, aun y cuando el personaje no lo es en el sentido estricto de la palabra. Con su trabajo consigue que seamos perfectamente conscientes de que el protagonista de MaRC está sobrepasado por los acontecimientos y que cualquiera de nosotros puede ser ese hombre gris, que tras una gran mentira, al final acaba por mostrarse tal y como es. Los acontecimientos le abocan al desastre, los devenires políticos le obligan a estallar, y sus miserias interiores acaban por aflorar. Para ello Mariano García Espada en un acto de auto-redención dolorosa y necesaria para su personaje, se lava la conciencia ante el respetable que finalmente se acaba apiadando de el y entendiendo como ha llegado a donde ha llegado. Si no hay entrega este catártico ejercicio sería imposible, y nuestro actor se entrega hasta el infinito en una sensible creación que no pasa desapercibida y que destila amor por su personaje por los cuatro costados, llegando al espectador en una de las vertientes mas puras del arte de la interpretación que es la de la honestidad y el cariño hacia un trabajo por otra parte mas que bien resuelto.
La producción viene firmada por Clara Cosials, que deja hacer a su actor, y consigue que se sienta cómodo en su comprometídisimo personaje, con un trabajo que tiene mucho de investigación tanto de la palabra como espacial, donde la parca pero eficientísima escenografía de la propia directora tiene arte y parte en la interpretación del actor protagonista. Todas las escenas están perfectamente apoyadas en unas acciones mas que justificada y que ayudan a entender el laberinto emocional por el que transcurre la complicada psicología de nuestro protagonista, y nada de lo que ocurre en escena ocurre de forma gratuita. Sin duda estamos ante una inteligentísima lectura de un texto ciertamente complicado y que se ve reforzado por una arriesgada y acertada propuesta visual que enriquece el mensaje de la obra y el trabajo actoral. Cosials dirige a su actor en un código naturalista en el que se parte de las características físicas del actor para crear un personaje un tanto inquietante y con grandes dosis de verdad. Nada chirría en la dirección escénica, que apuesta por unos medidos tiempos y un estudiado crescendo dramático que finaliza en el momento justo para que el espectador sienta que ni sobra ni falta nada. Con una lectura sosegada pero no exenta de ritmo, y una jugosa lectura dramática Clara Cosials lleva la producción por los derroteros que desea sin el mas mínimo problema y con una línea coherente de principio a fin que es mas que estimable.
En resumen, una propuesta interesante y recomendable, ya que plantea una serie de cuestiones incómodas pero muy latentes hoy en día, y que no han sido lo suficientemente explotadas o desarrolladas sobre nuestros escenarios. Nos encontramos ante una propuesta sencilla, pero tremendamente honesta y con gran sabor teatral. Producciones como MaRC, necesarias y grandes en su humildad, hacen que nuestra escena esté viva. Todavía quedan funciones los viernes de este mes, ¡avisados estáis!
*Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible.
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