He dado por inaugurada la temporada teatral 16-17 con La Asamblea De Las Mujeres que se está llevando a cabo en La Latina. Este título es especialmente atractivo para mi, ya que fue uno de los primeros textos en los que trabajé cuando me dedicaba a estar sobre las tablas y no de observador en las plateas. La versión en la que yo formé parte fue la escrita por Alberto Miralles, que encuentro realmente deliciosa y francamente asequible. Iba con una vago recuerdo de lo que aquel montaje era, ya que han pasado muchos años, pero si recordaba perfectamente la historia, y el pequeño estudio que hice sobre el original, así que me parecía que revisar aquel texto tan querido para mi, y con un elenco tan apetecible era un gran acierto y una magnífica forma de empezar la temporada. La Latina se encontraba abarrotada el pasado fin de semana, una tónica cada vez que acudo a ese teatro y que sin duda es por obra y gracia de la suculenta programación que se nos está ofreciendo en los últimos años, y que acertadamente nos acerca las producciones del Festival De Teatro Clásico de Mérida al público madrileño, algo muy de agradecer y que siempre tiene interés.
La Asamblea de Las Mujeres, conocida también como Las Asambleístas y Las Eclesiazusas, escrita por Aristófanes en el 392 A.C es uno de los títulos mas conocidos de la comedia griega clásica y del propio Aristófanes, La Asamblea es una obra netamente política, y una ácida crítica a las desigualdades entre hombres y mujeres, el argumento sigue en completa vigencia, ya que ni los problemas de nuestros políticos ni los problemas de una sociedad todavía machista como es la nuestra, han cambiado tanto en su esencia. Aristófanes maestro del trazo grueso y la comedia brutota tan cercana a los griegos, con este texto consiguió que en una época de profunda crisis en Grecia, la situación política se reflejase de forma magistral en esta obra satírica, y muy crítica con unos estereotipos que todavía a día de hoy se mantienen (para desgracia nuestra) y que demuestra que en cuestiones políticas todo está inventado, y que en una situación económica parecida a la actual, las dudas, la indignación y el supuesto cambio en la sociedad, es igual hoy en día que hace dos mil años. Nunca viene mal recordarlo, la verdad, ya que olvidar la historia, para bien y para mal, es una condena a repetirla.
La versión que se está llevando a cabo en La Latina viene firmada por Bernardo Sánchez, y tiene varios problemas que lastran el espectáculo de forma estrepitosa, que si bien es cierto actoralmente es bastante sólido se queda cojo por la endeble adaptación. Varias cosas son de destacar, el primero el exceso de vulgaridad que destila, es cierto que Aristófanes no era precisamente el colmo del refinamiento en sus planteamientos humorísticos, pero cuando uno escucha a Maria Galiana mas de 15 veces hacer alusión a sus genitales pierde la gracia. El trazo grueso supuestamente revulsivo no funciona, y no lo hace por extremado y repetitivo especialmente en la segunda parte del espectáculo, donde los exabruptos suenan forzados, y casi extenuantes para el espectador un poco cansado de que todos los gags se basen en lo mismo. Esto conlleva que se pierda la esencia tan interesante de la función, derivando hacia unos derroteros que no son los deseados, donde abunda la sal gorda y el mensaje se va diluyendo cada vez mas. Otro problema y bastante grande estriba en que a medida que avanza la función la historia se va desdibujando y empiezan a aparecer personajes que no están explicados y que no sabemos muy bien que pintan en el espectáculo. Los que conocemos el texto original, sabemos que se trata de varias escenas en las que se cuenta los cambios en los que se ve envuelta la sociedad cuando las mujeres toman el poder, para el espectador neófito no está justificado y no queda muy claro, así como el excesivamente abierto y desconcertante final que no tiene fuerza ninguna y que deja al respetable un tanto perplejo y dudando sobre si realmente se ha acabado la función o le falta un trozo. Menos mal que Echanove que firma la producción, parece consciente de ello, incluyendo un brillante final de ecos musicales que levanta la floja última escena y su fallida conclusión.
Vayamos ahora con el elenco:
Santiago Crespo como Cliente.
Flojo, su personaje es uno de los aciertos de la función, ya que el hecho de plantear que Sófocles creó Edipo Rey mientras tres prostitutas se lo rifan me parece un recurso teatral muy bueno... pero Crespo no llega. Muy desmadejado en lo corporal, no muy entonado en la voz, y con una visión del personaje excesivamente amanerada que resta credibilidad a su escena. Todavía le queda camino que recorrer a Santiago Crespo en nuestros escenarios no me cabe duda, pero de momento está un poquito verde. Todo se andará estoy seguro.
Bart Santana como Ciudadano 1.
Correcto tirando a estupendo y eso que el papel no da ni para pipas, y que su escena es una de las mas aburridas del texto, y que cae en el escenario sin que uno sepa muy bien como ha llegado allí. A pesar de lo que narro Santana salva los trastos gracias a una esforzada interpretación, una entrega muy de agradecer y una interpretación bastante equilibrada en todos los aspectos. Sacar algo de tan ingrato papel es una labor que merece ser elogiada y que Santana de forma muy inteligente consigue. Me hubiese gustado verle en un personaje de mas entidad que estoy seguro que hubiese abordado sin el mas mínimo problema.
Sergio Pazos como Cremes.
Pazos es un actor de peculiar forma de hacer, que o gusta o espanta, no hay término medio. Su creación resulta en mi entender excesivamente monótona. Teniendo en cuenta los larguísimos parlamentos que tiene, la escasez de matices es un problema, y reconozco que desconecté varias veces en sus escenas por lo plano de su lectura. Si bien es cierto que posee una estupenda presencia y que cuando sale a escena sorprende, a los diez minutos ya ha ofrecido todo lo que tiene que ofrecer, y su personaje se va desinflando como un globo, hasta resultar ciertamente irritante.
Luis Fernando Alvés como Ciudadano II.
Alvés pasa tan desapercibido que practicamente ni se le reconoce. Su personaje con muy poca chicha no deja de ser episódico, y no permite que veamos mucho su trabajo. Correcto sin duda, decir lo contrario sería mentir, pero con poca sustancia, no por culpa suya sino por lo que poco que su personaje ofrece.
Concha Delgado, como Lavinia.
Estupenda, especialmente en sus primeras escenas, en un código muy físico y una comicidad muy bien medida, con grandes dotes de frescura y una solvente presencia que permite que se luzca y mucho en sus escenas. Posteriormente debido a las deficiencias del texto Delgado salva su actuación gracias a una desprejuiciada y valiente interpretación de una escena que bordea el mal gusto y que debido a su plasticidad de movimientos y a su control del texto se ve reforzada a pesar del trazo grueso de su monólogo. Concha Delgado a la que ya he visto varias veces en diferentes espectáculos siempre cumple y eso es de agradecer muy mucho.
Pastora Vega como Clytia.
Pastora Vega no acaba de redondear su trabajo por varios problemas, el primero es la falta de verdad, todo su trabajo tiene cierto aire de impostación que no nos permite que nos la creamos en ningún momento, desaprovecha de forma estrepitosa su escena como prostituta, donde se queda corta de empaque y rotundidad. Vega se esfuerza no me cabe ninguna duda, pero no llega, un poco mas de chicha no vendría nada mal.
María Galiana como Althea.
Estupenda a pesar del enfoque tan ramplón de su personaje según el texto. Galiana hace maravillas con su aplomo escénico, y su control de los tiempos en la palabra. Hay personas con una gracia innata que conecta con el público en cuanto sale a escena, Galiana la tiene con creces. Si a eso le añadimos un acertado laconismo y una parquedad de gestos encomiable y de una eficacia apabullante, nos encontramos ante un trabajo de altura. Un diez para Galiana que suelta barbaridades sin pestañear, con gran oficio y una contenida socarronería que resulta deliciosa.
Pedro Mari Sánchez como Blípero.
Soberbio, Sánchez férreo como una viga, crea un Blípero de gran caracter, apoyado en su magnifica voz con maestría y en su imponente tono físico. Pedro Mari sale a matar, rebosante de energía, dejándose la piel en el escenario, y dejando bien claro que es por derecho propio un actor de solvencia mas que probada y un todoterreno que aporta su oficio con generosidad y sabiduría. Si bien es cierto que está dirigido en un código un tanto excesivo, resulta el contrapunto perfecto de la contenida Praxágora de Lolita, la larga escena entre Praxágora y Blípero son a mi entender la joya de la función y el momento mas conseguido de todo el espectáculo, siendo Pedro Mari Sánchez uno de los artífices de ello.
Lolita Flores como Praxágora.
Lolita ha llegado a nuestros escenarios para quedarse, y de forma muy merecida. Su Praxágora es magnífica, preclara, calmada y de impoluta lectura del texto, siendo el resultado final redondo desde todo prisma. Su química en escena con sus compañeros, especialmente su "marido" Pedro Mari Sánchez es muy notoria, y las dificultades de un papel como Praxágora (que entre otras cosas habla por los codos textos en algunos momentos ciertamente áridos y muy políticos) son solventadas por Lolita con aplomo e inteligencia. Su tono didáctico y a la vez natural engrandecen una creación alejada de cualquier tipo de afectación y que realmente no hace mas que confirmar que el camino de Lolita en el mundo de la interpretación no ha hecho mas que empezar, a pesar de los múltiples montajes que lleva a sus espaldas.
Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Juan Echanove firma el espectáculo, y acierta. Dotando a la función de un festivo ambiente, consigue cargar las tintas en las interpretaciones de los personajes principales para solventar de esta manera las deficiencias del texto. Manejar esta función no es fácil y para ello Echanove se sirve de una equilibrada gama de estilos interpretativos muy bien ensamblados entre si, y de un ritmo muy apropiado, para que la función no decaiga en ningún momento. Del mismo modo encontré acertadas las pinceladas musicales, tan cercanas al espíritu del teatro clásico, y que enriquecen mucho tanto el principio como el final del espectáculo. Echanove demuestra saber lo que tiene entre manos, y demuestra como enfocar el por otra parte muchas veces desenfocado texto, mimando a sus actores, y con directrices muy claras sobre la línea de cada personaje y la línea del espectáculo.
La propuesta esteticamente es sencilla, algo entendible dado que viene del Teatro Romano de Mérida, donde la escenografía es el propio entorno. Un practicable y una tarima redonda como espacio escénico son suficientes para un espectáculo en el que prima el trabajo actoral.
En resumen, una propuesta que no se salva por el desafortunado texto, y que merece ser estimada por su elenco y su dirección escénica. La obra se deja ver, pero igual que se ve se olvida, y la grandeza de Aristófanes y su inmortal comedia no aparece por ningún lado siendo el resultado final excesivamente intranscendente. Yo esperaba mas retranca y menos obviedad, pero me encontré con una comedia de trazo grueso poco inspirada, y lo que es peor, no excesivamente graciosa. Así es el teatro...
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Estoy completamente de acuerdo con tu crítica, lo que he leído es justo lo que pensé nada más salir del teatro.
ResponderEliminarComparto tu opinión, salvo lo que dices de Pastora Vega porque yo he visto en ese papel a Míriam Díaz Aroca y me resultó "excesiva" y "sobreactuada"
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