Para desestructurar algo hay que conocerlo, en el arte odio la impostura, y cuando alguien pretende "reinventar" algo, si lo hace desde el desconocimiento, afloran una serie de carencias que se ven reflejadas de forma inclemente en el trabajo del artista. Cuando al contrario se hace desde el conocimiento, el respeto, y sobre todo el criterio entonces las cosas fluyen. Siempre apuesto por la renovación, pero cuando detrás de ella se justifica el por qué se ha hecho, y no se desprecia el material original. Todo esto que planteo viene a colación de la, no exenta de polémica, presentación del iconoclasta artista Rodrigo Cuevas en el Teatro de La Zarzuela con el espectáculo "Barbián".
Vayamos por partes, lo primero que quiero decir, es que Rodrigo Cuevas es músico, y sabe lo que hace, algo que muchos no pueden decir, y si, las relecturas son lícitas en toda vertiente artística, se hace con el teatro de texto, la ópera, la música clásica, la danza, y hasta con la pintura. El secreto está en hacerlo bien. Hay que entender que nuestro género lírico está pasando una crisis existencial gravísima, y que los nuevos caminos, son una vía, repito lo de lícita, necesaria para revitalizarlo lo primero, mantenerlo vivo lo segundo, y hacerlo llegar a las nuevas generaciones tal y como se ha hecho a lo largo de la historia con todos los clásicos. Las nuevas lecturas pueden ser buenas o malas, esto que parece una obviedad algunos no lo entienden, y el mero hecho de plantear algo con un prisma diferente ya genera un rechazo completamente injustificado y que no permite ni la más mínima concesión a la apertura de mente ante lo que se ofrece. Para juzgar hay que conocer, despreciar algo de forma gratuita no tiene sentido, y sobre todo hay que buscar lo que se encuentra detrás de una nueva propuesta.
El lunes fui a La Zarzuela sin saber muy bien lo que iba a ver, conocía a Rodrigo Cuevas en su vertiente de reinventor del folclore asturiano, pero nunca había visto un espectáculo suyo completo, y reconozco que salí entusiasmado y realmente impresionado por la calidad de nuestro artista, al que obviamente no se le puede catalogar de ortodoxo, pero sin duda que llega al respetable con su peculiar forma de hacer. La noche del lunes fue una sorpresa mayúscula, de emotivo poso, y sobre todo me encontré una propuesta lícita y respetuosa mal que les pese algunos.
"Barbián" es el título del espectáculo con el que se presentó Cuevas, y que viene firmado por Fernando Carmena. Varias cosas son destacables de la selección de temas, que se ajustan como un guante al universo de nuestro artista, en el que se mezcló la zarzuela regionalista, tan cercana al folclore, la picardía de la sicalípsis, inherente a la figura de Cuevas, el madrileñismo, y un acercamiento a la bohemia, muy acertado en su planteamiento, en un personaje como el que nuestro cantante personaliza en escena. Cada número fue introducido con varios textos en los que se nos contaba la historia de nuestra zarzuela, y lo más importante el contexto de cada obra, o intervención musical, así como apuntes biográficos de los compositores, y anécdotas bien apócrifas o completamente verídicas sobre nuestro género lírico. El trabajo de documentación es sin duda impecable, asequible y bien planteado, desde una óptica desenfadada, pero con un interesante poso, no sé si decir didáctico, pero si ilustrativo.
Rodrigo Cuevas brilla desde que sale a escena, tanto por su presencia, como por su desplante escénico, así como con el desparpajo con el que se dirige al público en un espectáculo difícil, al que se metió en el bolsillo sin el menor problema. Pura naturalidad, retranca, lenguaraz y muy valiente. En el ámbito musical, hay que remarcar el respeto por el material original, que si bien está versionado con arreglos de corte electrónico, firmados por Frank Menfort y Richard Veenstraw, mantiene la esencia de lo escrito por los diferentes compositores, que se vieron reflejados en el espectáculo, si bien es cierto que con un diferente acabado formal, pero con un fondo más ortodoxo de lo que pudiera parecer. Rodrigo Cuevas es musicólogo, profesor superior de piano y tuba, titulado en sonología, toca el acordeón, los palillos y el guitarrico, y encima canta, de natura es cierto, pero la voz sin tener técnica lírica, corre por la sala sin problemas tal y como lo demostró en los diferentes temas que cantó sin micrófono, en los que la voz se vio proyectada de forma impecable en todo el recinto.
Lo más destacable de su trabajo vocal es la musicalidad de todos los números presentados, en los que el fraseo y la coherencia con la letra en cuanto a la interpretación fueron la tónica. Para la posteridad unas "Espigadoras" de "La rosa del azafrán", que fueron oro molido y que llenaron de magia el teatro por la sensibilidad con la que fueron interpretadas y la belleza del sonido en algunos momentos, siendo el resultado una lectura intimista y tierna a partes iguales, de gran poder evocador y cargada de emotividad. En el ámbito de lo frívolo, brilló mucho en los "Cuplés" de "La Gatita Blanca" de Giménez y Vives, en los que primó la intención, aunque me faltó el tercer cuplé, mi favorito, el del sereno y los problemas maritales por culpa del "chuzo y el farol". También fue destacable el "Tango de Las Percheleras" de "Las musas latinas" de Penella, en la que el doble sentido fue aprovechado al máximo, a propósito de la navaja que entra y sale en diferentes partes del cuerpo. Dentro de terrenos más serios, cargado de empaque estuvo el Coro de prostitutas de "Adios a la bohemia", una de mis piezas favoritas de Sorozábal, cantada de forma exquisita, y una vez más cargada de sensibilidad, y con cierto aire lorquiano en su representación, así como la Serenata de "El guitarrico" de Pérez Soriano, en la que Cuevas una vez más buceó por los vericuetos del intimismo más sentido, consiguiendo al igual que con "Las espigadoras" que no se escuchara ni una mosca en la sala.
Rodrigo Cuevas se abrió en canal la noche del lunes, en un escenario que sin ninguna duda supo hacer suyo, desde la humildad, sin ánimo de nada más que hacer disfrutar al respetable, y disfrutar él mismo, logrando que se hiciera la magia gracias a la honestidad con la que aborda su trabajo, y la ausencia total de ningún tipo de ínfulas renovadoras o provocadoras a conciencia, simplemente muestra su trabajo interesante a todas luces, y muestra mucho de su forma de ser, sus pasiones, su respeto por el mundo rural y nuestros antepasados, así como el amor tan profundo que se vislumbra hacia la música, desde un punto de vista desprejuiciado y rompedor. Hubo un hecho muy definitorio sobre el trabajo que hay detrás de "Barbián", y fue el momento en el que Rodrigo Cuevas, dobló la orquesta con su silbido durante el número de "Las espigadoras", en ese preciso instante se vio que lo que estaba haciendo de gratuito no tenía nada, y sin proponérselo nos estaba contando al público hasta que punto conocía la partitura, y lo que es más importante, lo mucho que sentía la música que estaba interpretando.
Más allá de todo esto que planteo, se encuentra lo carismático del personaje, capaz de transmitirnos ternura a raudales, y un torrente de emociones sobre el escenario que no puedo por menos que pensar, que lo que vimos el lunes es zarzuela en estado puro, quizás no en la forma, pero si en el fondo, en el que la música, los chistes, y todo aquello que hace que la zarzuela sea lo que es y lo que ha sido, estuvo presente de principio a fin. No nos engañemos, la zarzuela es popular, cercana, y sobre todo se inventó para hacernos felices. Me atrevería a afirmar que la mayoría de los presentes en el concierto del pasado día 30, por dos horas fuimos muy felices, embelesados y divertidos ante un artista rendido a los pies de nuestro género lírico.
Es necesario hacer una mención especial al estilismo de nuestro artista, que no viene firmado en el programa, y que es un delirio en su fantasiosa propuesta, crinolina incluida, tantas veces lucida en nuestra zarzuela.
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¡Cuánto siento no haber ido! Yo estoy convencida de que nuestra zarzuela es un semillero de propuestas, por su frescura, proximidad a lo popular más digno, el talento de compositores y libretistas y las posibilidades plásticas que ofrece. Como alguna vez dijo Boadella, podría haber sido nuestro musical. Así es que estoy muy de acuerdo con lo que con rigor, como siempre, expone Jonathan. Entre los aficionados hay algunos más bien perniciosos. Son esos que canturrean durante la función, como si fuera un karaoke, y montan en cólera si en El Barberillo no hay una escenografía con la plaza de Lavapiés ocupando todo el fondo. En una Verbena de hace unos años me las tuve tiesas con uno de esos tipos. Le dije que yo también me la sabía, pero prefería oír a María Rey-Jolie, y me llamó intolerante. En fin, enhorabuena, Jonathan
ResponderEliminarMuchísimas gracias Concha por tus palabras, y que suscribo en cuanto a lo que planteas sobre los aficionados perniciosos. Estoy seguro que hubieras disfrutado de la atrevida propuesta de Rodrigo Cuevas. Muchísimas gracias por comentar y por leerme!! Un abrazote!
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