jueves, 4 de abril de 2019

El Barberillo De Lavapiés, Viva La Gracia, Viva El Aquel...

Llegó "El barberillo de Lavapiés" al Teatro de La Zarzuela, título siempre atractivo, y que se ha visto representado en dicho teatro abundantemente, y siempre con gran respuesta por parte del público. "El barberillo" es una obra muy querida por el respetable, muy arraigada en la cultura popular, y muy reconocible en la mayoría de sus números. Varios factores son determinantes para que esto sea así y es interesante remarcarlos. Uno de lo mayores secretos de la inmortal obra de Barbieri, se encuentra sin lugar a dudas en el marcado concepto de crítica política del libreto de Luis Mariano de Larra, muy acertada en el tono y en el mensaje. Incluso ciento cuarenta y tres años después de su estreno, cuando escuchamos hablar a Lamparilla entendemos perfectamente su mensaje, y no solo eso, sino que se encuentra de absoluta actualidad.
Todo aquello que marcó la zarzuela como género posteriormente se encuentra en esta obra, y precisamente eso es lo que la sigue haciendo tan atractiva. Su carácter claramente fundacional, y continuador de la zarzuela grande, de reciente creación en los tiempos de su estreno, son primordiales para entender la evolución del género, y sobre todo las bases sobre las que se sustenta.
Reconozco que me gustan mucho las andanzas de Lamparilla y La Paloma, planeaba asistir al estreno el pasado día 28, pero me fue imposible, así que en cuanto pude me acerqué a La Zarzuela, y disfrutar de una función de la que se está hablando mucho, y que está funcionando en taquilla como un tiro. Me lo pasé muy bien como iré contando, y es más disfruté mucho de la música de Barbieri y del texto de Larra, que a fin de cuentas es lo importante, "El barberillo" es una obra para disfrutarla no hay mas vuelta de hoja.



"El barberillo de Lavapiés" denominada como "Zarzuela en tres actos" con libreto de Luis Mariano de Larra y partitura de Francisco Asenjo Barbieri, tuvo su estreno en el Teatro de La Zarzuela el 19 de diciembre de 1874, con clamoroso éxito, y ha pasado a la posteridad como uno de los títulos más importantes del repertorio con gran justicia, por su influencia en las composiciones posteriores, así como por su magnífica partitura, que se puede considerar a todas luces como una obra maestra.
Barbieri escribió una auténtica filigrana musical, de fuerte influencia italianizante, donde Rossini aparece de forma muy clara, sin renunciar a un marcado acento español, en el que la estilización del folclore es la seña de identidad más prominente, y en la que se puede diferenciar dos planos musicales muy diferenciados según el carácter de sus personajes. Por un lado tenemos a los representantes del pueblo llano (Lamparilla y Paloma) y por otro los de la nobleza (Marquesita del Bierzo y Don Luis de Haro), siendo en los primeros donde más se encuentran los referentes populares en la música, seguidillas, tirana, zapateados, etc, y apostando por un belcantismo más marcado en los segundos, y una concepción musical más refinada. El resultado de esto que planteo se presenta muy equilibrado, complementándose a la perfección dentro de la acción dramática y en la definición de los personajes principales. También se debe tener en cuenta la importante participación del coro que funciona como un personaje más dentro de la obra, y cuyas intervenciones abundantes e inspiradas, son una de las grandes bazas de la partitura.





La versión que se está representando se encuentra íntegra en lo musical, y el libro viene como adaptado por Alfredo Sanzol que también ejerce como regista. El libreto se encuentra recortado, aunque la poda no ha sido tan inclemente como viene siendo habitual ultimamente en el Teatro de La Zarzuela, y entiendo que se ha aligerado yendo al núcleo del texto de Larra, de forma acertada. Larra escribió una función de bello verso, pero ligeramente farragosa, que en la versión de Sanzol se encuentra clarificada, y cercana al espectador contemporáneo. No me molestó en este caso el trabajo del adaptador, entendiéndose muy bien la trama principal de la obra, y los vínculos entre los personajes, siendo el resultado ligero y entretenido en grado sumo.



Vayamos con el elenco.

Abel García, bajo, como Don Pedro Monforte, y David Sánchez, bajo, como Don Juan de Peralta.
García cumple de forma correcta en un código de bajo bufo muy acertado, en una concepción del personaje paródica, y bien planteada. En lo musical cumple en sus frases, en un papel para el que le sobran recursos. David Sánchez, flojea sin embargo en lo musical, con algunos problemas de afinación en el Terceto, y una no del todo correcta proyección de la voz.

Javier Tomé, tenor, como Don Luis de Haro.
No me acabó de convencer Tomé en su composición, que encontré excesivamente rutinaria, y con poca entidad en el instrumento. Tomé sirvió una función irregular, de tintes apagados y que pasa muy desapercibido durante toda la función. Es de justicia reconocer que en el dúo del segundo acto con María Miró se pudo vislumbrar el carácter de Don Luis, pero no acaba de llegar tal y como debe ser.

María Miró, soprano, como Marquesita del Bierzo.
Estupenda, y muy acertada para el papel. Miró, de instrumento no muy grande, pero bien proyectado, posee mucha delicadeza cantando, así como un bello fraseo, bien manejado en toda su extensión. La Marquesita del Bierzo es un tanto ingrata musicalmente, ya que no tiene ningún número en solitario, pero si es cierto que se pudo vislumbrar la calidad de Miró como cantante, en la que un atractivo timbre, y bonito agudo fueron la tónica, dentro de una refinada lectura musical, de gran musicalidad en su acabado, y delicada como el papel precisa. Es destacable el "Dúo de las majas" con Cristina Faus, en el que las dos voces se ensamblaron a la perfección y cuyo comienzo me recordó, en su calidad, al celebrado Bolero de "Los diamantes de la corona" bisado hace unos años en el propio Teatro de La Zarzuela.

Cristina Faus, mezzosoprano, como Paloma.
Magnífica tanto en la disciplina musical, como en la actoral, y una de las estrellas de la noche. Faus posee un carnoso instrumento, de mezzo pura, que resulta extremadamente agradable al oído, buena dicción, y estupendos graves, especialmente en el "Dúo de las majas" con los que juega a placer con gran efecto escénico. El agudo ligero y limpio no pesa en absoluto, y resulta deliciosa en su salida, cargada de liviandad y refinamiento. La lectura de Faus no pasa por la afectación, sino por una forma muy natural de entender el canto, en la que todo parece fluir sin esfuerzo y de forma muy sana, aportando muchos colores al personaje, ya que resulta de gran expresividad en todas sus intervenciones. Para el recuerdo quedará el dúo con Lamparilla, que si bien es cierto empieza con buenos mimbres, llega a lo estratosférico a partir del "No seas tirana", sin duda uno de los momentos de la noche. Actoralmente se encuentra deliciosa, con una química muy notable con Borja Quiza, saltando chispas entre los dos en no pocos momentos. La misma naturalidad que se plantea en la lectura musical, se encuentra en la lectura actoral, siendo el resultado fresco, y atractivo en igual medida, haciendo de su Paloma un personaje que nos queremos llevar a casa desde que pone un pie en el escenario.

Borja Quiza, barítono, como Lamparilla.
Entregadísimo y abordando el papel desde la bravura, nos encontramos con un Quiza que se ajusta muy bien a la vocalidad de Lamparilla, y que resulta más que satisfactorio en todos los pasajes, incluso los más comprometido, siendo la zona aguda el caballo de batalla de un papel interpretado indistintamente por tenores y barítonos según el criterio de la dirección musical. Personalmente me gusta más en un barítono, y a poder ser lírico puro, como es el caso de Borja Quiza, de agudo fácil y buen centro. Encontré a Quiza tremendamente matizado en lo musical, jugando a su antojo con la escritura de Barbieri, llevándola a su terreno de forma acertadísima, sin renunciar a la calidad, y sobre todo con un marcadísimo sentido de la teatralidad. Nuestro barítono aprovecha al máximo lo que el papel ofrece, y es muy consciente de la importancia del "como se dice", en un papel de estas características, algo que sin lugar a dudas domina a la perfección. Me impactó sobremanera la brutal implicación de nuestro artista, que sale a comerse el escenario desde su primera intervención. La voz corre bien, de atractivo timbre, y muy resolutiva en todas las facetas, llega plena al respetable, que no pierde ni una coma de lo que dice. A nivel actoral, nos encontramos ante un perfecto ensamblaje de lo que significa ser actor-cantante, en el que el cuerpo define perfectamente a un personaje, con aires de dibujo animado, trepidante en su lectura, y de marcadísima personalidad. Ya en "La Viejecita" hablé de Quiza como ejemplo de artista total, algo que se ve todavía más remarcado en su Lamparilla, ciertamente comprometido y llevado a buen puerto en toda su extensión, y lo que es más importante de personalísima ejecución, huyendo de referentes, tanto vocales como actorales. Sin duda nos encontramos ante un soplo de aire fresco en nuestra escena lírica, que resulta muy gratificante de ver y escuchar. Solo, por decir algo, un ritmo un poco más pausado en los textos hablados, enriquecería su trabajo, que si bien es cierto se encuentran matizados, funcionarían todavía mejor si se recreara un poquito más.



Coro Titular del Teatro de La Zarzuela, dirigido por Antonio Fauró, en los niveles de excelencia habituales, siendo especialmente acertadas las féminas en el Coro de costureras, uno de mis momentos preferidos de la partitura. Bien empastados y de gran sonoridad en los números que así lo requieren, me parecieron muy desaprovechados en lo escénico, con poco movimiento, y excesivo segundo plano, en una obra de las características de "El barberillo".

Orquesta de la Comunidad de Madrid con José Miguel Pérez-Sierra en la dirección:
Encontré muy acertada la mano, briosa, es cierto, pero en consonancia con el aire ligero del espectáculo, y con mucho regusto teatral. Pérez-Sierra, diferencia muy bien los diferentes planos de la partitura, cargando las tintas en los números de conjunto, y aquellos de aire más pausado los afronta con la justa sensibilidad sin caer en lo melifluo. Nuestro director cuida a los cantantes y se ajusta en los volúmenes perfectamente, siendo el resultado, el de una función dinámica, y que desprende a la perfección el tono festivo que se le pretende al espectáculo.



Vayamos con la propuesta escénica:
Sanzol, apuesta por una función en la que el entorno es atemporal, para remarcar el carácter universal del argumento, y una propuesta ortodoxa en cuanto al tratamiento visual del espectáculo, más allá del entorno, resuelto mediante unos paneles creación de Alejandro Andújar, que no acaban de ser del todo satisfactorios, ya que resultan un tanto indigestos en sus movimientos, distrayendo la acción dramática, y que suenan en exceso cada vez que son movidos. Personalmente, hubiese encontrado de más interés, el uso de una cámara negra, o un telón que dichos paneles, fórmula con tan buenos resultados en otro título dirigido por Sanzol, "La ternura" en el que la magia surgía de una forma muy marcada, y que aquí parece ir a trompicones, y con desigual resultado. Si jugamos al minimalismo, prefiero hacerlo hasta las últimas consecuencias, esa es la verdad.
Sanzol dota de un indudable ritmo a las escenas, y deja muy claros los vínculos entre los personajes, siendo el resultado un espectáculo muy ágil y divertido, al que le falta un poco de inspiración, o sello personal, ya que si bien es cierto, en líneas generales la función se encuentra bien resuelta, no aporta mucho en cuanto a lo visto en esta obra hasta ahora. Encontré el último acto un tanto emborronado, a partir de las "Caleseras", quedando un poco deslucido escénicamente con respecto al resto del espectáculo.
Hay momentos de grandes hallazgos en lo visual, desde el principio de obra, con unos zancudos marcando el pulso del respetable, hasta un bellísimo cuadro de las costureras, en el que el tono blanco resalta de forma espectacular dentro del negro del entorno. Encontré muy acertada la ilusión que emana de todo el espectáculo en el que son los artistas los que iluminan la escena, algo en lo que las luces de Pedro Yagüe tienen mucho que decir, con una clara inspiración goyesca en los diferentes cuadros del espectáculo, y que me pareció muy elegante en su acabado final, con excepción del último número que no me convenció, especialmente por un poco afortunado movimiento de la masa coral.
Debo hacer mención a los bonitos figurines de Alejandro Andújar, muy vistosos, aunque  en las "Caleseras" eché en falta un poco de rigor, dado el carácter clásico de la propuesta, así como las coreografías de Antonio Ruz, de espectacular resolución, pero en las que no vi por ningún lado la Escuela Bolera, y que en este tipo de función si que es pertinente, no por una cuestión de purismo, sino de coherencia con la estética del espectáculo.
No quiero que se desprenda de mis palabras que no me ha gustado el espectáculo, porque mentiría. Sanzol plantea una función francamente disfrutable y de un nivel alto, de gran belleza en su acabado, y bien controlada en los actoral, donde se nota que ha dejado hacer a sus actores, y se agradece. Simplemente se trata de lo que uno espera de un espectáculo firmado por Sanzol, que prometía una lectura menos convencional, y en el que algunas pequeñas inconsistencias empañan, ligeramente, el remate de un espectáculo muy celebrado por el respetable, y con el que un servidor se lo pasó bomba.




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4 comentarios:

  1. Acertadisima crítica, una vez más describes lo que yo pude ver y disfrutar. Un abrazo

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  2. Qué decir sino que esta crítica es magistral, extensa, detallada, solvente y su lectura vuelve a recrear lo visto enriqueciéndolo con multiple información. Un disfrute y una lectura muy valiosa -y didáctica del espectáculo-. Gracias y enhorabuena.

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  3. Me encanto verla, pero esta crítica ayuda a entender y disfrutar mucho más.Gracias y hasta la próxima.

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  4. Me encantó, y estoy de acuerdo casi al 100% con tus observaciones. Hemos visto de igual manera el espectáculo

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