lunes, 24 de septiembre de 2018

El Pan Y La Sal, Un Pan Sin Sal, Diría Yo...

La semana pasada asistí en el Teatro Español al que parecía que iba a ser uno de los eventos teatrales de la temporada, y digo parecía, porque obviamente no ha sido así. Antes de comenzar esta crónica, varias cosas quiero plantear. Por un lado que esta crítica está basada única y exclusivamente en criterios teatrales, no pongo en duda ni el loable fin de "El pan y la sal" ni mucho menos soy insensible al tema de los desaparecidos o el juicio a Baltasar Garzón. Para continuar, y que es lo que a mi me interesa, está el asunto del teatro como imitación de la realidad, pero que nunca podemos considerar como realidad. La realidad cómo tal, no tiene interés, ya que se encuentra plagada de actos triviales, conversaciones sin ninguna sustancia y hechos que solo tienen interés para el que los vive. La magia del teatro se basa en reflejar la realidad en un espejo en el que la ilusión está en el que lo que vemos parezca real sin serlo, lo trivial se condense, los conflictos se potencien y el tiempo transcurra en la mayoría de las veces con la elipsis como recurso habitual. Una imitación de la realidad, o cómo en este caso se trata, una transcripción literal de un juicio, tal y cómo se plantea en "El pan y la sal" tiene nulo interés teatral por mucho interés político y sociológico que tenga el asunto, cómo en este caso ocurre. 
La expectación por el espectáculo era mucha, ya que el elenco tenía mas estrellas que en el cielo, y las representaciones eran ciertamente pocas, por tanto desde junio que tenía entradas para el evento, y cómo no podía ser de otra manera se vendió absolutamente todo para las cuatro funciones.



"El pan y la sal" de Raul Quirós transcribe directamente el juicio a Baltasar Garzón, y los testimonios de los testigos de diferentes asociaciones por la recuperación de la Memoria Histórica, y los desaparecidos durante la Guerra Civil y la Dictadura. Hasta ahí todo correcto, con precedentes en este ámbito notables, y notorios, como puede ser "La indagación" de Peter Weiss, obra que salió a relucir comentando la función posteriormente, en la que en un texto netamente documental cómo es el que esta crítica ocupa se transcriben los juicios en los que diversas víctimas del Holocausto cuentan su testimonio de una forma brutal y absolutamente descarnada. "La indagación" impacta y revuelve al espectador de una forma realmente dura. "El pan y la sal" produce sopor y no diré que indiferencia, pero casi, dado el flojísimo tratamiento de lo que se cuenta. La poca chicha que el texto tiene, no porque no sea duro, sino porque la endeble dramaturgia de la función, divaga en exceso en momentos del juicio sin ningún interés teatral, y cuando ya ha llegado el plato fuerte, que son los testimonios de los testigos la indiferencia se ha hecho hueco en nosotros, arrastrándonos hasta el final de la función. El texto es árido, aburrido, y no nos llega, porque divaga entre tecniscismos, explicaciones y un exceso de exposición entre la defensa y la acusación que no hace mas que embarrar todavía mas el farragoso material transcrito por Quirós, siendo el resultado irregular, y anti teatral en grado sumo. De todo esto que planteo Andrés Lima, director del espectáculo tiene parte de culpa, así cómo el concepto de la función, planteada casi como un "bolo" en el que TODOS, los actores leen su papel, y que en algunos casos, no en todos, la falta de ensayos, y el poco trabajo que ha habido detrás es muy notorio.



Vayamos con el elenco, amplio, variado, muy atractivo e irregular, muy irregular.
Al frente del juicio nos encontramos con Alberto San Juan y Ginés García Millán como acusación y defensa respectivamente. San Juan correctísimo, de lo mejorcito del elenco, tremendamente creíble en su papel, y el que sin ninguna duda mas trabajado traía su texto. Ginés García Millán sorprendentemente insuficiente, todo el rato pendiente del texto, equivocándose continuamente leyendo, y con un conato de intento de dar cierta intensidad a algunos parlamentos, que se ven truncados ante la falta de verdad, y el hecho de no poder sacarnos de la sensación de estar viendo a un actor que parece encontrarse ante la primera lectura de un texto que va improvisando a medida que avanza la lectura. No digo que esto haya sido así, pero si mantengo que a nivel implicación García Millán ofrece un trabajo escuálido y de poco interés. Mario Gas, álter ego de Baltasar Garzón, correctísimo leyendo, y con su característica voz cómo bastión de proa, pero... aburridísimo, poco matizado y excesivamente monocorde, desconectando un servidor a los cinco minutos de su intervención. Andrés Lima como Juez, tampoco da en la diana, y siendo su personaje el encargado de abrir el espectáculo, leyó un manifiesto de forma completamente destemplada,  con una notoria inseguridad, y ningún sentido del ritmo, que me resultó sorprendente por lo poco trabajada, y que ya empezó por sacarme completamente de la función. 
Dentro de los testigos, que funcionan casi como cameos dentro del texto, encontramos una pasadísima de vueltas Nuria Espert, intentando subrayar que su personaje es una anciana de forma completamente innecesaria y excesivamente superficial. Gloria Muñoz tampoco destaca en su trabajo, en el que un forzado e inverosímil acento canario no nos deja creer su interpretación y también nos encontramos ante un Emilio Gutiérrez Caba, planísimo y un tanto rutinario, en un papel en el que pasa completamente desapercibido. Como dato positivo, hablar de un José Sacristán, pura verdad, y con un calado en su trabajo a años luz del de el resto de sus compañeros. Posiblemente sea Sacristán el mejor de todo el reparto junto con Alberto San Juan. También es de justicia el reconocer el trabajo de Ramón Barea, muy sentado, templadísimo y muy matizado dando vida a un hombre muy creíble, con gran sensibilidad en el fondo, y en el que se ve que se ha trabajado bien el material literario. 




Andrés Lima al frente del espectáculo, patina a muchos niveles, y no acaba de encontrarle el punto a la función, sin quedarnos muy claro lo que nos quiere contar, ni cómo nos lo quiere contar. Hay problemas de toda índole en el espectáculo, dónde no se ve cohesión entre escena y escena, no hay pulso dramático ninguno, ni progresión, algo que si que podría encontrarse en "El pan y la sal" si se hubiese elaborado de otra manera, y no cómo lo que parece un trabajo apresurado, y no tratado en profundidad. La imitación de la realidad en un caso cómo este no funciona, especialmente cuando la mayoría de los personajes, no sé si realmente llamarlos así, como calco de los originales no funcionan. En vez de centrarse en lo que dicen, se han cargado las tintas en sus características físicas en no pocos casos, error garrafal, y que resta cualquier atisbo de credibilidad al espectáculo. Todo aparece desangelado, y sin frescura, y uno siente que está asistiendo a una simple lectura previa antes de empezar los ensayos, mas que a una representación en si, de resultado moroso y sin ninguna emoción. No sé muy bien lo que Lima ha buscado, porque cómo acto político no funciona, cómo reivindicación se queda a la mitad, y cómo función de teatro no interesa. 
Algo hay que decir a favor, y es que si está conseguida la sensación de encontrarse en la sala de un juicio, ya que la imagen tantas veces repetida en la televisión, con el típico movimiento de ujieres y personal vario, si está perfectamente lograda. 
En resumen, una propuesta fallida a todas luces, en la que yo diría que no podemos hablar de teatro cómo tal, si no mas bien de un acto reivindicativo, en el que practicamente no hay ni composición de personajes, ni trabajo de dirección mas allá de hilar las diferentes escenas en las que se divide "El pan y la sal".
Salí muy decepcionado del Español, para que engañaros, y el desconcierto me parece que fue la tónica ante un espectáculo en el que si el enfoque hubiera sido diferente, posiblemente se hubiese sacado mas de lo que se saca. Tal y cómo se ha planteado, éste "Pan y la sal" mas bien me ha parecido un pan sin sal que otra cosa, muy loable en su fondo, pero que teatralmente no aporta absolutamente nada. 




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3 comentarios:

  1. Esta, como tantas otras tonterías de estos tiempos, es un ejercicio estúpido -y de galería- de FALSO PROGRESISMO. Un ejercicio para tontos que necesitan la CARNAZA cada cierto tiempo y ahí están los "buenos progresistas" -y el ínclito juez- abajo firmantes de todo bobo asunto que escupa a la otra parte de la sociedad su SUPREMA SUPERIORIDAD (ergo manga ancha para cualquier atropello (in)moral, léase p.e. apoyos a Cubas, Venezuelas, nacionalismos, etcétera), que está muy hartita de mediocridad, sectarismo y tufos tercermundistas como medallas arrojadizas e ignorantes.

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  3. Soy el autor del comentario anterior, soy Jose Antonio Padilla

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