miércoles, 27 de septiembre de 2017

Troyanas, O La Terrible Actualidad De La Barbarie.

El domingo pasado, día que me disponía a ver Troyanas, me enteré de una historia escalofriante, que salió en prensa hace un par de meses y cuya atrocidad me dejó perplejo. Una esclava sexual de Daesh, secuestrada y sin alimentar desde hacia varios días, descubrió con horror después de comer un plato de arroz con carne que sus captores le ofrecieron, que la carne del arroz era su propio hijo de un año, también en manos de los terroristas, que de forma brutal cocinaron para dárselo a su madre. Esta salvajada ha ocurrido hace poco, en pleno S.XXI, no es algo que nos pille muy lejos en el tiempo, y que nos haga pensar en lo bárbaros que eramos, no. El ser humano es cruel, especialmente con sus semejantes, por desgracia creo que es inherente a nuestra naturaleza de depredadores despiadados y parasitarios. Por mucho que pasen los siglos, hay actitudes que se repiten de forma cíclica y que no varían nunca ni en su desarrollo ni en su final. 
Los griegos plasmaron en sus tragedias unas atrocidades que hoy nos horrorizan, pero que visto como está el mundo, lamentablemente, no están tan lejos de nuestra sociedad, y el terrible ejemplo con el que comienza la crónica bien podría ser un texto de Eurípides escrito para llevar hacia la catarsis a los espectadores de su época.
No quiero frivolizar con un hecho tan grave, simplemente planteo que todos estos siglos de exposición y estudio del alma humana en infinidad de textos teatrales, de poco parecen haber servido para nuestro avance como especie, que cuando se ve con poder, y ejerce la violencia, lo hace de una forma tan brutal que nos causa pavor y asombro a partes iguales.
Las Troyanas habla de cosas que por desgracia siguen de completa vigencia en estos tiempos que nos han tocado en suerte, y para vergüenza de la raza humana 2500 años después de su estreno seguimos exactamente igual, algo que la dura versión de Francisco J. De Los Ríos que se está representando, con gran éxito en La Usina, me hizo ver de forma cristalina.



Las Troyanas de Eurípides representada por primera vez el Siglo V a.C., es una de las tragedias griegas mas conocidas y mas llevadas a escena de todas cuantas se conservan. Esta obra formaba parte de una tetralogía que estaba compuesta por tres tragedias y una comedia, y de la que solo se conserva el título que esta crítica ocupa.
Las Troyanas es una cruda exposición sobre la crueldad de la guerra, y muy especialmente de los vencedores sobre los vencidos. Para ello Eurípides nos habla del triste destino de las mujeres troyanas, en su mayoría viudas, una vez terminada la guerra con los aqueos. La historia gira en torno a Hécuba, esposa de Príamo, rey de Troya de gran bondad y trágico final, como casi todos en esta historia. Hécuba sufre en carne propia su desgracia como testigo del nefasto destino de sus hijas, y de su malogrado nieto, por culpa de la desmedida crueldad de los aqueos una vez finalizada la guerra, siendo esta tragedia un ejemplo paradigmático de la famosa hybris, en la que se exponía la transgresión de todas las normas impuestas por los dioses a los hombres.
Francisco de Los Ríos adapta Las Troyanas originales, y reduce sus personajes a cinco, Hécuba, su hija Casandra, su nuera Adrómaca y añade a Polemós (personificación de la guerra y las batallas en la mitología griega) y que sirve para el avance de la acción como funesto mensajero de los poderosos aqueos hacia las sufridas troyanas.
De Los Ríos lleva a cabo una inteligente condensación del texto original, que va a la esencia del texto con perfecta coherencia dramática, limando un texto, árido en su origen, para hacerlo mas asequible, y que define perfectamente cada personaje y cada psicología, resultando muy adecuado para el espectador de hoy en día que entiende perfectamente lo que Eurípides quería contar, y lo que  De Los Ríos quiere denunciar, como posteriormente explicaré cuando llegue el momento de hablar de la propuesta escénica.



Vayamos con el elenco, atinado en general y superlitivo en algunos casos.

Miriam Arroyo, como Andrómaca.
 Correcta, y de menos a mas, ya que se crece  a partir de que le arrebatan a su hijo. Arroyo lleva a cabo una sufrida y sensible madre, cuyo mutismo en algunos momentos nos deja desolados, y que acompañado de un frágil aspecto físico, consigue que nos apiademos de ella. Arroyo resulta muy creíble fisicamente, y nos recuerda a cualquier mujer musulmana de las que vemos por las calles de nuestra ciudad con su kaftán y velo. Mujer anónima, un tanto anodina,ama de casa, discreta y doliente por dentro. Ese aspecto de la visión de Andrómaca que se da en la función está conseguidísimo y resulta familiar y conmovedor. 

Salomé Peña, como Helena.
Irregular. Peña no nos deja muy claro cual es el objetivo de su personaje, y tampoco llega a la emoción de forma totalmente convincente. Me explico, Helena aparece como altiva y distante, y posiblemente como una traidora. Pero eso no quiere decir que no sufra por lo que ocurre a su alrededor. Peña no consigue ese difícil punto intermedio que definiría mejor al rol, ya que cuando de llegar a los momentos mas dramáticos se trata, se vislumbra cierta impostación, que no fui capaz de dilucidar si está incorporada al rol porque realmente no le importa lo que está pasando, y por tanto finge, o es que a nuestra actriz le cuesta implicarse mas emocionalmente. Encontré  interesantísimo el personaje tal y como se plasma en la obra pero Salomé Peña desaprovecha el bombón que le ha tocado en suerte imprimiéndole  una lectura demasiado superficial y no muy afortunada. Fisicamente da el papel a la perfección, y la composición corporal resulta muy acertada. Si nuestra actriz plantea un acercamiento mas profundo a nivel psicológico, algo que creo que puede hacer porque tiene momentos bastante conseguidos, seguro que terminará interpretando una Helena de Troya estupenda.



Germán García, como Polemós.
García va creciendo como actor, y desde la función de Víctimas que le vi hace un tiempo a ahora, hay cambios y para bien. Polemós es terrorífico en su planteamiento, despiadado y cruel, pero tiene matices y atisbos de humanidad por momentos, que García consigue transmitir de forma correcta e interesante. Muy entregado y haciendo un estupendo uso de la voz que resulta atronadora entre ese coro de mujeres dolientes, Germán García cumple sin aparente problema. El personaje no necesita ni mas ni menos, quizás algunos pasajes dichos menos de paso, enriquecerían la por otra parte estupenda creación que lleva a cabo.

Jennifer Baldoria como Casandra.
Baldoria se mueve como pez en el agua en la tragedia, y la psicología de Casandra le va como anillo al dedo, siendo el resultado una interpretación de altura. Baldoria experta en personajes de rico mundo interior y un tanto despegados de la tierra, logra un maravillosa ilusión con su Casandra, que en trance hipnótico profetiza toda serie de desgracias, y nos hiela la sangre en una escena de enajenación que me trajo ecos de Lucia Di Lammermoor, vestida de blanco y ensangrentada después de haberse cosido los genitales. Casandra nos resulta inquietante y a la vez nos transmite infinita piedad como mujer completamente sobrepasada por los acontecimientos, y que no es capaz de asumir su destino. Su Casandra se encuentra inmersa en su propio drama, completamente ida e introspectiva. Baldoria lleva a cabo un trabajo milimétrico de estudio del texto, una composición psicológica impoluta y una interpretación de impactante crudeza que no pasa desapercibida en absoluto.

Marina Andina, como Hécuba.
Andina lleva a cabo un trabajo mayúsculo, mandando en escena desde que empieza la función. Todo suena fluido, y nuestra actriz parece incorporar el personaje a su carácter de forma natural y asombrosa. Andina escucha a sus compañeras de manera impresionante, las apoya y el papel de matriarca parece reflejarse en su tónica de trabajo, que no hace mas que enriquecer todo el espectáculo con su mera presencia. Sus miradas son de impresión, y los quiebros de la voz imponentes, pero si algo caracteriza a su Hécuba, es la  medidísima progresión dramática del personaje, cuyo recorrido está perfectamente plasmado y justificado con aparente, solo aparente, facilidad. El trabajo que se vislumbra tras su interpretación es enorme, y queda muy patente que todo está muy medido, estudiado e incorporado con organicidad y gran oficio. La escena final en la que entierra a su nieto es completamente desgarradora, y lo es por la sensibilidad desde la que está abordado el personaje, aquí no hay desmelene gratuito, o efectistas trucos de cómico malo, no señor. Aquí hay verdad, oficio y mucha sabiduría. Andina lleva a cabo una Hécuba de altura, telúrica, férrea y de personal factura que impresiona al espectador de forma rotunda.






Francisco J. De Los Ríos, firma la producción, además de la adaptación. La propuesta de nuestro director, pasa por ambientar la acción de forma acertadísima, en el Alepo presente. Las similitudes de la actualidad siria con el argumento de Las Troyanas resultan escalofriantes, y realmente la vigencia del texto de Eurípides queda mas que patente de forma preclara y conmovedora. De Los Ríos mantiene a los personajes de la historia en varios planos diferentes, Hécuba y Casandra atemporales y de concepción mas clásica, y Helena, Andrómaca y Polemós completamente actualizados y funcionando a la perfección, sin que nos chirríe ni que nos resulte extraño en ningún momento. La acción se desarrolla en un espacio indefinido, que recuerda a las ruinas de una ciudad arrasada en la que nos encontramos toda clase de objetos, y en el que la tierra tiene una presencia muy marcada con absoluta lógica, dado lo que se cuenta en la función. Todos los personajes están perfectamente definidos, y la visión de los mismos resulta muy interesante. No esperéis una versión ortodoxa del texto de Eurípides, sino una acercamiento acertado y respetuoso, que desmenuza la esencia de la obra original de forma inteligente y asequible.
Francisco J. De Los Ríos sabe donde y como cargar las tintas, en un espectáculo desolador para el espectador y que no deja lugar a esperanza alguna en su resolución final, de claro mensaje y muy emotivo, siendo el resultado muy interesante y satisfactorio. Llevando al espectador a la catarsis en su escena final tal y como mandan los cánones del teatro griego.
La obra resulta dura y necesaria, dada la realidad que denuncia y que nuestro director expone de una manera cargada de sensibilidad y realmente desgarradora.
Lo que si que es realmente terrible de la producción, es que se encuentra de completa actualidad. Lo que Troyanas nos cuenta a gritos y de forma tan dramática, está ocurriendo en Alepo y en muchos lugares del mundo mientras estáis leyendo estas líneas. Es necesario que lo tengamos presente, aunque sea desde la comodidad de nuestra "civilizada" cultura occidental. No lo olvidéis... los componentes de Troyanas creo que no quieren que lo olvidemos, conmigo desde luego lo han conseguido.





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1 comentario:

  1. Una de las cosas mas me gusta de tus críticas es que siempre las pones en contexto mediante una introducción adecuada.

    Esto facilita mucho al lector la "vision" global de cada obra.
    Me quito no ya el sobrero, sino el cráneo entero.
    Un abrazo Jonny

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