lunes, 20 de febrero de 2017

Mordrake Canción De Cuna, Secreto Tras La Puerta

La diprosopia es una rara deformidad cuyo origen no está del todo identificado, y que su rasgo principal es que quienes la padecen tienen dos caras. Hay pocos casos confirmados, al menos en humanos, y uno de los mas famosos y mas misteriosos es el que tuvo lugar durante el siglo XIX cuyo protagonista fue el desdichado Edward Mordrake, heredero de unos nobles ingleses, cuyo trágico final y el aura de leyenda maldita que se forjó a su alrededor lo convirtió en un personaje de culto, con varias representaciones en la cultura popular, siendo posiblemente la serie American Horror Story la que mas trascendencia le ha dado.
Edward Mordrake  tenía un rostro normal en la parte delantera de la cabeza, tal y como todos tenemos, y otro en la parte posterior de la cabeza. De este segundo rostro se dice que aunque fuertemente atrofiado podía llorar y reír y Mordrake aseguraba que le hablaba, convirtiendo su existencia en tortura continua que finalizó con un terrible suceso, ya que nuestro protagonista se suicidó a los 23 años colgándose del balcón de su apartamento, según dicen por culpa de los susurros (que solo oía el) de la faz que se encontraba cercana a su nuca.
La realidad es que no sabemos si Mordrake amén de su deformidad era un hombre con una grave enfermedad mental producida por la propia diprosopia, o realmente decía la verdad y su segunda cara le hizo la vida tan insoportable que decidió acabar sus atormentados días de una forma tan tremenda y temprana. La realidad de este asunto se la llevó Mordrake a la tumba, pero el aire de mito, entre terrorífico y trágico ha llegado hasta nuestro días, posiblemente magnificado al antojo de los cronistas que han ido modificando la historia hasta nuestros días, llegando convenientemente cambiada y con la truculencia que caracteriza a estos asuntos.
La historia de Mordrake ha dado lugar a una obra de teatro de pequeño formato, que se estrenó en La Pensión De Las Pulgas, y que ahora ha vuelto a la Sala Nada, para mi felicidad, ya que me resultaba muy intrigante ver por donde respiraba esta función cuya trágica historia daría hasta para la composición de una ópera, y que el pasado sábado tuve ocasión de ver.



Mordrake, Canción de Cuna escrito por Ana De Nevado, podríamos definirlo como un cuento gótico de tintes dramáticos con unas dosificadas gotas de humor negro muy bien integradas en el texto. De Nevado logra un texto de gran equilibrio a todos los niveles, muy influenciado por la literatura inglesa de la época en la que se desarrolla la acción aunado con la sombra de Henry James en su vertiente mas psicológica, y una atmósfera que recuerda un poco a Poe especialmente en la estructura.
Ana De Nevado, ofrece una función en la que la intriga está muy bien planteada, y en el que el hecho de que no veamos a Mordrake hasta bien avanzada la obra nos da las justas cotas de ansiedad que se necesita en estos casos. No nos encontramos ante una obra de terror, sino ante un drama mayúsculo en el que se plantea de forma bastante cruda la relaciones familiares enfermizas, las diferencias sociales y los  viciados microcosmos que tantas veces pululan en nuestra realidad cotidiana. Esa madre con un marcado Complejo de Agripina, castradora y sobreprotectora es sin duda la protagonista de la función, y es la historia que con gran tino se nos quiere contar en este texto de gran potencia en su exposición, perfecta estructura dramática y elegante planteamiento literario. Nos encontramos ante una sólida muestra de teatro bien escrito y con un armazón primorosamente estructurado cuya dramaturgia sin fisuras me ha sorprendido muy gratamente, y me ha descubierto a una dramaturga de gran conocimiento de la "carpintería teatral" y con grandes posibilidades no solo en el circuito "off" sino también en teatros de mas alcance, dada la estupenda combinación de buen teatro de entretenimiento con la suficiente entidad como para no quedarse en un mero pasatiempo con poco calado.



La función está interpretada por un equilibrado elenco de cuatro actores que dan lo mejor de si mismos para rematar un texto difícil y extenso, que requiere de buen pulso actoral para que llegue a buen puerto.

Elena Rey como Alice, sirvió una estupenda interpretación en la que primaron la sensibilidad y la sensualidad. Rey da vida a una prostituta de gran personalidad, que sirve de catalizador para el desarrollo de la historia. En un claro código de dama joven que diría un antiguo, su voz grave unida a su frágil presencia escénica  se adecúan perfectamente a su personaje, recreando la dualidad del carácter de Alice, dura y delicada a la vez. Elena Rey ofreció momentos muy logrados en su primera escena con Karlos Aurrekoetxea, y en todas las escenas con Mordrake donde la sensibilidad de su personaje queda muy patente siendo su trabajo muy apreciable de principio a fin

 Guillermo Llansó como Mordrake ofrece una convincente visión de un difícil rol que podría quedarse en una mera caricatura, pero que nuestro actor dota de las suficiente dosis de verdad y credibilidad como para que llegue a conmovernos. La soledad del monstruo está muy presente en el texto y Llansó transmite de forma correcta esa soledad unida a la tortuosa personalidad de Mordrake, cuyo recorrido en la función es uno de los mas interesantes del texto, y que nuestro actor define sin problemas siendo el planteamiento cristalino, logrando que Mordrake sea una figura que pulula entre la sensibilidad extrema y el patetismo consiguiendo, que nos identifiquemos con su desgracia.

Karlos Aurrekoetxea como Wilmer, está magnífico, pura contención y retranca, pero siempre con un punto que nos dice que su personaje está a punto de estallar (como así ocurre, en un breve e impactante  momento). Aurrekoetxea parte de un trabajo muy conseguido en lo corporal para completarlo en la parte emocional, protótipo de inglés frío y lacónico, pero cuya vida interior es mucho mas rica que la exterior, solo hay que rascar un poco para ver que ahí está todo lo que Wilmer quiere decir, y que Aurrekoetxea sirve con maestría y una sutilidad pasmosa. Nada sobra y nada falta en un trabajo medido hasta lo indecible, donde no hay ni un solo gesto gratuito, inflexión de voz que no esté estudiada o pérdida de control que no esté controlada. Aurrekoetxea sirve un trabajo impecable que llega al espectador de forma muy directa y gratificante.

Charo Gabella como Eleonor, me sorprendió muy gratamente en el personaje mas complicado a todos los niveles. Eleonor es una mujer profundamente infeliz con serios problemas para gestionar sus sentimientos, y con una visión de los principios podemos decir que peculiar. Su personaje transita por mútliples y difíciles estados de animo que Gabella lleva a cabo con medida progresión para finalmente explotar en una dura escena final que nuestra actriz lleva a cabo con una importante carga emocional y mas que encomiable entrega, que impacta por su carga dramática. Eleonor transita por la dureza y la maldad para finalmente dejar bien clara su fragilidad y este difícilísimo recorrido es llevado a cabo de forma perfecta siendo el resultado mas que apreciable y de impactante resolución.




Ana Cavilla firma la producción en un código completamente ortodoxo y con un cierto aíre de intimista drama de época , que va en consonancia total con la obra. Uno de los aciertos de la función es la forma tan bien estudiada en la que se le dosifica la información al espectador, algo que viene dado por el texto pero que Cavilla aprovecha al máximo especialmente en los elementos de suspense, donde esa puerta que parece que nunca va a abrirse funciona como exasperante barrera hacia la visión del monstruo, así como la atinada y efectiva resolución escénica (que no revelaré) mediante la cual se vislumbra a Mordrake pero no de forma satisfactoria, para alimentar la ansiedad del respetable con respecto al personaje sobre el que todo gira en el espectáculo. Sin duda el acertado espacio escénico de Elena Alexandre contribuye en el desarrollo de la idea, siendo el resultado a nivel escenográfico sencillo pero eficientemente resuelto.
La dirección de actores está muy bien definida, siendo muy apreciable, ya que no se busca un trabajo exterior, todo lo que cada personaje hace está perfectamente justificado y se entiende a la perfección, dado el claro planteamiento actoral, de unos personajes cuyos objetivos Cavilla perfila sin problema, y así lo transmiten sus actores.
La obra está dirigida de forma muy dinámica ya que las características de la Sala Nada se encuentran muy bien aprovechadas sintiéndose el espectador muy integrado en la acción, algo que en el teatro de intriga es muy importante para lograr las atmósferas deseadas.
Los tiempos de la función están muy bien medidos, pretendidamente parsimoniosos para acrecentar el suspense y que van cogiendo pulso a medida que el drama se va desencadenando para finalizar la función en un conseguido clímax muy logrado a todos los niveles.




En resumen, una propuesta interesante, que cuenta una historia poco conocida y que no deja de suscitar cierto morbo dadas las macabras características que la rodean. Obviamente estamos ante una obra de ficción, en la que un personaje real sirve como elemento central para contarnos todo aquello que se nos quiere contar, que nadie se espere un tratado de historia, avisados estáis. Mordrake es una función de suspense que nos habla de temas que van mas allá de las connotaciones terroríficas del asunto, y que lo hace desde un prisma interesante, entretenido y de gran solidez en su acabado formal. Pequeño-Gran Teatro sin ninguna duda recomendable y que estoy seguro de que no os defraudará.








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