domingo, 15 de junio de 2014

Vivid El Amor Como Gustéis

Como Gustéis está considerada una obra menor dentro de la extensísima obra de Shakespeare, a mi me parece un texto delicioso, que no tuvo en su época el favor de la crítica intuyo yo que por dos premisas, la primera su clara inclinación hacia lo comercial, ya que El Bardo le dió al público lo que le gustaba, como su propio nombre indica, y la segunda su desenfadada e intencionada ambigüedad  sexual  que invita al espectador a que viva el amor como le guste. La diversidad en gustos sexuales de Shakespeare es sabida, sus famosos Sonetos siempre se ha dicho que estaban dedicados a un hombre, y este Como Gustéis es una auténtica declaración de principios sobre ese tema, algo que a la pacata moral de su época no debió de gustarles mucho, pero como siempre ocurre en estos casos, el pueblo llano mas avanzado que los gerifaltes aceptó sin problemas y constituyó un sonado éxito. A mi Como Gustéis me gusta, valga la redundancia y si bien es cierto, el texto no posee el calado de otras composiciones  Shakesperianas, divierte y tiene la misma vigencia que hace cuatro siglos.

La propuesta que se está representando en el Valle Inclán me resultaba muy atractiva, tanto por el elenco, como por lo que había visto sobre la producción en diferentes medios. No me equivoqué, ha sido un acierto asistir a esta bello espectáculo.

                

Lo primero y antes de empezar la crítica, es mostrar mi solidaridad hacía todos los artistas que están trabajando en las Compañías Nacionales, que entre otros problemas están teniendo retrasos en el cobro, y lo de trabajar por amor al arte, es algo digno de siglos pasados. Todo mi apoyo a los artistas de este país que tan difícil momento están pasando y que están siendo dejados a la mano de Dios, por parte de las administraciones.

Empiezo con la obra,tiene un extenso reparto así que iré a los mas destacados. Todos están estupendos y la homogeneidad prima en este cuidadísimo elenco

Alberto Frías da vida a Le Beau y a un cortesano, está fantástico en sus intervenciones, muy bueno corporalmente y un estupendo sopranista que me agradó muchísimo en sus interpretaciones vocales, no se nos olvide que estamos ante una versión musical de Como Gustéis. Frías cumple perfectamente y a pesar de sus pequeños papeles no pasa en absoluto desapercibido.

Victoria Di Pace da vida a Febe, la encontré un poco pasada de vueltas, si bien es cierto que el papel es bastante extremado, está en un código diferente al de sus compañeros y se nota, intuyo que ha seguido las directrices de dirección que pretende dar un contrapunto con el resto del equipo, estoy de acuerdo en que su personaje es un torbellino, pero la visión del mismo rompe con la linea del espectáculo. Vocalmente está impoluta tiene una bonita voz y gran presencia escénica.

Pedro G. de las Heras da vida a Adán, el criado del héroe de esta comedia, está fabuloso, dota a su personaje de gran ternura, y dignidad. Este anciano que lo da todo por su señor entra de lleno en el corazón del espectador. Todo es mesura y sentimiento. Me encantó su sensible trabajo que desborda oficio por todos lados.

               

Pedro Miguel Martínez da vida al Duque Fernando y al Duque Federico, cara y cruz de la misma moneda. Federico representa lo malvado y Fernando a la candidez y el bucolismo pastoril de la vida en el bosque. Está perfecto en las dos intervenciones. Se trata de un gran acierto que sea el mismo actor el que da vida a estos dos hermanos tan diferentes, temible uno y adorable el otro. Martínez posee mucha elegancia sobre el escenario y muestra su ductilidad como actor. Simplemente soberbio.

Carmen Barrantes absolutamente deliciosa como Audrey, tiene un bomboncito de personaje que ella aprovecha al máximo, dando las dosis justas de descaro y comicidad que el personaje requiere, vocalmente perfecta con una bonita voz que luce mucho en sus números. La química existente con su ¿ enamorado ? es maravillosa, y sus escenas son de las mas divertidas de la función.

Alberto Castrillo - Ferrer da vida a Parragón, bufón de la corte, muy superior en nivel intelectual a la mayoría de los personajes de la historia, un tanto petulante y un poquito pedante, pero de gran corazón, y que demuestra que está movido por ciertos instintos primarios que alguno de los supuestamente " brutos " pastores ya tienen mas que superados. Castrillo ofrece un creación maravillosa, alejada de cualquier amaneramiento, y dotando de un humor muy fino a su personaje, en vez de tirar por lo fácil arriesga y gana.

Verónica Ronda da vida a Himene, diosa del matrimonio, Sus apariciones son imponentes, pulula alrededor de estos personajes y desface entuertos amorosos sin que ellos se den cuenta. Su papel es practicamente cantado en toda su totalidad, Ronda sirvió una intervenciones musicales de altura, estupenda voz de soprano que enriquece muchísimo la función. Su personaje es fastuoso y domina la escena en sus momento con mucha presencia.

Carlos Jiménez - Alfaro da vida a Silvio. Estupendo tanto en lo actoral como en lo vocal. Alfaro dota a su personaje de gran comicidad, mucho esfuerzo y resulta muy agradecido para el espectador, este sufrido enamorado bastante victimista, causa gracia y ternura en igual medida. Posee una estupenda voz de barítono netamente lírico que prescinde de los micrófonos en los momentos mas comprometidos musicalmente. Fue uno de los actores que mas me gustó de todo el elenco.

                 

Victor Ullate Roche, da vida a Amiens, asistente de Fernando. Ullate está un poco en el código de fauno del bosque, si bien su papel es breve, se luce mucho en su número, demostrando que es un artista netamente del mundo del musical. La belleza de su voz, su presencia física de efébica belleza y la plasticidad de sus movimientos cuando baila, hacen que se nos vayan los ojos hacia el cuando está en escena. Sabe escuchar y sabe lucirse cuando le toca. Ullate es un todoterreno al que he visto en innumerables ocasiones desde un lejano West Side Story, y siempre cumple, es un artista de los pies a la cabeza.

Edu Soto da vida a Jacques, otro asistente de Fernando. Soto roza el misticismo en su interpretación que tiene uno de los momentos mas comprometidos de la función el famoso Soliloquio sobre las siete edades del hombre, que luego pondré. Encontré acertadísima la visión de este personaje casi por encima del bien y del mal, y que filosofa ante todo lo que ocurre a su alrededor. Soto ofrece una creación muy sensible e interiorizada, algo apartado a lo que habitualmente ofrece en sus intervenciones televisivas, y que demuestra su gran versatilidad como actor y lo buen profesional que es. Su trabajo es arriesgado y se agradece por lo acertado del mismo.

Roberto Enríquez da vida a Oliver, uno de los malvados de la función. Maravilloso, no hay discusión, su personaje tiene bastante recorrido y está muy bien reflejado. Reconozco que Enríquez me fascina como actor, ya en Doña Perfecta me gustó muchísimo y aquí no anda a la zaga. Enríquez posee una voz prodigiosa, recita estupendamente bien, y dota de gran dureza a su personaje cuando este lo requiere, para que finalmente recapacite sobre sus errores, en un cambio de registro maravilloso. Dota de muchos matices a su introspectiva creación. Encuentro a Enríquez un actor tremendamente honesto con su trabajo. Figura y voz imponentes, y sentidas interpretaciones, esas son las marcas de su trabajo.

Karina Garantivá da vida a Celia prima de Rosalinda la heroína de la función, he de decir que me he reconciliado con Garnativá a la que di un pequeño palo en la crítica de Doña Perfecta, y que aquí está francamente deliciosa, en un papel que le va como anillo al dedo con cierta ambigüedad sexual y mucha ternura. Ama sobre todas las cosas a su prima y está dispuesta a hacer por ella lo que sea, está muy graciosa en su papel, defiende bastante bien las partes cantadas y dota de mucha emotividad algunas de sus partes. Aprobado esta vez para Karina, ya que cumple con creces.

                  

Iván Hermes da vida a Orlando. Absolutamente delicioso, en su papel de último hijo y por tanto despreciado y que solo vive para el amor. Hermes dota de muchísima ternura y nobleza a su personaje, es pura dulzura. Es un gustazo escucharlo recitar, y llega dentro del corazón gracias a la sensibilidad que transmite y el buen fondo que posee. Hermes sería el Romeo perfecto para una producción de Romeo y Julieta, su tarbajo encandila. Su presencia es estupenda y se le entienden perfectamente todos los parlamentos. Cuando siente que las cosas van a mayores con un hombre, aunque realmente sea su enamorada disfrazada, esta estupendo mostrando su contradicción perfectamente. Es una de las estrellas de la función y está francamente bien. Fue una gratísima sorpresa, ya que nunca lo había visto trabajar sobre las tablas. Estamos ante el caso de un actor al que la fama le viene por la televisión pero que sabe batirse el cobre mas que bien sobre el escenario. 

Y para finalizar Beatriz Argüello como Rosalinda. Argüello sirve un festival de interpretación pasmoso, versátil, elegante, fluida en el verso, estupenda cantando, con mucho sentido cuando habla, tiene un control de los tiempos en escena impresionante, fina en el humor, sobria y nada sobreactuada. Se trata sin lugar a dudas de una animal escénico, todo naturalidad y frescura, huyendo de cualquier estereotipo en el papel de dama joven del teatro clásico. Su creación está matizadísima, su personaje tiene muchos recovecos y ella los deja entrever sin el mas mínimo problema. Estamos ante toda una Actriz así con mayúscula. Bravo!

El resto del elenco cumple a a perfección, ni uno solo de los actores desentona con el aire del espectáculo, y enriquecen esta soberbia representación



                        



Vayamos ahora con la propuesta escénica. El CDN ha tirado la casa por la ventana ( ya podría hacer lo mismo con el pago de las nóminas ) Estamos ante una espectacular producción esplendidamente servida tanto en lo técnico como en lo visual. Se trata de un derroche de imaginación y buen gusto que sorprende al espectador por las bellas e impactantes imágenes que ofrece. Tras una primera parte envuelta en una jaula, que representa la prisión que es la corte y un vestuario oscuro, asistimos a un prodigioso cambio hacia el Bosque de Arden que es pura magia, aquí priman los tonos claros y la belleza. Las luces de Felipe Ramos son prodigiosas y los figurines de Cornejo, una belleza que ayudan a la composición y compresión de los presonajes.

La dramaturgia y dirección corren a cargo de Arturo Annecchino. El texto está sensiblemente recortado, pero no molesta, ya que la obra original es larguísima, aquí se queda en unas tres horas, que se pasan volando a pesar de la incomodidad de los asientos del Valle Inclán que dejan el trasero bastante dolorido.
Annecchino, ofrece una sensible visión del texto y una acertadísima composición de los personajes, perfectamente definidos y tratados en distintos códigos de trabajo pero que en su conjunto se complementan perfectamente, salvo con la excepción arriba relatada. El espectáculo comienza con aires de tragedia, para ir poco a poco pero inexorablemente decantándose hacia la comedia y el bucolismo mas puro. Gran acierto es la división estética entre los dos mundos que rigen la obra y que diferencia muy bien la belleza de lo bueno y la fealdad de lo malo. La dirección de actores es mayúscula, algo que con un elenco de estas características seguro que ha sido muy fácil de llevar a cabo. Un diez para Arturo Annecchino por su propuesta que deja al espectador con un sabroso regusto hacia el que bello es vivir y que bella es la vida, algo que en estos tiempos que corren es muy necesario. El hecho de que la obra sea en clave musical no hace mas que acrecentar la sensación de optimismo que el espectáculo rezuma.

                      

En resumen una propuesta mas que recomendable, por su impecable acabado formal, su optimismo y el inigualable nivel artístico que ofrece. Para finalizar incluyo el monólogo sobre la siete edades del hombre y que me parece una de las cimas del arte de Shakespeare.





"El mundo es un gran teatro,
y los hombres y mujeres son actores.
Todos hacen sus entradas y sus mutis
y diversos papeles en su vida.
Los actos, siete edades. Primero, la criatura,
hipando y vomitando en brazos de su ama.
Después, el chiquillo quejumbroso que, a desgano,
con cartera y radiante cara matinal,
cual caracol se arrastra hacia la escuela.
Después, el amante, suspirando como un horno
y componiendo baladas dolientes
a la ceja de su amada. Y el soldado,
con bigotes de felino y pasmosos juramentos,
celoso de su honra, vehemente y peleón,
buscando la burbuja de la fama
hasta en la boca del cañón. Y el juez,
que, con su oronda panza llena de capones,
ojos graves y barba recortada,
sabios aforismos y citas consabidas,
hace su papel. La sexta edad nos trae
al viejo enflaquecido en zapatillas,
lentes en las napias y bolsa al costado;
con calzas juveniles bien guardadas, anchísimas
para tan huesudas zancas; y su gran voz
varonil, que vuelve a sonar aniñada,
le pita y silba al hablar. La escena final
de tan singular y variada historia
es la segunda niñez y el olvido total,
sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada


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