lunes, 25 de noviembre de 2019

Mirentxu, Versión Concierto De Una Obra Poco Conocida De Jesús Guridi.

El Teatro de la Zarzuela, ha preparado un pequeño ciclo dedicado al compositor vasco Jasús Guridi, que empezó con "El Caserío", función que sirvió para abrir la presente temporada, y que finalizó con los dos conciertos ofrecidos la semana pasada de "Mirentxu", con Ainhoa Arteta como principal reclamo, de una obra interesante, y poco conocida, al menos para el público madrileño, que no la veía en el coliseo de la Calle Jovellanos, desde un lejano 1967, siendo en aquella ocasión escenificada y representada en castellano, frente al euskera con el que se ha subido  las tablas esta vez.
El interés por la obra era indudable, ya que Guridi fue sin duda un gran músico, que si bien es cierto no se prodigó en exceso en música escénica, con su "Caserío" dejó impronta imborrable en el repertorio, dada la popularidad de la zarzuela más emblemática de todas las que se han compuesto con el País Vasco como telón de fondo.
Ayer asistí con ganas al teatro, ya que conocía solo dos números de la obra en cuestión, la celebre romanza de la soprano, y el Preludio, siendo el resto de la partitura completamente desconocida para mi. Ver a Arteta cantando zarzuela siempre resulta atractivo, y pienso que es necesario que los grandes cantantes españoles apuesten por nuestro género, se internacionaliza, y se la pone en el lugar que debe estar. Esperemos que inciativas como esta se conviertan en habituales, los aficionados lo agradecemos mucho, esa es la verdad.
Ayer estaba el teatro hasta la bandera, y el respetable iba con ganas de lírica, y sobre todo con ganas de Arteta, que se prodiga poco en nuestro teatro, creo que desde la memorable Katiuska con Carlos Álvarez y Jorge de León no ha vuelto a la Zarzuela, al menos en una obra completa. Empezamos tarde, quince minutos, parece ser que debido a un despiste de nuestra diva en cuanto a la hora de inicio del espectáculo. Hay que remarcar que no se nos dio ninguna explicación al público de lo ocurrido por parte del teatro, algo que me parece indispensable en estos casos.



"Mirentxu" denominada como "Idilio lírico en dos actos" con música de Jesús Guridi y libreto de José María de Arozamena y Alfredo Echave, tuvo su estreno inicial, como zarzuela,  en Bilbao en 1910, aunque hubo posteriores versiones, ya convertida en ópera, siendo la versión que se ha llevado a cabo la correspondiente a 1934. Parece ser que hay al menos seis versiones distintas de la obra de Guridi, considerándose la definitiva la que se ha representado estos días.
La obra de Guridi, de gran belleza, no se puede encuadrar facilmente dentro de un género específico, ópera o zarzuela, yo me decanto más por lo segundo, pero parece ser que ni los especialistas se ponen de acuerdo en este extremo.
Si bien la obra tiene un fuerte componente folclórico, no me pareció tan obvio como en "El Caserío", siendo la partitura claramente regionalista, pero mucho más que eso. En "Mirentxu" nos encontramos con un par de números de corte verista, especialmente el Preludio y el dúo de Raimundo y Presen, así como mucha música descriptiva y cargada de un bucolismo pastoril muy acentuado, especialmente en el personaje de Mirentxu. Quizás las notas más folclóricas las da el coro en sus intervenciones, siempre desde un punto de vista sofisticado, y claramente estilizado, como mandan los cánones de nuestro género lírico.
"Mirentxu" es puro Guridi, música sensible y profunda, que define bien el carácter vasco, quizás introvertido a la primera impresión, pero de profundidad en los sentimientos, y muy de verdad cuando se consigue llegar al fondo.




El principal escollo de la obra se encuentra en su leve, como el abanico de Rubén Darío, libreto. En el que no hay practicamente nada que contar. Nuestra protagonista, enferma de tuberculosis, menuda novedad, vive una apasionada historia de amor con su novio, que está con ella por lástima ante su enfermedad, aunque de quien está realmente enamorado es de Presen, la mejor amiga de Mirentxu. Ambos le ocultan la historia a Mirentxu, que muere practicamente subiendo a los altares, ya que sabedora de todo, no solo perdona sino que desea lo mejor a la pareja de amantes que está por venir tras su muerte. Todo esto que cuento se encuentra aderezado con un aire dulzón, en el que nuestra heroína canta entre pajaritos, fallece bajo un árbol, suponemos que también entre pajaritos amorosos y color pastel, mientras entre medias no ocurre absolutamente nada. No hay salvación posible en el libreto, quizás por eso se decidió el ponerla en pie en versión concierto, algo que dado el material literario, me parece sin duda un acierto, ya que creo que la obra no se sostiene con los ojos del espectador actual. Nos encontramos sin duda ante uno de tantos casos en los que la partitura se encuentra muy por encima del material literario, que no es más que una mera disculpa para el lucimiento de los cantantes.
El concierto fue presentado con un narrador llevado a cabo por Carlos Hipólito, que fue el encargado de explicar las diferentes escenas cantadas de la ópera, en una adaptación de Borja Ruiz de Gondra, que se limita a la mera exposición de las situaciones escénicas de forma más o menos lírica, y en perfecta consonancia con el tono de la partitura.



Vayamos con el elenco:
José Manuel Díaz, barítono, como Manu.
La creación de Díaz resultó insuficiente a todas luces, donde una voz mal colocada, desguarnecida por momentos, y con sonido nasal muy pronunciado fueron la tónica, siendo la línea de canto irregular, y dándome la sensación que iba bastante apurado en algunos pasajes. Hay que decir con justicia que el papel no le va en absoluto a su tipo de voz, más cercana a un tenor corto que a un barítono supuestamente lírico.Me faltó una voz con más peso, y un cantante con más años, para cantar el papel, siento la dureza, pero es la realidad. 

Christopher Robertson, bajo-barítono, como Txanton.
Correcto, con un instrumento bien manejado, no excesivamente grande pero bien emitido. Robertson cantó con mucho gusto, siendo el fraseo interesante, así como varios agudos bien rematados, y de perfecto sonido. Encontré la lectura de nuestro bajo-barítono meticulosa y matizada, sabiendo darle al personaje el aire requerido en la partitura, menos grave en el carácter que los de sus compañeros. Resultó un buen contrapunto ante tanta melifluidad dramática.

Marifé Nogales, mezzosopranos, como Presen.
Nogales sobradamente conocida en la Zarzuela, sirvió una noche en su línea habitual, es decir solidez vocal, perfecta línea de canto, y las necesarias cotas de expresividad a las que no tiene habituados. Nogales se me antoja una cantante de las que nunca falla, sabiendo batirse el cobre con sus compañeros de escena, con los que tiene más protagonismo. La voz se ensambla a la perfección en el dúo con Mikeldi Atxalandabaso, en un dúo de no pocas dificultades, impecablemente servido por nuestra cantante.

Mikeldi Atxalandabaso, tenor, como Raimundo.
Para mi todo un descubrimiento en un personaje protagonista, ya que si bien es cierto, lo había visto en varios comprimarios operísticos de forma solvente, nunca en un primer papel. De bello timbre, y voz grande, sirvió una función matizada, en la que la zona aguda brilló mucho y con impacto, en algunos momentos de corte verista que fueron perfectamente servidos, así como en las partes líricas, que fueron cantadas con gran sensibilidad y exquisito fraseo, poniendo especial hincapié en un legato magnífico, que terminaron de rematar una composición musical de una pieza y sin fisuras. Posiblemente sea Atxalandabaso el mejor cantante de la noche, ya que su trabajo me pareció muy completo y de un acabado redondo. 

Ainhoa Arteta, soprano, como Mirentxu.
Arteta fue de menos a más, y para que engañarnos, jugó con trampas. La soprano tolosarra, consciente de que la artillería pesada solo la puede desplegar en el último cuarto de la función, ya que el personaje no canta mucho hasta ese momento, me pareció demasiado atada a la partitura durante buena parte del concierto, y más preocupada por dar las notas, que por otros recursos, viéndose sacrificados durante buena parte del concierto la expresividad y musicalidad. Pero... estimados lectores, a partir de su primera romanza, bien avanzada la función, se hizo la magia, y ya alejada de la partitura y con la música perfectamente afianzada dio todo aquello por lo que admiramos a Arteta. Su estilo preciosista, y para que negarlo caballetista, salió de forma brillante en unos agudos en punta perfectamente emitidos, unos pianos de infarto, y una nota larguísima, apianada, con la que tuvo a bien finalizar su segunda romanza, que hay que reconocer, me resultó estremecedora. La voz de Arteta, cuando suena plena, y sobre todo cuando se encuentra segura ante la partitura es sin duda más que disfrutable, cargada de sensibilidad, y con ecos de la gran diva que es.
Un poquito más de solidez en el resto de la ópera, y un poquito menos reservona que hubiese estado, convertiría una noche magnífica en una noche memorable, esa es la verdad. 



Coro Titular con Antonio Fauró a la cabeza, con los niveles de calidad habituales, bien empastados, y con números de gran lucimiento, y sobre todo sin acusar en ningún momento la dificultad añadida de cantar en euskera. En general nuestro coro sirvió una velada bien ejecutada, medida y matizada.

Mención especial para el Coro de Voces Blancas Sinan Kay, muy empastado en el conjunto, y cuyas componentes me resultaron deliciosas dentro de la reverencial admiración con la que miraron a Arteta durante todo el concierto, y que me resultó realmente enternecedor.



Oliver Díaz, una vez más al frente de la OCM, sacó lo mejor de la orquesta titular, en una lectura muy concisa, y algo que siempre me gusta en el maestro Díaz, tremendamente atmosférica, algo indispensable en una partitura del calado de esta "Mirentxu", de no pocas dificultades musicales. Díaz apuesta por una función intimista, y sensible en total consonancia con el material de Guridi, en la que la capacidad descriptiva, ente ese bucolismo tan marcado, aparece bien perfilada en mano de nuestro maestro, cuyo trabajo con los cantantes y conjunto es notable, así como el cuidado con el que los trató en todo momento adecuándose a cada voz de forma impecable. 



Nos encontramos en líneas generales ante una agradable velada lírica, con momentos para el recuerdo, y sobre todo con un descubrimiento impagable, al menos para mí en la obra de Guridi, exquisita en su concepción musical, y y delicada como una porcelana.





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