jueves, 2 de octubre de 2014

Los Justos, La Justicia Según Los Justicieros y La Evolución De Un Espectáculo

Hace un año mas o menos, tuve la suerte de asistir a un pase previo de Los Justos de Albert Camus, en Parla, salí profundamente impresionado, y a aquel soberbio montaje le dediqué una de las primeras crónicas en este blog. Cincuenta y dos críticas después, por fin y como vaticiné en aquel post, ha llegado a Madrid. Ayer se estrenaba esta soberbia producción en Las Naves Del Matadero, y con muchas ganas me acerqué para volver a disfrutar de una de las  mejores producciones teatrales que he disfrutado en los últimos tiempos. En este post haré una mezcla entre aquella primera crítica y lo que ayer presencié, que aunque ya sabía de que iba la cosa, me dejó absolutamente boquiabierto ante la estupenda evolución que Los Justos ha experimentado, y la enorme calidad de lo que ayer disfruté y que ya vislumbré en su momento. Cuando las cosas funcionan no hay discusión, y estos Justos, son un claro ejemplo de teatro bien hecho, bien pensado y que sin duda arroja mucha luz ante los oscuros tiempos que nuestro panorama teatral está sufriendo, por tantos problemas de sobra conocidos por todos. 
Con buen ánimo me presenté en el Matadero, mucho glamour, actores y directores ( con mucho revoloteo alrededor ) de relumbrón, dispuesto a disfrutar de una estupenda velada teatral, y emociones fuertes, como tan controvertido texto ofrece.

                       

Los Justos, es un texto que leí en mis primeros tiempos de estudiante de interpretación  (si, tengo un pasado, je, je, je, ¿acaso lo dudabais?),me impresionó mucho en su momento,pero el impacto con el paso del tiempo se fue diluyendo,la inteligentísima adaptación que vimos, no chirría en lo mas mínimo,si los protagonistas originales eran revolucionarios antizaristas,los de hoy son etarras,un paralelismo mas que acertado,en un momento muy propicio para plantear este asunto. El conflicto empieza en el momento en el que un terrorista iba a detonar una bomba en un coche, cuando pasa el vehículo ve que hay dos niños dentro y aborta la operación. La obra es dura,dura por muchos motivos,el primero,el shock que produce en el espectador ver que los terroristas tienen dilemas morales como todo hijo de vecino. El segundo, que aunque uno nunca estará de acuerdo con ellos,entiende sus motivaciones. Y el tercero, que los grandes conceptos de la humanidad como son la justicia y la paz, tienen múltiples lecturas, a cada cual mas perversa,pero que pueden ser perfectamente argumentada, con la mas sibilina de las manipulaciones del lenguaje. No nos engañemos. La obra no es pro-etarra ni mucho menos,pero si humaniza unos personajes que uno nunca se plantea como seres humanos, algo que engrandece el texto, no existen los malos absolutos ni los buenos buenísimos, cada uno tiene sus luces y sus sombras.



                      


Vayamos con elenco, soberbio sin concesiones.

Ramón Ibarra, da vida a un teniente de policía, que de torturar sabe mucho, no necesita la violencia, para amedrentar, y su calma de mucho miedo. Ibarra dota de mucha ironía, a un personaje que si bien es breve resulta imprescindible para el desarrollo de la trama. Ibarra ofrece gran solvencia, aplomo y mucha presencia a un personaje que en otro actor pasaría mucho mas desapercibido. Profesionalidad y peso escénico en una sobria interpretación que no da puntada sin hilo en cuanto a matices se refiere

Rafael Ortiz, como uno de los terroristas mas jóvenes y uno de los mas sensibles. Ortiz da muy bien el papel fisicamente, y aporta una continua sensación de estar al borde del precipicio, mostrando sin problemas los conflictos por los que atraviesa y la necesidad de darse un respiro ante la barbarie en la que el solito se ha metido, si bien es cierto que está un poco bajo de tono, cumple sin problemas, y su escena como presidiario, es una de las mejores de la función, donde casi como una onírica aparición hace de voz de lo que esta pensando Alex Gadea, dentro de su celda.

Pablo Rivero Madriñán, sirvió un entero jefe del comando, con algunos problemas para mantener su autoridad, y una arrolladora personalidad, de auténtico líder, comprensivo con los suyos y con la psicología de cada uno. Rivero Madriñán, aporta gran aplomo, una estupenda voz y una sobria e interiorizada composición que, como es la tónica de la función, rezuma verdad por todos los poros de su piel. Un diez para Rivero Madriñán que da mucho empaque a un personaje de grandes dificultades y que el aborda sin problemas.

Lola Baldrich, incomensurable como Maite, la única mujer del comando terrorista. Baldrich afronta este personaje desde varios ángulos, y en todos acierta, sabe ser dura cuando lo requiere y tremendamente humana cuando su personaje deja entrever que tiene su corazoncito. Dota de gran inteligencia a esta mujer crítica con aquellos que sigue, y muy valiente en sus planteamientos.
También hace de viuda de la víctima de estos terroristas, vestida de blanco inmaculado, y que perdona al asesino de su marido, siendo para el terrorista lo peor que le podían hacer. Ese momento me impactó muchísimo. Que el hecho de que alguien te perdone, sea tan terrible y haga que todo lo que te rodea se derrumbe, es algo que nunca me había planteado, pero ciertamente cuando uno quiere sembrar odio, si no lo consigue, lo que ha hecho no sirve para nada. La tremebunda escena Baldrich-Gadea hizo que se me saltaran las lágrimas. Volviendo otra vez a la verdad en estado puro, que esta función desprende desde el minuto uno.

Alex Gadea, da vida a un idealista joven, poeta de gran sensibilidad y el nexo de unión para que el drama se desarrolle. Gadea ofrece momentos de gran altura en lo dramático y su personaje tiene un gran recorrido que Gadea exprime al máximo. Todo el cuadro de la carcel es absolutamente sobrecogedor, y su primera escena con José Luis Patiño, un auténtico ring escénico, donde se lanza bofetadas dialécticas de la forma mas despiadada, en un ejercicio de intensidad estratosférico. Gadea ha sido uno de los que mas ha crecido en el proceso desde aquel pase previo que presencié el año pasado. Trabajo de altura, muy pensado, interiorizado y perfectamente llevado a cabo.


Para finalizar José Luís Patiño, como el mas veterano, de los terroristas, una leyenda entre los suyos que ha sido torturado y que es el mas beligerante de todos los que en este comando se encuentra. Decir que Patiño es un gran actor es casi una redundancia, su trayectoria es lo suficientemente reconocida. Pero he de plantear, que su composición me dejó literalmente pasmado, impresionante es poco. Patiño dota de gran dureza a un tremendo personaje, capaz de decir las mayores salvajadas, pero sin dejar a un lado la humanidad que hasta el mas salvaje entre los salvajes en algún momento tiene. Su soliloquio en corbata, desnudo de cualquier artificio, primero en vasco y luego en español, pone los pelos de punta, emociona al mas pintado, y es uno de los mejores momentos que he vivido en los últimos tiempos sobre un escenario. Sobrio, contenido, y muy temible, Patiño crea un personaje tan de verdad que apabulla. Gran estudio del texto, con una claridad meridiana en sus exposiciones, y una clarísima línea que hacen que su interpretación sea realmente de campanillas.





                        

El montaje escénico es fascinante.Todos los personajes se pasan  la función atados a la tierra con unas enormes sogas, en el pecado llevan la penitencia amiguitos, aquello que tanto aman, aquello por lo que matan y mueren es su carcelero mas implacable, sin duda un gran acierto el concepto, tanto del espectáculo como de la escenografía. Las relaciones y los personajes están perfectamente definidos. El espectáculo se sirvió de unas maravillosas luces y un aprovechamiento deslumbrante de una sala tan especial como es el Matadero, que dota de grandes atmósferas las diferentes escenas, siendo especialmente impactante el bloque que se desarrolla en la carcel, conseguidísimo en toda su grandiosidad, siendo en algunos momentos un espectáculo de una exquisitez operística.

Javier Hernández-Simón, dirige con puño de hierro a un reparto en estado de gracia, sabe lo que quiere y como lo quiere, y el resultado es redondo, perfectamente hilvanado, con una línea estética e interpretativa clarísima y que funciona sin el mas mínimo problema. Desde el minuto uno el espectador se ve completamente absorbido por la trama de la que está siendo testigo. Hernández-Simón ha pulido, enriquecido y dado el remate a un espectáculo que ya apuntaba maneras en su primer pase con público. Un diez sin duda para un director que dará mucho que hablar. No me cabe la menor duda.




En resumen una propuesta no solo altamente recomendable, sino imprescindible, donde se nos plantean unas dudas mas grandes que la propia existencia del ser humano, y que todo amante de las artes escénicas no puede dejar pasar. Estoy absolutamente convencido de que no va a dejar a nadie indiferente. Teatro valiente, honesto y realizado con un amor inconmensurable a la profesión.

* Fotos cedidas por 611teatro

2 comentarios:

  1. Pablo se apellida Rivero y no Rivera. Rivero Madriñán.

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  2. Hola Nacho. Muchas gracias por la aclaración, la arreglaré a la mayor brevedad posible, y muchas gracias por leerme!! un saludo!

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