jueves, 15 de mayo de 2014

La Bohème, O La Sensibilidad Hecha Música

Tengo un lema, Puccini es Dios y Turandot La Biblia, con esta declaración de principios creo que queda claro que  mis gustos musicales son netamente Puccinianos je je je. La Bohème es para mi la ópera mas sensible de Don Giacomo. Turandot es la grandiosidad, Tosca la heroicidad y La Bohème la sensibilidad. Dependiendo de mi estado de ánimo me apetece escuchar una u otra, pero las tres me fascinan casi a igual nivel. Ópera De Madrid continúa su temporada lírica en el Reina Victoria, esta vez con el reto que supone llevar a buen puerto tan difícil ópera, tanto por su grandiosa orquestación, su denso reparto y las complicaciones técnicas que acarrea en un teatro de las características en el que esta estupenda compañía lleva currándoselo a base de bien desde hace casi tres meses. Me apetecía muchísimo esta Bohème, ya que mis dos anteriores experiencias con esta compañía resultaron muy sorprendentes y sobre todo muy satisfactorias, así que no dudé ni un minuto a la hora de sacarme la entrada para disfrutar de una de mis óperas favoritas, la que mas me conmueve y la que mas me hace llorar, sobre todo en su Tercer y Cuarto acto que me ponen malísimo de puro gusto, ante la grandiosidad de su música y la tragedia que acontece ante los ojos del espectador. La Bohème me atraviesa el alma y me parte el corazón, pero que gusto que a uno se le parta el corazón por belleza y no por dolor. Con gana de llorera como mandan los cánones me acerqué al Reina Victoria, y vaya si lloré, lagrimones como garbanzos se me caían ante la muerte de Mimí, algo que siempre me ocurre y como la esté viendo en casa, los lagrimones se convierten en llantina pura y dura con pañuelo y moqueo, je je je.


Voy con el elenco, espectacular como suele ser habitual en esta compañía, muy homogéneo y muy bien elegido.
Joseba Carril da vida a Benoît y Alcindoro respectivamente, en el mas puro estilo de basso buffo, correctísimo en lo vocal, con una interesante voz, de gran volumen y muy correcto en lo actoral. John Health da vida a Schaunard el músico de este cuarteto de bohemios que viven en París. Health canta con mucho gusto, gran volumen y muy bello timbre, segurísimo en lo vocal, atacó todas sus partes sin problemas y dota a su personaje de mucha distinción. Carlos Guttemberg da vida a Colline el filósofo, estuvo especialmente inspirado en su pequeña Arietta del Cuarto Acto, se lució, cantó con gran sensibilidad y el público así se lo agradeció, fue un momento de gran lirismo, cuando la tragedia ya es inminente, la voz es bonita, grande y redonda. Judith Pezoa da vida a Musetta uno de los bombones de la obra, la voz es enorme, de brillantes agudos, aunque cantó con menos matices que el resto de sus compañeros, cumple sobradamente, y su famoso Vals hizo las delicias del respetable. Mayúsculo el Marcello de Javier Franco, su voz es soberbia, conoce el personaje a la perfección, ofreció una interpretación muy cuidada, dando en cada momento lo que la partitura requiere, y ofreciendo momentos espectaculares en su Dúo con Mimí en el Tercer Acto, en lo actoral está estupendo dotando de mucho carácter a este pintor locamente enamorado de Musetta. Manuel De Diego cantó un Rodolfo de altura, demostró gran sensibilidad cantando, posee un soberbio fraseo y la voz es bellísima, lo encontré muy adecuado para el papel, la voz es redonda, tiene unos agudos muy brillantes y una técnica muy buena, canta con mucho gusto y aparente facilidad, nada es forzado, la voz sale natural y suena preciosa. En lo actoral está absolutamente delicioso, su Rodolfo es muy sensible, posee la audacia de la juventud y se bebe la vida a chorros, crea un personaje muy vital, muy creíble y que enamora al espectador, sin duda sabe lo que se hace y está lejos de cualquier afectación "tenoril" todo es natural, como su canto, se mueve en escena como pez en el agua. Reconozco que su trabajo me encandiló, por lo completo del mismo. Y ahora vayamos con la estrella absoluta de la función, Hévila Cardeña como Mimí. Absolutamente deslumbrante, casi no tengo palabras para definir lo que sentí escuchándola cantar, su primera intervención absolutamente impresionante y tanto el Tercero como el Cuarto Acto, fueron de órdago. La voz es preciosa, totalmente hecha, de bellos armónicos, impresionantes matices y sobre todo lo que en esta ópera es lo mas importante, la gran fragilidad que transmite. Su voz inunda el teatro desde que sale a escena, y cuando se la escucha, se tienen ecos de las grandes de verdad. Sin duda una diva en el buen sentido de la palabra, en un papel que parece escrito para ella, ya en Il Barbiere me fascinó con su Berta, y me quedé con ganas de mas, aquí se cumplió mi deseo  ¿Para cuando una Traviata? si se decide a cantarla que cuenten conmigo desde ya!! . Actoralmente está maravillosa, gran presencia escénica y mucha intensidad en su interpretación, sin ningún tipo de aspaviento, transmite una infinita ternura y gran tristeza, tal y como Puccini concibió a tan maravilloso personaje. Un diez para Cardeña, y una voz a tener muy en cuenta, dará mucho que hablar, tiempo al tiempo.


El coro magnífico, reducido, pero con una estupenda sonoridad, las da todas, y esta ópera es especialmente difícil para el coro plagada de "bocadillos" que como no se esté muy al quite se pasan sin que ni tan siquiera se de uno cuenta. Tienen un sonido muy compacto y escucharlos es una delicia, ninguna cuerda flojea y los pequeños partiquinos de Parpignol cantado por Ricardo Perez y el Aduanero de Alfonso Esteve son perfectos.
La orquesta estupenda, dirigida con mano de hierro por parte del Maestro José Fabra. Bohème es una ópera de muy difícil orquestación, cumplen sobradamente aunque quizás dadas las características del Teatro Reina Victoria, un poquito menos de volumen en el viento-metal se hubiese agradecido, ya que en algún momento y sin molestar en exceso tapa a los cantantes, la ausencia de foso es un hándicap que en esta ópera se acusa un poquito mas que en las otras dos que han representado. En lineas generales Fabra hizo una lectura muy dramática de la partitura, de ampuloso sonido y muy efectista, dotando de gran intimidad cuando la obra lo requiere y espectacularidad a los números mas brillantes.


La propuesta escénica preciosa, sencilla pero efectiva, muy bien iluminada y muy bien presentada, se aprovecha el poco espacio que se tiene de forma muy inteligente, y encuentro un acierto el mantener el coro estático en el practicable durante el Segundo Acto, mejor eso que no una serie de movimientos que ensuciarían y quitarían plasticidad a las imágenes que se viven en escena. Juan Manuel Cifuentes ha realizado un estupendo trabajo en la dirección de actores, el vínculo de amistad entre los cuatro bohemios está plasmado con gran eficacia y la interactuación entre los personajes es perfecta. Mimí y Rodolfo son dos apasionados y tiernos enamorados , tal y como se vive un primer amor, sus escenas juntos son una delicia, que ayudan a potenciar el trágico final que les sobreviene. Estupendo trabajo de Cifuentes por su sensible propuesta plagada de pequeños detalles que enriquecen muchísimo la acción dramática.


En resumen, una emotiva producción de impecable factura y que no defrauda en absoluto, da exactamente lo que la obra requiere, y convierte en magia la gloriosa música del auténtico protagonista de la función, Don Giacomo Antonio Domenico Michele Secondo Puccini, uno de los mas grandes músicos de la historia, y uno de los que mas adeptos a la ópera posee. Esta producción es ideal para introducirse en el mundo de la ópera, se ve de forma muy agradable, se pasa en un suspiro y transmite toda la grandeza de la música que Puccini compuso. Propuesta mas que digna, de elevado nivel musical y muy asequible. Ópera De Madrid ofrece ilusión, juventud, frescura y muchas ganas de hacer las cosas bien y al alcance de todos. Larga vida a Opera De Madrid!!!


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1 comentario:

  1. Yo estuve ayer. Sobresaliente Enrique Sánchez Ramos como Marcello, lo mejor de la tarde. También muy destacable el Rodolfo de Manuel de Diego. Mimì (Mónica Luezas) y Musetta (Raquel Albarrán) tienen lindas voces, pero no proyectaron lo suficiente como para compensar las deficiencias del recinto.

    El equilibrio orquestal siempre es difícil, pero más aún con una plantilla notablemente reducida respecto a la demandada por la partitura, no sé si por necesidades económicas o por compensar la ausencia de foso, que es quizá la primera limitación del proyecto que habría que resolver cuando sea financieramente viable. Desde el patio de butacas había momentos en que los solistas, especialmente las sopranos, no se hacían oír por encima de la orquesta. La ausencia del arpista, por la que la organización pidió disculpas, fue un pequeño punto negro que convendría evitar en futuras representaciones.

    La iniciativa de Ópera de Madrid me parece encomiable y digna de apoyo, espero que encuentren respaldo institucional o corporativo y, sobre todo, del público, para mejorar su oferta en el futuro. Mientras tanto, animo a todos a acercarse a escuchar a estos jóvenes músicos dar vida con ilusión y entusiasmo a las páginas de los grandes maestros.

    Secundo el brindis de Jonathan. ¡Larga vida!

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