Ir a la ópera en París se ha convertido para mi en un pequeña tradición, ya que cada vez que voy a la capital gala se me da la oportunidad de hacerlo. Aprovechando un fin de semana largo, me acerqué a la Ciudad De La Luz, y me pasé por Opera Bastille, ya que mi estancia en tan bella ciudad, coincidía con el estreno de una de mis obras favoritas de Puccini La Fanciulla Del West. En París he visto La Forza, Cavalleria con Payasos y una producción maravillosa de La Cenicienta de Prokofiev con coreografía de Nureyev, que ha pasado a mi historia personal como espectador. Opera Bastille, se encuentra a un nivel parecido al de el Teatro Real en cuanto a producciones y nivel de los cantantes se refiere, así que uno nunca sabe lo que se va a encontrar. Como es relativamente fácil conseguir entradas baratas antes de la función, allí me presenté como un clavo una hora antes de empezar el espectáculo, y por mor de la reventa, me ofrecieron una estupenda butaca de patio a mitad de precio, no me lo pensé dos veces, se la compré al franchute, y sin apenas darme cuenta estaba yo tan campante sentadito en este inmenso teatro que tan buenos recuerdos me trae. Andaba escamado por la producción, ya que las fotos de la misma no eran muy prometedoras, pero os aseguro que lo que me encontré estaba muy por encima de cualquier cosa que pudiera imaginar.
Para empezar, decir que Minnie la protagonista de tan curiosa obra, en vez de un Saloon del Salvaje Oeste, regenta una especie de casino, vive en una autocaravana rosa chicle, y parece ser muy devota de la Virgen De Fátima al tenor de la luminosa imagen de tan famosa y milagrera estatua virginal, que luce en su casa. Os podéis imaginar que el público andaba entre flipando y riéndose a mandíbula batiente de semejante despropósito, que yo a decir verdad, encontré mas bien inofensivo, quizás influenciado por mi mas habitual referente operístico, que es el Teatro Real. Como en el coliseo madrileño ya hemos visto de todo, pues uno ya está curado de espantos, y es difícil que se me escandalice con una propuesta escénica mas o menos provocativa.
Empezaré por lo musical y luego iré con lo escénico, que hay mucha tela que cortar.
Musicalmente esta Fanciulla estuvo correctita sin aspavientos, tirando a sosa, y en el Primer Acto (que en mi humilde opinión es el mas flojo de la obra) francamente aburrida. La terna de cantantes principal la formaban, Claudio Sgura como Jack Rance, Marco Bertti como Dick Johnson y Nina Stemme como Minnie.
Sgura estuvo bastante correcto como Rance, con la voz un tanto atrás, bonito timbre e irregular en el volumen, perdiendo la línea de canto de vez en cuando, aunque sin llegar a molestar en exceso.Bastante anodina presencia escénica a pesar de la imponente ropa de moderno vaquero que le pusieron y su altura digna de un jugador de baloncesto. Pasó bastante desapercibido, teniendo en cuenta que su mayor lucimiento es durante el Primer Acto, y que la desafortunada dirección musical de Carlo Rizzi, lo convirtió en un anestésico potentísimo, solo puedo decir, que no fue un desastre, pero lo encontré bastante prescindible.
Marco Bertti, estupendo, cantó un Johnson, poderoso, de grandes agudos, centro muy sonoro y bellísimo fraseo, su pequeña aria del Tercer Acto fue uno de los momentos mas bonitos de la función, dotándola de gran sensibilidad y mucho gusto cantando. Sin duda fue la estrella de la noche y un cantante notable dentro del panorama actual, tan escaso de voces grandes.
Nina Stemme, muy muy floja como Minnie, el papel muerde, nadie lo duda, pero es que ni por arriba ni por abajo, centro inaudible y agudos escasos, comedidos y gritados. En el programa de mano la venden como una sopranaza del copón, pero ante títulos de esta envergadura, se queda corta de recursos, y está a años luz de lo que vocalmente exige esta heroína del Far West. Quizás no esté pasando su mejor momento vocal, al tenor del repertorio que habitualmente abarca debería estar mas que suficientemente dotada para este papel. A mi me dejó bastante frío, pero claro, mi referente en esta ópera es Renata Tebaldi y por tanto las comparaciones son odiosas, mitos aparte puedo decir que no estaba a la altura de las circunstancias de ninguna manera. A pesar de ello el respetable la braveó mucho, así que a lo mejor el equivocado soy yo, cosa por otra parte bastante probable.
Comprimarios correctos, sin mas, nada destacable ni para bien ni para mal
Comprimarios correctos, sin mas, nada destacable ni para bien ni para mal
El coro regulero sobre todo en el Primer Acto, con serios desajustes y poca sonoridad, esta ópera es bastante difícil para el coro, y es necesario que se esté muy seguro en las entradas, algo que aquí no ocurría, el Tercer Acto menos comprometido, pero mas lucido, estuvo bastante mejor, con momentos realmente superlativos.
La orquesta practicamente no existía, Carlo Rizzi no se hizo con ella en ningún momento, el sonido era carente de emoción y no había prácticamente ningún matiz que apoyase la acción dramática, de ahí el sopor general y el tremendo abucheo que se llevó el bueno de Rizzi en los saludos.
Vayamos con la parte escénica, sin duda un despropósito, pero eso si, muy divertido. Cambiar de época una ópera es algo a lo que ya estamos habituados y que bien realizado no debe molestar. En esta producción chirría, al tratarse de una época histórica tan marcada como es la de los colonizadores americanos, con sus mineros y buscadores de oro, que esto transcurra en los Años 50, queda raro. Nikolaus Lehnhoff parece no tomarse en serio esta peculiar ópera, y eso lastra el espectáculo, dotando la propuesta escénica de cierta mofa que cercena el dramatismo del libreto, que necesita ser muy bien ejecutado para que funcione, La Fanciulla es una de vaqueros, de acuerdo, pero tiene un segundo acto muy potente en cuanto a acción dramática se refiere y con ciertos ecos de Tosca, que si el director de escena no se toma en serio, produce la hilaridad del espectador, como en esta producción ocurre, y ya la cosa pasa a mayores, cuando el final de la ópera parece mas una producción del Folies Bergere parisino con su escalera de vedette luminosa, e inmenso león de la Metro de fondo. Una cosa es modernizar el género y otra banalizarlo hasta límites casi chabacanos, y que demuestran muy poco respeto ante esta maravillosa ópera. La Fanciulla, es una obra extraña, que se desmarca de cualquier otra ópera por su peculiar argumento, pero eso no quiere decir que no se deba tomar en serio. A pesar de lo que cuento, reconozco que me divirtió la gamberrada de Lehnhoff, y me reí, pero ojo, siendo muy consciente de que aquello no era La Fanciulla, sino otra cosa, que no estoy muy seguro yo, del favor que le hace al mundo de la ópera, y ahí empieza el espinoso asunto de donde está el límite entre la renovación y el desvirtuar la esencia de las obras.
Hubo un sonoro y divertido pataleo por parte de la mitad del respetable, obligando a echar telón y que solo saliesen a saludar los cantantes, largamente ovacionados. Yo asistí a todo esto con gran regocijo y recordando otros pateos vividos por mi, mucho menos lúdicos y bastante mas tensos.
En resumen una propuesta prescindible, que si tenéis la oportunidad de ver, os diré que la veáis por lo difícil que resulta disfrutar de este título en directo, pero que no da ni la mitad de lo que esta ópera ofrece ¿Esta Fanciulla es ópera? en mi humilde opinión, no, es un show digno de otro recinto, pero no de un teatro de ópera como es Bastille, cuyo cometido es fomentar otras cosas.
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