sábado, 15 de octubre de 2022

Pan Y Toros, Entre Barbieri y Goya Anda La Cosa.


Por fin dio inicio la temporada de la Zarzuela, en cuanto a obras representadas se refiere, ya que La Celestina en versión concierto fue la obra que dio el pistoletazo de salida. El primer título que se presenta, la verdad que es un plato fuerte por dos motivos especialmente, el primero que Pan y Toros no se representaba en Jovellanos 4 desde hace 21 años, con dirección de escena de Joan Lluis Bozzo, y ya iba siendo hora de retomar uno de los puntales de Barbieri, así como por el morbo que suscita que Juan Echanove se atreva por primera vez a hincarle el diente a la lírica en las labores de dirección. La producción del 2001 que vi en su momento, me pareció que brillaba más en lo musical que en lo escénico, quedándome la espinita por no poder apreciar la obra en su total magnitud, ya que salí del teatro con la sensación de que era un plomazo de mucho cuidado, y que además no se entendía absolutamente nada de lo que ocurría en escena, ya que el enredo político no quedaba en absoluto claro, y no llegué a engancharme a un título que siempre me ha gustado mucho en lo musical. 

He de decir, que por fin he conseguido entender la obra, y sin lugar a dudas entenderla mucho mejor que en aquel momento, entiendo que además de mi madurez como espectador la labor de Echanove ha tenido mucho que ver en ello.

Ayer, me acerqué a disfrutar del primer reparto, y con ánimo curioso, ya que no tenía muy claro lo que se nos iba a contar, y la información que me llegó era de todo tipo. Para estas cosas lo mejor es juzgar uno mismo, y así hablar con fundamento de lo visto, y la verdad es que la velada fue muy gratificante, reconciliándome con el libreto de la zarzuela.



Pan y Toros de Francisco Asenjo Barbieri, con libro de José Picón, se estrenó en el Teatro de La Zarzuela el 22 de diciembre de 1864, denominándose como "Zarzuela en 3 Actos", siendo el éxito clamoroso. 

La obra es todo un tratado sobre Barbieri, y especialmente sobre la influencia que tuvo el compositor madrileño en el género, ya que podemos decir que gran parte de lo que vino después ya se vislumbra en Pan y Toros, de manera muy clara, y sorprendentemente moderna. Resulta curioso que cuando uno escucha atentamente la obra, más allá de las obvias referencias italianizantes, tan presentes en Barbieri, hay otra obra del Maestro que a mi entender se encuentra muy patente, especialmente en el foso, Los diamantes de la Corona, cuyo estreno acontecido diez años antes, parece que dejó marcada impronta en su autor, y que quizás intentando emular el éxito de dicha obra, se "recreó" ligeramente en algunos pasajes de su anterior partitura. El espíritu de el Coro de Monederos, y el aria de salida del tenor me pareció que andaban pululando por la cabeza de Barbieri cuando compuso, según dicen en un mes, Pan y toros. La entidad de la composición de Barbieri es indudable, y en Pan y Toros, la música refinadísima, y de gran belleza, pasa netamente por lo español, siendo quizás lo más reconocible de la obra a este nivel la Marcha de la Manolería y las Seguidillas, las páginas más famosas de la zarzuela. No se debe dejar atrás un refinado lirismo en dúos y romanzas, así como algunos pasajes puramente orquestales de insuperable factura. En líneas generales nos encontramos ante una partitura homogénea, de gran lucimiento en los solistas, unos coros realmente notables, y concertantes "marca Barbieri", absolutamente deliciosos. Pan y Toros es Barbieri en estado puro, con su marcadísimo equilibro entre lo popular y lo culto, sin hacer nunca concesiones a lo populachero. ¿Música con raíces folclóricas en algunos casos?, sin duda, pero siempre de una calidad enorme, y armada de manera magistral. Pan y Toros además de muy querida por el público, es una obra importantísima dentro de nuestro patrimonio lírico, y sin duda canónica en cuanto a lo que entendemos como zarzuela grande.



 

El libreto de José Picón, muerde, ya que un momento histórico como es cuando Godoy campaba a sus anchas por nuestro país con el beneplácito de la familia real, sirve de telón de fondo de una trama netamente política, y muy coyuntural, que nos puede resultar complicada de asimilar en el año 2022. La razón por la que la obra tuvo tantísimo éxito, más allá de su espléndida partitura, se encuentra en el reflejo clarísimo del sentir de las clases populares, en los tiempos de su estreno, ya que el trasfondo histórico no es más que un pretexto, para realizar una crítica política bastante cruda, que ambientada casi 70 años antes de su estreno, parecía más inofensiva. Liberales contra una clase corrupta hasta la médula, manipuladora de las masas, y empeñada en mantener su hegemonía a toda costa es la base de lo que se nos cuenta, algo que bien podría extrapolarse al reinado de Isabel II a nada que se mirase la obra un poco de refilón. 

La obra fue practicamente un acontecimiento sociológico, y hay que decir, que fue prohibida por Isabel II, que supongo yo que algo se debió de oler sobre por donde iban los tiros. 

Además de la trama política, como no podía ser de otra manera, hay subtrama amorosa, y por supuesto sus momentos cómicos, que no son pocos, ya que en la obra hay grandes dosis de retranca, y mucha crítica social, la primera escena a este nivel me parece absolutamente magistral, y sorprendentemente osada, dado el momento político que se vivía en España en el momento de su estreno. Cierto que los personajes están muy estereotipados, que el argumento es un tanto confuso, algo solventado muy bien en esta producción, y que en el último acto la acción cae notablemente, pero hay que reconocer que ciertos "vicios" de nuestras clases poderosas, siguen vigentes y retratados con toda su crudeza, y que uno sale con la sensación de que en algunas cosas seguimos igual que en los tiempos de Carlos IV. Me imagino que los espectadores del estreno vieron un pintura milimétrica de lo que estaban viviendo. Pan y circo, en este caso y toros, para que los que cortaban el bacalao se siguieran llevando la mejor tajada. De ahí el impacto que causó la obra, y lo poco que gustó a nivel gubernamental. 



El elenco numerosísimo, consta de 18 solistas de diferente extensión, y exigencia, amén de un gran coro, múltiples partiquinos y rondalla. He ahí uno de los motivos por los que la obra no se representa tanto como debiera, dificultades de libro aparte. 

Entre las pequeñas partes destaca Carlos Daza como Pepe-Hillo, cuto Relato fue absolutamente espectacular, fraseo estupendo, buen volumen, y mucha elegancia cantando. También estimable la intervención Alberto Frías, bien timbrado, afinadísimo, y con la habitual energía en lo actoral. Milagros Martín como La Tirana, en un papel de esos de rompe y rasga que tan bien se le dan, templadísima en lo actoral, con su insuperable desplante escénico. María Rodríguez en un papel casi testimonial, muy correcta en su escena, también luciendo poderío y buen desplante. Muy destacable Gerardo Bullón como Goya, con atronador volumen, canto noble, en un papel desagradecido en lo musical, del que saca el máximo provecho. 

Pedro Mari Sánchez, actor, como Corregidor Quiñones realmente notable en los parlamentos hablados, verso dicho con gran sentido e indudable entidad actoral. Su primera escena, tan definitoria sobre el personaje y la esencia de la obra se encuentra resuelta de manera impecable. Sánchez lleva a cabo un malvado de manual, sin caer en el exceso, indudable naturalidad, y gran regusto teatral. Cantando la cosa cambia, ya que claramente se ve que no es cantante, desluciendo su trabajo en algunos momentos, especialmente concertantes, en los que un instrumento más sólido y mejor afinado hubiese sido el ideal. 

Enrique Viana, tenor, como Abate Ciruela insuficiente en la parte vocal, ya que la voz acusa un desgaste notable, escaso volumen y excesivo uso del portamento. Cierto es que el papel no le va, ni en lo vocal ni en lo actoral, pareciendo encontrarse un tanto encorsetado ante la partitura y el texto. Viana, artista singular en su manera de hacer, brilla mucho más cuando se le da vía libre que cuando se ve limitado a una partitura y un verso tan rígido como el de la función. 

Borja Quiza, barítono, como Capitán Peñaranda sentadísimo en lo musical, seguro, con bella voz y buena proyección. Dio lo mejor de si en el dúo con Pepita, uno de los pasajes más difíciles de la zarzuela, ensamblándose a la perfección su voz con la de Yolanda Auyanet, muy expresivo en sus intervenciones y gran musicalidad. En lo actoral seguro y cumplidor, resulta realmente convincente como galán de la función. Buen manejo del verso, especialmente en su monólogo principal, enfático y nada afectado. El trabajo de Quiza, como es habitual en él, se caracteriza por el control de diversas disciplinas y el estar alejado del acartonamiento que a veces nos encontramos en los cantantes líricos, algo que se refleja tanto en la parte actoral como en la musical. 

Carol García, Mezzosoprano, como La Princesa de Luzán ofreció una función muy bien servida en lo musical, destacable el uso de las agilidades en el dúo con Pepita, voz fresca y nada pesante, atractivo timbre y gran sensibilidad cantando, que dotó de gran lirismo a su intervención durante el concertante del tercer acto, cargada de sentimiento y buen gusto cantando. Envarada en lo actoral, no acaba de redondear el carácter de su personaje, que nos resulta poco creíble en algunas intervenciones habladas, aunque hay que reconocer el esfuerzo con el verso, y la entrega de la artista.

Yolanda Auyanet, soprano, como Pepita, correcta especialmente en las partes más líricas de la función, así como en aquellas en las que el carácter de esta pérfida dama sale a relucir. Buen fraseo y uso del filado, buena coloratura, y sobreagudo un tanto abierto agriándose el sonido en las notas más extremas, que no acaban de estar resueltas de manera satisfactoria. En líneas generales Yolanda Auyanet me parece una cantante de gran nivel, carnosidad en el timbre, y cuya voz sobresale gratamente en los concertantes. Instrumento grande, brillante en no pocos momentos, y de atractivo timbre. Auyanet es sin duda uno de los mejores exponentes vocales de nuestro país, creo que en eso no hay discusión. En lo actoral correcta, y con momentos realmente inspirados, consiguiendo que dentro de su maldad, nos caiga simpático un personaje bien perfilado y matizado.



 

Hay que destacar enormemente la labor del coro titular, que además cumple a la perfección con los múltiples partiquinos que hay en la obra. Brillantes y chispeantes en las Seguidillas y Marcha de La Manolería, lograron momentos de altos vuelos en lo musical en los concertantes, sirviendo una velada de enorme calidad musical, y además enormemente disfrutones en lo escénico, y eso que en la función no los dejan moverse mucho, como parece ser habitual ultimamente en el Teatro de La Zarzuela. 

Mención especial para la Rondalla Lírica Manuel Gil, en sus estándares de calidad habituales. Y es de justicia hacer otra mención al espléndido trabajo del ballet-figuración, notabilísimos en sus intervenciones, de gran expresividad, y capacidad catártica.



 

Guillermo García Calvo al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, errático e irregular, y entonándose a medida que fue avanzando la función. La lectura de García Calvo me pareció plana en líneas generales, carente de chispa, y poco inspirada en cuanto a dramatismo. Me faltó el garbo de Barbieri en la mayor parte de la función, y sin gracejo en las partes más populares. Pocos matices me parecieron, para una obra de la que se podía haber sacado mucho más brillo desde el foso. 


Juan Echanove al frente del espectáculo, debuta a lo grande en el mundo de la lírica en una función muy bien pensada y muy trabajada. Echanove ha hecho los deberes, y ha dotado de gran sentido a la obra, inspirándose en las Pinturas Negras de Goya, que se adecúan a la perfección al tono y la época de la zarzuela. Hay que destacar el cuidadísimo tratamiento del verso, y parte actoral en general, algo que muchas veces se olvida en nuestra zarzuela primando la parte musical. Por otra parte es necesario comentar la importante labor clarificadora del texto, enrevesado de base, y de verso complicado. Pan y Toros tiene fama de difícil, y la tiene ganada a pulso, y Echanove sortea todas las dificultades sin problema partiendo de una base claramente historicista, muy bien documentada, y con poderosas imágenes que nos ayudan a entender lo que se nos quiso contar con la obra. Espectáculo prodigioso en lo visual, oscurantista y elegante, con cuidadas transiciones, y una indudable belleza estética, que si bien se puede considerar rompedor, mantiene de manera intrínseca los valores del género y de la obra. Por tanto podemos decir que nos encontramos ante una visión enriquecedoramente moderna de Pan y Toros, profundamente respetuosa, y de indudable calidad. Hay que decir que todo esto que planteo se ve perfectamente apoyado en la magnífica escenografía de Ana Garay, funcional y evocadora, que viste magnificamente a la obra de Barbieri, así como los figurines de la propia Garay, de gran belleza y de impactante resultado en algunos momentos, especialmente cuando se juega con el negro y el rojo. Buena coreografía de Ana Barrero, moderna e igual de evocadora que el aparato escénico, aunque su labor en los movimientos, falla ligeramente en el coro, demasiado estático a ratos, y no muy inspirados en los mutis. Luces espectaculares de Juan Gómez Cornejo, tremendamente atmosféricas que recrean muy bien la pintura de Goya, que se ve muy bien reflejada en las proyecciones de Álvaro de Luna, que siempre ayudan y nunca sobran.



 

Este Pan y Toros es un estupendo inicio de temporada, de cuidada factura tanto escénica como musical, altamente disfrutable y de más fácil digestión de lo que en principio podría parecer. Hay que destacar que la obra no ha sufrido la habitual poda de libro a la que nos tienen acostumbrados en Jovellanos 4, sin que se abrieran los cielos por ello, ni que nadie se durmiera en alguna butaca. Se agradece el detalle, y sería deseable que se continuara la costumbre, al menos con aquellas obras cuyos libretos se pueden sostener. Ojalá el resto de la temporada siga por estos derroteros.



 


lunes, 10 de octubre de 2022

Mamma Mía! Fresca Y Novedosa Propuesta De La Madre Del Jukebox.


Mamma Mía! ha vuelto, y la verdad es que uno ya pensaba que este musical ya estaba agotado en nuestra cartelera, se ha hecho mucho, y con diferentes estándares de calidad, no siempre siendo los deseados. Cuando me enteré de su retorno no me pareció un acierto, ya que creía que poco más se podía hacer con esta obra, y como suele ser habitual en mí... me equivoqué. 

La semana pasada tuvo lugar el pase de prensa de la nueva producción, que se está representando en el Rialto, y he de reconocer que salí con muy buenas impresiones como iré contando, y una cosa me quedó clara, apelando al refranero popular solo puedo decir aquello de "hasta el rabo todo es toro". Mamma Mía! goza de muy buena salud, y se puede reinventar, y no solo eso, se debe hacer, para que se enriquezca el material original, y se actualice el montaje canónico, que además de estar muy visto ya se ha quedado un poco antiguo, dados los avances escénicos que se han producido en los últimos años, y que el montaje original tiene ya la friolera de 23 años.




 

Mamma Mía!, se estrenó en Londres en 1999, con libreto de Catherine Johnson, y música del icónico grupo sueco, que reinó en los top ten musicales de los años 70 y principios de los 80 del siglo pasado. La fórmula del musical es la del jukebox, aquel que se sirve de canciones populares, habitualmente de una formación musical o cantante en particular, para funcionar como hilo conductor a una historia. Hablemos de Jukebox, subgénero dentro de los musicales con grandes detractores dentro del mismo, y que a veces peca de oportunista, y poco inspirado en lo literario, de ahí su mala fama. Mamma Mía! no fue el primero, pero si posiblemente el de más alcance a nivel mundial, y el que dio el pistoletazo de salida a la moda, que parece no tener fin ya que sigue campando a sus anchas por los escenarios de todo el mundo. Algo tendrá el agua cuando la bendicen, y ciertamente Mamma Mía! es un jukebox por encima de la media, quizás porque cuando se creó el género no era una mera explotación como casi puedo afirmar que es ahora, y por aquello de que el que da el primero da dos veces. 

Es interesante entender que gran parte del éxito de la función sin duda recae en las canciones de Abba, suficiente reclamo como para llenar un teatro, pero no durante 23 años. Me explico, el encanto de la función es indudable, y la magnífica película de Phyllida Lloyd estrenada en 2008 con Meryl Streep a la cabeza, no han hecho más que acrecentar la popularidad de la obra, algo que ha a ayudado a su permanencia en vigor a lo largo de todo este tiempo. A esto hay que añadir un libreto francamente delicioso, basado ligeramente en la película de 1968 Buona Sera Sra. Campbell protagonizada por Gina Lollobrigida, uno de los grandes éxitos de "La Lollo" al otro lado del charco, y recordada comedia clásica. 

La función, ambientada en Grecia, nos cuenta una historia bucólica y entretenida, en la que una muchacha el día antes de su boda, decide invitar a sus tres posibles padres para de esta manera saber quien es su progenitor y que sea el que la lleve al altar. No entraré en más detalles ya que el musical es lo sificientemente conocido por todos como para que cuando veáis la función, al menos os suene de algo lo que en ella se cuenta. La cuestión no es lo que se cuenta, si no como se cuenta, y ese es otro de los motivos por los que la obra triunfó y sigue triunfando. Un ambiente vitalista inunda toda la función, así como cierta "sensualidad" mediterránea, que en la nueva producción se encuentra gozosamente potenciada, así como unos personajes carismáticos y simpáticos en grado sumo, son el cóctel con el que se hizo el pastiche, y que tan grato nos resulta ver. A esto hay que añadir lo bien integradas que están las canciones en el libreto, recurso no exento de retranca en algunos números, y que en ningún momento parecen forzadas o gratuitas. El resultado es una comedia ligera, optimista, con su punto de ternura, que sin duda como entretenimiento funciona a las mil maravillas, siempre desde un punto de vista amable, y con indudable posibilidades escénicas. La cuestión está en hacerlo bien, dándole su justa enjundia en los textos, manteniendo el ritmo, y sobre todo con la energía suficiente que precisa la función para que salgamos con ese chute de buen rollo que debe ser el musical, y por supuesto con las canciones puestas, que a fin de cuentas de eso se trata.



 

Vayamos con el elenco. 

Intentaré abreviar que el elenco es muy numeroso... a ver si lo consigo. 

Todos los pequeños papeles se encuentran muy bien servidos en la función, tanto las dos amigas de Sophie, interpretadas por Jennifer Lima y Elena Díez como el Eddie de Pep Guillem y muy especialmente el Pepper de Fran Moreno que se encuentran en el código exacto que el espectáculo pide. Por extensión logicamente el que más brilla es Moreno, en un papel que se encuentra muy bien definido en la disciplina de danza, y al que aporta las dosis justas de descaro que precisa. Brillante en su número con Mariola Peña. Moreno es una apuesta segura que nunca falla, como ya ha demostrado en varias producciones, muy especialmente en la magnífica "A Chorus Line" reseñada en su momento. 

Los supuestos padres son interpretados por Jaime Zatarain, Carlos de Austria y Lluis Canet, representando a Sam, Harry y Bill respectivamente. Es muy notorio el gran trabajo actoral que se ha realizado con ellos tres, funcionan sus escenas de maravilla, quizás en este momento sean las que mejor ejecutadas estén dentro del espectáculo, gracias a su indudable talento y buenas aptitudes para el canto. Zatarain espléndido, gran presencia, impecable cantando, y con un aire de galán clásico muy conseguido. Carlos de Austria me pareció el mejor de los tres en las partes habladas, con una comicidad natural muy conseguida e hilando muy fino en los chistes. Cómico elegante, actor sólido, y que dota de gran personalidad a su papel, siendo su trabajo pulcro, medido y lleno de matices. Por último Canet, el más payasesco de los tres, en un personaje un tanto estereotipado, muy bien defendido por nuestro artista, cargado de humanidad y verdad. Bill es la personificación de la bonhomía, sabiéndolo nuestro actor, y apostando de manera clara por ello. 

Gina Gonfaus y Jan Buxaderas, como Sophie y Sky, son lo que en una producción de teatro clásico podríamos denominar como "dama y galán joven". Ambos papeles no tienen mucha chicha, pero estos dos jóvenes artistas consiguen no pasar desapercibidos, ya que la calidad de su trabajo es indudable. Gonfaus, reconozco que una completa desconocida para mí, ha sido sin duda la gran revelación del espectáculo. Me pareció literalmente magnífica. Con una voz bellísima, cristalina, y sorprendentemente madura para lo joven que es, saca literalmente oro puro de sus intervenciones musicales, cantando con muchísimo gusto, gran sensibilidad y lo más importante mucho sentido. Gonfaus transmite mucho cuando canta, llegando en algún momento a emocionarnos, su primera intervención ya deja claro por donde van los tiros siendo su trabajo a nivel musical impecable. A nivel actoral deliciosa, muy segura, y con mucha entidad, algo que en un papel de estas características se me antoja una hazaña, pero es que amiguitos, Gina Gonfaus tiene "algo" que uno no sabe muy bien describir, pero que se ve a kilómetros, no me cabe la menor duda. Jan Buxaderas que ya demostró su valía en Grease, se reafirma aquí con un personaje quizás menos comprometido, al que dota de gran personalidad. Adecuadísimo en el físico, acertadísimo en lo coreográfico, y bien servido en lo musical, el trabajo de Buxaderas no pasa en absoluto desapercibido, siendo un caso claro de lo que la nueva cantera de artistas de musical pueden ofrecer en nuestros escenarios, en los que el concepto de "artista total", ya es un hecho y no una excepcionalidad. Gina Gonfaus y Jan Buxaderas vienen pisando fuerte, no hay discusión. 

Mariola Peña e Inés León como Tanya y Rosie respectivamente. Ambas correctas, hay que decir que brilla más Peña, pero creo que es una cuestión de rodaje. Inés León todavía no ha encontrado el sitio en el espectáculo, y su comicidad, que debe ser explosiva, todavía se queda un poco corta. Rosie es de rompe y rasga, y ese poso es el que le falta al papel para que funcione el cien por cien de sus posibilidades. En lo musical absolutamente espectacular, en un personaje bastante grave en cuanto a tesitura, y que defiende de maravilla, incluso en sus momentos más comprometidos. Hay que reconocer que en su número principal si que se vislumbran las posibilidades del papel y que esa es la vía que debe tomar. Mariola Peña acertadísima, dota del glamour necesario al personaje, moviéndose con gran soltura en escena, atinadísima en las coreografías, y ácida en sus comentarios, así como un elevado nivel musical, con una voz que se adecúa a la perfección al personaje. Es necesario decir, que este Mamma Mía! posiblemente sea el mejor cantado en nuestro país, ya que el nivel musical de la función es francamente alto en todos los artistas, siendo el tratamiento de la obra a este nivel cuidado en grado sumo. 

Verónica Ronda como Donna. Hay que reconocer la valentía de Ronda abordando un papel que parece estar ligado de manera indisoluble a Nina. Nuestra actriz cumple con creces ante el desafío, haciendo el papel suyo en todas las disciplinas, brillando mucho tanto en la parte actoral como en la musical. Su instrumento sólido, perfecto tecnicamente hablando, de timbre muy personal, y manejado perfectamente, consigue deslumbrarnos en cada uno de los temas. Obviamente es en "Va todo al ganador" con letra cambiada, como casi todos los temas del espectáculo, donde más se luce. Ronda sabe plasmar perfectamente cada estado de ánimo en sus intervenciones musicales, cantando con gran inteligencia y sensibilidad o carácter cuando la partitura lo pide. Sin dudas su trabajo a nivel musical es de enorme calidad, y nos encontramos ante una gran cantante. En lo actoral no se queda a la zaga, aunque si es cierto que el papel funciona mejor a partir del segundo acto, dotándolo de indudable empaque y carga dramática en las partes más sensibles del musical. Muy matizada, con cierto aire de "mujer al borde de un ataque de nervios" muy acertado, y que enriquece mucho al personaje. Se puede considerar un gran acierto de cast, ya que el papel de indudable responsabilidad está espléndidamente servido.



 

El conjunto, muy completo y acertado, dónde más brilla es en las espectaculares coreografías de Iker Karrera, de las que luego hablaré. Todo el elenco se encuentra en un nivel muy alto, energéticos en grado sumo, y lo que es más importante, todos a una en los bailes, precisos y con gran capacidad para revolucionar al respetable en el patio de butacas. Vocalmente también cumplen sin problema en una función en la que los coros son abundantes y muy importantes en el desarrollo del espectáculo.

Joan Miquel Pérez, al frente de la orquesta, consigue una función muy dinámica, con una lectura particular y acertada de la partitura, que acompaña perfectamente lo que ocurre en escena, con gran sentido de la espectacularidad, medido en los tiempos, y de indudable regusto teatral.



 


El espectáculo lo firma Juan Carlos Fisher, y ante todo hay que destacar la estupenda dirección de actores que nos encontramos en él. Fisher parece conocer muy bien el material de base, lo que le permite matizar el texto a su antojo, consiguiendo superar todo lo hecho hasta ahora en nuestro país con la obra. Me sorprendió muy gratamente la solidez del espectáculo, con unas escenas muy bien ensambladas entre los actores, de gran ritmo, ágil y muy tierna en su acabado. Todos los personajes se ven enriquecidos, aunque todavía hace falta un poco de rodaje en la comicidad durante el primer acto, pienso repetir, y me interesa mucho ver como van evolucionando los personajes, especialmente Tanya y Rosie. Esto que planteo no es obstáculo para que la versión que se nos ofrece, no pueda verse más que como una notable mejora con respecto a otras producciones, siendo el resultado muy fresco y con un tratamiento novedoso dentro de que nos encontramos ante un título muy conocido. En lo visual, una vez más como ha sido en los musicales que llevo vistos lo que va de temporada, nos encontramos ante una función de relumbrón, espléndidamente servida, con una espectacular escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, acorde con los tiempos que corren, que ofrece gran dinamismo al musical y de impactante acabado. Hay que hablar de coreografías, ya que es uno de los platos fuertes del espectáculo y posiblemente aquello que más me llamaba la atención. La propuesta a nivel coreográfico es completamente renovada y sin duda uno de los mayores aciertos del musical, Iker Karrera acierta de pleno en su visión del espectáculo, en un trabajo en el que la influencia de las danzas griegas es muy notoria, así como una visión arrebatadoramente moderna, que aúna espectacularidad y sensualidad nada soterrada, dotando de gran frescura y sugestiva plasticidad al espectáculo. 



Este Mamma Mía! me ha parecido una de las grandes sorpresas de la temporada, reconozco que no iba predispuesto a encontrarme un espectáculo que me contara algo nuevo, y que si bien es cierto a medida que se nos iba dando información sobre lo que se iba a ver en el Rialto mi interés fue aumentando, pensaba que la obra no daba más de si. La realidad es que se ha obrado el milagro, siendo la propuesta más que recomendable, y disfrutable a tope. Mamma Mía! ofrece creo que más de lo que el material de base tiene, ya que el empeño por mejorar y enriquecerlo es notable, y sin duda afortunado. 

jueves, 6 de octubre de 2022

Equus, Revisando El Mito Teatral Español Por Excelencia.

Cuando faltaba un mes para la muerte de Franco, la convulsa España de la época vivió un completo acontecimiento teatral y sociológico que marcó el fin de una época y el principio de La Transición. El estreno de Equus en nuestro país es uno de los fenómenos teatrales más recordados y comentados , incluso casi 50 años después de aquel estreno. Aquella mítica producción con José Luis López Vázquez y Juan Ribó a la cabeza fue un hito en nuestros escenarios por motivos quizás un tanto alejados de la obra en sí, pero que dejaba bien claro que el público español quería sentirse adulto y ver obras adultas sin complejos y sin ningún tipo de censura que tutelara moralmente a la nación. El desnudo integral de Juan Ribó y María José Goyanes causó estragos, y no solo eso, la función arrastró mucha polémica, amenazas de bomba, insultos a los actores y demás hechos bochornosos que solo aumentaron el éxito de la obra, y el aire mítico que el espectáculo mantiene en la España del 2021, que por suerte tanto ha cambiado en algunos aspectos como para que ya nadie se escandalice con obras como Equus. Tal fue el éxito de la función que durante unas cuantas temporadas hasta cinco elencos diferentes hacían Equus a lo largo y ancho del país, siempre con el mismo resultado, plateas llenar a rebosar, y una especie de catarsis colectiva en la que las opiniones favorables del respetable eran unánimes.



 

Después de aquel tremendo exitazo, pocos se han atrevido a volver a montar la función, obviamente las comparaciones son odiosas y nadie pareció atreverse meterse en el charco, hasta hace unas temporadas que se hizo una estupenda versión, que reseñé en su momento, y la que esta crítica ocupa, y que se acaba de estrenar en el Infanta Isabel.




Equus, escrita por Peter Shaffer, se estrenó en Londres en 1973 y su éxito fue instantáneo, estrenándose la obra en multitud de países, siempre aclamada por crítica y público. El secreto de Equus está en su astuta concepción del teatro, aunando perfectamente el interés del gran público con la calidad literaria, en una historia absorbente, dura y de tremenda fuerza escénica. Podemos  considerar la obra como un thriller, con un hecho traumático anunciado en la primera escena y que no se aclara hasta prácticamente el final. Alan, un adolescente problemático ingresa en una institución mental tras arrancarle los ojos a seis caballos con un punzón. Sus conversaciones con con el psiquiatra que lo trata nos sirven de catalizador para contarnos el motivo de tan atroz acción y desmenuzar la complicada situación familiar del joven así como el momento vital del psiquiatra, que se encuentra en plena crisis existencial. Basándose en un hecho real, Shaffer se sirvió del asunto para mostrarnos una crítica brutal de ciertos sectores de nuestra sociedad, lo viciado de algunos vínculos familiares y la repercusión que estos pueden tener en los hijos. El texto, de gran enjundia, plantea muchas dudas al espectador de manera bastante imparcial para que cada uno saque sus propias conclusiones. Función de una brillantez absoluta, enorme carga dramática, y de poderosos acabado, es un sólido ejemplo de carpintería teatral, con sus giros, sus imágenes de gran potencia, y una belleza en cuanto a lo literario se refiere realmente notable. La capacidad de impactar al espectador de Equus se mantiene intacta con el paso del tiempo siendo en mi humilde opinión una obra maestra del repertorio universal, que siempre viene bien revisar por sus indudables valores, la dificultad actoral que entraña, y por supuesto por el interés que suscita el afrontar textos de este calibre.




Vayamos con el elenco:

Jorge Mayor como Frank Strang, dota de indudable fuerza a un personaje duro y antipático como es el padre de Alan. Realmente convincente en sus intervenciones se nos antoja odioso por momentos, y nos llena de impotencia por su intransigencia e hipocresía. Perfecto de tono, alejado de cualquier afectación, muy adecuado a todos los niveles para el personaje, Mayor realiza un trabajo de altura y con grandes dosis de verdad.


Claudia Galán como Jill Mason, muy natural y también en un código muy de verdad. Su personaje es un tanto ingrato, y si no se realiza con la suficiente entidad destaca mucho y para mal. En el caso de Galán, su corrección actoral, y la claridad con la que presenta sus objetivos, marca a la perfección el carácter de Jill, y la figura antagónica a todo lo que representa Alan. Comedida, sin estridencias y siempre en su justo lugar en cada escena consigue no pasar desapercibida en ningún momento, en un trabajo bien pensado y el punto exacto que pide el papel.

 

Manuela Paso como Dora Strang, absolutamente magnífica, todo dicho con gran sentido, dejándonos vislumbrar a la perfección la complicada psicología de la madre de Alan, en un personaje francamente difícil, que se ve resuelto de manera espectacular. Su gran escena con Martin es una de las más brillantes de todo el espectáculo, cargada de tensión y tremenda implicación emocional. Paso nos deja cristalino todo lo que pasa por la cabeza de esa mujer, con un enorme cargo de conciencia que de manera un tanto hipócrita intenta culpar a su hijo de sus remordimientos. Concisa en el gesto, sobria y con un trabajo muy interiorizado, se me antoja una de las mejores intérpretes de este Equus, demostrando su solidez actoral en cada una de sus escenas.



 

Alex Villazán como Alan Strang espectacular, no hay discusión. El papel se las trae, y Villazán como ya demostró en El Curioso Incidente del perro a medianoche, se muestra como un actor enorme, intuitivo, de gran fuerza en el escenario, y que parece que se está especializando en papeles de indudables complicaciones psicológicas. Nuestro actor lleva al personaje al límite en varios momentos, límite emocional y físico, con gran arrojo y arriesgando cuando el texto así lo pide. Muy centrado en la corporalidad de Alan y en la escucha, acertadísimo con los textos y con una energía tremenda, nos deja clavados en la butaca en el cuarto final de la función, donde directamente se abre en canal, desnudo por dentro y por fuera, con enorme valentía en indudable carga emocional.

 

Roberto Álvarez como Martin Dysart. Álvarez me pareció el más flojo del reparto con un personaje que debe ser enfocado más hacia dentro que hacia afuera, haciendo nuestro actor precisamente lo contrario durante la mayor parte del espectáculo. Es cierto que se entona hacia el final de la función, y en algún momento se vislumbra lo que debe ser Martin en su monólogo final. No me resultó convincente, un tanto plano y sin dejar entrever todo lo que le está pasando por dentro al papel, limitándose más bien a ser un cínico observador, que no parece estar muy implicado en lo que está ocurriendo. No hace falta una interpretación forzada o impostada, simplemente es una cuestión de profundidad y carácter. Se queda corto en carisma, y presencia escénica, pasando más desapercibido de lo que el papel se merece. Varios tropezones con el texto tampoco ayudaron mucho a su trabajo, que se me antoja todavía poco maduro. Sería interesante ver su evolución a medida que vayan desarrollándose las funciones, ya que parece estar buscando el sitio, sin acabar de encontrarlo todavía.



 

 La obra viene firmada por Carolina África, acertando en su labor de dirección. Hay que entender que nos encontramos ante una propuesta ortodoxa de la función, clarificadora en cuanto al texto, y bien servida en lo visual. África consigue un espectáculo equilibrado, con los tiempos muy bien medidos, ágil en el ritmo y bien dosificado en la intriga. Los actores mayormente dirigidos en un código naturalista, alejados de la afectación, y con buenas directrices en cuanto a acciones y vínculos. Nuestra directora consciente de los momentos de más fuerza del texto consigue potenciar la carga dramática del espectáculo con una serie de imágenes poderosas y en algunos casos de gran belleza, el final del primer acto posiblemente sea la escena de más potencia de todo el espectáculo a nivel visual, para retomar ese tono poderoso al final de la función, rematando muy bien el espectáculo, que a mi personalmente me revolvió bastante por dentro, tal y como el texto pide.

Hay que hacer mención a la versión de Natalio Grueso, que aligera inteligentemente un texto ligeramente redundante en el original, aunque hay que decir que algunos vínculos se resienten, especialmente en cuanto a la evolución de los mismos, el desarrollo de la  relación entre Alan y Martin es la que más se resiente de la poda.

 

En contra del espectáculo va la escasez de actores, ya que algunos personajes importantes doblan papel, algo que resta verosimilitud al espectáculo, no molesta en exceso, pero si que se acusa en el acabado de la función. Es comprensible que en los tiempos que corren se tenga que limitar el número de personas en escena por cuestiones de presupuesto, pero especialmente en el caso de Manuela Paso, resulta extremadamente chocante que haga de Dora y Hesther, pidiendo a gritos el espectáculo otra actriz que de vida a Hesther.

 

Correcta y funcional escenografía de Bengoa Torres, evocadora e inteligente a la hora de plantear los diferentes lugares en los que se desarrolla la acción.



 

En resumen, este Equus, quizás no posea el halo mítico que tuvo la primera producción en nuestro país, pero su más que correcto elenco, y su buen acabado formal, se me antoja como una ocasión estupenda para revisar el clásico, y que las nuevas generaciones lo descubran. Quizás no levante la misma polvareda, y sin duda eso es lo correcto, los ojos con los que la vemos, por suerte no son los mismos que se vieron hace 47 años, y eso precisamente nos permite realizar un visionado más sosegado de la obra en su globalidad.