jueves, 10 de octubre de 2019

Adiós Arturo, Cubanismo En Estado Puro.


Sigue avanzando el comienzo de temporada, jugosa y ecléctica como pocas, y ayer le tocó a "Adiós Arturo" en el Teatro Calderón. Estrenazo por todo lo alto, y calidísima acogida por parte del respetable, que disfrutamos de lo lindo, en una noche muy especial y realmente divertida.
Soy muy fan de La Cubana, lo soy desde hace muchísimos años, creo que cuando vi por televisión la mítica retransmisión de "Cómeme el coco negro" comenzó mi idilio con ellos. Después llegó "Cegada de amor" ya en directo y definitivamente supe que lo que hacían se ajustaba perfectamente a todo lo que amo en el teatro. Casi podemos hablar del "cubanismo" como un estilo teatral, definidísimo, muy particular y muy imitado, que es lo que hace que los aficionados vayamos a ver a La Cubana siempre. Sabemos lo que ofrecen, y como lo ofrecen, y eso es exactamente lo que pedimos en sus espectáculos. Ver a La Cubana sabemos que conlleva sorpresas, música, muchas risas y una peculiar forma de entender la composición de los personajes, compleja y extremada a partes iguales."Adiós Arturo" lleva una buena gira por España, con bastante repercusión, y por fin llegó a Madrid, plaza en la que se los quiere mucho, y que parece ser que ellos también quieren mucho, visto lo visto en el espectáculo de ayer.
Asistí optimista al Calderón, me apetecía pasármelo bien, ya solo con ver lo que habían montado en la puerta del teatro, banda incluida tocando los pasodobles más cañí del repertorio, me di cuenta de que iba a ser una gran noche.



"Adiós Arturo" sigue la estela de la estupenda "Campanadas de boda" que vimos hace unos años aunque dándole una vuelta, es decir, si "Campanadas" empezaba como un vodevil y a mitad del espectáculo empezaba el show cubanero, en "Adios Arturo" empezamos con show y derivamos en vodevil. La premisa es sencilla, La Cubana oficia el funeral de Arturo Cirera Mompou, figura de las letras y del arte, de renombre internacional. Durante el funeral, las personas más allegadas al finado le ofrecen su peculiar homenaje, para posteriormente plantearse en la función todo aquello que rodea a la muerte y un funeral (especialmente cuando hay dinero por medio).
Como siempre La Cubana ofrece su costumbrismo con garras de astracán elevado al cubo, con su pizca de crítica social, y el desenfreno habitual en sus espectáculos, en una función plagada de personajes esperpénticos y desopilantes a partes iguales. Nos encontramos ante un texto ligero, y en el que paradójicamente aunque estemos hablando de la muerte, es tremendamente vital, y el que se dicen  cosas realmente hermosas sobre el sentido de la vida, y el vivir el momento como un privilegio. Musical, revista, vodevil desenfrenado, y muchos (muchísimos) personajes nos cuentan lo que es la vida y nos animan a vivirla de la mejor forma posible, se funden en "Adios Arturo" en un texto astuto y que se resuelve de forma admirable dentro de su endiablada trama.




Vayamos con el elenco:
Diez actores dan vida a 63 personajes (ahí es nada), y que por motivos obvios resulta imposible analizar al completo toda la caterva de arquetipos que aparecen en escena durante las dos horas que dura el espectáculo.
Todos los integrantes del espectáculo se dejan literalmente la piel en el escenario, en una función durísima, en la que todos cantan, bailan, actúan y se cambian de arriba a abajo en todas y cada una de sus composiciones. Hablamos en líneas generales de un elenco de elevadísimo nivel, que siguen al milímetro el estilo interpretativo de La Cubana, es decir extremado, caricaturesco, y cercano a la farsa. Por plantear algunos de los personajes, se puede destacar la rotunda y espléndida de voz Renata Pampanini de Jaume Baucis con ecos de Bianca Castafiore, que nos obsequió una "Habanera" de Carmen esplendidamente servida. El Ignacio Búho de Toni Torres, quizás sea uno de los tipos más logrados de la función, que choca frontal y afortunadísimamente en su estilo interpretativo con el resto del elenco, dado su laconismo y contención actoral. Su speech es uno de los momentazos de la función, de humor surrealista y tremendamente efectivo. Nuria Benet nos ofreció una soberbia creación en su Olivia Peterson y un magnífico striptease como Lili Lirio. Son destacables también la entrañable Herminia de Montse Amat, y muy especialmente la Caridad Montaner de Àlex Gonzàlez, que me dio uno de los mejores momentos de la noche, gracias a la corta vista de nuestra diva cubana entrada en años, muchos años. Es destacable también Toni Sans dentro de su completa formación como bailarín de tap y cantante. Así como la Lupita Olivares de Virginia Melgar, diva carcamal de la opereta que cada vez que da un agudo tiene una curiosa forma de apoyar la voz. Maravillosa al teléfono y en su composición como Elisabeth Babeth Ripoll, y el cargado de sensibilidad Marcel Crussoe de Edu Farrés, en un número de mimo, precioso y emotivo.
Me dejo muchos personajes, es imposible abarcar la enormidad de la fauna que puebla el escenario del Calderón, pero hay que remarcar que absolutamente todos y cada uno de los tipos que se proponen son resueltos con gran solvencia, y extrema comicidad, siendo el resultado de esto que planteo un elenco en completo estado de gracia, que no dejan lugar a la improvisación, pero que transmiten una frescura tal, que todo parece ser improvisado.


 

Vayamos con la dirección escénica. 
Jordi Milán además de firmar el texto, firma el espectáculo, y lo hace al más puro estilo de La Cubana, es decir no dar un respiro al espectador, carcajadas continuas y milimétrica dirección. Partiendo de la base de diferentes tipos y acciones escénicas, todo el espectáculo se ve enriquecido a base de gags físicos y verbales de resultados más que satisfactorios y perfectamente ejecutados. 
Me encantó la función, lo he de reconocer, me fascinó el trabajo de documentación sobre Madrid y el Teatro Calderón, ya que durante el espectáculo las alusiones a la ciudad son constantes, y la historia del teatro que se cuenta al principio me pareció deliciosa. Pero, si hay algo por lo que me pareció una magnífica función, es por el amor hacia el teatro que destila cada escena y cada número musical. La revista muy patente en toda la función es arte y parte fundamental del espectáculo, en el que sin que haya pasarela se hace pasarela, y en el que tanto los cantables como coreografías tienen un aroma a nuestra revista musical, de aire nostálgico y amoroso. Varios números muy reconocibles se encuentran en la función, especialmente dedicados al público madrileño. En "Adios Arturo" disfrutamos de "Los Nardos", "La violetera" y el célebre "Si te casas en Madrid" de Enrique Ramírez de Gamboa "El Cipri" inmortalizado por Olga Ramos, a la que también se menciona en el espectáculo, entre otros números igual de reconocibles y de revisteros o arrevistados. 
Nos encontramos ante un espectáculo de unas complicaciones técnicas enormes, que se ven solventadas con maestría, basándose en unas transiciones absolutamente modélicas y sorpresivas, como es habitual en la compañía, en el que el espectador se deja llevar por la energía desbordante de lo que acontece en escena, entrando en el espectáculo y su código sin el más mínimo problema. Toda la función destila magia por los cuatro costados, una gran ilusión escénica, en la que todo fluye dentro de un aparente caos perfectamente orquestado y de precisión milimétrica, siendo el resultado dinámico y divertido, aunque si se debe decir, que durante todo el cuadro del vodevil, la función baja un poco el ritmo, teniendo en cuenta que nos han tenido durante casi una hora en un puro delirio entre revistero y musicalero que nos clava en la butaca. A partir de la salida de las señoras de la limpieza, uno de los momentazos de la función, la cosa va retomando su cauce, y volvemos al cubanismo en estado puro, que a fin de cuentas es lo que vamos a ver, porque no nos engañemos de La Cubana lo que nos va es la marcha. 
"Adiós Arturo" es una función mayúscula, creo que no hay duda, en la que se funden momentos descacharrantes, con otros de gran poder evocador, y de la que el espectador sale feliz, después de pasárselo en grande, y olvidando sus problemas del día a día, sin dejar de lado la calidad de sus intérpretes y del acabado formal del espectáculo. Si algo es remarcable es el enorme sabor teatral que desprende, la purpurina, los maquillajes exagerados, las plumas y el petardeo, son también historia, y gloriosa por cierto, de nuestro teatro, y sin duda en "Adios Arturo" esto que planteo se encuentra a raudales, de forma divertida, entrañable y sobre todo con unos personajes tremendamente familiares para el respetable, ya que dentro de lo extremado de su planteamiento son pura verdad en su fondo. Como más arriba digo, costumbrismo con garrás de astracán, y cubanismo en estado puro que no defrauda y que ofrece exactamente todo aquello que se espera.
Mención especial al vestuario de Cristina López, un auténtico delirio de imaginación y visual. 



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viernes, 4 de octubre de 2019

El Caserío, Bucolismo Regionalista Casi Viscontiniano

Ayer dio comienzo la temporada 2019-2020 en el Teatro de la Zarzuela, y la verdad es que ya me iba apeteciendo algo de lírica, ya que ultimamente he visto bastante musical, pero zarzuela poquita.
Para empezar la temporada se ha optado por una de las obras más importantes del repertorio, "El Caserío" de Jesús Guridi, un título que hacía 42 años, nada menos, que no se representaba en la Zarzuela, y que sin duda goza del fervor del público, ya que se trata de una de las obras más queridas, y de la que varios números se encuentran muy incrustados en la cultura popular. Dos romanza, barítono y tenor, y un intermedio, son el estandarte de la obra, y páginas tremendamente reconocibles para el espectador medio. Ya había visto la producción que esta crítica ocupa, ya que se trata del mismo montaje que estuvo en los Teatros del Canal hace unos años, y que viene coproducida por el Arriaga de Bilbao y el Campoamor de Oviedo, por tanto no esperaba sorpresas en lo escénico, aunque el elenco era distinto, y lo más importante, la sala, ya que El Canal no posee una acústica adecuada para lírica, y la función se vio bastante empañada por ello.
Toco estrenazo, de nuevo, y ya van tres esta semana, siendo la función de ayer una de las más importantes de La Zarzuela, en la que cierto aire de solemnidad se respiraba en el teatro, amén de los reencuentros con los habituales que nos veíamos de nuevo después del descanso veraniego. Fue una velada muy agradable, y en líneas generales satisfactoria como iré narrando.



Con música de Jesús Guridi y libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, y denominada como "Comedia lírica en tres actos", "El Caserío" tuvo su estreno, glorioso, negarlo es tontería, el 11 de noviembre de 1926 en el Teatro de La Zarzuela de Madrid.

"El Caserío" obra de altisimos vuelos líricos, y marcado aire operístico, es una de nuestras cumbres en cuanto a música escénica, gracias al arte de Guridi, que compuso una partitura de enorme sensibilidad, capacidad descriptiva, y arrebatador lirismo en muchísimos pasajes. Guridi completamente influenciado por la música vasca, escribió una obra en la que la estilización del folclore es parte primordial de la partitura, que sirve como catalizador exquisito de la acción escénica, y que define a la perfección la psicología de sus personajes, con un poso de melancolía muy marcado y de gran eficiencia teatral.

No nos debemos equivocar al pensar que tratándose de zarzuela regionalista la obra de Guridi se limita a una sucesión de cuadros folclóricos vistosos y superficiales. Si algo caracteriza a esta zarzuela es la profundidad de su música, refinada hasta la extenuación, delicada en todos sus pasajes, y siempre al servicio del drama.

De grandes exigencias vocales para su cuarteto protagonista, precisa de soprano, barítono, y dos tenores, de gran solvencia para poder ser interpretada como Guridi planteó su obra.

Nada sobra o falta en su partitura, resultando equilibradísima en su totalidad y en la que todos los personajes tienen su momento de lucimiento con unas insuperables romanzas en el caso de la terna principal, y unos momentos realmente comprometidos para el rol de Txomin , que no se encuentra dibujado en la línea habitual de tenor cómico de zarzuela, estando la dificultad muy por encima de la usual en este tipo de personaje. Los coros tienen una importancia enorme dentro de la obra y sirven para acompañar los momentos más importantes de la función, y entrañan considerable dificultad en no pocos pasajes.

Varios números son destacables, el coro cantado "a capela" que sirve de preludio a la obra parece ser una declaración de principios de lo que Guridi quiso contar en su obra, de marcado carácter intimista, aunque no deje de lado la espectacularidad en los números de conjunto y concertantes. La Romanza de Santi, es una de las piezas más bellas y conocidas del repertorio, así como el Dúo soprano-tenor también debe ser mencionado dentro del primer acto. En el segundo acto el Preludio de fama internacional y pieza clásica de concierto, la célebre Romanza del tenor, todo el cuadro de la procesión de gran espectacularidad, así como el "Duelo de versolaris" de gran dificultad y muy reconocible también para el aficionado. Y ya en el tercer acto, nos encontramos con el "Relato de Ana Mari" y el interesante Dueto cómico, uno de los mas bonitos compuestos nunca para una zarzuela.



El libreto no se encuentra a la altura de la música, siendo el asunto una historia costumbrista, en la que se nos cuenta una historia de amor agridulce, entre Ana Mari enamorada de su primo, que tras varios avatares culmina en un final feliz, como mandan los cánones zarzueleros. El drama leve y de corte bucólico, no tiene el mismo pulso que la música, ya que resulta casi anecdótico y de tintes melodramáticos. No quiero que parezca que el texto no se sostiene en la actualidad, porque no es cierto, se ve con agrado, aunque nos resulte un tanto naif y estereotipado. La versión que se está representando en estos momentos en La Zarzuela, sensiblemente recortada en el texto, no viene acreditada. Recuerdo que cuando la vi en su momento me molestaron mucho los cortes, pero mi percepción al respecto ha cambiado bastante, quizás debido a los destrozos a los que hemos asistido en no pocas ocasiones, pareciéndome que la obra se encuentra bien condensada, esquematizando la trama de forma eficiente, aunque si es cierto que a partir de la escena del frontón parecemos asistir más a una ópera que a una zarzuela, ya que los números se suceden de forma practicamente continua, aunque eso si, con algunas pequeñas escenas habladas para clarificar la acción dramática. En estos tiempos de recortes de libretos, si se entiende la trama original, creo que ya nos podemos dar por satisfechos, y en este caso, al menos todo tiene lógica, y captamos la esencia de la obra.



Vayamos con el elenco.

En la parte actoral nos encontramos a Itxaro Mensaka como Eustasia, Eduardo Carranza como Manu y José Luis Martínez como Don Leoncio.
Nuestros tres actores se encuentran acertados en sus respectivos papeles, Mensaka en el más puro código de característica de zarzuela, estupenda de tono y cargada de frescachonería. Eduardo Carranza, magnífico en sus mutis y de rotunda presencia escénica, y Martínez muy creíble como cura de pueblo un tanto metomentodo, en un trabajo de corte naturalista muy bien planteado. 

Pablo García-López como Txomin y Marifé Nogales como Inosensia. 
Marifé Nogales cumple en su papel, aunque ha sido tan podado que practicamente solo le queda el dueto y poco más. Correcta en lo vocal, no se pudo lucir lo suficiente, ya que tristemente su número fue dirigido a velocidad de vértigo, no permitiéndole hacer mucho más que seguir a la orquesta.
García-López muy verde en todas las disciplinas, me resultó insuficiente en lo actoral, por una falta de carácter muy notoria, y excesiva blandura en la visión del personaje, siendo esto que planteo un problema muy marcado en el "Duelo de versolaris" en el que faltó tensión, y me pareció equivocado en su enfoque de parte a parte. La voz, si bien es cierto es bonita, todavía no se encuentra lo suficientemente trabajada, y falta entidad en el instrumento para afrontar el papel. Txomin no es un mero tenor cómico, tiene momentos bastante comprometidos, y nuestro tenor aunque se muestra afinado y con musicalidad, necesita más peso a todos los niveles para abordar el papel. 

Andeka Gorrotxategi, tenor, como Joshe Miguel. 
Gorrotxategui no acabó de redondear su trabajo vocal de forma adecuada, por ciertos problemas en la zona aguda, en la que el sonido no parece ser liberado de forma correcta, quedando atrás y con extraña colocación, lo que le afea la voz sonando forzado y abrupto. Esto que planteo resulta más acusado en las partes más líricas de la partitura, ya que en aquellas más heroicas el instrumento suena pleno y bien timbrado, lástima que lo que más arriba planteo empañara su trabajo, ya que hubiese ganado muchos enteros con un trabajo mejor rematado. En lo actoral se encuentra correcto, y muy natural, algo que en nuestra zarzuela es muy de agradecer. 

Ángel Ódena, barítono, como el Tío Santi.
De menos a más, empezó vacilante en su romanza inicial, con problemas en el texto, y algunas inseguridades, que se fueron solventando a medida que fue avanzando la función, achaqué esto a que se trataba del estreno, y ya sabemos que son funciones a veces complicadas. Posteriormente se fue afianzando, y mejorando de forma muy notoria y ofreciendo su atronador volumen habitual, y una interpretación cargada de prestancia, y muy bien perfilada. En los concertantes resulta espectacular, ya que la voz sobresale del conjunto de forma notable, el fraseo fue impecable y de gran belleza, y sobre todo la expresividad, muy conseguida y con momentos de lograda emotividad, aportando mucha nobleza a su personaje, tan bien descrito en la partitura. Actoralmente se encuentra sobrio, y un poquito envarado, supongo que a medida que pasen las funciones irá sintiéndose más cómodo, ya que en otras ocasiones se le ha visto más suelto en escena.

Raquel Lojendio, soprano, como Ana Mari.
Lojendio posee un instrumento bien dominado, en la que filados y pianos fueron su fuerte, y que se ajusta muy bien a la vocalidad de Ana Mari. Nuestra soprano sirvió una sensible creación musical, que se adecúa a la perfección al carácter del personaje, sonando la voz sana, de cristalino timbre, y poderosa en el agudo. Actoralmente la encontré adecuada, dentro de la ingenuidad que destila el personaje, resultando correcta en todos los aspectos.


El Coro Titular del Teatro de la Zarzuela dirigido por Antonio Fauró, estuvo realmente notable en todas sus intervenciones, y bien aprovechado en lo escénico. Afinadísimos y atronadores, fueron uno de los activos más importantes de la función. Fauró saca muchos matices expresivos en la masa coral, y se refleja de manera admirable en el conjunto del espectáculo, que en este caso funciona como un personaje más dentro de la función con gran protagonismo, musical y escénico. 

Hay que hacer una mención especial a la Aukeran Dantza Konpainia dirigida por Eduardo Muruamendiaraz, acertadísimos en todas sus intervenciones, y que aportaron grandes dosis de espectacularidad a la función en aquellos momentos en los que la danza tomo protagonismo. 

Juanjo Mena, a la batuta de la OCM, acertadísimo en su dirección, de gran espectacularidad y dramatismo, así como un buen uso de las dinámicas y volúmenes, bien adecuados a los cantantes en líneas generales y al servicio del espectáculo. El único pero, como más arriba cuento fue los tiempos en el dueto cómico, excesivamente atropellado para mi gusto, en un número que realmente está por encima de la media de lo compuesto en su estilo. La lectura del maestro Mena resulta concisa y detallista apoyando muy bien las acciones escénicas y con buen sentido de la teatralidad.



Vayamos con la dirección de escena.
Pablo Viar al frente del espectáculo, apuesta por una visión ortodoxa de "El Caserío", aunque si diré una cosa, si buscamos una puesta clásica algunas cosas se deben mantener siguiendo las directrices del libreto, no es una cuestión de purismo sino de coherencia. Me refiero en particular a la escena de la procesión un tanto "sui géneris" en una función en la que la religión es muy importante, así lo dicta la partitura, y así está presente en el texto. La propuesta tiene grandes hallazgos escénicos que me resultaron muy gratificantes, como puede ser la visión del coro con ecos de tragedia griega, o los momentos en los que las acciones secundarias transcurren a cámara lenta, creando dos planos escénicos de gran belleza. Las luces de Juan Gómez-Cornejo cálidas y crepusculares dotan de mucha vida al espectáculo, y la escenografía de Daniel Bianco detallista, casi viscontiniana, y preciosista, también resulta adecuada dentro del tono de la función.
Nos encontramos ante una función que se ve con agrado, y francamente disfrutable, que sin duda hará las delicias del aficionado más tradicional, ya que su enfoque respetuoso, cortes aparte, y buena factura final, no molesta al respetable, y plantea a la inmortal obra de Guridi con gran dignidad musical y escénica.


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jueves, 3 de octubre de 2019

La Jaula De Las Locas, Gloria, Pelucas Y Tacones.

Ayer asistí al pase de prensa de "La jaula de las locas"  el título que más me apetecía de la presente temporada, entre otras cosas porque se trata de una de mis partituras favoritas de todo el gran repertorio musicalero, y porque además ya iba siendo hora de que se volviera a hacer en nuestro país, ya que la última producción que se hizo de este musical fue casi hace 20 años, con Andrés Pajares y Joaquin Kremel al frente. "La jaula" tiene muchas posibilidades a todos los niveles, y se me antoja una función muy adecuada para estos tiempos en los que el fantasma de la intransigencia pulula con más fuerza que nunca, y en los que ciertos discursos están calando en nuestra sociedad alarmantemente. La función que ya se presentó en Barcelona la temporada pasada, con mucho éxito y muy buenas críticas por cierto, cuenta con un elenco de campanillas encabezado por Àngel Llàcer, que se me antojaba perfecto para el papel protagonista. A esto hay que añadir el diferente material gráfico que había visto sobre el espectáculo que ya me indicaba por donde iban los tiros, aumentando mi interés por la función, y por ende mi expectación. Ayer fui al teatro con mariposas en el estómago, lo reconozco, iba a asistir a un musical legendario, icónico, y que en su momento tuvo una enorme carga simbólica, y que en esta versión prometía diversión a raudales, y la más pura evasión en el buen sentido de la palabra. La noche fue gloriosa... no hay otra, saliendo un servidor de ustedes flotando del teatro, y tarareando las pegadizas canciones que compuso el simpar Jerry Herman, que sin duda se encuentra en mi triunvirato de compositores favoritos, y que jamás defrauda con su música.



 La Jaula De Las Locas de Jerry Hermann y Harry Fierstein se estrenó en 1983 y varias cosas son curiosas de este soberbio show. La primera de todas, en la noche de su estreno la crítica dijo que había nacido muerto, que su música estaba anticuada, y que no le vaticinaban ningún éxito. Seis premios Tony y cientos de representaciones a teatro lleno avalan que los críticos la mayoría de las veces no acertamos ni a la de tres. En 1984 Rock Hudson declaró publicamente que tenía SIDA, y entonces cundió el pánico entre los homosexuales, una ola de conservadurismo azotó a la sociedad estadounidense con actitudes muy críticas hacia el mundo homosexual, principal víctima de la enfermedad en aquellos tiempos. Una vez mas los pájaros de mal agüero dijeron que el final de La Jaula De Las Locas era un hecho, pero se equivocaron de parte a parte y el famoso " Yo Soy Lo Que Soy" canción principal de la obra se convirtió de forma casi instantánea en un himno entre la comunidad gay. La partitura, arrolladora a todas luces, incluye espectaculares números de inspiración clásica, y una desbordante alegría que le dan un tono festivamente arrevistado, que unido al divertidísimo libreto, basado en la película francesa del mismo título estrenada en 1978, formaron un tándem delicioso, que resulta desternillante y de gran nivel musical a la vez. Los avatares de una pareja de homosexuales "de toda la vida" para que los padres de la novia del hijo de uno de ellos no se enteren de la realidad de lo que ocurre, da como resultado una serie de equívocos desopilantes y que sin duda hacen a este título imprescindible dentro del repertorio. Jerry Herman experto en grandes personajes femeninos del Broadway clásico, teniendo en su haber Hello Dolly!, Mame y Dear World entre otras, dio vida a su última gran diva escénica en La jaula de las locas, para que curiosamente la interpretara un hombre, ya que sin ninguna duda, si hay una diva musicalera es "Zaza" conocida en su casa como Albin.



Vayamos con el elenco.

Dentro de los secundarios destacan Oriol Burés como Francis, con buen sentido de la comicidad, y muy contenido, y Anna Lagares como Jacqueline, con un instrumento lírico muy interesante, y dotando de mucha presencia a un personaje no muy desarrollado en el libreto. 

Roc Bernardí como Jean-Michel y Lucía Madrigal Cuadra como Anne, se complementan a la perfección, brillando más el primero por extensión, y por el estupendo dúo con Iván Labanda con el que nos obsequió al respetable. Bernardí perfecto de tono resulta muy creíble en su interpretación, especialmente en el vínculo que tiene con su padre, conseguidísimo, aportando además una estupenda presencia escénica que aporta galanura al personaje. Vocalmente acertadísimo, en un puro código musicalero, bien matizado y de bello timbre. Lucía Madrigal Cuadra, perfecta en su composición, da todo lo que el papel ofrece, que si bien es cierto no es mucho, nuestra actriz aprovecha sin problema, no pasando desapercibida. 

José Luis Mosquera como Edouard Dindon y Ana Cerdeiriña como Marie Dindon. Solidísimo Mosquera en un personaje con el que demuestra su ductilidad como actor, y cuya salida resulta impagable dado el conseguidísimo parecido con cierto político patrio que no desvelaré. Ana Cerdeiriña, resulta el complemento perfecto a Mosquera, menos intransigente que su marido, y de lacónica comicidad, especialmente en un número endiablado en el que una vajilla un tanto peculiar tiene mucho que ver. 

Ricky Mata como Jacob.
Una de las estrellas de la noche. Mata deslumbra en un bombón que parece haber sido escrito a su medida. Nuestro actor al que ya he visto en otras producciones, una vez más demuestra su maravilloso trabajo a nivel corporal, llevando a cabo una auténtica creación, de muy personal ejecución, y arrolladora comicidad. Nos apetece llevarnos a Jacob a casa y que sea nuestra doncella particular, produce hilaridad y ternura a partes iguales, resultando su trabajo delicioso y absolutamente redondo en toda su extensión. Lapidario con el texto, rabiosamente divertido, y con unos mutis de órdago, reconozco que me cautivó desde que salió a escena, tanto por su entrega como por sus capacidades como artista, peculiar y tremendamente carismático. 

Ivan Labanda como Georges.
Estupendo y con el papel muy bien enfocado, demostró una solidez indudable en lo actoral, y una más que solvente interpretación vocal. Labanda las da todas en lo musical con elegancia y exquisito fraseo, así como una bonita voz, muy adecuada para el personaje. Georges es un papel difícil que a menudo se queda en mero servidor de los chistes de su compañero en escena, no siendo así en este caso, ya que nuestro actor hace suyo el personaje por derecho propio. La composición de Labanda se basa en un personaje sensible, elegante y con una química irresistible con Llàcer, estando su trabajo cargado de verdad en todas sus intervenciones. 

Àngel Llàcer como Albin.
Llàcer se abre en canal, generoso y explosivo, para servir un festival de todo aquello que hace grande a su personaje. Su Albin resulta entrañable hasta el delirio, y muy humano, dentro de su neurótica personalidad. El control de los tiempos escénicos resulta admirable, haciendo con el público literalmente lo que le da la gana, que come de la mano de nuestro artista a su antojo, dejándose llevar por su arrolladora personalidad. Llàcer se mueve como pez en el agua en el contacto directo con el respetable, y resulta soberbio en escena, jugando, arriesgando y diviertiéndose lo indecible, mientras revolotea por el escenario de forma cautivadora y con aires de gran diva. Cuando Albin se convierte en "Zaza" aparece la gran vedette, cargada de empaque y acertadísima en el gesto grande, con desplante puro Broadway, y brazos hipnóticos que nos llevan a las grandes del teatro musical más clásico. Si algo caracteriza su trabajo es una brutal entrega, que arrastra a todo el elenco con él, en un derroche de comicidad, frescachonería y descaro. Musicalmente igual de acertado que en lo actoral, con una interpretación muy bien medida e inteligentemente dosificada para no desfondarse antes de terminar el espectáculo. La voz suena perfecta, matizada y cargada de intención, y lo que es más importante con la misma dosis de verdad que cuando actúa. Ver a Àngel Llàcer en escena, es ver un ejemplo paradigmático de artista total, particularísimo y lo que es más importante, disfrutando de su trabajo hasta lo indecible.



Conjunto, este caso "Pajaritas", que así es como se llaman en la función, de altísimo nivel. No nos encontramos ante un mero coro que canta y ya está, sino ante un conjunto de artistas multidisciplinares que cantan, bailan e interpretan de forma fantástica, y que cada uno tiene una personalidad bien definida dentro del espectáculo. Las coreografías, de gran dificultad y excelentes resultados, vienen firmadas por Miryam Benedited, y son ejecutadas de forma brillante por nuestras pajaritas, llegando lo que planteo al paroximo, en el momento en el que literalmente se encuentran dentro de "La jaula". La obra de grandes dificultades para el conjunto, abundante en coros, y nada fáciles por cierto, se ve enriquecida gracias al buen hacer de un acertadísimo conjunto, esplendidamente elegido en su totalidad.

La orquesta fue dirigida por Andreu Gallén, con gran sentido de la espectacularidad, y de la teatralidad, en una relectura de la partitura acorde con los tiempos actuales, menos sinfónica que la original, y  un poco más canalla, especialmente en los números más cabareteros, algo que sin duda es un acierto y va en perfecta consonancia con la estética del espectáculo y el aire que se le ha dado a todas las escenas. 



Àngel Llàcer y Manu Guix firman la función acertando de plano de principio a fin. Nuestros directores sirven una función deslumbrante, perfectamente contada, y de muy personal ejecución, en la que el sentido del espectáculo se encuentra muy agudizado, y con una factura muy Broadway en su acabado final. En esta Jaula, se pasa por el musical, la revista y el vodevil, transitando entre estos tres géneros la función de forma admirable, con gran conocimiento de todos y cada uno de los palos que se tocan, y fundiéndose a la perfección entre ellos de forma natural y practicamente imperceptible. A nivel actoral se encuentra muy equilibrada partiendo de un concepto extremado en los personajes, tal y como mandan los cánones del musical en aquellos personajes que así lo requieren, y optando por la naturalidad en el resto. los vínculos se encuentran perfilados de manera muy notoria, y todas las escenas se encuentran en su punto justo de sazón, siendo el resultado una suerte de tobogán de intensidad variable y calculada al milímetro, que funciona como el mecanismo de un reloj, no aburriendo en ningún momento y fluyendo absolutamente todo de forma perfecta. La función consta de múltiples aciertos estéticos resultando de gran belleza en muchos momentos, sirva como ejemplo el bello baile a contraluz de Georges y Jean-Michel, y la apuesta pretendidamente kitsch y colorista, va en perfecta consonancia con el espíritu del espectáculo, ligero, alegre y deliciosamente "queer"
Es destacable el mimo puesto en todos los pequeños detalles que acontecen en escena, donde todo el mundo tiene algo que hacer y en el que las acciones secundarias enriquecen a las principales, a base de pinceladitas cargadas de humor, y en algunos casos ironía, que me aventuro a afirmar que son puro Àngel Llàcer, por su fondo y forma.
No hay duda de que tanto Guix como Llàcer saben perfectamente lo que tienen entre manos, controlando cada cosa que ocurre en la función de forma muy perceptible y muy gratificante. Podría hablar de esos telones que son pura revista, de esos mutis al más puro estilo de la alta comedia, e incluso podría hablar de la magia que desprende todo el montaje desde que se levanta el telón, pero prefiero que el espectador lo descubra por si mismo y se maraville ante la soberbia propuesta que se está representando el Rialto.
Nos encontramos ante una función de altísimo nivel, de lo mejorcito que se ha hecho en los últimos tiempos, cuyo principal cometido es hacer gozar al respetable, en un canto a la vida y al disfrute, glorioso y plagado de pelucones y tacones de vértigo. Durante dos horas y media uno piensa que el mundo es un lugar mejor, y cuando sale del teatro el buen rollo que La jaula de las locas destila nos lo llevamos puesto. Función hermosa por los cuatro costados, vital y que es TEATRO en estado puro. A mi todavía me dura el subidón... y aviso que pienso repetir. 




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miércoles, 2 de octubre de 2019

Ghost, El Musical, Alguna Cosas Mejor No Tocarlas.

Ayer asistí al estreno de Ghost, el musical en el Teatro Gran Vía, y más allá del oropel de lo que un estreno significa, salí preocupado del teatro, porque ante la función que presencié recordé la deriva que tomó el genero musical hace un tiempo, y tuve la sensación de estar presenciando algo que un servidor ya vivió no hace tanto tiempo.
Hace unos años, hubo en nuestro país un segundo boom de los musicales, a principios de los 2000. En pocos años la cartelera madrileña se llenó de obras que llevaban la apostilla "el musical" en su título, y que resultaban francamente deficientes en infraestructura, y en algunos casos nivel artístico. Apuntarse al carro de los musicales es muy goloso, si la cosa sale bien los beneficios son grandes, pero si la cosa sale mal, las pérdidas son enormes. El problema estriba cuando se quiere gastar poco y ganar mucho, ofreciendo productos que no se encuentran al nivel de lo que cuesta una entrada. En el segundo boom musicalero que comento mas arriba, en dos o tres años este tipo de producto copó los teatros, y el público se cansó, porque la primera vez cuela, una segunda quizás, pero a la tercera definitivamente ya no, teniendo como resultado unos cuantos descalabros de taquilla en algunos casos merecidos, y en otros completamente injustos, ya que al final pagaron justos por pecadores. Este tipo de producciones son especialmente dañinas para la industria, afectan a los productos de primer nivel, consiguen perjudicar la imagen del género, y en consecuencia, si ya el espectador medio se lo piensa antes de pagar lo que cuesta un musical, después de una experiencia negativa, se lo pensará mucho más a la hora de volver a otro. 
Nos encontramos en un momento peligroso. Madrid rebosa musicales, la competencia es enorme, y las calidades diferentes. Se debe luchar para afianzar la industria, en vez de pensar en el pan para hoy y el hambre para mañana se debe pensar a largo plazo, y sobre todo, se le debe dar al espectador CALIDAD, para formarlo en el género, y que realmente se aficione. Solo hay una forma de hacer esto, honestidad y amor por el teatro. Si queremos jugar en primera división hay que arriesgar, si no se puede hacer, mejor dedicarse a cosas más pequeñas y realizadas con esmero, porque estimados lectores el respetable no es tonto, y al final lo que parece ser la gallina de los huevos de oro cierra el grifo a velocidad vertiginosa, y es cuando empiezan los problemas para todos.



Ghost, el musical, con música y letra de Dave Stewart y Glenn Ballard y libreto de Bruce Joel Rubin, se estrenó en Londres en  2011 y Nueva York en 2012, siendo su trayectoria irregular en ambas ciudades, no resultando lo que planteo un problema para que la función lleve ya un largo recorrido alrededor del mundo , siendo presentada en múltiples países e idiomas.
La idea es añadir canciones a la icónica película de 1990, siendo lo más fiel posible, sobre todo en la estética, al material original. Reconozco que empiezo a estar un poco cansado de las adaptaciones musicales de películas, y que en algunos casos me parecen innecesarias, siendo especialmente palmario lo que planteo en Ghost.
El libreto, muy desequilibrado, y forzado en las partes humorísticas, no consigue captar la esencia de la película, simplificando y esquematizando los personajes hasta dejarlos tan planos, que no parece haber nada que los haga parecer humanos, más allá de una serie de clichés repetidos hasta la saciedad en otros textos y con mayor fortuna, por cierto. Falta cohesión en cuanto a las escenas, y el libretista parece más preocupado por hilar las escenas de la película, que ojo tampoco se siguen del todo, que de plantear el carácter de cada personaje, simples y primarios en su comportamiento, y en su forma de hablar, algo que no sé muy bien si es culpa de la traducción, que en el programa de mano no viene acreditada. La sensación es la de un libreto poco trabajado, y de pobre factura que lastra poderosamente el espectáculo en toda su extensión.


La partitura se mueve en los mismo parámetros que el libreto, y no aporta mucho más a la obra, que el mero hecho de que se canta, en una obra en la que realmente no hace falta cantar. Hubiese encontrado de más interés que se hiciera una obra de teatro sin música basada en la película, que no un musical en el que se cuenta muy poco en los cantables, y que lastra igualmente el espectáculo que el texto. A excepción de las dos canciones de Molly, el resto de la partitura es una sucesión de números de factura ramplona, y poco inspirada, que busca el sentimentalismo fácil, sin llegar conseguirlo, con poca fuerza y muy poca intensidad dramática, a ello hay que añadir que los personajes cantan pasajes triviales de escaso interés, y cuando parece que no toca cantar. La partitura no es capaz de plantear aquello que define al musical como género, es decir que avance la acción dramática, que se defina la psicología de los personajes y que se potencie el conflicto o la emotividad. Me faltaron números de conjunto potentes y con enjundia, en una partitura, plagada de agudos gratuitos para buscar una intensidad de forma artificial, y con cierto aire a prefabricado que no cuaja por ninguna parte. 


Vayamos con el elenco.
Dentro de los secundarios cabe destacar a Esteban Oliver como el fantasma del hospital, que aporta mucho oficio a un número discutible dentro del espectáculo, y de comicidad muy mal entendida. Oliver sale airoso luchando de forma admirable ante lo que le ha tocado en suerte y defendiéndolo con uñas y dientes. No tan afortunado se encuentra Óscar Albert como el fantasma del metro, que no es capaz de hincarle el diente al rap que le ha tocado en suerte, y que además de quedar como un parche dentro de la obra, no está resuelto de forma satisfactoria, traducción incluida. Entiendo que un artista de otras características y que conozca el rap sería más adecuado, algo de lo que sin duda Albert no tiene culpa.

Ela Ruiz, como Oda Mae.
De lo mejorcito del espectáculo, y la que mejor salva los trastos dentro del elenco. Ada Mae es un bombón, que Ruiz aprovecha al máximo, tanto en la disciplina actoral como en la musical, siendo en conjunto la más matizada de los actores, y la única que juega con el texto, aportando frescura y grandes dosis de intuición. Sus escenas funcionan gracias a un buen desplante escénico, y cierto ritmo en los parlamentos, algo muy de agradecer en una función tan atropellada como esta. Musicalmente deliciosa, con un instrumento potente con el que juega a placer, y que saca todo el jugo al material musical que le ha tocado en suerte. La voz brillante y bien colocada, resuelve perfectamente todos los pasajes, algo que no es ninguna broma ya que el papel no es nada fácil a nivel musical. 

Christian Sánchez, como Carl.
Planísimo, y con muy poco carisma para dar vida al malo de la función. Sánchez no acaba de pillarle el punto a su personaje, que pasa muy desapercibido, y que en vez de destilar maldad, casi nos produce pena en su desesperación en un código excesivamente blando, y algo impostado que no le hace mucho favor al personaje. Me sorprende ver a Sánchez tan perdido en su papel, e intuyo que es un problema de dirección que no le ha dado la clave a seguir para que el villano de la historia no resulte satisfactorio, ya que visto su trabajo en otras producciones resulta solvente y adecuado. Vocalmente se encuentra verde para afrontar papeles cantados, siendo el sonido peligrosamente de garganta, y con matices opacos en la zona aguda. En la zona media se defiende mejor con un bonito color atenorado, que tristemente, se da de bruces con el carácter del personaje. 

Roger Berruezo como Sam.
Berruezo en la misma línea actoral de Sánchez, adolece de cierto aire de trabajo rutinario, y poca implicación emocional en sus parlamentos, me costó creerme su papel, poco matizado, y en el que muchas frases son dichas de paso, sin el menor atisbo de intención. Seguimos con la falta de carisma que más arriba planteo, y que en este caso es primordial, ya que una de las cosas que llevó la película al estatus de mítica fue el carisma de sus protagonistas, y la química existente entre ellos, química que no vi por ninguna parte en la función, especialmente entre Molly y Sam. Vocalmente afronta el papel con problemas difíciles de solventar, deficiente afinación, mala colocación del falsete, y una agudo atacado en un puro grito, que consiguió que me echara las manos a la cabeza en algunos momentos bastante comprometidos, y que empobrecen muchísimo un trabajo que necesita de una buena revisión en lo musical. 

Cristina Llorente, como Molly.
Llorente también salva los trastos, gracias a su entrega en lo actoral, deliciosa y delicada a partes iguales, y cargada de sensibilidad, controlando también los tiempos escénicos mejor que sus compañeros. El papel es ingrato, ya que no tiene mucha chicha actoral, pero Llorente nada afectada aporta frescura y naturalidad ofreciendo todo lo que el personaje pide, ni más ni menos. Musicalmente delicada, y con muy buen gusto, supo dotar a sus dos números principales de la suficiente calidad como para que se pueda decir que fue de lo mejorcito de la noche. Estupenda en el fraseo, fue de las pocas a las que me creí cuando estaba cantando, siendo su trabajo en general acertado y redondo. 

Conjunto correcto, aunque escaso en número,  con buenas voces en el coro, y muy desaprovechado en unas coreografías bastante gratuitas, llenas de saltos y acrobacias que no van mucho con el espíritu de la función, y que me parecieron excesivamente simples para los parámetros a los que estamos acostumbrados en el mundo del musical.  Algo de lo que obviamente ellos tampoco tienen culpa, ya que es una cuestión conceptual, y no de ejecución. 


Vayamos con la dirección escénica.
Federico Bellone firma la producción, y lo hace con bastantes problemas. El primero de todos es un concepto equivocado en no pocas escenas, que parecen estar dirigidas en sentido completamente opuesto al indicado. A ello hay que añadir que todos los textos están dichos de forma frenética, sin intención y sin matices, una cosa es el ritmo, y otra es correr los textos. La función parece atropellada, incluso confusa en el inicio y no del todo lograda en sus transiciones, sirva como ejemplo la anticlimática muerte de Willy, que produce más desconcierto que impacto. A todo ello hay que añadir un sentido del humor que no acaba de cuajar en muchos momentos, solo funcionando a este nivel las escenas de Oda Mae, resultando en otros momentos inoportuno y que rompe totalmente el tono de la función, que no parece tomarse muy en serio el material original, mucho más equilibrado a todos los niveles, que el musical. 
Esteticamente el espectáculo se ve modesto, en algunos casos excesivamente modesto, y la factura no me parece del nivel esperado, ya que con excepción de la escena del metro, el resto de los cambios están resueltos de forma excesivamente sencilla, para los parámetros que se le supone a un musical de primer nivel. La función se sustenta en una serie de trucos escénicos resueltos con diferente suerte, en algunos casos ciertamente sorprendentes, pero en otros de forma muy deficiente. Un oscuro para que aparezca un personaje en escena no sé si tan siquiera se puede llamar truco escénico, o una desaparición en la que se ve como se están llevando al actor del escenario, me parece desafortunadísimo y que resta magia teatral al espectáculo. 
En general me parece que falta hilar más fino a todos los niveles, ya que el resultado parece el de un espectáculo realizado de forma apresurada, y poco cuidadoso, en el que a mi entender se le ha dado importancia a cosas menores, y descuidado asuntos de vital importancia para que el resultado sea el ideal.
Tristemente nos encontramos ante una función fría, y que desde que empieza hasta que acaba parece prefabricada, sin alma dentro, y en la que la falta de organicidad y capacidad para conmover al respetable son la tónica.
Creo honestamente que Ghost no es el camino que debemos seguir en cuanto a musicales, hay que apostar por buenas propuestas a todos los niveles, se debe cuidar el nivel musical de las funciones, y sobre todo mimar el acabado final de los espectáculos, algo que va más allá del grado de modestia de la función, a veces no es una cuestión de dinero, es de calidad y sobre todo enjundia en el trabajo.


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