miércoles, 24 de mayo de 2023

Los Sombrereros Olvidados, Arropando A Mihura.

Hay en nuestro teatro una tradición que ya casi se ha perdido, y es la de la comedia inteligente, siempre con la palabra como centro del gag, y en la que el nivel literario de la misma era altísimo. Ahora quizás sea la comedia física la que triunfa, y puede tener mucho que ver con la inmediatez a la que estamos acostumbrados y al cambio del lenguaje teatral, y en general del mundo de las artes. Todo nos entra por los ojos, y cierto "esfuerzo" en el espectador se ha perdido a la hora de afrontar un espectáculo. No estoy denostando la comedia física, ojo, me parece un cámino perfectamente válido, pero a mi me gusta ese humor que te hace reaccionar al gag unos segundos más tarde y que te deja admirado ante el ingenio del autor a la hora de escribir frases brillantes y con más calado del que en un principio pueda parecer. A este respecto tenemos varios ejemplos paradigmáticos de autores que son sin duda clásicos del género, maestros de la palabra y que supieron combinar diferentes géneros dentro de la propia comedia, sin que el espectador se diera cuenta que eso de que "el humor es algo muy serio" era una máxima que seguían al dedillo. Mihura, Jardiel, Neville y tantos otros supieron cultivar al respetable haciendo que se lo pasaran muy bien, sin estar una cosa reñida con la otra, porque la inteligencia y el buen humor si van unidos de la mano son una de las mejores expresiones teatrales que existen. Centrémonos en Mihura ya que "Los sombrereros olvidados" nos habla de él. Miguel Mihura fue todo un pionero en aquello del humor absurdo, y que inventó una comedia muy particular, cargada de nostalgia, de trasfondo triste, surrealista y con un punto de ternura tremendamente conseguido, siendo el exponenente más claro de esto que planteo su icónica "Tres sombreros de copa". Obra maestra absoluta del género, adelantadísima para su época, y posiblemente la comedia más afamada de todo el repertorio patrio. De eso va "Los sombrereros olvidados" inteligente tributo a Mihura que he tenido la suerte de ver en el Lara hace unos días y que me dejó con un muy buen sabor de boca. 




"Los sombrereros olvidados" de Fernando de Las Heras se puede entender como una continuación de "Tres sombreros de copa", en la que se nos cuenta lo que ha sido de Dionisio, protagonista de la obra de Mihura tras aquella noche tan particular que vivió en un hotelito del norte de España, la noche antes de casarse con su novia de toda la vida. De Las Heras ha escrito una pieza de cámara, para dos personajes, que tiene un efecto asombroso, el espíritu de Mihura parece haberse encarnado en él, consiguiendo una ilusión perfecta, como si el propio Mihura hubiera escrito la obra en la actualidad. El manejo del universo de Mihura por parte de Fernando de Las Heras, es encomiable, así como la admiración por el autor madrileño y el amor hacia "Tres sombreros de copa" que se destilan del texto muy notorios.  En el texto hay varios detalles que me resultan muy interesantes y que deben ser remarcados, el primero de todos es lo creíble que nos resulta la evolución de los personajes, que aquí se nos plantean veinte años después de que se escribiera de Tres sombreros, y que fue exactamente el momento en el que se estrenó la obra. Dionisio mantiene intacta su incencia a pesar de todo lo vívido, todas las características troncales del personaje se encuentran lo suficientemente bien plasmadas como para que nos parezca la continuación natural del personaje, que vive del recuerdo de una noche gloriosa en la que se nos antoja una vida gris y anodina que no lo ha hecho avanzar mucho en estos veinte años. El otro personaje que se nos plantea es Don Rosario, el entrañable dueños del hotelito de Santander, revivido esta vez en su sobrino, y que es el dueño de otro hotelito, esta vez en Madrid. Don Rosario "sobrino" es la réplica exacta de su tío, es decir De Las Heras resucita a un personaje que por motivos obvios ya no podría estar en la obra, para con un recurso mágico hacer que nos parezca natural su presencia de nuevo en la vida de Dionisio. La Posguerra gris y triste se encuentra muy patente en la función, y la sensación de que la Guerra arrasó con todas las ilusiones que nuestro país tenía antes de producirse el conflicto, siendo el resultado el de una obra cargada de nostalgia en la que se nos retrata una época de nuestra historia con mucha ternura y un poso amargo y triste, aunque eso si, rabiosamente divertida. Algo que sin duda a Mihura le hubiese encantado. En Los sombrereros se nos habla del tiempo perdido, de la dulzificación de los recuerdos, de la decepción que nos supone el entender que nada va a volver a ser lo mismo que fue, y sobre todo de la soledad, ya que los dos personajes de la función están muy solos, Dionisio ya viudo, y Don Rosario volcado en su huéspedes con la misma solícita y amorosa dedicación de antaño. Ambos personajes se nos presentan faltos de cariño, incomprendido, y si bien a Dionisio el paso del tiempo le ha amargado un tanto el carácter, Don Rosario se mantiene igual de vitalista y deliciosamente tierno que su difunto tío. "Los sombreros olvidados" no solo es una digna continuación de "Tres sombreros de copa"es una obra con personalidad propia, una deliciosa comedia "seria" desopilante a ratos, mágica por momentos y sobre todo un enorme canto de amor a Mihura y a nuestra comedia más representativa, envuelta en gran lirismo en algunas escenas, evovadora, enternecedora y tremendamente entretenida. Resulta notable el dominio por parte de De Las Heras de la carpintería teatral, siendo el acabado final de la función sólido, coherente con respecto al material original, y sorprendente como continuación del legado de Mihura. Don Rosario arropa amorosamente a Dionisio y Fernando de Las Heras arropa más amorosamente a Mihura en su texto, mimándolo, reivindicándolo, y admirándolo hasta las últimas consecuencias. 

    



El espectáculo consta de dos actores que se mueven como pez en el agua por los vericuetos del texto, y que se adecúan muy bien a las características de sus personajes. No se puede plantear las interpretaciones de otra manera que conjunta, ya que Roger Álvarez como Don Rosario y Javier Arriero ejecutan un trabajo de compenetración y química entre ellos realmente superlativo.  Se nota mucho lo bien pensadas que están ambas interpretaciones, y que se complementan la una a la otra, siendo Dionisio el más apocado de los dos, mientra que Don Rosario se nos presenta como más explosivo, carismático y cargado de humanidad. Javier Arriero dota de gran bonhomía a un personaje que matiza muy bien, estando muy conseguido el aire de hombre gris que Dionisio posee, muy bueno en el gesto, seguro con el texto, energético y bien templado. Sus monólogos se encuentran muy bien perfilados, y todo está dicho con gran sentido y gran verdad, y dentro del surrealismo que se nos plantea en el texto y la peculiar relación que mantienen los personajes, casi podemos hablar de naturalismo en el trabajo de Arriero por lo reconocible que nos resulta Dionisio, y las múltiples facetas de su personalidad que nos pueden parecer muy familiares, ya que todos hemos conocido a algún Dionisio en nuestra vida. Roger Álvarez prolonga el espléndido Don Rosario que llevó a cabo en el María Guerrero hace unos años, y acierta de pleno con su peculiar composición, el personaje más surrealista, delicioso, rabiosamente difícil y creíble de todo el texto. La dificultad estriba precisamente en conseguir que una persona tan estrambótica nos parezca absolutamente normal, algo que Álvarez consigue sin aparente esfuerzo y pasmosa naturalidad. Tierno, explósivo, cargado de humanidad, absurdo a ratos, nuestro actor insufla de una peculiar personalidad a un personaje peculiar per se, y que nuestro actor engrandece con su forma de hacer. No solo se remite a actuar, ya que canta, toca el acordeón divinamente, toca el ukelele y además lleva a cabo varios personajes más con las voces de Loles León, Millán Salcedo y Marta Fernández Muro, ofreciendo una gama de tipos muy interesante y de divertidos resultados. 

El nivel actoral de la función es muy elevado en líneas generales, y la gama interpretativa brillante, siendo la tónica la verdad, naturalidad, el profundo conocimiento del texto, y un vínculo perfectamente definido entre los dos personajes, pudiendo entender como el trabajo de los dos actores brillante, de interés y profundamente inspirado.



 


Luis Flor se estrena en las labores de dirección, ya lo conocemos como actor, y la verdad es que se ha lucido llevando a cabo un espectáculo de gran sensibilidad, mucha magia teatral, y en el que el espíritu de Mihura parece estar pululando de principio a fin. Flor se sirve del estupendo material de base que tiene para llevar a cabo una propuesta ortodoxa, imaginativa, elegante y que demuestra el profundo conocimiento que posee sobre este repertorio y la comedia como género. Para ello ofrece una serie de situaciones escénicas perfectamente apoyadas en las acciones actorales, que sirven como instrumento perfecto para remarcar el texto, así como de ayuda en las interpretaciones que fluyen armoniosamente en escena gracias a las diferentes propuestas de nuestro director. Luis Flor juega con sus actores y se ve que los ha dejado hacer, pero también denota que las directrices sobre cada psicología han sido clara y muy bien marcadas, algo que el disciplinado elenco parece haber seguido y entendido al dedillo, mientras trufan sus interpretaciones con pinceladas personales que enriquecen el acabado final. La obra, divertidísima, se encuentra en el punto justo de comicidad que el texto pide, con un ritmo fluído y que varía dependiendo de la escena que se nos esté contando, y que además consigue mantenernos el interés gracias a un suspense muy bien dosificado que se nos va planteando según se va desgranando la obra. Por cierto... encontré deliciosos los diferentes guiños a Hitchcock que se hacen durante la función, ya que se pueden vislumbrar en ella ecos de Recuerda, La ventana indiscreta y el célebre vaso de leche de Sospecha, guiños cinematográficos acertadísimos y que acentúan todavía más el mimo que se ha puesto en el espectáculo. La obra está plagada de pequeños detalles que dejan muy claro el gran trabajo, concienzudo en extremo, que Luis Flor ha llevado a cabo, y ciertos toques visuales consiguen que además de todo lo que planteo la obra esté plagada de magia teatral. A este respecto destacan dos detalles especialmente, el carrusel minúsculo que evoca una verbena que se ve a traves de una ventana, y esa cama de la que salen todas las cosas habidas y por haber, y en la que solo me faltó parafraseando al propio Mihura, "Un señor cantando Marcial tu eres el más grande", mi acotación favorita de Tres sombreros... 




En resumen, "Los sombrereros olvidados" es una propuesta sólida, enternecedora, realizada con un mimo y un respeto hacia la figura de Mihura y su insigne obra realmente notable, que deja un poso de nostalgia y tristeza, a la vez que nos hace sentir a la salida que el mundo es un lugar un poquito mejor, ya que la inocencia que destilan sus personajes nos hace pensar que en el fondo el ser humano es como el perro de Dionisio... muy buena persona. Solo quier poner un pero... Dionisio y Rosario deberían acabar juntos, esa peculiar historia de amor que se vislumbra no se nos plantea como lo que parece ser, pero eso como diría el camarero de Irma La Dulce... es otra historia. 

jueves, 18 de mayo de 2023

Trato De Favor. De Zarzuelas, Mocatrices Y La Cofradía De La Perpetua Indignación.


Por fin se estrenó "Trato de Favor", y por supuesto un servidor no podía perderse una de las propuestas que más mor
bo e interés ha suscitado de la temporada actual del Teatro de La Zarzuela. Antes de comenzar la crítica me gustaría hacer una reflexión, la zarzuela como género no pertenece a nadie, ni nadie tiene la potestad para apropiársela. Desde los inicios de la zarzuela, como la conocemos actualmente, siempre fue puesta en entredicho por muchos intelectuales más asiduos a otros círculos musicales, tildándola de vulgar, populachera, comercial, de música facilona, argumentos imposibles, y demás exabruptos que toman una curiosa perspectiva con el paso de los años. Ahora cierto sector de la afición, nos quiere vender la zarzuela como un género serio, elevado, y con unas aspiraciones que en la mayoría de los casos nunca tuvo, especialmente en los años que se componían zarzuelas como churros. La zarzuela SIEMPRE se ha escrito para el pueblo, y tuvo o tiene, un efecto maravilloso, juntar todas las clases sociales en un mismo teatro, siempre con un fin común... pasar un buen rato. Aquello que caracteriza a la zarzuela, en la mayoría de los casos y si hablamos de género chico, todavía más, es el plasmar una serie de situaciones y personajes muy reconocibles para el respetable, en la mayoría de los casos con alusiones clarísimas a la actualidad, su pizca de crítica social, y en muchas ocasiones la retranca, eso que tan bien se nos da a los españoles, y que algunos no acaban de digerir.



 Curiosamente algunos sectores amantísimos de la pureza del género, critican exactamente lo mismo que criticaban aquellos pedantes de antaño, creando una falsa entelequia sobre una supuesta zarzuela que jamás existió. La música de las obras puntales de nuestro repertorio se bailaban en verbenas, se cantaban en las calles, y las costureras y planchadoras repetían estribillos mientras hacían su trabajo, y sonaba y se representaba en los teatros privados de Madrid, no en los grandes templos de la ópera, con medios desde escasos hasta fastuosos, pero siempre con dos sentidos, agradar al público y ganar dinero, ambas cosas muy loables por cierto. Pero amigos, de un tiempo a esta parte ha surgido una especie de inquisición zarzuelera,  "La cofradía de la perpetua indignación", que amén de intentar imponer unos criterios más que discutibles sobre las aspiraciones de la zarzuela, no son capaces de disfrutar nunca de lo que se hace o se intenta hacer, bueno o malo, que de todo hay en la viña del Señor. Si queremos que la zarzuela salga de la muerte cerebral en que se encuentra hay que buscar caminos, arriesgarse, equivocarse, aprender de los errores, pero ante todo hay que buscar, y eso siempre se debe valorar. 

Entiendo que sea bastante difícil plantearse esto sin quitarse las telarañas, los prejuicios, superar la "viudedad" de intérpretes que ya no se encuentran entre nosotros, y mirar hacia adelante, sin olvidar el pasado. No queda otra, el género se lo merece, y el público también, que somos TODOS, que no se nos olvide, y no un sector cada vez más minoritario por cierto, que cuando se representa un clásico no es de su agrado porque no se representa como la versión que hizo Tamayo en 1958, y que cuando se plantean obras de nueva creación, tampoco permiten que se experimente, porque los "sacrosantos principios de la zarzuela" vaya usted a saber que es eso, no se respetan. Mientras sigamos en esta disposición el género no saldrá del coma, y mientras tengamos ciertos lastres del pasado que no permitan avanzar la crisis, ya practicamente extinción, llegará el siguiente paso, que es el meter a la zarzuela en una urna, encerrarla con siete llaves hasta que a alguien dentro de 100 años se le ocurra desempolvarla... o no.



 


Y ahora si, voy con la crítica, que adelanto que es una opinión más, de las muchas vertidas sobre la obra, y que quizás no siente del todo bien a quien tenga la paciencia de leerla... Y adelanto, "Trato de favor" si, es una zarzuela, por mucho que algunos digan que no. 


"Trato de favor" "Zarzuela Contemporánea" con música de Lucas Vidal y libro de Boris Izaguirre, tuvo su estreno mundial en el Teatro de La Zarzuela el pasado 29 de abril. 

La partitura de Vidal, de corte ecléctico e indudable inspiración en algunos números, bebe directamente de lo que se le supone a la zarzuela en cuento a melodías sencillas, pegadizas, gratas al oído, y fáciles de escuchar, mezclando estilizaciones de la música popular española, en la partitura a este respecto se puede escuchar un chotis, un pasodoble y hasta una saeta, para fusionarlo con ritmos más propios de estos días, las melodías cinematográficas, y por supuesto el musical,  cita ineludible como género popular por antonomasia en estos días. ¡Oh! sorpresa, nuestros clásicos del repertorio, en su mayor parte hacían lo mismo, pero claro los ritmos punteros de moda en aquellos tiempos eran el vals, la polca, el fox-trot y hasta el cuplé, que también se veían fundidos en la partitura con los aires típicos de nuestro folclore convenientemente estilizados y pasados por el tamiz de una gran orquesta... o no, dependiendo del caso. Primer apunte por el cual indudablemente "Trato de favor" es una zarzuela. Hay que destacar varios números en la partitura como especialmente inspirados, el dúo de Mayka y Ana Mía delicado y melodioso, la plegaria de Mayka quizás el pasaje más lírico del espectáculo, la Romanza de Chelo la más zarzuelera y posiblemente la página más inspirada de toda la partitura, el bellísimo intermedio, y el dueto cómico entre La Venenosa y La Colombiana pura zarzuela en su concepción y en la línea de los números cómicos tan característicos de la zarzuela. Hay que destacar unos coros realmente impactantes, y un número dedicado unicamente a la masa coral que si Chueca o Fernández Caballero lo escucharan lo compraban al instante. Ahora viene el pero... a la partitura le falta coherencia y continuidad, cada número paraece ser independiente absolutamente del resto, algo que cuando de música escénica hablamos lastra el acabado, perdiendo consistencia y quizás añadiendo un matiz de superficialidad que podría haberse subsanado. 

En cuanto al libreto, hay sus más y sus menos, Izaguirre es un buen escritor de novelas, he leído varias, pero no es dramaturgo y se nota. Más allá del delirante argumento, que lo compro como astracanada, con retranca, y ¡oh! sorpresa, alusiones a situaciones y personajes actuales, crítica social, y cierto costumbrismo en algunos momentos ¿de que me sonará a mi esto?si, eso... pura zarzuela, si es cierto que peca de inconsistente y con poco conflicto. Hay personajes muy mal desarrollados especialmente Juan Miguel, que parece que va a tener mucho protagonismo y de repente... nunca más se sabe de él, se nos anticipan algunos efectos sorpresa de manera bastante ramplona, y el fallo que podemos decir como más notorio, lo ripioso de los cantables, pero amigos, una vez más nos encontramos con otra característica de nuestra zarzuela, cuyos textos en verso muchas veces pecan precisamente de ripiosos. Dónde más se acusan las carencias de Boris en estas lides es en los cantables, las letras en algunos casos metidas con calzador, y en las que no se dice nada por aquello de mantener una rima que a veces se da de tortas con la música. Pero eso si, si algo hay que agradecerle al texto es lo divertido que resulta, los giros tan estrafalarios que posee, y el aire autoparódico que me resultó refrescante y entretenido a partes iguales. Esta inconsistencia en el libreto también es muy cercan a nuestra zarzuela, pudiendo poner muchos ejemplos al respecto, aunque me quedaré con dos. En casi 25 años metido en el mundo de la zarzuela nadie ha sido capaz de explicarme por qué Miska en Katiuska no delata a Pedro Stakoff cuando lo descubre en la habitación de la protagonista de la opereta, y por supuesto nadie me ha puesto en tela de juicio un libreto tan "lisérgico" como puede ser el de "El año pasado por agua". Izaguirre se sirve de un hecho ocurrido a Sophia Loren en los años 80, y que a nosotros nos trae recuerdos de cierta folclórica patria, para llevar a cabo una sátira atroz a ratos, profundamente kitsch de principio a fin, y en el que concepto "mocatriz", tan en boga, parece ser el referente de una sociedad vulgar, adocenada y de valores más que dudosos... y una vez más me remito a nuestra zarzuela, porque esto "Son coses de estos tiempos" que ya dijo don Ricardo de La Vega en boca de dos guardias en una obrita titulada La Verbena de La Paloma... casi ná.

 

      

 


Vayamos con el elenco, amplísimo y en líneas generales muy acertado. 

María José Suárez, Amelia Font y Lara Chaves, como La Venenosa, La Colombiana y Cuca respectivamente, más que correctas, especialmente las dos primeras, por extensión del papel, en un código de característica pura de zarzuela. Su número fue uno de los más celebrados del respetable, y no pasan desapercibidas, cargadas de gracejo y comicidad, lapidarias y frescachonas, como mandan los cánones. 

Espléndida Gurutze Beitia, como Mercedes, en un papel que recuerda a Rita Barberá en la estética y alguna cosa más que no desvelaré, y en el que se mueve como pez en el agua. Rotunda en su presencia, perfecta de energía, impecable de tono, y sólida como es habitual en ella. 

Amparo Navarro, soprano, como Chelo una de las mejores voces de la noche, impecable cantando, de hermosa voz, gran gusto y fraseo, sonido redondo, y muy expresiva, saca el mayor de los partidos a su chotis, cantado al final de la obra, con un manejo admirable del doble sentido, una ironía perfecta, y un canto de indudable calidad. Hacía tiempo que no la veíamos en La Zarzuela, y la verdad es que se la ha echado de menos este tiempo. Su trabajo en "Trato de favor" pasa por sobresaliente y así debe de ser tenido en cuenta. 

Enrique Ferrer, tenor, como Juan Miguel, perfecto en lo musical y en lo actoral, aunque tristemente su personaje no tiene el recorrido que se merece, pidiendo a gritos un dúo o un terceto que lo perfile mejor, y que nos permita disfrutar más de su voz. Su intervención principal fue servida con bravura, agudos bien colocados, potencia en el instrumento, y esa seguridad cantando que lo caracteriza y que tan gratificante le resulta al espectador. Rotundo, y con una estupenda presencia, dota a su personaje de cierto aire de chulángano muy conseguido, pero que también tiene su corazoncito. Exprime el papel hasta las últimas consecuencias, a pesar de lo poco que lo ha mimado Boris Izaguirre en el ibreto, algo que sin duda es muy meritorio. 

Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano, como Mayka, en su línea habitual de calidad. La voz aterciopelada, con la carnosidad y sensualidad que se le presupone a su cuerda, sirvió una elegante velada en lo vocal, en una interpretación cargada de sensibilidad y empaque musical. Refinadísima cantante, que sabe sortear los desafíos de una partitura con indudables complicaciones en sus intervenciones, y que Herrera sortea sin problemas y con excelentes resultados. 

Ainhoa Arteta, soprano, como Ana Mía, en un momento vocal complicado, en un papel que entiendo que le está sirviendo para medir el instrumento tras los problemas de salud que todos conocemos. La voz sigue sonando potente, el instrumento sin duda es grande, aunque no se encuentra tan bien manejado como antaño, y la sensación que se tiene es la de sentirse insegura en algunos de los pasajes. Excesivos cambios de color, así como algún problema en el agudo, pero que entiendo que son solventables a corto plazo. Hay que decir que sus legendarios filados se encuentran intactos, el gusto cantando es indudable, y las hechuras de cantante clásica siguen presentes. En lo actoral un tanto incómoda, pero cumplidora, y esforzadísima, algo que sin duda es de agradecer.  



 


Coro titular absolutamente inconmensurable, en una obra en la que tienen gran presencia, y de indudable dificultad. Las intervenciones del coro son importantísimas en el desarrollo de la función, especialmente el femenino, que está en escena durante la mayor parte del espectáculo, o cantando internos, siempre al máximo nivel de empaste y volumen dotando de enorme empaque a la partitura, y de espectaculares resultados. Impagables como Espigadoras de La Rosa del Azafrán, mal cantadas a propósito, las féminas de la masa coral hicieron las delicias del respetable, así como en el número titulado "La nueva sociedad" en el que el coro es la estrella, ejecutándolo con fineza, exquisita dicción, y bello acabado. Disfrutones en escena, bien movidos, y muy disciplinados, sin duda son uno de los mayores activos del espectáculo.   



 


Andrés Salado al frente de la Orquesta de la Comunidad, acierta en la lectura de una partitura nada fácil de dirigir, en la que los diferentes estilos son la tónica, dando a cada tema el aire acertado. La lectura de Salado pasa por la teatralidad y el cuidado hacia los cantantes, siendo el resultado el de una función tremendamente dinámica, espectacular en el sonido, algo que viene de serie en la partitura, y un estudio profundo del material que tiene entre manos. Buen trabajo en las dinámicas, espléndido en la concertación, y muy pendiente de lo que ocurre en escena, sacó todo el jugo a la partitura sin el menor problema. Buena lectura y feliz remate a nivel musical de espectáculo.  



 


Emilio Sagi firma la producción y la verdad es que acierta, dejando atrás excesos esteticistas que lastraban la parte actoral, pecando ultimamente sus espectáculos de demasiado superficiales. En este caso el elenco que tiene también ayuda, ya que en líeneas generales saben actuar, y Sagi apuesta por el exceso y el desmelene, en total consonancia con lo que Izaguirre ha escrito, siendo sin ninguna duda la única apuesta válida con el material que tiene entre manos. Algunas escenas se encuentran muy bien perfiladas, especialmente la primera de Chelo y Ana Mía, de corte totalmente almodovariano, y con unas transiciones bien ejecutadas y muy dinámicas, siendo el resultado el de un espectáculo ágil, divertido, liviano y que se nos pasa en un suspiro. La función esteticamente es de relumbrón, excesiva, no es para menos, con imponente escenografía de Daniel Bianco, milimétrica y funcional, y con momentos de una espectacularidad innegable. Han tirado la casa por la ventana en La Zarzuela, y la verdad es que un servidor la ha agradecido, ya que el regusto de gran producción que queda una vez visto el espectáculo es muy gratificante. Nuria Castejón en las coreografías una vez más demuestra su maestría en las danzas típicas españolas, preciosa la coreografía de los abanicos, y arriesga en los temas más modernos o cercanos al musical, incluso atreviéndose con el "Vogue" en algún número, reminiscencia deliciosamente "queer" y que en una función de estas características se me antoja acertadísimo. Mención especial para el vestuario de Jesús Ruiz, un delirio de color y lentejuelas especialmente en el último tercio de la función, que nos lleva a los años 80 mas estrepitosos y descarados, así como también se deben tener en cuenta las imponentes luces de Albert Faura, que sirven de apoyo perfecto a esta explosión visual que es "Trato de favor". 


En resumen, "Trato de favor", es una digna sucesora de lo que representa nuestra zarzuela, realizada con respeto al género, la canción eurovisiva es sin duda toda una declaración de principios a este respecto, y que con sus más y sus menos abre una vía a seguir, por mucho que a algunos les moleste, sobre el futuro de la zarzuela como género, y la obra excesos e irregularidades aparte, deja en mantillas a otros productos de nueva creación cargados de ínfulas, sin gracejo, y que posiblemente sean más del gusto de cierto sector snob de la afición, pero que al final no tienen la respuesta del público, y esto señores, al tenor de la ovación de ayer, en un Teatro de La Zarzuela lleno de personas mayores, este "Trato de favor" si que lo tiene. Al final lo que digan los sesudos intelectuales, los críticos como un servidor casi siempre equivocado, o los de "La Cofradía de la Perpetua Indignación" no vale, porque por suerte... el público sigue siendo soberano, y es el que durante todos estos años de existencia del género, le ha dado mayor gloria y esplendor, que no se nos olvide.  








martes, 16 de mayo de 2023

Maria Callas Sfogato, Callas Se Reconcilia Con Maria.

Si hay un mito universal en el mundo de la ópera, ese sin duda es Maria Callas. La figura de "La Divina" trasciende más allá de lo netamente musical, siendo en la actualidad una de las artistas más queridas, estudiadas, imitadas, y sobre todo recordadas de todo el S. XX. El mito de Maria sigue vigente 46 años después de su muerte, y si bien es cierto, no todo se circunscribe a su faceta como artista, toda su vida con sus altos y sus bajos fue lo suficientemente intensa como para escribirse una ópera con ella. Quizás a veces se banaliza el mito, quedando diluído por la "crónica rosa" ya que su vida personal siempre corrió a la par que su oficio, y muchos se han quedado solamente con eso. Cualquier revisión del mito viene bien, lo primero para no olvidar su arte, y lo segundo para entender mejor su grandeza a todos los niveles, algo que puede difuminarse con el paso del tiempo. Maria Callas fue una de esas artistas más grandes que el propio arte, y que no pocas veces nos ha llegado como una mujer devorada por el mito, y por su azarosa vida personal. Todo esto es cierto, y muchas otras cosas que no deben caer en el olvido, y que es lo que nos cuenta "Maria Callas Sfogato", obra sobre la que voy a hablar en esta crítica, y que ayer tuve oportunidad de ver en el Alcazar, con grandísimo placer. Antes de hablar de el espectáculo en si, voy a contar una anécdota que define muy bien lo que fue Maria Callas, y como sufría el tener que ser Maria Callas todas las noches delante de un público que no perdonaba ni un desliz a la diva. En los últimos años de su carrera, era literalmente una tortura para ella subir al escenario, ya con la voz mermada y llena de inseguridades, durante una representación de Medea en la Scala de Milán, ante los abucheos del respetable porque se supone que aquella noche Maria no estaba al nivel que se le exigía, en vez de cantarle a Jasón aquello de "Cruel te lo he dado todo", se lo cantó directamente al público, que entendió perfectamente la indirecta y se rindió a los pies de la Callas dedicándole una ovación intensísima... genio y figura, señores. 



"Maria Callas Sfogato" es una pieza de cámara con texto de Pedro Víllora, de hermosa factura, marcadísimo lirismo, y enorme trabajo de docuementación, en la que se nos cuenta la última noche de "La Divina" en su apartamento de París, en aquel lejano 1977. Entre apuntes biográficos y musicales, se van poniendo frente a frente las dos facetas de la cantante, Maria la mujer y Callas la artista, en un texto de inteligente factura, férrea estructura y gran belleza en su acabado formal, siempre desde el más absoluto de los respetos hacia la figura de la artista y el mayor de los rigores biográficos, sin caer en lo sensacionalista ni lo banal, si no más bien en un acercamiento psicológico al personaje, y una interesante reflexión sobre el arte.  Varias cosas son destacables del texto, más allá del creíble acercamiento hacia la Callas que ofrece. En "Maria Callas Sfogato" se nos presenta a una Maria de vuelta de todo, consciente de que su tiempo de gloria ya pasó y que tan solo precisa tranquilidad. El personaje de Callas magnificamente perfilado, posee la suficiente riqueza de matices como para no quedarse en una mera caricatura acartonada de lo que se supone que fue la diva, resultando tremendamente creíble todo lo que dice, y que va en total consonancia con la imagen que tenemos de una mujer que fue artista ante todo y que dejó pasar muchas cosas en su vida por su dedicación a la música. Especialmente interesante resulta el mensaje que Víllora nos da sobre lo que significa la técnica en el arte, y como una vez superada la técnica empieza la creación, algo primordial a la hora de entender a Callas y la revolución que supuso en el mundo del canto, ya que fue pionera en aquello de interpretar y no solo cantar, siempre entendiendo que fue el manejo de la técnica lo que le permitió bucear en los diferentes personajes que llevó a escena desde una perspectiva emocional, algo completamente novedoso para los parámetros de la época en el mundo de la ópera. Víllora sin cargar las tintas en lo melodramático consigue un texto de gran emotividad, que nos llega de manera muy directa, por la verdad de lo que se nos cuenta y lo reconocible que nos parece el personaje de Maria, humana, contradictoria, sensible, altiva y siempre ante todo artista. "Maria Callas Sfogato" posee la suficiente entidad y profundidad como para entenderla como un estudio, fabulado por supuesto, del personaje la Callas, sin caer en el cliché fácil, en el que lo personal y lo público de la artista se funde con fluidez, gran belleza, y un gran sentido de lo teatral, en un texto redondo por los cuatro costados, que nos deja un idea bastante clara de como pudo ser Maria cuando no había cámaras ni periodistas ávidos de escándalos, y en el que además se hace un repaso de su vida realmente notable.



Vayamos con el elenco:


María Rodríguez, como Callas, en una sustitución de última hora por enfermedad de la cantante titular Eva Marco, estuvo sin duda a la altura de las circunstancias, cantando las arias que hicieron más famosa a la Callas, considerándose alguna de esa interpretaciones referenciales. Rodríguez en un espléndido momento vocal, con la voz madura y bien manejada, sorteó con aparente facilidad la dificultad de las piezas elegidas. Especialmente acertada en "Vissi d´arte" de Tosca, supo insuflar al aria de la suficiente sensibilidad como para emocionar al respetable. La voz grande, con cuerpo y carnosidad, buen centro y graves, se adecuó a la perfección al repertorio elegido dando el aire necesario a cada tema, algo esencial en un espectáculo de estas características, ya que gran parte de la responsabilidad del mágico acabado de la función reside en las intervenciones musicales, y las peculiares atmósferas que se recrean. Brillante y sensual en la Habanera de Carmen, delicada en Manon, y arrolladora en Norma, sirvió de complemento perfecto a la otra Maria, siendo el espejo perfecto en el que la diva se mira, recordando su pasado. De gran presencia escénica, María Rodríguez fue una solvente intérprete, que aprovechó muy bien la cercanía del público en sus intervenciones, logrando un noche de altura en lo musical, de corte preciosista por momentos, y siempre con una gran solidez en todas sus intervenciones.



 


Anabel Maurín, como Bruna, la fiel asistente de la Callas durante tantos años, y que aquí sirve como voz de la conciencia de Maria, la única que la cuestiona en algunos momentos, y que posiblemente sea la que mejor la entiende. Con un vínculo espléndidamente plasmado, Maurín, lleva a cabo una creación de una credibilidad incuestionable, en un personaje menos etéreo que Callas, que sirve de contrapunto perfecto a la protagonista de la función. Tierna cuando lo precisa, dura a ratos, siempre presente, y sobre todo con un sentido de la escucha agudizadísimo, que la sabe mantener en el sitio exacto que el texto pide. Sobria y sin quedar atrás ante una apabullante Mabel del Pozo, resulta idónea para un personaje de gran dificultad llevado a buen puerto por nuestra actriz desde un enfoque profundamente humano, y de corte naturalista. Maurín además tiene una dificultad añadida, su personaje es el que más datos biográficos apunta en el texto, algo muy peligroso, y que aquí se nos antoja natural, y en total consonancia con la psicología del personaje. Insufla al papel cierto aire de excepticismo muy adecuado, que nos deja entrever que los años de convivencia con Callas le han dado muchas dosis de "mundología" y un profundo conocimiento del alma humana. Anabel Maurín sirve una interpretación de una pulcritud extrema, bien trabajada, clarificadora en cuanto a la figura de Callas se refiere, y ante todo de tremenda humanidad. Bruna habla con conocimiento de causa, Maurín lo sabe y así nos lo hace ver de manera cristalina. 




Mabel del Pozo como Maria, simplemente excelsa. No hay palabras para definir el nivel de implicación de nuestra actriz que se mete en la piel de la cantante hasta las últimas consecuencias. Del Pozo se encuentra totalmente mimetizada con Maria, siendo el efecto absolutamente mágico, ya que nuestra actriz no imita, es. Todo está perfectamente definido en el personaje, su corporalidad, con un manejo prodigioso del gesto grande, así como la elegancia innata que le suponemos a una diva, mientras que en los momentos de mayor fragilidad, la imponente Callas parece tornarse en la diminuta Maria sin que se note el más mínimo esfuerzo. Todo fluye, todo parece natural y todo nos hace pensar que Del Pozo desde que pisa el escenario ya es Callas. De una organicidad asombrosa, la emoción se alcanza de una manera admirable, llevándonos exactamente al lugar emocional que el texto pide de manera altamente satisfactoria y profundamente conmovedora. La paleta interpretativa resulta enormemente variada, ya que el papel así lo requiere, dando en el clavo en cada monólogo, dejándonos clarísmo lo que se nos ha querido contar, y como se nos ha querido contar, dato muy a tener en cuenta, ya que es muy notorio que Mabel del Pozo ha entendido el papel hasta el milímetro, con su complicada psicología, su aire didáctico a ratos, y su amor principal... la música. La interpretación de Del Pozo es de una pieza, sólida de principio a fin, impecable en su ejecución, y con hechuras de primera actriz. Segura, cargada de oficio, y sobre todo lo que más me gusta, cargada de verdad. Nos encontramo ante una interpretación que sale de las tripas y del corazón, y que rezuma honestidad por los cuatro costados. 




La dirección escénica corre a cargo de Alberto Frías, que ha entendido muy bien la función, cargándola de sensibilidad, dándole el ritmo adecuado, nunca frenético, pero muy bien medido, consiguiendo atraparnos desde el inicio del espectáculo. Explica perfectamente los vínculos existentes entre las dos actrices principales, quedando clarísimo el gran afecto que las une, y que posiblemente Bruna sea la única que tenga el coraje de decirle a Maria las cosas que le dice, y sobre todo marcando muy bien las diferencias entre los dos papeles. Bruna terrenal, y Maria etérea, ya casi un espectro rememorando su vida y enfrentándose a su última noche, y con ella a sus fantasmas y recoinciliándose con Callas. El espectáculo posee una impecable factura a nivel visual y un elegante acabado, sirviéndose de varias imágenes de gran poder evocador, y cierto aire onírico pulula por el escenario, especialmente en las escenas de Maria sola, en eso precisamente consiste lo que llamamos "magia teatral" algo que este espectáculo posee por los cuatro costados. Frías sirve un espectáculo sólido, admirablemente terminado, y que merece largo recorrido por la sensibilidad que destila, el altísimo voltaje actoral que ofrece, y lo clarificador que resulta en cuanto a la figura de Maria Callas. Nos encontramos ante una propuesta sin duda imprescindible para los amantes de la ópera, y para los amantes del buen teatro, ya que en ella encontramos las dos cosas a su máximo nivel, siempre desde un prisma respetuoso, íntimo, y alejado de los fuegos artificiales para cambiar estos por la verdad y el conocimiento del alma humana y aquello que la mueve... el arte. Dentro del espectáculo hay que remarcar el trabajo de Natalia Belenova al piano, impecable a todas luces, y dos cosas más, las fantásticas luces de Enrique Toro que contribuyen enormemente a enriquecer la atmosférica propuesta de Alberto Frías, así como el espléndido trabajo con los figurines de Sabina Atlanta, muy definitorios de cada personaje, incluso en el mítico vestido con capa azul, que lució Callas con Giuseppe Di Stefano en Londres en 1977. IM PRES CIN DI BLE.