viernes, 27 de septiembre de 2019

La Función Que Sale Mal, Cuanto Peor Salga... Mejor.

La comedia desaforada, la de carcajada continua, es mi género predilecto. Me parece el más difícil, y el que cada vez se hace menos, precisamente por las dificultades que entraña. Mi afición al teatro empezó precisamente viendo desternillantes funciones retransmitidas por televisión, que me hicieron entender que todo se vive más y mejor en un teatro que en cualquier otro lugar. Una tragedia nos llega mucho más directa, y cuando de reír se trata, si la comedia se presenta bien, la explosión de carcajadas es espontánea y sobre todo contagiosa, formándose una comunión entre los cómicos y el público, realmente inigualable.
Ayer se estrenó en Madrid una de estas comedias que desencajan la mandíbula, y lo hizo con gran fortuna, ya que como iréis viendo, el espectáculo es una maravilla. Un servidor de ustedes estaba echando de menos alguna obra con la que salir literalmente doblado de la risa, y olvidarse del día a día por un rato, algo que siempre viene bien.
"La función que sale mal" que es el título en cuestión, me lleva persiguiendo por medio mundo, tropezándome con ella en las carteleras de casi todas las grandes ciudades que he visitado ultimamente, tan solo era cuestión de tiempo que llegase a nuestro país, ya que el éxito de la obra original es indiscutible. Reconozco que me podía la curiosidad, mucho más después de los comentarios tan favorables que había escuchado de los pases previos, así que ayer, de estrenazo y muy buen humor me acerqué a La Latina con ganas de pasármelo bien, y reírme a mandíbula batiente, mis expectativas se cubrieron de largo, y me atrevo a decir, que esta es posiblemente la comedia de la temporada.



"La función que sale mal" se estreno en Londres en 2012, siendo planteada en un principio por tiempo limitado, llevando ya la nada desdeñable cifra de 7 años en cartel, siendo representada nada menos que en más de 30 países.
El espectáculo sigue la estela de "Que desastre de función" en cuanto a su concepto, aunque con algunas diferencias, ya que aquí el espectador solo ve lo que ocurre en escena y no detrás del escenario, aunque sin ninguna duda esto último daría para otro espectáculo.
La historia es sencilla, una compañía de teatro amateur representa una obra de misterio al más puro estilo inglés. Las deficiencias artísticas y técnicas de la compañía son palmarias, desencadenando un destrozo escénico de proporciones épicas, y que obviamente no pienso destripar en esta crónica, ya que el factor sorpresa es imprescindible para que el espectáculo funcione en toda su extensión.
"La función que sale mal" se puede considerar ejemplo paradigmático de comedia muy física, y en la que el gag visual es el principal arma con el que bombardear al espectador sin descanso desde que se levanta el telón. Nos encontramos ante un espectáculo de enormes complicaciones a todos los niveles, ya que absolutamente todo lo que ocurre en escena debe de estar medido al milímetro para que funcione como es debido, dentro de un complicadísimo aparataje escénico, que no está reñido con unos personajes de gran dificultad y unas situaciones escénicas límite, que si se salen de madre, no solo arruinan la función sino que incluso pone en peligro la integridad física de los actores. Obviamente, todo está perfectamente calibrado, y el resultado es desopilante y sorprendente a partes iguales, así como absolutamente delicioso de principio a fin.



Vayamos con el elenco.
La obra netamente coral se susenta con ocho actores y actrices, con similar extensión en sus papeles, y características comunes en sus composiciones. Lo primero que hay que decir, es que se trata de unos magníficos actores haciendo de actores aficionados, algo que se me antoja harto difícil que todo el elenco da con una verosimilitud apabullante.
Dentro del elenco se pueden ver los diferentes estereotipos de las obras de suspense, mayordomo, pareja joven, detective, galán, etc. convenientemente caricaturizados y llevados al extremo.

César Camino como Trevor, correcto como es habitual en él, y quizás un tanto desaprovechado, ya que el papel dentro de la función no está muy desarrollado. Camino potencia mucho la escucha, en un papel que habla poco, pero que está presente durante todo el espectáculo, siendo el típico personaje que si no se realiza con solvencia, destaca y para mal, por todos lados. Camino tira de oficio y naturalidad, superando la prueba con creces. 

Alejandro Vera como Dennis, en un código lacónico e interiorizado resulta impagable en sus pifias con el texto, y en como intenta salir de los múltiples atolladeros que la desastrosa representación le va poniendo por delante. Impoluto en lo corporal, tiene momentos gloriosos, especialmente en unos conseguidísimos mutis, y en un bucle escénico en el que se ve inmerso que supera cualquier límite sospechado por la ciencia.

Felipe Ansola como Jonathan, Le ha tocado a Ansola el papel de muerto, un muerto un poco a su aire, que resulta divertidísimo en su aire despistado, y muy perdido dentro de todo lo que está ocurriendo. Ansola vive lo que le está pasando como un drama, como la mayoría del elenco, siendo eso uno de los mayores motivos para la hilaridad, ya que la comedia cuanto más en serio se toma más graciosa es.

Noelia Marló y Carla Postigo, como Annie y Sandra respectivamente, impagables en un papel que podemos decir que comparten, aunque no sea exactamente así. Marlo, pretedidamente envaradísima, y absurdamente sensual cuando no viene a cuento, deja entrever de forma magistral lo que conlleva ser una actriz con nula intuición y cero capacidad actoral en una composición muy bien apoyada en lo gestual y en el físico. Postigo es otra de las que sufre por dentro, en un principio, hasta que se desmelena, llegando al paroxismo en todas las escenas que comparte con Marló, de asombrosa eficacia y bastante mala leche. Ambos personajes nos resultan muy reconocibles para aquellos que conocemos en mayor o menor medida los entresijos del teatro, y las luchas entre "divas escénicas".

David Ávila como Max, sirve una función espléndida, como un delicioso tontorrón, que se lleva al público de calle, basándose en un gag en el que la complicidad con el respetable es fundamental, y que nuestro actor lleva al extremo. De personalísima forma de hacer, ofrece una creación de un personaje extrañamente cómico que sorprende y divierte a partes iguales, y con más capas que una cebolla, ya que Ávila hila muy fino para dejarnos claras muchas cosas sobre Max, que no son nada obvias pero que si están muy latentes.

Carlos de Austria como Robert, absolutamente impagable, buenísimo en lo corporal, la escena en el piso de arriba, con impertinente planta incluida, es de lo mejorcito de la función, así como un aire de actor que se toma demasiado en serio a si mismo, y que intenta no perder la compostura en ningún momento, conseguidísimo, y que enriquece su personaje hasta lo estratosférico, siendo su creación redonda desde todo ángulo.

Héctor Carballo como Chris. Solídisimo, y muy templado en todas sus intervenciones. Carballo ya me sorprendió muy gratamente en "Guateque 69", y aquí riza el rizo, emulando a lo que antiguamente se consideraba un "primer actor", de los que dirigían, interpretaban, y se dirigían al público para loar su propio espectáculo. Genial en el gesto grande, y con buen dominio de la improvisación, resultó uno de los grandes activos de la función por derecho propio, ya que su papel es uno de los más difíciles del espectáculo, y el que manda en la mayoría de las escenas.

Es de justicia hacer una mención especial al equipo técnico de "La función que sale mal" ya que su trabajo se me antoja imprescindible dadas las características del espectáculo. El equipo técnico siempre es importante, en esta función, son protagonista en la sombra, realizando un trabajo dificilísimo, y realmente digno de alabanza. 

Nos encontramos en líneas generales ante un elenco en completo estado de gracia, que se deja la piel literalmente sobre el escenario, siendo la química existente entre todos altísima, y un trabajo que sin ninguna duda debe ser calibrado en su conjunto. Todos encajan en el papel, todos encajan los chistes a la perfección, y sobre todo, reman en la misma dirección para sacar adelante una función durísima, con la que juegan a placer. 



Vayamos con la propuesta escénica.

La función viene firmada por Sean Turner y David Ottone como director asociado. Varias cosas son destacables del espectáculo, la primera de todas los tiempos, tan bien medidos, en una función que sin ser frenética si nos da la sensación de serlo. Los actores se toman sus tiempos, mastican los gags, y los sirven de forma perfecta, algo en lo que sin duda el ojo regista tiene mucho que ver, ya que si todo fuera a velocidad vertiginosa, nos perderíamos los chistes, y se perdería comicidad. Turner y Ottone, consiguen una función de altísimo interés teatral, coreografiada de forma meticulosa, y en la que un aparente caos, esconde un mecanismo perfectamente engranado en el que hay muy poco espacio a salirse de lo ensayado, porque entonces si que la función saldría mal de verdad. Cada cuadro supera al anterior, cada escena que pasa sube en comicidad, llegando al paroxismo en unos 15 minutos finales que son el delirio, en escena y en el patio de butacas. Otra cosa a tener en cuenta es el factor sorpresa y el uso de los trucos escénicos, realizados con gran inteligencia y que obtienen el resultado exacto en el momento preciso, cayendo la bomba cuando menos nos lo esperamos. "La función que sale mal" es un comedia extrema, pero no es solo eso, es un espectáculo de una factura impecable a todos los niveles, enorme calidad artística, y sobre todo es puro Teatro, casi una estilización en clave bufa del metateatro, y una astracanada delirante y desternillante a partes iguales, que estoy convencido que va a ser un bombazo esta temporada. 




Nos encontramos ante un aténtico "tour de force" para todo el equipo, que sin ninguna duda se han dejado la piel y el alma en un espectáculo realizado con muchísimo cariño, sentido de la comicidad, y que sobre todo se toma la comedia muy en serio.

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lunes, 16 de septiembre de 2019

Anatomía De La Zarzuela, Oportunidad Perdida.

El pasado viernes inauguré la temporada lírica 19-20 con un espectáculo que me llamó la atención cuando lo vi anunciado y le dí un vistazo al programa musical que ofrecía, variado, y en algunos casos conocido, pero poco representado. El espectáculo en cuestión era "Anatomía de la zarzuela", con Cristóbal Soler a la batuta, y Hugo Pérez de la Pica en la dirección artística, y que se iba a representar primero en Aranjuez, y posteriormente en el Teatro Monumental de Madrid, contando para ello con la Orquesta y Coro de RTVE. 
De la Pica siempre barroco en sus planteamientos, y de caligrafía historicista en su estética, me pareció que podía aportar, con su personalísima impronta, algo diferente al panorama lírico, ya que nuestro regista, se suele mover más por líneas picarescas que líricas en la renombrada compañía Tribueñe, siendo, al menos para un servidor, la presencia de Hugo Pérez un activo en cuanto al espectáculo se trataba. La noche fue decepcionante, y bien que lo lamenté, ya que realmente se podía haber hecho algo interesante y de buen acabado, que no pasó de un concierto sin más y que no aportó nada al escuálido panorama zarzuelero actual. A la salida estaba triste en vez de enfadado, por la oportunidad perdida una vez más, y por el hecho de pensar que ciertos "cambios"  acercan el género al gran público, cuando lo que hacen realmente es alejarlo.




Antes de comenzar la crítica, quiero alabar la iniciativa, ya que tal y como está la zarzuela cualquier acercamiento que se haga es poco, pero... siempre hay un pero, hasta ahí llego en la alabanza. 
Hacer zarzuela y posicionarse con ella, significa ponerla en el lugar que se merece, y con los estándares de calidad que se deben imponer en nuestro género lírico, para que perdure en el tiempo, y para que se conozca tal y cómo es. No es de recibo que en un recinto cerrado y con espléndida acústica como es el Teatro Monumental, se microfone a los cantantes, no lo es, del mismo modo que tampoco es de recibo que la Orquesta de RTVE, también se amplifique, y tampoco es de recibo que el Coro de RTVE se tenga que pelear sin amplificación con el resto de los componentes del concierto. Si además de desvirtuar el sonido, se amplifica tan mal como se hizo el pasado viernes, el resultado puede considerarse desastroso a todas luces, y que poco favor le hace a nuestro género lírico, ya que una cosa es un show al estilo de André Rieu, y otra un supuesto concierto de zarzuela. No juzgo a Rieu, tiene sus defensores y lleva a cabo una labor de acercamiento de la música clásica a cierto público, que posiblemente de otra forma no sería posible, pero eso si, ya puestos a hacer lo de Rieu, al menos hacerlo bien, y no con unos medios técnicos y vocales, salvo honrosas excepciones, escasos en grado sumo. Tocar no es hacer música, es una máxima que sigo desde hace muchos años, y tristemente el pasado viernes se tocó, pero música... se hizo poca. 



Vayamos con el elenco.

En el concierto participaron dos cantantes netamente líricos, tres  actrices-cantantes, una cantaora, y dos bailaores, con irregulares resultados, y muy descompensados en lo musical.

Chelo Vivares, en su línea habitual ofreció solidez actoral, y una correcta interpretación musical, si bien es cierto alejada de los parámetros líricos, correcta dentro de los números que le ha tocado en suerte. Distinto es el caso de Helena Amado y Candelaria de la Serena, también actrices-cantantes y como Vivares componentes de Tribueñe, insuficientes especialmente la segunda en la que su escuálido material vocal, y el poco gracejo frente al que se le debía suponer a una vedette fueron la tónica. De la Serena cantó el pasodoble de "24 horas mintiendo" de Alonso y el famosísimo chotis de "La Lola" de la revista también de Alonso "Las cariñosas". Este repertorio si bien es cierto no se escribió para cantantes líricas, si para mujeres cargadas de intención en sus interpretaciones, y de rotunda presencia escénica. De la Serena, con voz cercana al musical, se queda corta en todos los ámbitos, y no acaba de "pasar la batería" en ninguna de sus intervenciones. Helena Amado, de mimbres más líricos que su compañera, también con un material endeble y con exceso de vibrato, así como una interpretación en exceso anodina del bello fado de "El pájaro azul"de Rafael Millán que pasó completamente desapercibida. 

Más afortunada se encontró la cantaora Rocío Díaz, que si bien es cierto aportó una lectura personalísima a todas sus intervenciones, demostró unas facultades estupendas y un instrumento bien dominado, resultando especialmente convincente en el cuadro de La verbena de La Paloma, que cantó (gracias a Dios) sin micro, y sin problemas en la emisión. 

El barítono Sebastiá Peris demostró ser el cantante con mejores facultades, y uno de los que tampoco hubiese necesitado micrófono en sus intervenciones. Peris, al que ya he escuchado más veces en otros teatros, cantó con impecable gusto, siendo el fraseo uno de sus fuertes, así como la expresividad, dentro de un canto noble, y una voz bella y bien timbrada, que demostró su valía en el dúo-habanera de "La del manojo de rosas" y en el celebérrimo "Luché la fe por el triunfo" de "Luisa Fernanda" de Torroba. Lástima que el dichoso micrófono no nos permitiera disfrutar de su interpretación en toda su extensión, ya que el sonido metálico y descompensado, fueron la tónica de la noche. 

La soprano Lorena Valero, sirvió una velada muy irregular, tanto en repertorio, como vocalmente, ya que por su voz pasaron todos los colores del arcoiris, y no para bien precisamente. Valero ofreció un vacilante, en cuanto afinación y escaso en cuanto a volumen, "Sierras de Granada" de  "La Tempranica",  pasando por la petenera de "La Marchenera", el dúo de "La Revoltosa" y finalizando con los dos dúos de "La del manojo de rosas" de Sorozábal. Semejante batiburrillo musical, acabó por descabalgar completamente la voz de nuestra soprano, que en el dúo-pasodoble de "El manojo" ya se había perdido completamente en cuanto a color y colocación. La dicción resultó deficiente, la zona grave-media abierta y destemplada, y el agudo estridente y abrupto en el ataque, especialmente en la petenera que fue abordada con grandes dificultades por nuestra cantante. Tristemente, la microfonación no disimula los problemas de Valero, sino que los eleva a la enésima potencia, siendo otro problema añadido a los más arriba narrados, y que acaba por descalabrar su trabajo de forma realmente inclemente. 

Es necesaria una mención especial a los bailaores Raquel Valencia y Miguel Tellez, muy acertados en sus intervenciones, bien pensadas dentro del espectáculo y bien servidas por parte de los artistas. 

El Coro de RTVE dirigido por Juan Pablo de Juan, de menos a más, y luchando contra los elementos de forma admirable, ya que los volúmenes de la orquesta empañaron notablemente su trabajo, especialmente en el "Coro de románticos" de Doña Francisquita, completamente eclipsado por la música, y llevado por Soler de forma completamente opuesta a lo que Vives plantea en su partitura. Estuvieron especialmente acertados en "La verbena de La Paloma" y en "La bien amada", correctos en cuanto a volumen y empaste, especialmente en los hombres.





Cristóbal Soler, al frente de la Orquesta de RTVE, sirvió una planísima lectura de la mayoría de los temas, en la que una vez más la sempiterna microfonación hizo poco por la música. La primera pieza de la noche, la "Sinfonía sobre motivos de zarzuela" de Barbieri, me gustó, aunque ya me resultó una tanto estridente. A partir de la segunda pieza ya me di cuenta que todo el concierto iba a ir por esos derroteros y saltaron mis alarmas. Soler parece buscar un sonido espectacular que no acaba de encontrar, quedándose en una sucesión de meros fuegos artificiales, superficiales y rutinarios, siendo el resultado aburrido y grandilocuente, olvidando los matices, y sacrificando la esencia de las diferentes partituras en pos de un show con poco lirismo en su acabado y un tanto ramplón en líneas generales. Si es cierto que en algunos momentos parece vislumbrarse un trabajo más cuidado, especialmente en la bellísima Danza del fuego de "Benamor" de Pablo Luna, donde si jugó con las dinámicas de forma equilibrada, así como en todo el cuadro dedicado a "La Revoltosa" de muy buena factura en líneas generales. 

Hugo Pérez de la Pica, ofreció su estética acostumbrada en todos aquellos números en los que su compañía fue partícipe, aportando vistosidad, y ciertos momentos de gran inspiración, como puede ser el "diálogo de castañuelas" durante el Preludio de "La verbena de La Paloma". La estética de Hugo Pérez, tan particular, no deja indiferente a nadie, para bien y para mal, no teniendo un servidor nada que objetar en su trabajo y propuesta visual, así como a la particular forma de hacer de sus artistas, a la antigua usanza y delicados como porcelanas. Hugo Pérez ofreció lo que me esperaba de él, no engaña, y su trabajo es perfectamente coherente con su estilo, que en este caso me parece que apoyó en líneas generales, de forma correcta los diferentes números musicales que se sucedieron en el concierto.