lunes, 27 de septiembre de 2021

Golfus de Roma, Pasen Y Gocen.

 
La temporada teatral ya se puede dar por comenzada, siendo este año la oferta amplia y jugosa, como si después de la pandemia, con una cartelera a medio gas en 2020, por motivos obvios, y un 2021 que hasta ahora no se puede considerar en términos teatrales a pleno rendimiento, ahora el teatro parece resurgir de sus cenizas, como siempre ocurre desde que el mundo es mundo, para ofrecernos una temporada ambiciosa y variada a partes iguales.
El año teatral que empieza, será sin duda el de los musicales, en el que al menos nueve producciones van a estar en cartel más o menos a partir de octubre. El reto es grande, y por aquello de la lógica uno tiende a pensar que la máxima que dice que "Muchos son los llamados y pocos los escogidos", es la que más se aproxima a la realidad, y que en este caso será lo que ponga a cada espectáculo en el lugar que el público desee, ya sabemos que una cosa es lo que diga la crítica, y luego lo que realmente importa, que es lo que dice el público. 
Esperemos que el nivel sea el deseado, y sobre todo que el éxito acompañe a todas las producciones que se avecinan, será bueno para la industria, y sobre todo será bueno para los espectadores, que sin duda necesitamos evasión, y cultura a partes iguales, ya que no hay mejor antídoto para olvidar lo que hemos y todavía estamos viviendo.
Golfus de Roma se estrenó a principios de mes, y es una de las apuestas que más me apetece, así que en cuanto me fue posible, me acerqué a La Latina para intentar disfrutar de este clásico, que a mi personalmente me encanta.


 
"Golfus de Roma" se ha prodigado bastante en España, ya que desde un lejano 1964 que se puso en pie dirigida por José Osuna, y con Saza a la cabeza, tres producciones más se han llevado a cabo. La de Mario Gas en el 93 con Javier Gurruchaga como protagonista, la de 2015 dirigida por Jesús Castejón con Rafa Castejón como principal, y la que esta crítica ocupa que tiene como protagonista a Carlos Latre.
Es interesante analizar el motivo por el cual una comedia musical como "Golfus" en nuestro país es tan conocida, y humildemente creo que la razón es el material en el que se basaron para hacerla.
Las raíces de "Golfus de Roma" están en Plauto, y en tres de sus comedias, quizás ahí radique el asunto, ya que los clásicos siempre se han representado mucho en nuestro país, y su mensaje universal, en su forma de ser contado, por motivos obvios nos resultan más cercanos que lo que a priori, especialmente en la España de los años 60 podría ser una obra con planteamientos musicales tan estadounidenses como es esta.

 "A funny thing happened on the way to the forum" en su título original, se estrenó con arrollador éxito el 8 de mayo de 1962 en Broadway, ganando 6 premios Tony y manteniéndose en cartel más de dos años. La música corrió a cargo de Stephen Sondheim y el libreto fue escrito por Burt Shevelove y Larry Gelbart. Considerado un "Sondheim menor" por algunos expertos, yo niego la mayor, ya que con Sondheim no se puede hablar de obras menores, sino de obras más asequibles o menos asequibles. El gran pecado de "Golfus" es que no tiene otra aspiración que entretener, y lo hace a las mil maravillas, que duda cabe, pero todo ello remozado en una partitura de altura, en la que prima la interpretación actoral antes que la musical, ya que si hay una obra para actores-cantantes sin duda es esta.
Sondheim no se anduvo por las ramas, y le dio el tono perfecto de farsa que la obra necesita, con una música brillante, paródica, de fabulosa orquestación, y dentro de su aparente sencillez, una riqueza melódica y modernidad, que sin duda son las señas de identidad del compositor neoyorquino en todas sus composiciones, incluida "Golfus de Roma". ¿Música ligera?, sin duda, pero de calidad también, y con una capacidad de meterse en nuestro cerebro realmente pasmosa. Ver o escuchar "Golfus" es salir con la música puesta por varios días.



El libreto, vodévil de equívocos de los de toda la vida, bien sabroso. En él se cuenta la historia de un esclavo romano loco por conseguir la libertad, que se mete en mil embrollos a causa de sus mentiras, todo ello aderezado con múltiples dobles sentidos, un toque sexy, ya que en el fondo como buena heredera de la comedia clásica, el sexo tiene un papel importantísimo, y una nada velada critica social como también mandan los cánones del género. Si bien toda la obra gira en torno de Pseudolus, la obra está aderezada con unos secundarios deliciosos, y lo mejor de todo, una mala baba nada soterrada y gozosa socarronería, que la convierten en un divertimento a ratos desopilante y que siempre nos mantiene la sonrisa a lo largo de todo su desarrollo.
La función no deja de ser también un homenaje al vodevil americano, que ya en los años 60 era un recuerdo en Broadway, ya que su título original hace referencia a la frase con la que los cómicos del viejo Broadway comenzaban sus divertidas historias con las que hacían las delicias del público.
Ligeramente arrevistada, profundamente teatral, y muy ingeniosa, esta comedia musical, es por derecho propio uno de los grandes clásicos del género, y uno de los grandes éxitos de ese genio de la música que es Stephen Sondheim.
La función tiene varios números destacables, pero sin duda aquel que ha pasado a la historia, y que todos conocemos, incluso en nuestro país es su número de inicio, el mítico "Comedy Tonight", uno de los bastiones de Broadway y del musical en general que es quizás el más pegadizo de toda la partitura. Pero dónde realmente se luce Sondheim es en los número de conjunto, ya que ahí justamente es el lugar en el que la capacidad compositiva del autor brilla más, quedando claros los matices musicales con los que Stephen Sondheim trufó su partitura, de elegante acabado, y nada fácil de interpretar, por cierto.





La adaptación de la nueva producción corre a cargo de Daniel Anglès y Marc Gómez, siendo un acierto a todas luces, en la que se ha limado y actualizado el libreto convenientemente, y en la que cierto machismo que destila el original, no nos olvidemos que hace casi 50 años de su estreno, queda completamente eliminado, así como la inclusión de un discurso ligeramente inclusivo, o no tan ligeramente, de forma completamente naturalizada, y justificada. Otro acierto son las traducciones de las canciones, muy fieles al original, perfectamente rimadas, y sobre todo, que mantienen los difíciles dobles sentidos del material del que se parte, siendo el resultado el de una función que mantiene su esencia intacta, pero que se adecúa perfectamente a los tiempos actuales, de forma perfectamente integrada y que a resultas de todo lo que planteo ofrece una función de alto voltaje teatral, armada con cimientos de acero, y profundamente divertida.




El elenco, extensísimo y muy acertado, tiene como mascarón de proa, y el reclamo comercial justo es decirlo, en Carlos Latre, que sin duda está muy bien arropado por todos sus compañeros de reparto que cumplen con creces en su cometido.
Hablar de trabajo conjunto es hablar de este "Golfus" en el que un elenco completamente multidisciplinar y talentoso, que se entrega a fondo en una función dificilísima y durísima a partes iguales. Se puede hablar de comparsa, remitiéndome a palabras añejas, en la que una troupe de clowns acompañan a los actores en múltiples juegos escénicos, que son rematados con gracia y espléndida expresión corporal.
Entre los principales, que son muchos, en líneas generales podemos hablar de equilibrio y sobre todo de talento, ya que cada uno de los artista se adecúa perfectamente a las características de cada personaje.

Oriolo y Meritxell Duró, como Erronius y M. Lycus respectivamente, muy implicados y divertidísimos. Duró carismática como es habitual en sus creaciones, lleva a cabo un Lycus atípico, no solo por el cambio de sexo, que nos resulta pasmosamente creíble, si no por el sentido con el que todo es dicho, lo bien perfilada que está la personalidad del personaje, y su indudable presencia escénica. Oriolo, aporta ternura, y unas celebradísimas apariciones en las que se metió al público en el bolsillo. Ataviado con atuendo de clown de manual, y con aires de payaso clásico, me llegó mucho en su interpretación, breve, pero importantísima para el desarrollo de la trama.

Eva Diago como Domina, en su código habitual de rompe y rasga, lució poderío vocal durante todo el espectáculo, así como su imponente presencia, que le va de maravilla a este personaje de los de "armas tomar", en los que nuestra artista parece moverse como pez en el agua. Cómica, lapidaria, y con el acostumbrado despliegue vocal, ya que el instrumento poderoso y deslumbrante, es sin duda imponente. Aprovecha al máximo su personaje, sacándole todo el jugo de principio a fin.

Iñigo Etayo como Miles Gloriosus, cumple con creces en su papel, de aire autoparódico, bien plantado, y con gran sentido en los textos. La voz ha madurado, y si bien ya era de calidad, ahora ha cogido cierto peso, y una espléndida manera de resolver las frases musicales. Tenor con matices baritonales, e impoluta técnica que fortalece un papel que tiene momentos muy brillantes en la partitura. Etayo luce palmito como mandan los cánones del personaje, vanidoso y extremado, redondeando muy bien su interpretación en todas las facetas.

La pareja formada por Eloi Gómez (Eros) y Ana San Martín (Philia) absolutamente deliciosa, como esos dos jovencitos, pavos pavísimos, cuyo encanto radica en esa inocencia. Ambos se lucen mucho durante toda la función, y es destacable lo bien servidos que se encuentran los números musicales. A veces en estos dos personajes, especialmente en Philia, es difícil encontrar un voz que se adapte a la vocalidad del papel, cercana a la técnica lírica, pero sin llegar a serlo. Alguna que otra escabechina hemos visto que no ocurre en este caso, San Martín las da todas, gira la voz, no hay cambio de color y el agudo resulta bien colocado. Eloi Gómez con bonita voz de tenor, aporta los necesarios matices de inocencia que el papel requiere en la parte musical, y resulta impagable en lo actoral, en una creación, por decirlo suavemente, ambigua, y que le da un aire muy acertado al papel.

Destacan mucho por su entidad actoral, y musical también, el Senex de Diego Molero, y el Hysterium de Frank Capdet. Ambos solídisimos en sus creaciones, Molero consiguiendo que nos caiga simpático un personaje que quizás hoy ya no lo es tanto, pero que nuestro actor sabe cargar de verdad y bonhomía, logrando un trabajo carismático, y equilibrado. Capdet con una acertada vis cómica, en código payasesco, lleva un buen trabajo gestual y corporal que refuerza los gags visuales que plagan la función, y que sin duda en el último tramo de la función toman protagonismo, siendo el momento de más lucimiento de nuestro actor.

Carlos Latre como Pseudolus, sorprende, y lo hace para bien, en las dos disciplinas que marcan al personaje, la actoral y la vocal. Si bien en lo musical en algunos momentos queda un poco plano, y la voz tiene tendencia a ubicarse en la nasalidad, no llega a molestar. La voz es bonita y resulta muy afinado, dando todas las notas de la partitura con aparente facilidad. Esforzadísimo en lo actoral, se deja la piel en un montaje frenético, en el que él lleva la mayor responsabilidad, saliendo del reto con sobresaliente control de los tiempos escénicos, nunca sobreactuado, y llevando a cabo un trabajo de personalísima ejecución, alejado de referentes y que hace suyo sin el más mínimo problema. Tenía mis dudas con Latre, lo reconozco, y he de decir que me equivoqué. No hay que dejar de lado que también adorna el papel con algunas de sus imitaciones más icónicas, pero eso si, nunca cayendo en el exceso, ni sin llegar a desvirtuar al personaje. Por supuesto esto que planteo hizo las delicias del respetable, que sin duda era lo que esperaban del cómico.





La dirección del espectáculo viene firmada por Daniel Anglès codirigido por Roger Julià, siendo sin duda uno de los grandes aciertos de la función. Anglès y Julià conocen a la perfección el material que tienen entre manos, y manejan la comedia de forma impecable, en la que el enredo se encuentra bien plasmado, y todo se entiende a la perfección. A esto hay que añadir un prodigioso ritmo, que hace que la función no decaiga en ningún momento, pasándose en un suspiro las casi tres horas que dura el espectáculo. Nuestros directores plantean una farsa, obviamente extremada, de endiablados diálogos, que surgen vertiginosos de principio a fin, apoyando el texto con unos acertados juegos escénicos, que no hacen más que enriquecer el material original. La función destila un nada soterrado erotismo, planteado con elegancia y festivo desprejuicio, que sin duda sirve de hilo conductor de la trama, ya que a fin de cuentas en "Golfus" se habla de sexo, y de convenciones sociales a partes iguales, aunque eso si, en ningún momento se cae en lo chabacano, siendo un ejercicio de contención a este nivel, que funciona perfectamente dentro del contexto de la obra. Nos encontramos ante una función sorprendente en lo visual, en la que se ha cambiado la ubicación original, transportándola al mundo del circo, algo que si bien no aporta demasiado, no molesta, y le da cierta frescura a un musical que casi siempre se suele representar en unos parámetros más convencionales. Las casas son carromatos de circo, algunos personajes son payasos, mientras otros van vestidos a la manera clásica, en un código colorista y arrevistado (gran trabajo de Montse Amenós, también encargada de la bien pensada escenografía), siendo el efecto de lo que planteo una especie de pastiche visual, desenfadado, visualmente sugerente, y cargado de magia teatral.




Mención aparte para la orquesta con Xavier Mestres a la cabeza, que ya desde la obertura, nos deja claro que no se trata de una orquesta al uso en sus atriles. Son arte y parte del espectáculo, polivalentes, y sin duda todo un acierto de casting, ya que en algunos casos resulta realmente sorprendente las capacidades más allá del tocar un instrumento que se le presupone a los músicos. La lectura de Mestres, briosa y teatral, resulta adecuadísima al tono de la obra, muy matizada y con ciertos aires de película de Fellini en algunos momentos, especialmente el principio de la obra. Resulta gratísima y sorprendente la ejecución del intermedio, que no revelaré por aquello del efecto sorpresa, que si bien es atípica, musicalmente es bellísima además de tremendamente divertida.
Mención especial para las inspiradas y fluidas coreografías de Óscar Reyes, así como las espléndidas luces de Xavier Costas.

"Golfus de Roma" es una apuesta solidísima, de primer nivel, con sorprendente infraestructura para los tiempos que corren, y sin duda una apuesta estimable dentro del panorama de los musicales patrios. Cuando se escribió la comedia, se dejó bien claro que solo era un divertimento, este Golfus lo es, gozoso y ligero, que llega en un momento en el que quizás este tipo de función sea lo que más necesitamos para olvidarnos de lo que hay fuera del teatro. De impecable factura, espectacular resultado, inspiradísimo aire de comedia musical clásica, e indudable empaque teatral, de este Golfus lo único que puedo decir remitiéndome a la máxima del circo es... "Pasen y gocen".