Por fin se estrenó "Trato de Favor", y por supuesto un servidor no podía perderse una de las propuestas que más morbo e interés ha suscitado de la temporada actual del Teatro de La Zarzuela. Antes de comenzar la crítica me gustaría hacer una reflexión, la zarzuela como género no pertenece a nadie, ni nadie tiene la potestad para apropiársela. Desde los inicios de la zarzuela, como la conocemos actualmente, siempre fue puesta en entredicho por muchos intelectuales más asiduos a otros círculos musicales, tildándola de vulgar, populachera, comercial, de música facilona, argumentos imposibles, y demás exabruptos que toman una curiosa perspectiva con el paso de los años. Ahora cierto sector de la afición, nos quiere vender la zarzuela como un género serio, elevado, y con unas aspiraciones que en la mayoría de los casos nunca tuvo, especialmente en los años que se componían zarzuelas como churros. La zarzuela SIEMPRE se ha escrito para el pueblo, y tuvo o tiene, un efecto maravilloso, juntar todas las clases sociales en un mismo teatro, siempre con un fin común... pasar un buen rato. Aquello que caracteriza a la zarzuela, en la mayoría de los casos y si hablamos de género chico, todavía más, es el plasmar una serie de situaciones y personajes muy reconocibles para el respetable, en la mayoría de los casos con alusiones clarísimas a la actualidad, su pizca de crítica social, y en muchas ocasiones la retranca, eso que tan bien se nos da a los españoles, y que algunos no acaban de digerir.
Curiosamente algunos sectores amantísimos de la pureza del género, critican exactamente lo mismo que criticaban aquellos pedantes de antaño, creando una falsa entelequia sobre una supuesta zarzuela que jamás existió. La música de las obras puntales de nuestro repertorio se bailaban en verbenas, se cantaban en las calles, y las costureras y planchadoras repetían estribillos mientras hacían su trabajo, y sonaba y se representaba en los teatros privados de Madrid, no en los grandes templos de la ópera, con medios desde escasos hasta fastuosos, pero siempre con dos sentidos, agradar al público y ganar dinero, ambas cosas muy loables por cierto. Pero amigos, de un tiempo a esta parte ha surgido una especie de inquisición zarzuelera, "La cofradía de la perpetua indignación", que amén de intentar imponer unos criterios más que discutibles sobre las aspiraciones de la zarzuela, no son capaces de disfrutar nunca de lo que se hace o se intenta hacer, bueno o malo, que de todo hay en la viña del Señor. Si queremos que la zarzuela salga de la muerte cerebral en que se encuentra hay que buscar caminos, arriesgarse, equivocarse, aprender de los errores, pero ante todo hay que buscar, y eso siempre se debe valorar.
Entiendo que sea bastante difícil plantearse esto sin quitarse las telarañas, los prejuicios, superar la "viudedad" de intérpretes que ya no se encuentran entre nosotros, y mirar hacia adelante, sin olvidar el pasado. No queda otra, el género se lo merece, y el público también, que somos TODOS, que no se nos olvide, y no un sector cada vez más minoritario por cierto, que cuando se representa un clásico no es de su agrado porque no se representa como la versión que hizo Tamayo en 1958, y que cuando se plantean obras de nueva creación, tampoco permiten que se experimente, porque los "sacrosantos principios de la zarzuela" vaya usted a saber que es eso, no se respetan. Mientras sigamos en esta disposición el género no saldrá del coma, y mientras tengamos ciertos lastres del pasado que no permitan avanzar la crisis, ya practicamente extinción, llegará el siguiente paso, que es el meter a la zarzuela en una urna, encerrarla con siete llaves hasta que a alguien dentro de 100 años se le ocurra desempolvarla... o no.
Y ahora si, voy con la crítica, que adelanto que es una opinión más, de las muchas vertidas sobre la obra, y que quizás no siente del todo bien a quien tenga la paciencia de leerla... Y adelanto, "Trato de favor" si, es una zarzuela, por mucho que algunos digan que no.
"Trato de favor" "Zarzuela Contemporánea" con música de Lucas Vidal y libro de Boris Izaguirre, tuvo su estreno mundial en el Teatro de La Zarzuela el pasado 29 de abril.
La partitura de Vidal, de corte ecléctico e indudable inspiración en algunos números, bebe directamente de lo que se le supone a la zarzuela en cuento a melodías sencillas, pegadizas, gratas al oído, y fáciles de escuchar, mezclando estilizaciones de la música popular española, en la partitura a este respecto se puede escuchar un chotis, un pasodoble y hasta una saeta, para fusionarlo con ritmos más propios de estos días, las melodías cinematográficas, y por supuesto el musical, cita ineludible como género popular por antonomasia en estos días. ¡Oh! sorpresa, nuestros clásicos del repertorio, en su mayor parte hacían lo mismo, pero claro los ritmos punteros de moda en aquellos tiempos eran el vals, la polca, el fox-trot y hasta el cuplé, que también se veían fundidos en la partitura con los aires típicos de nuestro folclore convenientemente estilizados y pasados por el tamiz de una gran orquesta... o no, dependiendo del caso. Primer apunte por el cual indudablemente "Trato de favor" es una zarzuela. Hay que destacar varios números en la partitura como especialmente inspirados, el dúo de Mayka y Ana Mía delicado y melodioso, la plegaria de Mayka quizás el pasaje más lírico del espectáculo, la Romanza de Chelo la más zarzuelera y posiblemente la página más inspirada de toda la partitura, el bellísimo intermedio, y el dueto cómico entre La Venenosa y La Colombiana pura zarzuela en su concepción y en la línea de los números cómicos tan característicos de la zarzuela. Hay que destacar unos coros realmente impactantes, y un número dedicado unicamente a la masa coral que si Chueca o Fernández Caballero lo escucharan lo compraban al instante. Ahora viene el pero... a la partitura le falta coherencia y continuidad, cada número paraece ser independiente absolutamente del resto, algo que cuando de música escénica hablamos lastra el acabado, perdiendo consistencia y quizás añadiendo un matiz de superficialidad que podría haberse subsanado.
En cuanto al libreto, hay sus más y sus menos, Izaguirre es un buen escritor de novelas, he leído varias, pero no es dramaturgo y se nota. Más allá del delirante argumento, que lo compro como astracanada, con retranca, y ¡oh! sorpresa, alusiones a situaciones y personajes actuales, crítica social, y cierto costumbrismo en algunos momentos ¿de que me sonará a mi esto?si, eso... pura zarzuela, si es cierto que peca de inconsistente y con poco conflicto. Hay personajes muy mal desarrollados especialmente Juan Miguel, que parece que va a tener mucho protagonismo y de repente... nunca más se sabe de él, se nos anticipan algunos efectos sorpresa de manera bastante ramplona, y el fallo que podemos decir como más notorio, lo ripioso de los cantables, pero amigos, una vez más nos encontramos con otra característica de nuestra zarzuela, cuyos textos en verso muchas veces pecan precisamente de ripiosos. Dónde más se acusan las carencias de Boris en estas lides es en los cantables, las letras en algunos casos metidas con calzador, y en las que no se dice nada por aquello de mantener una rima que a veces se da de tortas con la música. Pero eso si, si algo hay que agradecerle al texto es lo divertido que resulta, los giros tan estrafalarios que posee, y el aire autoparódico que me resultó refrescante y entretenido a partes iguales. Esta inconsistencia en el libreto también es muy cercan a nuestra zarzuela, pudiendo poner muchos ejemplos al respecto, aunque me quedaré con dos. En casi 25 años metido en el mundo de la zarzuela nadie ha sido capaz de explicarme por qué Miska en Katiuska no delata a Pedro Stakoff cuando lo descubre en la habitación de la protagonista de la opereta, y por supuesto nadie me ha puesto en tela de juicio un libreto tan "lisérgico" como puede ser el de "El año pasado por agua". Izaguirre se sirve de un hecho ocurrido a Sophia Loren en los años 80, y que a nosotros nos trae recuerdos de cierta folclórica patria, para llevar a cabo una sátira atroz a ratos, profundamente kitsch de principio a fin, y en el que concepto "mocatriz", tan en boga, parece ser el referente de una sociedad vulgar, adocenada y de valores más que dudosos... y una vez más me remito a nuestra zarzuela, porque esto "Son coses de estos tiempos" que ya dijo don Ricardo de La Vega en boca de dos guardias en una obrita titulada La Verbena de La Paloma... casi ná.
Vayamos con el elenco, amplísimo y en líneas generales muy acertado.
María José Suárez, Amelia Font y Lara Chaves, como La Venenosa, La Colombiana y Cuca respectivamente, más que correctas, especialmente las dos primeras, por extensión del papel, en un código de característica pura de zarzuela. Su número fue uno de los más celebrados del respetable, y no pasan desapercibidas, cargadas de gracejo y comicidad, lapidarias y frescachonas, como mandan los cánones.
Espléndida Gurutze Beitia, como Mercedes, en un papel que recuerda a Rita Barberá en la estética y alguna cosa más que no desvelaré, y en el que se mueve como pez en el agua. Rotunda en su presencia, perfecta de energía, impecable de tono, y sólida como es habitual en ella.
Amparo Navarro, soprano, como Chelo una de las mejores voces de la noche, impecable cantando, de hermosa voz, gran gusto y fraseo, sonido redondo, y muy expresiva, saca el mayor de los partidos a su chotis, cantado al final de la obra, con un manejo admirable del doble sentido, una ironía perfecta, y un canto de indudable calidad. Hacía tiempo que no la veíamos en La Zarzuela, y la verdad es que se la ha echado de menos este tiempo. Su trabajo en "Trato de favor" pasa por sobresaliente y así debe de ser tenido en cuenta.
Enrique Ferrer, tenor, como Juan Miguel, perfecto en lo musical y en lo actoral, aunque tristemente su personaje no tiene el recorrido que se merece, pidiendo a gritos un dúo o un terceto que lo perfile mejor, y que nos permita disfrutar más de su voz. Su intervención principal fue servida con bravura, agudos bien colocados, potencia en el instrumento, y esa seguridad cantando que lo caracteriza y que tan gratificante le resulta al espectador. Rotundo, y con una estupenda presencia, dota a su personaje de cierto aire de chulángano muy conseguido, pero que también tiene su corazoncito. Exprime el papel hasta las últimas consecuencias, a pesar de lo poco que lo ha mimado Boris Izaguirre en el ibreto, algo que sin duda es muy meritorio.
Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano, como Mayka, en su línea habitual de calidad. La voz aterciopelada, con la carnosidad y sensualidad que se le presupone a su cuerda, sirvió una elegante velada en lo vocal, en una interpretación cargada de sensibilidad y empaque musical. Refinadísima cantante, que sabe sortear los desafíos de una partitura con indudables complicaciones en sus intervenciones, y que Herrera sortea sin problemas y con excelentes resultados.
Ainhoa Arteta, soprano, como Ana Mía, en un momento vocal complicado, en un papel que entiendo que le está sirviendo para medir el instrumento tras los problemas de salud que todos conocemos. La voz sigue sonando potente, el instrumento sin duda es grande, aunque no se encuentra tan bien manejado como antaño, y la sensación que se tiene es la de sentirse insegura en algunos de los pasajes. Excesivos cambios de color, así como algún problema en el agudo, pero que entiendo que son solventables a corto plazo. Hay que decir que sus legendarios filados se encuentran intactos, el gusto cantando es indudable, y las hechuras de cantante clásica siguen presentes. En lo actoral un tanto incómoda, pero cumplidora, y esforzadísima, algo que sin duda es de agradecer.
Coro titular absolutamente inconmensurable, en una obra en la que tienen gran presencia, y de indudable dificultad. Las intervenciones del coro son importantísimas en el desarrollo de la función, especialmente el femenino, que está en escena durante la mayor parte del espectáculo, o cantando internos, siempre al máximo nivel de empaste y volumen dotando de enorme empaque a la partitura, y de espectaculares resultados. Impagables como Espigadoras de La Rosa del Azafrán, mal cantadas a propósito, las féminas de la masa coral hicieron las delicias del respetable, así como en el número titulado "La nueva sociedad" en el que el coro es la estrella, ejecutándolo con fineza, exquisita dicción, y bello acabado. Disfrutones en escena, bien movidos, y muy disciplinados, sin duda son uno de los mayores activos del espectáculo.
Andrés Salado al frente de la Orquesta de la Comunidad, acierta en la lectura de una partitura nada fácil de dirigir, en la que los diferentes estilos son la tónica, dando a cada tema el aire acertado. La lectura de Salado pasa por la teatralidad y el cuidado hacia los cantantes, siendo el resultado el de una función tremendamente dinámica, espectacular en el sonido, algo que viene de serie en la partitura, y un estudio profundo del material que tiene entre manos. Buen trabajo en las dinámicas, espléndido en la concertación, y muy pendiente de lo que ocurre en escena, sacó todo el jugo a la partitura sin el menor problema. Buena lectura y feliz remate a nivel musical de espectáculo.
Emilio Sagi firma la producción y la verdad es que acierta, dejando atrás excesos esteticistas que lastraban la parte actoral, pecando ultimamente sus espectáculos de demasiado superficiales. En este caso el elenco que tiene también ayuda, ya que en líeneas generales saben actuar, y Sagi apuesta por el exceso y el desmelene, en total consonancia con lo que Izaguirre ha escrito, siendo sin ninguna duda la única apuesta válida con el material que tiene entre manos. Algunas escenas se encuentran muy bien perfiladas, especialmente la primera de Chelo y Ana Mía, de corte totalmente almodovariano, y con unas transiciones bien ejecutadas y muy dinámicas, siendo el resultado el de un espectáculo ágil, divertido, liviano y que se nos pasa en un suspiro. La función esteticamente es de relumbrón, excesiva, no es para menos, con imponente escenografía de Daniel Bianco, milimétrica y funcional, y con momentos de una espectacularidad innegable. Han tirado la casa por la ventana en La Zarzuela, y la verdad es que un servidor la ha agradecido, ya que el regusto de gran producción que queda una vez visto el espectáculo es muy gratificante. Nuria Castejón en las coreografías una vez más demuestra su maestría en las danzas típicas españolas, preciosa la coreografía de los abanicos, y arriesga en los temas más modernos o cercanos al musical, incluso atreviéndose con el "Vogue" en algún número, reminiscencia deliciosamente "queer" y que en una función de estas características se me antoja acertadísimo. Mención especial para el vestuario de Jesús Ruiz, un delirio de color y lentejuelas especialmente en el último tercio de la función, que nos lleva a los años 80 mas estrepitosos y descarados, así como también se deben tener en cuenta las imponentes luces de Albert Faura, que sirven de apoyo perfecto a esta explosión visual que es "Trato de favor".
En resumen, "Trato de favor", es una digna sucesora de lo que representa nuestra zarzuela, realizada con respeto al género, la canción eurovisiva es sin duda toda una declaración de principios a este respecto, y que con sus más y sus menos abre una vía a seguir, por mucho que a algunos les moleste, sobre el futuro de la zarzuela como género, y la obra excesos e irregularidades aparte, deja en mantillas a otros productos de nueva creación cargados de ínfulas, sin gracejo, y que posiblemente sean más del gusto de cierto sector snob de la afición, pero que al final no tienen la respuesta del público, y esto señores, al tenor de la ovación de ayer, en un Teatro de La Zarzuela lleno de personas mayores, este "Trato de favor" si que lo tiene. Al final lo que digan los sesudos intelectuales, los críticos como un servidor casi siempre equivocado, o los de "La Cofradía de la Perpetua Indignación" no vale, porque por suerte... el público sigue siendo soberano, y es el que durante todos estos años de existencia del género, le ha dado mayor gloria y esplendor, que no se nos olvide.
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