viernes, 4 de octubre de 2019

El Caserío, Bucolismo Regionalista Casi Viscontiniano

Ayer dio comienzo la temporada 2019-2020 en el Teatro de la Zarzuela, y la verdad es que ya me iba apeteciendo algo de lírica, ya que ultimamente he visto bastante musical, pero zarzuela poquita.
Para empezar la temporada se ha optado por una de las obras más importantes del repertorio, "El Caserío" de Jesús Guridi, un título que hacía 42 años, nada menos, que no se representaba en la Zarzuela, y que sin duda goza del fervor del público, ya que se trata de una de las obras más queridas, y de la que varios números se encuentran muy incrustados en la cultura popular. Dos romanza, barítono y tenor, y un intermedio, son el estandarte de la obra, y páginas tremendamente reconocibles para el espectador medio. Ya había visto la producción que esta crítica ocupa, ya que se trata del mismo montaje que estuvo en los Teatros del Canal hace unos años, y que viene coproducida por el Arriaga de Bilbao y el Campoamor de Oviedo, por tanto no esperaba sorpresas en lo escénico, aunque el elenco era distinto, y lo más importante, la sala, ya que El Canal no posee una acústica adecuada para lírica, y la función se vio bastante empañada por ello.
Toco estrenazo, de nuevo, y ya van tres esta semana, siendo la función de ayer una de las más importantes de La Zarzuela, en la que cierto aire de solemnidad se respiraba en el teatro, amén de los reencuentros con los habituales que nos veíamos de nuevo después del descanso veraniego. Fue una velada muy agradable, y en líneas generales satisfactoria como iré narrando.



Con música de Jesús Guridi y libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, y denominada como "Comedia lírica en tres actos", "El Caserío" tuvo su estreno, glorioso, negarlo es tontería, el 11 de noviembre de 1926 en el Teatro de La Zarzuela de Madrid.

"El Caserío" obra de altisimos vuelos líricos, y marcado aire operístico, es una de nuestras cumbres en cuanto a música escénica, gracias al arte de Guridi, que compuso una partitura de enorme sensibilidad, capacidad descriptiva, y arrebatador lirismo en muchísimos pasajes. Guridi completamente influenciado por la música vasca, escribió una obra en la que la estilización del folclore es parte primordial de la partitura, que sirve como catalizador exquisito de la acción escénica, y que define a la perfección la psicología de sus personajes, con un poso de melancolía muy marcado y de gran eficiencia teatral.

No nos debemos equivocar al pensar que tratándose de zarzuela regionalista la obra de Guridi se limita a una sucesión de cuadros folclóricos vistosos y superficiales. Si algo caracteriza a esta zarzuela es la profundidad de su música, refinada hasta la extenuación, delicada en todos sus pasajes, y siempre al servicio del drama.

De grandes exigencias vocales para su cuarteto protagonista, precisa de soprano, barítono, y dos tenores, de gran solvencia para poder ser interpretada como Guridi planteó su obra.

Nada sobra o falta en su partitura, resultando equilibradísima en su totalidad y en la que todos los personajes tienen su momento de lucimiento con unas insuperables romanzas en el caso de la terna principal, y unos momentos realmente comprometidos para el rol de Txomin , que no se encuentra dibujado en la línea habitual de tenor cómico de zarzuela, estando la dificultad muy por encima de la usual en este tipo de personaje. Los coros tienen una importancia enorme dentro de la obra y sirven para acompañar los momentos más importantes de la función, y entrañan considerable dificultad en no pocos pasajes.

Varios números son destacables, el coro cantado "a capela" que sirve de preludio a la obra parece ser una declaración de principios de lo que Guridi quiso contar en su obra, de marcado carácter intimista, aunque no deje de lado la espectacularidad en los números de conjunto y concertantes. La Romanza de Santi, es una de las piezas más bellas y conocidas del repertorio, así como el Dúo soprano-tenor también debe ser mencionado dentro del primer acto. En el segundo acto el Preludio de fama internacional y pieza clásica de concierto, la célebre Romanza del tenor, todo el cuadro de la procesión de gran espectacularidad, así como el "Duelo de versolaris" de gran dificultad y muy reconocible también para el aficionado. Y ya en el tercer acto, nos encontramos con el "Relato de Ana Mari" y el interesante Dueto cómico, uno de los mas bonitos compuestos nunca para una zarzuela.



El libreto no se encuentra a la altura de la música, siendo el asunto una historia costumbrista, en la que se nos cuenta una historia de amor agridulce, entre Ana Mari enamorada de su primo, que tras varios avatares culmina en un final feliz, como mandan los cánones zarzueleros. El drama leve y de corte bucólico, no tiene el mismo pulso que la música, ya que resulta casi anecdótico y de tintes melodramáticos. No quiero que parezca que el texto no se sostiene en la actualidad, porque no es cierto, se ve con agrado, aunque nos resulte un tanto naif y estereotipado. La versión que se está representando en estos momentos en La Zarzuela, sensiblemente recortada en el texto, no viene acreditada. Recuerdo que cuando la vi en su momento me molestaron mucho los cortes, pero mi percepción al respecto ha cambiado bastante, quizás debido a los destrozos a los que hemos asistido en no pocas ocasiones, pareciéndome que la obra se encuentra bien condensada, esquematizando la trama de forma eficiente, aunque si es cierto que a partir de la escena del frontón parecemos asistir más a una ópera que a una zarzuela, ya que los números se suceden de forma practicamente continua, aunque eso si, con algunas pequeñas escenas habladas para clarificar la acción dramática. En estos tiempos de recortes de libretos, si se entiende la trama original, creo que ya nos podemos dar por satisfechos, y en este caso, al menos todo tiene lógica, y captamos la esencia de la obra.



Vayamos con el elenco.

En la parte actoral nos encontramos a Itxaro Mensaka como Eustasia, Eduardo Carranza como Manu y José Luis Martínez como Don Leoncio.
Nuestros tres actores se encuentran acertados en sus respectivos papeles, Mensaka en el más puro código de característica de zarzuela, estupenda de tono y cargada de frescachonería. Eduardo Carranza, magnífico en sus mutis y de rotunda presencia escénica, y Martínez muy creíble como cura de pueblo un tanto metomentodo, en un trabajo de corte naturalista muy bien planteado. 

Pablo García-López como Txomin y Marifé Nogales como Inosensia. 
Marifé Nogales cumple en su papel, aunque ha sido tan podado que practicamente solo le queda el dueto y poco más. Correcta en lo vocal, no se pudo lucir lo suficiente, ya que tristemente su número fue dirigido a velocidad de vértigo, no permitiéndole hacer mucho más que seguir a la orquesta.
García-López muy verde en todas las disciplinas, me resultó insuficiente en lo actoral, por una falta de carácter muy notoria, y excesiva blandura en la visión del personaje, siendo esto que planteo un problema muy marcado en el "Duelo de versolaris" en el que faltó tensión, y me pareció equivocado en su enfoque de parte a parte. La voz, si bien es cierto es bonita, todavía no se encuentra lo suficientemente trabajada, y falta entidad en el instrumento para afrontar el papel. Txomin no es un mero tenor cómico, tiene momentos bastante comprometidos, y nuestro tenor aunque se muestra afinado y con musicalidad, necesita más peso a todos los niveles para abordar el papel. 

Andeka Gorrotxategi, tenor, como Joshe Miguel. 
Gorrotxategui no acabó de redondear su trabajo vocal de forma adecuada, por ciertos problemas en la zona aguda, en la que el sonido no parece ser liberado de forma correcta, quedando atrás y con extraña colocación, lo que le afea la voz sonando forzado y abrupto. Esto que planteo resulta más acusado en las partes más líricas de la partitura, ya que en aquellas más heroicas el instrumento suena pleno y bien timbrado, lástima que lo que más arriba planteo empañara su trabajo, ya que hubiese ganado muchos enteros con un trabajo mejor rematado. En lo actoral se encuentra correcto, y muy natural, algo que en nuestra zarzuela es muy de agradecer. 

Ángel Ódena, barítono, como el Tío Santi.
De menos a más, empezó vacilante en su romanza inicial, con problemas en el texto, y algunas inseguridades, que se fueron solventando a medida que fue avanzando la función, achaqué esto a que se trataba del estreno, y ya sabemos que son funciones a veces complicadas. Posteriormente se fue afianzando, y mejorando de forma muy notoria y ofreciendo su atronador volumen habitual, y una interpretación cargada de prestancia, y muy bien perfilada. En los concertantes resulta espectacular, ya que la voz sobresale del conjunto de forma notable, el fraseo fue impecable y de gran belleza, y sobre todo la expresividad, muy conseguida y con momentos de lograda emotividad, aportando mucha nobleza a su personaje, tan bien descrito en la partitura. Actoralmente se encuentra sobrio, y un poquito envarado, supongo que a medida que pasen las funciones irá sintiéndose más cómodo, ya que en otras ocasiones se le ha visto más suelto en escena.

Raquel Lojendio, soprano, como Ana Mari.
Lojendio posee un instrumento bien dominado, en la que filados y pianos fueron su fuerte, y que se ajusta muy bien a la vocalidad de Ana Mari. Nuestra soprano sirvió una sensible creación musical, que se adecúa a la perfección al carácter del personaje, sonando la voz sana, de cristalino timbre, y poderosa en el agudo. Actoralmente la encontré adecuada, dentro de la ingenuidad que destila el personaje, resultando correcta en todos los aspectos.


El Coro Titular del Teatro de la Zarzuela dirigido por Antonio Fauró, estuvo realmente notable en todas sus intervenciones, y bien aprovechado en lo escénico. Afinadísimos y atronadores, fueron uno de los activos más importantes de la función. Fauró saca muchos matices expresivos en la masa coral, y se refleja de manera admirable en el conjunto del espectáculo, que en este caso funciona como un personaje más dentro de la función con gran protagonismo, musical y escénico. 

Hay que hacer una mención especial a la Aukeran Dantza Konpainia dirigida por Eduardo Muruamendiaraz, acertadísimos en todas sus intervenciones, y que aportaron grandes dosis de espectacularidad a la función en aquellos momentos en los que la danza tomo protagonismo. 

Juanjo Mena, a la batuta de la OCM, acertadísimo en su dirección, de gran espectacularidad y dramatismo, así como un buen uso de las dinámicas y volúmenes, bien adecuados a los cantantes en líneas generales y al servicio del espectáculo. El único pero, como más arriba cuento fue los tiempos en el dueto cómico, excesivamente atropellado para mi gusto, en un número que realmente está por encima de la media de lo compuesto en su estilo. La lectura del maestro Mena resulta concisa y detallista apoyando muy bien las acciones escénicas y con buen sentido de la teatralidad.



Vayamos con la dirección de escena.
Pablo Viar al frente del espectáculo, apuesta por una visión ortodoxa de "El Caserío", aunque si diré una cosa, si buscamos una puesta clásica algunas cosas se deben mantener siguiendo las directrices del libreto, no es una cuestión de purismo sino de coherencia. Me refiero en particular a la escena de la procesión un tanto "sui géneris" en una función en la que la religión es muy importante, así lo dicta la partitura, y así está presente en el texto. La propuesta tiene grandes hallazgos escénicos que me resultaron muy gratificantes, como puede ser la visión del coro con ecos de tragedia griega, o los momentos en los que las acciones secundarias transcurren a cámara lenta, creando dos planos escénicos de gran belleza. Las luces de Juan Gómez-Cornejo cálidas y crepusculares dotan de mucha vida al espectáculo, y la escenografía de Daniel Bianco detallista, casi viscontiniana, y preciosista, también resulta adecuada dentro del tono de la función.
Nos encontramos ante una función que se ve con agrado, y francamente disfrutable, que sin duda hará las delicias del aficionado más tradicional, ya que su enfoque respetuoso, cortes aparte, y buena factura final, no molesta al respetable, y plantea a la inmortal obra de Guridi con gran dignidad musical y escénica.


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