lunes, 2 de octubre de 2017

Gross Indecency, No Juzgues y No Serás Juzgado.

Hoy voy a hablar de una de las mentes mas lúcidas que ha habido nunca, Oscar Fingal 
O´Flahertie Wills Wilde, es decir Oscar Wilde. Wilde es uno de los escritores mas importantes de todos los tiempos y posiblemente el mejor de la Inglaterrra Victoriana, dotado de una ironía finísima y un control absoluto del lenguaje, resultaba delicioso en sus comedias, y atinadísimo en sus comentarios, irreverentes y agudos en igual medida. Wilde hacía honor a su apellido, "salvaje" en inglés, ya que fue una personalidad única, que iba por libre y sin duda se abría paso entre las rígidas normas morales de su época con dentelladas de genialidad, algo que jamás le perdonaron. Nuestro autor consiguió ser jaleado por aquellos mismos que criticaba en sus divertidas comedias, escritas para la alta burguesía y que servían de cínico reflejo de una sociedad marcada por la hipocresía y las falsas apariencias, siendo ejemplo paradigmático de lo que planteo la celebrada "La importancia de llamarse Ernesto" donde el juego de la doble identidad, de múltiples lecturas, es el tema principal de la obra, eso si envuelto en comedia de costumbres entre grandes salones de sociedad. Wilde esteta y defensor de la supremacía del arte sobre todas las cosas, resultaba una figura incómoda en su tiempo, algo que pagó muy caro como mas adelante veremos, ya que su lucha contra los convencionalismos de la época, fue considerada un ataque muy peligroso hacia las buenas costumbres de las tan cacareadas "personas de bien", vaya usted a saber quienes son esos, porque yo no lo tengo muy claro.
Mucho se ha hablado de la sexualidad de Oscar Wilde, no seré yo quien entre en una sesuda discusión sobre este tema, ya que han corrido ríos de tinta sobre este asunto. La cuestión es que la homosexualidad de Wilde, si consumada o idealizada por nuestro autor es lo de menos, sirvió para arruinarle la vida, encarcelarlo y precipitar su prematura muerte practicamente en la indigencia. Este hecho hoy en día está demostrado y aceptado como tal, aunque en su época, su castigo sirvió de escarnio y resultó ejemplarizante para muchos que seguían sus preceptos, eso si, de forma mas discreta y quizás menos desafiante. 
Tres juicios fueron cruciales para que terminara en la cárcel. Primero aquel en el que Wilde era el demandante, y que como consecuencia del mismo acabo denunciado por sodomía y acusado de grave indecencia, siendo el resultado de esta denuncia dos juicios mas, con una sentencia de dos años de trabajos forzados. Una desgraciada caída en prisión derivó en una dolencia, que finalmente acabó con su vida, tres años después de su salida de la cárcel.
La sentencia de Oscar Wilde trajo consigo una oleada de represión a múltiples artistas y las penas sobre la homosexualidad se vieron endurecidas de forma brutal practicamente en toda Europa.




Los tres juicios a Oscar Wilde es como se subtitula Gross Indecency ( Grave Indecencia) que es la obra que se está llevando a cabo en estos momentos en la Sala Jardiel Poncela del Fernán Gómez. En ella se nos cuenta todo el proceso judicial al dramaturgo, así como se nos hace una disección brutal de la época y la sociedad que le tocó en suerte. El soberbio texto de Moises Kaufman estrenado en 1997, es una monumental obra de aires épicos y de una solidez argumental realmente notable, donde se mezclan transcripciones de los juicios con extractos de memorias de los implicados y textos del propio Wilde, de una forma magistral, y con una fuerza teatral arrolladora. Gross Indecency es "una de juicios" a lo grande, bien estructurada, absorvente, de espectacular prosa, y cuyas (abundantes) concesiones al lirismo resultan mas que justificadas dada la naturaleza del personaje principal, cuya psicología queda perfectamente plasmada en el texto desde todos los ángulos posibles, de forma rica y nada redundante.



Vayamos con elenco, formado por diez entregadísimos actores que literalmente se dejan la piel en el escenario, en un montaje brutal y en el que las condiciones físicas de cada uno de los componentes del reparto es crucial para que pueda llevarse a cabo tal y como Gabriel Olivares plantea la producción.

Resulta difícil decantarse por una interpretación en particular, ya que la obra es netamente coral, y practicamente todos los actores llevan a cabo diferentes papeles. Hay que entender esta producción como un milimétrico trabajo de conjunto en el que todos sus componentes se ajustan a la perfección en todos los papeles, y lo que es mas importante en los difíciles y acertadísimos juegos escénicos que trufan el montaje y que son en definitiva lo que caracterizan esta producción. 

Imponente de tono y templadísimo Javier Martín, como Oscar Wilde, que sabe imprimir las dotes justas de ironía y altanería que caracterizaban al protagonista de nuestro drama, resultando conmovedor y divertido según toque en cada momento, y con un estudio interior del personaje muy notorio.

Encontré  acertadísima la composición de David DeGea como amante de Wilde, llevando a cabo una sensible e inquietante creación de un personaje con un mucho de Dorian Gray y que resulta un acierto de casting brutal. Su andar sibilino, su efébica apariencia y su carismática composición resultan idóneas para hacernos una ídea de como era Lord Alfred Douglas, que acabó su existencia como simpatizante del partido Nazi, algo que añade todavía mas a la dualidad de un personaje que parece estar viviendo al límite continuamente. 

Muy extremado  Eduard Alejandre como Marqués de Queensbery, ya que si bien es cierto el hombre no era precisamente la cordura en persona, Alejandre imprime al personaje cierto tono desquiciado que no acaba de cuajar, quedando un tanto plano y excesivamente gritón, algo que empobrece el resultado final. 

Alex Cueva impoluto como abogado de Wilde que le deja en la estacada, dota de grandes dosis de verdad y autoridad a su composición resultando tremendamente convincente.
Resulta impagable  el dúo formado por Alejandro Pantany y Guillermo SanJuán como dos jovencitos que se dejan querer por Wilde, a cambio de dinero, siendo el trabajo de nuestros actores valiente, cargado de ironía y fuerza. 

David García Palencia pasa mas desapercibido por el papel que le ha tocado en suerte, y cuya escena no acaba de entrar en el texto de forma satisfactoria, y si un tanto forzada. Esto no impide que las dosis de verdad en su trabajo y la entrega en las partes de conjunto resulten muy notorias.

Brillantísimo Andrés Acevedo, de enigmática en imponente presencia, resulta un robaescenas involuntario, donde prima la excelente expresividad corporal, la concentración, y lo carismático que resulta en escena, bien sea en sus momentos mas importantes o cuando está en segundo plano.

En cuanto a Asier Iturriaga decir que su esforzadísima entrega y una tremebunda escena de disociación llevada a cabo de forma ejemplar redondean su trabajo de forma mas que estimable y de espectacular ejecución. 

Para finalizar Carmen Flores Sandoval da la nota femenina de la función, resultando versátil en sus composiciones, mas que notable como Reina Victoria, y la presentadora de televisión que lleva a cabo de forma naturalista, estudiadísima y tremendamente creíble.



Nos encontramos en líneas generales con un elenco en completo estado de gracia, perfectamente elegido, y que suma muchísimo a un espectáculo de dificilísima ejecución, y en la que se vislumbra un trabajo previo abrumador, milimétrico y cuidado hasta la extenuación. Nuestros diez actores salen a matar y llegan al respetable con un trabajo de una energía apabullante, y de resultados impactantes.




Gabriel Olivares firma la producción acertando de plano. Olivares se sirve de un ritmo frenético y una poderosa simbología que entra por los ojos de forma muy directa y sorpresiva, para de esta manera atrapar al espectador desde que comienza el espectáculo hasta que finaliza, siendo el resultado cautivador y fresco en su resolución. Nos encontramos ante teatro del bueno, en el que cada escena propone un juego diferente con coherencia dentro del espectáculo y de grandes aciertos estéticos. Toda la función es un tiovivo emocional y visual que nos va llevando por los vericuetos del proceso y de la psicología de los actores del drama. Olivares no renuncia a un acertado aire operístico que le influye al texto cierta épica muy en consonancia con los grandes textos judiciales, en los que de forma acertada el público ejerce de jurado, en un recurso que aunque ya haya sido utilizado con anterioridad en otras producciones en Gross Indecency queda perfectamente justificado en integrado en la propuesta, saliendo el espectador con la sensación de que esa es la única forma en la que se debe representar el texto. Varios momentos son a destacar especialmente la epatante escena en la que toda la compañía interpreta un espeluznante  "Somewhere Over The Rainbow" con aires marciales y de clara intención de himno, que literalmente corta la respiración. Al finalizar dicha escena en mi representación, el público arrancó a aplaudir  entre aliviado por el esfuerzo físico de los actores, y apabullado ante  la fuerza del momento en si, de poderosa energía poética y directo mensaje.
Felype de Lima acierta una vez mas en su conceptual escenografía en la que varias carras sirven de escenario polivalente de forma inspiradísima que junto con las magníficas luces de Carlos Alzueta y el estupendo espacio sonoro de Ricardo Rey llenan de empaque una producción que merece gran recorrido en incluso el salto a alguno de nuestros Teatros Nacionales. Nos encontramos ante una producción de altura que me dejó eufórico a la salida, y con la sensación de haber vivido un acontecimiento teatral, en el que todo resulta redondo, y en el que los aciertos asoman cada dos por tres de forma rotunda, inteligente y lo que es mas importante con una carga artística y emocional mayúscula.





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