jueves, 26 de noviembre de 2015

La Ira De Polifemo, Iracundo Teatro, Necesario Teatro

La ira, ese sentimiento tan primario que sale de dentro como un volcán en erupción, que va subiendo por el estómago y que estalla en nuestra boca, puños o piernas, sin control y pavorosamente fuerte y que tan presente está en nuestra sociedad. Vivimos tiempos iracundos, la gente siente ira, una mas justificada que otra, y otra que en forma de grito nos muestra lo afortunados que somos unos ante otros. Tiempos convulsos nos tocan en suerte, y nuestro teatro, espejo de la realidad, bien que se dedica a plasmarlo. Desde la ironía, la comedia o el drama. Desde un tiempo hacia acá el teatro de denuncia, está en auge, teatro político o teatro social, que tanto influye en en pensamiento y que tan buen reflejo de la sociedad es.
Hace un tiempo empecé a recibir informaciones sobre una obra de enigmático título, La Ira De Polifemo, y reconozco que me llamó la atención, como no solo de teatros nacionales vive el hombre, y como hay que ver de todo, no me lo planteé mucho a la hora de sacarme la entrada para esta Ira De Polifemo que ofrecía emociones fuertes, reflexiones duras, un texto incómodo, y una arriesgada propuesta de teatro alternativo, que ultimamente por razones que no vienen al caso está tomando mucha presencia en mi entorno.
 Con frío en el ambiente, estado pre-resfriado y ávido de emociones fuertes, me acerqué a La Usina para ver que tal se nos daba la noche. La cosa estuvo a la altura como iré narrando, y salí gratamente sorprendido ante lo visto.



La Ira De Polifemo, dura obra firmada por Francisco J. De Los Ríos, se trata de un texto episódico que consta si no he contado mal, de tres historias diferentes y un prólogo. Cada episodio se desarrolla en un lugar y momento diferente, cuyo nexo de unión es la ira, en sus distintas vertientes y en tres formas diferentes de expresarse, la ira progresiva, la ira mas fría y controlada aunque de desastrosas consecuencias, y la ira mas explosiva y menos reflexiva.
Francisco De Los Ríos asocia la ira a Polifemo, cuya furia resulta terrorífica cuando Ulises lo deja ciego como bien se cuenta en La Odisea, siendo (y esto es suposición mía) la sociedad actual dicho gigante, ciega, y sin tener muy claro el motivo, llena de ira.
De Los Ríos, aborda varios problemas de nuestra sociedad contemporánea, desde el drama de los inmigrantes, hasta la discriminación homosexual, pasando por la represión política. Para ello utiliza un lenguaje variado, poético con interesante lirismo en algunos momentos y duro y directo en otros, en un acertado equilibrio que remata con la inclusión del algunos textos de mi obra favorita de Shakespeare, Macbeth. Siendo el resultado final impactante y muy reconocible para cualquier espectador implicado en la realidad con un mínimo sentido de conciencia social.



Vayamos con el elenco, muy atinado en líneas generales, (cada actor da vida a varios papeles y en el programa no vienen especificados)

Fernando Bodega, si bien es cierto que todavía no está completamente desarrollado como actor hay suficientes mimbres como para ver los árboles entre el bosque. A favor su estupenda presencia física, la inocencia que emana, y su entrega. En contra, la falta de escucha,  y la todavía poco desarrollada reacción ante lo que ocurre en escena. Su creación de joven aspirante actor, que se equivoca de parte a parte en las formas y en el fondo, a pesar de no estar del todo redondeada funciona, ya que su personaje emana violencia, ternura y patetismo en igual medida. Un poquito de control en los tiempos, y una progresión mas sentada en las emociones harían perfecto un trabajo sin terminar de pulir, pero que apunta maneras.

Jennifer Baldoria, magnífica en todos los registros que toca en la función. Su primer monólogo me llegó muy dentro por varios motivos, la verdad que rezuma, la cotidianidad del drama que plantea, y su mirada, esa mirada que nos clava de forma inclemente, mientras nos pide una ayuda, y nos cuenta que no está aquí por gusto. Dota de gran empaque a todas sus intervenciones, con una implicación emocional mas que considerable, especialmente durante la durísima historia que abre la función. Imponente de tono y muy concentrada, sirvió una estupenda y difícil función, donde su versatilidad como actriz quedó mas que patente. Baldoria ofrece un trabajo honesto, entusiasta y muy atinado en líneas generales, que me impactó en algunos momentos por su altura dramática.

Javier Lago, absolutamente incomensurable en sus intervenciones, especialmente en la soberbia creación de un actor homosexual venido a menos, con mas capas que una cebolla. Lago sirve momentos antológicos cuando recita Macbeth con ferrea sabiduría escénica, y sorprende cuando lanza pullas despiadadas en una valiente interpretación alejada de cualquier prejuicio y que Lago lleva hasta sus últimas consecuencias sin el menor atisbo de afectación. Su estupenda voz y magnífica dicción son otra baza importante que rematan un intachable trabajo que me dejó bastante impresionado por su solidez y absoluto dominio del difícil material de base con el que se mueve.



La producción está firmada por el propio autor del texto, Francisco J. De Los Ríos, siendo la dirección actoral bastante acertada, dotando de mucho empaque a las interpretaciones, y dando un ritmo muy adecuado a la función, algo que en los espectáculos episódicos es realmente difícil. Cada historia tiene el tono perfecto, subiéndonos De Los Ríos en una especie de carrusel emocional, donde de forma muy medida se nos van desnudando los sentimientos de los personajes hasta el clímax que da fin a cada historia. Dirigida en un código naturalista, aunque si me voy al lenguaje operístico, diría que casi verista ante el tremendo y descarnado drama que presenciamos en algunos momentos. De Los Ríos dota de mucho juego teatral a esta producción, que se pasa en un suspiro, y que sin duda está muy pensada en su ejecución. Nada es gratuito, todo está justificado, y eso amiguitos es muy de agradecer, y como ejercicio teatral siempre funciona, todo aquello que se justifica se entiende, y en este espectáculo, su mensaje y su ejecución son de una claridad y una limpieza meridiana.




En resumen, una estimable y necesaria propuesta, que se hace todavía mas necesaria en estos tiempos que corren, ya que el teatro debe reflejar y denunciar la realidad con toda su crudeza para que reaccionemos ante lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. La obra es dura, pero real, y en eso estriba su mayor virtud, a veces un bofetón de realidad nos hace poner los pies en el suelo para seguir viviendo siendo un poquito mas justos con nosotros mismo y con los demás.

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