Cuando hace unos meses se publicó la escuálida programación
2014-2015 del Teatro De La
Zarzuela , me llamó la atención la Carmen en español con María
José Montiel, figurón indiscutible del panorama musical internacional, que me apetecía escuchar en directo. Ante la nefasta temporada en La Zarzuela de este año, en
la que tan solo una zarzuela en el sentido mas ortodoxo de la misma ( Los
Diamantes De La Corona
) se representa escenificada, me agarré a esta Carmen para intentar salvar algo
de este año, que en cuanto a lírica española, en la cartelera madrileña va muy
escaso y muy mal elegido. Defendí la propuesta antes de saber nada de ella, y muchos me dijeron que era innecesaria, que no aportaba nada, y que para los parámetros que debe seguir el Teatro De La Zarzuela, su puesta en escena no estaba justificada. Por supuesto el equivocado fui yo. Todo lo que criticaban algunos, se cumplió, y esta temporada ha empezado con muy mal pie, como posteriormente iré relatando.
Vislumbré algún trocito de la producción que esta crítica me ocupa en su retransmisión televisada, y mi cabreo fue monumental, tenía las entradas sacadas desde hacía mas de un mes, y ante lo que mis ojos presenciaron me planteé seriamente no asistir a la representación en directo, pero pienso que de todo se saca algo y de todo se aprende, así que finalmente decidí ver in situ como respiraba esta mas que discutible Carmen. Ayer con muchas reservas, pastillas antiácido para sufrir sin percances lo que iba a presenciar, y mucho escepticismo, me acerqué al coliseo de
Carmen se encuentra entre mis óperas favoritas, ya se que
está muy trillada, que alguno me puede tildar de facilón, y colgarme las tan
acostumbradas etiquetas que en el mundo operístico todos conocemos. Pero Carmen mas
allá de su tópicos y de su visión de una España panderetera y aflamencada, es una monumental y enjundiosa obra musical, un espectáculo
mayúsculo y un mas que eficaz ejercicio de dramatismo escénico, dentro de lo
excesos que la ópera como género lleva de serie. Que Carmen sea popular, y se
haya representado mucho, no le resta ni un ápice de calidad al material
original. Negar las virtudes de la mas famosa obra de Bizet en muchos casos
encierra ciertas dosis de snobismo, que yo no comparto. Lo he dicho muchas
veces, soy espectador desprejuiciado, y siempre que se haga bien, cualquier
espectáculo es digno.
Antes de empezar, quiero diferenciar la nefasta propuesta escénica de los artistas que la llevan a cabo. Estos dan la cara con mayor o menor fortuna, pero no son responsables del dislate en el que se han visto envueltos, al César lo que es del César, y en este caso me parece de justicia decirlo.
Esta Carmen traducida al español por Eduardo Bray en 1890 rebautizada como zarzuela en cuatro actos, tiene muy poquito, mas bien nulo, interés literario, y adolece de graves problemas de métrica para aunar música y texto, resultando un extraño y hasta en algún momento desagradable ejercicio de españolización de la mas española ( para bien y para mal) de todas las óperas. Esta Carmen no funciona bajo ningún concepto, resulta excesivamente campanuda, se ha quedado arcaica en su lenguaje, no mejora en nada a la original, acartona los personajes, los vuelve mas monolíticos todavía si cabe, y lastra profundamente la acción dramática, restándole fuerza y credibilidad a todos y cada uno de sus personajes. Así que ya por aquí empezamos mal...
Vayamos con el elenco. Irregular en su conjunto, pero con algunos cantantes mas que estimables.
José Vicente Ramos como Curro Flores, imposible traducción del Lillas Pastia original, papel enteramente hablado. Ramos no me convenció en absoluto, realizando una extraña creación, entre tipo y caricato, que resulta muy chocante, y que se encuentra en un código muy alejado del resto del elenco. Ramos está claramente pasado de vueltas, y no fui capaz de encontrarle la gracia a su personaje.
David Rubiera y Francisco Tójar como Morales y Zúñiga respectivamente, ligeramente destemplados en lo vocal, teniendo Tójar ciertos problemas de apoyo, que solventa gracias a su poderoso volumen. Rubiera está mas correcto y tiene un timbre muy bonito, en lo actoral ambos están mas que correctos y cumplen con estos dos desagradecidos personajes.
Néstor Losán, Javier Galán, Marifé Nogales e Isabel Rodríguez García como El Remendado, El Donaire, Mercedes y Frasquita respectivamente, absolutamente deliciosos, de lo mas atinado del elenco, sirviendo uno de los mejores momentos de la velada en el bonito Quinteto del Segundo Acto, deslucido por la horrorosa traducción, pero ejecutado de forma perfecta por los antes mencionados, y María José Montiel. Esta simpática cuadrilla compañera de batallas de la protagonista de la función, las da todas. Agudos de impresión en las féminas y bonitas y timbradas voces en los varones. Actoralmente también están perfectos, reconozco que me gustaron mucho, gran presencia escénica y mucha naturalidad, algo que en la lírica es de agradecer.
Rubén Amoretti, sirvió un Escamillo de altura, si bien es cierto que fuerza un poco, su bellísimo fraseo, control de la respiración, mas que respetable volumen y precioso timbre, ofrecieron una lectura muy refinada de sus famosos Couplets, página a veces muy maltratada. Amoretti tiene una estupenda presencia escénica, muy templado, segurísimo y en definitiva, muy artista. Amoretti igual que en Black El Payaso me encandiló con su trabajo, intuyo yo que le veremos mas a menudo y con gran justicia, en el Teatro De La Zarzuela.
Sabina Puértolas ofreció una refinadísima Micaela, si bien es excesivamente ligera para el papel. Cumple con creces, en su Aria del Tercer Acto, que lleva a cabo con gran lirismo y de la que sale triunfante, a pesar del desafortunado modelito que le ha tocado en suerte, ir vestida de dama de honor mezclada con muchachita de la Resistencia Francesa, entre las trincheras de la Guerra Civil y defender tan soberbiamente su comprometida parte tiene muchísimo mérito. Puértolas da una continua lección de canto, de cristalino timbre, perfectos agudos y muy buena emisión. Sin duda una de las sorpresas para bien de la velada. Actoralmente está deliciosa, dando vida a una pizpireta Micaela alejada del cursi estereotipo al que estamos acostumbrados. Eso si un poco mas de realismo en el vestuario, la hubiese ayudado mas, a su por otra parte estupenda creación actoral.
Muy insuficiente el Don José de, valga la redundancia, José Ferrero, con serios problemas en la línea de canto, continuo descontrol de la voz, y que encima nos obsequió un final de su aria principal en falsete, algo que me pareció totalmente inaceptable para un teatro de la categoría de La Zarzuela. Se le ve incómodo y muy perdido, buscando y perdiendo el instrumento continuamente, y muy aburrido en líneas generales. Absolutamente imposible en la parte actoral, con mucha inseguridad y muy verde en los parlamentos, ni está se le espera, lamento mucho la dureza, pero debo reflejar lo que vi. Los tiempos de cantantes que salen a escena y solo cantan, pasaron a la historia, y la parte actoral no está nada cuidada.
María José Montiel sirvió una mas que correcta Carmen, que modula a la perfección, gracias a su prodigioso instrumento, y aun mas prodigiosa técnica. Su carnoso color, sus imponentes filados y templadísimos agudos sobre todo en el soberbio Concertante del Segundo Acto, son de impresión. Su lectura musical de Carmen es personalísima, muy sensible y muy cuidada, que quedó un poco deslucida por los problemas que como mas arriba relato tiene el compañero que le ha tocado en suerte. Actoralmente está un poco envarada, intuyo yo por problemas de dirección, ya que el descafeinado enfoque del personaje lastra su por otra parte soberbia interpretación musical.
Coro estupendo, como es habitual en el Teatro de La Zarzuela, que a pesar de la nula dirección escénica, y falta total de sensualidad en la celebérrima Fumée, defienden mas que bien, luchando contra los elementos como leones. Sirvieron momentos de conjunto de gran espectacularidad, y una muy cuidada ejecución, en una obra especialmente difícil para el coro como es Carmen.
Mención aparte merecen los Pequeños Cantores de la JORCAM, que estuvieron francamente espectaculares, empastadísimos y afinadísimos, y muy pero que muy disciplinados.
La dirección musical corrió a cargo de la taiwanesa Yi-Chen Lin, que sirvió una cuidada lectura, midiendo muy bien a los cantantes y los volúmenes sobre todo de la cuerda. Lin ofreció una Obertura espectacular, y una deliciosa ejecución de la Jota que prologa al ultimo acto, por cierto, uno de mis momentos musicales favoritos de Carmen, pieza inspiradísima y que Yi- Chen Lin exprimió al máximo, dándole el gracejo y la intensidad justa. Sonido muy compacto, ampuloso, que si bien de lectura no excesivamente ortodoxa, si fue mas que interesante.
Vayamos ahora con la propuesta escénica:
No hay por donde cogerla, así sin anestesia. Ana Zamora nos la ha colado a base de bien a los aficionando, presentando una Carmen falta de vida, totalmente descafeinada, que subraya innecesariamente lo que la obra ofrece, y que de forma gratuita busca la provocación donde no la hay.
Vender Carmen como una alegoría sobre el maltrato femenino amén de redundante es innecesario, si además todo esto se adereza con varias frases misóginas que no tienen nada que ver con lo que acontece en escena, y si ya para rematar, santificamos a Carmen después de su muerte, estamos poniendo en tela de juicio la capacidad crítica del espectador y burlándonos de su inteligencia.
Zamora con su lectura desluce totalmente la esencia de la ópera, convierte Carmen en un ejercicio de pedantería supino, se propone explicarnos al espectador lo que es Carmen, ya que parece ser que no somos capaces de entender que Carmen muere por vivir su vida y disfrutar de su libertad.
Especialmente desatinados fueron el Segundo y Cuarto Acto, el primero por su insulsa presentación en su Primer Cuadro, completamente alejado de lo que Carmen es, y esa taberna representa, amén de la eterna y carente de cualquier sensualidad escena de Don José y Carmen, que Zamora convierte en un ladrillo de difícil digestión. Peor todavía si cabe fue la bochornosa puesta en escena del Ultimo Acto, plagado de horteras y chonis de los Años 70, aderezada con una Quadrille que no pasó de charlotada, rozando la chabacanería y demostrando lo poco que se ha tomado en serio la magna obra de Bizet, una cosa es la fina ironía y otra lo que ayer presenciamos y que un airado espectador a voz en cuello desde el paraíso tildó de vergonzoso, sinceramente no me extraña en lo mas mínimo. Zamora ha patinado mucho, creo que no hay discusión.
La obra se sirve de un manido efecto de avance en el tiempo, empezando la función en la época en la que se desarrolla originalmente la ópera, para finalizarla en los Años 70, pasando entre medias por la Guerra Civil, la propuesta tampoco funciona en este aspecto por varios motivos, el primero el desafortunadísimo vestuario, donde prima la uniformidad y el ir a la contra de todos los personajes. Todo el elenco y conjunto van vestidos igual durante la función y lo único que diferencia a los franceses de los españoles son pequeños detalles, distintos dependiendo de la época en la que transcurre cada acción, un desatino profundamente tristón visualmente que deja excesivamente plana la propuesta plasticamente hablando.
Sosísima escenografía, que tanto podría estar como no, con ciertas reminiscencias de teatro griego, pero que se queda en un pan sin sal, y que parece mas bien una especie de foro romano, venido a menos, donde el coro sentado en unas gradas laterales se dedica a cantar los unos enfrente a los otros los distintos números de la función.
Muy poco inspiradas luces, escesivamente planas, muy frías y nada atmosféricas, que me dejaron completamente indiferente.
También me gustaría resaltar los inaceptables parones entre acto y acto, totalmente injustificados cuando de mover un carra y poco mas se trata, por si fuera poco lo anteriormente escrito, estos parones, lastran todavía mas esta fallida producción.
En resumen una propuesta estimable en lo musical, nefasta en lo escénico, y absolutamente prescindible por lo que propone y como lo propone. Si Ana Zamora pretendía " renovar" el género, le ha quedado un pastiche, monolítico, acartonado, falto de ritmo y con poco fuelle, que no satisface a nadie, o a muy pocos. Una pobre puesta en escena, extraña lectura y descafeinada versión, que me deja muy serias dudas, sobre el criterio que rige en estos momentos nuestro Teatro Lírico Nacional. Esta Carmen ni es ópera ni es zarzuela, ni se aproxima a lo que la lírica debe ofrecer, como catártico y sublimación poética de la realidad. Así no, señores!! así no!!!
José Vicente Ramos como Curro Flores, imposible traducción del Lillas Pastia original, papel enteramente hablado. Ramos no me convenció en absoluto, realizando una extraña creación, entre tipo y caricato, que resulta muy chocante, y que se encuentra en un código muy alejado del resto del elenco. Ramos está claramente pasado de vueltas, y no fui capaz de encontrarle la gracia a su personaje.
David Rubiera y Francisco Tójar como Morales y Zúñiga respectivamente, ligeramente destemplados en lo vocal, teniendo Tójar ciertos problemas de apoyo, que solventa gracias a su poderoso volumen. Rubiera está mas correcto y tiene un timbre muy bonito, en lo actoral ambos están mas que correctos y cumplen con estos dos desagradecidos personajes.
Néstor Losán, Javier Galán, Marifé Nogales e Isabel Rodríguez García como El Remendado, El Donaire, Mercedes y Frasquita respectivamente, absolutamente deliciosos, de lo mas atinado del elenco, sirviendo uno de los mejores momentos de la velada en el bonito Quinteto del Segundo Acto, deslucido por la horrorosa traducción, pero ejecutado de forma perfecta por los antes mencionados, y María José Montiel. Esta simpática cuadrilla compañera de batallas de la protagonista de la función, las da todas. Agudos de impresión en las féminas y bonitas y timbradas voces en los varones. Actoralmente también están perfectos, reconozco que me gustaron mucho, gran presencia escénica y mucha naturalidad, algo que en la lírica es de agradecer.
Rubén Amoretti, sirvió un Escamillo de altura, si bien es cierto que fuerza un poco, su bellísimo fraseo, control de la respiración, mas que respetable volumen y precioso timbre, ofrecieron una lectura muy refinada de sus famosos Couplets, página a veces muy maltratada. Amoretti tiene una estupenda presencia escénica, muy templado, segurísimo y en definitiva, muy artista. Amoretti igual que en Black El Payaso me encandiló con su trabajo, intuyo yo que le veremos mas a menudo y con gran justicia, en el Teatro De La Zarzuela.
Sabina Puértolas ofreció una refinadísima Micaela, si bien es excesivamente ligera para el papel. Cumple con creces, en su Aria del Tercer Acto, que lleva a cabo con gran lirismo y de la que sale triunfante, a pesar del desafortunado modelito que le ha tocado en suerte, ir vestida de dama de honor mezclada con muchachita de la Resistencia Francesa, entre las trincheras de la Guerra Civil y defender tan soberbiamente su comprometida parte tiene muchísimo mérito. Puértolas da una continua lección de canto, de cristalino timbre, perfectos agudos y muy buena emisión. Sin duda una de las sorpresas para bien de la velada. Actoralmente está deliciosa, dando vida a una pizpireta Micaela alejada del cursi estereotipo al que estamos acostumbrados. Eso si un poco mas de realismo en el vestuario, la hubiese ayudado mas, a su por otra parte estupenda creación actoral.
Muy insuficiente el Don José de, valga la redundancia, José Ferrero, con serios problemas en la línea de canto, continuo descontrol de la voz, y que encima nos obsequió un final de su aria principal en falsete, algo que me pareció totalmente inaceptable para un teatro de la categoría de La Zarzuela. Se le ve incómodo y muy perdido, buscando y perdiendo el instrumento continuamente, y muy aburrido en líneas generales. Absolutamente imposible en la parte actoral, con mucha inseguridad y muy verde en los parlamentos, ni está se le espera, lamento mucho la dureza, pero debo reflejar lo que vi. Los tiempos de cantantes que salen a escena y solo cantan, pasaron a la historia, y la parte actoral no está nada cuidada.
María José Montiel sirvió una mas que correcta Carmen, que modula a la perfección, gracias a su prodigioso instrumento, y aun mas prodigiosa técnica. Su carnoso color, sus imponentes filados y templadísimos agudos sobre todo en el soberbio Concertante del Segundo Acto, son de impresión. Su lectura musical de Carmen es personalísima, muy sensible y muy cuidada, que quedó un poco deslucida por los problemas que como mas arriba relato tiene el compañero que le ha tocado en suerte. Actoralmente está un poco envarada, intuyo yo por problemas de dirección, ya que el descafeinado enfoque del personaje lastra su por otra parte soberbia interpretación musical.
Coro estupendo, como es habitual en el Teatro de La Zarzuela, que a pesar de la nula dirección escénica, y falta total de sensualidad en la celebérrima Fumée, defienden mas que bien, luchando contra los elementos como leones. Sirvieron momentos de conjunto de gran espectacularidad, y una muy cuidada ejecución, en una obra especialmente difícil para el coro como es Carmen.
Mención aparte merecen los Pequeños Cantores de la JORCAM, que estuvieron francamente espectaculares, empastadísimos y afinadísimos, y muy pero que muy disciplinados.
La dirección musical corrió a cargo de la taiwanesa Yi-Chen Lin, que sirvió una cuidada lectura, midiendo muy bien a los cantantes y los volúmenes sobre todo de la cuerda. Lin ofreció una Obertura espectacular, y una deliciosa ejecución de la Jota que prologa al ultimo acto, por cierto, uno de mis momentos musicales favoritos de Carmen, pieza inspiradísima y que Yi- Chen Lin exprimió al máximo, dándole el gracejo y la intensidad justa. Sonido muy compacto, ampuloso, que si bien de lectura no excesivamente ortodoxa, si fue mas que interesante.
Vayamos ahora con la propuesta escénica:
No hay por donde cogerla, así sin anestesia. Ana Zamora nos la ha colado a base de bien a los aficionando, presentando una Carmen falta de vida, totalmente descafeinada, que subraya innecesariamente lo que la obra ofrece, y que de forma gratuita busca la provocación donde no la hay.
Vender Carmen como una alegoría sobre el maltrato femenino amén de redundante es innecesario, si además todo esto se adereza con varias frases misóginas que no tienen nada que ver con lo que acontece en escena, y si ya para rematar, santificamos a Carmen después de su muerte, estamos poniendo en tela de juicio la capacidad crítica del espectador y burlándonos de su inteligencia.
Zamora con su lectura desluce totalmente la esencia de la ópera, convierte Carmen en un ejercicio de pedantería supino, se propone explicarnos al espectador lo que es Carmen, ya que parece ser que no somos capaces de entender que Carmen muere por vivir su vida y disfrutar de su libertad.
Especialmente desatinados fueron el Segundo y Cuarto Acto, el primero por su insulsa presentación en su Primer Cuadro, completamente alejado de lo que Carmen es, y esa taberna representa, amén de la eterna y carente de cualquier sensualidad escena de Don José y Carmen, que Zamora convierte en un ladrillo de difícil digestión. Peor todavía si cabe fue la bochornosa puesta en escena del Ultimo Acto, plagado de horteras y chonis de los Años 70, aderezada con una Quadrille que no pasó de charlotada, rozando la chabacanería y demostrando lo poco que se ha tomado en serio la magna obra de Bizet, una cosa es la fina ironía y otra lo que ayer presenciamos y que un airado espectador a voz en cuello desde el paraíso tildó de vergonzoso, sinceramente no me extraña en lo mas mínimo. Zamora ha patinado mucho, creo que no hay discusión.
La obra se sirve de un manido efecto de avance en el tiempo, empezando la función en la época en la que se desarrolla originalmente la ópera, para finalizarla en los Años 70, pasando entre medias por la Guerra Civil, la propuesta tampoco funciona en este aspecto por varios motivos, el primero el desafortunadísimo vestuario, donde prima la uniformidad y el ir a la contra de todos los personajes. Todo el elenco y conjunto van vestidos igual durante la función y lo único que diferencia a los franceses de los españoles son pequeños detalles, distintos dependiendo de la época en la que transcurre cada acción, un desatino profundamente tristón visualmente que deja excesivamente plana la propuesta plasticamente hablando.
Sosísima escenografía, que tanto podría estar como no, con ciertas reminiscencias de teatro griego, pero que se queda en un pan sin sal, y que parece mas bien una especie de foro romano, venido a menos, donde el coro sentado en unas gradas laterales se dedica a cantar los unos enfrente a los otros los distintos números de la función.
Muy poco inspiradas luces, escesivamente planas, muy frías y nada atmosféricas, que me dejaron completamente indiferente.
También me gustaría resaltar los inaceptables parones entre acto y acto, totalmente injustificados cuando de mover un carra y poco mas se trata, por si fuera poco lo anteriormente escrito, estos parones, lastran todavía mas esta fallida producción.
En resumen una propuesta estimable en lo musical, nefasta en lo escénico, y absolutamente prescindible por lo que propone y como lo propone. Si Ana Zamora pretendía " renovar" el género, le ha quedado un pastiche, monolítico, acartonado, falto de ritmo y con poco fuelle, que no satisface a nadie, o a muy pocos. Una pobre puesta en escena, extraña lectura y descafeinada versión, que me deja muy serias dudas, sobre el criterio que rige en estos momentos nuestro Teatro Lírico Nacional. Esta Carmen ni es ópera ni es zarzuela, ni se aproxima a lo que la lírica debe ofrecer, como catártico y sublimación poética de la realidad. Así no, señores!! así no!!!
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