martes, 14 de noviembre de 2023

Las Golondrinas, El Más Claro Exponente De La Ópera Como Género Total.

Continuamos la temporada de La Zarzuela con una reposición, merecida y esperada, ya que Las Golondrinas, es además de una obra cumbre de nuestro repertorio, y título que en los últimos tiempos no se ha representado en demasía, siendo por tanto su revisión imprescindible y necesaria. Este título se estrenó en la producción que esta crítica ocupa en 2016, es decir han pasado siete años y sirvió como inauguración de la Era Bianco, no está por tanto de más que la última temporada programada por el ya ex director de el teatro se vuelva a representar, dado el enorme valor artístico de la obra, y el gran éxito que cosechó en aquella temporada. El sabado acudí animoso al teatro, me encantó cuando la vi en la anterior ocasión, y es un título que reconozco que me fascina, por tanto sabía que me lo iba a pasar pipa, como efectivamente sucedió. Lo que se está viviendo estos días en La Zarzuela es sin duda notable, y las virtudes de la producción muchas, por tanto ya adelanto que se trata de un espectáculo imprescíndible para todos los amantes de la lírica y de el teatro, porque en esta función se canta y mucho, pero también nos encontramos ante un espectáculo teatral de altura. 


Las Golondrinas, denominada como Drama Lírico en Tres Actos, con música de José María Usandizaga y libro de Gregorio Martínez Sierra y María de La O Lejárraga, está basada en una obra de teatro de los mismos autores estrenada en 1905, y que fue posteriormente musicada por Usandizaga a ídea del propio compositor, que encontró en el argumento los suficientes atractivos como para escribir una zarzuela que tuvo su estreno en febrero de 1914 en el Price de Madrid, para a la muerte de su autor ser el hermano de Usandizaga el encargado de convertirla en ópera, estrenándose de manera triunfal en el Liceu de Barcelona en diciembre de 1929, siendo esta versión la que se representa en La Zarzuela.

 


 

La partitura de una belleza deslumbrante, bebe directamente de el Verismo en su estilo, con una música en la que nos podemos encontrar también influencias musicales de varios autores. Wagner especialmente, el uso de el leit motiv es una constante en la obra, así como ciertos momentos en los que la opereta también se encuentra presente, y unas pinceladas de Debussy, que todo esto junto con la maestría de Usandizaga dio lugar a una partitura hermosísima y francamente disfrutable. Muy avanzada dentro de los parámetros de la composición de la época, en la partitura destaca un cuidado estudio psicológico de los personajes, tan bien reflejados en el foso, y una sentido de la teatralidad realmente notable, sin dejar de lado una dificultad vocal para su terna protagonista realmente notable. Es muy destacable la cuidadísima orquestación de la ópera, deslumbrante a ratos, intimista cuando el drama lo requiere, rica y de gran densidad, y con momentos realmente inspirados. A este respecto destacan los tres Preludios de la obra, de una belleza arrebatadora, y espectacular remate. Los tres personajes principales tienen momentos de gran lucimiento, Especialmente Lina y Puck, siendo quizás Cecilia el personaje más ingrato en lo musical, pero igualmente difícil. Arias, y dúos son lo que caracteriza a la obra, todas perfectamente adecuadas a la situación escénica, cargados de lirismo en algunos casos, y de crudeza e intensidad dramática en otros. Toda la partitura nos sumerje en un particular universo trágico y enrarecido que resulta subyugante de principio a fin, por su desgarro y fuerza dramática, así como un maracadísimo acento poético y simbolista.

El libreto en total consonancia con la partitura, imprime a la obra el suficiente dramatismo y la intensidad que se nos supo dar desde el trabajo de Usandizaga. Los personajes muy bien perfilados, cargados de simbología, y con una enorme coherencia dramática, dan el suficiente lustre a un libro inusitadamente maduro, enjundioso, de enorme juego teatral y más que logrados conflictos escénicos . El asunto principal, un triángulo amoroso de trágicas consecuencias, con el circo como telón de fondo, desde que empieza la ópera ya nos queda claro, en el que la toxicidad de los roles protagonistas, los malentendidos, los sinsabores, y muy especialmente las pasiones más primigennias del ser humano se encuentran perfectamente plasmados de manera crudísima, y más que asequible. A esto hay que añadir un lenguaje muy poético que funciona de maravilla en los cantables, redondeando de manera perfecta la bellísima partitura, siendo el resultado una verdadera obra maestra en la que se puede hablar de una perfecta conjunción libreto-partitura, y una obra de enorme interés teatral, más allá del obvio interés musical, algo que no siempre ocurre en la ópera, ya que el material literario casi siempre suele estar a un nivel inferior que el de la partitura.


 
Vayamos con el elenco:

Acertados comprimarios, Javier Castañeda como Roberto y Jorge Rodríguez-Norton como Juanito, estuvieron a la altura de sus personajes. Castañeda correctísimo en un papel de poco lucimiento, pero que fue cantado con gusto y aplomo. Mientras que Rodríguez-Norton dio la nota más amable en una función dura, en un papel bien perfilado en lo musical, expresivo en los cantables, y muy conseguido en lo actoral, dentro de su remedo de Charlot, efectivo, corporalmente perfecto, y con gran presencia escénica. 


Ketevan Kemolidze, mezzosoprano, como Cecilia, fue quizás la nota un tanto discordante en el reparto, en un papel en el que se la ve incómoda en algunos pasajes, y con algunos problemas en la dicción que empañaron un tanto su trabajo. Si bien es cierto que la voz es interesante y de bella sonoridad, resultó calante en algunos momentos de la obra. Dónde sin duda más se luce es en los dos dúos con Puck, de enorme expresividad, voz perfectamente ensamblanda con Gerardo Bullón, y gran química, muy remarcable a este respecto el dúo final, de intensidad estratosférica, y en el que si al principio de la obra me dejó un poco frío, he de reconocer que nuestra cantante me ganó con su interpretación. Actoralmente se encuentra adecuadísima, dando vida a un personaje indómito, duro, y de complicado mundo interior, viéndose claramente todos los matices, así como un desplante escénico considerable, dando la imagen perfecta de mujer de rompe y rasga, que curiosamente se ve sometida por un hombre, de manera crudelísima. 


Raquel Lojendio, soprano, como Lina, fue una de las estrellas de la noche, y sin duda merecidamente. La voz grande, de agudo brillante y redondo, muy inspirada en las partes líricas, y gran expresividad, consiguió dotar al personaje de todos las aristas que se reflejan en la partitura, siendo especialmente interesante el recorrido musical y psicológico de esta Lina que empieza siendo una joven vitalista y conformista, para convertirse en un juguete roto de extraños sentimientos, mezclados con un enamoramiento casi enfermizo. Lojendio usó su instrumento de manera admirable para reflejar todo esto, con una expresividad y un sentido del texto realmente notable, sin dejar de lado una interpretación musical de altura, y al nivel de el exigente material que Usandizaga escribió para su personaje. Actoralmente superlativa, va subiendo en intensidad a medida que la obra avanza, siendo el cúlmen de lo que planteo el tercer acto de la obra, en el que su personaje se ve en toda su crudeza, con una sexualidad un tanto enfermiza, y una sensación de insatisfacción casi enajenada, en la que se confunde amor, sexo, celos, y algunas connotaciones de sumisión que aunque nos parezcan horribles, Lojendio consigue que entendamos y que nos apiademos de ella. Lina corre el riesgo de caer en lo cursi, nuestra soprano consigue un personaje de una complejidad rotunda y profundamente humano dentro de sus contradicciones, tal y como todos somos. 


Gerardo Bullón, barítono, como Puck. Puck es un personaje terrible, y su escritura musical así lo plantea, pasando por múltiples estados mentales, sin dejar de lado el lirismo, con unos pasajes de gran belleza, algo que Bullón controla a la perfección, sabiendo distinguir perfectamente como se debe cantar cada parte. Las partes con Cecilia son tremendas, de una fiereza apabullante, duro, expresivo y aprovechando al máximo su más que notable instrumento. Pero cuando se trata de Lina y aquellas páginas más sensibles, Bullón tira de estilo, dotando a su personaje de una fraseo y un gusto cantando que nos pone el bello de punta por el esplendor de lo cantado. Sin problemas en la parte aguda, y sorteando con aparente facilidad los desafíos de una partitura endiablada, Gerardo Bullón sirvió una función de enorme calidad, con un canto noble y sin artificios, de sana emisión, perfecta dicción y respetable volumen, bien medida, y exquisitamente interpretada. Actoralmente más que notable, implicadísimo, con una carga emocional tremenda, y rodeado de aristas, tal y como el personaje se nos plantea. Todo esto que planteo llega al paroxismo en el último acto de la función, catártico y terrible a partes iguales. 

Hay que hacer una mención especial a la troupe de saltimbanquis que sirve de comparsa en el espectáculo, con gran presencia durante todo el espectáculo llenando de empaque las escenas más fastuosas de la función.

 


Coro Titular al altísimo nivel acostumbrado en una función en la que la masa coral no tiene gran lucimiento, pero si un par de intervenciones importantes. Espectaculares resultaron en el Segundo Acto, en un momento de gran brillo dentro de la partitura, con aires de opereta, en el que sonaron brillantes, perfectamente empastados y con un volumen atronador. También es destacable su última aparición, terrorífica y fantasmal, con la que consiguieron estremecer al respetable, en un momento de una dureza escénica tremenda. 


La Orquesta de La Comunidad de Madrid con Juanjo Mena al frente estuvo a la altura, en una lectura en la que quizás eché un poco a faltar algo de brillo, en los momentos más vistosos, resultando apagada por momentos, especialmente en el primer Preludio de la ópera. Mena cuida mucho a los cantantes, algo que siempre es de agradecer, dando más importancia a las voces que al foso, y demostró su buen hacer y conocimiento de el material que tiene entre manos en los dos interludios principales y la Pantomima, esta última cargada de intencionalidad teatral. Disfrutable por tanto la lectura de orquesta, que redondeó de manera magnífica una noche realmente destacable en lo musical a todos los niveles.

 


 


Giancarlo del Monaco al frente del espectáculo se luce y mucho, haciendo una función de relumbrón, muy bien manejada en lo actoral y de epatante acabado, elegante y con un interesante juego meta-teatral que funciona muy bien desde el punto de vista dramático. Interesante también resulta la estética feísta y casi en blanco y negro de el espectáculo que tan bien refleja la gris existencia de estos personajes, que paradojicamente viven envueltos en el colorido mundo de el circo. Es destacable plantear la enorme intensidad de la función de principio a fin, con momentos de una crudeza terrible, hay una escena de violencia de género que literalmente nos hiela la sangre por lo explícito de la misma, y un tercer acto de atmósferas enrarecidas, perturbadora sensualidad, y enorme carga psicológica, plasmada de manera magistral por nuestro director en diferentes planos, con unos Puck y Cecilia en proscenio llevando al límite sus pasiones, y una Lina tras la puerta dando rienda suelta también a sus pasiones más oscuras, que nos define de manera acertadísima lo que hay detrás de este triángulo amoroso. Hay que plantear también lo bien explicados que se encuentran los vínculos y objetivos de los personajes, siendo la lectura de la obra compleja, profunda y tremendamente esclarecedora en cuanto al argumento, algo que enriquece de manera estratosférica el trabajo del tándem Martínez Sierra-Lejárraga, entendiendo sin lugar a dudas como todo un acierto la visión de la obra de Giancarlo del Monaco, que consigue sensibilizarnos con problemáticas muy actuales, en un texto que no se nos olvide fue escrito en 1914, todo un triunfo...

Destacables también las espléndidas luces de Vinicio Cheli en total consonancia con la propuesta de Del Monaco, atmosféricas y expresivas. Funcional y evocadora escenografía de William Orlandi, figurines de gran belleza y muy definitorios en cuanto a cada personaje de Jesús Ruiz, y destacable en grado sumo el trabajo en el movimiento escénico de Barbara Staffolani, que apoya a la perfección la acción dramática y reviste de gran prestancia la celebérrima Pantomima, uno de los momentos cumbre de la función. 

Estas Golondrinas son ópera a un gran nivel, un espectáculo total que se disfrutan de principio a fin, pero ante todo son TEATRO con mayúsculas, emocionante, fiero a ratos y de una belleza inconmensurable. IM-PRES-CIN-DI-BLE. 


 

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