miércoles, 16 de mayo de 2018

La Balada Del Hombre Pájaro, Nuestros Infiernos Particulares.

Es una reacción común del ser humano aquella en la que cuando el horror nos rodea, nos escapemos de la realidad para de esta manera aliviar el sufrimiento y poder sobrellevar los reveses de la vida, que en muchos casos pueden ser extremos. Esto que planteo se da en casos como los conflictos bélicos, cautiverios y secuestros, y todas aquellas situaciones en las que definitivamente la capacidad de aguante de nuestro cuerpo y nuestra mente se ha visto rebasada con creces. Deconozco si esta reacción es un mecanismo de autodefensa, o simplemente es que una vez atravesado un punto, nuestra razón desaparece completamente superados por el dolor.
Los resortes de nuestra mente son curiosos, y a veces terribles, yo mismo conozco un caso en el que una persona aquejada de demencia, los últimos años de su vida, todos los días repetía el momento en el que su hermano fue sacado a rastras de su casa, durante la Guerra Civil, para posteriormente ser fusilado, viviendo ese momento una y otra vez cómo si de una especie de castigo bíblico se tratara. No me imagino un infierno en la tierra mayor que ese, y supongo que las cosas que nos guardamos para nosotros, muchas veces salen al exterior de la forma mas insospechada, ya que la realidad es muy tozuda, y aunque no queramos verla, ahí está llamando a nuestras puertas, con las fauces bien abiertas, y dispuesta a devorarnos de un bocado sin el mas mínimo problema.
Nuestros viejos conocidos de Teatro del Sótano se encuentran en La Usina explorando estos resortes de nuestra mente, y a la vez analizando los horrores de la guerra, en "La Balada del hombre pájaro" con Manuel Aguilar a la cabeza, así que no pude resistirme una vez mas, a las emociones fuertes que siempre nos aporta ésta compañía teatral, que al ritmo que van se convertirán en una de las mas prolíficas de nuestra cartelera, y en la que sus señas de identidad, cada día aparecen mas claras y definitorias.


"La balada del hombre pájaro" de Francisco De los Ríos, es una pieza corta, apenas llega a la hora de duración, de interesante factura, en el que se nos cuenta la historia de un hombre que ante lo que le rodea, suponemos que un conflicto bélico, se aleja de la realidad viviendo en un onírico entorno en el que precisamente todo aquello que le ha llevado a esa situación se le aparece de forma simbólica y en extremo dolorosa para nuestro protagonista.
De Los Ríos se sirve de un lenguaje extremadamente poético para contarnos, que es lo que ha llevado a esa situación al personaje principal del texto, y cuales son los fantasma que lo atenazan. En la obra se huye de lo obvio, apelando a la inteligencia del espectador, que debe saber leer entre líneas, para hilvanar lo que se nos quiere contar y en la que se nos abstrae completamente de una narración convencional, para adentrarnos en una historia contada de forma aparentemente inconexa, tal y cómo es la psicología de nuestro protagonista, pero que de inconexa no tiene nada, ya que se nos van dando pistas continuamente hasta que finalmente vemos claramente lo que ocurre.
De todos los textos de Francisco de Los Ríos que he visto, este es el mas complejo, y quizás el que mas se adentra en los recovecos de la mente humana, de forma muy convincente, dura y profundamente alegórica.



Vayamos con el elenco.
Jorge Bódalo de indudable presencia y estupendo tono físico y vocal, lleva a cabo una creación muy de verdad y perfectamente medida, en la que logra integrarse facilmente a la función a pesar de encontrarnos practicamente en la recta final de la misma. Nada nos chirría en su aparición, y un trabajo limpio y muy bien perfilado deja muy claro para que ha venido y que quiere contar.

Jenny Baldoria en su línea habitual de actriz intuitiva y con grandes recursos dramáticos, nos lleva a diferentes estados emocionales, en un complicado papel de oníricos trazos, y costuras surrealistas, que se ve perfectamente plasmado por nuestra actriz. De fantasmagórica presencia, resulta inquietante por momentos, temible a ratos, y también no produce mucha piedad en algunas escenas, siendo la paleta emocional en la que nuestra actriz se mueve, amplia, difícil y muy bien construida, resultando satisfactoria en todas las aristas que el personaje ofrece y que Baldoria entiende perfectamente, viéndose reflejado en la función de forma cristalina.

Manuel Aguilar lleva todo el peso de la función en un comprometidísimo papel que no le deja ni un respiro desde la primera escena. Nuestro actor se sube a una montaña rusa emocional de gran altura interpretativa, y lleva a cabo un sólido trabajo actoral, cuya implicación nos deja completamente fascinados. Cuando acaba la función Aguilar durante unos segundos sigue con la mirada extraviada mientras saluda al respetable, dejando muy claro la honestidad y profundidad de un trabajo que no pasa en absoluto desapercibido, que se ve reflejado desde la verdad y sobre todo desde un enfoque dramático muy conseguido. El sufrimiento de nuestro protagonista se vislumbra de forma muy directa y realmente catártica por momentos. Sus monólogos resultan tremendos, y lo que es mas importante, todo se entiende perfectamente. Aguilar sabe el lugar al que quiere llevarnos y lo consigue en progresión ascendente y profundamente emotiva.



Francisco De los Ríos dirige su texto, como es habitual en él, y nos ofrece su trabajo mas ambicioso a todos los niveles. Desde el acertado espacio escénico, en el que lo que aparentemente es un basurero nos va mostrando toda su fuerza simbólica según va avanzando el espectáculo y deja bien claro lo que significa dentro de la vida del protagonista del texto, es decir su infierno o purgatorio particular, donde convive con sus fantasmas interiores, con los que se comunica y con los que expía su dolor. De los Ríos se sirve de cierto tono surrealista que acrecienta la sensación onírica sobre lo que está ocurriendo, y en el que un enigmático pozo tiene mucho que decir al respecto. Los actores siguen  unas directrices mas que claras que se ven perfectamente plasmadas en las interpretaciones, y muchísimas de las acciones se encuentran apoyadas con unas metafóricas imágenes que funcionan desde que comienza la función. Nos encontramos quizás con el texto mas difícil y mas personal de todos los que le he visto a Teatro del Sótano, y el resultado es de una gran madurez a todos los niveles, y una profundidad psicológica realmente notable. De los Ríos nos lleva por los vericuetos del alma humana desde el dolor mas extremo y primitivo, siempre desde un punto de vista poético, nada obvio, y cuidando hasta la extenuación el trabajo de sus actores, que se encuentran muy cómodos en sus difíciles papeles, ya que parece ser que nuestro director les ha dejado hacer, dando muchas alas a todos los personajes. Mención aparte para las atmósferas conseguidas gracias a la música que acompaña al texto, un acierto total, y que rematan el montaje de forma mas que notable y con no poco poso dramático. Nos encontramos ante una propuesta sólida, honesta y para paladares exquisitos, ya que su dureza y su lirismo, convierten esta pieza en una delicatessen que necesita reposo una vez que se ha visto. Teatro del bueno, profundamente sensitivo y con mensaje, duro y necesario, es nada mas y nada menos lo que Teatro del Sótano ofrece con su "Balada del hombre pájaro". Función absolutamente recomendable desde todo ángulo, con profundo espíritu alternativo, y realizada con un mimo absoluto.

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