martes, 19 de septiembre de 2017

Lucio Silla, Festival Mozart

Ayer día 18 di por comenzada mi temporada operística 17-18 en el Real. El título elegido por Matabosch para iniciar esta estapa se me hacía muy cuesta arriba, y he de reconocer que me daba un perezón tremendo. No soy muy mozartiano precisamente, y salvo Don Giovanni, El Rapto En El Serrallo, y algún que otro título mas, no suelo ir animoso al teatro cuando toca Mozart, y Lucio Silla además de completamente desconocida para mi, me daba aires de tostón digno de mejor causa.
Este título se me antojaba poco adecuado para abrir temporada, donde uno espera fuegos artificiales, títulos míticos, chimpunes varios, producción de campanillas, éxito rotundo y mas figurantes que en Aida, tanto en escena como en el patio de butacas, que tal y como plantea el Real los inicios de temporada ultimamente, abunda mas la "socialité" que la "musicalité". Pues no, Matabosch apuesta por un Mozart duro de roer, con producción conocida y de alquiler, y deja para mas adelante los operones clásicos, que quizás den menos prestigio que este Lucio Silla, pero que buenos cuartos se dejan en taquilla. Con mi sufrido acompañante llevándome de la oreja me acerqué al Real un tanto abrumado pensando en las 18 arias que componen la ópera, y en como aguantaría las casi cuatro horitas de festival Mozart que teníamos por delante. La realidad es que las cuatro horas se quedaron en tres y media, y que no es tan fiero el león como lo pintan. Lucio Silla se puede ver, y se puede disfrutar, máxime cuando el nivel musical de la función es tan elevado como lo es en esta producción.



Lucio Silla fue compuesta por el admirado Amadeus a la tierna edad de dieciséis años, siendo su composición operística numero 8. Fue estrenada en Milán en 1772 con gran éxito, y denominada como ópera seria, algo que sin duda es una declaración de principios reflejada tanto en su estructura como en su asunto, siguiendo las normas del Clasicismo casi al dedillo, digo casi, ya que el uso de la orquesta es muy avanzado funcionando por momentos como un personaje mas de la ópera, y que resulta muy definitorio a la hora de plasmar los diferentes estados de ánimo de sus personajes. Para hacerse una idea de lo que Lucio Silla es, baste decir que de 23 números musicales, 18 son arias, solo hay dos dúos y un terceto, en una ópera abundante en música y recitativo secco, que para el espectador de hoy en día resulta dura de ver y de escuchar. El argumento se reduce a una escueta trama en la que se critica el poder político impartido de forma tiránica, y en el que practicamente todos los personajes, sufren y sufren y vuelven a sufrir, de amor no de opresión aunque resulte paradójico, mientras mantienen diálogos internos para que los espectadores, que por momentos también sufren, especialmente en la primera parte del espectáculo, se enteren de lo poco que avanza la acción, a la vez que a medida que la opera se va entonando,  vaya alucinando cada vez mas ante la tremenda dificultad del material que el bueno de Amadeus compuso, con nula clemencia hacia los cantantes, y confiando demasiado en la capacidad de aguante del espectador.
Con Lucio Silla ocurre una cosa curiosa, es como ver un Wagner de cuatro horitas, en el que pasa de todo por tu cabeza, mientras te vas dejando llevar por la música, y que cada dos por tres un bofetón de belleza musical te saca de ese estado en el que uno parece estar flotando, a la deriva, en un mar de corcheas.



Vayamos con el elenco, superlativo a todos los niveles sin ninguna duda.

María José Moreno, soprano, como Celia:
Magnífica como de costumbre, Moreno merecedora de un papel de mas entidad, cumple sin problemas en todas sus intervenciones, resultando deliciosa por sus habituales virtudes, que son muchas y facilmente reconocibles. Su cristalino timbre, su sensibilidad cantando, la frescura de la voz y la facilidad en las notas mas extremas, fueron la tónica de una interpretación mas que correcta de un personaje para el que María José Moreno va mas que sobrada de facultades. Escucharla es una delicia de principio a fin.

Inga Kalna, soprano, como Lucio Cinna.
Mas que correcta a todos los niveles, tanto musical como actoralmente. Su interpretación se caracterizó por un considerable volumen, un bello timbre y una musicalidad muy notable. Se puede decir que el agudo suena un tanto gritado por momentos, pero no me molestó en absoluto y si analizamos el conjunto de su trabajo, se puede considerar satisfactorio.

Kurt Streit, tenor, como Lucio Silla.
Irregular, si bien es cierto que el papel se encuentra mas reflejado en la orquesta que en la parte vocal, Streit no acabó de encontrar su sitio vocal, en el que el lógico desgaste de la voz resiente la por otra parte maravillosa creación actoral. Streit parece perder la colocación de la voz por momentos, y resulta destemplado en algunos pasajes, pero bien es cierto que cuando la voz está en su sito, suena aun redonda y hermosa y es un reflejo de lo que fue en un pasado. Lo que si domina Streit a la perfección es el caracter de Silla, caprichoso, autoritario y temible, apoyado en un admirable trabajo corporal que dota al dictador romano de una presencia pavorosa y con aires de primerísimo actor.

Silvia Tro Santafé, mezzo-soprano, como Cecilio.
De lo mejorcito de la noche, de voz plena, rotunda y atronadora, sirvió momentos de gran impacto, donde la endiablada coloratura mozartiana brilla tal y como fue concebida, con unos aparentemente imposibles saltos que Tro Santafé da con aparente facilidad y espectacular resolución. Cuando Silvia Tro llega a las notas mas agudas, los armónicos llenan la sala del Teatro Real de forma impresionante y francamente disfrutable. Nos encontramos ante una cantante de primerísimo nivel, no hay duda. Nuestra cantante abordó el papel desde la bravura, y ofreció un canto bello y noble, y en total consonancia con la partitura, siendo el resultado un trabajo mas que estimable y de una calidad exquisita.

Patricia Petibon, soprano, como Giunia.
Maravillosa, y entregadísima, en un trabajo  en el que lo que primó fue la expresividad ante todo, y en el que la interpretación vocal estuvo perfectamente integrada en la actoral, donde las partes mas dolientes de nuestra sufridísima heroína suenan a lamento aullado y espeluznante, sacrificando quizás sonido pero enriqueciendo de forma rotunda la composición del personaje. Petibon posee una voz grande y bien proyectada que resulta idónea para el personaje de Giunia, eje central del drama, y casi protagonista de la ópera. Petibon en la coloratura resulta asombrosa dado el control de la misma, timbradísima en todo momento, y con una potencia realmente notable. Petibon nos hiela la sangre ante su capacidad dramática, nos impresiona por sus magnificas condiciones vocales, y resulta una de las estrellas de la función junto con Silvia Tro Santafé.

Coro Intermezzo correcto, y con poco lucimiento, para ser sinceros. Cumplen como viene siendo habitual en ellos, especialmente en el último número de la ópera, donde su situación en los palcos primeros hace que los disfrutemos en todo su esplendor vocal. Los encontré muy desaprovechados escenicamente y menos disfrutones que en otras ocasiones, pero cumplen sin problemas en una ópera que no se destaca por sus coros especialmente.



Ivor Bolton dirige la Orquesta Titular del Teatro Real de menos a mas, con una obertura un tanto deslavazada y con algunos problemas de cohesión entre los músicos, pero a medida que fue avanzando la función se fue entonando, consiguiendo apoyar perfectamente a los cantantes, en un ópera en la que la importancia de la interpretación vocal es muy notoria. Consigue Bolton momentos de gran efecto, especialmente en aquellos en los que interviene Lucio Silla, cuya psicología tan bien está plasmada en la orquesta, algo realmente inusual en la producción operística de la época. Lleva la función ligerita y la hace amena dentro de la densidad de la partitura, y su lectura me pareció cuidada, matizada y muy estudiada. Sin duda Bolton, entregadísimo al espectáculo y mimando a sus cantantes hasta la extenuación ha hecho los deberes, y es justo reconocerlo.




Claus Guth ejerce la labores de regista, y lo hace en dos planos diferentes y con diferente fortuna. Por un lado está la inspiradísima labor actoral, en la que realmente exprime al máximo el escuálido material literario con el que se encuentra, consiguiendo que la obra tenga coherencia, y que se entienda su argumento sin problema huyendo de la típica exposición de arias inconexas y psicologicamente planas. Guth va al fondo de cada personaje, los define, y luego plantea cada aria como un juego teatral diferente con mayor o menor fortuna, pero con impoluta coherencia dramática. A nivel visual es harina de otro costal, producción de estética feísta, desangelada a ratos, y con menos fortuna de la deseada y a años luz de las interpretaciones. Se intentan plasmar las cloacas del estado en un espacio indefinido con siniestro aire de anatómico forense, y de guarida del Dr. No venida a menos, cargada de hormigón y fría como un témpano de hielo. No aporta mucho mas allá de la sensación de sordidez que todo lo envuelve, que si bien es cierto que va en consonancia con la dureza de la obra, en algunos momentos sacrifica la belleza de la música a favor de la truculencia (gratuita) escénica. El espectáculo resulta excesivamente largo, especialmente en la primera parte, a la que yo, llamadme sacrílego, le hubiese metido tijera, ya que se le da vueltas y vueltas a lo mismo de forma inclemente. Para que os hagáis una idea, el momento culminante de la función que es el ataque a Lucio Silla y del que se lleva hablando desde la apertura de telón, ocurre dos horas y media después de que haya empezado la función, faltando todavía una hora mas para el final de la obra. Supongo que el problema intrínseco de la ópera consiste en su estructura, alejadísima del espectador actual que no puede evitar que se le vaya el santo al cielo por momentos, algo que con una propuesta escénica quizás mas efectista o con mas interés en lo estético podría solventarse en cierta manera. Lo de las estructuras giratorias ya empieza a oler a añejo, y a mi personalmente me carga un poco, pero aquí ya juegan los gustos personales, mas allá de la crítica objetiva en si.
En resumen, nos encontramos ante una obra dura, densa, exasperante a ratos, bellísima en su mayoría, y que sin duda no es apta para todo tipo de espectador. ¿Disfruté? si, por supuesto, pero a ratitos, ja ja ja. Lucio Silla no es una ópera al uso, sino mas bien una especie de ejercicio de arqueología teatral pasada por el tamiz de lo contemporáneo en su norma estética y dramática, pero que nos queda muy alejada en el tiempo y en su forma musical.






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2 comentarios:

  1. Plash Plash Plash Plash!!!
    Estupenda crítica que, vista la poca gana que llevabas y que eres mas de Bel Canto que de los torbellinos de semifusas barrocas, es todo un ejercicio de imparcialidad y buen criterio.
    Ya habíamos comentado que, hace algún tiempo, comencé a escuchar Lucio Silla me empaché sin terminar el primer acto.
    Ahora mismo suena mientras escribo estas lineas.
    Gracias por tus palabras.
    Un abrazo.
    J.Merelo.

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    1. Un millón de gracias por lo que dices, je je je. La verdad es que no hay que cerrarse a nada, si se hace bien, se disfruta. Un abrazo grande!!!

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