No soy muy mozartiano, para que engañarnos, a excepción de Don Giovanni que encuentro deliciosa de principio a fin, reconozco que suelo sentir cierto sopor con las óperas del de Salzburgo. Cierto que arias sueltas, dúos, oberturas y demás páginas de sus obras me encantan, pero ver una ópera completa me resulta un tanto indigesto. El tono habitualmente excesivamente calmado de sus composiciones, los asuntos que trata en sus obras y en general las atmósferas que Mozart ofrece, me resultan una balsa directa hacia la cabezadita, placentera, inevitable e igual de relajante que su música. No menosprecio la obra del bueno de Wolfgang, estaría bueno, no se me vaya a rebelar nadie, simplemente es que no me identifico con su música, ni con el período que representa, esto no significa que no reconozca su genialidad y el revulsivo que fue en el mundo de la música, así como la importancia de su figura. Se trata mas de una cuestión de gustos que de criterio de calidad.
Dicho esto, puntualizo que no me cierro a ver obras de Mozart en directo, y siempre voy al teatro ávido de encontrar la producción que me abra los ojos y me permita disfrutar en toda su extensión de las composiciones que tantos elogios acaparan y tantos aficionados a la música adoran de forma casi fanática.
La Flauta Mágica, con todo lo que tiene de popular y de reconocible en gran parte de sus números, me produce la misma sensación que el resto de la obra mozartiana. Algunos número sueltos me fascinan, la primera aria de La Reina De La Noche (mas que la segunda), el dúo Papageno-Papagena, el aria principal de Pamina, son de una belleza indescriptible. Pero luego cuando me pongo a ver la obra completa, me resulta poco atractiva, lastrada por los diálogos y un libreto deslavazado, mal resuelto y excesivamente infantil, características que acaban por conseguir que se me vaya el santo al cielo. Reconozco que mucho se ha escrito sobre la simbología oculta de la obra y su carga filosófica, y entiendo que está en la composición, pero yo no acabo de verle la gracia, aunque por una vez, y gracias a la soberbia producción que el Real está ofreciendo, la cuarta Flauta Mágica que veo en directo, me ha llegado, me ha divertido, y me ha reconciliado con una obra que suelo escuchar en grabaciones en las que los diálogos están cortados, y cuando necesito calmar los nervios.
La Flauta Mágica, no es una ópera sino un singspiel, algo así como nuestra zarzuela, en la que los recitativos son hablados, y las melodías son mas sencillas en general, se estrenó en Viena en 1791, y fue la última obra que Mozart puso en pie antes de morir. Se escribió con vocación de obra popular, sencilla para el espectador, y sin lugar a dudas con visión comercial, resultando en todos los ámbitos descritos un acierto total que todavía a día de hoy sigue funcionando como una de las composiciones mas famosas de todo el repertorio.
Vayamos con el elenco, que ante la extensión del mismo, intentaré ser lo mas conciso posible.
Ruth Rosique, soprano, como Papagena:
Correcta, especialmente en cuanto a timbre y volumen, ciertamente es que Papagena se luce poco y es un personaje que en nuestra cabeza siempre parece mas de lo que es, debido al bello y único número que canta en la obra. Rosique saca mucho partido a su escueta intervención, cargada de intención, con bello agudo y mas que interesante dicción. Muy convincente en lo actoral, ligeramente vulgar y marujil en una visión del personaje muy acertada.
Tres Niños, que desconozco exactamente quien los llevó a cabo el día de mi función ya que el programa no lo especifica, estuvieron a la altura de las circunstancia, si bien es cierto que un poquito escasos de volumen, la dulzura que transmitieron y la belleza de sus intervenciones me supieron a gloria, siendo los personajes mas delicados del espectáculo, tanto por su concepción actoral, como por la espléndida visión musical de los mismos. Muy expresivos en lo vocal, me transmitieron gran ternura, siendo muy estimable el trabajo ofrecido.
Elena Copons, soprano,Gemma Coma-Alabert y Nadine Weissmann, mezzosopranos, como Tres Damas.
Eficientes y aseadas, en una interpretación que debe ser leída en clave unitaria a pesar de ser tres. Me explico, los tres personajes en la obra practicamente funcionan como uno solo, y ahí estriba el secreto de estas tres estupendas cantantes. Empastadísimas, de bellas voces y sobre todo de gran intencionalidad en sus intervenciones, llegan al espectador sin problema, sacrificando en algunos momentos (con gran tino, por cierto) la belleza de sus instrumentos por el bien de los personajes y de la función en general. Resultan deliciosas en su totalidad y ofrecieron mucha frescura a la producción.
Mikeldi Atxalandabaso, tenor, como Monostatos .
Una de las sorpresas de la noche, de imponente volumen, especialmente en su primera intervención, y con un sorprendente timbre abaritonado que me pareció perfecto para el papel que le ha tocado en suerte. Su interpretación vocal estuvo marcada por los matices y la poderosa fuerza que transmite cuando el personaje lo requiere.
Atxalandabaso, en un completo estado de gracia actoral, sirve un personaje calcado al Nosferatu de Murnau fisicamente, y que a pesar de su maldad intrínseca no pierde su punto gracioso en ningún momento.
Joan Martín-Royo, barítono, como Papageno.
Delicioso, amplio de timbre, impecable sonoridad y un fraseo exquisito que me obnubiló desde que salió a escena, y con el que me he reconciliado después del Curro Vargas del Teatro De La Zarzuela en el que francamente no me convenció.
Martín-Royo apoya su espléndida interpretación vocal en una inspiradísima creación actoral que recuerda a Buster Keaton, con cierto punto de melancolía, sosegado y bastante primario en sus aspiraciones, que definen a la perfección la simpleza de carácter de Papageno. Alejado de cualquier amaneramiento escénico y musical, Martín-Royo sirvió una estupenda función ágil y matizada a partes iguales.
Christof Fischesser, bajo, como Sarastro.
El mas flojo del elenco, sus problemas consisten basicamente en dos, el exceso de vibrato y la poca entidad de la voz en las notas mas graves, algo completamente imperdonable en un personaje de las características de Sarastro, uno de los mas claros exponentes de bajo noble jamás escrito. Su trabajo a nivel actoral es estupendo, pero la pobre interpretación vocal lastra a este importante personaje. En los pasajes mas comprometidos la orquesta le sobrepasa con creces quedando completamente desdibujado y pasando bastante desapercibido, sobre todo teniendo en cuenta lo estupendo que es el elenco.
Joel Prieto, tenor, como Tamino.
De menos a mas, con una primera intervención un poco falta de fuelle y escaso de volumen, pero que una vez pasada esa complicada apertura de telón demostró su potencial y la calidad de su trabajo. La voz es bella, grande y corre bien, aunque en algunos momentos, sin molestar en exceso, pero si de forma notoria,tiene algún problema en la colocación, con cierta tendencia a la nasalización especialmente en las arias, que le afea un poco el sonido, pero en líneas generales lo sensible y cuidado de su lectura musical, resulta muy gratificante, dando momentos de gran lirismo y aprovechando muy bien la química escénica con Pamina, siendo los dúos de ambos una auténtica delicia.
Muy bien en lo actoral, galán, como el papel requiere, y luciendo elegancia por el escenario sin el mas mínimo problema. Prieto tiene una estupenda presencia que sabe medir e incorporar a su Tamino con soltura.
Ana Durlovski, soprano, como La Reina De La Noche.
De mas a menos, al contrario que Joel Prieto, Durlovski sirvió una bella primera intervención, y una un tanto apagada interpretación de la famosisima Der Hölle Rache, en la que tuvo algunos desajustes con la orquesta en la endiablada coloratura de la pieza. Incompresiblemente, la voz suena mas en su primera intervención que en la segunda, cuando donde debe encontrarse cómoda es en la zona aguda, que suponemos que es su fuerte dada la tesitura que la caracteriza. Que duda cabe que cumple, pero la encontré por debajo de la Olympia que me dejó mas que satisfecho hace unos años.
Esperaba una interpretación de campanillas, quizás ese fue mi error, así que salí contento pero no entusiasmado, fue muy braveada por el respetable.
Sophie Bevan, soprano, como Pamina.
Triunfadora de la noche de pleno. De voz grande, carnosa y muy expresiva durante toda la función, Bevan ofreció una estupenda velada, donde triunfó la sensibilidad y el canto de calidad, dando momentos de gran belleza especialmente en su famosa aria del segundo acto, una de las mas hermosas compuestas por Mozart y que esta soprano británica hizo suya sin problemas, dando el mejor momento de la noche dejando embelesado al respetable. Con un interesante uso del regulador, un bonito paso de la voz, sin apenas cambio de timbre en el agudo, sobradísima de volumen y una redonda interpretación de la partitura, fue a mi entender la que mas brillo dio a esta Flauta de mas que decente reparto.
Coro Intermezzo, titular del Teatro Real, exquisito, con gran empaste y enorme matización, especialmente en los números que cantan solos, el final de obra lo sirvieron con gran efecto, y en lineas generales nos dieron una velada estupenda.
Agradabilísima sorpresa la dirección musical de Ivor Bolton, muy dinámica y con unos atinados tiempos que hicieron la obra fácil de escuchar y tremendamente amena. Desde que empezaron a sonar los primeros acordes de la obertura, ya vimos por donde iban los tiros de forma muy gozosa, algo que el público agradeció mucho en los saludos finales.
Vayamos ahora con la propuesta escénica firmada por Suzanne Andrade y Barrie Kosky:
Pues que decir señores, un prodigio de imaginación, un derroche de estilo, y una genialidad que me dejó epatado por la limpieza y la inteligencia de la misma.
Se trata de un homenaje al cine mudo, y toda la obra se representa en este código, muy cercano al Expresionismo alemán, con muchas referencias cinematográficas, y anulando los diálogos que se ven felizmente integrados con subtítulos como en el cine silente, dichos subtitulos van esplendidamente acompañados a piano con diversas melodías de Mozart, y este acertadísimo recurso, consigue aligerar de forma pasmosa la obra, haciendo que se nos pase en un suspiro.
El resultado final es de una extraña belleza, con momentos deliciosamente naif, que reconozco que hicieron mis delicias. No existe otra escenografía mas que una pantalla blanca, en la que las soberbias proyecciones se suceden de forma brillantísima, con un detalle encomiable, y que realmente hacen que la producción sorprenda y guste en igual medida. En esta Flauta no se andan por las ramas, cuenta la historia como lo que es, un cuento con poco sentido dramático y un arrebatador y colorista monumento a la inocencia de los personajes que pueblan la Flauta Mágica. Nos encontramos sin duda ante la linterna mágica del S. XXI, servida con los mejores medios técnicos disponibles hoy en día, sin desvirtuar la esencia de la obra, y consiguiendo que una obra tan trillada como esta sorprenda, divierta y se transforme en un verdadero placer para los sentidos.
En resumen, un propuesta imprescindible, gracias a su estupendo plantel musical, y a su acertadísima propuesta escénica, que a mi personalmente me reconcilió con una obra que reconozco que tengo un tanto estigmatizada.
La recomiendo encarecidamente, pero me da a mi que si no tenéis entradas difícil está la cosa, ya que está practicamente todo vendido para todas las funciones.
Esta Flauta Mágica es un bellísimo espectáculo que ofrece todo lo que la ópera puede dar de si, máxime cuando de una obra de estas características estamos hablando. Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
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