La Viuda Alegre es una de mis operetas favoritas, muy por encima de El Murciélago y casi a la par con Giuditta. La Viuda tiene un encanto especial, al menos para mi, recuerdo la mítica grabación dirigida por Ackermann con Gedda y Schwarzkopf en sus principales roles, que acabó practicamente rayada de tanto como la escuché. Después de esa he escuchado muchas Viudas, pero siempre será mi preferida, y todavía de vez en cuando le doy un repasito que me suele poner de muy buen humor.
La obra de Lehár no es fácil de ver en España, la única vez que había visto La Viuda en directo, fue en producción de la Compañía Lírica Española a finales de los 90 con Milagros Martín y Rafael Coloma como Hanna y Danilo respectivamente, no tengo constancia de que después de aquella producción se volviese a poner en pie en nuestros escenarios, ni en español ni en el alemán original.
Os podéis imaginar que siendo yo tan devoto de la opereta, cuando hace unos años empezaron a sonar campanas de una producción de La Viuda Alegre, con Paloma San Basilio como protagonista empecé a ilusionarme con la posibilidad de que esta obra se viese en nuestro país. Aquel proyecto se paralizó, y unos años después parece ser que resurgió, con Natalia Millán a la cabeza, intuyo yo que aquella producción y esta debían tener mucho en común, ya que gran parte del equipo creativo era el mismo, y el material promocional es muy parecido.
Cuando la producción que esta crítica ocupa se estrenó en el Arriaga de Bilbao, tanto me llamaba la atención, que casi me da un arrebato y me escapo a verla allí, pero supuse sin equivocarme que la veríamos en Madrid, así que me armé de paciencia y me puse a esperar. En cuanto salieron a la venta las entradas para los Teatros Del Canal, me saqué un sitio estupendo para verla en condiciones y no perderme detalle.
Varias cosas quiero plantear ante esta producción, la primera, los cantantes que forman parte de este espectáculo no tienen culpa del criterio seguido por la dirección artística, por tanto mi crítica será hacia ellos como cantantes líricos cuando corresponda o cantantes de musical cuando así toque. No sería justo usar un único criterio dado el heterogéneo elenco de la producción.
Lo segundo, es que esta Viuda se nos ofrece como un cambio de código del género de la opereta acercándolo al musical, algo que yo ya sabía cuando la fui a ver, y que os prometo que no me hizo ir con la escopeta cargada, muchas veces he dicho que soy espectador desprejuiciado, y si las cosas se hacen bien, no pongo pegas ni me cierro a nada, pero amiguitos en este caso, el error de bulto es tal, que no tengo mas remedio que plantear que mejor no tocar las cosas y dejarla como están.
Lo tercero, convertir en musical una obra puramente lírica no quiere decir reducir orquesta y presentar unos arreglos en consonancia con los cantantes que estén en el elenco. Para que funcione correctamente, se debe reestructurar completamente la obra empezando por la orquestación (no el número de instrumentos, ojo) para continuar ensamblando voces que no son para cantar repertorio lírico a dicha orquestación, y finalmente hacer que la obra en conjunto resulte equilibrada y coherente, un ejemplo de lo que planteo es el Hot Mikado que con tanto éxito se representó en Londres en los años 90. Aquí se ha tirado por lo fácil, se han recortado instrumentos, se ha arreglado con mas o menos tino, pero en líneas generales de forma muy ramplona, los números y para de contar. El resultado es raro, las melodías están cojas y los pobres cantantes hacen lo que pueden, sin lucirse debidamente dado el pobre material musical hecho con muy poco sentido teatral y sin pensar en las características vocales de cada uno. Finalizar un número en octava baja no es un arreglo señores, seamos conscientes de ello. Recitativos y concertantes, resultan, permitidme el chiste desconcertantes, y suenan francamente feos, no por mal cantados, ojo, sino por mal arreglados y por quedarse corto musicalmente hablando. Lamento ser así de duro pero la versión de Jordi López a este nivel, es muy insuficiente, quitando brillo y frescura a la partitura de una forma estrepitosa.
Lo tercero, convertir en musical una obra puramente lírica no quiere decir reducir orquesta y presentar unos arreglos en consonancia con los cantantes que estén en el elenco. Para que funcione correctamente, se debe reestructurar completamente la obra empezando por la orquestación (no el número de instrumentos, ojo) para continuar ensamblando voces que no son para cantar repertorio lírico a dicha orquestación, y finalmente hacer que la obra en conjunto resulte equilibrada y coherente, un ejemplo de lo que planteo es el Hot Mikado que con tanto éxito se representó en Londres en los años 90. Aquí se ha tirado por lo fácil, se han recortado instrumentos, se ha arreglado con mas o menos tino, pero en líneas generales de forma muy ramplona, los números y para de contar. El resultado es raro, las melodías están cojas y los pobres cantantes hacen lo que pueden, sin lucirse debidamente dado el pobre material musical hecho con muy poco sentido teatral y sin pensar en las características vocales de cada uno. Finalizar un número en octava baja no es un arreglo señores, seamos conscientes de ello. Recitativos y concertantes, resultan, permitidme el chiste desconcertantes, y suenan francamente feos, no por mal cantados, ojo, sino por mal arreglados y por quedarse corto musicalmente hablando. Lamento ser así de duro pero la versión de Jordi López a este nivel, es muy insuficiente, quitando brillo y frescura a la partitura de una forma estrepitosa.
Por último los cortes, que en esta producción llegan a lo inaceptable, volviendo a encontrarme con una sucesión de números hilados por dos frases y poco mas. Entiendo que La Viuda Alegre no es El Rey Lear, pero es que los personajes están tan esquematizados, por no decir cercenados, que no tienen practicamente ningún interés dramático, una obra que dura casi dos horas y media se ha quedado en una y media escasa, con eso está todo dicho. Entiendo que se puedan pulir los libretos, no solo lo entiendo sino que lo defiendo, pero de ahí a directamente anularlos va un trecho, y la escabechina que se ha cometido con el texto es inadmisible, la versión y traducción viene firmada por Enrique Viana.
Por tanto entiendo que La Viuda Alegre se puede retocar, incluso se puede convertir en un musical, no me cierro a ello, pero hacerlo no es juntarse tres personas y decidir de forma arbitraria cortar todo el texto, cambiar la partitura sin sentido aparente, hacer una nueva traducción, por cierto no muy afortunada, y finalmente elegir un elenco mixto entre lo lírico y el musical aportando todavía mas confusión a lo antes expuesto, o todos moros o todos cristianos, porque si no la cosa no funciona, como lamentablemente ocurre en esta producción.
Dicho esto voy con los artistas.
Como la mayoría de los personajes de la función están tan recortados, o simplemente integrados en el coro, iré al cuarteto protagonista, que son los únicos que se libran de la orgía de la tijera, aunque si bien es cierto reducidos a la mínima expresión.
Guido Balzaretti, tenor, como Camille de Rosillon.
Correctísimo, con una bonita voz de tenor, cierto es que no muy grande y un tanto metálica, pero que manejó a la perfección en un claro código de musical, con los consabidos giros que el género requiere, ofreciendo una creación vocal de mucho gusto, estupendo fraseo, y con momentos de mucho lucimiento, a pesar que la microfonación tan poco adecuada está continuamente intentando arruinarle el trabajo. Balzaretti sale airoso especialmente en el bello duetto final con Silvia Luchetti, uno de mis momentos favoritos de la función, que resultó uno de los mejores momentos de la velada. Actoralmente está estupendo, dando perfectamente la galanura que Rosillon requiere, pero el personaje está tan poco desarrollado que no se nos explica ni lo que ocurre con el cuando se arregla el enredo, así que bastante chicha saca el pobre para lo que queda de su personaje en la versión final.
Silvia Luchetti, soprano, como Valencienne.
Estupenda, con una técnica mixta entre lo lírico y el musical. Luchetti es una de las que mas se luce gracias a que se encuentra en el código correcto que La Viuda Alegre necesita, al menos en esta versión. De brillante y fácil agudo, tiene momentos de gran lucimiento en concertantes y apartes, cantados con mucho sentimiento. Hay problemas en la dicción, y con ello volvemos a hablar de la ausencia de un diseño de sonido, a Luchetti la vi en Sonrisas y Lágrimas correctamente microfonada y se la entendía absolutamente todo lo que cantaba, por tanto tengo mis dudas sobre la si la cantante tiene problemas, resulta difícil discernir ante un sonido tan deficiente. Actoralmente está delicadita como una porcelana y mas que correcta, aunque al igual que su compañero Balzaretti el personaje está tan recortado que no tiene practicamente nada que no sea cantar.
Antonio Torres, barítono, como el Conde Danilo.
Triunfador de plano de la noche, el único plena y felizmente lírico de todo el elenco principal, y el único que se luce como la obra lo permite, ya que sus cantables practicamente no han sido tocados, o al menos así se percibe. De fácil y brillantísimo agudo, Torres sirvió una magnífica función que evidencia todavía mas, el error de enfoque de la producción. Los momentos mas complicados del personaje, escrito en una tesitura ciertamente aguda en algunos pasajes, Torres los controla sin el menor problema dotando de mucha espectacularidad a sus intervenciones, de mucha intensidad lírica en los dúos y estupenda ligereza, en el mejor número del espectáculo, el celebérrimo septimino, muy bien enfocado a todos los niveles. Actoralmente está perfecto, trabajando a medias entre el galán y el calavera, en un código muy acertado la mar de gratificante.
Natalia Millán, soprano, como Hanna Glawari
Le ha tocado a Millán un toro bravo, y el peor tratado musicalmente por parte de la versión de Jordi López. Vayamos por partes, ciertamente el papel no le va vocalmente, pero si de una apuesta personal de en este caso Emilio Sagi se trata, con mas motivo debe ser mimada para que salga airosa de la función. Cuando el papel está correctamente transportado a su estilo y tesitura funciona sin problemas, como es en el caso de la Canción de La Ninfa, en la que hay un trabajo estupendo de adaptación musical, el resto de los arreglos van en su contra desde el principio hasta el final de la función, haciendo Natalia un esfuerzo realmente encomiable por solucionar los múltiples problemas que la partitura presenta. Millán cumple, pero no se puede lucir tal y como ella acostumbra hacerlo, por culpa de la deslucida visión musical del personaje. Actoralmente está fantástica luciendo poderío desde que sale a escena y demostrando lo bien que controla el escenario desde todo ángulo.
Conjunto absolutamente maravilloso, completísimo tanto cantando y bailando, con momentos mas que comprometidos en ambas disciplinas y que realmente impactan por su calidad. Musicalmente ofrecen un trabajo matizadísimo y muy bien pensado, pero como viene siendo la tónica de la función, les arruina el nefasto sonido. Conozco muy bien La Viuda Alegre, y distingo perfectamente las dificultades vocales para el coro, y me parece tremendamente injusto que no se les equipare en sonido al resto del elenco, un conjunto de este nivel debe ser valorado en su justa medida, algo que parece ser que en esta producción no se ha calibrado lo suficiente. Un diez para todos ellos, dado el altísimo nivel de lo que ofrecen y la dificultad de su trabajo. Pocos artistas tan completos tenemos sobre nuestros escenarios.
Ensamble De La Orquesta Sinfónica Verum dirigida por Jordi López, con problemas, el primero de todos, son doce, pues que queréis que os diga, suena poco, y si a ello le añadimos la poco afortunada dirección de la batuta, pues mejor no seguimos. López sirvió una Viuda descafeinada, de extraños tiempos, un vals llevado a ritmo de gallop y un gallop llevado casi casi a ritmo de vals, poca chicha, poco brillo y con una extraña lectura alejadísima de lo que una opereta debe ofrecer, no vi la burbujeante música de Lehár por ningún lado, y aunar foso con escena le costó un triunfo en los concertantes, resultando el sonido nada homogéneo, y lo que es peor de todo desvaído y tristón.
Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Uno de los aciertos de la producción sin lugar a dudas. Emilio Sagi ofrece una función de una belleza exquisita, apoyada en la mas que brillante escenografía de Daniel Bianco que dota de un empaque inusitado la soberbia propuesta estética del espectáculo. Sagi acierta transportando en el tiempo La Viuda Alegre hacia los años 20, donde el glamour campaba a sus anchas.
Mas allá de estas disquisiciones, Sagi dota de gran dinamismo a la producción, y consigue que se nos haga entretenida, pero claro, debido a los cortes el espectáculo dramaticamente es tan endeble que no acaba de enganchar y resulta excesivamente superficial.
Las luces de Eduardo Bravo son una auténtica belleza que remarcan todavía mas el glamour que envuelve todo lo que ocurre en escena.
Mención especial para las coreografías de Nuria Castejón muy atinadas en todos los números incluido el bellísimo cambio de cuadro final en el que el palacio de Hanna se convierte en Maxim´s de una forma elegantísima y de gran fuerza visual.
Los figurines de Renata Schussheim son otra de las estrellas de la función que visten de forma impecable a toda la producción.
En resumen un propuesta irregular por algunos errores de bulto muy notorios, achacables a la dirección artística y a la dirección musical(arreglos incluidos) que lastran profundamente un espectáculo de belleza exquisita, y un planteamiento interesante si se hubiese ejecutado con el suficiente tino. A pesar de los problemas que la función tiene, reconozco que me lo pasé bien, y supongo que la mayoría del respetable también. Pero si soy honesto, como siempre lo soy, debo reconocer que esta Viuda Alegre, está muy alejada de lo que La Viuda Alegre es, incluso aunque de la versión musical se trate, ya que si bien la opereta es la precursora del musical como género, los códigos, los estilos y las técnicas son de una diferencia abismal, por tanto la delgada línea roja que los diferencia no es tan delgada, como en este espectáculo tan patente queda.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
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