El que no arriesga, no gana, y sin duda hoy hablaré de riesgos. Una de las cosas que más se le achaca a la industria de los musicales en nuestro país es que pocas veces se sale del "sota, caballo y rey", se repiten títulos... de gran éxito, se traen musicales basados en películas... de gran éxito, se apuesta por Disney en franquicias... de gran éxito, y así se asegura un buen taquillaje y una lógica recuperación del dineral invertido en las mastodónticas producciones que el primer nivel en musicales suele ofrecer. Esto tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, la buena y principal, que la industria va ganando músculo, la mala, que se nos quedan por el camino muchos títulos inviables, o que no tienen aquello que las grandes productoras de musicales buscan en un gran éxito. Sondheim está practicamente vetado en nuestro país, algunos de los grandes títulos del repertorio con gran predicamento fuera de nuestras fronteras no se han representado (craso error, ya que para valorar lo de ahora hay que conocer las fuentes), títulos de éxito arrollador pero menos populares no se ven en nuestro país por miedo a que no haya respuesta del publico, Wicked mismamente, y a veces parecemos estar en un bucle un tanto insípido en el que se nos presentan fastuosos espectáculos ya vistos, trillados, y en muchos casos oportunistas, que buscan el muy lícito arte de hacer de dinero, pero que se deja en el camino el no menos importante arte de hacer TEATRO. Cuando me enteré de que se iba a poner en pie The Book Of Mormon en Madrid mi sorpresa fue mayúscula, y amén de alegrarme mucho, me asaltaron varias dudas. La primera la viabilidad del proyecto, la segunda la dificultad de traducción y adaptación, y la tercera y más importante, el que consiguiera el favor del público, ya que los mormones nos son un tanto ajenos, y el grueso del público pude pensar que es un tema carente de interés en nuestro país. Las dos primeras dudas me las he tenido que envainar al tenor de lo visto la otra noche en el Calderón, y la tercera es una incógnita, aunque deseo por múltiples motivos como iré narrando el éxito de esta producción y de todo su equipo creativo. La función que he visto de The Book Of Mormon resulta muy significativa en cuanto al salto cualitativo del género en nuestro país. Ya estamos preparados, ya somos primer nivel, ya podemos decir que el musical lo vamos dominando con el nivel deseado, pero ojo... no nos confiemos que de aquí solo se puede ir para arriba, los espectadores ya tienen la suficiente cultura en musicales como para discernir cuando realmente estamos ante un producto de primer nivel, o no se llega a lo que la obra pide. Crucemos pues los dedos, y esperemos que este Book Of Mormon sea un espejo en el que se miren otros que tienen mucho que aprender y que están a años luz de él.
The Book Of Mormon, musical con letra y música de Trey Parker, Robert Lopez y Matt Stone, se estrenó en Broadway en 2011, manteniéndose en cartel hasta la actualidad, siendo un aténtico bombazo de taquilla y artístico, y casi me atrevo a decir que un fenómeno social que todavía colea. Arrasó en los Tony del año de su estreno, llevándose nueve nada menos, y con récord de espectadores allí dónde se ha represantado.
Vayamos por partes, la obra tiene detrás a los creadores de South Park, así que no nos llamemos a engaño cuando veamos las fotos del musical, en las que una caterva de jovencitos atildados y bellos como efebos de virginal apariencia que parecen invitarnos a entender las supuestas excelencias de la fe mormona, con dulce candidez, sonrisa beatífica, y cierto aire de comedia Disney nos ofrecen las excelencias de la fe mormona. El que vaya con esta idea en la cabeza que se olvide, The Book Of Mormon es una de las obras más irreverentes, audaces, y deliciosamente molesta que uno recuerda. Bueno, quizás debería remontarme a Avenue Q para recordar un título de similares características, con la misma subversiva mordacidad, y delicioso acabado, que realmente funciona como un auténtico bofetón en los morros del habitualmente almibarado mundo del musical, y lo que es más genial, en nuestra hipócrita sociedad. El argumento de la obra es sencillo, su desarrollo en absoluto, así que por aquello de no hacer spoilers, en dos líneas contaré de que va esto de el Mormón, como lo llamaré a partir de ahora. Dos jovenes predicadores mormones, recién formados, son enviados a Uganda a predicar la fe, y conseguir bautizar al mayor número de ugandeses posible. Una vez llegan al país africano llega el despiporre, y el choque cultural, religioso, y social es tan brutal, que todos los que se ven implicados en el argumento sienten un cambio en su vida de manera radical. La función no deja títere con cabeza, con un humor salvaje, atroz a ratos, profundamente hilarante, y eso si... muy bruto. Se tocan temas de una gran dureza, siempre desde un punto de vista descarnado, directo, y sobre todo muy real. El Mormón es un viaje iniciático no solo para sus protagonista, tambien para el público, que entre azorado y divertido asiste atónito ante una serie de comportamientos profundamente humanos, profundamente sonrojantes, y profundamente divertidos. Así que advertidos estáis, esta sátira inteligente y salvaje no es una bucólica representación de África, no, es un despiadado fresco en el que se critica lo ridículo de los dogmatismos, la diferencia tan brutal que significa algo tan circunstacial como el lugar en el que se nace, y sobre todo un profundo tratado sobre la complicada y contradictoria condición humana. Aquí no existe lo politicamente correcto, todo se nos dice a cara de perro sin tapujos, de forma brillante y lo que es mejor, terriblemente divertida. Tan solo precisa dos cosas para disfrutarla, mente abierta y saber contextualizar... el resto viene solo.
La música se encuentra a la altura del brillante libreto, de enorme dificultad para todo el elenco, los numeros de solista, especialmente en el caso de Elder Price y Elder Cunningham, pasan por una calidad musical incuestionable, de enorme lucimiento para todos, y que nadie se engañe, este es un musical de esos en los "que hay que cantar", aquí no valen las medias tintas. Bueno, cantar, bailar, ser un excelente actor, y además meterse al público en el bolsillo. La partitura pasa por los ritmos más contemporáneos en sus temas principales, la sátira hacia otros musicales de gran éxito, el tap, ritmos africanos, y un espectacular número de inicio que ya es historia del teatro musical, y que para juzgarlo en su justa medida hay que verlo en directo... absolutamente impresionante. No hay palabras para definir la enorme calidad de la función a todos los niveles, la dificultad que entraña, y todo el talento que hay detrás de los creativos.
Hay que hacer una mención a la excelente adapatación y traducción que se ha hecho en nuestro país, responsabilidad de Alejandro y David Serrano, impecable, efectiva, con mucha chispa, y perfectamente cuadrada en los cantables, y reitero la enorme dificultad a este respecto que la obra plantea.
The Book Of Mormon, como material de base resulta sorprendente, audaz, y sobre todo fresco, algo que debe ponerse en valor, dada la habitual tendencia al blanco del género, y a lo políticamente correcto como bandera. Dicho esto vayamos con el elenco, y adelanto que es insuperable.
Todos los miembros del elenco tienen en mayor o menor medida algún pequeño papel que se ve perfectamente ejecutado, en algunos casos de manera muy sorpresiva, que no desvelaré por motivos obvios. Quiero empezar hablando de el grupo de los elderes, absolutamente inconmensurable, cada uno con su carácter, sus peculiaridades, y sus chistes recurrentes que funcionan a la perfección. Muy destacable y no solo por extensión Nil Carbonell como Elder Mckinley, divertidísimo, con un elevado nivel de tap, algo extensible a todo el grupo, y muy pero que muy acertado en lo actoral, en un personaje complejo, y que nos muestra con todas sus contradicciones y en todo su maravilloso esplendor. Corporalmente perfecto, cargado de intención y además muy pero que muy reconocible en algunas actitudes. Mckinley es una mezcla de mezquindad, ternura, hipocresía... y mucho vicio. Carbonell sabe sin lugar a dudad dotar al papel de todas las aristas tan bien perfiladas en el libreto.
Entre los ugandeses el nivel es igual de alto, y destaca la ternura que transmiten, su inocencia dentro de lo gris de sus existencias, y la verdad que rezuman como conjunto y como individuos, ya que igualmente todos muestran una personalidad marcada, y en algunos casos extremadamente divertida, a este respecto Álvaro Siankope y su peculiar problema con cierto parásito resulta realmente impagable. Otro artista a destacar es Kevin Tuku como Mafala, artífice de uno de los numerazos de la función, profundamente divertido... y blasfemo también, para que negarlo. "Has Diga Eebowai", ya os enteraréis de lo que significa, más allá de su provocador planteamiento, posee un transfondo más duro y real de lo que pueda parecer, siendo uno de los números en los que se denuncia una realidad tremenda y a nada que se rasque un poco perfectamente comprensible. Tuku dota a Mafala de una gran humanidad y bonhomía, teniendo momentos muy estimables, especialmente con Nabulungi, y su tierno vínculo.
Aisha Fay como Nabulungi, en perfecta consonancia con el personaje, dulce, tierna e inocente, como mandan los cánones, resulta especialmente sólida en los cantables, en los que lució una bonita voz, buena dicción, y perfecta en la intención. Es cierto que el personaje es un tanto desagradecido entre tanto explosivo humor y caracteres tan dispares, pero si es cierto que funciona muy bien como contrapunto ante tanta locura.
Alejandro Mesa como Elder Cunningham, absolutamente soberbio, no hay discusión. El personaje es de una complejidad tremenda, y hay que reconocer que Mesa lo borda. Impecable en los chistes, maravilloso en lo corporal, explosivo a ratos, y con mucha verdad. Nos creemos a Cunningham de principio a fin, y detrás de tanto carisma, cachondeo, y cierta caradura, realmente se nos plantea el drama de un personaje inadaptado y con muchísimas carencias. Todo eso se puede vislumbrar en la creación de Alejandro Mesa con aparente facilidad, total mesura, y un equilibrio maravilloso, en cuanto a la interpretación interior y la exterior. Nuestro actor posee un control natural de la comedia absoluto, sus tiempos, como encajar los chistes, el manejo del texto... en definitiva todo aquello que define al difícil arte de hacer humor, y que tan bien se entiende en esta producción. Hay que destacar la absoluta química y complicidad con Jan Buxaderas, han trabajado mucho juntos, algo importantísimo para el buen desarrollo de la función, y sin duda se nota.
Jan Buxaderas como Elder Price, inconmesurable. Buxaderas al que ya destacamos en Grease, y disfrutamos en Mamma Mía! se consagra en The Book Of Mormon como una de las estrellas del género en nuestro país. Perfecto en todas las disciplinas, segurisimo, y con una presencia escénica atractiva y luminosa, se me antoja ideal para un personaje de extremada dificultad en lo musical, comprometidísimo en lo actoral, y que precisa de un elevado nivel en danza. Buxaderas las da todas, con un punto narcisista que le va de perlas a Elder Price, una energía absolutamente arrolladora, entregadísimo, y con más que interesante recorrido actoral a medida que el personaje se va desarrollando en el texto. Es muy destacable el aire de dibujo animado con el que dota al papel que resulta además de adecuado muy definitorio, y absolutamente irresistible. La voz es bonita, y sortea los saltos de la partitura, eternos agudos y demás desafíos musicales con los que se encuentra sin esfuerzo y de manera brillante e impactante. Acierto total de casting Buxaderas que lleva practicamente todo el peso de la función de manera honesta, esforzadísima, inteligente y creo que muy consciente de las dificultades con las que se enfrenta. Buxaderas tiene un más que prometedor futuro en nuestro panorama teatral, y precisamente esta función es el espaldarazo definitivo para posicionarse en el lugar que merece estar.
Joan Miquel Pérez al frente de la orquesta, ofrece un trabajo pulcro, extremadamente conciso y teatral, y muy cuidado en el tratamiento musical de los cantables. Todo se encuentra ajustadísimo entre foso y escena, en una función realmente difícil para todos, y que a nivel musical funciona como un reloj.
Vayamos con la propuesta escénica, firmada por David Serrano. Hay que explicar que es de nueva creación y no nos encontramos ante una réplica de la producción original, y la verdad es que la versión que se ha hecho en Madrid es un acierto a todas luces. Serrano entiende la comedia muy bien, su tono y el pulso que debe tener el musical para que funcione siendo el resultado realmente notable. Es muy destacable la dirección de actores donde se perfila perfectamente la personalidad de cada personaje, y muy especialmente los vínculos existentes, algo primordial en una función de estas características, en la que se nos habla mucho de las relaciones personales. Serrano ofrece un espectáculo vitalista, cargado de arrolladora energía y un "buenrollismo" que nos hace salir con la sensación de que el mundo es un lugar mejor. Todo funciona, todo resulta sorpresivo, y la progresión cómica de la función, admirablemente medida pasma al más pintado. Lo que empieza como una comedia blanquita cada vez se va tornando más y más irreverente hasta su explosiva conclusión que nos deja un delicioso sabor de boca, moraleja incluida. Nuestro director aprovecha al máximo las posibilidades de un elenco en auténtico estado de gracia, sirviéndose de sus características como artista de la mejor manera posible para sacar oro puro de cada uno de los componentes del espectáculo. A todo esto hay que añadir la efectividad de todos los gags cómicos, que pasan desde lo físico hasta lo visual, con un chistes impecablemente servidos y que convierten la función en una comedia de altura, frenética y absolutamente descacharrante. Hay que destacar la propuesta visual, un absoluto acierto, con la que posiblemente sea la mejor escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda de los últimos tiempos, funcional, sorpresiva, y siempre al servicio del espectáculo, grandiosidad incluida. Otro de los grandes activos de la función son las insuperables, y dificílisimas, coreografías de Iker Karrera, que ya dio en la diana en Mamma Mia! y que aquí yo creo que se supera. Perfectamente integradas en la obra, igual de divertidas, paródicas e inteligentes que el musical en si, y en perfecta consonancia con el tono de la función. También son destacables los figurines de Ana Llena, coloridos y divertidísimos en algunos casos, homenaje a los Monty Python incluido. A nivel técnico, sin duda otro desafío, la obra se encuentra perfectamente ejecutada, con unas magníficas transiciones, dinámicas, bien planteadas y sin ningún atisbo de pesadez en las mutaciones, siendo el resultado el de un espectáculo ágil y que se nos pasa rapidísimo. Todo se encuentra perfectamente medido, perfectamente encajado, y lo más importante, sin que apenas nos demos cuenta de ello. Nos encontramos ante una propuesta de relumbrón a todos los niveles, que maravilla por momentos, divierte desde el minuto uno, sorprende en cada cuadro, y sobre todo nos deja apabullados por el altísimo nivel artístico de todo lo que vemos, nada chirría en un espectáculo absolutamente redondo, una auténtica belleza por los cuatro costados, mágico, un chute de energía y apoteósico por momentos. The Book Of Mormon es un musical en Technicolor, cargado de mala baba, inteligente humor, acidísimo, y sobre todo calidad, una enorme calidad.
Hace unos años cuando se estrenó Billy Elliot afirmé que era un gran salto para el género en nuestro país, en esta producción se recoge lo allí sembrado, se trata de la constatación definitiva de que ya estamos en el punto que el género necesita y merece, siendo entendible el espectáculo como un gran triunfo artístico, y al menos hasta el momento la producción definitiva en cuanto a teatro musical en Madrid. The Book of Mormon es lo mejor que se ha hecho en años, una propuesta de altísimo nivel, llevada desde el mayor de los rigores, y un concepto del género desde el máximo respeto, cariño y sobre todo talento... muchísimo talento. Entiendo que es el título de la temporada, un imprescindible, y estoy absolutamente convencido de que se recordará esta función por mucho tiempo, y algunos diremos dentro de muchos años que la vimos. Viendo la función sentí que este Mormón es el principio de algo, esperemos que duradero y que no se quede en un mero espejismo. De aquí para arriba y sin parar.
Larga vida al musical, y muy especialmente larga vida a The Book Of Mormon, sin duda es un antes y un después...
Leído. Ojalá pueda verlo
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