miércoles, 27 de julio de 2022

Pareja Abierta, La Comedia Que Nunca Falla.

 


Hay textos que así que pasen años y años desde su estreno siguen teniendo vigencia, ese es sin duda el caso de la célebre comedia de Dario Fo y Franca Rame Pareja Abierta, todo un clásico que sigue sorprendiendo a las nuevas generaciones, y que de vez en cuando nunca viene mal revisar, algo relativamente fácil, ya que el título se ha representado mucho en nuestro país. Conozco bien el texto del tándem Fo y Rame, lo he visto tres veces en teatro, y realicé varias escenas de la obra durante mis tiempos de estudiante de interpretación, siendo esta función para mí muy querida por muchos motivos más allá de aquellos que tienen que ver con mi memoria como espectador de teatro. Cada vez que se repone, me interesa verla, las posibilidades del texto son infinitas, y el enfoque escénico puede ser muy variopinto, por tanto la obra siempre se reinventa a si misma en cada puesta, y sobre todo se afianza como lo que es, un clásico de la comedia, y por supuesto del teatro universal. Ya hace unos meses que se estrenó en los Luchana una nueva versión de la obra interpretada por Felipe Andrés y Carmen Gutiérrez, y por supuesto me apetecía mucho volver a verla, la última vez creo recordar que la vi en la sala pequeña del Nuevo Alcalá allá por 2017, saliendo con una muy buena sensación, siendo el momento perfecto este 2022 para volver a disfrutarla de nuevo, algo que sin duda hice, como iré narrando. 



Pareja Abierta de Dario Fo y Franca Rame se estrenó en 1983, y desde entonces su trayectoria por todos los teatros del mundo ha sido amplia y llevada a cabo por actores y actrices de renombre. En nuestro país, los primeros Pío y Antonia, fueron Magüi Mira y Ángel de Andrés López, siendo también muy recordada la versión para televisión que hicieron Rosa María Sardá y José Sancho a principios de los 2000, y que a mi personalmente me parece referencial. 

La versión que se está representando en estos días tiene algunas modificaciones con respecto a la obra original, muy especialmente en su final, que no desvelaré, y que me parece un acierto, ya que siempre encontré muy abrupto y un tanto anti climático, quedando en este caso más abierto que el original.

La obra corrosiva, negrísima e inteligentísima nos habla de Antonia y Pío, una pareja rutinaria, que lleva muchos años junta, y en la que Pío se pega la vida padre con unas y otras amantes, mientras Antonia entre amenaza y amenaza de suicidio, sufre y aguanta lo indecible. El día que Antonia se cansa Pío le propone ser una pareja abierta, algo que él le parece estupendo mientras que ella una vez más claudica por su marido. El conflicto viene cuando Antonia empieza a hacer lo mismo que Pío, algo que el buen señor no lleva nada bien, ya que el concepto de pareja abierta para él es un tanto peculiar. El marido puede hacer lo que le de la gana... pero la mujer no. Hasta aquí puedo contar. 

Fo y Rame parten de un naturalismo descarnado para exponer una serie de cuestiones universales en las relaciones de pareja, contadas con un sentido del humor muy macabro, violento en algunos casos, y que pone en la picota algunos conceptos que siguen de rabiosa actualidad cuarenta años después de su estreno. Implacables con el personaje de Pío, progre de boquilla, ruin y reaccionario a partes iguales, resultando el papel una radiografía perfecta de algunos hombres que todos conocemos. Antonia se nos presenta en un tono más amable, dentro de los parámetros de la obra, aunque también tiene su punto manipulador, aunque el fondo es más noble que el de su marido. Ambos personajes se complementan a la perfección, y tienen gran enjundia en su psicología, siendo el texto un verdadero desafío dado las innumerables y extremas situaciones escénicas que se presentan, así como los diferentes estados de ánimo por los que transitan. 

Los giros de texto, bien medidos y sorpresivos, son parte fundamental de un texto que juega con el espectador a placer, nunca sabiendo hasta el final cuanto hay de verdad y de mentira en lo que los personajes nos cuentan, algo que por otra parte no es tan extraño de ver en algunas relaciones de pareja, especialmente si son tan tóxicas como la de Pío y Antonia. 

La obra nos hace reír, es cierto, pero con una risa amarga, y el sarcasmo es el recurso con el Fo y Rame trufaron su texto de principio a fin, de manera atroz y con un efecto catártico nada desdeñable. Al principio de la función parece que nos encontramos ante una farsa de cuernos al uso, pero a medida que vamos entrando en materia nos damos cuenta de que estamos ante un texto mayúsculo, cargado de profundidad, y lo que es más importante, con un trasfondo amarguísimo, quedando claro una vez más que aquella máxima que dice que "el humor es una cosa muy seria" en no pocas veces es una verdad casi absoluta. 




La obra se sustenta en la interpretación de Felipe Andrés y Carmen Gutiérrez, y su trabajo debe analizarse en conjunto ya que en este tipo de funciones, podríamos decir que de cámara, los dos actores en lid no podrían sustentar su trabajo sin el de el compañero. 

Es importante puntualizar el equilibrio entre ambos intérpretes, que se entienden a la perfección,  en códigos un tanto diferentes, pero absolutamente complementarios. Andrés en un código más arquetípico, dando vida a un patán en toda regla, cínico y caradura, con aspecto de no haber roto un plato en su vida. Resulta muy interesante la corporalidad de nuestro actor, que define muy bien al personaje, y que va en total consonancia con la voz, siendo la creación completa y creíble. Carmen Gutiérrez con un trabajo quizás más interiorizado, resulta abrumadora en sus escenas más comprometidas, con una implicación emocional más que respetable, y a la que en todo momento nos creemos en un trabajo cargado de verdad y humanidad. A medida que la función va avanzando, ambos actores se van entonando, y van enseñando la artillería pesada a nivel interpretativo, tal y como el texto requiere, siendo el último tramo de la función el más brillante en cuanto al trabajo actoral se refiere y el que sin duda más impacta al espectador. Nunca extremados, y ojito que el texto puede dar lugar a excesos de todo tipo, si algo caracteriza a las interpretaciones es la sutileza y la profundidad. Los alfilerazos verbales que se nos presentan son servidos de manera impecable, y con buen conocimiento de la comedia. Algunos chistes son tan sutiles que se dejan caer como si nada, para que el espectador reaccione unos segundos después consiguiendo el efecto deseado. La química entre ambos intérpretes es muy notoria, y la escucha al compañero funciona como un reloj, algo importantísimo en una obra de estas características, rematándose el trabajo con un manejo del texto encomiable y clarificador que enriquece mucho a la obra original. Nos encontramos ante un complejo trabajo actoral, bien ensamblado y redondo a todas luces, viéndose sorteados sin problema las enormes dificultades del texto, siendo el resultado de altura e indudable interés escénico.



 


La función viene firmada por Susana Hernáiz y Felipe Andrés, y la verdad es que le han pillado muy bien el punto al espectáculo, resultando el trabajo muy pulcro en la dirección de actores, esclarecedor en cuanto a los vínculos y objetivos, y bien planteadas las acciones escénicas. Me gustan los espectáculos en los que los actores saben lo que tienen que hacer en cada momento, y que además lo que hacen tiene coherencia con lo que dicen, y esta función es un caso clarísimo de lo que planteo. Los ritmos bien manejados, consiguen que se nos pase muy rápido la hora y media que dura la función, sin que en ningún momento decaiga o alguna escena pase desapercibida. Todo lo que se dice tiene importancia, todo se entiende, y todo refleja perfectamente, actualizaciones del texto aparte, la obra original. 

Otra cosa a tener en cuenta es el tono relativamente sosegado de una función que tiene la peligrosa tendencia a convertirse en una farsa chabacana, y que en este caso no es así, la obra es lo suficientemente extrema como para cargar las tintas con interpretaciones pasadas de rosca, y eso parecen tenerlo muy claro Hernáiz y Andrés que desde una perspectiva naturalista sacan lo mejor de los personajes, acercándolos a la verdad algo que hace que el texto se nos haga más cercano y sobre todo que lo que en él se plantea nos sea completamente reconocible. Resulta muy interesante el trabajo de clarificación del texto, ya que todo lo que se nos plantea se entiende, sin caer en ningún momento en lo obvio dejando que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones de lo que está presenciando, eso sí llevándonos nuestros directores al lugar que quieren si que apenas nos demos cuenta. 

Esta Pareja Abierta es un caso claro de teatro bien hecho, modesto en los medios, pero de gran fortaleza en el fondo, una propuesta sólida, bien tramada, y que tal y como Dario Fo y Franca Rame pretendieron, nos hiela la sonrisa en la boca, y nos deja un poso de reflexión una vez visualizada la obra. Sin duda nos encontramos ante una función altamente recomendable, divertida, pero que no se queda en una comedieta sin más para pasar una calurosa tarde de verano.



 

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