lunes, 25 de abril de 2016

María Moliner, La Importancia Del Libreto En La Ópera

Todos hemos oído nombrar a María Moliner y a su célebre diccionario, pero pocos saben algo sobre esta tozuda mujer, y su empeño en hacer un diccionario pequeño y manejable, que terminase en dos años, ya que el DRAE era notoriamente deficiente. La cuestión es que la realización del libro se prolongó durante mas de quince años, siendo referencial en nuestro uso, y el mas famoso de todos los diccionarios que se han escrito en nuestro país. La creación del diccionario se convirtió practicamente en una obsesión para María Moliner, absorbiendo gran parte de su vida, labor que no fue justamente recompensada en su momento debido al machismo de la sociedad de la época, y que parece que poco a poco se va resarciendo muy justamente. Personalmente la figura de María es muy interesante, aunque ella dijera lo contrario, depurada durante El Franquismo por sus ideas izquierdistas, y con una tenacidad a prueba de bombas, sin duda fue una víctima de su tiempo, y de los acontecimientos históricos que le tocaron en suerte. Cuando me enteré de la ópera que se iba a llevar a cabo en el Teatro De La Zarzuela sobre su figura reconozco mi escepticismo. Me interesaba la figura de Moliner, pero otro "estreno absoluto" después de la Era Mortier en El Real, ya me cansaba un poco. Según se iba desgranando la producción, la curiosidad fue en aumento. Así que con buen ánimo me acerqué a mi Teatrito de La Zarzuela del alma el pasado jueves para disfrutar de María Moliner.



María Moliner, denominada como Ópera documental en dos actos y diez escenas con libreto de Lucía Vilanova y música de Antoni Parera Fons, tiene un problema grandísimo. No posee ningún interés dramático. La música de Parera Fons de atmosférica intensidad, casi casi incidental y muy cinematográfica en su acabado, conjuga a la perfección varios géneros, rozando el musical en la escena VIII, ciertos apuntes a lo popular con la inclusión un tanto socarrona de un pasodoble de irónica aparición y algún que otro vals que nos recuerda a la opereta. Todo este trabajo, se ve empañadísimo por el nefasto libreto que plaga de escenas triviales la partitura, con insufribles diálogos que rozan lo risible, y métrica imposible con rimas de mas que dudoso gusto, entre "esa Teresa" y "¿me pones el colirio? Claro cariño " el número de versos nefastos es interminable. Las arias se ven masacradas por la repetición continua de palabras y frases que extenúan al espectador y que no le llegan a enganchar en ningún momento, ya que enfatizar no es subrayar o machacar al respetable como si no fuera capaz de entender lo que está viendo. La obsesión de María Moliner por su diccionario, no se plasma en escena mediante el recurso de repetir en su aria inicial "voy a hacer un diccionario piramidal" mas de treinta veces. Se debe plasmar en la psicología del personaje. Si a esto le añadimos que la letra va por un lado y la música por otro, pues apaga y vámonos. Me explico, uno no puede estar escuchando un momento orquestal apabullante para que el cantante diga "buenos días" pongo por caso. Lo que ocurre en escena poco o nada tiene que ver con lo que ocurre en el foso, y el espectador se tira media ópera pensando que el término ópera, sobra en este texto, y la otra media esperando que se termine, y que con ella finalice el máster que se ha hecho sobre el santoral cristiano ya que que con machacona insistencia (como todo en la obra) cada escena es prologada por una especie de Calendario Zaragozano donde se nos cuenta el martirologio correspondiente al día en el que transcurre la escena ¿motivo? ¡que mas da! queda muy culto señores.
Encontré insufrible el libreto, pedante y pretencioso, estoy seguro que una mujer como María Moliner lo hubiese aborrecido. Y lo que es mas importante,  me dejó bien claro que la importancia del libreto en una ópera es vital. El trabajo de Parera Fons, se volatiliza irremediablemente y se ve hundido, por culpa del atroz material literario, que irrita y aburre al espectador de principio a fin.



Vayamos ahora con el elenco:
Comprimarios perfectos, especialmente Gerardo López, David Oller, y Tony Marsol, como el almanaque mas arriba nombrado. Los tres poseen bonitas y timbradas voces, de amplia proyección y mas que clara dicción. Los secundarios cuidados, siempre se agradecen.

Lola Casariego, María José Suárez y Celia Alcedo, como Gertrudis Gómez De Avellaneda, Isidra De Guzmán y De La Cerda y Emilia Pardo Bazán, las tres estupendas, en una de las mejores escenas de la obra, que es el café (imaginario) que se toma María Moliner con los grandes referentes femeninos de las letras hispánicas.
Las tres cantantes aportan oficio y sabiduría escénica, a tres papeles bastante graciosos, y que describen perfectamente la situación por la que nuestra heroína está pasando. Muy empastadas y con grandes voces, me supieron a gloria, dentro del equilibrado elenco a nivel musical de la función. La verdad es que es un lujo tener comprimarios de este nivel.

Sandra Ferrández como Inspectora del SEU y Carmen Conde. Ferrández brilla especialmente en su primer papel, donde unos templados y difíciles agudos, nos traspasan como cuchillos, en un personaje complicado, que está, y sin que sirva de precendente, muy bien plasmado tanto a nivel musical como literario. La voz de Ferrández es la ideal para este papel, que nos rompe un poco los esquemas de la función, cuyas intervenciones son bastante espectaculares, y muy en la tónica fascista del personaje. Por algunos momentos la sombra de Berg pululó por la partitura, con gran fuerza resolutiva por parte de Sandra Ferrández. 
En un código completamente opuesto pero igual de acertado, sirvió el difícil dúo con María José Montiel, de la escena X. Menos extremada en lo vocal, mas sosegada en lo musical dadas las características de su Carmen Conde, e igual de eficiente que en su anterior personaje, nos ofreció una interesante velada, que reconozco que me sorprendió muy gratamente. Desconocía a Sandra Ferrández, y creo que la veremos mas a menudo por la Zarzuela.

Juan Pons, como la Silla B de la RAE.
Magnífico, como era de esperar, y haciendo gala de aquello de que "el que tuvo retuvo". Ha sido muy entrañable ver a Pons en escena, que duda cabe, pero verle en tan buena forma, luciendo gracejo y tan disfrutón, es todo un lujo. Pons en una interpretación mas que digna, con poderío vocal, perfecta dicción, y mas que apabullante presencia, cantó un bomboncito de poco interés musical, no por el sino por la música, y muchito interés escénico, llevado a lo estratosférico en la propuesta de Paco Azorín. La voz de nuestro insigne barítono sigue siendo inimitable y reconocible, poderosa, y muy redonda. Elegir lo que se canta es muy importante, Joan Pons ha elegido bien, y además sale victorioso.

José Julián Frontal, como Fernando Ramón y Ferrando.
Reconozco sentir cierta debilidad por Frontal, que siempre me gusta en sus intervenciones. en María Moliner, le ha tocado un papel deslucido, el de marido de nuestra protagonista. Frontal conocedor del lenguaje escénico, se mantiene en el correcto segundo plano que la partitura pide, y las da todas sin fallar. Su evolución actoral es interesantísima, yendo en perfecta consonancia con el trabajo vocal. De bello timbre, largo y eficiente agudo, pasa desapercibido, no por poca calidad en lo que ofrece, sino por la concepción del personaje. Un diez para Frontal, que una vez mas demuestra que tiene mucho que contar en nuestro panorama musical.

María José Montiel, como María Moliner.
Maravillosa es poco. Montiel una gran cantante que no deja indiferente a nadie, nos sirvió una velada estupenda donde varios puntos fueron su fuerte. La voz sanísima en su emisión, suena perfecta, con una carnosidad muy disfrutable, y de una belleza indudable, si a ello hay que añadir un fastuoso uso la misma, mejor que mejor. Su primer aria fue impecable, con un electrizante regulador, y un mas que respetable volumen.Toda su actuación se basó en un canto muy refinado y de mucha calidad, de inteligente lectura de la partitura, y que supo llevar a su terreno de forma impecable. A esto se le debe añadir una esforzada interpretación actoral, que consigue sacar de donde no hay momentos muy interesantes, especialmente en el cuarto final del espectáculo, nada que ver con aquella Carmen en la que Ana Zamora no supo sacar absolutamente nada de ella, no siendo el caso de Paco Azorín, que la exprime hasta el final, con espectaculares resultados. María José Montiel brilló mucho, y fue muy braveada, dadas las dificultades de su personaje, la sabia lectura del mismo y el impecable acabado musical de su trabajo.



Coro Titular del Teatro De La Zarzuela, impecable de principio a fin, en una obra muy alejada de su repertorio habitual, pero perfectamente ejecutada, siendo a destacar el final de obra, de mucha intensidad y brillante resolución, así como la escena de la quema de libros y la difícil escena del linotipista, por cierto, resuelto por parte de Sebastiá Peris de forma impoluta.

La Orquesta De La Comunidad de Madrid, dirigida por Víctor Pablo Pérez, dio lo mejor de si misma, en una concisa lectura, de ajustadísimos tiempos y volúmenes. Pérez cuidó muchísimo a los cantantes, y no perdió el pulso de la función en ningún momento, cierto es, que el viento-metal se fue de madre un poco, nada que empañase el acabado final de la función, que a nivel musical no tiene ningún pero.



Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Paco Azorín firma la producción, y sin ninguna duda acierta, consiguiendo un espectáculo de poderosas imágenes, con unos cuadros muy efectistas, que Pedro Yagüe viste perfectamente gracias a su estupendo trabajo con las luces. Azorín nos presenta una función de relumbrón, muy por encima de las posibilidades dramáticas de la misma, y consiguiendo lo imposible, que los personajes tengan entidad a pesar de lo endeble del armazón. A ese nivel el trabajo de Azorín es titánico, sacando lo mejor de cada uno de sus artistas, que luchan como leones, para que la función salga para arriba. Azorín consigue un espectáculo con gran empaque y momentos de un lirismo muy conseguido en el que los destellos de genialidad que su trabajo destila, a ratos nos hacen olvidarnos de la mediocridad del libreto del espectáculo.



En resumen, una propuesta fallida por los problemas que cuento en esta crítica, pero de impoluto acabado formal. La Era Pinamonti, practicamente finaliza con este montaje, y una vez mas, el controvertido ex-director de La Zarzuela, se equivocó programando una propuesta mas digna del Teatro Real que del coliseo de la Calle Jovellanos, no es una cuestión de categorías, si no de géneros, que nadie se me vaya a soliviantar. Sin duda lo mejor de la función es el trabajazo de María José Montiel y el de Paco Azorín, sin los cuales María Moliner no se sostendría por si sola.



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lunes, 18 de abril de 2016

La Verdad De Los Domingos, Una Verdad Incómoda

El fin de semana pasado me surgió la oportunidad de asistir al estreno en el Teatro Galileo de la La Verdad De Los Domingos, monólogo llevado a cabo por el polifacético Juan Bey, que lo mismo nos hace la Bernadette  de Priscilla que nos escribe y protagoniza un monólogo.
Reconozco que iba virgen, puro y casto al evento, ya que desconocía de que iba la historia, aunque si sabía que era comedia, que se había estrenado en México, y que autor y protagonista eran el mismo.
Me gusta el monólogo teatral, el televisivo menos, y normalmente me suele resultar interesante, ya que es el instrumento perfecto para que el actor/actriz de turno, deje patentes sus mútiples registros, ya que esa es una de las cosas que caracteriza un buen monólogo. Para que un monólogo tenga chicha, debe llevar a su protagonista por los diferentes vericuetos de su personaje, buscando el equilibrio entre comedia y drama, y manteniendo la atención del espectador durante todo el rato, algo que si no se tiene un actor lo suficientemente solvente, es realmente difícil de conseguir. Por tanto el monólogo es uno de los mas complejos géneros teatrales, y ahí si que no hay artificios. El actor debe dar todo lo que tiene, saber dosificarse, y sobre todo controlar muy bien lo que tiene entre manos para que se lleve a buen puerto.
Soy reacio a ver monólogos lo reconozco, ya que mal ejecutados son un tostón digno de mejor causa, pero eso si cuando la cosa sale bien, son una maravilla.
Así que con buen ánimo, y esperando pasármelo divinamente que diría Luis Escobar, me acerqué al Teatro Galileo para disfrutar de La Verdad De Los Domingos, y valga la redundancia, la verdad es que me lo pasé fenomenal como iré contando en esta crítica.

La Verdad De Los Domingos, plantea una serie de dilemas un tanto espinosos y la mar de interesantes. Juan Bey, se inspiró para escribirlo cuando vio a una pareja cenando juntos y no se dirigieron la palabra en todo el rato, de lo que dedujo que esa pareja estaba muerta y finiquitada, pero a pesar de ello seguían juntos. La Verdad De Los Domingos, habla sobre la mentira a calzón quitado, sin juzgar ni exagerar ni un ápice sobre ella. Si queréis saber cual es la verdad de los domingos debéis ir a que os la cuente Juan Bey, ya que yo no voy a soltar prenda, je je je. Pero os puedo asegurar que es una verdad verdadosa, que a lo mejor no os gusta, pero no por falsa, sino por incómoda. El texto es soberbio, y plantea una serie de cuestiones que hoy en día, en la que  podríamos llamar la era del postureo, están de mas vigencia que nunca. Para ello Bey, se sirve de un inteligente entramado que nos sumerge en un juego escénico muy jugoso, mezclando datos científicos y experiencias humanas en un maravilloso equilibrio cómico y profundo que me dejó realmente impresionado. Sin ningún ánimo de hipocresía Bey nos desmenuza las pequeñas miserias humanas, desde un prisma muy atinado, ágil y divertidísimo. La cosa trata de un escritor, Héctor Sinisterra (Bey) que va a presentar su libro, en la presentación lo que nos cuenta no es el libro que va a presentar,ya que nos habla de el que no le dejaron publicar, y ahí señores empieza el festival, en el que con mucha retranca, ironía a raudales y una frescura inusitada se nos saca los colores al respetable, para que hagamos acto de contrición, nos miremos criticamente el ombligo, y nos planteemos muchas cosas que damos por sentadas con cierta hipocritona indulgencia, pero que sin duda están ahí. Bey con un perspicaz ojo observador, nos disecciona y disecciona a su Héctor despiadada y deliciosamente, siendo el resultado final del texto, mordaz y brillante a partes iguales. Ha sido una sorpresa mayúscula la enorme calidad del texto, ya que me esperaba encontrar una comedia ligera, y me he encontrado una comedia divertídisima, pero muy inteligente también, algo muy de agradecer, ya que si ir al teatro a reír es genial, ir a reír y a pensar es glorioso.



Juan Bey, interpreta con gran soltura a este Héctor Sinisterra que se define a si mismo como polémico y un tanto sensacionalista. Para ello Bey se sirve de una naturalidad encomiable, y un control del espacio teatral y de los tiempos prodigiosos. A ello hay que añadirle que interactúa continuamente con el público, con un capacidad de reacción mas que notable, algo que dado las características del espectáculo, la cercanía del respetable y las dificultades que esto conlleva, todavía mejoran el acabado de un trabajo muy estimable desde todo ángulo.
Juan Bey dota de gran energía a su personaje consiguiendo atraparnos desde practicamente el minuto uno, sirviéndose para ello de gestos grandes cuando es menester, y unas miradas que traspasan al mas pintado en los momentos mas intimistas, dejándose la piel en todo momento y consiguiendo que nos quedemos embelesados escuchándole sin apenas pestañear. En un código de conferenciante ameno, muy seguro de si mismo y desenfadado, nos va llevando por los vericuetos de las mentiras nuestras de cada día, los tabúes absurdos alrededor del sexo y de la pareja, y de nuestras relaciones personales en general, con un lenguaje desprejuiciado, felizmente procaz, y tremendamente revulsivo según para quien, pero sin molestar a nadie, y lo que es mas importante, haciéndonos reflexionar. Para ello es necesaria la dosis de comunicación tan bien medida que Juan Bey aporta, y sobre todo la capacidad de integración del público en el espectáculo, de forma natural, nada forzada y perfectamente incorporada en el texto, esto no sería posible si no fuera por la honesta, esforzada y directa interpretación que se nos ofreció, y que es a todas luces de campanillas.

Sara Pérez firma la producción con gran tino, llevando a sus actor por unos mas que acertados vericuetos, sin ningún asomo de afectación, controlando muy bien los tiempos, algo tan importante en un espectáculo de estas características, y logrando que la naturalidad sea la gran baza de la función. El espectáculo funciona muy bien en cuanto a las subidas y bajadas, controlando al público a su antojo, y posee unos cuantos juegos escénicos la mar de jugosos, la cervecita compartida, la integración de los espectadores dentro del escenario, la luz que tan bien define la atmósfera de lo que estamos viendo, y el un tanto desconcertante ( y dificilísimo para Bey)  principio, que posteriormente, una vez conocido a nuestro protagonista y su forma de hacer, entendemos a la perfección.
Un diez para Pérez, por la atinada apuesta que es igual de honesta y acertada que el trabajo actoral de la función. Sin duda estos dos artistas saben muy bien lo que tienen entre manos, y conocen el teatro hasta los cimientos.




En resumen, un propuesta imprescindible para los amantes del teatro, una agradabilísima sorpresa, y un texto mayúsculo que no debe pasar desapercibido, ya que cuenta verdades como puños, incómodas que duda cabe, necesarias en estos tiempos. Si os queréis reír, ruborizar un poquito, y salir conociendoos mas, ésta sin duda es vuestra función. ¡Avisados estáis!

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martes, 12 de abril de 2016

La Puerta De Al Lado, Irregular Texto, Grandes Actores

Este año no estoy viendo mucha comedia, la temporada va hacia el drama sin que me lo haya planteado así de forma premeditada, así que la semana pasada me apetecía echarme unas risas en el teatro, estuve buscando alguna comedia para pasar el rato, y me decanté por La Puerta De Al Lado, había leído buenas críticas de esta obra, y los comentarios de los espectadores, en distintos canales de venta, que habían visto la obra, eran bastante positivos en general, así que sin saber muy bien que iba a ver me aventuré a sacarme las entradas, con la reserva que la comedia francesa me suele producir, pero como parece ser que en Madrid, si uno quiere ver humor tiene que ser francés, pues sucumbí a la enésima comedia gala que se lleva a cabo en nuestros escenarios. Uno de los motivos por los que me decanté por esta producción fue sin duda la solvente Silvia Marsó que reconozco que siempre me gusta, así que después de un agotador sábado, me acerqué al Marquina dispuesto a reírme y pasar una velada teatral sin complicaciones. La verdad es que me lo pasé bien, pero no acabó de ser una velada redonda basicamente por las carencias del texto como mas abajo iré narrando.



La Puerta De Al Lado de Fabrice Roger-Lacan es un texto que me ha dejado un tanto desconcertado, ya que la calidad literaria del mismo choca frontalmente con lo poco interesante que resulta dramaticamente. Me explico, la obra está brillantemente escrita, pero su argumento repetitivo y con poco interés en lo que plantea, lastra el acabado final de la función. La premisa es fácil, una pareja completamente opuesta nos cuenta como se conocieron, y como a pesar de ser tan diferentes acaban juntos. Problemas: al saber desde el minuto uno como va a acabar la función, la obra no acaba de mantener el interés, otra cosa que va en detrimento de la función es que todas las escenas se basan en lo mismo, discusión tras discusión y la acción avanza poco, para precipitarse al final, echándose en falta una progresión mas equilibrada y que cansa al espectador, ya que le parece que está todo el rato viendo lo mismo. Puntos a favor, el maravilloso uso del lenguaje, la genial traducción por parte de Sergio Peris-Mencheta, que las escenas buenas son un prodigio, especialmente la escena del rodaballo y la escena en la que se habla de Marguerite Duras y que los dos papeles que llevan la función tienen mucha chicha y están muy bien plasmados. En el texto se nos diseccionan con precisión quirúrgica dos psicologías opuestas, con resultados un tanto gélidos e irritantes en algunos momentos debido el lento desarrollo hacia un desenlace conocido de antemano.



Vayamos con el elenco.
Silvia Marsó y Pablo Chiapella junto con Litus responsable de la música en directo, son los tres artistas que llevan a cabo la función.
Dadas las características de la función haré la crítica sin separar a sus dos protagonistas, ya que el trabajo de uno sin el del otro, no tendría razón de ser.
Chiapella y Marsó forman un tándem  perfecto de gran química escénica, y cuyos estilos de interpretación tan diferentes  en un principio, se ajustan como un guante el uno al otro. Reconozco que sentía cierta curiosidad por ver a Chiapella sobre las tablas, ya que sus intervenciones televisivas en series de trazo un poco mas grueso, dejaban entrever el potencial pero no en todo su esplendor, y la verdad es que me ha resultado la mar de convincente. Chiapella menos frío que Marsó y en un código mas coloquial, resulta el complemento perfecto para el código mas cerebral de su co-protagonista, siendo el acabado de los dos trabajos redondos. Marsó se enfrenta a un dificilísimo personaje de parlamentos mas que complicados, del que sale airosa de largo gracias a su soberbio control del texto, y al prodigioso ritmo que imprime en sus momentos mas difíciles, donde un lenguaje ciertamente elevado es planteado por Silvia Marsó con pasmosa naturalidad. Chiapella tiene un personaje de menos complicaciones, y que parece escrito para el. Derrochando humanidad y verdad encandila al respetable, con una concepción muy acertada de este chico que no es mas que una persona normal, que en un principio no entiende la mala leche de su vecina, aunque poquito a poco la va calando sin remisión.
El trabajo de ambos es mayúsculo en sus diferentes estilos, bastante contenidos y siguiendo unos parámetros muy coloquiales aunque el personaje de Marsó de coloquial tenga poco. Esta es una de las grandes bazas de las dos interpretaciones, la aparente, solo aparente, facilidad de lo que están haciendo, y el gran trabajo que se vislumbra detrás de cada uno de los dos actores.
Mención aparte merece Litus como intérprete musical, todo un acierto, la música en directo aporta mucha frescura a la función y sin duda es de agradecer, ya que no es habitual que en las propuestas privadas se disfrute de música en directo.



Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Sergio Peris-Mencheta firma la producción, y la verdad es que acierta, con alguna salvedad que no se si vienen en el texto original, ya que lo desconozco, y que no acaban de funcionar. Me refiero a algunas salidas de la función que no aportan mucho, ya que si bien el código del espectáculo conlleva rompimiento de la Cuarta Pared que resulta efectivo en cuanto a la dramaturgia se refiere, cuando este rompimiento se acerca a Pirandello, el recurso se cae ya que no aporta nada, y cercena una de las escenas mas interesantes de la función, siendo la resolución del recurso igual de poco satisfactoria que el desarrollo de la misma.
Peris-Mencheta, juega con sus actores de forma convincente, logrando diferentes acciones escénicas muy interesantes, y que remarcan con eficacia lo que el texto plantea, la propuesta en general está muy bien justificada en todas las interpretaciones, y el trabajo actoral tiene una línea mas que clara e interesante. Peris-Mencheta consciente de la importancia del texto en esta función, carga las tintas en el mismo de forma muy atinada y con ritmo, del mismo modo que plantea una propuesta estética muy sugerente, elgantona y mas que acertada, con momentos muy inspirados, y perfectamente ejecutados con cierta frialdad en la propuesta escénica que remarca a la perfección la soledad de estos dos personajes, claros herederos del S.XXI y sus innovaciones tecnológicas, por un lado muy prácticas, pero que cortan de forma drástica y en algunos casos preocupante, las relaciones humanas.
El esfuerzo de Sergio Peris_Mencheta es encomiable, lástima que la función no acabe de levantar el vuelo por las carencias del texto que mas arriba comento, ya que el trabajo actoral y de dirección es acertadísimo.



En resumen, una propuesta agradable, que se queda un poco corta en cuanto a las expectativas, pero que salva los trastos gracias a la calidad del trabajo de sus dos protagonistas, así como a la inspiradísima dirección escénica. La obra se ve con facilidad aunque en algún momento se haga un poco larga, y no deja de ser un ejercicio de estilización de la alta comedia derivada hacia el prisma mas psicológico del ser humano. Se ve, y creo que se olvida facilmente, pero eso no es óbice para que se trate de una sólida propuesta que no carece de cierto interés.




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jueves, 7 de abril de 2016

No Tengas Miedo, Mis Terrores Favoritos

El teatro de terror no se prodiga casi nada en nuestras carteleras, reconozco que me llama mucho la atención y he visto algún que otro ejemplo mas que digno del mismo, recuerdo especialmente una estupenda producción de La Mujer De Negro con Emilio Gutiérrez Caba en el Infanta Isabel, casualmente el mismo teatro donde se está llevando a cabo la obra que esta crítica ocupa.
El género terrorífico en el teatro es muy antiguo, pero sin duda su esplendor estuvo en el final del S XIX y el principio del XX, donde los grandes monstruos victorianos y románticos campaban a sus anchas aterrorizando a las plateas de medio mundo, siendo Drácula posiblemente la obra mas representada de este género. Pero si hay un fenómeno especialmente interesante y peculiar en cuanto al horror escénico es el género que surgió en París en 1897 y que ha pasado a la historia por su truculencia y capacidad de aterrorizar al público parisino durante casi 70 años. Este género es el Grand Guignol, que aunque penséis que no tiene mucho que ver con esta crítica, si lo tiene y mucho.



El Théâtre  Du Grand Guignol era un establecimiento que se encontraba en una capilla desacralizada de la capital francesa, en la que se representaban unas irreverentes funciones caracterizada por lo macabro de sus asuntos, en algunos casos las vísceras campaban a sus anchas en el escenario y los efectos especiales eran un elemento escénico de gran importancia para conseguir el efecto final que era el de espantar y asombrar a sus espectadores. Parece ser que lo conseguían ya que el éxito del invento fue tal que todavía a día de hoy el término granguiñolesco se sigue utilizando para referirse a algunas películas o piezas teatrales de un tanto exagerado sentido del terror, y con unas características muy específicas en cuanto a su puesta en escena.
No voy a decir que No Tengas Miedo es un grand guignol, porque no lo es ya que los recursos terroríficos son diferentes a los que caracterizan al sangriento género francés, pero si que felizmente nos lo recuerda en algunas cosas, y si que podemos decir que bebe un poco de este género completamente desaparecido hoy en día, y que creo yo que podría dar algo de si dependiendo de la forma y el fondo.
Dar miedo en un teatro es muy difícil, de ahí lo poco que se prodiguen las obras de género en nuestras carteleras, se necesita un gran conocimiento del lenguaje teatral, lograr las atmósferas necesarias y que encima el espectador entre en la obra para que todo funcione. No Tengas Miedo funciona, vaya que si funciona y aunque reconozco que me llamaba mucho la atención esta producción, la sorpresa tan agradable que me he llevado ha sido mayúscula. Ojalá vuelva el terror a nuestros teatros, eso si con la calidad que el género se merece y la dignidad escénica que requiere.



No Tengas Miedo es un astuto texto escrito por Eduardo Aldán que nos sumerge en el mundo del terror de una efectiva forma, consiguiendo que el espectador sea partícipe continuo de lo que está viendo, para que de esta manera los recursos terroríficos funcionen. La obra es episódica y con el pretexto de una conferencia sobre el terror y los diferentes tipos de miedo se nos cuentan tres historia escalofriantes, muy sabrosas, si bien es cierto que uno de los tres capítulos es un poco mas flojo, los tres nos llevan hacia donde quiere Aldán que vayamos sin el menor problema. El texto tiene un maravilloso equilibrio entre lo cómico y lo pavoroso que hacen que la función sea redonda desde todo prisma, si a todo esto le añadimos un cierto regusto a Chicho Ibañez Serrador mas que conseguido, nos encontramos ante un espectáculo genial que remarca el talento de Aldán como creador de espectáculos y como dramaturgo, ya que la obra es un refrescante soplo de aíre fresco que resulta sorprendente y divertido a partes iguales.



Vayamos con el elenco:

Patricia Delgado es la protagonista de la primera historia que se nos cuenta. Delgado da vida a una canguro que se encuentra en una solitaria casa en las afueras de Valencia cuidando a un bebé, cuando de repente... si queréis saber mas al Infanta Isabel, que de mi pluma no va salir ni una coma. La interpretación de Patricia Delgado es mas que solvente, siendo un crescendo dramático mas que convincente y que consigue que el espectador se identifique con lo que le está pasando sin el mas mínimo problema. Llevar a cabo este tipo de historias tienen el riesgo de que el desmelene de la protagonista nos estropee la credibilidad de lo que nos están contando. En este caso nos creemos a esta chica un tanto choni, planteada en código naturalista, con gran sentido del ritmo y del texto.

Ricardo Mata, da vida en la segunda historia a un representante de imaginería religiosa, que pasa una noche "peculiar" en una pensión del Madrid de la Posguerra. Mata creo que de la terna de actores de los diferentes sketches es el que mas me ha gustado, aunque su relato es el mas flojo debido a que la resolución final no acaba de estar redondeada (supongo que a medida que vayan pasando funciones se solucione) y a que el texto es menos trepidante que el de las otras dos historias. Mata está perfecto y sin grandes aspavientos da vida a este señor un tanto gris que se ve envuelto en un embolado que no quisiera yo para mi. Con un uso estupendo de la voz y una gran presencia escénica marcó el tono perfecto de un personaje difícil que maneja de forma muy atinada.

Raul Escudero, en la tercera historia, da vida a un guardia de seguridad nocturno que le toca vigilar una colección de objetos la mar de curiosa, con desenlace terrorífico como no podía ser de otra manera. Escudero empezó un poco frío pero se fue entonando para rematar a la perfección su trabajo. De las tres historias creo que esta es la que mas me gustó, y Escudero muy astutamente consigue que la tensión suba poquito a poquito, para que nos vayamos poniendo nerviosillos según avanza su historieta. No son nada fáciles estas interpretaciones en las que en veinte minutos nos tenemos que identificar con el personaje llevado a cabo, y Escudero como sus compañeros lo hace sin problemas.

José Lifante es el maestro de ceremonias de este festival de lo macabro. Espectacular sin lugar a dudas. La elección de un actor como Lifante es uno de los mayores aciertos de la producción, no me imagino a un actor mas idóneo para llevar a cabo este personaje que mezcla con tanta sabiduría lo cómico con lo terrorífico como el lo hace, su voz, su físico, el prodigioso uso de las manos que hace, y la química tan maravillosa que tiene con el público, hace que literalmente nos quedemos embelesados ante su trabajo. Ver a Lifante, que tan poco se prodiga en nuestros escenarios ultimamente, es una delicia que me ha dejado con la gana de volver a verle. En el mas claro código de los grandes del terror inglés, destilando fina ironía y humor negro, Lifante sirvió una noche antológica que ya se ha quedado en mi corazoncito para siempre. Lifante es con gran justicia la estrella de la función, se lo merece y así debe ser reconocdo. Un diez para Pepe Lifante, que demuestra una vez mas, que es uno de los grandes de nuestra escena, y que disfruta como un niño cuando está sobre el escenario.



Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Eduardo Aldán firma la producción, y he decir que es todo un prodigio. Con un control absoluto del lenguaje teatral, Aldán convierte el patio de butacas del Infanta Isabel en una vertiginosa linterna mágica, en la que mezclando con gran habilidad la proyecciones, los efectos especiales y un soberbio ritmo, nos sumerge al respetable en un espectáculo total que no nos deja indiferentes. El público arte y parte de la función disfruta de lo lindo, entre divertido y ligeramente inquieto, esperando cual va a ser la próxima sorpresa que nos vamos a encontrar. Estamos ante un delicioso tren de la bruja conducido con mano maestra por parte de José Lifante y en el que nos dejamos llevar por el derroche de imaginación y sabiduría teatral que nos encontramos. El espectáculo cargado de magia entroca como mas arriba comento con el Grand Guignol sin abusar de los excesos que acabaron por defenestrar dicho género, y que resulta sumamente refrescante ante la dinámica y novedosa propuesta que se nos ofrece. Otra cosa a tener en cuenta son los guiños nostálgicos al aficionado del género que van sazonando la función de principio a fin, Pesadilla En Elm Street, La Semilla Del Diablo y muchos mas clásicos del género tienen presencia en forma de homenaje sutil y rotundo, así como una pizquita de nostalgia muy bien incorporada en el espectáculo, que redondean No Tengas Miedo hasta un sorprendente y mas que gratificante nivel. Salí en una nube y con la sensación de que conseguir que la magia del teatro fluya no es fácil, pero que cuando ocurre es una auténtica gozada. Sin ninguna duda Eduardo Aldán es una figura muy a tener en cuenta en nuestro panorama teatral, y que tiene muchas cosas que contar. Esta función apesta a éxito por los cuatro costados ¿que os apostáis? El tiempo lo dirá.




En resumen, nos encontramos ante una propuesta imprescindible, divertidísima y mas que recomendable, que estoy seguro que no va a defraudar a nadie. No Tengas Miedo es teatro del bueno, no tengo la mas mínima duda, y algo realmente poco habitual en nuestros escenarios. Mas que bien ejecutado, bien interpretado y lo que es mas importante, sorprendente, divertido y novedoso. Os lo recomiendo encarecidamente, yo creo que voy a repetir, ya que la experiencia ha sido de lo mas estimulante.



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