martes, 19 de diciembre de 2017

La Bohème, O El Caos Hecho Ópera

Ayer me tocaba la tercera función de mi abono del Real de la temporada 17-18, siendo el título La Bohème, en segundo reparto, y muy atinadamente en plena semana navideña. Ya sé que es un tópico lo de ver la enorme obra de Puccini en estas fiestas, pero como un servidor nunca antes había tenido la oportunidad de ver La Bohème en navidades, pues me hacía ilusión, para que engañaros. Las imágenes que había visto por las redes de la producción me resultaron muy sugestivas, e incrementaron mis ganas por ver una de mis óperas favoritas de todas las escritas jamás, y aunque algunos comentarios surgidos poco después del estreno enfriaron mis expectativas, ni por asomo me esperaba que se pudiera convertir La Bohème en una ópera gélida, desangelada y sin ningún atisbo de personalidad, con tanta saña y poco sentido de la teatralidad, como se ha hecho en esta producción, y que mas adelante desgranaré de forma mas minuciosa.
La noche fue decepcionante, y se me fue agriando a medida que avanzaba el espectáculo, y donde había cosas salvables empecé a encontrar que no se salvaban, para finalmente irme a mi casa sintiendo que no había visto nada digno de ser recordado, o que me hubiese dejado alguna huella. Esto que planteo tratándose de La Bohème es imperdonable, así que ayer salí enfadado del Real, porque me fastidiaron la que podría haber sido una noche memorable, con mucho empeño por parte de la dirección del espectáculo, entre otros múltiples factores.



La Bohème, ópera en cuatro actos, con música de Giacomo Puccini y libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, se estrenó en Turín en febrero de 1896. El estreno de La Bohème fue bastante frío, y la obra muy duramente criticada en su momento. Fue tildada de facilona, ligera, y forzadamente lacrimógena. Pero como no podía ser de otra forma, la ópera en muy poco tiempo se hizo tremendamente popular, y se representó en los teatros mas importantes del mundo a velocidad de vértigo, para que finalmente, hoy se considere uno de los títulos mas afamados y queridos del gran repertorio, así como uno de las mas representados de cuantos se han escrito.
La realidad es que Puccini compuso una obra arrebatadoramente lírica, tremendamente moderna en su concepción musical, logrando una peculiar forma de entender el canto, en unos personajes que parecen estar declamando mas que cantando, y de frenético desarrollo musical. La Bohème está basada en la novela por entregas "Escenas de la vida bohemia" de Henry Murger, material dificil de llevar a escena dado el carácter inconexo de la novela, y que si es cierto que esto lastra  la ópera. La acción se desarrolla de forma precipitada, y los personajes practicamente no evolucionan a lo largo de los cuatro actos en los que se nos narran los trágicos amores de Rodolfo y Mimì. No hay mas que rascar, La Bohème es el clásico "chico conoce chica" de toda la vida, con final trágico y poco más se puede añadir a nivel dramático. Tampoco es necesario, la obra tal y como está planteada, emociona y resulta de una belleza abrumadora por momentos, así que no le debemos pedir más a un título que realmente entra en el corazón, se escucha con una facilidad pasmosa, y acaba por emocionarnos de forma muy directa, en mi caso hasta unos límites de incontinencia lagrimal que se encuentran cerca de lo bochornoso, siempre y cuando se represente al nivel necesario para que la cosa esté a la altura.



Vayamos con el elenco:

Roberto Accurso como Alcindoro y José Manuel Zapata como Benoît, cumplen sin mayor problema, en dos personajes que tienen mas de actores que de cantantes, y que realmente no pueden lucirse mucho en sus intervenciones.

Fernando Radó, bajobarítono, como Colline y Manel Esteve, barítono, como Colline y Schaunard respectivamente.
Ambos mas que correctos en sus roles. Esteve sobrado de volumen, y espectaculares graves, sirvió una estupenda creación actoral que no estuvo reñida con un canto de calidad, expresivo, y grato al oído. Radó, pasa quizás mas desapercibido que su compañero durante practicamente toda la función, pero cuando lle llegó su momento en el último acto de la ópera, supo llevar su pequeña aria al terreno perfecto de la emotividad y la ternura, mientras se separaba de su adorado abrigo.

Carmen Romeu, soprano, como Musetta.
Romeu sirvió una irregular interpretación vocal y una magnífica interpretación actoral, que no pasa en absoluto desapercibida. Muy destemplada en su vals, resulta problemática en la zona aguda, donde la voz suena excesivamente chillada y de sonido agrio y punzante, que en algunos momentos llega a molestar por su estridencia. Falta calidez en el instrumento, y su timbre se me antoja excesivamente duro para Musetta y su melifluo vals, en el que la dulzura brilló por su ausencia. A medida que la ópera fue avanzando la cosa mejoró, siendo en el último acto, con un registro ya más dramático donde la voz suena mejor, más colocada y sin estridencias. Romeu crea una Musetta muy divertida, de atractiva presencia escénica, sensualota, y muy carismática que se agradece enormemente, dentro de una producción en la que los matices actorales no fueron precisamente la tónica.

Alessandro Luongo, barítono, como Marcello.
Luongo sirvió lo mejor de la noche a todos los niveles, y me resultó gratísimo en todas sus intervenciones. Luongo posee un bello timbre de lírico puro que resulta adecuadísimo para el personaje de Marcello, siendo muy interesante el fraseo y la gran expresividad que transmite. Nuestro barítono sirvió un canto de gran gusto y solidez, que agradecí muchísimo dentro del irregular elenco que conforma el espectáculo. Actoralmente también se encuentra muy acertado, en un código galanesco de gran presencia escénica, e igual de elegante que su interpretación vocal.

Piero Pretti, tenor como Rodolfo.
Anodino y rutinario, Pretti no logró emocionarme con su Rodolfo a excepción del tercer acto, en el que estuvo bastante mas acertado. El volumen se presenta escaso, y resulta inaudible en la zona central, el agudo suena estrangulado y forzado, y por momentos parece que no va a llegar, algo que para ser justos nunca ocurrió, pero que me tuvo sufriendo en no pocos momentos de la función. La voz es bonita pero carece del cuerpo necesario para que Rodolfo nos llegue en su romántico lirismo tal y como Puccini lo concibió.

Yolanda Auyanet, soprano, como Mimì.
Auyanet estuvo correcta en su interpretación, resultando de gran sensibilidad en sus intervenciones, de hecho su "Si, mi chiamano Mimì" fue uno de los momentos mas emotivos de la función, así como la escena final, que siempre funciona gracias al astuto Puccini y su facilidad para manejar la sensibilidad de las plateas de medio mundo. La voz es grande, llega sin problemas a la zona aguda, y resulta muy solvente en la zona central, siendo su instrumento muy adecuado para el rol que le ha tocado en suerte. Auyanet resulta expresiva en grado sumo, y sobresale de forma inclemente ante el insuficiente Rodolfo de Piero Pretti.



Coro Titular Del Teatro Real dirigido por Andrés Máspero en los niveles habituales de excelencia, en una ópera especialmente complicada para la masa coral, que necesita de una atención extrema en las entradas, en un acto como es el segundo, en el que la parte musical se puede ir de las manos por menos de nada. Luchan contra los elementos y los movimientos de forma admirable, consiguiendo un empaste, afinación y precisión digna de admiración. 

Paolo Carignani dirige la Orquesta Titular Del Teatro Real de forma bastante vulgar, poco matizada, y con unos volúmenes excesivos, en donde el forte y el fortissimo fueron la tónica, algo que en el caso de algunos cantantes fue un problema de graves consecuencias, y en otros se ve claramente que luchan por pasar la orquesta a base de pepinazos en lugares innecesarios, y que restan calidad musical al espectáculo. Carignani no imprime a la función de la sensibilidad que caracteriza la partitura bajo ningún ángulo, y todo suena absolutamente igual, siendo el resultado poco homogéneo, e igual de caótico que el resultado escénico como luego contaré. La falta de matices anula todo el sentido del dramatismo de la partitura y no nos atrapa en ningún momento. Tampoco hubo una gran cohesión entre foso y escena, y por momentos parece que los cantantes van por un sitio y la orquesta por otro, arruinando el trabajo de matización de los cantantes siendo el resultado una especie de totum revolutum desconcertante y estridente a partes iguales.



Richard Jones lleva a cabo las labores de regista, y el patinazo es enorme. La producción en el profuso programa habitual en el Real es defendida por Matabosch de forma encomiable, pero que si leemos entre líneas, tiene cierto aire de excusatio non petita, acusatio manifesta, la mar de revelador. Jones ofrece una producción con todos los cambios vistos, donde todo el montaje queda a la vista del espectador, en un ejercicio escénico que realizado de otra manera podría comprar, pero que tal y como se plantea en el espectáculo no aporta absolutamente nada a la producción y la lastra de forma estrepitosa. Los cambios de acto son un soberano despropósito, en el que el parón de la orquesta y la visión de un batallón de maquinistas moviendo la escenografía no hace mas que sacarnos del espectáculo, quitándole todo atisbo de magia teatral, y restando continuidad a la historia de manera inclemente. Ningún recurso funciona, y algunos caen en lo risible, como la absurda casa huidiza durante el tercer acto que no hace otra cosa mas que distraer y arruinar el cuarteto de manera irritante además de gratuita. El segundo acto es especialmente desastroso, donde tres carras enormes son movidas por los técnicos mientras los artistas están en escena, siendo el efecto francamente desconcertante. Ver a una corista vestida de grissette, mientras detrás de ella nos encontramos a un señor de negro con un martillo en el bolsillo moviendo la escenografía, se me antoja una de las imágenes mas anti-teatrales que he visto jamás. A esto hay que añadir el caos que acontece en escena durante dicho acto, donde todo está sucio, los personajes se mueven sin sentido y nada de lo que ocurre en escena se entiende mas que como una mancha embarrada donde pasan cosas que no están ni explicadas ni justificadas. Todo tiene tal aire de improvisación, y si se me apura de ensayo general desastroso, que no pude menos que no salir de mi asombro ante lo pedestre de la propuesta, y lo mal resuelto que está todo. Platos y cubiertos que se caen por el suelo con el consiguiente estruendo, sillas atronadoras en un Cafe Momus que mas bien parece el camarote de los Hermanos Marx, y para rematar, el paso del desfile se ve ensombrecido por los pobres técnicos que bregan con los actores mientras realizan su trabajo de la mejor forma que pueden. La función tal y como se plantea pide telones en los finales de acto a gritos, e incluso el final de la obra está tan mal resuelto escenicamente, con un abrazo eterno entre Rodolfo y Mimì completamente anticlimax, que consigue que uno de los momentos mas estremecedores de la historia de la ópera pase sin pena ni gloria. Como apunte decir que sería todo un detalle que el equipo técnico del Real saliese en los saludos finales dado el enorme protagonismo que tiene en la función, y que estoy seguro que no les hace ni las mas mínima gracia tener dicha responsabilidad en la producción. La propuesta escénica se me antoja insuficiente a todas luces, gratuita, y vacía de contenido, quedándose en un experimento sin sentido, nulo valor escénico y estético, y que va continuamente a la contra de la obra y de los artistas, en estos casos la máxima que dice que "los experimentos con gaseosa" viene como anillo al dedo ante las desastrosas consecuencias de lo presenciado ayer. El Real no se puede permitir descalabros a nivel técnico y visual de este calibre, máxime cuando las condiciones del teatro son insuperables y todo se podría solventar con mucha mas creatividad, y sobre todo de forma que ayudase a la producción en vez de arruinarla.





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lunes, 18 de diciembre de 2017

Casi Normales, Conviviendo Con La Tragedia.

Hace unos meses se estrenó en Barcelona Casi Normales. Todo el mundo hablaba de lo buenísima que era la producción, y lo bien que se había plasmado el concepto de la obra original, así que reconozco que estaba esperando como agua de mayo a que llegase a Madrid. La producción ya está aquí, por tiempo muy limitado, en el Teatro La Latina, y no pude esperar mucho a verla ya que el ansia me pudo.
Me gustaría plantear algo antes de empezar la crítica, desde ciertos sectores teatrales se desprecia al musical de forma bastante inclemente y uno ya está un poco harto de ello. El musical es un género muy difícil de llevar a cabo, los actores de teatro musical deben tener una formación mas completa que un actor al uso, ya que se debe interpretar, cantar y bailar con aceptable soltura, y encima cuando un musical se pone en pie, normalmente resulta un negocio arriesgado para la empresa ya que de espectáculos caros, en casi todos los casos, estamos hablando. La mayoría de las críticas se basan en la supuesta frivolidad del género que lleva como sello, y el afán comercial de la mayoría de las producciones. Lo primero es un prejuicio ridículo, en el que tildar de frívolo a los musicales es como tildar de frívolo al teatro de texto, ya que el género es tan ecléctico que hay temas y enfoques como para dar y tomar. En cuanto al afán comercial, el teatro es un negocio, y que se quiera ganar dinero con una apuesta, es lógico y lícito, no veo el problema por ningún lado, la verdad.
¿A que viene todo esto? pues muy sencillo, Casi Normales es un musical con gran enjundia a todos los niveles, nos cuenta una historia dura, de una forma nada edulcorada, y lleva al espectador a reflexionar sobre muchas cosas. Es decir, todo lo contrario a lo que los críticos esgrimen como argumentos en contra el musical. La realidad es que el teatro, el musical también, está principalmente para contarnos historias, si eso se consigue, la apuesta es válida, independientemente del género en el que se encuentre la función. Yo amo los musicales profundamente, los ligeros, los trascendentales, y los de historia anecdótica pero música gloriosa, siempre defenderé el género, pero ante todo, siempre defenderé el musical como contador de historias de interés sirviéndose de la música como catalizador emocional del drama, algo que sin duda en Casi Normales sucede, así como en tantas y tantas obras que a pesar del prejuicio de algunos, cuentan con el favor del gran público que al final es el que manda.



Casi Normales, se estrenó en enero de 2008 en el Off-Broadway para un año después pasar al primer circuito neoyorkino. La obra que ha cosechado grandes éxitos en los numerosos países en los que ha sido estrenado, tiene en un su haber tres premios Tony y un Pulitzer de teatro. La música de la obra es de Tom Kitt y letras y libreto de Brian Yorkey.
Casi Normales nos cuenta la historia de una familia en la que la madre sufre un grave trastorno bipolar. En en el texto se nos habla de las consecuencias para los miembros de dicha familia la enfermedad de la madre, el proceso de la enfermedad, y lo que conlleva un tratamiento de electroshock, tratamiento que sinceramente, yo pensaba que ya no se utilizaba.
La obra está escrita con gran sensibilidad, plagada de unos personajes muy de carne y hueso, que nos son muy reconocibles, y con los que nos identificamos en todo momento. Todo esto que planteo no está exento de una dureza descarnada, nada afectada y que resulta desoladora por momentos, ante unos personajes cuyo drama viven de forma solitaria y aislados del resto de la humanidad, siendo cada uno de los componentes del núcleo familiar tres tragedias independientes pero perfectamente interrelacionadas entre si. La obra no renuncia a la magia teatral con un soberbio recurso escénico que no desvelaré, y que se centra en el personaje del hijo, de forma impactante, inteligente y absolutamente magistral como catalizador del drama. El texto plantea unos personajes profundamente atormentados, con unos conflictos acusadísimos y expuestos de forma admirable en el desarrollo de la función, así como unos vínculos realmente notables y cargados de verdad que enriquecen la historia hasta lo indecible.
La música, aparentemente sencilla (solo aparentemente), contiene una riqueza instrumental y vocal realmente muy a tener en cuenta, en la que el ensamblaje de las voces es importantísimo, y en el que la dificultad es extrema en algunos pasajes y personajes. No nos encontramos ante una partitura llena de grandes fuegos de artificio, sino con una música que llega directamente al alma, siempre al servicio de la historia y con el mismo tono sobrio y directo que el texto posee, resultando perfecta la comunión texto-música, olvidando el espectador que está viendo un espectáculo musical a los diez minutos de empezar la función.
Nos encontramos ante un texto mayúsculo, de gran calado en lo que plantea, rompedor de esquemas y prejuicios,  de una grandeza teatral realmente notable y de visionado casi obligatorio.



Vayamos con el elenco, en completo estado de gracia de principio a fin.

Fabio Arrante como Henry y Roger Berruezo como Dr. Madden.
Arrante y Berruezo llevan a cabo dos personajes un tanto desagradecidos, pero que deben ser ejecutados con solvencia, y no están exentos de dificultad. Ambos intérpretes se encuentran en perfecto tono tanto actoral como vocal, y sus dos personajes están perfectamente plasmados sobre el escenario, siendo el resultado muy completo y convincente.

Guido Balzaretti, como Gabriel.
Maravilloso desde todo ángulo. Balzaretti afronta desde la bravura en lo musical uno de los personajes mas comprometidos de la función, en el que las exigencias vocales son ciertamente grandes, así como un personaje en el que el tono físico también es importante. Nuestro actor las da todas resultando afinadísimo en todo momento, muy expresivo y de espectaculares resultados musicales. Actoralmente impecable, consigue transmitirnos perfectamente lo que se nos quiere contar con su personaje, así como lo que Gabriel es y simboliza. Balzaretti resulta una de las estrellas de la noche y triunfa de forma rotunda en un trabajo inquietante por momentos pero cargado de emoción.

Joana Gómez como Natalie.
Gómez dota de mucha entidad a la complicada psicología de esta adolescente al borde del abismo, que no ha recibido la suficiente atención por parte de unos padres sobrepasados por un complicado día a día completamente copado por la enfermedad materna. Nuestra actriz sabe perfectamente que resortes tocar para que entendamos sus motivaciones, su forma de afrontar la vida, y su actitud ante lo que ocurre, siendo el resultado de gran altura dramática, y musical, en un trabajo muy bien pensado y de una claridad de exposición muy apreciable.

Nando González como Dan.
De gran presencia escénica, y mucha solidez en líneas generales, sirve una interpretación cargada de matices, en la que su Dan aparece con muchas aristas, y muy enriquecedoras. Su personaje es extremadamente complicado, y González consigue dotarlo de una carga de verdad muy marcada, y que como es la tónica de la función, entendemos en sus acciones, aunque no siempre las compartamos. Esta dualidad del personaje, lo hace tremendamente humano, y su naturaleza contradictoria se encuentra perfectamente plasmada en el espléndido trabajo de Nando González que remata con una interpretación vocal de altura, que no desentona en absoluto con el magnífico trabajo actoral.

Nina como Diana.
Nina con una mas que notable implicación emocional, lleva a cabo uno de esos personajes "mas grandes que la vida" que se dice en Estados Unidos, y lo hace sin estridencias, con una sobriedad alucinante, y alejada del desmelene en su acabado formal, para de esta forma conseguir dejar desarmado al espectador ante lo tremendamente convincente que resulta su creación, partiéndole el alma en algunos momentos, divirtiéndole en otros, y abrumándolo continuamente ante la enormidad de su trabajo. Nina dota a su personaje de cierto aire desvalido durante gran parte de la función que resulta muy palpable, y todo lo que dice, hace, y canta, resulta orgánico y muy de verdad. La evolución del personaje está perfectamente resuelta y su trabajo se encuentra cargado de carisma, sensibilidad y de una ejemplar ejecución técnica, que asombra al mas pintado. En un código fuera de cualquier afectación, Nina, ofrece una Diana que está fuera de cualquier convencionalismo escénico sobre las enfermedades mentales, que nos llega directo, como un derechazo duro, implacable, y que hace que nuestra impresión sobre las enfermedades mentales se tambalee hasta los cimientos, para luego removerla y que salgamos del espectáculo con muchas preguntas, muchas respuestas, y algún que otro reproche hacia nosotros mismos, por el desconocimiento y el simplismo con el que tratamos ciertos temas que no tenemos cerca, pero que si se encuentran en nuestra sociedad. Nina hace magia sobre las tablas de La Latina, y lleva a cabo una de las mejores interpretaciones que un servidor ha visto hace tiempo, tanto por su ejecución técnica como por su tremebundo trabajo a nivel emocional.



La orquesta se sustenta con ocho músicos que suenan de maravilla bajo la dirección musical de Abel Garriga, siendo la lectura musical muy acertada, y perfecta como acompañamiento a la historia que transcurre en escena.



Vayamos con la dirección escénica.
Luis Romero firma el espectáculo de una forma absolutamente magistral. La función tal y como la plantea Romero fluctúa ante un ritmo pausado en consonancia con la historia, de medido dramatismo, y con una fluidez escénica muy conseguida. Todo transcurre de forma natural, nada chirría, y no hay ni un solo momento de parón, siendo las transiciones entre escena y escena realmente ejemplares. Nuestro director ofrece una función de gran emotividad, donde lo pequeño tiene mas importancia que lo grande, donde los detalles redondean las interpretaciones, y en el que los vínculos entre los personajes están perfecatmente definidos, algo que en este espectáculo es absolutamente crucial para el entendimiento de los múltiples conflictos que se plantean. Romero lleva por donde quiere al espectador, con el que juega sin problema cuando el texto lo requiere, y dota a todos los personajes de una carga de verdad muy marcada,  que es donde estriba la mayor baza de la función. Todo lo que ocurre en escena nos lo creemos, y es mas,  creemos que nos puede pasar a cualquiera de nosotros. Ese aire de tragedia cotidiana está perfectamente plasmado, y nos resulta tremendamente cercano en su planteamiento. Romero sabe perfectamente donde se encuentran los momentos cruciales del texto, y todo parece conducirnos hacia esos momentos de forma lógica y natural. A este nivel funciona de una manera muy directa y emotiva la escena del cumpleaños de Gabriel y la última escena de Diana con Natalie, que me llevaron a las lágrimas ante la intensidad que plantean, siempre desde un prisma contenido y de gran empaque actoral. Todo el espectáculo es de una pulcritud casi quirúrgica, donde los movimientos y las acciones quedan perfectamente definidos y delimitados en el espacio escénico, siendo el resultado de una elegancia muy destacable, y que no debe pasar desapercibida. También es de interés el pretendido aire atemporal de los personajes así como del espacio escénico, que no hacen mas que potenciar el carácter universal de lo que se plantea en la función, que sin duda es inherente a un texto de una solidez manifiesta. Luis Romero perfectamente consciente de todo esto, literalmente borda la función, hilando muy fino y consiguiendo una de las apuestas mas logradas de los últimos tiempos, cargada de profundidad, muy bien pensada, y de una claridad cristalina en su exposición.




Casi Normales se me antoja imprescindible esta temporada, seas o no amante del teatro musical, ya que lo que en esta función subyace es tan enorme, que entiendo que su interés se encuentra mas allá del género en el que se mueve. Casi Normales habla del ser humano, de sus grandezas y de sus miserias, y sobre todo nos dice unas cuantas cosas a cara de perro al respetable para que salgamos del teatro un poquito diferentes a cuando entramos.Yo no me la perdería, avisados estáis. Sólida como una roca, emotiva y de un elevado nivel artístico, Casi Normales es sin duda una de las grandes apuestas de la temporada. Lástima que esté tan poco tiempo en nuestra cartelera, el recorrido de esta producción merece ser largo y triunfante.




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