sábado, 30 de junio de 2018

24 Horas Mintiendo, Ahora Que Vamos Despacio...

Lo primero y mas importante antes de hablar de "24 horas mintiendo" es decir que felizmente se ha dado carpetazo al nefasto Decreto de fusión entre el Teatro Real y el Teatro de la Zarzuela. Reconozco que sentí una gran emoción cuando se abrió el telón de La Zarzuela, y aliviado pensé que el futuro del teatro seguía siendo público para disfrute de todos, zarzueleros o no. No me imagino mejor forma de celebrarlo que viendo una revista, y encima viéndola al nivel que se está representando en estos momentos en el coliseo de la Calle Jovellanos. Montajes cómo este justifican sobradamente la existencia de un teatro como el Teatro de La Zarzuela, y que sinceramente de seguir adelante el innombrable gesto del anterior Ministro de Cultura, dudo mucho que se volvieran a ver en Madrid. Dicho ésto, y felicísimo por cómo se han desarrollado los acontecimientos, hablaremos de revista... así que pongámonos los plumeros y las lentejuelas, que la cosa tiene su gracia.



¡Ay! la revista, la entrañable, querida y añorada revista. Género tan nuestro cómo la zarzuela, que ha pasado a un injusto casi-olvido, y que felizmente se está reivindicando e intentando poner de nuevo en el lugar que se merece. Soy un revistero de marca mayor, lo reconozco, de este género adoro la alegría que desprende, las melodías pegadizas e inolvidables, tan populares incluso en la actualidad, y sobre todo su declaración de intenciones. Ir a ver una revista es puro entretenimiento, evasión de la buena, y alejarnos del día a día, para que por un par de horas el mundo nos parezca un poquito mejor. Hay varios tipos de revista, la mas verderona, la elegantona de la Posguerra, con Celia Gámez como bastión único del género, y las mas primigenias como es La Gran Vía, de cierta inspiración vienesa. Todas y cada una de ellas tienen su encanto, y sus virtudes, y a todas las amo por igual. La revista musical española, es un género difícil, muy completo y se puede considerar un caso único en el mundo, ya que los componentes que la caracterizan son realmente singulares y muy reconocibles. Normalmente nos encontramos ante desternillantes vodeviles musicalizados, en los que en la mayoría de las ocasiones los números musicales son independientes de la acción dramática, y donde las dos apoteosis de rigor se encuentran en los dos finales de acto. Otra seña de identidad es lo ecléctico de sus partituras, en las que se funden ritmos netamente estadounidenses, otros de tintes exóticos, con los mas castizos e incluso folclóricos ligeramente azarzuelados en algunos casos, en los que prima lo pegadizo de la melodía.  La suntuosidad en la puesta en escena, la vistosidad y el desenfado también son indispensable para que el espectáculo llegue a buen puerto y que el espectador salga del teatro con la partitura puesta, y siga tarareándola durante un buen rato. Todo esto que planteo se puede disfrutar en "24 horas mintiendo" con Jesús Castejón al mando, y que sin duda es un acierto total en su planteamiento como mas adelante iré contando.




"24 horas mintiendo" denominada como "Comedia musical en 2 actos" se estrenó en el Bretón de Los Herreros de Logroño el 12 de junio de 1947, para estrenarse posteriormente en el Albéniz de Madrid, con gran éxito, el 30 de septiembre del mismo año. El libro de la obra corrió a cargo de Francisco Ramos de Castro y Joaquín Gasa, y la música la compuso Francisco Alonso, gran compositor del género, y que tantas partituras inolvidables ha dado a nuestro teatro frívolo.
La versión que se está representando en estos momentos corre a cargo de Alfredo Sanzol, inspirada en el material literario original, y se encuentra felizmente actualizada, cargada de gracejo y respetando el armazón original del texto, pero sustancialmente cambiada en algunos aspectos. Nos encontramos ante un endiablado enredo de equívocos, crítica a la hipocresía de nuestra sociedad, frases lapidarias y momentos ligeramente surrealistas, que hace las delicias del respetable, con momentos francamente desopilantes, en los que la inteligente trama, brilla y mucho viéndose perfectamente apoyada en los números musicales.



Francisco Alonso compuso una partitura de marcado signo híbrido donde nos podemos encontrar swings, fox, valses, sambas y pasodobles, de forma equilibradísima, y muy moderna para su época. Toda la obra es de una considerable belleza, burbujeante en su concepción musical, con una orquestación absolutamente deliciosa y con gran empaque en muchos momentos. Que duda cabe que nos encontramos ante música ligera, pero de impecable factura, gran sentido de la teatralidad y de no pocas dificultades a la hora de ser interpretada. Alonso llevó a cabo un obra plagada de "hits" y elegantes melodías. Todo esto que planteo, por si solo ya justifica la recuperación del título, y espero con esperanza, que en próximas temporadas se siga apostando por este repertorio, es de justicia que se haga, y el disfrute del respetable está garantizado.
La obra compuesta para vedettes y actores-cantantes, debe ser interpretada en algunos casos con técnica mixta, ya que tiene momentos francamente comprometidos para los parámetros del género.



Vayamos con el elenco extensísimo, y acertadísmo en su totalidad.

José Luis Martínez y María José Suárez, como Bombardino y Magdalena respectivamente:
Ambos adecuadísimos en sus papeles, aportan oficio, y mucho gracejo en dos secundarios que necesitan de gran solidez para ser llevados a buen puerto. Martínez con grandes dosis de comicidad, da vida a un personaje que nos resulta muy familiar, el del político corrupto acosado por las imputaciones y al borde de un ataque de nervios, mientras que Suárez aporta la justa dosis de cómica matronil un poco a por uvas, que en cuanto puede saca la vena chismosa. Suárez, con gran presencia resulta un acierto total de casting, ya que se encuentra inspiradísima en su rol, siendo perfecta para el papel. 

Mario Martín y Raffaela Chacón, como Fileto y Ramona.
Sólidos como una roca, sirvieron una magnífica función, en la que primó la sobriedad de Martín, con gran oficio, en un papel a priori desagradecido pero del que saca oro puro en todas sus escenas, consiguiendo no pasar desapercibido en ningún momento. Chacón igual de solvente que su compañero, resulta maravillosa como remedo de Casta y sirvió un imponente "Claveles Granadinos" con un admirable desplante escénico y en un código mas aflamencado que la interpretación habitual del tema, con interesantes quiebros en la voz e indudable gusto cantando.

Joselu Lopez y Nuria Pérez, como Ricardo y Charito.
Ambos se encuentran en el justo punto de sazón de dama joven y galán, dotando de gran entidad a sus personajes, en los que la frescura fueron la tónica, y una musicalidad mas que considerable en los cantables, interpretados con gran  expresividad. López tiene un bello instrumento de ecos baritonales como mandan los cánones y Pérez de tecnica mixta y bonita voz, cumplen sin problema en todas sus intervenciones, especialmente en la marchiña, uno de los números mas inspirados de la partitura, y en el que se mueven como pez en el agua,

Luis Maesso y Estibaliz Martyn como Fernandito y Totó.
Maesso de presencia casi testimonial ya que el papel es ciertamente corto, cumple en galanura, y en un código de actor-cantante que resulta adecuado para las características vocales del personaje. Martín, de mimbres mas líricos, posee un bonito timbre, aunque la voz no es esxcesivamente grande, y tiene gran facilidad para el agudo. Debo decir que la microfonación en esta obra no sólo se debe admitir sin problemas, sino que debería ser costumbre habitual. El Teatro de La Zarzuela debe alejarse de prejuicios en este tema cuando de este repertorio hablamos. No tiene nada de malo, ya que lo que se valora en la revista es otra cosa, y no es de justicia hacer una crítica a una cantante lírica, en una partitura que no lo es. Disquisiciones musicales aparte, Martin va sobrada de sensualidad y gracejo actoral, cumple en su cometido de segunda vedette, y que estoy convencido de que con un conveniente diseño de sonido hubiese brillado mucho mas en sus números, algo extensible también a Nuria Pérez, ojo.

Ángel Ruiz y Cecilia Solaguren como, Fernando y Laura.
Ambos magníficos, especialmente Ruiz, que se encuentra absolutamente inconmensurable, en el papel de argentino caradura, que parece irle como anillo al dedo. Ruiz es uno de los mejores intérpretes del espectáculo, donde un perfecto tono corporal y una impecable creación musical fueron la tónica. Nuestro actor impoluto, pulcro y personalísimo en su creación sigue en su magnífica línea habitual de intérprete total, dotadísimo para todas las disciplinas, y con una destacadísima vis cómica. El concepto de artista total, en Ángel Ruiz es un hecho incuestionable. Solaguren cumple sin problemas, en un papel fogoso y llevado a buen puerto sin problemas, con algunos momentos de desmelene realmente desopilantes, especialmente en la magnífica escena que tiene con Jesús Castejón.

Ènrique Viana, como Amo Lolo.
Viana en su código habitual, resulta acertadísimo en su papel, casi de primera vedette del espectáculo. Graciosísimo como ambiguo, por decirlo suavemente, mayordomo, con alma de Margarita Xirgu en su interior, cuyas alusiones teatrales resultan francamente impagable, y donde sus sentencias lapidarias son realmente oro puro, dentro de su personalísima forma de hacer, que en este caso se adecua como un guante a la psicología de Amo Lolo. Mención aparte merece su numero "Bananas del Perú" me atrevo a aventurar que es sin duda el momentazo de la función. Mas allá del empaque de la música, Viana hace una auténtica creación en un código inimitable, y que aunque ya visto en él anteriormente, enriquece hasta lo estratosférico el cantable, con arrolladora comicidad e imponente tono vocal. A ello hay que añadir un desplante al mas puro estilo de vedette clásica, hierática y altiva en un delicioso tono paródico. Viana es con gran justicia una de las estrellas de la noche, y otro acierto de elenco total.

Jesús Castejón y Gurutze Beitia, como Casto y Casta.
Dos animales escénicos que salen a matar desde que se levanta el telón. Castejón con su calidad habitual lleva a cabo una inteligente interpretación en el mas puro código de primer actor. Sólido, gracioso, impecable y cargado de sabiduría escénica. Nada sobra ni falta en su trabajo, y demuestra una vez mas que además de ser un dotadísimo actor con un control de los tiempos escénicos admirable y con gran vis cómica, se mueve por los cantables como le da la gana, cargando de intención a los números musicales, y dotando de mucho sentido a todo lo que dice. Beitia se encuentra maravillosa, en un personaje cargado de frescahonería, mutis de órdago y rotunda presencia. Resulta comiquísima dominando el gesto grande como nadie, y dotando de gran empaque al arquetípico personaje de característica de armas tomar, que en manos de nuestra actriz se ve enormemente dignificado, y tratado con gran cariño. Sus números musicales resultan graciosísimos, especialmente la ranchera con Ángel Ruiz, y obviamente otro de los numerazos de la función, el dúo en forma de chotis con Jesús Castejón. Beitia mas actriz que cantante utiliza su voz de forma inteligentísima llevando los números musicales a su terreno con gran tino. Es necesario remarcar la necesidad de dos actores de la talla de Castejón y Beitia para los dos papeles principales de la función, nada fáciles en su composición, y que resultan perfectos en ambos intérpretes.



Como conjunto nos encontramos a 6 vicetiples y 3 boys, completísimos en todas las disciplinas, brillando especialmente en las coreografías de una Nuria Castejón en completo estado de gracia, que mueve la función con gran dinamismo, e indudable plasticidad. Nuestras chicas y chicos de conjunto, cantan, bailan e interpretan con gran soltura, en un espectáculo de difícil ejecución, y en el que tienen gran protagonismo.

Carlos Aragón lleva la batuta de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, de forma mas que acertada, en una lectura donde primaron las dinámicas, la ampulosidad del sonido, y un conseguídisimo sabor teatral que enriquece muchísimo el espectáculo, dotando a la función de las dosis necesarias de ligereza y alegría que la revista requiere. Aragón sabe perfectamente lo que tiene entre manos y saca el mayor partido posible a la gran partitura que Alonso escribió, sin dejar de lado el rigor musical. Hay un detalle muy a tener en cuenta, y es el estilo en los cantables de las vicetiples, que cantan tal y cómo cantaban en la época en la que se estrenó la obra, siendo el resultado deliciosamente nostálgico y que resulta muy esclarecedor en cuanto a la detallada lectura musical de la obra. 



Jesús Castejón dirige el espectáculo, y acierta de plano, no hay discusión. Castejón conocedor del género hasta el tuétano, de casta le viene al galgo, sirve una función en la que todos los resortes de la revista se encuentran muy presentes, y en el que lo que nos quiere contar se encuentra plasmado de forma clarísima. Lo mas importante es el enorme amor hacia el género que se destila, y el respeto con el que está realizada la función. Castejón dirige a sus actores dentro del gesto grande, no hay otra forma, o al menos no me la imagino, para que el texto y el enredo funcionen como lo debe hacer, siendo el resultado del trabajo actoral rotundo y tremendamente efectivo. La función es difícil de dirigir, ya que todo se debe exponer de forma clara para que se entienda la trama, y Castejón sabe dar el acento justo a las escenas explicativas sin que en ningún momento decaiga el ritmo de un espectáculo ágil, con comicidad explosiva a ratos y cargado de magia teatral. Encontré maravilloso el detalle del armario "polivalente", una pinturita magistral que define a la perfección el tono de la función y la visión del espectáculo que tiene Jesús Castejón, en el que los detalles son parte importantísima y magistralmente resueltos por nuestro director. Por poner un pero, me faltaron dos cosas, una gran escalera en las apoteosis, y una pasarela, ya que la partitura las piden a gritos. Si llegamos a tener estos dos elementos, el espectáculo hubiese sido el acabose. Lo que planteo reconozco que es "buscarle el pelo al huevo" ya que nos encontramos ante una función de un nivel altísimo, un espectáculo realmente magnífico, que se me antoja imprescindible dentro de nuestra cartelera, y que merece mas recorrido del que tiene. Mención especial para los impresionantes figurines de Ana Garay, igual de eclécticos que la función, de gran belleza y maravillosamente documentados.
24 horas mintiendo es de lo mejorcito que se ha visto este año en el Teatro de La Zarzuela, una propuesta de altura, de indudable calidad a todos los niveles, con una inspiradísima dirección escénica, y lo mas importante, divertidísima y un claro ejemplo de lo que supone dignificar uno de los géneros mas queridos, injustamente tratados y mas difíciles de todos los que tenemos en nuestro país. Yo quiero mas títulos como 24 horas mintiendo, obras estimables y dignas de ser rescatadas hay muchas. Esperemos que veamos mas revista en el futuro y con el nivel de la función de hoy, y aprovecho para lanzar al aire una petición a Daniel Bianco. ¿Para cuando unas Leandras? la que para mi es la mejor de todas las revistas, y título puntal del Maestro Alonso. ¡Viva la revista! 





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martes, 26 de junio de 2018

Feo, La Maté Porque Era Mía.

En lo que va de año llevamos en España 23 mujeres asesinadas por violencia de género, y el año pasado la cifra llegó a 44. Esta lacra en nuestra sociedad resulta realmente preocupante, y sin duda es un tema que nos preocupa a los españoles de bien, que asistimos horrorizados al rosario de muertes que cada pocos días nos encontramos en las noticias. A esto hay que añadir que la sentencia de "La Manada" y su posterior y recientísima puesta en libertad han caldeado el ambiente en todo aquello que tiene que ver con la violencia hacia las mujeres por parte de los hombres, y se encuentra tristemente, y una vez más, de rabiosa actualidad.
Pocas veces se ha tratado en nuestro teatro la figura del maltratador desde su punto de vista, es decir, casi siempre se plasma el maltrato dentro del lógico drama que supone para la maltratada, pero la psicología del verdugo suele quedarse en segundo plano, siendo el catalizador de la historia, pero no el eje principal. Es importante conocer la psicología de estos individuos para reconocerlos al primer toque de atención, y sobre todo para evitar futuros problemas, que no necesariamente tienen que terminar en una muerte, pero que si podemos considerar violencia de género, y que muchas mujeres aguantan, porque consideran normales actitudes que no lo son en absoluto, y que están aceptadas en mayor o menor medida en nuestra sociedad, que a veces (muchas veces) de forma inconsciente resulta cómplice de la violencia ejercida hacia las mujeres. Mujeres que se ven completamente desamparadas ante la respuesta de su entorno y la incomprensión de las personas mas cercanas a ella. La pedagogía es importantísima en este tema, y sobre todo dos cosas son en mi humilde entender básicas, denunciar cualquier comportamiento de ésta índole, y JAMÁS, culpabilizar a la víctima.
Dicho esto, que si bien es cierto, no es muy teatral si es de justicia decirlo, viene a cuento de "Feo" ,que se representó en la Sala Bululú hasta hace una semana, y que vuelve al Umbral de la Primavera en breve. En la que todos estos temas se tratan de una forma bastante cruda, y desde el punto de vista del maltratador, como mas adelante iré desgranando.




Feo de Emilio Ginés Morales, es un texto duro y directo en el que se nos detalla con pelos y señales la psicología de un maltratador de manual, y en el que se desmenuza al milímetro los patrones que se sigue en las conductas de maltrato y las causas de las mismas. El protagonista de Feo, es una persona muy enferma, con una visión de la realidad completamente delirante y profundamente equivocada en cuanto a la gestión de las emociones del individuo, y la forma de entender el amor, el sexo, la muerte, y todo aquello que sirve de motor al hombre en su vida. En éste monólogo de una hora de duración se va desgranando, mas bien intuyendo, la vida que nuestro protagonista ha tenido, y como ha llegado a ser la persona que es, no se me malentienda, no se le justifica, se expone una realidad que existe de forma diferente, y aunque nunca justifiquemos, y nos horroricemos con la conducta que vemos en escena, entendemos sus motivaciones, para que de esta manera sea el espectador el que saque sus propias conclusiones. 
La obra posee un sorprendente lirismo, dado el duro tema que se trata, nos presenta a un personaje muy culto y dotado de una sensibilidad extrema, mal entendida como todo en él, y con un mundo interior tortuoso y rico a partes iguales, donde el camino hacia el infierno de nuestro protagonista resulta la senda por la que Morales nos lleva al lugar al que nos quiere llevar.
Nuestro autor se sirve de un inteligente juego de metateatro en el que se llevan a cabo varias escenas de los grandes clásicos del repertorio en el que se presentan diferentes casos de machismo, y en las que nuestro protagonista da su particular visión de todo lo que le rodea.
El juego escénico es sencillo pero impactante. Un hombre, tiene a una mujer en una maleta secuestrada, con la que mantiene una larga conversación tremendamente esclarecedora sobre lo que le espera a nuestra víctima, y cómo  justifica su captor la barbaridad que está llevando a cabo.
En ningún momento se nos aclara, creo que de forma pretendida, si en la maleta hay realmente una persona, o se trata de un macabro juego en el que nuestro antihéroe plasma todas sus frustraciones en una ejercicio de catarsis, o si realmente está ocurriendo la situación que se plantea. Este inteligente recurso nos resulta todavía mas perturbador, siendo el resultado bastante enfermizo y desasosegante. Encontré cierto aire a "El Coleccionista" de John Fowles, uno de los textos mas inquietantes jamás escritos, que posteriormente fue llevada al cine con gran reconocimiento por William Wyler, algo que no creo que sea gratuito, ya que hay varias alusiones cinéfilas en el texto que no pasan en absoluto desapercibidas.



Fran García lleva a cabo la tarea de poner en pie a un personaje extremadamente complejo, inquientante y repleto de aristas, siendo en líneas generales, acertado el trabajo de nuestro actor. Para meterse en la piel de un psicópata lo primero que se debe hacer es partir de la verdad, ya que sin eso, nos resultaría imposible creernos al personaje, y en este punto García aporta una entrega emocional mas que respetable, que resulta muy convincente en sus momentos mas comprometidos, y que dota de un poso muy real a su personaje. Para ello se aleja de arquetipo alguno, y pasa por una persona gris, discreta podríamos decir, con una deformidad en la cara, que podría ser cualquiera que nos encontramos por la calle. Hay cierto aire de "hombre de celofán", que nuestro actor controla muy bien, y que resulta muy inquietante, ya que el mensaje de que el monstruo puede estar a la vuelta de la esquina se encuentra muy patente. Lo mas difícil del papel se encuentra en el equilibrio entre la sensibilidad extrema del personaje y su crueldad manifiesta, y que Fran García sabe aunar en su trabajo de forma medida y sorprendentemente resolutiva. La interpretación de nuestro actor nos incomoda por momentos, y nos resulta impactante, ya que nos llega de forma muy directa, honesta y alejada de artificio. Dadas las características del texto, el lucimiento de nuestro actor es grande, ya que le obliga a entre otros, a ponerse en la piel de Otelo, Cyrano, o el mismísimo Armand de Margarita Gautier, siendo García solvente en todos los diferentes estados emocionales que el personaje requiere, y llevando a cabo un trabajo de disociación actoral interesante y cargado de matices. Podemos decir que la entrega y la verdad son lo que priman en una dura creación que no da un respiro a nuestro artista, ni al espectador, siendo el resultado apreciable y de gran altura dramática.



Emilio Ginés Morales, ejerce también la labor de dirección, y varias cosas son a tener en cuenta. La primera de ellas es la enrarecida atmósfera que flota en el escenario, en el que unos vestidos colgados en perchas hacen la labor de los fantasmas del pasado del protagonista de la función, con marcada simbología y marcado aire conceptual.
La función se encuentra con un adecuado tono visual, de interesante acabado, en el que el uso de las proyecciones se encuentra mas que justificado, y son parte imprescindible en el desarrollo de la trama, especialmente inspirado resulta el momento en el que se puede ver la muerte de Greta Garbo en Margarita Gautier, escena inquietante en grado sumo, de ecos necrofílicos, donde una de las muertes mas bellas de la historia del cine sirve para mostrarnos lo enfermo que está el protagonista de la función, y la retorcida psicología del mismo.
Morales dirige a su actor con unas premisas muy claras, y en el que se ve perfectamente lo que nos quiere contar, para ello se sirve de las características personales de su actor, algo que resulta un gran acierto para la credibilidad del personaje. Todo en tiene sentido cuando se dice y todo se entiende perfectamente, controlando muy bien los tiempos escénicos, en una función en la que el ritmo fluctúa según va pidiendo cada escena.
El espectáculo funciona muy bien en sus transiciones, y en general la limpieza es una tónica desde que empieza hasta que acaba, siendo el resultado pulcro en grado sumo, dinámico y cristalino en su planteamiento. Todo lo que ocurre en escena se ve apoyado con las luces de Nicolás Enciso, que fomentan ese enrarecimiento que hace tan personal a la propuesta, y que dotan de gran elegancia a la función. 




En Feo nos encontramos con una impactante reflexión sobre la figura del maltratador, y la responsabilidad de los arquetipos machistas de nuestra sociedad sobre las conductas de violencia de género, todo ello dentro de un interesante ejercicio de metateatro, en una producción que no debería pasar desapercibida dado lo novedoso de su visión de la mente de un psicópata, y la reflexión a la que lleva al espectador, al que no se le da nada mascado, para que sea él mismo quien saque sus propias conclusiones al mas puro estilo de David Mamet.

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lunes, 4 de junio de 2018

Street Scene,Impactante Hiperrealismo Lírico.

Hay títulos que son difíciles de incluir en un género específico. En el teatro musical español es bastante habitual que las líneas entre zarzuela, ópera, opereta o revista, se entremezclen y traspasen, dando lugar a multitud de obras, de características que podemos denominar como híbridas, y que no están reñidas con la calidad en ningún momento. Si bien es cierto que la estructura de la ópera suele ser muy rígida, en el teatro musical, y ahora ya me voy al género netamente estadounidense, dicha estructura es mas amplia, y hay obras de carácter operístico en las que la ausencia de diálogo son una seña de identidad, y en el que uso del recitativo es un recurso habitual para que la acción dramática avance, mientras que en el musical al uso, el diálogo hablado es lo mas común. La diferencia a mi entender estriba mas allá de la estructura de la obra, siendo el estilo musical,  el aire mas ligero de la música, y la técnica vocal de los cantantes, los elementos que se pueden considerar mas diferenciadores. Pero esto no es una regla de tres infalibles, ya que a veces nos encontramos con títulos en los que resulta difícil diferenciar el lugar en el que se encuentran. "Street scene" el título que esta crítica ocupa, se encuentra en esa tierra de nadie, que hace difícil su catalogación, y por ende también ha perjudicado su difusión, ya que para Broadway resultó en su estreno excesivamente difícil para el gran público,  y en los grandes templos de la lírica se encuentra a veces excesivamente ligera en su concepción musical, y no pocas veces despreciada.
A mi me gusta encontrarme con estos títulos de arriesgada factura, y clara declaración de principios, y pienso que su revisión es necesaria, y enriquecedora, ya que el espectador habitual de ópera, no suele ver obras de este tipo, abriéndose de esta manera la mente del aficionado, y entendiendo que no hay géneros mejores o peores sino simplemente diferentes, que pueden dar lo mejor de si, siempre y cuando se lleven a escena al nivel adecuado.



"Street scene" con música de Kurt Weill, letra de Langston Hughes y argumento de Elmer Rice,   se estrenó en Broadway en el Teatro Adelphy el 9 de enero de 1947.
La obra está basada en el título homónimo del propio Rice, que fue todo un suceso teatral en su momento, llegando a ganar un premio Pulitzer en 1929, que se puede considerar un clásico del teatro social de la época, y que llegó a estrenarse en nuestro país con gran bombo, teniendo a Margarita Xirgu a la cabeza considerándose esta producción un hito en la historia de nuestro teatro, titulándose en castellano "La calle".
En "Street scene" se nos cuenta la vida en un bloque de apartamentos de un suburbio neoyorkino, en el que se entremezclan diferentes vecinos de etnias variopintas, y diferentes vidas e ideologías. La obra netamente coral, es un fresco brutal y bastante descorazonador en el que se disecciona la sociedad estadounidense en sus clases mas bajas, donde el racismo, la violencia de género, y el alcoholismo son retratados de forma absolutamente descarnada. El tono de la función es realista, y dramático en grado sumo, aunque se equilibre con ciertos componentes cómicos, para aligerar un drama urbano y violento que resulta de gran vigencia en nuestros días, ya que tristemente poco ha evolucionado nuestra sociedad en algunas cosas.




Kurt Weill compuso una obra de factura ecléctica, y que el mismo denominó como "ópera americana", en la que se entremezclan ritmos como el jazz y el blues, junto con otras partes mas líricas, especialmente en la segundo acto , de inspiración netamente verista y pucciniana en algunos pasajes. La sombra de Gershwin pulula por toda la función, y el concepto de "ópera popular" llevada al extremo en su "Porgy and Bess" parece haber servido de inspiración a un Weill que se amoldó perfectamente al estilo musical estadounidense, en una obra de línea mas melódica de lo habitual en el compositor alemán, aunque con la particular impronta que nuestro autor supo dar a su producción.
La partitura de indudable atractivo y calidad, es el catalizador del drama, dotando a la función de una exacerbado lirismo a los momentos mas dramáticos y de cierta ligereza yanki muy conseguida en los momentos menos duros de la función.
Texto y música parecen compenetrarse perfectamente, y dan gran solidez a una obra de inspirado acabado, tanto literario como musical, donde las señas de identidad de Weill en cuanto a denuncia social, y crudeza, se encuentran muy patentes, siendo el resultado de la obra de gran altura a todos los niveles, profundamente emotiva, y una auténtica joyita recomendable desde todo ángulo.

La obra tiene un nutrido elenco de solistas, nada menos que 25 personajes con momentos de importancia, y no poca dificultad. El elenco de esta producción es de una altura notable, y cumple en líneas generales a un gran nivel, por motivos obvios me decantaré por los protagonistas principales, pero quiero remarcar la homogeneidad, y lo idóneo de todos los artistas que se baten el cobre en el escenario.



Dentro del insuperable elenco cabe destacar las dos niñeras llevadas a cabo por Sarah-Marie Maxwell y Lauren Douglas, graciosísimas y muy templadas en lo vocal, que hicieron las delicias del respetable en su breve pero jugosa intervención. También se deben mencionar a las tres difíciles vecinas cotillas, de Lucy Shaufer, Harriet Williams y Jeni Bern.  El terceto de cantantes sirvieron lo mejor de su trabajo en unos números de conjunto francamente complicados a nivel musical, y en un trabajo de concertación magnífico en el que las tres voces se complementan a la perfección, viéndose su trabajo perfectamente rematado en una interpretación actoral de categoría, repleta de recovecos y muy bien plasmada en toda su extensión.

Paulo Szot, barítono, como Frank Maurrant.
Szot de impoluto tono vocal, sirvió una poderosa creación, de un personaje brutal, violento y muy primario que resulta temible en sus momentos mas duros, potenciando mucho su creación el rotundo trabajo musical con el que sirvió la función. La voz a pesar de ir microfonada se intuye grande, en el agudo resulta mas que satisfactoria, y de estupenda resolución. Szot dota de gran entidad a su personaje, dando absolutamente todo lo que la partitura pide, tanto en rudeza cuando es necesario, como en sensibilidad al final de la obra, logrando grandes cotas de expresividad en su ultima escena, de gran impacto dramático, llevada a cabo con pasmosa solvencia por nuestro barítono.

Joel Prieto, tenor, como Sam Kaplan.
El contrapunto al rudo Frank, lo sirvió Prieto, en una sensible creación de un personaje de no pocas dificultades y que resulta adecuadísimo para el instrumento del artista. La voz es dulce, bien timbrada, sana, y poderosa en el agudo, resultando algunas notas realmente notables por bien colocadas y vigorosas. Las cotas de expresividad como son la tónica de esta producción fueron importantes durante toda la función, y los diferentes estados de ánimo por los que su personaje pasa, se ven perfectamente reflejados en su trabajo musical. Actoralmente se encuentra mas que acertado, dando vida de forma perfecta a este joven soñador, enamorado hasta las trancas y capaz de dejar todo por su adorada Rose, siendo su trabajo redondo desde todo prisma.

Mary Bevan, soprano, como Rose Maurrant.
Bevan fue quizás la mejor cantante de la noche, presentando un instrumento de soprano lírica puro, de cuidadísimo fraseo, y mas que bello timbre, que llegó a lo estratosférico durante el difícil segundo acto en el que mas se bate el cobre a todos los niveles. La voz cristalina y limpia ofrece el equilibrio perfecto a una dura partitura, en la que su personaje sirvió las mas altas dosis de lirismo de la noche. Actoralmente ofrece un trabajo superlativo, de gran calado, y naturalidad, alejada de cualquier afectación lírica, donde prima la verdad en un personaje complicado, que nos resulta tremendamente creíble incluso en sus escenas mas difíciles. Bevan podría optar por un desmelene superficial, y mas efectista, pero en vez de ello, la emoción surge de dentro, rotunda y crudísima, siendo la última escena con su padre realmente espeluznante.

Patricia Racette, soprano, como Anna Maurrant.
Racette de color mas dramático en su instrumento, sirvió poderío de primera soprano  con un instrumento de gran entidad, que si bien es cierto se ve resentido en los agudos, sobre todo al final de ellos que en algunos casos resultaron abruptos y poco refinados. Dentro de la linea verista del personaje Racette sirve una función de muchos quilates en lo dramático, con ciertos ecos escénicos de la Santuzza de "Cavalleria Rusticana" aunque en este caso la infiel sea ella, y en el que el desgarro fueron la tónica, llegando al paroxismo en el tremebundo terceto del segundo acto, de gran fuerza escénica y ejecutado de forma espectacular por los tres miembros principales de la familia Maurrant. Racette sirve una sensible creación actoral en un personaje que nos infunde inmensa piedad, y cuya insatisfacción se vio perfectamente reflejada en su primera aria, cantada por nuestra soprano con un dramático patestismo de gran capacidad catártica.



El Coro Intermezzo, de breve pero importante aparición al final de la obra, estuvo dramático y atronador en su intervención, en un número de gran impacto musical y que musicalmente me recordó al Mahagonny del propio Weill. Mención especial para Los Pequeños Cantores de la ORCAM, que estuvieron deliciosos en todas sus escenas, afinados y muy graciosos en la parte escénica.

Tim Murray a la batuta de la OSM, dotó de gran profundidad al sonido de una Sinfónica de Madrid que al principio parecía un poco desubicada en un repertorio muy alejado al que habitualmente tocan, pero que fue ganando enteros a medida que la función iba avanzando. Murray conoce muy bien el material que tiene entre manos, y realizó un trabajo extraordinario con las dinámicas y los volúmenes, siendo el resultado muy teatral y dramático, brillando especialmente en los números de conjunto, donde el trabajo de concertación destaca muchísimo, así como el trabajo de la expresividad con los solistas, acompañando perfectamente el tremebundo drama que acontece en escena.



John Fulljames ejerce las labores de regista, en un trabajo hiperrealista en lo escénico y lo actoral. Pocas concesiones al lirismo visual nos ofrece Fulljames, con excepción del número de ballet, un poco pegote a mi entender aunque venga de serie en la función, maravillosamente coreografiado por Arthur Pita. 
Fulljames no se anda por las ramas, y ofrece un trabajo milimétrico, viscontiniano en su visión de una calle estadounidense en plena Gran Depresión, donde los detalles pequeños son igual de importantes que los grandes, desde los papeles de la sucia acera, hasta la bicicleta que interrumpe la acción dramática todo está medido, justificado y perfectamente integrado en la escena, siendo el resultado pulcro y adecuado en igual medida.
Los actores son dirigidos desde la verdad, pero sin dejar a un lado la fuerza operística de la obra, siendo el resultado poderoso, impactante y de gran efecto dramático, pero sobre todo lo mas destacable  es la solidez de una producción ejecutada de forma realmente ejemplar, y de gran interés teatral. John Fulljames engrandece la obra de Weill y la colma de empaque, en una función que sorprende al que no la conozca, conmueve al mas pintado, y no deja indiferente a nadie, ya que su cruda exposición de la realidad, y elevado nivel musical y literario, se ven reflejados de forma superlativa en una producción que estoy convencido que sería del mas absoluto agrado por parte de sus autores, ya que la esencia y el mensaje se encuentran muy bien expuestos, alejados de artificio, y lo que es mas importante, sin el mas mínimo acartonamiento lírico, que tantas veces lastra el acabado escénico cuando de ópera estamos hablando. Aquí no hablamos de cantantes que salen y cantan, hablamos de artistas totales, completamente implicados en su trabajo tanto técnica como emocionalmente. La función fue muy braveada por un público atento y que en algunos momentos parecía no respirar ante lo que acontecía en escena, y que agradeció de forma rotunda la gran velada que presenció.




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sábado, 2 de junio de 2018

El Otro Lado De La Luna, Viaje De Novios 2.0

La comedia romántica ha dado grandes frutos a nivel literario y escénico, y sin ser mi género favorito, si que reconozco que cuando se hace bien me resulta altamente satisfactoria.
"Descalzos por el parque" de Neil Simon quizás sea, para mi, uno de los mejores exponentes del género, y un texto por el que siento gran cariño, y en el que pienso que se aglutinan todas las virtudes del romanticismo desde una visión humorística. 
El amor casi siempre se encuentra en el teatro, no deja de ser uno de los motores del ser humano, y se ha reflejado de múltiples formas, desde la comicidad mas extrema, hasta el drama mas descarnado, siendo este sentimiento universal uno de los principales elementos del teatro. Recuerdo un profesor que decía que el teatro se basaba en tres cosas, y una de ellas era el amor, las otras dos, me las guardaré para otra ocasión, que vengan mas a cuento.
Normalmente en la comedia romántica, la lucha de sexos, y las diferencias intrínsecas entre hombres y mujeres resultan el catalizador del conflicto desatándose las situaciones cómicas con las que todos nos sentimos identificados de una forma u otra.


"El otro lado de la luna" agridulce texto de Jorge Ubieto que se está representando en los Teatros Luchana, se encuentra dentro del subgénero de comedia romántica, y en el se nos cuenta la historia de una pareja cuya luna de miel se vio truncada unos años atrás, y deciden repetir el viaje, para quitarse la espinita, y confesarse algún secreto no revelado, que no destriparé por aquello de los spoilers.
Con esta premisa, Ubieto nos plantea la evolución de las relaciones de pareja, los problemas de la falta de comunicación, y cómo a veces elementos externos al propia relación (suegras incluidas) pueden enquistar situaciones facilmente solventables con un poquito que ponga cada una de las dos partes de la relación. Nuestro autor se sirve del humor para contarnos todo esto que planteo pero desde un trasfondo serio y muy realista, en el que haciendo uso de unos personajes muy reconocibles, nos cuenta una relación de pareja normal, con sus problemas cotidianos y sus defectos igual de cotidianos y afines a todos nosotros. En el texto se dan situaciones que todos los que tenemos pareja en algún momento nos vemos reflejados, y donde la ternura no está exenta en una obra que podemos vislumbra un trasfondo costumbrista y muy humano, desde un lenguaje coloquial y asequible, con el que el mensaje de la obra queda cristalino, así cómo su declaración de principios. 


La función se sustenta en con dos actores, Cristina Goyanes y Jorge Valenty, y en los que no se puede hablar de interpretaciones separadas, ya que el trabajo de uno depende completamente del de el otro.
Ambos actores se encuentran muy acertados en sus dos códigos interpretativos, mas seria Goyanes, y mas cómico Valenty, y en el que la química entre ellos dos es crucial para el buen desarrollo del espectáculo, tal y cómo ocurre sin el mas mínimo problema. 
Goyanes aporta un impoluto tono corporal y presencia escénica, en la que prima la pulcritud en un trabajo enfocado en el mundo interior de una mujer insatisfecha con su realidad actual, y que no parece conocer lo suficiente a su marido, dotando de mucho carácter a su personaje y que en los apartes funciona de forma muy satisfactoria, y cuyo trasfondo amargo se encuentra patente de forma insinuada mas que evidente, pero que nuestra actriz consigue transmitirnos sin el mas mínimo problema.
Jorge Valenty, en un trabajo mas enfocado hacia afuera, y en un tono de alta comedia muy evidente, carga de ternura y bonhomía a su personaje, un tanto ingenuo y que no deja de ser un tipo normal, que no acaba de entender a su mujer, y que resulta enternecedor en no pocos momentos, haciendo un interesante uso de la voz y el cuerpo en todas sus intervenciones, así como una vis cómica a tener en cuenta, y que resulta el contrapunto perfecto al personaje de Cristina Goyanes.
Nos encontramos ante un elenco equilibrado, que se complementa a la perfección, y que se deja la piel en el escenario que practicamente no dejan desde que comienza la función, en un trabajo cargado de amor y entrega hacia el espectáculo, llevado a cabo con sensibilidad y buen gusto.


Lula Castellanos firma el espectáculo, y acierta dándole el acento justo a la parte cómica en contraposición con las mas seria, ya que el texto fluctúa entre dos aguas de difícil equilibrio, con el que Castellanos juega a su antojo siendo el resultado satisfactoria, y muy agradable en su acabado formal. Dirige a sus actores desde la naturalidad, y entiendo que partiendo de sus características personales para de esta forma imprimir grandes dosis de realismo a los personajes. 
Visualmente, si bien nos encontramos ante un producto modesto, la función se encuentra muy cuidada en el aspecto técnico, con unas adecuadas luces, proyecciones y deliciosas músicas que todos los presentes tarareamos en algún momento.
Varias cosas destacaría del espectáculo. El cariño con el que está hecho, la solvencia de sus actores y la cuidada puesta en escena son las principales bazas de una función que sirve perfectamente como entretenimiento, ya que ese es su principal cometido, y cuya sencillez y honestidad resulta muy de agradecer en estos días en los que la impostura y grandilocuencia son algunos de los defectos de nuestro panorama escénico. 
"El otro lado de la luna" no engaña, da absolutamente todo lo que ofrece, que no es poco, y no defrauda dentro de un prisma amable, respetuoso, y en el que el aire de sencillo divertimento, no hace mas que remarcar, que no hace falta nada mas para que el espectador salga completamente satisfecho del teatro, pasando una tarde sin complicaciones, y sacándonos de gris del día a día. 



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