lunes, 28 de enero de 2019

El Sueño De Una Noche De Verano, El Que No Falla Es Gaztambide.


El viernes se estrenó el cuarto título de la presente temporada del Teatro de la Zarzuela, siendo la obra elegida, una desconocida ópera cómica de Joaquín Gaztambide, uno de los padres fundadores de la zarzuela como género, y uno de los autores más injustamente olvidados de nuestro patrimonio musical.
La importancia de Gaztambide en cuanto a sentar las bases de nuestro género lírico es incontestable, pero por estas cosas inexplicables que solo ocurren en nuestro país, su obra ha caído en el olvido solo pasando a la posteridad, que no al repertorio, tres títulos; "El juramento", "El estreno de un artista" y "Una vieja". En esto de la paternidad de la zarzuela, Barbieri y su indudable valía, se llevaron los laureles, quedando Gaztambide relegado a un autor de esos que solo conocemos de oídas, y que por cuestiones difíciles de entender, practicamente imposible de escuchar. Apenas hay registro sonoro de sus obras, y pocas veces se representa, a excepción de "El juramento" cuya recuperación ha tenido exitoso y fecundo recorrido.
La recuperación de la ignota "El sueño de una noche de verano" me parece un acierto, dada la calidad de la obra, y especialmente como reivindicación de la figura de Gaztambide, injustamente tratada, y que cuando uno escucha obras como la escuchada el viernes, realmente se da cuenta de la entidad del compositor, y la altura de miras de sus trabajos.
La curiosidad me podía el pasado viernes, ya que jamás había escuchado ni un acorde de este "Sueño de una noche de verano", ni sabía que nos contaba, aunque si dí por supuesto que poco tendría que ver con la obra de Shakespeare, como así es, en su original y en la adaptación que se está representando.
La noche tuvo claroscuros, y me encontré con una hermosa partitura, y un espectáculo con problemas a otros niveles, serios, y que se deben tener en cuenta. Es destacable decir que las funciones se plantean como homenaje a Gustavo Tambascio, que falleció repentinamente en el período de gestación del espectáculo.



"El sueño de una noche de verano" denominada como "Ópera cómica en tres actos" con música de Joaquín Gaztambide y libro de Patricio de la Escosura, tuvo su estreno en febrero de 1852 en el Teatro Circo de Madrid. La obra original se encuentra basada en una ópera cómica francesa del mismo título, en la que se sirve del título de la obra de Shakespeare, para contar una farsa en la cual la reina Isabel de Inglaterra va en busca de El Bardo por todas las tabernas de Londres, para que le escriba una comedia y dar rienda suelta al amor que siente por el dramaturgo inglés. Esta es la excusa para que varios personajes de las comedias de Shakespeare pululen por escena así como el propio William, en lo que parece una obra paródica, y que en nuestro país se entendió como crítica hacia la figura de Isabel II.

La versión actual, toca hablar de versiones, viene firmada por Raúl Asenjo, dado que solo aparece él como adaptador, entiendo que Tambascio no llegó más que a bosquejar la adaptación planteada en un principio, entendiendo que el responsable del resultado final es el propio Asenjo.
Nos encontramos con serios problemas en el texto, el primero de ellos  lo farragoso del mismo, en el que la trama no se encuentra explicada de forma satisfactoria, quedando el espectador ciertamente desconcertado hasta avanzada la segunda parte del espectáculo, cuando ya se nos ha contado tres veces el argumento de la función. Se ha optado por una historia completamente alejada de la original, en la que lo que se plantea es la dificultad para llevar a adelante el rodaje, en la Roma de los años 50, de la primera zarzuela en Cinemascope. Compro la idea, pero no la forma en la que está resuelta. El texto va por un lado, y los cantables van por otro, no teniendo mucha relación lo que se dice en los textos hablados con los cantados, aumentando la confusión. Los vínculos entre los personajes no están bien contados, en algunos casos se omiten, y en otros no se entiende, y luego  para rematar, un humor completamente  fuera de contexto, que no se explica en unos personajes de los años 50 haciendo alusiones a políticos y figuras públicas actuales, todo ello dentro de unos chistes que nos chirrían, apolillados y muy forzados en el conjunto de la obra. A esto hay que añadir poco rigor historicista, sirva como ejemplo el hablar de Julie Andrews como una conocida estrella de cine en la función, cuando en 1950 no había estrenado ni "My Fair Lady" en Broadway, funcion que la catapultó a la fama, siendo estas inconsistencias otro lastre para el material con el que se cuenta en las partes habladas.
Quizás "El sueño de una noche de verano" debería haberse representado en versión concierto, dado el problema que parece haber con el libreto original, y lo difícil que resulta una adaptación, que en este caso, pide mayor consonancia con la música, coherencia dramática, y no centrarse tanto en una batería de chistes, que no acaban de cuajar, y que restan elegancia a una obra de una sensibilidad exquisita en lo musical.



Gaztambide compuso una obra de gran belleza y sorprendente frescura en lo musical, aguantando el tipo de forma asombrosa, a pesar de los años que hace desde su estreno, y en la que la sombra de Rossini se puede vislumbrar en un "Prólogo" musical al más puro estilo de las oberturas de  don Gioachino. Si bien es cierto que la obra es profundamente italianizante, Gaztambide dota de la suficiente personalidad a la composición, como para plantear que la entidad de la obra justifica su recuperación con creces. La orquestación de la obra resulta insuperable, así como unos dúos y tercetos de gran inspiración, más que en las romanzas en sí menos interesantes que el resto de la partitura, a excepción de la salida del barítono principal, uno de los mejores números de la función, al más puro estilo de la ópera bufa, cuyos códigos son tan reconocibles para el espectador. Es destacable el gran dúo del segundo acto ligado con la romanza de la soprano principal, por su dificultad y sensibilidad, así como también son a tener en cuenta el brindis de salida del tenor, extremadamente complejo, y terceto de las dos sopranos con el barítono.
En líneas generales nos encontramos con una obra estimable, y que resulta de gran valor como testigo de lo que nuestro género lírico es, de donde viene, y como ha sido su evolución, algo que no está reñido con la belleza de una partitura que roza la filigrana por momentos, y que se escucha con gran placer en toda su extensión. Acierto por tanto en el Teatro de la Zarzuela ante una recuperación de este calibre, en un trabajo de arqueología musical que debe ser reconocido en todo su valor.



Vayamos con el elenco, enorme, y en general bien elegido.

Dentro del cuadro de actores, todos bastante acertados en sus respectivos papeles, destaca una Ana Goya, que con su solidez habitual, sirve una creación en el más puro estilo de característica de nuestra zarzuela, cargada de frescura y presencia escénica. Jorge Merino como rijoso Director General de Cinematografía, que resulta impagable en su personaje, tremendamente creible y sobre todo muy cercano para el espectador. También se debe mencionar a Sandro Cordero, que le ha tocado en suerte la mejor escena de la función, y que nuestro actor lleva a cabo con mucho sentido del texto e indudable empaque actoral.

Javier Franco, barítono, como Arturo Latimer, y Beatriz Díaz, soprano, como Olivia.
Franco muy acertado en lo vocal, sirve un papel breve pero difícil, que se ve perfectamente reflejado en la vocalidad de nuestro cantante. El agudo suena bello y bien timbrado, así como el fraseo y la emisión perfectamente resueltos, todo ello dentro de un bonito timbre de barítono lírico puro. Beatriz Díaz, no se luce tanto como nos tiene acostumbrados, dado que el papel no se ajusta a su tesitura, siendo preferible una mezzo para llevarlo a cabo, algo de lo que sin duda ella no es culpable. La voz en la zona aguda resulta perfecta, pero tristemente Olivia transita muy poco por las alturas, quedando su trabajo muy desdibujado a lo largo de la función.

Santiago Ballerini, tenor, como Shakespeare.
Nuestro tenor sirvió una función de irregular factura, y no parece sentirse del todo cómodo en el papel. Su tesitura de lírico ligero de tintes netamente belcantistas, le juega malas pasadas en los pasajes más graves de un papel de grandes exigencias vocales, donde la voz es llevada al pecho de forma realmente extraña siendo el resultado que el sonido se vea afeado en no pocos momentos. Otro problema a tener en cuenta es un vibrato continuo, no muy grande pero si persistente, que no ayuda a redondear su trabajo, así como algunos problemas de afinación en algunos momentos. A su favor hay que decir que el agudo es brillante, se da con facilidad, y está bien resuelto, así como un fraseo bien dominado. La voz sin ser excesivamente grande, se encuentra bien proyectada, y pasa la orquesta sin problemas, y resulta expresiva en la mayoría de las ocasiones.

Luis Cansino, barítono, como Fálstaf.
De lo mejorcito de la noche. Cansino con su arrolladora presencia escénica, e impoluto tono vocal, se lleva de calle la función, en una esforzada creación, como viene siendo habitual en él, donde la intención en los cantables fue la tónica, así como la expresividad. De amplio agudo, timbre poderoso, y perfectamente implicado con la partitura, Cansino se mueve como pez en el agua en un repertorio que le va como anillo al dedo, y con el que realmente se luce mucho. En un código netamente de barítono cómico, Luis Cansino se entrega al papel de forma generosa y sin concesiones, arriesgando, y metiéndose al público en el bolsillo desde su primera salida a escena.

Raquel Lojendio, soprano, como Reina Isabel.
Muy acertada en lo vocal, con un instrumento maduro, de buena proyección y bonito sonido. Cantó con gran belleza y sensibilidad en todas sus intervenciones, especialmente durante la primera parte del espectáculo, donde dúos y tercetos se ven perfectamente resueltos, y resuelve su romanza sin problemas de forma sentida y de elegante factura. En líneas generales Lojendio sirvió una gran velada en lo musical, en el que una considerable solidez vocal fueron la tónica, y una estupenda presencia escénica remataron su trabajo de forma perfecta.

Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, muy desaprovechado escénica y musicalmente. Miguel Ángel Gómez Martínez no parece darle mucha importancia a la masa coral en una obra que si bien es cierto no es crucial, si tiene cierta presencia. Encontré al coro ciertamente tímido en sus intervenciones, algo bastante inusual en ellos. Supongo que con el rodaje de la función se irán ajustando cosas. Especialmente un sonido más brillante, necesario a todas luces, y mayor presencia escénica.

la OCM contó con Miguel Ángel Gómez Martínez a la batuta, siendo la lectura bastante plana en líneas generales, tornándose plúmbea a medida que fue avanzando la función. Los tiempos se mostraron caprichosos, y la tendencia a la ralentización fue notoria. En líneas generales a Gómez Martínez le costó aunar el sonido, que resultó desabrido en no pocos momentos, y poco compacto en los concertantes, donde parece ser que el conjunto no ha sido lo suficientemente ensamblado con el resto del elenco, dando la sensación que el trabajo de concertación no ha sido el suficiente en una obra de no pocas  dificultades musicales.






Vayamos con la dirección de escena.
Marco Carniti al frente de la función, parece no profundizar demasiado en los vericuetos del enredo, quedándose en una sucesión de gags de trazo grueso poco efectivos, y una notoria falta de dirección actoral. Alguno de los artistas se encuentran muy desvalidos ante sus respectivos papeles, como en el caso Santiago Ballerini, dejado a su aire de forma inclemente, y sin nadie que lo ate en corto, así como un Javier Franco, desaforado , desde que sale a escena, siendo totalmente contrario a lo que se pretende en la función, que es que parezca sobreactuadísimo en la parte de la filmación de la película, algo que sin duda a Carniti se le ha escapado en detrimento del artista y del espectáculo. Casi todo el espectáculo parece emborronado, sucio en los movimientos, poco preciso en lo que se quiere contar, y se queda a medias en todo, pero no llega en nada. Solo funciona a nivel visual el gran dúo del segundo acto, en el que la impronta del gran Gustavo Tambascio se encuentra marcadísima con dolorosa belleza, por la falta de su genio, y que ya aparece tarde, pues a esas alturas el sopor se ha apoderado del respetable sin remisión. La supuesta ironía con la que se plantea el rodaje se echa a perder cuando se usa el cuadro plástico como recurso en el inicio de la función, para posteriormente utilizarse como crítica a las propuestas escénicas acartonadas, siendo esto en un ejercicio de incoherencia sorprendente por lo grueso de su calibre. Curiosamente pretendiendo criticar lo apolillado de algunas propuestas, el resultado de la función en líneas generales es añejo, y muy irregular de principio a fin, no logrando nuestro director una función de línea clara, y en la que lo que se nos quiere contar, no está bien delimitado por lo poco detallista del trabajo. Hay que destacar los bellos figurines de Jesús Ruiz, muy conseguidos especialmente en las féminas, y la monumental escenografía de Nicolas Boni, que desgraciadamente cae en las mismas inconsistencias históricas que el libreto, donde se puede ver en primer término un cartel de "La Dolce Vita" de Fellini filmada en 1960, y "Dos mujeres" de Vittorio de Sica filmada en 1962, bastante lejos de los primeros años 50 que se nos plantean en la obra.



En resumen, una propuesta que en lo musical resulta interesante, y de justicia dada la reivindicación de la obra de Gaztambide que supone, y que se nos queda coja por otros problemas, que dejan claro que no solo la partitura es importante, ya que de música escénica estamos hablando. Lo que si es cierto, es que el que no falla es Gaztambide, ni su obra, que por fin se ha estrenado en el Teatro de La Zarzuela por derecho propio.

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martes, 15 de enero de 2019

El Jovencito Frankenstein, El Monstruo Canta.

Esta temporada cargada de musicales, sin duda es una de las más apetitosas para los aficionados al género, siendo la oferta variada y amplia. Hay títulos para todos los gustos, y de todos los colores, y la verdad es que me he propuesto ver la mayoría de lo que se está representando, ya que me interesan la mayoría de las obras en cartel. El pasado sábado le tocó a "El Jovencito Frankenstein", una partitura que me gusta muchísimo, y un musical de grandes posibilidades que vi en Londres el año pasado y que me encantó, no solo por su música, sino por el concepto del espectáculo en si.
"El jovencito Frankenstein" se estrenó hace unos meses, pero quería esperar un tiempo antes de verla, ya que conociendo el material original, me pareció que el rodaje era crucial para el buen funcionamiento del espectáculo. Así que decidí ver la función a la vuelta de las vacaciones navideñas para hacer un poco más llevadera la vuelta a la normalidad, encontrando este título perfecto para ello por su carácter cómico y netamente ligero. El sábado pasado me acerqué al Gran Vía con buen ánimo, y dispuesto a pasármelo bien, algo que sin duda ocurrió como iré narrando en la siguiente crónica. 




"El jovencito Frankenstein" con música y letras de Mel Brooks y libreto del propio Brooks y Thomas Meehan, se estrenó en Broadway el ocho de noviembre de 2007, representándose en Londres por primera vez en 2017, conociendo a su vez diferentes producciones a lo largo del mundo.
Brooks sirve una comedia musical a la antigua usanza en cuanto a la partitura, con un regusto al Broadway más clásico que recuerda en no pocos momentos a Jerry Herman en su concepción musical, y donde una música vibrante, pegadiza y con elegantes melodías son las señas de identidad de la composición. La obra de gran dificultad para la mayoría de los intérpretes, precisa de cantantes de técnica mixta, en las dos protagonistas femeninas, ya que los trinos, y sobreagudos campan por doquier, especialmente en el personaje de Inga, moviéndose el resto de los personajes entre los actores-cantantes, con sólida técnica, y considerable control del instrumento vocal. 
Le salió al bueno de Brooks una obra redonda y francamente disfrutable, y con mucho brillo orquestal y vocal. Hay que destacar un magnífico arreglo para el célebre "Puttin´ On the Ritz" de Irving Berlin, que se cantaba, en su versión original, en la película en la que se basa el musical, y que sirve como declaración de intenciones sobre el aire clásico de la obra en su concepción musical, que apuesta por el sabor de otros tiempos, convenientemente remozado para los gustos de hoy en día. 
El libreto es conocido, nos cuenta lo mismo que en la famosa película de Mel Brooks, en mi humilde opinión su mejor film, y en la que homenajea los títulos de terror clásico de la Universal, tanto en su estética como en su código interpretativo. Brooks nunca se ha caracterizado por lo sutil de su humor, mas bien es un genio de la sal gorda, y este Jovencito Frankenstein pasado por el tamiz del musical, no podía ser menos, siendo la obra igual de irreverente que la película en algunos gags, y donde los dobles sentidos, y a veces no tan dobles, trufan un texto divertido y trepidante de principio a fin, que es pura comedia cómica, sin concesiones a lo politicamente correcto, y que aúna a la perfección los chistes del texto con los gags visuales.



Vayamos con el elenco, equilibrado en grado sumo, y muy bien elegido en líneas generales:

En la obra nos encontramos con varios papeles de pequeña extensión, pero que requieren de una buena ejecución para el buen funcionamiento del espectáculo, a este nivel, el conjunto sirve las pequeñas partes a la perfección, destacando Pitu Manubens como el Inspector Hans Kemp y el ermitaño, que posee un comprometido momento musical, resuelto sin problemas por Manubens. En ambos personajes se encuentra en el código perfecto que requieren, poniendo especial énfasis en el aspecto corporal de los mismos.

Albert Gracia como El Monstruo.
Gracia ofrece una estupenda creación, de esforzada ejecución, que resulta altamente satisfactoria en la parte interpretativa, dotando al personaje de gran entidad, y funcionando sus gags a la perfección, el número con su sombra durante "Puttin´On the Ritz" traducido como "Vístete de frac" resulta uno de los momentos de la función, y aprovecha al máximo su parte cantada al final de la obra, junto a Elizabeth, que resultó de gran belleza y ecos líricos, con bella voz de barítono y gran sensibilidad en su interpretación. 

Teresa Vallicrosa, como Frau Blücher.
Vallicrosa, dentro de la calidad a la que nos tiene acostumbrados, sirve una Blücher de manual, donde los gestos son clavados a los de Cloris Leachman en la película, y que resulta tremendamente sólida en su faceta actoral. Musicalmente cumple sin problemas en un papel que vocalmente se ajusta muy bien a sus características vocales, y que resuelve con aparente facilidad. Vallicrosa no defrauda en uno de los papeles mas recordados de la película, dejando bien claro que la necesidad de unos buenos secundarios para el buen desarrollo de un espectáculo es crucial. 

Cristina Llorente, como Inga.
Una de las mejores intérpretes del espectáculo sin ninguna duda es Llorente, que resulta adecuadísima para el difícil rol que le ha tocado en suerte. Inga tiene varios momentos de considerable dificultad en lo musical, y precisa una actriz con buenas dotes para la comedia. Llorente las da todas, resulta magnífica en el difícil "Un paseo en un carro de heno" su número estrella, cantado de forma perfecta incluso en sus notas mas extremas, y dentro de la forma física que Inga requiere, que no es ninguna tontería. Actoralmente me pareció deliciosa, con la consabida sensualidad que se le presupone, derrochando naturalidad y comicidad a partes iguales, y cargada de intención en sus chistes. La Inga que nuestra actriz plantea nos apetece llevárnosla a casa, siendo el resultado altamente satisfactorio en su conjunto.

Jordi Vidal, como Igor.
Le ha tocado a Vidal otro de los grandes personajes del show, cumpliendo también de forma adecuada en todas sus facetas. Nuestro actor posee un bonita voz de tenor que controla sin problemas, y que resulta muy grata al oído, afinadísimo en todo momento y ajustadísimo en la orquesta en el dúo con Frederick, uno de mis momentos favoritos de la función. Actoralmente en un código también muy físico, resulta gracioso en grado sumo, en un trabajo que destaca por su entrega, y el regusto al más puro Broadway que destila, aportando frescura y comicidad a un papel complicado, y cuyo referente se encuentra por motivos obvios en Marty Feldman, algo que en este caso no va a la contra de Jordi Vidal, ya que hace el papel suyo por derecho propio, de forma inteligente y más que correcta.

Marta Ribera, como Elizabeth Benning.
Soy muy de Ribera, reconozco que me encanta su forma de hacer, siempre personalísima, y en un código muy reconocible. Elizabeth no es el papel que quizás mejor se ajuste su vocalidad, por tanto lo que nuestra actriz hace es llevarla a su terreno en lo musical, desprendiéndose del poso lírico del papel, para adecuarlo a su voz y técnica, nada que objetar al respecto, cuando se hace bien, como en este caso ocurre. Ribera y su habitual arrollador desplante escénico me fascinaron, donde un trabajo con hechuras de primera actriz, cargado de comicidad y mas que sobrados recursos fueron la tónica. Si hay algo que valoro en un artista es la singularidad, algo que en este caso es una gran baza dada la carismática creación de nuestra actriz, que después de su primer número, desopilante por cierto, ya estamos deseando que vuelva a aparecer en escena. 

Natxo Nuñez, como Frederick Frankenstein.
Nuñez, sólido y entregado, me resultó una agradabilísima sorpresa, ya que no le conocía. Frederick resulta agotador como personaje, ya que practicamente se encuentra en escena toda la función, teniendo muchos números musicales por delante, y no pocas escenas habladas. Nuestro actor supo dosificarse de forma muy inteligente, llevando a cabo un trabajo vocal impoluto, y un contenido trabajo actoral que le va estupendamente al personaje. La voz es bella y bien timbrada, cargada de musicalidad, y cumple sin problema con las exigencias musicales del personaje. En la parte actoral, lacónico y muy seguro, dota de gran entidad a un papel nada fácil, llevado a cabo con gran desenvoltura y pasmosa facilidad. 



Conjunto perfecto en una obra difícil, en la que se debe cantar y bailar a un nivel considerable, así como dominar el claqué. Todos los componentes del coro se mueven como pez en el agua, y los diferentes papeles cantados se ven perfectamente servidos. Es destacable el "Wellcome to Transylvania" cantado a capela de forma absolutamente espectacular, así como "Puttin´On The Ritz" con su correspondiente bajada de escalera, y de brillante resolución. Resultan muy cómicos como transilvanos de pocas luces, resultando el complemento perfecto a la trama. 

Julio Awad al frente de la orquesta ofrece una lectura más cercana a la de Broadway que a la de Londres en los arreglos, de gran elegancia y con gran sabor teatral. Awad controla los tiempos a la perfección, llevando a cabo una lectura trepidante, y de gran efectismo escénico en algunos momentos, especialmente la escena en la que El Monstruo vuelve a la vida. Awad con gran experiencia en musicales, saca toda la chicha posible a un partitura en la que hay que saber exprimir  la espectacularidad que ofrece, y mantener el indudable sabor clásico que destila, algo que sin duda nuestro maestro consigue, aligerando muchísimo el espectáculo, siendo consecuencia de ello que se nos pase en un suspiro la función y que en ningún momento decaiga a nivel musical. 



Esteve Ferrer dirige el espectáculo saliendo airoso y metiendo en cintura una función de gran complejidad, donde las transiciones, y el ritmo son cruciales para que el resultado sea el óptimo. Ferrer opta por una propuesta frenética en el texto, que resulta adecuadísima, en la que los chistes se encajan de forma correcta, algunos de ellos pasado por el tamiz cañí, para hacerlos mas asequible al público patrio, y respetando los momentos mas míticos de la película original, no nos olvidemos que muchos, entre los que me incluyo, nos sabemos los diálogos de memoria. Cada actor se mueve en un código muy específico y muy bien definido, que se complemente perfectamente dentro del conjunto, y muestra un trabajo muy detallado en las pequeñas pinceladas con las que sazona el texto. Se nota que ha dejado hacer a sus actores, que disfrutan mucho en sus respectivos papeles, aportando cada uno detalles suyos que enriquecen mucho las interpretaciones. Ferrer conoce bien el material que tiene entre manos y sirve una función en la que la comedia basada en el gag físico tiene mucha importancia, y donde ni un solo texto se dice de pasada, siendo el resultado divertido, ágil y muy fresco. 
Las coreografías corren a cargo de Montse Colomé, siendo muy adecuadas y en algunos casos notables, como en el anteriormente citado "Puttin´On The Ritz".
Felype de Lima encargado de la escenografía y de los figurines, ofrece un espacio escénico funcional, y quizás menos inspirado que el de "La Familia Addams", a este nivel, reconozco que me gustó más la propuesta londinense, basada en unos efectivos telones pintados, que daban un sabor muy especial al espectáculo, resultando la propuesta de Madrid un poco mas impersonal en ese aspecto. Juanjo Llorens cumple con las luces dentro de la calidad a la que nos tiene acostumbrado, moviéndose el espectáculo siempre en nivel alto a pesar de los "peros" que planteo, y que no son relevantes.




En resumen, "El jovencito Frankenstein" no engaña, nos da exactamente todo lo que tiene, es decir, humor, buena música, un espectáculo vistoso, y una agradabilísima velada de teatro musical, que se deja ver sin complicaciones, y de forma más que placentera, y con un correcto acabado que no hace más que confirmar que los musicales han venido para quedarse de forma definitiva en nuestras carteleras.


 

 *Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible. 

** Como nota aclaratoria decir que las fotos que acompañan esta crítica no se corresponden en su totalidad al elenco al que se hace mención.

Me gustaría dedicar esta crítica a la memoria de Carol Channing, la gran diva de Broadway que hoy 15 de enero de 2019 nos ha dejado. Bye Bye Dolly!!