Desde La Platea, os deseo una feliz navidad, y un maravilloso año 2016!!!
Desde la platea, os cuento lo que mis ojos ven, mis oídos escuchan y mi alma siente.En este espacio encontraréis un poco de crítica teatral, una pizca de nostalgia, y un mucho de amor a las artes escénicas. Si os gusta el teatro estáis en vuestra casa
jueves, 24 de diciembre de 2015
martes, 22 de diciembre de 2015
La Viuda Alegre El Musical, La Delgada (Pero Abismal) Línea Roja Entre Dos Géneros.
La Viuda Alegre es una de mis operetas favoritas, muy por encima de El Murciélago y casi a la par con Giuditta. La Viuda tiene un encanto especial, al menos para mi, recuerdo la mítica grabación dirigida por Ackermann con Gedda y Schwarzkopf en sus principales roles, que acabó practicamente rayada de tanto como la escuché. Después de esa he escuchado muchas Viudas, pero siempre será mi preferida, y todavía de vez en cuando le doy un repasito que me suele poner de muy buen humor.
La obra de Lehár no es fácil de ver en España, la única vez que había visto La Viuda en directo, fue en producción de la Compañía Lírica Española a finales de los 90 con Milagros Martín y Rafael Coloma como Hanna y Danilo respectivamente, no tengo constancia de que después de aquella producción se volviese a poner en pie en nuestros escenarios, ni en español ni en el alemán original.
Os podéis imaginar que siendo yo tan devoto de la opereta, cuando hace unos años empezaron a sonar campanas de una producción de La Viuda Alegre, con Paloma San Basilio como protagonista empecé a ilusionarme con la posibilidad de que esta obra se viese en nuestro país. Aquel proyecto se paralizó, y unos años después parece ser que resurgió, con Natalia Millán a la cabeza, intuyo yo que aquella producción y esta debían tener mucho en común, ya que gran parte del equipo creativo era el mismo, y el material promocional es muy parecido.
Cuando la producción que esta crítica ocupa se estrenó en el Arriaga de Bilbao, tanto me llamaba la atención, que casi me da un arrebato y me escapo a verla allí, pero supuse sin equivocarme que la veríamos en Madrid, así que me armé de paciencia y me puse a esperar. En cuanto salieron a la venta las entradas para los Teatros Del Canal, me saqué un sitio estupendo para verla en condiciones y no perderme detalle.
Varias cosas quiero plantear ante esta producción, la primera, los cantantes que forman parte de este espectáculo no tienen culpa del criterio seguido por la dirección artística, por tanto mi crítica será hacia ellos como cantantes líricos cuando corresponda o cantantes de musical cuando así toque. No sería justo usar un único criterio dado el heterogéneo elenco de la producción.
Lo segundo, es que esta Viuda se nos ofrece como un cambio de código del género de la opereta acercándolo al musical, algo que yo ya sabía cuando la fui a ver, y que os prometo que no me hizo ir con la escopeta cargada, muchas veces he dicho que soy espectador desprejuiciado, y si las cosas se hacen bien, no pongo pegas ni me cierro a nada, pero amiguitos en este caso, el error de bulto es tal, que no tengo mas remedio que plantear que mejor no tocar las cosas y dejarla como están.
Lo tercero, convertir en musical una obra puramente lírica no quiere decir reducir orquesta y presentar unos arreglos en consonancia con los cantantes que estén en el elenco. Para que funcione correctamente, se debe reestructurar completamente la obra empezando por la orquestación (no el número de instrumentos, ojo) para continuar ensamblando voces que no son para cantar repertorio lírico a dicha orquestación, y finalmente hacer que la obra en conjunto resulte equilibrada y coherente, un ejemplo de lo que planteo es el Hot Mikado que con tanto éxito se representó en Londres en los años 90. Aquí se ha tirado por lo fácil, se han recortado instrumentos, se ha arreglado con mas o menos tino, pero en líneas generales de forma muy ramplona, los números y para de contar. El resultado es raro, las melodías están cojas y los pobres cantantes hacen lo que pueden, sin lucirse debidamente dado el pobre material musical hecho con muy poco sentido teatral y sin pensar en las características vocales de cada uno. Finalizar un número en octava baja no es un arreglo señores, seamos conscientes de ello. Recitativos y concertantes, resultan, permitidme el chiste desconcertantes, y suenan francamente feos, no por mal cantados, ojo, sino por mal arreglados y por quedarse corto musicalmente hablando. Lamento ser así de duro pero la versión de Jordi López a este nivel, es muy insuficiente, quitando brillo y frescura a la partitura de una forma estrepitosa.
Lo tercero, convertir en musical una obra puramente lírica no quiere decir reducir orquesta y presentar unos arreglos en consonancia con los cantantes que estén en el elenco. Para que funcione correctamente, se debe reestructurar completamente la obra empezando por la orquestación (no el número de instrumentos, ojo) para continuar ensamblando voces que no son para cantar repertorio lírico a dicha orquestación, y finalmente hacer que la obra en conjunto resulte equilibrada y coherente, un ejemplo de lo que planteo es el Hot Mikado que con tanto éxito se representó en Londres en los años 90. Aquí se ha tirado por lo fácil, se han recortado instrumentos, se ha arreglado con mas o menos tino, pero en líneas generales de forma muy ramplona, los números y para de contar. El resultado es raro, las melodías están cojas y los pobres cantantes hacen lo que pueden, sin lucirse debidamente dado el pobre material musical hecho con muy poco sentido teatral y sin pensar en las características vocales de cada uno. Finalizar un número en octava baja no es un arreglo señores, seamos conscientes de ello. Recitativos y concertantes, resultan, permitidme el chiste desconcertantes, y suenan francamente feos, no por mal cantados, ojo, sino por mal arreglados y por quedarse corto musicalmente hablando. Lamento ser así de duro pero la versión de Jordi López a este nivel, es muy insuficiente, quitando brillo y frescura a la partitura de una forma estrepitosa.
Por último los cortes, que en esta producción llegan a lo inaceptable, volviendo a encontrarme con una sucesión de números hilados por dos frases y poco mas. Entiendo que La Viuda Alegre no es El Rey Lear, pero es que los personajes están tan esquematizados, por no decir cercenados, que no tienen practicamente ningún interés dramático, una obra que dura casi dos horas y media se ha quedado en una y media escasa, con eso está todo dicho. Entiendo que se puedan pulir los libretos, no solo lo entiendo sino que lo defiendo, pero de ahí a directamente anularlos va un trecho, y la escabechina que se ha cometido con el texto es inadmisible, la versión y traducción viene firmada por Enrique Viana.
Por tanto entiendo que La Viuda Alegre se puede retocar, incluso se puede convertir en un musical, no me cierro a ello, pero hacerlo no es juntarse tres personas y decidir de forma arbitraria cortar todo el texto, cambiar la partitura sin sentido aparente, hacer una nueva traducción, por cierto no muy afortunada, y finalmente elegir un elenco mixto entre lo lírico y el musical aportando todavía mas confusión a lo antes expuesto, o todos moros o todos cristianos, porque si no la cosa no funciona, como lamentablemente ocurre en esta producción.
Dicho esto voy con los artistas.
Como la mayoría de los personajes de la función están tan recortados, o simplemente integrados en el coro, iré al cuarteto protagonista, que son los únicos que se libran de la orgía de la tijera, aunque si bien es cierto reducidos a la mínima expresión.
Guido Balzaretti, tenor, como Camille de Rosillon.
Correctísimo, con una bonita voz de tenor, cierto es que no muy grande y un tanto metálica, pero que manejó a la perfección en un claro código de musical, con los consabidos giros que el género requiere, ofreciendo una creación vocal de mucho gusto, estupendo fraseo, y con momentos de mucho lucimiento, a pesar que la microfonación tan poco adecuada está continuamente intentando arruinarle el trabajo. Balzaretti sale airoso especialmente en el bello duetto final con Silvia Luchetti, uno de mis momentos favoritos de la función, que resultó uno de los mejores momentos de la velada. Actoralmente está estupendo, dando perfectamente la galanura que Rosillon requiere, pero el personaje está tan poco desarrollado que no se nos explica ni lo que ocurre con el cuando se arregla el enredo, así que bastante chicha saca el pobre para lo que queda de su personaje en la versión final.
Silvia Luchetti, soprano, como Valencienne.
Estupenda, con una técnica mixta entre lo lírico y el musical. Luchetti es una de las que mas se luce gracias a que se encuentra en el código correcto que La Viuda Alegre necesita, al menos en esta versión. De brillante y fácil agudo, tiene momentos de gran lucimiento en concertantes y apartes, cantados con mucho sentimiento. Hay problemas en la dicción, y con ello volvemos a hablar de la ausencia de un diseño de sonido, a Luchetti la vi en Sonrisas y Lágrimas correctamente microfonada y se la entendía absolutamente todo lo que cantaba, por tanto tengo mis dudas sobre la si la cantante tiene problemas, resulta difícil discernir ante un sonido tan deficiente. Actoralmente está delicadita como una porcelana y mas que correcta, aunque al igual que su compañero Balzaretti el personaje está tan recortado que no tiene practicamente nada que no sea cantar.
Antonio Torres, barítono, como el Conde Danilo.
Triunfador de plano de la noche, el único plena y felizmente lírico de todo el elenco principal, y el único que se luce como la obra lo permite, ya que sus cantables practicamente no han sido tocados, o al menos así se percibe. De fácil y brillantísimo agudo, Torres sirvió una magnífica función que evidencia todavía mas, el error de enfoque de la producción. Los momentos mas complicados del personaje, escrito en una tesitura ciertamente aguda en algunos pasajes, Torres los controla sin el menor problema dotando de mucha espectacularidad a sus intervenciones, de mucha intensidad lírica en los dúos y estupenda ligereza, en el mejor número del espectáculo, el celebérrimo septimino, muy bien enfocado a todos los niveles. Actoralmente está perfecto, trabajando a medias entre el galán y el calavera, en un código muy acertado la mar de gratificante.
Natalia Millán, soprano, como Hanna Glawari
Le ha tocado a Millán un toro bravo, y el peor tratado musicalmente por parte de la versión de Jordi López. Vayamos por partes, ciertamente el papel no le va vocalmente, pero si de una apuesta personal de en este caso Emilio Sagi se trata, con mas motivo debe ser mimada para que salga airosa de la función. Cuando el papel está correctamente transportado a su estilo y tesitura funciona sin problemas, como es en el caso de la Canción de La Ninfa, en la que hay un trabajo estupendo de adaptación musical, el resto de los arreglos van en su contra desde el principio hasta el final de la función, haciendo Natalia un esfuerzo realmente encomiable por solucionar los múltiples problemas que la partitura presenta. Millán cumple, pero no se puede lucir tal y como ella acostumbra hacerlo, por culpa de la deslucida visión musical del personaje. Actoralmente está fantástica luciendo poderío desde que sale a escena y demostrando lo bien que controla el escenario desde todo ángulo.
Conjunto absolutamente maravilloso, completísimo tanto cantando y bailando, con momentos mas que comprometidos en ambas disciplinas y que realmente impactan por su calidad. Musicalmente ofrecen un trabajo matizadísimo y muy bien pensado, pero como viene siendo la tónica de la función, les arruina el nefasto sonido. Conozco muy bien La Viuda Alegre, y distingo perfectamente las dificultades vocales para el coro, y me parece tremendamente injusto que no se les equipare en sonido al resto del elenco, un conjunto de este nivel debe ser valorado en su justa medida, algo que parece ser que en esta producción no se ha calibrado lo suficiente. Un diez para todos ellos, dado el altísimo nivel de lo que ofrecen y la dificultad de su trabajo. Pocos artistas tan completos tenemos sobre nuestros escenarios.
Ensamble De La Orquesta Sinfónica Verum dirigida por Jordi López, con problemas, el primero de todos, son doce, pues que queréis que os diga, suena poco, y si a ello le añadimos la poco afortunada dirección de la batuta, pues mejor no seguimos. López sirvió una Viuda descafeinada, de extraños tiempos, un vals llevado a ritmo de gallop y un gallop llevado casi casi a ritmo de vals, poca chicha, poco brillo y con una extraña lectura alejadísima de lo que una opereta debe ofrecer, no vi la burbujeante música de Lehár por ningún lado, y aunar foso con escena le costó un triunfo en los concertantes, resultando el sonido nada homogéneo, y lo que es peor de todo desvaído y tristón.
Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Uno de los aciertos de la producción sin lugar a dudas. Emilio Sagi ofrece una función de una belleza exquisita, apoyada en la mas que brillante escenografía de Daniel Bianco que dota de un empaque inusitado la soberbia propuesta estética del espectáculo. Sagi acierta transportando en el tiempo La Viuda Alegre hacia los años 20, donde el glamour campaba a sus anchas.
Mas allá de estas disquisiciones, Sagi dota de gran dinamismo a la producción, y consigue que se nos haga entretenida, pero claro, debido a los cortes el espectáculo dramaticamente es tan endeble que no acaba de enganchar y resulta excesivamente superficial.
Las luces de Eduardo Bravo son una auténtica belleza que remarcan todavía mas el glamour que envuelve todo lo que ocurre en escena.
Mención especial para las coreografías de Nuria Castejón muy atinadas en todos los números incluido el bellísimo cambio de cuadro final en el que el palacio de Hanna se convierte en Maxim´s de una forma elegantísima y de gran fuerza visual.
Los figurines de Renata Schussheim son otra de las estrellas de la función que visten de forma impecable a toda la producción.
En resumen un propuesta irregular por algunos errores de bulto muy notorios, achacables a la dirección artística y a la dirección musical(arreglos incluidos) que lastran profundamente un espectáculo de belleza exquisita, y un planteamiento interesante si se hubiese ejecutado con el suficiente tino. A pesar de los problemas que la función tiene, reconozco que me lo pasé bien, y supongo que la mayoría del respetable también. Pero si soy honesto, como siempre lo soy, debo reconocer que esta Viuda Alegre, está muy alejada de lo que La Viuda Alegre es, incluso aunque de la versión musical se trate, ya que si bien la opereta es la precursora del musical como género, los códigos, los estilos y las técnicas son de una diferencia abismal, por tanto la delgada línea roja que los diferencia no es tan delgada, como en este espectáculo tan patente queda.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
*Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible
sábado, 12 de diciembre de 2015
Rigoletto, Nucci Triunfa En El Real (Otra Vez)
Rigoletto es una de las óperas que mas he visto en directo, ya se sabe que es una de las partituras mas conocidas del Genio de Busetto. He dicho muchas veces que no soy espectador snob, que lo que me gusta, me gusta mas allá de su popularidad o lo trillado que esté y que me hacen cierta gracia los que desprecian el gran repertorio con elitista superioridad. Si uno ya ha visto suficientes Rigoletto como para esta vida y la que viene, nada mas fácil que no ir a verlo y santas pascuas, pero eso si, criticar al que le gusta, tildarlo de rancio y decir que no tiene interés, además de ser un discurso mas bien destructivo que constructivo, obvia una serie de cuestiones que no deben pasarse por alto. Este repertorio es necesario para atraer a nuevos públicos, llenar teatros y crear afición, que mas adelante ya se decantará por el tipo de ópera que mas le gusta, y que si tiene memoria lo suficientemente objetiva, recordará el día de mañana que Traviata, Rigoletto, Turandot y Tosca, en algún momento le acercaron al mundo de la ópera y le enseñaron a apreciar la belleza del instrumento mas sublime que existe que es la voz humana.
A mi me encanta ver el gran repertorio, me lo paso bomba, y no me parece mal que se hagan concesiones al mismo en los mas importantes templos de la lírica, el equilibrio es la base de toda programación teatral estable, y eso en Madrid no es algo que se prodigue en exceso, para muestra el próximo Bicentenario del Real, en el que un despliegue sin precedentes de mas de 40 óperas, solo lleva a cabo 9 títulos de los grandes.
Ante esta situación bienvenido sea este Rigoletto, y bienvenido sea el odiado y adorado a partes iguales Leo Nucci en su papel mas conocido. Ante la figura de Nucci poco se puede decir que no se haya dicho ya, en mi humilde opinión, el bueno de Leo le da al público lo que quiere, controla muy bien el pulso dramático de las óperas, y consigue dotar a sus representaciones un aire épico que hoy en día no es fácil conseguir. No es el mejor cantante del mundo, ya está en el ocaso de su carrera, pero sin ninguna duda es un gran artista que trasciende mas allá de lo musical, porque Nucci llega, y eso algunos no se lo perdonan, pero que me digan a mi que barítono supuestamente verdiano actual le puede hacer sombra al de Bolonia, yo creo que ninguno para que engañarnos.
El pasado día 6 disfruté de Rigoletto en primer reparto en el Teatro Real, iba con grandes expectativas y salí encantado, y sobre todo después de lo vivido esa noche, de ver la respuesta del público, y de la velada tan estupenda que pasé, mi opinión sobre Rigoletto, el gran repertorio y Leo Nucci no pudieron salir mas reforzadas como iré contando en esta crítica.
Rigoletto, ópera estrenada La Fenice el 11 de marzo de 1851, y denominado como "Melodramma In Tre Atti" forma parte de la Trilogía Popular de Verdi, y es una de las obras mas famosas de todo el repertorio operístico. Rigoletto sigue siendo una ópera que funciona por varios motivos, entre ellos su estupenda concepción del drama, tan bien tramado y muy moderno en su estructura para la época. Otro punto a tener en cuenta es sin duda la música, que se caracteriza por lo atmosférica de la misma especialmente en el tercer acto, el brillo de la mayoría de sus pasajes, y lo bien integrada que está en la acción dramática, donde la partitura es un instrumento para el desarrollo de los personajes y definir su psicología, mas que un mero lucimiento para los cantantes. Si a todo esto le añadimos un atroz crítica política y social que nunca viene mal, pues ya tenemos en la coctelera todos los elementos necesarios para que la fórmula funcione sin el mas mínimo problema.
Estos conceptos tan obvios hoy en día, en su momento fueron una revolución y mas de un disgusto le costaron a Verdi tanto con la censura como con la crítica de la época. Ni que decir tiene que fue un exitazo sin parangón y que todavía a día de hoy se mantiene como uno de los ejemplos mas sólidos de ópera bien tramada, bien escrita y que ofrece todo aquello por lo que los amantes de la ópera la amamos.
Vayamos con el elenco, con sus mas y sus menos, pero aceptable en general.
Comprimarios correctos, sin nada destacable a no ser la ligeramente destemplada Giovanna de María José Suárez, que no acabó de redondear sus intervenciones de forma correcta.
Fernando Radó, bajo, como Monterone.
Insuficiente por varios motivos, falta entidad en la voz como para transmitir el dramatismo que sus intervenciones deben destilar, así como la importancia de lo que dice. Escénicamente excesivamente joven y muy poco caracterizado, por tanto la pobre interpretación vocal encima se ve desfavorecida en lo actoral. Monterone requiere de un cantante experimentado y con un gran peso vocal para que funcione como debe funcionar. Radó pasa completamente desapercibido en todas sus intervenciones.
Justina Gringyte, mezzo-soprano, como Maddalena.
Muy justa si se me permite el chiste, escasa de volumen, prácticamente no se la escuchó durante todo el cuarteto, y con una línea de canto bastante deficiente. Maddalena es un personaje que me gusta mucho, y que pocas veces es cantado con la eficacia necesaria, siendo en este caso un ejemplo mas de secundario poco cuidado. Gringyte pasa sin pena ni gloria, exactamente igual que Radó en su Monterone.
Andrea Mastroni, bajo, como Sparafucile.
La sorpresa de la noche señores. Sparafucile es un personaje que me fascina, su duetto con Rigoletto es uno de mis momentos favoritos de la función, y sus tenebrosas intervenciones siempre me saben a gloria. Mastroni despliega poderío vocal, haciendo lo que quiere con un mas que interesante instrumento, de prodigiosa técnica, imponente volumen, y mas que bien resueltos finales de frase. El siempre efectista mutis del anteriormente citado duetto estuvo esplendorosamente servido, y ofreció un espléndido tercer acto, en el que se imponía ampliamente sobre la mayoría de sus partenaires escénicos.
Olga Peretyatko, soprano, como Gilda.
Había leído auténticas barbaridades sobre esta mediática soprano, y la verdad es que me sorprendió para bien. Peretyatko no es la voz del siglo que duda cabe, pero la encontré correcta, con un bello timbre, y decente emisión a excepción del tercer acto, donde no se la escuchó absolutamente nada, hasta el dúo final con su padre. El final del celebérrimo "Vendetta", fue obsequiado con dos sobreagudos (debido al bis) de gran efecto, aunque un tanto forzados en mi entender, abiertos y atacados de forma ciertamente vacilante en cuanto a la afinación pero que el respetable braveó de forma muy notoria. Sirvió un mas que correcto "Caro Nome", con bonita coloratura, y muy sensible. Normalmente me aburro mucho en esta aria ya que la tengo tan oída que desconecto al segundo trino, algo que no me pasó en absoluto con Peretyatko. La soprano rusa dio lo mejor de si misma en el dúo final con Rigoletto, que realmente me conmovió dotando de gran lirismo a uno de los momentos mas bellos de la función.
Actoralmente ni huele a la sufridora Gilda, no hay el necesario recorrido que el personaje tiene, y la niña que empieza la función, no se convierte en la mujer que es después del rapto. Simplemente está bella, sensible y dulce desde que empieza hasta que acaba, superficial como "el ala aleve del leve abanico" del poema de Rubén Darío .
En líneas generales sirvió una correcta interpretación vocal, y me pareció una digna Gilda, alejada del desastre que algunos plantean, con momentos muy disfrutables y algunos mas que estimables. Fue rotundamente ovacionada por un público entregadísimo.
Stephen Costello, tenor, como Duque de Mantua.
De lejos el peor del elenco, con un escasísimo volumen, cantando en un italiano digno de su Filadelfia natal, y con serios problemas en la línea de canto. Nulo legatto en el bello dúo con la soprano que Costello destrozó con su mínima expresividad y falta de gusto cantando. Deslucidísimo "Questa o Quella" soporífero de principio a fin y que apenas despertó las emociones del respetable. El papel no le va en absoluto y el feo paso de la voz que tiene todavía desluce mas su interpretación, por lo demás apretadísimo de principio a fin, y en completa disonancia con el resto del elenco ya que uno se plantea que pintaba este señor en esta producción. No me dijo absolutamente nada, me aburrió soberanamente y me dejó mas frío que a un besugo en la pescadería.
Leo Nucci, barítono, como Rigoletto.
No voy a decir nada de Nucci que no se haya escrito ya, pero no queda otra. Lo primero decir que Nucci no es la ortodoxia pura precisamente cantando, portamenta y la voz no tiene el brillo de antaño, pero amiguitos, es un animal escénico que fascina al respetable, a mi incluido, y que llega por su esforzada entrega y pasional interpretación, se le puede achacar la falta de matices y lo que arriba narro, pero Nucci es un fenómeno que va mas allá del purismo musical. Puso el teatro patas arriba dos veces, al final de un espeluznante "Cortigiani" y al final del "Vendetta", que bisó como mandan los cánones, y que llevo al delirio a un Teatro Real entregado como pocas veces he visto. Yo creo que algunos no soportan a Nucci porque da espectáculo, y mucha chicha dramática al que posiblemente sea el Rigoletto mas importante de los últimos 30 años. Yo solo puedo decir que disfruté como un loco, sentí estar viviendo algo histórico en el bis, a pesar de lo previsible del mismo, y me emocioné en el soliloquio del primer acto como hacía mucho que no lo hacía en un teatro de ópera.
Nucci hace su Rigoletto, personalísimo, quizás alejado del que Verdi planteó, pero llega, y enloquece al público, y solo por eso ya merece respeto, y en mi caso admiración.
Supongo que no volveré a ver a Nucci en este papel, por la edad del divo es evidente, pero lo que si tengo claro es que algún día diré... Hace muchos años vi a Nucci en Rigoletto, y se me erizará el pelo de la nuca, y si alguien me está escuchando en ese momento dirá, ¡que suerte has tenido!
Coro Titular del Teatro Real estupendo, con una mas que eficiente dirección, en una inteligente lectura del material que Verdi compuso. El coro de cortesanos de Rigoletto es pretendidamente vulgar, y así lo plasmó Verdi en una encubierta crítica hacia la zafiedad que envuelve ciertos estratos sociales. El Coro del Real da perfectamente esa intención en sus intervenciones, y realmente impactan en algunos momentos del primer acto. Estupenda por tanto la masa coral del Real, como suele ser habitual en ellos.
Maravillosa dirección musical por parte de Nicola Luisotti, que solo pecó de un excesivo volumen en algunos pasajes, pero que en líneas generales ofreció una dramática y atmosférica lectura, especialmente en un espectacular tercer acto, en el que la orquesta durante todo el cuadro de la tormenta fue uno de los mas importantes elementos de la función.
Vayamos ahora con la propuesta escénica:
La producción viene firmada por David McVicar, muy negra, muy sucia y muy fea. Me explico, pase que Rigoletto hable en líneas generales de las mas bajas pasiones del ser humano, pase que denuncie la decadencia de los nobles, y pase que se mueva entre burdeles y asesinos. Pero eso no justifica que todo se desarrolle en una estructura metálica roñosa, de indigesta movilidad, que la casa de Rigoletto parezca salida de Mad Max, y que durante el último acto le apetezca a uno sacar una linterna para ver si es capaz de vislumbrar algo de lo que ocurre en escena, todo es deprimente y mugriento, reconozco que la estética excesivamente feísta ya me empieza a aburrir, por manida y excesivamente vista.
La escena de la bacanal con la que empieza la ópera está muy embarrada siendo una amalgama de personajes que cantan sin ton ni son y que nos cuesta diferenciar en escena y que hace que el espectador neófito no entienda nada de lo que está pasando.
La producción no aporta nada que no se haya contado antes, y se parece sospechosamente a la producción del MET con Domingo, Cotrubas y MacNeil de finales de los 70.
Es decir una poco inspirada propuesta escénica, que no molesta y permite que se siga el drama sin giros extraños. Rutinaria e impersonal a partes iguales sin nada destacable o sorprendente.
En resumen un propuesta recomendable por lo que supone ver a Nucci en directo, máxime teniendo en cuenta que no creo que siga cantando muchos años mas, al menos de forma aceptable como lo está haciendo todavía. Verdi nunca falla, Rigoletto nunca falla y si quieres animarte a empezar con esto de la ópera sin duda esta producción es la ideal. Si eres aficionado y disfrutón, como yo lo soy, lo pasarás genial. Está siendo todo un éxito de público, algo que me alegra, y que deja bien claro que en el Real la gente echa de menos estos títulos, y que lo agradece mucho cuando los programan.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
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