Desde la platea, os cuento lo que mis ojos ven, mis oídos escuchan y mi alma siente.En este espacio encontraréis un poco de crítica teatral, una pizca de nostalgia, y un mucho de amor a las artes escénicas. Si os gusta el teatro estáis en vuestra casa
miércoles, 28 de octubre de 2020
"Chispis", Esas Heroínas Nuestras De Cada Día.
martes, 13 de octubre de 2020
"Para Hacer Bien El Amor Hay Que Venir Al Sur", Lo Zafio No Tiene Ninguna Gracia.
Todo esto que cuento viene a colación de "Para hacer bien el amor hay que venir al sur" Jukebox con las canciones de Raffaella Carrá como nexo de unión, que vi ayer en La Latina, y que reconozco que me dejó literalmente ojiplático, por el bajísimo nivel del espectáculo, especialmente en su libreto, así como por lo zafio de su planteamiento, digno de una revista de tercera de La Transición, si, aquellas revistas que se cargaron el género, precisamente por todo lo que más arriba planteo.
"Para hacer bien el amor hay que venir al sur", musical con libreto de Ricard Reguant, y de nueva creación, se estrenó la semana pasada en La Latina, y resulta difícil extraer cualquier tipo de opinión positiva del material literario con el que se parte. La historia, por decir algo ya que se queda en anécdota, nos cuenta la creación de un musical, en el que los avatares amorosos de tres chicas sirven como pretexto para ir desgranando los temas más emblemáticos de la Carrá, metidos con desigual fortuna en el argumento, y sin duda con un aire apresurado, y de producto oportunista que deja un poso frustrante en el espectador, que asiste atónito a semejante despropósito teatral.
Todos los tópicos del landismo, y por que no, Pajares y Esteso, en su vertiente más gruesa se encuentran en una obra, en la que prima el lenguaje soez, la situaciones escénicas sin sentido ni coherencia, y en la que además se nota a la legua que se han ido añadiendo escenas sin ton ni son, para llegar a la hora y media que dura el espectáculo. El speech político al estilo del Club de La Comedia es un ejemplo palmario de lo que planteo, uno de los tantos pegotes que uno se encuentra a lo largo de todo el texto, pero que en este caso todavía canta más, dado que no tiene absolutamente nada que ver con el resto del espectáculo. Todo pasa por una genitalidad excesiva, un control admirable de los vulgarismos con los que se conoce el aparato reproductor humano, un cansino subrayado de todo lo que tiene que ver con lo verde, y un nulo interés teatral, de personajes monolíticos, arquetípicos, y con cero chicha teatral, con excepción de Lucas, uno de los pocos que se salvan de la quema. A esto hay que añadir un falso discurso en el que se plantea el feminismo como una mujer diciendo procacidades, y que como no puede ser de otra manera según los cánones más machistas, acaba siendo lesbiana, junto con un estereotipo homosexual, rancio y ofensivo, en el que la figura de la loca, persiguiendo penes como un poseso en un mutis, me retrotrajo a tiempos tristes y por suerte pretéritos. El texto además de reaccionario, falsamente envuelto en cierto aire de modernidad, es rancio, y los chistes sobados hasta la saciedad no funcionan, os prometo que en la función se dicen cosas que ya en mis tiempos de colegio eran chascarrillos habituales en el recreo.
Ante semejante despliegue os aseguro que soy incapaz de entender como un texto de tan bajo nivel ha pasado los filtros del programador del teatro, que entiendo que no conocía el producto cuando lo contrató, porque no tiene razón de ser un espectáculo de estas características en pleno S. XXI.
Lo primero que hay que decir sobre el reparto, es que es admirable el empeño que tienen por defender la función, en general entusiasta, y entregado, aunque irregular en sus capacidades.
Brilla mucho Javier Enguix, el artista más sólido en lo vocal y actoral de la función, el que mejor cantó, y el que más pillado tiene el papel, excesos de dirección aparte. También Javier Toca como bailarín deja ver su talento, ya conocido para los aficionados, aunque las ramplonas coreografías, de Cuca Pon, no aprovechan su arte lo suficiente. Un par de solos suyos me supieron a gloria, sólido, expresivo y a años luz del resto del elenco. Es notable también el trabajo de Marta Arteta, con buen desplante escénico, buena voz, e interesante en las coreografías, y salvando el tipo en un papel imposible de defender, que afronta con profesionalidad y solvencia. También Tamia Déniz salva los trastos gracias a su elegancia y una afortunada intervención musical. Del resto del elenco destacar la bonita voz de Mikel Hennet, muy mal dirigido en la parte actoral, especialmente como hermano de Lucas, que el pobre no sabe por donde salir del destrozo escénico en el que lo han metido. Más flojas resultaron Raquel Martín, francamente anodina, así como Miriam Queba, pasada de vueltas, aunque es cierto que en la breve intervención musical que tiene se encuentra correcta. Entendemos que a la cabeza del espectáculo se encuentra Patricia Arizmendi, resultando insuficiente en todas las disciplinas, floja en la parte actoral, en la que falta naturalidad, pero he de decir en su descargo que es cierto que enfocar según que cosas con sentido es una tarea ímproba. Imposible en lo musical, con una voz de distintos colores según el pasaje que esté cantando, de escasa técnica, y con problemas en la zona aguda, en una partitura que no se caracteriza precisamente por su dificultad.
Vayamos con la propuesta escénica.
Ricard Reguant firma el espectáculo, y lo hace exactamente en misma línea con la que firma el texto. No hay composición de personajes más allá de cuatro pinceladas, ya que los actores, a excepción de Enguix, parecen ser ellos mismos en su versión supuestamente más pizpireta, y "muy arriba" como nos decía un conocido empresario teatral y televisivo cuando quería que estuviéramos energéticos en el escenario. No hay más en lo actoral. Al no haber conflicto en el texto, no hay teatro, solo escenas apenas hiladas, en las que el gag visual mas burdo sirve para apoyar al texto. No sé las veces que los chicos se señalan la entrepierna durante la función, para que nos quede claro lo que ya deja cristalino el texto. Mucho arrimar cebolleta, mucho Benny Hill, chicas en bikini y tacones, mucha lentejuela, y poco más. Solo cuatro obviedades de sal gorda que se repiten durante todo el espectáculo, y sopor, mucho sopor en una hora y media que se nos hace eterna.
El colmo del despropósito llega ya al final del espectáculo, en el que sin pudor ninguno se repite el número con el que da inicio el musical, una vez más por aquello de alargar la función, y justificar el precio de la entrada, para luego incluir el medley de rigor en el que se nos vuelven a cantar todas las canciones del espectáculo.
Es muy triste ver que un material atractivo como son las canciones de la Carrá se vean tan mal tratadas a nivel escénico, en un producto oportunista, y que no tiene ninguna otra aspiración más que el hacer caja, algo por otro lado respetable, siempre y cuando se mantengan unos mínimos escénicos que a todas luces aquí no se cumplen. La música enlatada, algo que parece ser la tónica ultimamente, y una escuálida escenografía en la que un telón viste el escenario junto con una bola de discoteca, y poco más, son el envoltorio del espectáculo. Si seguimos por este camino, ya iniciado de nuevo con el Jekyll del Canal, nos cargamos el género, ojito, que esto ya ocurrió en el anterior boom de los musicales, con una salvedad, ya hemos visto muchos musicales en nuestro país, y los espectadores somos conscientes de que el "todo vale", YA NO VALE.
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martes, 6 de octubre de 2020
"As One", Sobre La Búsqueda De La Identidad
La transexualidad en el teatro, aunque ha sido tratada alguna vez, es una asignatura pendiente que necesita de mucha visibilidad y normalización, tal y como se hace con la homosexualidad. No siempre se entiende bien lo que significa ser transexual en nuestra sociedad, así como las trabas y agresiones que las personas trans sufren a diario. A este respecto es necesaria una conciención y hacer entender en que consiste y los problemas con los que se encuentra un colectivo maltratado y mal entendido a partes iguales. Si nos vamos al mundo de la ópera, todavía son más escasos los títulos en los que se aborda el tema de forma directa, por tanto cuando descubrí que se iba a presentar en Las Naves del Matadero una ópera que mostraba el asunto de frente y sin tapujos, automaticamente me interesé por "As One", título pionero, y que resulta interesante desde todo ángulo. El teatro es un reflejo de nuestra sociedad, posiblemente aumentado, pero certero, de los problemas que tenemos, y de aquellas situaciones que por el motivo que sea o bien no están superadas, o no se hablan de forma abierta. Por tanto el hecho de hacer una ópera, género tan cercano al movimiento LGTBIQ+, hablando de las personas transgénero, no solo me pareció oportuno, si no que el elegir la música para abordar un asunto que tiene tanto que ver con el interior de cada uno, me pareció el mejor vehículo para plantearlo. Si hay un arte que refleja el alma humana ese sin duda es la música, y en esta ópera se habla de la sexualidad de la protagonista, pero de lo que realmente se nos habla es de su alma.
sábado, 3 de octubre de 2020
"La Vida Breve", Noche Histórica En La Zarzuela.
Esta noche había algo en el ambiente de La Zarzuela, que hacía presagiar lo ocurrido, se notaba las ganas de disfrutar de la obra de Falla, con el atractivo añadido de ser Ainhoa Arteta la soprano encargada del rol principal en el primer elenco, y mucho más después de sus últimos éxitos cosechados en dicho teatro. Arteta está dando lustre al repertorio español, así como Carlos Álvarez y Jorge de León, también en La vida breve, tres figuras importantísimas dentro de la lírica internacional, que están apostando por la zarzuela, con la consabida proyección que implica tener cantantes de ese nivel haciendo repertorio español. Esperemos que las grandes voces españolas sigan apostando por nuestra música, es de agradecer y muy necesario, dado la crisis del género, y lo poco que se encuentra en nuestras carteleras, con la excepción del Teatro de La Zarzuela, que funciona casi como una burbuja, que a veces no nos deja ver la dura realidad de la zarzuela, cada vez más cerca de su extinción.
"La vida breve" con partitura de Manuel de Falla, y libreto de Carlos Fernández Shaw, denominada como "Drama lírico en dos actos y cuatro cuadros" tuvo su estreno, con enorme éxito, en Niza en 1913, y en España tuvo su estreno en el Teatro de La Zarzuela un año después. Nos encontramos ante una auténtica obra maestra no ya del repertorio español, si no del repertorio universal, en la que Falla, demostró su genio único y personalísimo arte, en una partitura que si bien es cierto, se entiende como una obra de juventud, ya contiene la suficiente madurez como para entenderse como un título imprescindible y muy querido por el aficionado. La obra de gran densidad musical, atmosférica y muy moderna, se mueve por el Impresionismo y el Romanticismo, aunque el asunto y el desgarrador drama que ofrece conecta directamente con el Verismo, tan en boga en los tiempos de su composición, ubicada ocho años antes de su estreno. Fuertemente influenciada por la música andaluza, que se ve muy reflejada en la partitura, nos encontramos con una ópera brillantísima, de enorme intensidad y muy atmosférica en su concepción musical. De forma magistral Falla mezcló los altos vuelos líricos con la música popular, en un equilibrio perfecto y de altísima exigencia para su rol protagónico, que parece más un monólogo acompañado del resto de los cantantes que una ópera al uso. Escrita para mezzosoprano, en no pocas ocasiones es cantada por sopranos líricas o dramáticas, ya que las características musicales de la obra permite lucimiento en sopranos y mezzos. El libreto de Fernández Shaw, basado en un poema suyo, es inferior a la partitura, de asunto simple, y cierta falta de profundidad en los personajes, que ya Falla se encargó de reforzar con su música. Salud, hermosa gitana, enamorada de un señorito no es capaz de soportar el desamor ante la indiferencia de su amado, presentándose en la boda del mismo, que reniega de ella, muriendo nuestra heroína de pena. Así a grandes rasgos se puede resumir la historia, que precisa de una buena lectura desde la perspectiva del regista para tener la suficiente consistencia como para que nos llegue el drama sin quedarse en una historia de corte folclorista sin mucha sustancia actoral.
Vayamos con el elenco.
La función tiene varios comprimarios de diferente extensión, siendo todos correctos en sus respectivos papeles, pero debo hacer una mención especial a Gustavo Peña, como La voz de la fragua, cantada con grandísimo gusto, en un interno, que resultó brillante y de hermosa resolución.
Rubén Amoretti como Tío Sarvaó, y Gerardo Bullón como Manuel.
Amoretti mucho más cómodo que en "La Tempranica" si encontró su sitio en "La vida breve", con un papel corto, pero bien planteado en lo musical, donde pudimos escuchar su voz de bajo en plenitud, gran expresividad y atronador volumen. Bullón solídisimo, y en su línea habitual de cantante experimentado, bien timbrado y de bello color.
Jorge de León, tenor, como Paco.
El papel no da mucho de sí, la verdad, y no deja mucho lugar para lucirse, aunque sus intervenciones fueron de calidad, y con su habitual atronador timbre. De León tiene un hermosos pasaje, y el color cada vez más lírico, se ajusta muy bien al personaje de Paco. Con la voz bien colocada, y sin asomo de la nasalidad acusada en otras ocasiones, cumple perfectamente en el papel, que en voz de un tenor así, resulta engrandecido. Bien implicado en lo actoral, responde a las hechuras del rol sin problema, apoyándose en una presencia escénica rotunda y una gran seguridad.
María Luisa Corbacho, mezzosoprano, como La Abuela.
Corbacho ya me resultó interesante en Amneris, en una Aida, que pude de ver en su ensayo general en el Cervantes de Málaga, y aquí ofrece las mismas dosis de calidad que en aquella ocasión. De enorme volumen, perfecta dicción, y gran expresividad, posee un robusto instrumento de mezzo pura, que no pesa en el agudo, y con gran sonoridad en la zona grave. Resulta muy eficaz en el fraseo, usado de forma inteligente para apoyar los resortes dramáticos del personaje, y sorprende en su primera aparición, realmente atronadora y que ya nos adelanta por donde van los tiros en su trabajo vocal. Muy comprometida en lo actoral (es una tónica de la producción en todos los cantantes), dotó a su personaje de grandes dosis de dramatismo, sin caer en ningún momento en la estridencia, siendo sus mejores momentos los del final de la obra, en un excelente juego escénico que aprovecha de forma muy efectiva, con el que consigue que centremos la vista en su actuación, que aunque secundaria, es muy importante como catalizador del drama.
Ainhoa Arteta, soprano, como Salú.
Inconmensurable, en un papel que le va como un guante, y que le permite lucirse en todas las facetas, especialmente, dado el dulce momento vocal en el que parece encontrarse. La voz, madura, robusta y de impecable técnica, se maneja a la perfección dentro de los vericuetos del difícil material de Falla, sabiendo perfectamente donde se encuentran los momentos puntales de la función, y sin reservarse en ningún momento, pero dosificando de forma admirable el instrumento. La voz plena, bella, redonda en todas las zonas, de color único, resuena plagada de armónicos en la sala, conmoviendo profundamente, cargada de expresividad, y enorme desgarro dramático. Agudos dados a placer, grandes y redondos, fraseo perfecto, dicción impecable, innegable buen gusto cantando, y una magnífico uso del grave de pecho, en el que no pierde volumen, fue lo que marcó su interpretación. La lectura de Arteta es de una pieza, con enorme coherencia y musicalidad de principio a fin, y sobre todo absolutamente conmovedora. Escuchar a Arteta es retrotraerse a tiempos pasados, donde el preciosismo, la musicalidad, la calidad del instrumento, y la solidez, eran características imprescindibles para llegar a ser un solista lírico de renombre. En la parte actoral igual de esplendorosa que la vocal, entregada y arrolladora, a partes iguales, ofrece una Salú de aires enajenados y sensual, que perfila a la perfección la visión del personaje de Giancarlo del Monaco. Mayuscula su primera aparición, con aires de primera actriz, llega al paroxismo en el dúo con Jorge de León, valiente y desprejuiciada a partes iguales. Su trabajo en general destaca por el arrojo y lo esforzado de la composición, que llega al espectador con profundidad y enorme capacidad catártica.
Coro Titular, con Antonio Fauró a la cabeza, mayúsculo. Hoy si vi una función ajustada a todos los niveles, bien entendida, y con más brillo en la masa coral que ayer. El coro titular sirvió de complemento perfecto a la velada, y aunque "La vida breve" no sea una obra en la que el coro tenga muchas intervenciones, si son muy importantes, tanto en el desarrollo de la trama como en la atmósfera pretendida por Falla. A este nivel el trabajo es realmente notable, y se debe reconocer.
Miguel Ángel Gómez-Martínez al frente de la Orquesta de La Comunidad, hoy si que estuvo a la altura de las circunstancias, haciendo un verdadero milagro con la inevitable reducción de orquesta que ya comenté ayer por los protocolos sanitarios. Reducir a menos de 30 músicos una obra como "La vida breve", y conseguir un sonido como el que Gómez-Martínez consigue es una labor titánica, realizada en este caso con esmero, y espectaculares resultados. De gran profundidad en el sonido, y dramática lectura, el trabajo de nuestro director musical, pasa por la teatralidad, el acento perfecto en cada pasaje, y un sonido grande y de espectacular factura. Hoy si vi a la orquesta a pleno rendimiento, y dando todo aquello que puede dar. Es destacable también el estupendo trabajo de concertación que Gómez-Martínez lleva a cabo. La lectura del maestro pasa por una cuidadísima revisión, un trabajo meticuloso, y un amor muy notorio hacia la obra de Falla. Gómez-Martínez mima la obra, y los cantantes con mano eficaz y pulso de hierro.
Vayamos con la propuesta escénica.
Al igual que "La Tempranica" de ayer, la función la firma Giancarlo del Monaco, y antes de comenzar a hablar de su trabajo, hablaré de algo que me parece interesante. Esta "Vida breve" se estrenó hace diez años en Valencia, "La Tempranica" es nueva producción, y viendo las diferencias entre ambas funciones, se aprecia de forma muy vívida la evolución del regista, más mesurada y ordenada en "La vida breve" que en la zarzuela de Giménez, después de la función de hoy, entiendo que su estilo se ha extremado exponencialmente. En cuanto a la función, decir que es todo un acierto de principio a fin, desde la labor actoral con los cantantes, hasta una justificación del libreto, tan difícil de salvar, en la que todo tiene un sentido claro y enriquecedor. Esto que planteo se ve perfectamente reflejado en el dúo, donde se nos explica que la pérdida de la virginidad, es uno de los detonantes de la enajenación de Salú, así como la brillante resolución de la muerte, pocas veces explicada, y que aquí llega de forma lógica al espectador y perfectamente entendible. Seguimos con la apuesta por una estética refinada, en la que el uso del cuadro plástico resulta impecable y de bellos resultados, y el concepto ya planteado en "La Tempranica" de la realidad desde el punto de vista trastornado de la protagonista de la obra con resultados muy superiores a los de la noche de ayer. Del Monaco plantea un poderosos tratamiento del drama, potenciado por unas imágenes impactantes, y unas interpretaciones trágicas en total consonancia con el marcado verismo de la ópera. Las transiciones impolutas, cargan de magia al espectáculo, y toda la función se ve perfectamente acompañada por las insuperables luces de Vinicio Cheli, atmosféricas y potenciadora de las situaciones escénicas. Nuria Castejón se luce en su labor de coreógrafa una vez más, logrando integrar al ballet perfectamente dentro de la historia, con unas coreografías de gran belleza, y en perfecta consonancia con el tono del espectáculo. Mención especial para el espléndido trabajo con los figurines de Jesús Ruiz, muy elegantes, y que reflejan a la perfección la psicología de cada personaje.
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viernes, 2 de octubre de 2020
"La Tempranica" La Mente De María, Produce Monstruos.
Para empezar temporada se ha optado por un interesante programa doble, que por cuestiones pandémicas, se verá representado en días alternos. "La Tempranica" de Giménez, se estrenó hoy, y mañana se estrenará "La vida breve" de Falla, tomando como nexo de unión entre las dos obras su ambiente granadino, y la admiración de Falla por Giménez. La unión de estas dos obras se hace bajo el título de "Granada". La obra de Giménez se lleva a cabo en versión libre de Alberto Conejero. Hay que decir que el programa doble se está interpretando con orquesta reducida, ya que las características del foso del teatro no permiten que la Orquesta de la Comunidad de Madrid pueda encontrarse en su totalidad. La reducción de la partitura ha sido realizada por Miquel Ortega, con gran acierto, justo es decirlo, no es en absoluto fácil adaptar una partitura de la densidad de "La Tempranica" a una orquesta de tan reducidas dimensiones.
"La Tempranica" con partitura de Gerónimo Giménez y libreto de Julián Romea, denominada como "Zarzuela en un acto, dividida en tres cuadros, en prosa", tuvo una gestación y estreno con abundantes anécdotas, siendo la más conocida la expectación que causó su estreno ya que se retrasó mucho. A esto hay que añadir que parece ser que no fue fácil encontrar soprano para el rol protagonista, lo que fue aumentando el morbo hacia la obra, que finalmente vio la luz en el Teatro de La Zarzuela el 19 de septiembre de 1900.
La partitura de Giménez, podemos calificarla de obra maestra y puntal artístico del compositor sevillano, que tanto se prodigó en el género chico, siendo la obra que esta crítica ocupa, junto con "La boda" y "El baile" de Luis Alonso sus obras más reconocidas y populares. "La Tempranica" es una obra sorprendentemente moderna para su época en lo musical, y se combinan, a la forma tan habitual de nuestra zarzuela, los componentes dramáticos con los cómicos, en este caso con una base profundamente folcloristas, basada logicamente en la música andaluza. Es interesante el uso del "leit-motiv" algo poco habitual en nuestra zarzuela y mucho menos en 1900, que nos acerca a la figura de María "La Tempranica" siendo uno de los pasajes más reconocibles de la partitura junto con la célebre "Tarántula", pieza clásica de concierto. También es de gran belleza la romanza principal de la soprano "Sierras de Granada" de difícil ejecución y gran lucimiento dramático. Cabe decir el equilibrio de Giménez a la hora de plantear momentos íntimos de gran lirismo junto con pasajes más ligeros, siendo el contrapunto al drama de nuestra protagonista, los gitanos que ofrecen tipismo a la partitura y un gracejo andaluz, un tanto pasado de rosca, justo es reconocerlo. Orquestalmente la obra es ampulosa, espectacular, y con bastante enjundia, sirviendo muy bien a los personajes para explicar sus diferentes estados de ánimo. Nos encontramos ante un caso claro de partitura muy superior al libro de Romea, de asunto casi anecdótico y que ya fue bastante criticado en su estreno. La historia es simple, una gitana se enamora de un conde, amor no correspondido, viéndose abocada nuestra protagonista a casarse con Miguel un gitano cabal, al enterarse que su amado conde se ha casado con otra mujer. No hay más, una sencilla historia de amor, y una ligera denuncia de diferencia de clases, en la que las clases altas no salen muy bien paradas, siendo los gitanos los que realmente aparecen como personas nobles y de buen corazón.
La versión de Alberto Conejero nos plantea una serie de hipotéticos encuentros entre Giménez y Falla, en los que se van desgranando detalles de "La Tempranica" su historia y anécdotas, mientras Julián Romea nos va contando de forma somera la trama para seguir el hilo en los cantables. Encontré afortunada la versión especialmente en cuanto a las escenas Giménez-Falla, sólidas y muy bien estructuradas, con momentos realmente bellos, y un tanto sobado el recurso del narrador, que tantas veces hemos visto en adaptaciones y versión concierto. Me gustó lo que cuenta Conejero, que está muy lejos de la obra original, pero si es cierto que ofrece calidad literaria y respeto por el género, y presentándose el espectáculo como versión libre, no encuentro nada que objetar al respecto.
Vayamos con el elenco.
La obra abundante en partiquinos, se encontraron muy bien servidos en líneas generales. Destacando Gerardo Bullón, Gustavo Peña, y una colaboración de lujo, Ricardo Muñiz como Zalea. Ruth González como un pizpireto Grabié, muy recortado en la versión, pero que en "La tarántula" menos lírica y más centrada en lo actoral, estupenda en lo corporal, hizo las delicias del respetable. Debo hacer una mención especial al cantaor Jesús Méndez, impecable, en uno de mis partiquinos favoritos de la zarzuela, esa nana cantada con gran sensibilidad me supo a gloría.
Jesús Castejón y Carlos Hipólito, como Gerónimo Giménez y Manuel de Falla (papeles hablados).
Mayúsculos ambos, Castejón cargado de retranca e Hipólito más ingenuo, pero igual de carismático. Las escenas entre los dos, cargadas de dificultad, son auténtico oro molido, prodigio de ritmo, y sobre todo de veteranía sobre las tablas. La química existente entre los dos resulta superlativa, y el vínculo entre los dos personajes y su desarrollo, es impecable. La relación primeramente distante de Giménez hacia un joven Falla, va derivando en un respeto y simpatía mutuo, que se encuentra perfectamente medido y cargado de verdad. Reconozco que a nivel actoral, las escenas de Hipólito y Castejón son de lo mejorcito que hemos visto en La Zarzuela ultimamente, sobrios, perfectos de tono, y lo más importante, consiguiendo atraparnos en lo que dicen desde el primer momento. Ambos saben muy bien lo que tienen entre manos y cual es su sitio en cada momento, y cargados de verdad. Se ven acompañados en escena de Juan Matute dando vida a Julián Romea, en un código acertado de actor antiguo, de gesto grande, bien medido, y que nos transmite a la perfección el aire pretendido del personaje.
Ruben Amoretti, bajo, como Don Luis.
Acostumbrados a verlo en La Zarzuela, y acostumbrados a sus dosis de calidad, me pareció que no se encuentra cómodo en un papel que no se adapta de forma idónea a su vocalidad. Brilló en el dúo con Nancy Fabiola Herrera, pero no acabó de rematar del todo la creación del personaje en lo musical, que pasa bastante desapercibido, y que tampoco le da lugar a mucho lucimiento. Actoralmente muy templado, y logrando caer antipático, como el personaje pide, sirvió un papel de corte vulgar, dentro de que nos encontramos con un noble, bien matizado y muy bien perfilado.
Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano, como María "La Tempranica".
Sin duda la triunfadora de la noche, largamente ovacionada en su romanza, que hubiese dado para un bis, nos ofreció una auténtica lección de canto. Refinadísima en lo musical, su "Tempranica" pasa por la partitura de forma preciosista, matizada, y con una carnosidad en la voz tremendamente atractiva. Juega a placer con el material escrito por Giménez, haciendo un uso modélico de todos los recursos estilísticos. Bellísimo el fraseo y cargado de sentido, legato impecable, y único color en todo el registro. Los agudos perfectos tanto en volumen como en su resolución, además de bien dosificados y servidos con gran gusto. No se quedó a la zaga en expresividad, resultando desgarradora en sus momentos más dramáticos, logrando conmovernos con un canto limpio, cargado de musicalidad y de inteligente factura. Entregadísima en lo actoral, afrontó el papel con bravura, empaque, y cierto tremendismo, muy acorde con la propuesta de Giancarlo del Monaco. Herrera hace todo lo que le ha propuesto su regista sin miedo, y hay que decir que las exigencias son muchas, y realmente difíciles.
Coro titular, con Antonio Fauró a la cabeza, más tímidos de lo habitual, aunque hay que decir que son menos de lo que suelen ser. Me gustaron especialmente en el primer coro "La caza ya se esconde" de gran dificultad, bien servido y empastado. Donde quizás se acusa más la falta de voces es en los números de los gitanos, si bien los matices siguieron, y ofrecieron un buena velada. Quizás un par de funciones más y se encuentre todo más ajustado, de lo que lo encontré, algo entendible, dadas las dificultades para ensayar el espectáculo por los protocolos sanitarios.
Miguel Ángel Gómez Martínez a la batuta de la OCM, sirvió una función un tanto irregular, en la que se acusó la falta músicos en el foso, algo de lo que obviamente no tiene culpa, pero, eso no está reñido con cierta morosidad en los tiempos que si es responsabilidad suya, y la falta de aire andaluz en algunos pasajes, especialmente los que al conjunto se refiere, en los que me faltó brío, algo imperdonable en un compositor al que Vives denominó como "músico del garbo". La lectura de Gómez Martínez pasa por lo discreto, aunque va en cierta progresión llegando al "Intermedio" con soltura y más acento dramático que en el resto de la función. Encontré el sonido poco compacto en algunos pasajes habiendo algunos tropezones en la orquesta, que supongo se irán solventando a medida que avancen las funciones.
Giancarlo del Monaco firma la función, dividiéndola claramente en dos planos diferentes, medidos por la psicología de María, una primera parte más bien ortodoxa, que cambia completamente después del dúo entre María y Don Luis, pasando a ser la segunda parte una visión alegórica y enajenada de la realidad, tal y como la protagonista de la zarzuela la percibe al verse rechazada por su amor. Precisamente a partir de ese momento es cuando me empezó a interesar la función en lo visual, sirviendo del Monaco unas imágenes de gran fuerza y poder evocador. La boda resulta escalofriante, entendida por "La Tempranica" como una suerte de viacrucis, agotador e inquietante a partes iguales. He de decir que a la salida del espectáculo, había diversidad de opiniones en cuanto a la propuesta de del Monaco, siendo una de ellas la que plantea el no entender lo que estaba ocurriendo en escena. Yo capté sin problemas el discurso del regista, pero conozco el libreto de Romea, y por tanto puedo entender que algunas simbologías no queden claras, o directamente confusas si no se tiene la referencia original. Del Mónaco carga las tintas en la estética, en los cantables, para dejar un tanto de lado la obra original, buscando de forma acertada el impacto para llegar al subconsciente del espectador a través del delirio de María. Encontré de gran interés la propuesta, que a lo mejor puede pasar por una lectura única del personaje principal y por tanto un poco superficial, pero que funciona con gran capacidad catártica en algunos momentos. Más confuso resulta el final, en el que una simbólica muerte de la protagonista, no incluida en el libreto original, no queda del todo clarificada, aunque una vez más es servida con exquisitez estética y fuerza visual. Giancarlo del Monaco sin duda apuesta por una visión que no va a ser del gusto de todos los paladares, y que pasa por un personalísimo enfoque, que encontré válido, y cercano a las propuestas operísticas actuales y al konzept, algo tan alejado del mundo de la zarzuela, y que entiendo como una de las vías para sacar al género del anquilosamiento en el que se encuentra inmerso. Mención especial a los figurines de Jesús Ruiz y a las coreografías de Nuria Castejón, inquietantes, y en el lado opuesto del folclorismo al que se asocia esta obra. Precisamente el huir de esa visión arquetípica y la visión tan oscura e inquietante que Giancarlo del Monaco plantea, me parece uno de los más grandes aciertos del espectáculo, que empieza pareciendo una cosa, y que se convierte en otra a la mitad, en una especie de guiño completamente premeditado, que a mi personalmente me sorprendió y resultó gratificante. Esta "Tempranica" huye del tópico, y puede ser que genere debate, pero sin duda resulta interesante, y explora un lenguaje poco habitual en nuestra lírica, que insisto, debe abrirse a diferentes lecturas para garantizar su permanencia en el tiempo. Lo ideal sería ver el programa doble según se pensó originalmente ya que el hecho de ver los dos títulos en días diferentes, siento que resta continuidad el espectáculo, algo que mañana podré comprobar en el estreno de "La Vida Breve". Es menester hacer otra mención especial a las magníficas luces de Vinicio Cheli, hermosas, espectaculares y dotando de una enrarecida atmósfera a todo lo que rodea los momentos más impactantes de la función.
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