La transexualidad en el teatro, aunque ha sido tratada alguna vez, es una asignatura pendiente que necesita de mucha visibilidad y normalización, tal y como se hace con la homosexualidad. No siempre se entiende bien lo que significa ser transexual en nuestra sociedad, así como las trabas y agresiones que las personas trans sufren a diario. A este respecto es necesaria una conciención y hacer entender en que consiste y los problemas con los que se encuentra un colectivo maltratado y mal entendido a partes iguales. Si nos vamos al mundo de la ópera, todavía son más escasos los títulos en los que se aborda el tema de forma directa, por tanto cuando descubrí que se iba a presentar en Las Naves del Matadero una ópera que mostraba el asunto de frente y sin tapujos, automaticamente me interesé por "As One", título pionero, y que resulta interesante desde todo ángulo. El teatro es un reflejo de nuestra sociedad, posiblemente aumentado, pero certero, de los problemas que tenemos, y de aquellas situaciones que por el motivo que sea o bien no están superadas, o no se hablan de forma abierta. Por tanto el hecho de hacer una ópera, género tan cercano al movimiento LGTBIQ+, hablando de las personas transgénero, no solo me pareció oportuno, si no que el elegir la música para abordar un asunto que tiene tanto que ver con el interior de cada uno, me pareció el mejor vehículo para plantearlo. Si hay un arte que refleja el alma humana ese sin duda es la música, y en esta ópera se habla de la sexualidad de la protagonista, pero de lo que realmente se nos habla es de su alma.
El pasado sábado me acerqué al Paseo de La Chopera completamente virgen ante lo que iba a ver, así lo preferí, especialmente cuando de una ópera desconocida se trata, es la mejor forma de que me llegue sin contaminar aquello que se me ha querido contar, y de esta forma sacar las conclusiones del espectáculo de forma directa y sin filtro alguno. La velada fue sin duda interesante y una sorpresa muy agradable como iré desgranando, y una estupenda velada musical.
"As One" ópera de cámara con partitura de Laura Kaminski y libreto de Mark Campbell y Kimberly Reed, llega a nuestro país después de estrenarse en varios países, tanto americanos como europeos. Compuesta para dos voces, mezzo y barítono, y un cuarteto de cuerda, en ella se nos cuenta la historia de Hanna, desdoblada en dos identidades, pero que forman una. La Hanna "antes" interpretada por el barítono Enrique Sánchez-Ramos y la Hanna "después" interpretada por Inés Olabarría. Se pueden vislumbrar en estas dos personalidades el todo que simboliza Hanna que nos va desgranando su vida, casi siempre volcada en lo que los demás esperan de ella, hasta que un viaje a Noruega la hace encontrarse con ella misma, y su verdadera identidad. En el libreto se transita por pasajes dolorosos de la vida de nuestra heroína, así como por otros más ligeros, su descubrimiento del amor, sus relaciones familiares, adolescencia, y por fin la mujer plena que se nos presenta al final de la función. Planteada en 15 canciones y escenas, aparentemente separadas entre si, en realidad se nos está ofreciendo la disección de una vida y una psicología, que precisamente no ha tenido una existencia fácil, y que nos deja un poso tierno, y reflexivo cargado de sensibilidad e inspiración, en el que ante todo lo que más claro nos queda es la importancia de encontrarse con uno mismo, y sobre todo aceptarnos como somos, para que posteriormente nos acepten los demás.
La partitura, asequible teniendo en cuenta que se trata de una obra contemporánea, podemos definirla como ecléctica en su planteamiento, donde se funden diferentes estilos, transitando por el musical más melódico, el Britten más punzante, unas sorprendentes coloraturas me atrevería a aventura que cuasi-barrocas, alguna pincelada minimalista, y una clara referencia a Grieg en la parte final de la obra, siendo el resultado interesante y de difícil ejecución, que describe a la perfección lo que ocurre en cada momento en escena, y lo que pasa por la cabeza de Hanna en cada conflicto que se nos plantea. Dentro de su espíritu claramente intimista no faltan los pasajes con las suficiente enjundia musical, y dramática, como para no plantearnos que la obra musicalmente no tenga un empaque considerable, y un acabado formal perfecto, de aires iconoclastas, y sin duda sorprendente.
Ines Olabarría y Enrique Sánchez-Ramos se complementan a la perfección en lo vocal, emsamblándose las dos voces de forma adecuadísima , y sobrados de facultades para una obra de estas características. La lectura de ambos cantantes pasa por un minucioso estudio de la partitura, cargado de matices, y mucha intencionalidad en lo que se dice, viéndose muy potenciado el mensaje de la obra, que nos llega muy directo, y que nos sirve de forma exacta para hacernos una composición mental de las dos Hannas y de las cosas comunes, que son las que forman la Hanna completa. Nos encontramos ante un trabajo mayúsculo, que se refleja de manera muy patente en el espectáculo, donde se percibe el esfuerzo realizado, y sobre todo el enorme trabajo entre los dos cantantes, que se apoyan el uno en el otro en lo escénico y lo musical de forma admirable.
Sánchez-Ramos, bien timbrado, brillante con la voz grande y bien colocada, sirvió una velada de indudable impacto, en una obra tirante que solventa sin problemas, incluso en los pasajes más agudos, ofreciendo un canto noble, y de hermosos resultados, sin acusar fatiga en las agilidades y notable fiato. Resulta muy expresivo en todas sus intervenciones, y consigue conmovernos en algunos pasajes, especialmente aquellos en los que habla de su infancia y la presión a la que se veía sometido su personaje para estar siempre a la altura de lo que los demás esperaban que debía ser y hacer.
Inés Olabarría, ofreció una velada cargada de sensibilidad, con una voz fresca, también de buen volumen, y con unos graves de impactante resolución, con un buen uso de la voz de pecho, bien definida la línea de canto, así como una espléndida pronunciación en inglés. Su personaje, más lírico, en el sentido de poético, se ajusta muy bien a su vocalidad, superando de forma notable las agilidades y diversos saltos de la partitura que se ven ejecutados con solvencia e indudable experiencia.
Carlos Calvo Tapia dirige el espectáculo, muy pendiente de los cantantes y músicos, ofreciendo una lectura de notables dinámicas, y mucho acento teatral, sacando un sonido espléndido del Cuarteto Bauhaus, que casi funciona como un personaje más dentro de la ópera. Calvo Tapia cuida de forma exquisita a los componentes de la función, implicándose con ellos, y dejando que se recreen en la partitura, algo que en una ópera como esta es fundamental. Ante la ausencia de referencias, solo puedo plantear mis impresiones en la función del sábado, que pasó por una lectura sólida, minuciosa y cargada de sensibilidad.
Vayamos con la propuesta escénica.
Marta Eguilior firma el espectáculo, que se encuentra en total consonancia con la partitura, intimista y cercano. Para mostrarnos las diferentes escenas se parte de una interesante escenografía creación de ella misma y Alejandra Requeijo, que funciona como una caja de sorpresas en su estructura cúbica y que nos va dando información simbólica de cada canción, así como apoya las diferentes acciones escénicas. Eguilior plantea cierto estatismo en las interpretaciones que curiosamente en vez de alejarnos de los personajes, nos los acerca más y que consigue sorprendernos cuando ese estatismo se rompe en algunos momentos, logrando cierto dinamismo escénico que fluctúa en varias aguas que convergen con coherencia e interesante ritmo. Las acciones escénicas bien servidas y cargadas de simbologías nos plantean un montaje poético en lo visual, de sorprendente resultados, de limpio y minucioso acabado, así como un espíritu fuertemente alternativo, que resulta un soplo de aire fresco en el mundo de la ópera, ya que en los grandes templos de la lírica no se suele afrontar títulos de este tipo. Eguilior ofrece un espectáculo elegante, apoyado en unas luces y proyecciones de David Bernués acertadísimas, y de brillante acabado en líneas generales, que no deja de ser una agradabilísima sorpresa que no debería pasar desapercibido en los circuitos musicales de nuestro país.
En resumen, una propuesta interesante, de sólido acabado, bien servida en lo musical, y de indudable calidad a todos los niveles, quizás minoritaria por su concepción camarística, pero de mensaje universal, y que en su fondo nos afecta a todos en cuanto a la búsqueda de la identidad de cada uno se refiere, y por supuesto como acercamiento a la transexualidad, desde un punto de vista respetuoso, poético y extremadamente sensible.
Me alegro mucho que la hayas disfrutado. Mark Campbell es muy bien conocido en las compañías de ópera, ya ha recibido muchos premios, incluso Grammy y Pulitzer. El miércoles va a realizar una clase magistral para libretistas, y se podrá ver online.
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