Desde La Platea, os deseo una feliz navidad, y un maravilloso año 2016!!!
Desde la platea, os cuento lo que mis ojos ven, mis oídos escuchan y mi alma siente.En este espacio encontraréis un poco de crítica teatral, una pizca de nostalgia, y un mucho de amor a las artes escénicas. Si os gusta el teatro estáis en vuestra casa
jueves, 24 de diciembre de 2015
martes, 22 de diciembre de 2015
La Viuda Alegre El Musical, La Delgada (Pero Abismal) Línea Roja Entre Dos Géneros.
La Viuda Alegre es una de mis operetas favoritas, muy por encima de El Murciélago y casi a la par con Giuditta. La Viuda tiene un encanto especial, al menos para mi, recuerdo la mítica grabación dirigida por Ackermann con Gedda y Schwarzkopf en sus principales roles, que acabó practicamente rayada de tanto como la escuché. Después de esa he escuchado muchas Viudas, pero siempre será mi preferida, y todavía de vez en cuando le doy un repasito que me suele poner de muy buen humor.
La obra de Lehár no es fácil de ver en España, la única vez que había visto La Viuda en directo, fue en producción de la Compañía Lírica Española a finales de los 90 con Milagros Martín y Rafael Coloma como Hanna y Danilo respectivamente, no tengo constancia de que después de aquella producción se volviese a poner en pie en nuestros escenarios, ni en español ni en el alemán original.
Os podéis imaginar que siendo yo tan devoto de la opereta, cuando hace unos años empezaron a sonar campanas de una producción de La Viuda Alegre, con Paloma San Basilio como protagonista empecé a ilusionarme con la posibilidad de que esta obra se viese en nuestro país. Aquel proyecto se paralizó, y unos años después parece ser que resurgió, con Natalia Millán a la cabeza, intuyo yo que aquella producción y esta debían tener mucho en común, ya que gran parte del equipo creativo era el mismo, y el material promocional es muy parecido.
Cuando la producción que esta crítica ocupa se estrenó en el Arriaga de Bilbao, tanto me llamaba la atención, que casi me da un arrebato y me escapo a verla allí, pero supuse sin equivocarme que la veríamos en Madrid, así que me armé de paciencia y me puse a esperar. En cuanto salieron a la venta las entradas para los Teatros Del Canal, me saqué un sitio estupendo para verla en condiciones y no perderme detalle.
Varias cosas quiero plantear ante esta producción, la primera, los cantantes que forman parte de este espectáculo no tienen culpa del criterio seguido por la dirección artística, por tanto mi crítica será hacia ellos como cantantes líricos cuando corresponda o cantantes de musical cuando así toque. No sería justo usar un único criterio dado el heterogéneo elenco de la producción.
Lo segundo, es que esta Viuda se nos ofrece como un cambio de código del género de la opereta acercándolo al musical, algo que yo ya sabía cuando la fui a ver, y que os prometo que no me hizo ir con la escopeta cargada, muchas veces he dicho que soy espectador desprejuiciado, y si las cosas se hacen bien, no pongo pegas ni me cierro a nada, pero amiguitos en este caso, el error de bulto es tal, que no tengo mas remedio que plantear que mejor no tocar las cosas y dejarla como están.
Lo tercero, convertir en musical una obra puramente lírica no quiere decir reducir orquesta y presentar unos arreglos en consonancia con los cantantes que estén en el elenco. Para que funcione correctamente, se debe reestructurar completamente la obra empezando por la orquestación (no el número de instrumentos, ojo) para continuar ensamblando voces que no son para cantar repertorio lírico a dicha orquestación, y finalmente hacer que la obra en conjunto resulte equilibrada y coherente, un ejemplo de lo que planteo es el Hot Mikado que con tanto éxito se representó en Londres en los años 90. Aquí se ha tirado por lo fácil, se han recortado instrumentos, se ha arreglado con mas o menos tino, pero en líneas generales de forma muy ramplona, los números y para de contar. El resultado es raro, las melodías están cojas y los pobres cantantes hacen lo que pueden, sin lucirse debidamente dado el pobre material musical hecho con muy poco sentido teatral y sin pensar en las características vocales de cada uno. Finalizar un número en octava baja no es un arreglo señores, seamos conscientes de ello. Recitativos y concertantes, resultan, permitidme el chiste desconcertantes, y suenan francamente feos, no por mal cantados, ojo, sino por mal arreglados y por quedarse corto musicalmente hablando. Lamento ser así de duro pero la versión de Jordi López a este nivel, es muy insuficiente, quitando brillo y frescura a la partitura de una forma estrepitosa.
Lo tercero, convertir en musical una obra puramente lírica no quiere decir reducir orquesta y presentar unos arreglos en consonancia con los cantantes que estén en el elenco. Para que funcione correctamente, se debe reestructurar completamente la obra empezando por la orquestación (no el número de instrumentos, ojo) para continuar ensamblando voces que no son para cantar repertorio lírico a dicha orquestación, y finalmente hacer que la obra en conjunto resulte equilibrada y coherente, un ejemplo de lo que planteo es el Hot Mikado que con tanto éxito se representó en Londres en los años 90. Aquí se ha tirado por lo fácil, se han recortado instrumentos, se ha arreglado con mas o menos tino, pero en líneas generales de forma muy ramplona, los números y para de contar. El resultado es raro, las melodías están cojas y los pobres cantantes hacen lo que pueden, sin lucirse debidamente dado el pobre material musical hecho con muy poco sentido teatral y sin pensar en las características vocales de cada uno. Finalizar un número en octava baja no es un arreglo señores, seamos conscientes de ello. Recitativos y concertantes, resultan, permitidme el chiste desconcertantes, y suenan francamente feos, no por mal cantados, ojo, sino por mal arreglados y por quedarse corto musicalmente hablando. Lamento ser así de duro pero la versión de Jordi López a este nivel, es muy insuficiente, quitando brillo y frescura a la partitura de una forma estrepitosa.
Por último los cortes, que en esta producción llegan a lo inaceptable, volviendo a encontrarme con una sucesión de números hilados por dos frases y poco mas. Entiendo que La Viuda Alegre no es El Rey Lear, pero es que los personajes están tan esquematizados, por no decir cercenados, que no tienen practicamente ningún interés dramático, una obra que dura casi dos horas y media se ha quedado en una y media escasa, con eso está todo dicho. Entiendo que se puedan pulir los libretos, no solo lo entiendo sino que lo defiendo, pero de ahí a directamente anularlos va un trecho, y la escabechina que se ha cometido con el texto es inadmisible, la versión y traducción viene firmada por Enrique Viana.
Por tanto entiendo que La Viuda Alegre se puede retocar, incluso se puede convertir en un musical, no me cierro a ello, pero hacerlo no es juntarse tres personas y decidir de forma arbitraria cortar todo el texto, cambiar la partitura sin sentido aparente, hacer una nueva traducción, por cierto no muy afortunada, y finalmente elegir un elenco mixto entre lo lírico y el musical aportando todavía mas confusión a lo antes expuesto, o todos moros o todos cristianos, porque si no la cosa no funciona, como lamentablemente ocurre en esta producción.
Dicho esto voy con los artistas.
Como la mayoría de los personajes de la función están tan recortados, o simplemente integrados en el coro, iré al cuarteto protagonista, que son los únicos que se libran de la orgía de la tijera, aunque si bien es cierto reducidos a la mínima expresión.
Guido Balzaretti, tenor, como Camille de Rosillon.
Correctísimo, con una bonita voz de tenor, cierto es que no muy grande y un tanto metálica, pero que manejó a la perfección en un claro código de musical, con los consabidos giros que el género requiere, ofreciendo una creación vocal de mucho gusto, estupendo fraseo, y con momentos de mucho lucimiento, a pesar que la microfonación tan poco adecuada está continuamente intentando arruinarle el trabajo. Balzaretti sale airoso especialmente en el bello duetto final con Silvia Luchetti, uno de mis momentos favoritos de la función, que resultó uno de los mejores momentos de la velada. Actoralmente está estupendo, dando perfectamente la galanura que Rosillon requiere, pero el personaje está tan poco desarrollado que no se nos explica ni lo que ocurre con el cuando se arregla el enredo, así que bastante chicha saca el pobre para lo que queda de su personaje en la versión final.
Silvia Luchetti, soprano, como Valencienne.
Estupenda, con una técnica mixta entre lo lírico y el musical. Luchetti es una de las que mas se luce gracias a que se encuentra en el código correcto que La Viuda Alegre necesita, al menos en esta versión. De brillante y fácil agudo, tiene momentos de gran lucimiento en concertantes y apartes, cantados con mucho sentimiento. Hay problemas en la dicción, y con ello volvemos a hablar de la ausencia de un diseño de sonido, a Luchetti la vi en Sonrisas y Lágrimas correctamente microfonada y se la entendía absolutamente todo lo que cantaba, por tanto tengo mis dudas sobre la si la cantante tiene problemas, resulta difícil discernir ante un sonido tan deficiente. Actoralmente está delicadita como una porcelana y mas que correcta, aunque al igual que su compañero Balzaretti el personaje está tan recortado que no tiene practicamente nada que no sea cantar.
Antonio Torres, barítono, como el Conde Danilo.
Triunfador de plano de la noche, el único plena y felizmente lírico de todo el elenco principal, y el único que se luce como la obra lo permite, ya que sus cantables practicamente no han sido tocados, o al menos así se percibe. De fácil y brillantísimo agudo, Torres sirvió una magnífica función que evidencia todavía mas, el error de enfoque de la producción. Los momentos mas complicados del personaje, escrito en una tesitura ciertamente aguda en algunos pasajes, Torres los controla sin el menor problema dotando de mucha espectacularidad a sus intervenciones, de mucha intensidad lírica en los dúos y estupenda ligereza, en el mejor número del espectáculo, el celebérrimo septimino, muy bien enfocado a todos los niveles. Actoralmente está perfecto, trabajando a medias entre el galán y el calavera, en un código muy acertado la mar de gratificante.
Natalia Millán, soprano, como Hanna Glawari
Le ha tocado a Millán un toro bravo, y el peor tratado musicalmente por parte de la versión de Jordi López. Vayamos por partes, ciertamente el papel no le va vocalmente, pero si de una apuesta personal de en este caso Emilio Sagi se trata, con mas motivo debe ser mimada para que salga airosa de la función. Cuando el papel está correctamente transportado a su estilo y tesitura funciona sin problemas, como es en el caso de la Canción de La Ninfa, en la que hay un trabajo estupendo de adaptación musical, el resto de los arreglos van en su contra desde el principio hasta el final de la función, haciendo Natalia un esfuerzo realmente encomiable por solucionar los múltiples problemas que la partitura presenta. Millán cumple, pero no se puede lucir tal y como ella acostumbra hacerlo, por culpa de la deslucida visión musical del personaje. Actoralmente está fantástica luciendo poderío desde que sale a escena y demostrando lo bien que controla el escenario desde todo ángulo.
Conjunto absolutamente maravilloso, completísimo tanto cantando y bailando, con momentos mas que comprometidos en ambas disciplinas y que realmente impactan por su calidad. Musicalmente ofrecen un trabajo matizadísimo y muy bien pensado, pero como viene siendo la tónica de la función, les arruina el nefasto sonido. Conozco muy bien La Viuda Alegre, y distingo perfectamente las dificultades vocales para el coro, y me parece tremendamente injusto que no se les equipare en sonido al resto del elenco, un conjunto de este nivel debe ser valorado en su justa medida, algo que parece ser que en esta producción no se ha calibrado lo suficiente. Un diez para todos ellos, dado el altísimo nivel de lo que ofrecen y la dificultad de su trabajo. Pocos artistas tan completos tenemos sobre nuestros escenarios.
Ensamble De La Orquesta Sinfónica Verum dirigida por Jordi López, con problemas, el primero de todos, son doce, pues que queréis que os diga, suena poco, y si a ello le añadimos la poco afortunada dirección de la batuta, pues mejor no seguimos. López sirvió una Viuda descafeinada, de extraños tiempos, un vals llevado a ritmo de gallop y un gallop llevado casi casi a ritmo de vals, poca chicha, poco brillo y con una extraña lectura alejadísima de lo que una opereta debe ofrecer, no vi la burbujeante música de Lehár por ningún lado, y aunar foso con escena le costó un triunfo en los concertantes, resultando el sonido nada homogéneo, y lo que es peor de todo desvaído y tristón.
Vayamos ahora con la propuesta escénica.
Uno de los aciertos de la producción sin lugar a dudas. Emilio Sagi ofrece una función de una belleza exquisita, apoyada en la mas que brillante escenografía de Daniel Bianco que dota de un empaque inusitado la soberbia propuesta estética del espectáculo. Sagi acierta transportando en el tiempo La Viuda Alegre hacia los años 20, donde el glamour campaba a sus anchas.
Mas allá de estas disquisiciones, Sagi dota de gran dinamismo a la producción, y consigue que se nos haga entretenida, pero claro, debido a los cortes el espectáculo dramaticamente es tan endeble que no acaba de enganchar y resulta excesivamente superficial.
Las luces de Eduardo Bravo son una auténtica belleza que remarcan todavía mas el glamour que envuelve todo lo que ocurre en escena.
Mención especial para las coreografías de Nuria Castejón muy atinadas en todos los números incluido el bellísimo cambio de cuadro final en el que el palacio de Hanna se convierte en Maxim´s de una forma elegantísima y de gran fuerza visual.
Los figurines de Renata Schussheim son otra de las estrellas de la función que visten de forma impecable a toda la producción.
En resumen un propuesta irregular por algunos errores de bulto muy notorios, achacables a la dirección artística y a la dirección musical(arreglos incluidos) que lastran profundamente un espectáculo de belleza exquisita, y un planteamiento interesante si se hubiese ejecutado con el suficiente tino. A pesar de los problemas que la función tiene, reconozco que me lo pasé bien, y supongo que la mayoría del respetable también. Pero si soy honesto, como siempre lo soy, debo reconocer que esta Viuda Alegre, está muy alejada de lo que La Viuda Alegre es, incluso aunque de la versión musical se trate, ya que si bien la opereta es la precursora del musical como género, los códigos, los estilos y las técnicas son de una diferencia abismal, por tanto la delgada línea roja que los diferencia no es tan delgada, como en este espectáculo tan patente queda.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
*Si alguien considera que alguna de las imágenes utilizadas en este blog, está protegida por copyright, ruego me lo comunique para retirarlas a la mayor brevedad posible
sábado, 12 de diciembre de 2015
Rigoletto, Nucci Triunfa En El Real (Otra Vez)
Rigoletto es una de las óperas que mas he visto en directo, ya se sabe que es una de las partituras mas conocidas del Genio de Busetto. He dicho muchas veces que no soy espectador snob, que lo que me gusta, me gusta mas allá de su popularidad o lo trillado que esté y que me hacen cierta gracia los que desprecian el gran repertorio con elitista superioridad. Si uno ya ha visto suficientes Rigoletto como para esta vida y la que viene, nada mas fácil que no ir a verlo y santas pascuas, pero eso si, criticar al que le gusta, tildarlo de rancio y decir que no tiene interés, además de ser un discurso mas bien destructivo que constructivo, obvia una serie de cuestiones que no deben pasarse por alto. Este repertorio es necesario para atraer a nuevos públicos, llenar teatros y crear afición, que mas adelante ya se decantará por el tipo de ópera que mas le gusta, y que si tiene memoria lo suficientemente objetiva, recordará el día de mañana que Traviata, Rigoletto, Turandot y Tosca, en algún momento le acercaron al mundo de la ópera y le enseñaron a apreciar la belleza del instrumento mas sublime que existe que es la voz humana.
A mi me encanta ver el gran repertorio, me lo paso bomba, y no me parece mal que se hagan concesiones al mismo en los mas importantes templos de la lírica, el equilibrio es la base de toda programación teatral estable, y eso en Madrid no es algo que se prodigue en exceso, para muestra el próximo Bicentenario del Real, en el que un despliegue sin precedentes de mas de 40 óperas, solo lleva a cabo 9 títulos de los grandes.
Ante esta situación bienvenido sea este Rigoletto, y bienvenido sea el odiado y adorado a partes iguales Leo Nucci en su papel mas conocido. Ante la figura de Nucci poco se puede decir que no se haya dicho ya, en mi humilde opinión, el bueno de Leo le da al público lo que quiere, controla muy bien el pulso dramático de las óperas, y consigue dotar a sus representaciones un aire épico que hoy en día no es fácil conseguir. No es el mejor cantante del mundo, ya está en el ocaso de su carrera, pero sin ninguna duda es un gran artista que trasciende mas allá de lo musical, porque Nucci llega, y eso algunos no se lo perdonan, pero que me digan a mi que barítono supuestamente verdiano actual le puede hacer sombra al de Bolonia, yo creo que ninguno para que engañarnos.
El pasado día 6 disfruté de Rigoletto en primer reparto en el Teatro Real, iba con grandes expectativas y salí encantado, y sobre todo después de lo vivido esa noche, de ver la respuesta del público, y de la velada tan estupenda que pasé, mi opinión sobre Rigoletto, el gran repertorio y Leo Nucci no pudieron salir mas reforzadas como iré contando en esta crítica.
Rigoletto, ópera estrenada La Fenice el 11 de marzo de 1851, y denominado como "Melodramma In Tre Atti" forma parte de la Trilogía Popular de Verdi, y es una de las obras mas famosas de todo el repertorio operístico. Rigoletto sigue siendo una ópera que funciona por varios motivos, entre ellos su estupenda concepción del drama, tan bien tramado y muy moderno en su estructura para la época. Otro punto a tener en cuenta es sin duda la música, que se caracteriza por lo atmosférica de la misma especialmente en el tercer acto, el brillo de la mayoría de sus pasajes, y lo bien integrada que está en la acción dramática, donde la partitura es un instrumento para el desarrollo de los personajes y definir su psicología, mas que un mero lucimiento para los cantantes. Si a todo esto le añadimos un atroz crítica política y social que nunca viene mal, pues ya tenemos en la coctelera todos los elementos necesarios para que la fórmula funcione sin el mas mínimo problema.
Estos conceptos tan obvios hoy en día, en su momento fueron una revolución y mas de un disgusto le costaron a Verdi tanto con la censura como con la crítica de la época. Ni que decir tiene que fue un exitazo sin parangón y que todavía a día de hoy se mantiene como uno de los ejemplos mas sólidos de ópera bien tramada, bien escrita y que ofrece todo aquello por lo que los amantes de la ópera la amamos.
Vayamos con el elenco, con sus mas y sus menos, pero aceptable en general.
Comprimarios correctos, sin nada destacable a no ser la ligeramente destemplada Giovanna de María José Suárez, que no acabó de redondear sus intervenciones de forma correcta.
Fernando Radó, bajo, como Monterone.
Insuficiente por varios motivos, falta entidad en la voz como para transmitir el dramatismo que sus intervenciones deben destilar, así como la importancia de lo que dice. Escénicamente excesivamente joven y muy poco caracterizado, por tanto la pobre interpretación vocal encima se ve desfavorecida en lo actoral. Monterone requiere de un cantante experimentado y con un gran peso vocal para que funcione como debe funcionar. Radó pasa completamente desapercibido en todas sus intervenciones.
Justina Gringyte, mezzo-soprano, como Maddalena.
Muy justa si se me permite el chiste, escasa de volumen, prácticamente no se la escuchó durante todo el cuarteto, y con una línea de canto bastante deficiente. Maddalena es un personaje que me gusta mucho, y que pocas veces es cantado con la eficacia necesaria, siendo en este caso un ejemplo mas de secundario poco cuidado. Gringyte pasa sin pena ni gloria, exactamente igual que Radó en su Monterone.
Andrea Mastroni, bajo, como Sparafucile.
La sorpresa de la noche señores. Sparafucile es un personaje que me fascina, su duetto con Rigoletto es uno de mis momentos favoritos de la función, y sus tenebrosas intervenciones siempre me saben a gloria. Mastroni despliega poderío vocal, haciendo lo que quiere con un mas que interesante instrumento, de prodigiosa técnica, imponente volumen, y mas que bien resueltos finales de frase. El siempre efectista mutis del anteriormente citado duetto estuvo esplendorosamente servido, y ofreció un espléndido tercer acto, en el que se imponía ampliamente sobre la mayoría de sus partenaires escénicos.
Olga Peretyatko, soprano, como Gilda.
Había leído auténticas barbaridades sobre esta mediática soprano, y la verdad es que me sorprendió para bien. Peretyatko no es la voz del siglo que duda cabe, pero la encontré correcta, con un bello timbre, y decente emisión a excepción del tercer acto, donde no se la escuchó absolutamente nada, hasta el dúo final con su padre. El final del celebérrimo "Vendetta", fue obsequiado con dos sobreagudos (debido al bis) de gran efecto, aunque un tanto forzados en mi entender, abiertos y atacados de forma ciertamente vacilante en cuanto a la afinación pero que el respetable braveó de forma muy notoria. Sirvió un mas que correcto "Caro Nome", con bonita coloratura, y muy sensible. Normalmente me aburro mucho en esta aria ya que la tengo tan oída que desconecto al segundo trino, algo que no me pasó en absoluto con Peretyatko. La soprano rusa dio lo mejor de si misma en el dúo final con Rigoletto, que realmente me conmovió dotando de gran lirismo a uno de los momentos mas bellos de la función.
Actoralmente ni huele a la sufridora Gilda, no hay el necesario recorrido que el personaje tiene, y la niña que empieza la función, no se convierte en la mujer que es después del rapto. Simplemente está bella, sensible y dulce desde que empieza hasta que acaba, superficial como "el ala aleve del leve abanico" del poema de Rubén Darío .
En líneas generales sirvió una correcta interpretación vocal, y me pareció una digna Gilda, alejada del desastre que algunos plantean, con momentos muy disfrutables y algunos mas que estimables. Fue rotundamente ovacionada por un público entregadísimo.
Stephen Costello, tenor, como Duque de Mantua.
De lejos el peor del elenco, con un escasísimo volumen, cantando en un italiano digno de su Filadelfia natal, y con serios problemas en la línea de canto. Nulo legatto en el bello dúo con la soprano que Costello destrozó con su mínima expresividad y falta de gusto cantando. Deslucidísimo "Questa o Quella" soporífero de principio a fin y que apenas despertó las emociones del respetable. El papel no le va en absoluto y el feo paso de la voz que tiene todavía desluce mas su interpretación, por lo demás apretadísimo de principio a fin, y en completa disonancia con el resto del elenco ya que uno se plantea que pintaba este señor en esta producción. No me dijo absolutamente nada, me aburrió soberanamente y me dejó mas frío que a un besugo en la pescadería.
Leo Nucci, barítono, como Rigoletto.
No voy a decir nada de Nucci que no se haya escrito ya, pero no queda otra. Lo primero decir que Nucci no es la ortodoxia pura precisamente cantando, portamenta y la voz no tiene el brillo de antaño, pero amiguitos, es un animal escénico que fascina al respetable, a mi incluido, y que llega por su esforzada entrega y pasional interpretación, se le puede achacar la falta de matices y lo que arriba narro, pero Nucci es un fenómeno que va mas allá del purismo musical. Puso el teatro patas arriba dos veces, al final de un espeluznante "Cortigiani" y al final del "Vendetta", que bisó como mandan los cánones, y que llevo al delirio a un Teatro Real entregado como pocas veces he visto. Yo creo que algunos no soportan a Nucci porque da espectáculo, y mucha chicha dramática al que posiblemente sea el Rigoletto mas importante de los últimos 30 años. Yo solo puedo decir que disfruté como un loco, sentí estar viviendo algo histórico en el bis, a pesar de lo previsible del mismo, y me emocioné en el soliloquio del primer acto como hacía mucho que no lo hacía en un teatro de ópera.
Nucci hace su Rigoletto, personalísimo, quizás alejado del que Verdi planteó, pero llega, y enloquece al público, y solo por eso ya merece respeto, y en mi caso admiración.
Supongo que no volveré a ver a Nucci en este papel, por la edad del divo es evidente, pero lo que si tengo claro es que algún día diré... Hace muchos años vi a Nucci en Rigoletto, y se me erizará el pelo de la nuca, y si alguien me está escuchando en ese momento dirá, ¡que suerte has tenido!
Coro Titular del Teatro Real estupendo, con una mas que eficiente dirección, en una inteligente lectura del material que Verdi compuso. El coro de cortesanos de Rigoletto es pretendidamente vulgar, y así lo plasmó Verdi en una encubierta crítica hacia la zafiedad que envuelve ciertos estratos sociales. El Coro del Real da perfectamente esa intención en sus intervenciones, y realmente impactan en algunos momentos del primer acto. Estupenda por tanto la masa coral del Real, como suele ser habitual en ellos.
Maravillosa dirección musical por parte de Nicola Luisotti, que solo pecó de un excesivo volumen en algunos pasajes, pero que en líneas generales ofreció una dramática y atmosférica lectura, especialmente en un espectacular tercer acto, en el que la orquesta durante todo el cuadro de la tormenta fue uno de los mas importantes elementos de la función.
Vayamos ahora con la propuesta escénica:
La producción viene firmada por David McVicar, muy negra, muy sucia y muy fea. Me explico, pase que Rigoletto hable en líneas generales de las mas bajas pasiones del ser humano, pase que denuncie la decadencia de los nobles, y pase que se mueva entre burdeles y asesinos. Pero eso no justifica que todo se desarrolle en una estructura metálica roñosa, de indigesta movilidad, que la casa de Rigoletto parezca salida de Mad Max, y que durante el último acto le apetezca a uno sacar una linterna para ver si es capaz de vislumbrar algo de lo que ocurre en escena, todo es deprimente y mugriento, reconozco que la estética excesivamente feísta ya me empieza a aburrir, por manida y excesivamente vista.
La escena de la bacanal con la que empieza la ópera está muy embarrada siendo una amalgama de personajes que cantan sin ton ni son y que nos cuesta diferenciar en escena y que hace que el espectador neófito no entienda nada de lo que está pasando.
La producción no aporta nada que no se haya contado antes, y se parece sospechosamente a la producción del MET con Domingo, Cotrubas y MacNeil de finales de los 70.
Es decir una poco inspirada propuesta escénica, que no molesta y permite que se siga el drama sin giros extraños. Rutinaria e impersonal a partes iguales sin nada destacable o sorprendente.
En resumen un propuesta recomendable por lo que supone ver a Nucci en directo, máxime teniendo en cuenta que no creo que siga cantando muchos años mas, al menos de forma aceptable como lo está haciendo todavía. Verdi nunca falla, Rigoletto nunca falla y si quieres animarte a empezar con esto de la ópera sin duda esta producción es la ideal. Si eres aficionado y disfrutón, como yo lo soy, lo pasarás genial. Está siendo todo un éxito de público, algo que me alegra, y que deja bien claro que en el Real la gente echa de menos estos títulos, y que lo agradece mucho cuando los programan.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
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sábado, 28 de noviembre de 2015
La Del Soto Del Parral, El Gran Repertorio Vuelve a Madrid
La Del Soto Del Parral era una de las producciones que mas me apetecía de la presente temporada del Teatro De La Zarzuela, que amén de escasa, no es muy afortunada que digamos, ya que entre la poca zarzuela que se va a ver, y el escasísimo número de funciones por título, me aventuro a decir que o cambia la cosa en temporadas venideras, o la manifiesta crisis que el género está sufriendo se convertirá en agonía lenta y progresiva con fatal desenlace.
Este Soto es uno de los mas claros exponentes de lo que el público quiere, y de lo que se debe programar para llenar teatros y crear afición. No digo que solo se programen grandes títulos del gran repertorio, ojo, tiene que haber cabida para todo, pero si digo que se debe mantener, ya que es el mejor instrumento para acercar el género a los neófitos, y para que el aficionado acuda y deje sus dineros en taquilla, que nunca viene mal, por mucho que de teatro público estemos hablando.
El éxito que está teniendo (está practicamente todo vendido) esta producción es sintomático y muy notorio, en base a que lo que el Soto es y representa, practicamente ha desaparecido del Teatro De La Zarzuela, y eso señores no se puede consentir, la esencia de la zarzuela como género se encuentra en el repertorio mas habitual, es un género popular, y si se cercena esa condición prescindiendo de forma drástica de las obras mas conocidas, pues nos acabamos cargando el género. Creo que desde la temporada en la que se programaron Manojo y Verbena, no se había visto ninguno de los grandes títulos que son conocidos por lo que son, algo que el Señor Pinamonti ha llevado a gala durante su era, con nefastos resultados, y unos mínimos en cuanto a taquillaje realmente deprimentes tanto para el aficionado como para el profesional de nuestra lírica patria.
Ayer me acerqué al coliseo de la Calle Jovellanos, ávido de Zarzuela, así con mayúsculas, y no me equivoqué. Con un teatro hasta la bandera, varios niños presenciando la función, mas gente joven de lo habitual y un entregadísimo público que se moría por disfrutar con la zarzuela, tan poco querida ultimamente por las altas esferas.
La Del Soto Del Parral, denominada como Zarzuela en Dos Actos y Tres Cuadros de Luis Fernández De Sevilla y Anselmo C. Carreño y música de Reveriano Soutullo y Juan Vert, es con gran justicia uno de los títulos mas afamados y mas queridos de todos los que se han compuesto en nuestro país.
Estamos ante una obra redonda desde todo prisma, claro exponente de la zarzuela regionalista que tanta aceptación tuvo en los años 20 del siglo pasado, y una de las mejores composiciones de las que se hicieron durante el canto del cisne que supuso el segundo auge de la Zarzuela Grande.
Musicalmente es una de las cimas de nuestro repertorio, de fuertes inspiraciones veristas, especialmente en el Dúo Soprano- Tenor y en el Concertante, uno de los mas difíciles, efectistas y completos, de todos los que se han compuesto nunca para una zarzuela. Con una complicada partitura, que precisa de unos solistas y conjunto mas que solventes, una gloriosa orquestación de gran intensidad dramática y una partitura que en líneas generales recrea las atmósferas de lo ocurrido en escena con sorprendente solvencia. Nos encontramos sin duda ante un material de base de primerísimo nivel que merece ser representado en todo su esplendor y con los mejores medios posibles, para que se pueda disfrutar en toda su extensión.
El libro también es muy inspirado, con un interesante drama rural tan en boga en aquellos tiempos, y que combina muy sagazmente lo netamente cómico con el drama mas descarnado, siendo el resultado final muy redondo, y que por mucho que algunos digan lo contrario, sigue aguantando el tipo ante el paso del tiempo, mucho mejor que otras obras que también se encuentran dentro del repertorio habitual.
Como nota aclaratoria, me gustaría decir que el Soto, no tiene absolutamente nada que ver con La Malquerida de Benavente a no ser el nombre de la hacienda en la que se desarrolla el drama, es un error de bulto habitual que se debe aclarar ya que ni el asunto ni el tono, tienen nada que ver en ninguno de los dos títulos.
Vayamos con el elenco, en líneas generales mas que correcto, y muy disfrutable.
Juanma Cifuentes, actor-cantante, como el Tío Prudencio.
MA-RA-VI-LLO-SO, Cifuentes conoce el género hasta el tuétano y se nota, sabiendo perfectamente lo que el Tío Prudencio pide y como lo pide. Cifuentes consigue una mayúscula creación alejada de los clichés habituales y permite que nos caiga simpático el culpable del embrollo que casi deriva en tragedia. Impecable de tono, con su impagable presencia física, y su absoluto control del material que tiene entre manos, Juanma Cifuentes sirvió algunos de los mejores momentos a nivel actoral de la velada, con unos mutis de órdago y unas inflexiones con la voz interesantísimas. La organicidad de todo lo que dice y de todo lo que hace son su mayor baza.
Luis Álvarez, barítono, como el Tío Sabino.
Correctísimo, en una sentada y sobria interpretación que le va de perlas al sensato Tío Sabino. Álvarez viejo conocido para los aficionados aporta mucho oficio y también conocimiento del género en un personaje muy difícil y que no siempre luce como es debido. Sus escenas con Juanma Cifuentes están muy bien llevadas y es el contrapunto perfecto a la comicidad del imprudente Prudencio.
Vocalmente cumple mas que de sobra en el número de la consulta, resuelto sin el mas mínimo problema vocal, cantado con gran intención y con la justa comicidad, sin caer en lo chabacano, algo que por desgracia a veces ocurre con este pasaje.
Didier Otaola, tenor cómico y Aurora Frías, soprano, como Damián y Catalina.
Geniales, ambos, en un código naturalista que limpia de forma muy acertada la caspa con la que a veces los cómicos son tratados en nuestra zarzuela. Tienen momentos de gran lucimiento tanto actoral como musical. El dúo cómico está maravillosamente resuelto escenicamente y ambos intérpretes lo aprovechan al máximo, así como la escena con la que comienza el segundo acto, que es una de las mas bonitas de la función y que está ejecutada de forma ejemplar, con gran pulso tanto en el ritmo como en la intención. Frías como es habitual en ella brilla mucho en los momentos que tiene que bailar, es sabido que fue cocinera antes que fraile y se agradece infinito y está encantadora en lo actoral. Otaola luce pachorra y disfrute escénico desde que sale a escena siendo su interpretación muy agradecida y la mar de convincente.
Alejandro Roy, tenor, como Miguel.
Uno de los triunfadores de la noche, y mas que merecido sin duda. Roy sirvió una soberbia función de altos vuelos musicales, donde primó la belleza de la voz, la bravura en los momentos mas dramáticos, y la delicadeza en los mas líricos. Amplio de volumen, de brillante agudo, y perfecta dicción, Roy ofreció un trabajo de gran calidad, de exquisita belleza y férrea robustez vocal. La romanza que se añade en el Teatro de La Zarzuela, para darle mas entidad al tenor de la función, y que consiste en el famoso Bella Enamorada de El Último Romántico con la letra cambiada, fue uno de los mejores momentos de la noche y sin duda el mas ovacionado. Tenores como Roy engrandecen nuestro género, y ofrecen exactamente lo que la zarzuela pide. Actoralmente está correctísimo cumpliendo sin problema, pero aunque no fuera así, me daría igual, su interpretación musical justifica totalmente su inclusión en este Soto.
Javier Franco, barítono, como Germán.
Irregular, y de menos a mas. Ya en El Caserío que vi el año pasado en los Teatros Del Canal advertí de lo poco adecuado que era el papel para su voz, y aquí ocurre exactamente lo mismo, y con los mismos problemas. Sirvió una destemplada romanza inicial, que no estuvo a la altura de lo que una de las mas insignes páginas de nuestra zarzuela pide. Cierto que atacar en frío "Ya Mis Horas Felices" es un toro bravo, pero mas allá de estas disquisiciones, el problema estriba en que un barítono netamente lírico, cuando abarca un repertorio tan pesado como este se encuentra con serios problemas difíciles de solventar. Franco oscurece la voz de forma artificial y no acaba de encontrar la colocación idónea, siendo el resultado final poco satisfactorio, el vibrato empieza a asomar preocupantemente, el agudo se encuentra estrangulado y la zona grave se ve continuamente eclipsada por la tremenda orquestación de la obra. Si bien es cierto que a medida que fue avanzando la función se fue entonando, y que su dúo con la soprano fue notable, no acabó de rematar la función por lo que arriba describo. Elegir el repertorio de forma adecuada es primordial para un cantante, equivocaciones de este tipo a larga se pagan estoy completamente convencido. Actoralmente está estupendo, Franco es un gran artista, que no se si está mal aconsejado o está buscando su repertorio definitivo, algo que siempre es un momento delicado en la carrera de un cantante.
Saioa Hernández, soprano, como Aurora.
Hernández está magnífica, en uno de los mas difíciles papeles para soprano de nuestro repertorio y que le va como anillo al dedo. Hernández sirvió un sensible interpretación musical de imponente volumen, impactantes agudos, especialmente el que finalizó el concertante, y una inteligente lectura musical de impoluta técnica que no falla en ningún momento. La voz es grande, nada pesada y tiene "squillo" algo que vale su peso en oro. Destaco especialmente sus apartes en el dúo con el barítono en el que unas notas flotantes de gran impacto me atravesaron de punta a punta, notas cantadas con extrema sensibilidad y que definen muy bien el estudiado trabajo vocal que lleva a cabo. Otro momento de gran brillo, esta vez de bravura fue el dúo con el tenor donde se nos llevo al séptimo cielo en lo dramático, dado el nivel que Roy y Hernández nos dieron. Un diez por tanto para esta soprano que ya está dando mucho que hablar, y con gran justicia. Actoralmente está estupenda, dando a la perfección el adusto pero sensible carácter de esta doliente Aurora, cabal y real como la vida misma.
El Coro del Teatro De La Zarzuela, dirigido por Antonio Fauró, magnífico como viene siendo habitual. Sirvieron una función muy cuidada en lo musical, y de gran empaste en todos los números, el comprometido concertante estuvo ajustadísimo en su caballo de batalla, que son los tiempos, y el ampuloso crescendo en el sonido dio el justo toque de grandiosidad que dicho momento requiere. Estupendo trabajo para variar el de el coro titular, y en total consonancia con la línea de trabajo en esta masa coral.
Ballet con coreografía de Amelia Ochandiano y Luis Romero muy atinado, y dotando de gran brillo a los números de conjunto, especialmente el cuadro de la boda, tan bellamente resuelto.
Martín Baeza-Rubio, dirige la OCM, con gran eficacia, dotando de mucho dramatismo al espectáculo, y de una belleza muy lírica a los dos intermedios que acontecen durante la función. Baeza-Rubio cuida mucho a los cantantes, no se pasa con los volúmenes, y sabe perfectamente con los cantantes que cuenta aunando sin ningún problema foso y escena en una inspiradísima lectura, quizás con tiempos un tanto apresurados en algún momento pero que no molesta en exceso, dado el trabajo global tan redondo que ofrece.
Vayamos ahora con la dirección escénica.
Amelia Ochandiano acierta con su visión del Soto, que no es del todo ortodoxa pero si respetuosa y atinada. Huyendo del folclore barato, Ochandiano lleva este Soto hacia el bucolismo, con una estética casi de cuento, preciosista y colorista que funciona en la mayoría de sus propuestas. Solo dos momentos no acaban de cuajar, la un tanto extremada ejecución de la Ronda De Enamorados ,con hoces sinuosamente castradoras incluidas, que lastra un poco la sensualidad del número, y el otro momento que no se entiende bien es la apertura de telón del segundo cuadro del segundo acto, donde las piernas de los bailarines recrea a unos otoñales árboles, la idea es magnífica, pero la primera imagen que se lleva el público no es la que pretende. El resto de la producción se ve con mucho agrado, haciéndose el espectáculo cortísimo, ya que el código de los actores, el ritmo conseguido y el tono de la función es perfecto, alejado de tipismos, y convencionalismos zarzueleros que no hacen mas que alejar al público del género.
Especialmente atinado toda la escena de la boda resuelta con gran belleza escénica y un empaque muy de agradecer.
Ochandiano sirve un espectáculo fiel al Soto, respetuoso y de brillante resolución escénica, estamos ante una visión sublimada y alejada del habitual tono duro que se le da al Soto, para conseguir un espectáculo amable, de gran dramatismo cuando la obra lo requiere y muy equilibrado en la parte actoral, algo que siempre es de agradecer, y que no defrauda al espectador habitual del género, que identifica perfectamente lo que ve.
En resumen una mas que recomendable propuesta de altos vuelos tanto en lo musical como en lo escénico, que es una muestra de como se pueden hacer las cosas de forma correcta, sin caer en lo manido, pero con respeto. Estamos ante zarzuela realizada con criterio, cariño, y sobre todo ejecutada con unos niveles de calidad mas que aceptables. que nos deja un sabroso regusto en el que se nos dice que no todo está perdido en nuestro género lírico.Ojalá veamos muchas mas producciones como este Soto, será bueno para la zarzuela, y será magnífico para el espectador y lo que es mas importante, es un montaje que puede crear afición en las futuras generaciones, que a fin de cuentas es lo que en este momento mas urge para que la zarzuela se mantenga en el lugar que merece estar por derecho propio. Decir como nota aclaratoria que las fotos no se corresponden en su totalidad con el reparto que esta crítica ocupa.
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jueves, 26 de noviembre de 2015
La Ira De Polifemo, Iracundo Teatro, Necesario Teatro
La ira, ese sentimiento tan primario que sale de dentro como un volcán en erupción, que va subiendo por el estómago y que estalla en nuestra boca, puños o piernas, sin control y pavorosamente fuerte y que tan presente está en nuestra sociedad. Vivimos tiempos iracundos, la gente siente ira, una mas justificada que otra, y otra que en forma de grito nos muestra lo afortunados que somos unos ante otros. Tiempos convulsos nos tocan en suerte, y nuestro teatro, espejo de la realidad, bien que se dedica a plasmarlo. Desde la ironía, la comedia o el drama. Desde un tiempo hacia acá el teatro de denuncia, está en auge, teatro político o teatro social, que tanto influye en en pensamiento y que tan buen reflejo de la sociedad es.
Hace un tiempo empecé a recibir informaciones sobre una obra de enigmático título, La Ira De Polifemo, y reconozco que me llamó la atención, como no solo de teatros nacionales vive el hombre, y como hay que ver de todo, no me lo planteé mucho a la hora de sacarme la entrada para esta Ira De Polifemo que ofrecía emociones fuertes, reflexiones duras, un texto incómodo, y una arriesgada propuesta de teatro alternativo, que ultimamente por razones que no vienen al caso está tomando mucha presencia en mi entorno.
Con frío en el ambiente, estado pre-resfriado y ávido de emociones fuertes, me acerqué a La Usina para ver que tal se nos daba la noche. La cosa estuvo a la altura como iré narrando, y salí gratamente sorprendido ante lo visto.
La Ira De Polifemo, dura obra firmada por Francisco J. De Los Ríos, se trata de un texto episódico que consta si no he contado mal, de tres historias diferentes y un prólogo. Cada episodio se desarrolla en un lugar y momento diferente, cuyo nexo de unión es la ira, en sus distintas vertientes y en tres formas diferentes de expresarse, la ira progresiva, la ira mas fría y controlada aunque de desastrosas consecuencias, y la ira mas explosiva y menos reflexiva.
Francisco De Los Ríos asocia la ira a Polifemo, cuya furia resulta terrorífica cuando Ulises lo deja ciego como bien se cuenta en La Odisea, siendo (y esto es suposición mía) la sociedad actual dicho gigante, ciega, y sin tener muy claro el motivo, llena de ira.
De Los Ríos, aborda varios problemas de nuestra sociedad contemporánea, desde el drama de los inmigrantes, hasta la discriminación homosexual, pasando por la represión política. Para ello utiliza un lenguaje variado, poético con interesante lirismo en algunos momentos y duro y directo en otros, en un acertado equilibrio que remata con la inclusión del algunos textos de mi obra favorita de Shakespeare, Macbeth. Siendo el resultado final impactante y muy reconocible para cualquier espectador implicado en la realidad con un mínimo sentido de conciencia social.
Vayamos con el elenco, muy atinado en líneas generales, (cada actor da vida a varios papeles y en el programa no vienen especificados)
Fernando Bodega, si bien es cierto que todavía no está completamente desarrollado como actor hay suficientes mimbres como para ver los árboles entre el bosque. A favor su estupenda presencia física, la inocencia que emana, y su entrega. En contra, la falta de escucha, y la todavía poco desarrollada reacción ante lo que ocurre en escena. Su creación de joven aspirante actor, que se equivoca de parte a parte en las formas y en el fondo, a pesar de no estar del todo redondeada funciona, ya que su personaje emana violencia, ternura y patetismo en igual medida. Un poquito de control en los tiempos, y una progresión mas sentada en las emociones harían perfecto un trabajo sin terminar de pulir, pero que apunta maneras.
Jennifer Baldoria, magnífica en todos los registros que toca en la función. Su primer monólogo me llegó muy dentro por varios motivos, la verdad que rezuma, la cotidianidad del drama que plantea, y su mirada, esa mirada que nos clava de forma inclemente, mientras nos pide una ayuda, y nos cuenta que no está aquí por gusto. Dota de gran empaque a todas sus intervenciones, con una implicación emocional mas que considerable, especialmente durante la durísima historia que abre la función. Imponente de tono y muy concentrada, sirvió una estupenda y difícil función, donde su versatilidad como actriz quedó mas que patente. Baldoria ofrece un trabajo honesto, entusiasta y muy atinado en líneas generales, que me impactó en algunos momentos por su altura dramática.
Javier Lago, absolutamente incomensurable en sus intervenciones, especialmente en la soberbia creación de un actor homosexual venido a menos, con mas capas que una cebolla. Lago sirve momentos antológicos cuando recita Macbeth con ferrea sabiduría escénica, y sorprende cuando lanza pullas despiadadas en una valiente interpretación alejada de cualquier prejuicio y que Lago lleva hasta sus últimas consecuencias sin el menor atisbo de afectación. Su estupenda voz y magnífica dicción son otra baza importante que rematan un intachable trabajo que me dejó bastante impresionado por su solidez y absoluto dominio del difícil material de base con el que se mueve.
La producción está firmada por el propio autor del texto, Francisco J. De Los Ríos, siendo la dirección actoral bastante acertada, dotando de mucho empaque a las interpretaciones, y dando un ritmo muy adecuado a la función, algo que en los espectáculos episódicos es realmente difícil. Cada historia tiene el tono perfecto, subiéndonos De Los Ríos en una especie de carrusel emocional, donde de forma muy medida se nos van desnudando los sentimientos de los personajes hasta el clímax que da fin a cada historia. Dirigida en un código naturalista, aunque si me voy al lenguaje operístico, diría que casi verista ante el tremendo y descarnado drama que presenciamos en algunos momentos. De Los Ríos dota de mucho juego teatral a esta producción, que se pasa en un suspiro, y que sin duda está muy pensada en su ejecución. Nada es gratuito, todo está justificado, y eso amiguitos es muy de agradecer, y como ejercicio teatral siempre funciona, todo aquello que se justifica se entiende, y en este espectáculo, su mensaje y su ejecución son de una claridad y una limpieza meridiana.
En resumen, una estimable y necesaria propuesta, que se hace todavía mas necesaria en estos tiempos que corren, ya que el teatro debe reflejar y denunciar la realidad con toda su crudeza para que reaccionemos ante lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. La obra es dura, pero real, y en eso estriba su mayor virtud, a veces un bofetón de realidad nos hace poner los pies en el suelo para seguir viviendo siendo un poquito mas justos con nosotros mismo y con los demás.
sábado, 21 de noviembre de 2015
El Alcalde De Zalamea, Un Acontecimiento Teatral
Me cuesta mucho ir a ver teatro clásico español, no porque desprecie el Siglo De Oro, sino por todo lo contrario, lo amo tanto que cuando no está a la altura me cabreo mucho, y además no hay nada mas aburrido que un Lope de Vega o un Calderón mal ejecutado, y como uno ya está curtido en malas experiencias, pues casi siempre le da pereza.
Reencontrarse con los clásicos, cuando se hacen bien siempre es gratificante, y el repertorio español es uno de los mas afamados de toda la literatura universal con gran justicia.
Los grandes títulos del Siglo De Oro, son como un viejo amigo que no vemos a menudo, pero que cuando nos tropezamos de nuevo, nos hace reflexionar sobre lo pronto que se olvidan las cosas buenas.
Me surgió la oportunidad de asistir al montaje estrella de esta temporada de la Compañía Nacional De Teatro Clásico, El Alcalde de Zalamea con Carmelo Gómez a la cabeza, y no me lo pensé dos veces. Gómez llevaba bastante tiempo sin subirse a nuestros escenarios, y su vuelta me producía gran curiosidad, entre otras cosas porque le admiro mucho, y verle haciendo de Don Pedro Crespo me llamaba mucho la atención
Don Pedro es uno de los personajes mas importantes escritos en lengua castellana, y sin duda se trata de un desafío que requiere de un actor mas que solvente para que sea llevado a buen puerto. Gómez según mi entender estaba a la altura, así que muy animado me presenté en el Teatro De La Comedia, dispuesto a disfrutar de una noche de teatro inolvidable. La cosa estuvo por encima de lo esperado, y me atrevo a aventurar que esta producción es un auténtico acontecimiento teatral, y un hito que nadie debería perderse.
El Alcalde De Zalamea es una de las denominadas " Comedias Serias" de Calderón de La Barca, posiblemente escrita en 1636, y es una de las cimas del repertorio del escritor madrileño, y una de las piedras angulares del teatro universal.
Todos los valores inherentes al ser humano se encuentran en ella, el honor (tan importante en el Siglo de Oro) el amor, la justicia y sobre todo, la psicología humana en todas sus vertientes.
Se trata de un texto mayúsculo que combina a la perfección la comicidad con el drama mas crudo, el costumbrismo con el lirismo mas puro, y que a día de hoy sigue manteniendo pegado al espectador en su butaca, por lo vertiginoso de su acción, lo interesante que resulta el drama, y el magnífico equilibrio que ofrece.
El Alcalde de Zalamea, solo es abarcable con un elenco solvente que lo pueda llevar a cabo. Estamos hablando de un texto de referencia, y difícil de llevar a buen puerto si no se tienen los medios artísticos necesarios para ponerla en pie, algo que en esta producción como iré narrando está mas que demostrado.
Todos deberíamos tener la oportunidad de ver textos como este al menos una vez en la vida. Disfrutar de un Calderón a este nivel es una experiencia inolvidable, catártica y profundamente enriquecedora.
Vayamos con el elenco, extensísimo, así que iré a los principales roles para no hacer esto eterno.
David Lorente y Clara Sanchís, como Rebolledo y La Chispa respectivamente.
Correctos los dos, si bien es cierto que Lorente está un paso por encima ante Sanchís. Lorente sirve una creíble interpretación de un rufián que denota pocos principios, brutalidad y comicidad a partes iguales, estupendo de tono y físico, me resultó muy creíble. Sanchís si bien es cierto que cumple, está un poquito impostada en algunos momentos, siendo el resultado final, menos redondo que el de su compañero, ya que le resta credibilidad a un lucido personaje que tiene momentos de gran brillo pero que no acaba de estar rematado.
Francesco Carril y Alvaro De Juan, como Don Mendo y Don Nuño respectivamente.
Fantásticos ambos, especialmente De Juan, en una sensible, divertídisima y cargada de humanidad creación de un sirviente de un señorito del pan pringao, que pasa mucha hambre y que al final acaba recibiendo los golpes sin comerlo ni beberlo. Ver a De Juan en escena es una gustazo, tan concentrado, tan orgánico y sobre todo tan disfrutón. Carril, sirve una extremada y desopilante interpretación en un claro código de caricatura del noble venido a menos de la época. Las escenas que tienen en conjunto son estupendas, y el contrapunto perfecto para el drama principal de la obra.
Rafa Castejón como Don Juan
Le ha tocado a Castejón un personaje poco lucido, que esta vez no aprovecha del todo, el tono sosegado (excesivamente sosegado) que se la ha dado, no se si por parte de la dirección escénica para ser sinceros, lastra un poco su interpretación. Ante el brillo que tiene el resto del elenco parece un poco apagado. Cumple que duda cabe, pero si ya de por si, el personaje no está muy bien desarrollado en la trama, y no se le imprime el carácter necesario para darle mas relevancia, se va desdibujando a medida que avanza la función, para finalmente pasar mas desapercibido que a lo que nos tiene acostumbrado Castejón, habitualmente muy atinado en sus interpretaciones.
Jesús Noguero, como Don Alvaro De Ataide.
Tiene Noguero uno de los bombones de la obra, el malvado. Los malos siempre tienen mucha miga, y sin duda el actor lo sabe. Si bien es cierto que ofrece una interpretación excesivamente convencional, con algunos recursos un tanto manidos, resulta muy eficaz, logrando una intensa creación que llega al respetable sin problemas, y que provoca exactamente aquello que debe provocar.
Nuria Gallardo, como Isabel.
Maravillosa, especialmente a medida que va subiendo el tono dramático de la función, tal y como su papel lo pide. Gallardo sabe estar en donde le toca y como le toca de una forma absolutamente pasmosa, desde sus discretas primeras escenas, hasta su explosivo monólogo después de la violación, que resulta ciertamente conmovedor.
El vínculo con su padre Carmelo Gómez es estupendo, y la durísima escena que tienen juntos, fue uno de los momentos mas emocionantes de la función.
Gallardo destila sensibilidad y buen hacer, en una interpretación que invita a la compasión y que es completamente redonda se mire por donde se mire.
Joaquín Notario, como Don Lope De Figueroa.
Notario está inspiradísimo en un papel que parece que el bueno de Calderón escribiese para este maravillos actor hace 500 años.
Notario es uno de nuestros mas destacables actores de teatro clásico, y se encuentra con gran justicia dentro de los habituales de CNTC.
Verle en escena es un gusto por varios motivos, su sabiduría escénica, la profundidad de su trabajo donde los recovecos de su personaje están a flor de piel, la impresionante presencia que ofrece y la absolutamente apabullante química con Carmelo Gómez, son lo que convierten su trabajo en mayúsculo. El duelo escénico durante toda la función entre Don Lope y Don Pedro, me atrevo a aventurar que es uno de los ejercicios teatrales de mas altura que he visto en mucho tiempo. No hay palabras para describir los sublimes momentos ofrecidos y el estratosférico juego actoral que Notario ofrece.
Carmelo Gómez, como Don Pedro Crespo.
A ver como explico yo esto, hay interpretaciones que trascienden mas allá de lo netamente escénico, del mismo modo que hay personajes que son "mas grandes que la propia vida" eso Gómez lo lleva hasta sus últimas consecuencias. Su forma de decir el verso, roto de forma impecable, y lo que es mas importante tan desbordantemente descriptiva ofrece algo que pocas veces he visto. Lo que Carmelo dice, el público lo recibe y lo saborea, consiguiendo que literalmente veamos y sintamos lo que describe. Gómez consigue que algo tan difícil como es abarcar a Don Pedro Crespo, parezca fácil, fácil sobre todo de digerir para el respetable que entiende perfectamente todo lo que dice y el motivo por el que lo dice y que empatiza desde el minuto uno con su sentado, preclaro y magistral trabajo.
Cuando el trabajo del actor fluye a este nivel la magia surge y nos arrastra en un torrente emocional que a mi personalmente me llevó casi al delirio. Gómez es sin duda uno de los mas grandes actores de este momento, no me cabe ni la mas mínima duda.
Vayamos con la propuesta escénica.
Helena Pimenta, a la que sigo mucho, creo que se ha lucido, con la que me parece su mejor producción de todas las que he visto.
Pimenta ofrece un espectáculo de gran fuerza visual, desde que empieza hasta que acaba, apoyada en una sencilla pero eficiente escenografía de Max Glaenzel. La primera escena de los dos jugadores de frontón a cámara lenta, es de una belleza exquisita y engañosa, ya que es un remanso de paz ante la frenética acción en la que nos vemos envueltos desde que se dice la primera palabra sobre el escenario.
Una dirección escénica en completo estado de gracia lleva el espectáculo por unos exquisitos derroteros a todos los niveles siendo el resultado final una poderosa producción, asequible para el espectador, de efectista, efectiva y mas que pensada ejecución que no tiene ni un pero. Conocedora hasta el tuétano de nuestro Siglo De Oro, Pimenta con mano de hierro dirige a sus actores hacia donde ella quiere, lleva al público también hacia donde ella quiere y lo que es mas importante hace suyo el texto para dotarlo de la entidad, el ritmo y el empaque que una obra como esta se merece. Las soberbias luces de Juan Gómez Cornejo, son otro punto a tener muy en cuenta, ya que dotan a la producción de una belleza y una calidez ciertamente notable, reflejando perfectamente el lugar y el momento en el que acontece el drama, así como las diferentes atmósferas necesarias para que el trabajo de los actores llegué, mas si cabe, al espectador.
Además de lo anteriormente expuesto merecen mención aparte las estupendas y sorprendentes músicas elegidas para el espectáculo y las brillantes intervenciones musicales de la cantante Rita Barber, que en algunos momentos resultan muy impactantes. Otro punto a tener en cuenta son los bellos y funcionales figurines de Pedro Moreno que definen muy bien cada personaje.
En resumen, una imprescindible propuesta, que es una de las mejores producciones que este humilde servidor ha disfrutado ultimamente, y que ya forma parte de mi mitología personal como espectador. Salí del espectáculo con la adrenalina por las nubes, y con la sensación de haber asistido a un montaje histórico.
Lamentablemente, o gozosamente según se mire, está absolutamente todo vendido hasta que finalicen la temporada, si no fuera así yo repetiría seguro, me tendré que conformar con el recuerdo de lo vivido, y con las emociones a flor de piel que esta producción ofrece y que ya están incrustadas en mi memoria para siempre
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